Muy buenas noches, amigos y hermanos aquí presentes. Es nuevamente para mí un privilegio y una grande bendición estar nuevamente con ustedes.
En la conferencia anterior en esta mañana, vimos un sinnúmero de cosas relacionadas al Libro de la Redención llegando a la Tierra: vimos la manera en que llegó a la Tierra, vimos el propósito de la venida de ese Libro de Redención a esta Tierra, y ya vimos dónde fue colocado ese Libro aquí en la Tierra.
En esta ocasión estaremos teniendo un resumen corto sobre el Libro misterioso. Estaremos entonces hablando sobre: “EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”. Esto será un resumen de lo que ya hemos estado hablando en las conferencias anteriores.
Así que, ya para comenzar, leeremos una Escritura, y luego comenzaremos o continuaremos hablando de este Libro.
Este Libro aquí en el Apocalipsis, en el capítulo 5, nos es mostrado en la mano del que está sentado en el Trono, allá en el Cielo; y dice la Escritura:
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos”.
Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”.
Vimos, a través del estudio sobre este Libro misterioso, vimos que ese es el Libro de la Redención, ese es el Libro de la Redención de los Cielos y de la Tierra.
Vimos que ese Libro en una ocasión había estado aquí en la Tierra, vimos que ese Libro le había sido entregado a Adán, pues él tenía derecho a ese Libro, pues Dios había colocado a Adán aquí en la Tierra como señor, como gobernador, de todo lo que había sobre la Tierra.
Adán tenía los derechos de ese Libro. Él, allá en el Huerto del Edén, estuvo con la oportunidad de comerse ese Libro, pues ese Libro estuvo allí mostrado como el Árbol de la Vida; allí el Árbol de la Vida estaba para que Adán pudiese comer de él.
Encontramos que Adán tenía en su mano ese Libro, encontramos que él tenía el Título de Propiedad de todo lo que Dios había colocado en Su Creación. Encontramos que Adán le podía decir a los árboles: “Pásate tú de aquí allá”, y se pasarían. Encontramos también que Adán podía, hablando su palabra, crear lo que él tuviese que crear, y así acontecería, conforme a lo que él hablase.
En palabras más claras, él tenía algo que los demás seres humanos no tuvieron después de él, porque él tenía el Título de Propiedad.
Pero cuando allá en el Huerto del Edén el hombre perdió la bendición divina al desobedecer los preceptos divinos, entonces el Libro misterioso, el Libro de la Redención, el Libro de la Creación, regresó a las manos de Dios; y ahí en las manos de Dios ha estado por miles de años.
Y cuando el Señor Jesucristo vino a la Tierra, encontramos que Él, muriendo en la Cruz del Calvario, derramó Su Sangre para redimir todo lo que allí estaba escrito conforme al Programa Divino. Él redimió a los elegidos que estaban escritos ahí en ese Libro.
Por lo tanto, ese es el Libro más grande de todos los libros: es el Libro de la Vida. Toda cosa que haya de vivir en esta Tierra por toda la eternidad tiene que estar registrado en ese Libro; nada podrá entrar a eternidad si no está escrito en ese Libro. Por lo tanto, podemos comprender lo importante que es ese Libro en el Cielo y también en la Tierra. Pues si para el Cielo tiene tanta importancia, también para nosotros la tiene.
Encontramos que cuando llegó el tiempo de abrirse ese Libro, no se encontraba ninguna persona para ir ante el Trono Divino, ante el Rey eterno (el cual tenía ese Libro en la mano), para pedirle ese Libro y abrirlo. No había sido encontrada ninguna persona que pudiera hacer ese trabajo.
Tenía que ser una persona; no podía ser un ángel, sino un hombre; porque siendo el Libro de la Redención, eso tenía que ser reclamado por un pariente cercano al ser humano.
Pero, ¿y dónde estaba el Redentor?, ¿dónde estaba el Mesías?, ¿dónde estaba el Señor, el cual había ascendido a los Cielos dos mil años atrás aproximadamente? ¿Dónde estaba, que no se presentaba inmediatamente para tomar ese Libro? Él estaba haciendo intercesión por los últimos que faltaban por hacer intercesión.
Y cuando termina de hacer intercesión por los últimos elegidos que están escritos en ese Libro, entonces sale del Trono de Intercesión y se presenta. Y cuando va caminando hacia la presencia del gran Dios Todopoderoso sentado en Su Trono con el Libro en la mano, el anciano le dice a Juan: “Juan, no llores más”.
El Cielo, ustedes saben que no es un lugar para llorar, el Cielo tampoco es un lugar para estar triste, no es un lugar para estarse lamentando; es un lugar para disfrutar de la felicidad, del gozo del Señor.
Pero Juan estando en el Cielo, y viendo al Dios Todopoderoso sentado en el Trono con el Libro en Su mano, no estaba contento, no estaba regocijado; estaba muy triste.
¿Pueden ustedes imaginarse una persona como el apóstol y profeta San Juan, que llegase al Cielo, en donde todo el mundo desea llegar; y que después, cuando llega allá y se encuentra ante la presencia de Dios, entonces se ponga a llorar cuando oye que un poderoso Ángel, un Ángel Fuerte, viene y dice: “Que se presente alguien para tomar el Libro y abrir sus Sellos”1?
¿Puede usted imaginarse a un hombre como Juan, que se ponga a llorar porque no aparece allí en el Cielo un hombre que abra ese Libro?
Es que Juan comprendía lo que significaba ese Libro y comprendía el significado de la apertura de ese Libro. Él comprendía que si ese Libro no era abierto, la Creación completa estaba perdida, la Creación completa tendría un triste final.
Juan lloraba mucho por eso; él no se consolaba. Solamente para Juan había un consuelo, y él no lo veía, nadie le decía algo que lo pudiese consolar.
Pero de momento se acercó, hacia Juan el discípulo amado, un anciano, y le dice algo que lo iba a consolar: le habla palabras de consuelo, le habla palabras que cambiarán la tristeza y el llanto de Juan en alegría y regocijo; le dice:
“Juan, no llores más. He aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha prevalecido, el cual es digno. He aquí el León de la tribu de Judá. Juan, no llores más. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el Libro y desatar sus Sellos”2.
Y cuando escucha esas palabras el apóstol San Juan, ¿qué es lo que hace? Lo que hubiera hecho usted también. Dice [Apocalipsis 5:6]:
“Y miré…”.
Enseguida miró para ver dónde estaba ese León, pues Juan sabía que el León de la tribu de Judá era el Mesías, era el Redentor, era el Señor, que él había visto dos mil años atrás sobre la Tierra; y Juan estaba deseoso por ver al Señor.
Juan sabía que el Señor era el único que podía tomar ese Libro y abrir sus Sellos, pero no lo veía por ningún lugar. Pero cuando le dicen: “He aquí el León de la tribu de Judá”, le están diciendo: “He aquí, ¡aquí está!”.
Juan enseguida mira: “¿Dónde?”.
Y cuando lo ve, su corazón se llena de regocijo, su corazón salta de alegría; como pudiéramos nosotros decir: “¡Por fin llegó el único que podía tomar el Libro y abrir sus Sellos!”.
Juan suspiró profundamente: “¡Por fin llegó el Redentor!”.
¿Qué si no hubiera llegado? Si no hubiera llegado, entonces el llanto de Juan continuaría por todo el tiempo que él existiese; porque llanto y dolor sería para toda la humanidad.
Encontramos que Juan, seguidamente que lo ve, cambia esa actitud: cambia la actitud de tristeza y dolor, en una actitud de alegría y de regocijo; porque sabía lo que eso significaba, sabía que allí estaba el Señor para reclamar todo lo que Él redimió por Su Sangre.
Allí estaba el Redentor para reclamar el Título de Propiedad, el Libro misterioso, que nadie lo podía ni abrir, nadie lo podía tomar, ni aun podían mirarlo. Pero allí había uno: el Redentor, el León de la tribu de Judá, ¡que sí podía mirarlo, podía tomarlo, y podría abrir sus Sellos!
Llegó el que estaban esperando, llegó el Deseado3 de todos en el Cielo.
Juan entonces, comprendiendo lo que eso significaba, de ahí en adelante comienza también a regocijarse con todas las huestes celestiales; pues no solamente Juan se regocijó.
Si usted puede leer lo que aconteció luego que el Cordero tomó el Libro, dice [Apocalipsis 5:6]:
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos…”.
Los siete cuernos, usted sabe que son las siete edades de la Iglesia gentil, que aparecen en el libro del Apocalipsis como las siete iglesias. Y los siete ojos que tenía ese Cordero, uno en cada cuerno, representaba al mensajero del Señor en cada edad de la Iglesia.
Y sigue diciendo que esos siete cuernos y esos siete ojos, o los siete ojos, son, dice:
“… los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico…”.
Con la llegada de ese Cordero apareciendo en Su nuevo ministerio como el León de la tribu de Judá, un Nuevo Cántico surge en medio de los seres vivientes, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos, pues tenían arpas en sus manos.
En palabras más claras: ¡Se formó la fiesta en el Cielo cuando el Cordero tomó el Libro! Se formó la fiesta: las cuerdas de las arpas comenzaron a entonar un Nuevo Cántico; un Nuevo Cántico para una nueva dispensación, para una nueva era que estaba comenzando en esos momentos.
“… y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación…”.
Allí estaba la representación de todos los que habían sido redimidos de todas las naciones. Y todos estaban de acuerdo de que ese Cordero que se convertía en el León de la tribu de Judá en Su nuevo ministerio, era digno de tomar ese Libro y abrir esos Sellos. Y siguen diciendo:
“… y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.
Allí estaban las oraciones de los santos. Ellos habían orado por el regreso de ellos a la Tierra en la gran resurrección; y aquí ahora es mencionado que el Señor los ha hecho reyes y sacerdotes, y que reinarán sobre la Tierra.
La Tierra tendrá nuevos dirigentes, la Tierra tendrá nuevos reyes sobre ella; la Tierra se regocijará al saber estas grandes noticias.
La Tierra ha estado sufriendo mucho bajo sus gobernantes, pero tiene la promesa que tendrá nuevos gobernantes, nuevos reyes; y son reyes que reinarán para Dios. Ellos gobernarán, ellos dirigirán todo aquí en la Tierra conforme al Plan de Dios.
La Tierra entonces, con sus habitantes, será orientada conforme a la Palabra de Dios; y habrá entonces paz sobre la Tierra. Se habrán acabado las guerras, se habrán acabado los problemas, y todo entonces será paz y prosperidad para los que habitarán en este planeta Tierra.
Es un tiempo muy grande, ese que está por delante, para los que vivirán tanto en el glorioso Reino Milenial como en la eternidad en este planeta Tierra; porque esta Tierra tiene la promesa más grande y más gloriosa que planeta alguno haya tenido.
Sigue diciendo la Escritura [Apocalipsis 5:11]:
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones (así que no eran pocos),
que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos”.
Es el momento grande y sublime en el Cielo. Es el momento en que el Libro misterioso en su trayectoria pasa de la mano del Dios Todopoderoso, del Espíritu eterno, a las manos del Redentor, a las manos del que derramó Su Sangre en la Cruz del Calvario para poder redimir ese Libro, para poderlo nuevamente traer de regreso a este planeta Tierra.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”.
Hemos estado viendo cómo se movió en el Cielo todo lo relacionado a este Libro misterioso. Vimos cómo tomó una trayectoria de la mano de uno a otro.
Y a través del estudio de la trayectoria de este Libro, vemos que Ese que toma ese Libro, siendo el Redentor, siendo el Señor, el cual había ascendido a los Cielos, luego desciende de los Cielos conforme a Su promesa, pues está escrito: “El mismo Señor descenderá del Cielo, con Aclamación…”. ¿Con qué? Con un clamor: “Con Aclamación, con Voz de Arcángel y Trompeta de Dios”4.
¿Y después de eso? Después de eso entonces los muertos en Cristo han de resucitar.
Por eso es que cuando desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, nos es dicho:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol (y sigue enumerando las cosas que fueron vistas en ese Ángel cuando descendió del Cielo)”.
Y dice que en Su mano derecha, en Su diestra, tenía un Librito abierto. Es que el Señor, cuando desciende del Cielo, no deja el Libro allá en el Cielo: Él se lo trae, porque pertenece a Él.
Él ahora, al tomarlo, viene a ser el Dueño, el Heredero de todo; pues Él cuando en la Cruz del Calvario derramó Su Sangre, allí Él compró el mundo entero. Él lo compró todo, Él compró todo lo que estaba en ese Título de Propiedad, por eso Él es el Redentor.
Y Él viene con ese Libro en Su mano porque viene ¿para qué? Viene para traer de regreso el Libro a la Tierra, en donde Dios lo había colocado miles de años atrás, cuando lo colocó en las manos de Adán.
Siendo Él el Redentor de la raza humana, una de las cosas que redime es el Libro; y lo redime para la raza humana, para traerlo de nuevo a la raza humana; porque redimir es ‘volver al lugar original’ lo que es redimido. Así que, al descender del Cielo, ya ustedes pueden ver con lo que viene.
Luego vimos también que lo da a comer a una persona, a un hombre, a un profeta; y ese Libro lo da a comer a un profeta, a un hombre que se encontraba en una isla recibiendo la revelación apocalíptica.
Quizá muchas personas pensaban que ese hombre estaba medio mal de la mente, pero es que muchas personas no saben que los profetas tienen las dos consciencias juntas; y aunque nadie más viera la Venida de ese Ángel Fuerte, él la vería.
Él la vio allá, cuando descendió ese Ángel Fuerte en Apocalipsis, capítulo 10; y entonces, así como se necesitaba que una persona tomase en el Cielo el Libro de la mano, de la diestra del que lo tenía; así en la Tierra, cuando el Ángel Fuerte desciende con ese Libro en Su mano, se necesita un hombre, un ser humano, un profeta, que venga y tome ese Libro de la mano del Ángel Fuerte que desciende del Cielo. ¿Y qué va a hacer? Va a hacer lo que le es dicho que haga.
Allá en el Cielo, cuando el Libro fue tomado, fue dicho que era para que fuese abierto; y acá en la Tierra, cuando es tomado de la mano del Ángel, es para que se lo coma el que lo toma.
Y ese que lo tiene que tomar es el que oye la Voz del Señor, la Voz del Cielo, que le dice5: “Ve y pídele el Librito al Ángel. Dile que te lo dé, dile que te dé ese Librito”. Él fue, le pidió el Librito.
El Ángel le dio el Librito. Y al darle el Librito, el Ángel le dice6: “Ahora cómelo (la Voz del Señor le dice), cómete el Librito ahora, cómetelo inmediatamente; y en tu boca va a ser dulce, pero en tu vientre va a ser amargo”.
Seguidamente de tomar el Librito, el Libro de la Redención de los Cielos y la Tierra, seguidamente se lo echa a la boca, se lo come; porque para eso le fue dado. Dice [Apocalipsis 10:9-11]:
“Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Y él me dijo (el Ángel Fuerte le dijo): Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.
¿Para qué tenía que tomar el Libro y comérselo? Para que profetizase en ese tiempo sobre muchos pueblos, lenguas, naciones y reyes.
El que se comió el Libro, entonces tendrá el ministerio profético de los días finales, para traer las profecías sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
En la actualidad encontramos, a través de la prensa, de la radio, de la televisión, y a través de diferentes medios de información, a muchas personas tratando de profetizar en la Tierra. Unos diciendo una cosa, otros diciendo otra cosa; diciendo: “Tal cosa va a acontecer, tal cosa va a acontecer”; pero todo eso es tratando de tomarle la delantera al que está ordenado por Dios para profetizar sobre muchas naciones, pueblos, lenguas y reyes.
Es que cuando el diablo ve que de parte de Dios viene algo para ser manifestado, el diablo trata de levantar muchos imitadores, para que imiten lo que va a hacer el verdadero profeta enviado de Dios. ¿Para qué? Para que cuando venga el verdadero profeta de Dios, profetizando lo que le ha sido ordenado que profetice, la gente diga: “¡No faltaba más! Tantos que ya han profetizado de tantas calamidades que han de venir, y ahora que venga otro más, profetizando para todas las naciones, para todos los pueblos, para muchas lenguas, y muchos reyes, ¡no faltaba más!”.
¡Pero eso era lo único que faltaba, y que hacía realmente falta! Los demás… los demás no eran necesarios.
Usted encuentra, en estos días finales, que hay muchos que tienen (como decimos nosotros) fiebre de profetizar, pero dijo el Señor en una ocasión: “Muchos me dirán en aquel día: ¿No profetizamos en Tu Nombre?”7.
Ahí usted tiene a los imitadores, que tratarán de imitar lo que ha de hacer ese que se comió el Libro, porque se lo comió para luego recibir la orden divina de profetizar.
Muchos que están tratando de profetizar, no se han comido el Libro que hay que comerse para profetizar; están profetizando de acuerdo a sus propias ideas, a sus propias imaginaciones. Pero cuando aparece en la escena terrenal ese que se comió el Libro de la Redención, el Libro que estaba en el Cielo, que le fue traído a él para que se lo comiese; cuando ese profetice, no estará profetizando de acuerdo a su mente, no serán sus propios pensamientos; será de acuerdo a la mente de Dios, serán los pensamientos de Dios los que él expresará.
Y lo que él hable, así acontecerá; porque él estará tomando el pensamiento divino y lo estará hablando; y cuando lo hable, eso será la Palabra hablada. Y cuando la Palabra Divina es hablada por inspiración y por orden divina, tiene que materializarse, tiene que acontecer lo que se ha dicho.
Cuando Moisés, miles de años atrás, llegó a Egipto para libertar al pueblo hebreo, él llegó allá con la Palabra dentro de él; pues Dios le dijo: “Yo pondré Mis palabras en tu boca”. Ahí podemos ver a un profeta en el cual Dios puso Su Palabra en su boca, y Dios le dijo: “Y tú hablarás lo que Yo te mandare”8.
Ahora, ustedes pueden ver que allá en el monte Sinaí, cuando Moisés subió allá para ver aquel fuego que había en aquel árbol, cuando subió el que allí estaba en forma de fuego, que era el Ángel del Señor, le dijo: “Yo he descendido para libertar a Mi pueblo”. ¿Y cómo lo habría de libertar? Lo habría de libertar a través de Moisés, a través de un hombre; por eso Dios le dijo: “Ve, liberta a Mi pueblo”9.
Pero Dios, el Ángel del Señor, estaba con Moisés; por eso cuando Moisés hablaba la Palabra y decía: “Vengan moscas”, aparecían las moscas; porque era la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es creativa.
Era la Palabra creativa siendo hablada. Y cuando era hablada a través de labios humanos, se materializaba; y venían a existencia, a creación, esas cosas que eran habladas.
Cuando decía: “Vengan piojos o pulgas”, así venían; cuando decía que viniera granizo, venía granizo; cuando decía que viniese tal cosa, tal cosa venía. Y eso porque un hombre estaba hablando la Palabra Divina, la Palabra creadora. Eso es la Palabra en los labios de un hombre, la Palabra Divina en labios humanos.
Muchas personas no se explican cómo un hombre como Moisés podía hablar, y lo que hablaba acontecía; pero cuando sabemos que era la Palabra de Dios que estaba colocada en su boca, entonces comprendemos que era Dios hablando a través de un hombre. Y cuando Dios habla, tiene que acontecer lo que Dios dice.
Así será con este que en Apocalipsis se comió el Libro, así será con este que se comerá ese Libro en los días finales. Por eso es que en su ministerio profético él podrá hablar todas las bendiciones que quiera hablar, de acuerdo a lo establecido en ese Libro, y vendrán; pero también podrá hablar todas las plagas que están escritas en ese Libro, y tendrán que venir sobre la Tierra.
Eso será así porque el Libro de Redención, el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, está en él. Estando en él, entonces él tendrá autoridad y dominio sobre toda la Creación; por eso es que el Sexto Sello es una interrupción de la naturaleza, y esa interrupción de la naturaleza viene por la Palabra hablada de ese que se comió el Libro.
Eso es lo que está anunciado que ha de acontecer en los días finales, eso es lo que está siendo preparado para estos días finales. Dios prometió para estos días finales visitar a Su pueblo, el Señor dijo que Él regresaría.
En la Primera Venida del Señor, la gente decía: “¡Dios ha visitado Su pueblo, porque un gran profeta se ha levantado entre Su pueblo!”10. Aquello era la visitación de Dios a Su pueblo Israel, y esa visitación fue a través de un hombre, a través de carne humana, como había sido la visitación de Dios al pueblo hebreo cuando se encontraban en Egipto en la esclavitud; allá fue a través de otro hombre: de Moisés.
Ahora, usted tiene que ver y entender que siempre la visitación de Dios es a través de un hombre que tiene un ministerio de profeta; porque solamente a los profetas viene la Palabra de Dios, y solamente en la boca de los profetas es colocada la Palabra de Dios.
En estos días finales el Señor ha prometido visitar a Su pueblo; y a través del estudio del Libro misterioso vemos la manera en que Él visitará a Su pueblo.
Él visitará este planeta Tierra y Él se expresará, se revelará, se dará a conocer en este planeta Tierra como se dio a conocer a través de Moisés para el pueblo hebreo, como se dio a conocer a través de Jesús para el pueblo hebreo; y en este tiempo se dará a conocer a través del que se comió el Libro que trajo el Ángel Fuerte. Será entonces el Señor expresándose, manifestándose, a través del que se comió el Librito abierto que trajo el Señor en Su mano derecha.
Creo que todos han comprendido el misterio de ese Libro, creo que todos han visto la trayectoria que toma ese Libro conforme a la dirección divina. Y vemos los efectos que producirá ese Libro desde el lugar en donde estará ese Libro en los días finales; serán unos efectos de bendiciones para todos los hijos de Dios, pero también serán efectos de juicios divinos para los que rechazaron el amor y la misericordia del Señor.
Los que rechazaron el Sacrificio del Señor en la Cruz del Calvario, los que rechazaron la Redención, recibirán unos efectos de juicio y destrucción: las plagas vendrán sobre ellos. Pero para los que aman al Señor y temen Su Nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en Sus Alas traerá salvación, salud11.
Eso es lo que hay como efectos del gran Libro misterioso que estaba en el Cielo y que estará en la Tierra dentro de un hombre. Y se sabrá lo que decía ese Libro que él se comió, por las palabras que salgan de su interior hacia la gente; él expresará lo que tiene por dentro: lo que tiene por dentro en ese Libro.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”.
Creo que ha sido una serie de conferencias claras para todos los que las están escuchando en estos momentos y en este día; y los que las escucharán y las verán en días futuros.
Mi deseo es, siempre, que cada persona reciba las bendiciones que están escritas en ese Libro. La actitud de las personas debe ser una actitud positiva, una actitud buena hacia el Mensaje que saldrá de los labios del que se comió ese Libro, para que puedan recibir las bendiciones escritas en ese Libro.
Ya hemos visto que todos los que han de recibir esas bendiciones tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida; ya hemos visto que esa es la manera en que Dios llamará a Sus ovejas en estos días finales. Y Sus ovejas conocen Su Voz y la siguen; y al extraño, a los extraños, no seguirán12.
Aunque se levanten cientos o miles profetizando, sin tener, sin haber tomado y comido el Libro de la mano del que estaba viniendo en esa nube, aunque se levanten miles profetizando, ellos no lo seguirán. Porque ellos solamente seguirán al que tiene la orden de profetizar sobre muchas naciones, muchos pueblos, muchas lenguas y muchos reyes; porque ellos reconocerán que ese es el único que tomó el Libro y se lo comió, le fue dulce a su boca, pero le amargó en el vientre.
Pero las ovejas del Señor seguirán su Mensaje, porque ellos reconocerán que será la Voz del Señor resonando nuevamente en este planeta Tierra. Y Él dijo13: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”.
Y el que tenga oídos para oír, que oiga, que oiga la Voz del Señor hablándole, llamándole y guiándole en estos días finales; porque Él los guiará a fuentes de Aguas de vida eterna14.
Y podrán decir15: “Jehová el Señor es mi Pastor; nada me faltará”. Ese salmo será una realidad para esos elegidos, para esos que como ovejas seguirán al Señor manifestándose a través del que se comió el Libro que trajo el Ángel Fuerte en Su diestra.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”. Ese ha sido el resumen para esta ocasión; ha sido un resumen de todo lo que hablamos en las conferencias anteriores.
Así que, Dios les bendiga, Dios les guarde; y Dios les fortalezca a todos para estar siempre felices y contentos, como están en el Cielo desde que vieron que uno tomó el Libro y abrió sus Sellos.
Muchas gracias por vuestra atención prestada. Muchas gracias por todo lo que ustedes han hecho por mí y por todos los ministros que han venido de otros países para estar en estos días en estas reuniones, en donde estaríamos tratando este tema tan importante del Libro misterioso que estaba en el Cielo.
Muy agradecido por todo a todos ustedes, amigos y hermanos aquí presentes, y los que también han hecho algo para que fuese realizada esta gran reunión en esta semana.
Esta pues es la semana en que también el cuarto Elías estuvo hablando sobre ese Libro misterioso. Es un tiempo muy grande y muy importante.
Él estuvo reflejando en su ministerio todo lo que habría de acontecer en el ministerio de Elías manifestado por quinta vez; por eso muchas de las cosas que él dijo que habría de hacer, nunca las hizo; pero el que estaba hablando a través de él dijo que las habría de hacer. Y Él entonces regresa en su quinto ministerio para recorrer el camino profético y hacer aquellas cosas que dijo que habría de hacer. Era el Espíritu de Dios diciendo lo que habría de hacer más adelante, en Su último ministerio, en Su último recorrido en esta Tierra; pero tuvo que ser reflejado y anunciado anteriormente. Fue profetizado y así tiene que ser cumplido.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”.
Bueno, Dios les siga bendiciendo; y será hasta otra próxima ocasión en que nuevamente estaré hablándoles la Palabra de Dios.
Pero si no me ven personalmente entre ustedes, pueden escuchar el Mensaje a través de grabadoras, pueden leerlo a través de folletos, pueden ver a través de películas las predicaciones, las conferencias ya llevadas a cabo en el pasado, las que se están llevando en el presente y las que serán llevadas a cabo en el futuro. Estaremos entonces atentos a la Palabra de Dios, a la Voz del Señor.
Dios les bendiga, y que pasen ustedes buenas noches; y será hasta una próxima ocasión en que estaré nuevamente con ustedes.
Dejo con ustedes al misionero y compañero en el ministerio Miguel Bermúdez Marín; él ha de concluir en esta noche.
“EL LIBRO MISTERIOSO Y SU TRAYECTORIA”.
[Revisión marzo 2022]
1 Apocalipsis 5:2
2 Apocalipsis 5:5
3 Hageo 2:7
4 1 Tesalonicenses 4:6, Reina-Valera 1909
5 Apocalipsis 10:8
6 Apocalipsis 10:9
7 San Mateo 7:22
8 Deuteronomio 18:18
9 Éxodo 3:1-10
10 San Lucas 7:16
11 Malaquías 4:2
12 San Juan 10:3-5
13 San Juan 10:27
14 Apocalipsis 7:17
15 Salmos 23:1-6