La resurreción del Hijo de Dios

Muy buenos días, amados amigos y hermanos. Dios nos continúe bendiciendo a todos en esta hermosa mañana, en este hermoso día de resurrección, en donde se conmemora la resurrección del Señor Jesucristo.

Dice San Mateo, capítulo 28, verso 1 en adelante:

“Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.

Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.

Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.

Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.

No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.

E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho”.

“LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS”.

El Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, encontramos que luego de morir en la Cruz del Calvario y descender en Su cuerpo teofánico al infierno, a las partes más bajas de la Tierra, y predicarles a las almas encarceladas, y luego pasar al Paraíso y el domingo resucitar, encontramos que fue el evento más grande de ese día.

Y la muerte del Señor Jesucristo y la resurrección del Señor Jesucristo fueron los eventos más grandes en medio del pueblo hebreo en el Programa Divino; pues con la muerte del Señor Jesucristo, allí estaba Dios quitando el pecado del mundo y estaba libertando a todos los hijos de Dios.

El gran misterio que estaba manifestándose, abriéndose, ante la vista de los hombres y mujeres de aquel tiempo, los cuales no comprendieron lo que estaba aconteciendo, ni aun Sus discípulos…; miren aquí, San Pablo hablándonos de lo que aconteció allí como un gran misterio que estaba cumpliéndose, abriéndose, manifestándose, dice en Hebreos, capítulo 2, verso 9 en adelante, dice:

“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo (¿para qué?), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,

y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham (y somos descendientes, hijos de Abraham por la fe).

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.

Ahora vean el por qué el Señor Jesucristo apareció en la Tierra, Dios manifestado en carne: por cuanto los hijos de Dios también participaron de carne y sangre, Él participó de lo mismo, para así Él quitar el imperio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, o sea, al diablo, y destruir al diablo.

Ahora, aquí podemos ver que lo que parecía una derrota para el Señor Jesucristo, era una victoria; lo que para los líderes religiosos de aquel tiempo era el final del Señor Jesucristo y el final de todos Sus seguidores, era nada más que el comienzo de bendición para todos los hijos de Dios, porque Él llevaría a la gloria muchos hijos de Dios; pero había un Programa que Él tenía que llevar a cabo, aunque ninguna otra persona lo pudiese comprender.

Sus discípulos no lo comprendían; su entendimiento, sus mentes estaban cerradas al conocimiento de lo que estaba aconteciendo conforme al Programa Divino.

Por eso uno de los discípulos del Señor Jesucristo, y aun el resto de ellos, no podían comprender por qué el Señor Jesucristo tenía que morir. Tampoco ellos recordaban o comprendían acerca de la resurrección de Él, de la cual Él estuvo hablándoles a ellos. Y como que se les olvidaba a ellos lo que Él les había dicho.

Vean ustedes, cuando el Señor resucitó, Sus discípulos (algunos de ellos) fueron y vieron el lugar donde Él había sido colocado; pero luego recordó uno de Sus discípulos que había dicho el Señor que Él resucitaría.

Esto significa que después de la muerte del Señor Jesucristo, a algunos de ellos se les había olvidado que Él había prometido la resurrección y que en algún momento se llevaría a cabo esa resurrección.

Ahora, María se recordó también de las palabras del Señor: que había dicho que Él resucitaría al tercer día.

Ahora, esto nos muestra que cuando ocurren ciertos problemas, a las personas se les olvida la Palabra, lo que fue dicho; en vez de recordar esa Palabra y estar entonces tranquilos y decir: “Todo obrará para bien”.

Vean ustedes, lo que parecía a la vista humana una calamidad, un problema, detrás de todo ese problema a la vista humana, estaba el misterio más grande para aquel tiempo cumpliéndose, realizándose: el misterio del Reino de los Cielos, que haría posible la Expiación, haría posible la Salvación de todos los hijos de Dios.

Dios vigila, vela por Su Palabra para ponerla por obra, para cumplirla1, para cumplir lo que Él prometió, para hacer que se realice lo que esa Palabra ha prometido.

Y cuando estaba encarnada esa Palabra, tenía que cumplir todo lo correspondiente para aquel tiempo. Y el único que comprendía era Jesús; el resto estaba (el resto de las personas) ignorando lo que estaba aconteciendo en el Programa Divino.

Ahora, el Señor Jesucristo resucitó el día domingo. ¿Y acaso no podía resucitar otro día? No podía resucitar otro día, porque en el Programa Divino estaba que sería domingo.

¿Y por qué entonces Dios escogió el día domingo y no escogió el mismo viernes en el cual Él fue crucificado; y así no estaría el Señor escondido en una tumba, sino que Sus discípulos allí mismo verían al Señor resucitar, y continuaría el Señor con ellos? Esa era la petición de muchas personas. La petición de algunos era: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”2, decían, y así por el estilo; porque las personas quieren que el Señor haga las cosas a la manera de ellos.

Él había dicho que resucitaría; pero no iba a resucitar en el día que la gente quisieran que Él resucitase, sino en el día establecido por Dios, el cual conocía el Señor Jesucristo.

Ahora, el Señor Jesucristo resucitó el domingo ¿por qué? El domingo, día de resurrección del Hijo de Dios, está representado en el año del jubileo; el domingo representa también la eternidad, porque es el día ocho, octavo; y el día domingo, siendo el día ocho, octavo, representa la edad octava, la Edad de la Piedra Angular, que es la edad en donde han de resucitar todos los muertos en Cristo de las edades de la Iglesia gentil y los que de nuestra edad hayan partido.

El Señor Jesucristo, vean ustedes, en ese día de resurrección, en San Mateo, capítulo 27 y verso 51 al 53, dice:

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos (el día allá de la muerte del Señor), de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él…”.

No antes, sino el Domingo de Resurrección, siendo el primero en resucitar el Señor Jesucristo. Y sigue diciendo:

“… vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.

Ahora, vean ustedes, se levantaron de la tumba, resucitaron, aparecieron en la ciudad de Jerusalén el Domingo de Resurrección, y no sabemos cuántos días más estuvieron apareciendo; porque el Señor Jesucristo estuvo apareciendo por 40 días, dice el libro de los Hechos: en el capítulo 1 dice:

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Ahora, vean ustedes, el Señor Jesucristo en este domingo, día de Resurrección, estando también en Su Edad, la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad de la Resurrección, la edad octava…; pues ya habían pasado siete edades de la Iglesia hebrea, del judaísmo, y había comenzado la edad octava, la Edad del Hijo del Hombre, la Edad de la Piedra Angular, la Edad de Jesucristo, el Mensajero de la nueva dispensación y de la Edad de la Piedra Angular; de esa edad en la cual los santos del Antiguo Testamento se levantarían, los escogidos.

Abraham, Isaac y Jacob, ellos se levantaron también; Juan el Bautista también se levantó; todos ellos se levantaron. Ellos vinieron del Paraíso y tomaron un cuerpo y se levantaron de entre los muertos el Domingo de Resurrección; por lo tanto se levantaron en la Edad de la Piedra Angular, se levantaron en un ciclo divino eterno, para vivir por toda la eternidad.

Vean ustedes que para resucitar y continuar viviendo por toda la eternidad, se requiere que ocurra esa resurrección en ese ciclo divino de esa Edad y ese Día de Resurrección.

Ahora, para aquel tiempo, los muertos tenían que resucitar en esa Edad y ese Día, las dos cosas a la misma vez. Si resucitaban fuera del ciclo divino, si se levantaban y aparecían antes de ese día, no tenían esa bendición de continuar viviendo eternamente.

¿Recuerdan a Lázaro? El mismo Señor lo resucitó, pero luego tuvo que morir; por lo tanto, él tendrá que resucitar; y resucitará en este tiempo final. No cayó él en la resurrección de ese domingo, sino en la resurrección de este tiempo final le cae a él la suerte.

Por eso Lázaro es tipo y figura de los santos en Cristo que han de resucitar en este tiempo final, los cuales escucharán la Voz del Hijo de Dios, como Lázaro la escuchó y salió fuera del sepulcro3; pero por cuanto no era el tiempo para la resurrección de los santos del Nuevo Testamento, luego él tuvo que morir; así que vino a ser tipo y figura de los hijos de Dios que han de resucitar en este tiempo final.

Ahora, hemos visto que Dios tiene todo establecido de acuerdo a Sus leyes; y de acuerdo a Sus leyes, la resurrección de Jesús, el Hijo de Dios, tenía que llevarse a cabo el domingo en el cual Él resucitó.

Tampoco en cualquier domingo, no. De todos los domingos importantes, el domingo más importante es el Domingo de Resurrección, el domingo en que Él resucitó.

No los domingos nuestros, ni este domingo literal que nosotros tenemos, en donde recordamos la resurrección del Señor, sino aquel domingo en el cual Él resucitó; el cual estaba en el registro divino para el evento más importante del tiempo de Jesús: el Domingo de Resurrección, domingo en el cual se levantó victorioso el Señor Jesucristo; y teniendo las llaves del infierno y de la muerte4, se levantó victorioso, para vivir eternamente, continuar viviendo eternamente.

Ahora, en la resurrección del Señor hubo una intervención divina, pues toda la vida del Señor Jesucristo fue Dios manifestándose a través de Él; así que era la intervención divina manifestada en carne humana, una intervención divina en medio de los seres humanos para producir el camino de regreso a la vida eterna de todos los hijos de Dios.

Recuerden que el Señor Jesucristo es el Elohim del Antiguo Testamento, el Melquisedec del Antiguo Testamento, el Creador de los Cielos y de la Tierra, que se hizo carne (Emanuel: Dios con nosotros5) y habitó entre nosotros, y llevó a cabo el Sacrificio por el pecado del mundo; llevó a cabo el Sacrificio para expiar el pecado de Su pueblo, para efectuar esa Expiación por todos los hijos de Dios, por la descendencia de Abraham; así que socorrió a la descendencia de Abraham6.

Y así encontramos que la vida del Señor Jesucristo aquí en la Tierra, dos mil años atrás, fue de bendición para cada uno de nosotros. Y aunque no le conocimos personalmente, pues no vivimos en aquellos días aquí en la Tierra en carne humana, con todo y eso tenemos el registro bíblico, que nos habla de Su vida aquí en la Tierra y de Su Obra, y del beneficio que Él ganó para cada uno de nosotros; por lo cual le estamos agradecidos al Señor Jesucristo por toda la eternidad.

Y Él participó de carne y sangre por cuanto los hijos de Dios participaron de carne y sangre7; pero vean ustedes, Él llevará a la gloria muchos hijos de Dios. ¿Está hablando de quiénes? De nosotros.

Así que era necesario el Señor Jesucristo aquí en la Tierra para llevar esa hermosa Obra; la cual no pudo ser entendida cuando estuvo siendo llevada a cabo, pero luego fue abierto ese misterio al público y fue dado a conocer. Y ahí vemos que todas las cosas obran para bien para los hijos de Dios, para aquellas personas a los cuales Dios ama y aman a Dios8.

Ahora, en la resurrección del Señor Jesucristo, Él pasando del Paraíso, de regreso acá a la Tierra, pasando a la tumba y tomando Su cuerpo, allí dice la Escritura que estaban dos ángeles. Vean ustedes que esto es algo muy importante…

En el Monte de la Transfiguración, aparecieron también allí dos personajes: Moisés y Elías. Y a través de la historia bíblica encontramos una relación muy directa de ángeles o de profetas con el Señor Jesucristo.

Encontramos que allí tenían una labor para llevar a cabo estos ángeles…

En algunas ocasiones presentan un ángel y en otras ocasiones dos ángeles. En unas ocasiones es presentado un ángel a la parte de afuera de la cueva, sentado en la piedra9; y en otras ocasiones es presentado un ángel dentro de la cueva, sentado donde estaba el Señor acostado10; y en otras ocasiones son presentados dos ángeles: uno sentado a la cabeza y el otro a los pies11.

Lo que sucede es que uno vio un ángel en una ocasión; en otro momento, pues otros vieron dos ángeles; pero por cuanto son mencionados dos ángeles: son dos ángeles; aunque en una ocasión uno haya visto uno y en otra ocasión otra persona haya visto uno solo; pero en otra ocasión vieron dos. Es que una persona puede ver en un momento a otra persona, pero después darse cuenta que hay otra persona más con esa persona.

No solamente eso, sino que también María Magdalena vio a un hombre que estaba allí, allí en la tumba, en la cueva; y cuando ella lo vio Él le preguntó por qué lloraba. Y ella le pregunta: “Si tú te has llevado a Jesús, al Maestro, dime dónde está, para yo llevarlo, para yo buscarlo”. Y Él le dice: “¡María!”. Y entonces ella se da cuenta que es el Señor Jesucristo. Él le dice: “No me toques, porque todavía yo no he subido al Padre”12.

Ahora, vean ustedes, ni María reconoció al Señor Jesucristo cuando estaba resucitado.

Aun los dos discípulos que iban de camino a Emaús, Él estuvo con ellos hablando, hablándoles a ellos las Escrituras13; les hizo preguntas también y censuró la incredulidad de ellos, porque ellos le dijeron: “¿Eres tú un extraño aquí, un extranjero, que no sabes lo que ha acontecido en estos días a Jesús de Nazaret?, varón aprobado por Dios en señales, en milagros y en palabra, al cual crucificaron; y hoy es el tercer día en que esto ha acontecido; y aunque había dicho esto y había dicho esto otro… Aunque también nos han dicho algunos, que lo han visto, unas mujeres han traído la noticia que lo vieron resucitado”, pero ellos no habían creído.

Él comenzó a citarles las Escrituras que hablaban acerca de Él, todas esas Escrituras, y hablándoles a ellos acerca de que esas Escrituras tenían que cumplirse: las Escrituras relacionadas a la muerte, a la crucifixión, al Sacrificio por el pecado y la resurrección. Y el corazón de ellos ardía en ese fuego que arde allá dentro, y que los que han experimentado eso saben cómo se siente ese fuego de Dios; pero ellos no comprendían esas cosas.

Hasta que llegaron al lugar donde se iban a quedar, y el Señor hizo como que continuaba de largo, y ellos le dijeron: “Quédate con nosotros, porque ya va a oscurecer”, o sea: “Está ya de tarde, está oscureciendo, y ya se va a volver de noche; quédate con nosotros”.

Él se quedó con ellos, sirvieron la cena; y cuando Él tomó el pan y dio gracias y lo bendijo, ahí se les abrió el entendimiento, sus sentidos se abrieron, sus ojos se abrieron, y se dieron cuenta que era el Señor. No lo conocían hasta que partió el pan; y el pan representa Su cuerpo y representa la Palabra. Y el Señor Jesucristo se desapareció de ellos.

Luego les apareció en otra ocasión. En una ocasión en que estaban todos reunidos con las puertas cerradas, un domingo, les apareció y entró; con las puertas cerradas entró donde ellos estaban reunidos y estuvo mostrándoles a ellos todo lo que había acontecido; les mostró las heridas, les mostró señales, hizo señales también, y estuvo hablándoles a ellos del Reino de Dios14.

Y así encontramos que les apareció durante 40 días en diferentes ocasiones. Principalmente mencionan las ocasiones que apareció en días domingos, en los cuales ellos se reunían. Las demás ocasiones no están bien claras, los demás días que Él apareció; pero ya sea que haya aparecido solamente los domingos o haya aparecido otros días también de la semana, lo importante es que el Señor Jesucristo resucitó conforme a la Palabra. Y por cuanto era una promesa conforme a la Escritura, Él la habló antes de acontecer:

“No dejarás Tu Santo…”. “No dejarás que Tu Santo vea corrupción, ni dejarás Tu Santo ni Su alma…”. “No dejarás Su alma en el infierno, ni Tu Santo que vea corrupción”15.

A las 72 horas, la corrupción ahí comienza en el cuerpo en una forma que nadie la puede parar. Antes de 72 horas, el Señor Jesucristo había resucitado. Y el Señor Jesucristo conocía todo el Programa, así que Él fue consciente del Programa que se estaba llevando a cabo.

Ahora, el Señor Jesucristo ya resucitado fue la Victoria más grande del Señor Jesucristo en el Amor Divino; pues la Escritura dice16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Vea usted, todo esto que estuvo pasando era una manifestación del amor divino hacia Sus hijos, hacia el ser humano; pero vean ustedes que no podía ser comprendido hasta que todo se llevó a cabo.

Y luego resucitó el Señor Jesucristo, ascendió al Cielo; y luego de Su ascensión al Cielo, 10 días después, descendió el Espíritu Santo, el Señor en forma de Espíritu, sobre 120; y comenzó en ese día la proclama de la muerte y resurrección y ascensión al Cielo del Señor Jesucristo, dándose a conocer a los seres humanos el gran misterio del Programa Divino que se había realizado en Jesús de Nazaret; y que Su muerte no era una derrota sino una Victoria en el Amor Divino; y que Él no estaba muerto sino que había resucitado; y que ellos, Sus discípulos, eran testigos de lo que había acontecido.

Ahora, vean ustedes, muchas personas seguían a Jesús, pero solamente 120 personas estuvieron preparadas para recibir el bautismo del Espíritu Santo.

Cuando el Señor ascendió al Cielo, hubo en esa ocasión unas 500 personas; pero cuando descendió en forma de Espíritu Santo, solamente 120; 10 días después. 10 días después faltaban 380 personas que no estaban reuniéndose, no estaban preparándose y esperando la venida del Espíritu Santo; no estaban haciendo como dijo el Señor Jesucristo aquí, en donde hemos leído, que dice: verso 4 del libro de los Hechos, del primer capítulo, dice:

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.

Dice:

“… mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Ahora, el Señor Jesucristo no tenía que decirles a ellos: “Dentro de 10 días va a venir”. Dentro de 10 días allí no estaban 500 sino 1000 o 2000 o 3000 o 4000 personas; porque la gente siempre quieren que les den el año, el mes, la semana, el día, la hora; y eso es un secreto de Dios para que el diablo no pueda interrumpir el Programa de Dios.

Ahora, si las personas que no estuvieron allí ese Día de Pentecostés se les preguntaba:

—“¿Y por qué ustedes no estuvieron aquí con los demás?”.

—“Bueno, es que no sabíamos cuándo era el día”.

Pero si el Señor les dice: “Dentro de 10 días”, por cuanto la gente no son reservadas, a esos 500 que se los podía decir, iban, lo regaban… se atrevían a ir al mismo sumo pontífice; y el sumo pontífice entonces podía pedir al ejército romano un escuadrón de soldados para que impidieran esas reuniones, porque iba a afectar políticamente y religiosamente al pueblo hebreo y al imperio romano; o sea que podían interrumpir todo ese Programa Divino.

Por lo tanto, el que necesita saber esos pormenores es Dios, y los pormenores pertenecen a Dios. En algunas ocasiones Dios les permite saber a Sus mensajeros algunos pormenores, y que se queden calladitos, para que no se interrumpa el Programa Divino.

¿Recuerdan ustedes del séptimo mensajero en “El Séptimo Sello” cuando dijo17: “Si tan solo pudiera recibir la revelación y quedarse callado”? Eso significa que, al guardar silencio de ciertas cosas, el Programa Divino no se interrumpe y se lleva a cabo todo en la forma en que Dios lo ha establecido.

Ahora, nosotros nos movemos por la fe y con la fe; y Dios ha prometido; y nosotros esperamos lo que Él ha prometido, no importa cuántos años, meses, semanas o días u horas tengan que pasar. Nosotros nos agarramos bien agarrados de la Palabra, que es lo real; y cuando se materialice, se cumpla: ese era el momento para cumplirse esa promesa, y ese era el momento para usted ver materializada esa promesa.

Pero dentro de usted, usted la había visto ya cuando usted creyó esa Palabra; era como si ya Dios la hubiera cumplido. Porque como Él ha prometido, así Él hará.

Dentro de nosotros es una realidad todo lo que Él ha prometido para este tiempo final, las cosas que ya se han cumplido y las que se van a cumplir también; porque tenemos la Palabra, que es la Palabra creadora, la Palabra que creará esas promesas hechas por Dios.

Así que vean ustedes, nosotros necesitamos estar bien agarrados de las promesas de Dios que corresponden para nuestro tiempo.

Ahora, siendo que el domingo literal de Resurrección del Señor Jesucristo también representa la Edad de la Piedra Angular en la cual Él estaba, y representa el Año del Jubileo y representa la eternidad y representa nuestra edad en este tiempo final, que es la Edad de la Resurrección de los muertos en Cristo, la cual se ha de llevar a cabo en nuestra edad; esa resurrección corresponde a este tiempo final, a nuestra edad, a este Domingo de Resurrección en el cual nosotros estamos viviendo.

Ahora, en cuanto a qué día de la semana ocurrirá la resurrección de los santos en Cristo, ¿cuántos quieren saber? Esperemos que eso ocurra. Y cuando ocurra, entonces veremos si en el Programa Divino estaba el que fuera un domingo literal también.

Y no se dejen llevar mucho por el día literal, porque hoy mismo no sabemos si es realmente domingo. Y usted dice: “¿Cómo? Si tenemos el calendario y todas estas cosas”. Pues el calendario fue cambiado un sinnúmero de veces, unas cuantas veces, en tiempos pasados; y el mundo entero, ni aun los científicos saben ni en qué año estamos viviendo, por los cambios del calendario. ¡Pero ojalá y sea, el día de la resurrección de los muertos en Cristo, domingo! Aunque aparezcan un miércoles o un viernes, pero que sea domingo en el calendario de Dios.

Así que no nos preocupa entonces en cuanto al día de la semana, sino en el día en que ellos aparezcan: ese era el día de resurrección; y para nosotros será Domingo de Resurrección de los santos que partieron en el pasado, aunque para los seres humanos acá no sea domingo en lo literal.

Pero como nosotros estamos viviendo en la Edad de la Piedra Angular, que es la edad representada por el domingo, nosotros estamos en Domingo de Resurrección todo el tiempo, en la Edad de la Resurrección. Por eso es que estamos esperando en nuestro día, en nuestra edad, la resurrección de los muertos; y no solamente eso, sino la transformación de nosotros los que estamos vivos.

Así que aquel Domingo de Resurrección y los eventos ocurridos en aquel Domingo de Resurrección serán paralelos a los eventos del Programa Divino que ocurrirán en este tiempo final, en lo que tiene que ver con la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que estamos vivos.

Así que no hablamos solamente de la resurrección del Señor Jesucristo, sino que hablamos también de la resurrección de todos los santos que resucitaron allá, del Antiguo Testamento, y también hablamos de los santos del Nuevo Testamento, que han de resucitar en este tiempo final; y no solamente de ellos, sino de nosotros también, que hemos de ser transformados sin ver muerte; y viviremos eternamente.

Porque ¿de qué le vale al ser humano recordar que dos mil años atrás murió el Señor Jesucristo y resucitó el Domingo de Resurrección, si no conoce el Programa Divino por el cual Él tuvo que llevar a cabo Su muerte y Su resurrección? De nada le sirve a la persona hablar o pensar que dos mil años atrás resucitó el Señor Jesucristo.

Necesitamos conocer el propósito de Su muerte, el propósito de Su resurrección, para aquel tiempo y para todos los hijos de Dios de todos los tiempos; y necesitamos conocer Su Programa para este tiempo.

Necesitamos conocer el Programa Divino del Cristo resucitado; porque no solamente se quedó resucitado y nada más: Él ha estado llevando a cabo un Programa; y en este tiempo final estamos viviendo en la parte más importante del Programa del Cristo resucitado, de Jesús, el que resucitó ese domingo en la tierra de Israel, en Jerusalén.

Así que conocer lo que Dios está haciendo hoy es ser un conocedor del Cristo resucitado, ser un conocedor de Jesús de Nazaret, el que resucitó dos mil años atrás, y ser un hijo de Dios, un escogido.

En este tiempo final estamos experimentando en el Programa de Dios la fase final del Cristo resucitado, el cual en este tiempo final se convierte en el León de la tribu de Judá, en Rey de reyes y Señor de señores; para, el Cristo resucitado, en esta hora final, reclamar en Su Obra de Reclamo todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa: para reclamar cada hijo de Dios que Él limpió con Su Sangre preciosa de todo pecado.

Y en este tiempo final los hijos de Dios serán llevados a la gloria, como fue dicho por el apóstol San Pablo en esta carta a los Hebreos, en el capítulo 2, que leímos al principio, en donde dice:

“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria…”.

Ahí lo tienen; dice que ha de llevar muchos hijos a la gloria.

Ya llevó un grupo de personas allá dos mil años atrás, los cuales resucitaron con Él; y en este tiempo final, como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, Él reclama a todos los que Él por Su Sangre preciosa redimió.

Por lo tanto, en Su Obra de Reclamo en este tiempo final, Él reclama todos los que están en el Paraíso, los cuales le recibieron en el tiempo en que ellos vivieron; recibieron al Cristo resucitado, que resucitó aquel día hermoso de Resurrección dos mil años atrás.

Y nosotros, que le hemos recibido en el fin del tiempo, también tenemos la bendición y promesa de ser transformados, porque Él nos llevará a la gloria. Y la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción; por lo tanto, nos vestirá de inmortalidad, nos vestirá de un nuevo cuerpo eterno, y nos llevará a la gloria, conforme a Su promesa18.

En este tiempo final, Su Obra se está llevando a cabo para nuestro regreso a la Casa de nuestro Padre celestial. La primera parte se llevó a cabo dos mil años atrás con la muerte y resurrección del Señor Jesucristo; y en este tiempo final se lleva a cabo la Obra de Reclamo para nuestro regreso a la Casa de nuestro Padre celestial.

“En la Casa de mi Padre muchas moradas hay; si no fuera así, yo lo hubiera dicho antes; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuera y os preparare lugar, vendré otra vez (Su Segunda Venida como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, para reclamar a cada uno de Sus hijos, a los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero); vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo (porque somos el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, somos la Esposa del Cordero), para que donde yo estoy, vosotros también estéis”19.

El Señor Jesucristo, luego de resucitado ha tenido una labor muy importante, la cual ha estado llevando a cabo, aparte de aquellos 40 días que estuvo sobre la Tierra ya resucitado.

Él, por dos mil años aproximadamente, tenía la misión de estar en el lugar de intercesión en el Cielo, en el Templo que está en el Cielo, estar allí como Sumo Sacerdote y como Cordero de Dios, con Su Sangre haciendo Intercesión por cada hijo de Dios que aparecía en este planeta Tierra.

Y Él no podía salir de ese lugar de intercesión hasta que se cumpliese la Obra como Intercesor allá en el Trono de Intercesión; para luego salir de ese Trono de Intercesión y convertirse en el León de la tribu de Judá y abrir ese Librito sellado con siete sellos, que es el Título de Propiedad, donde están escritos los nombres de todos los hijos de Dios, donde están escritos los nombres de todos los que Él con Su Sangre preciosa ha limpiado de todo pecado.

Luego toma ese Título de Propiedad, lo abre en el Cielo; y desciende a la Tierra para traer ese Título de Propiedad, y así que se lleve a cabo la Obra de Reclamo, se manifieste todo ese Programa, y podamos nosotros regresar a la vida eterna, a la Casa de nuestro Padre celestial, con un cuerpo eterno, y los santos del pasado también con un cuerpo eterno regresar a la vida eterna.

Todo esto corresponde a este tiempo final, porque nosotros estamos viviendo en la edad que está representada en el Domingo de Resurrección, en el día de la resurrección del Hijo de Dios.

Y así como el Hijo de Dios resucitó ese domingo, así resucitarán en este domingo espiritual de la Edad de la Piedra Angular todos los hijos de Dios del Nuevo Testamento. Y nosotros que vivimos, hijos de Dios que vivimos en este tiempo, primogénitos de Dios, seremos transformados.

Todo esto está representado en el Domingo de Resurrección, EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS.

Él resucitó y obtuvo la victoria sobre la muerte, sobre el diablo, sobre el infierno, sobre el pecado; Él obtuvo la victoria para que nosotros pudiésemos recibir vida eterna.

Durante la Dispensación de la Gracia se estuvo predicando el Evangelio de la Gracia, presentando al Señor Jesucristo como Cordero de Dios y Su Obra como Cordero de Dios, y también como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.

Y en este tiempo final, en esta tercera dispensación20, la Dispensación del Reino, es revelado el Señor Jesucristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, es revelado así a través del Evangelio del Reino; el Evangelio que llegará hasta el pueblo hebreo, el Evangelio que será de bendición para todas las naciones que lo reciban en este tiempo final y que será de bendición para todas las naciones durante el Reino Milenial.

Y nosotros somos los primeros que estamos disfrutando del Evangelio del Reino, en donde podemos ver claramente todo el Programa Divino que se ha estado moviendo desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

Hoy nosotros hemos estado recordando lo que aconteció dos mil años atrás aproximadamente: LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR JESUCRISTO, LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS. Y esto nos enseña que así como Él resucitó, resucitarán todos los hijos de Dios; y los que estamos vivos seremos transformados,0, y viviremos eternamente.

Esto nos llena de alegría, de felicidad, de entusiasmo, de esperanza, porque no hay otra esperanza para el ser humano sino lo que Dios ha prometido para cada uno de nosotros en este tiempo final.

Así que es una bendición muy grande recordar en este día la resurrección del Señor Jesucristo; y conocer todo lo que Él ha estado haciendo desde que Él resucitó, y todo lo que Él hizo en la Cruz del Calvario, su significado, y todo lo que Él está haciendo en este tiempo final.

Cuando así acontece con cada uno de nosotros, que conocemos Su Programa del presente y también conocemos el Programa que se llevó a cabo en el pasado, somos personas bienaventuradas; personas que conocemos al Cristo que resucitó dos mil años atrás, y que tenemos Sus bendiciones en este tiempo final; y que Él es real para nosotros, como siempre Él lo ha sido para las huestes celestiales y para cada uno de los hijos de Dios que han creído en cada edad.

Él es real. Él resucitó. Y aunque quisieron opacar la resurrección del Señor, y quisieron que las personas no supiesen que Él había resucitado y se inventaron una farsa, diciendo que Sus discípulos se lo habían llevado…21.

Vean ustedes, no lo recibieron cuando estuvo en Su ministerio; lo rechazaron cuando entró a Jerusalén, sobre el burrito; lo rechazaron, lo condenaron a muerte, lo crucificaron, y decían22: “Si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, desciende de la cruz y entonces creeremos”. Pero vean ustedes, resucitó, se levantó de entre los muertos, salió de la tumba, ¡y entonces no creyeron!

El incrédulo siempre es incrédulo, y lo que él quiere es que Dios lo complazca, y después no cree. Y Dios no está para complacer a ninguna persona, sino para llevar a cabo Su Programa y darlo a conocer a las personas, para que las personas lo reciban, y así reciban las bendiciones de Dios.

Ahora vean ustedes, resucitó no a petición de las personas que lo deseaban, sino resucitó por voluntad divina, de acuerdo a un Programa ya establecido por Dios.

Y en estas cosas uno tiene que ser realista. El sentimentalismo no cabe en el Programa Divino; porque el sentimentalismo echa a perder en muchas ocasiones muchas bendiciones de parte de Dios, y algunas veces trata de impedir el cumplimiento del Programa Divino.

Vean ustedes, Pedro, cuando Jesús dijo que subía a Jerusalén y que sería tomado preso y lo matarían, Pedro seguida le dijo23:

—“Nunca te acontezca tal cosa, tal cosa a Ti; que no te vaya a acontecer eso a Ti. Si en Jerusalén te van a matar, pues para allá no vamos a ir”.

—“Apártate de mí, Satanás, que no comprende las cosas que son de Dios, sino la de los hombres”; pero esto no es cosa de los hombres, sino el Programa de Dios.

El sentimentalismo y las emociones, cuando único tienen valor (o poco o mucho) es cuando están de acuerdo a la Palabra. Pero si las emociones y los sentimientos y sentimentalismos están en contra de la Palabra, del Programa de Dios, uno tiene que salir de eso, porque a la persona le perjudica; y las personas que sean influenciadas por esa persona y esos sentimientos, también les perjudica; y pueden perjudicar la Obra de Dios.

Algunas personas dicen: “Yo hago tal cosa porque yo lo siento”, o: “No hago tal cosa porque no lo siento”. Mire, hay muchas personas que hacen muchas cosas porque lo sienten y sin embargo están en contra de la Palabra de Dios.

Usted debe decir: “Yo hago las cosas que yo hago, y yo trabajo en el Programa de Dios, en la Obra de Dios, no por sentimientos sino por la Palabra, porque la Palabra lo dice”. Y ahí ya no es por lo que uno se imagina o por lo que uno sienta, sino por lo que Dios dice.

El que camina así, no por los sentidos, sino por la fe en la Palabra, nunca fallará; nunca fallará, porque está caminando en una roca sólida.

Siempre caminemos pisando terreno sólido: la roca de la revelación divina para el tiempo en que vivimos. Lo demás es inseguro.

Así que continuaremos caminando sobre terreno sólido: sobre la roca de la revelación divina, la roca de la revelación divina de quién es el Cristo resucitado hoy; el mismo ayer, hoy y siempre.

“LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS”.

Si Él resucitó, resucitarán también todos los santos en Cristo; y nosotros, los que estemos vivos, seremos transformados; y entonces estaremos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo, estaremos como Él; y así viviremos por toda la eternidad.

Estaremos como Él en ese día de resurrección y transformación nuestra, estaremos como Él en el Día de la Resurrección, de aquel Domingo de Resurrección.

Fue “LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS”.

Que Dios nos bendiga y nos continúe bendiciendo con todas las bendiciones ganadas por el Señor Jesucristo el día de la Resurrección.

Con nosotros nuevamente Miguel Bermúdez Marín para finalizar en esta mañana, o en esta tarde; y ya estaremos en la noche, Dios mediante, o en la tarde, a la hora que nuestro hermano Bermúdez nos diga, estaremos nuevamente aquí.

Así que Dios les bendiga a cada uno de ustedes aquí presentes; Dios les bendiga a cada uno de ustedes a través de la línea telefónica en Colombia, en Venezuela, en México, en los diferentes países de la América Latina y también en los diferentes lugares de Norteamérica; y a cada uno de ustedes que a través de esta película de video, de televisión, están en esta ocasión escuchando esta actividad.

¡Y hacia adelante con el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios resucitado!

Dios les bendiga y Dios les guarde a todos.

“LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS”.

[Revisión abril 2020]

1 Jeremías 1:12

2 San Mateo 27:39-44, San Marcos 15:29-32, San Lucas 23:35-39

3 San Juan 11:38-44

4 Apocalipsis 1:18

5 San Mateo 1:23

6 Hebreos 2:16

7 Hebreos 2:14

8 Romanos 8:28

9 San Mateo 28:2-3

10 San Marcos 16:5

11 San Lucas 24:4, San Juan 20:12

12 San Juan 20:13-18

13 San Lucas 24:13-35

14 San Lucas 24:36-48, San Juan 20:19-23

15 Salmos 16:10; Hechos 2:27, 13:35

16 San Juan 3:16

17 Los Sellos, pág. 467, párr. 146

18 1 Corintios 15:50-53

19 San Juan 14:2-3

20 [Para esta conferencia, la primera, segunda y tercera dispensación se refiere a las últimas tres dispensaciones de entre las siete: la Ley, la Gracia y el Reino –Editor]

21 San Mateo 28:11-15

22 San Mateo 27:42, San Marcos 15:32

23 San Mateo 16:21-23, San Marcos 8:31-33

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