Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y radioyentes. Es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, y ver a través de la Escritura dónde nos encontramos en el Programa Divino, y qué cosas Dios está realizando en este tiempo final.
Para eso quiero leer en San Mateo, capítulo 24 y versos 30 al 31, donde nos dice Jesucristo:
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
Nuestro tema para esta ocasión es: “LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR JESUCRISTO A LA TIERRA EN EL DÍA POSTRERO”.
La Segunda Venida de Cristo para el Día Postrero, o sea, para el séptimo milenio, es la promesa más grande hecha en la Escritura para este tiempo final.
Y la humanidad, y sobre todo la Iglesia del Señor Jesucristo, el cristianismo, está en espera del cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo; porque todo depende de la Segunda Venida de Cristo para el Día Postrero, tanto la resurrección de los muertos en Cristo como la transformación de nosotros los que vivimos.
Y para ser transformados los que estamos vivos, se requiere escuchar la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, que es la Voz de Cristo hablándonos, dándonos Su Mensaje del Evangelio del Reino; por eso es tan importante para el cristianismo la Segunda Venida de Cristo.
Ahora, la humanidad no sabe dónde será cumplida la Segunda Venida de Cristo, aunque sabe dónde fue cumplida la Primera Venida de Cristo: fue cumplida en medio del pueblo hebreo, allá en la tierra de Israel.
Ahora, la Segunda Venida de Cristo es un misterio más grande que lo que fue el misterio de la Primera Venida de Cristo.
Este misterio es aquel del cual Cristo dijo que nadie, ni en el Cielo, sabía cuándo sería el día y la hora, ni aun los ángeles, ni aun el Hijo, sino solamente el Padre[1]. Porque este misterio no podía ser abierto en aquel tiempo, ni en el tiempo de los apóstoles, ni en el tiempo de los mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, porque este misterio sería abierto a la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero, que es el Día delante de Dios correspondiente a la Segunda Venida de Cristo.
Y el Día de la Segunda Venida de Cristo —que es el Día Postrero, que es el séptimo milenio para los seres humanos— es el tiempo más glorioso para los hijos de Dios.
Ahora, es muy importante entender lo que fue la Primera Venida de Cristo, y luego entender lo que es la Segunda Venida de Cristo y los beneficios que nos traerá Cristo en Su Segunda Venida.
La Primera Venida de Cristo, conforme a las Escrituras, estaría precedida por un profeta, el cual le estaría preparando el camino al Señor. El profeta Isaías en el capítulo 40, hablando de ese profeta, nos dice, comenzando en el verso 3 de su libro, nos dice de la siguiente manera (y quiero leer), dice:
“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.
Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.
Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo.
La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo.
Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!
He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro”.
Y en Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, nos dice Dios por medio del profeta Malaquías:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
Ahora, aquí tenemos la promesa de la Venida del Mesías. Esta promesa, encontramos que está hecha desde el Antiguo Testamento, y encontramos que aun desde el Génesis esta promesa fue establecida para la raza humana.
Cuando Dios prometió la Simiente de la mujer (en Génesis, capítulo 3, verso 15) allí estaba hablando de la Venida del Mesías, el cual vendría por medio de una mujer; pero nadie sabía cómo y cuál y dónde viviría, y de qué nación sería esa mujer.
Pero por cuanto la Escritura tiene secuencia, encontramos que a través de los años, de las edades y dispensaciones Dios fue dando más y más luz con relación a esta promesa; hasta que llegamos al profeta Isaías, en el capítulo 7 y verso 14, donde nos da mucha luz acerca del Hijo de esa mujer de la cual habló Dios en el Génesis. Y nos dice así:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
Emanuel significa: Dios con nosotros[2].
Aquí nos muestra que el Hijo de la virgen será Dios con nosotros, Dios con los seres humanos; será la encarnación de Dios, será Dios vestido de un velo de carne; como también a través del profeta Malaquías nos dice:
“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor…”.
¿Quién es el que vendrá? El Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y de todo ser humano.
“… y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros”.
¿Quién es el que vendrá? El Señor, el Ángel del Pacto, el cual le había aparecido a Abraham, a Isaac, a Jacob.
Le había aparecido también a Moisés, y a Moisés le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”[3]. ¿Y quién le dijo así a Moisés? El Ángel de Jehová.
Porque el Ángel de Jehová es el mismo Jehová, el mismo Dios vestido de Su cuerpo teofánico; y vestido de Su cuerpo teofánico es conocido como el Ángel de Jehová.
Ahora, este Ángel de Jehová vendría a la raza humana en el tiempo señalado por Dios para llevar a cabo la Obra de Redención, y quitar así el pecado del ser humano. Y cuando vino, encontramos que fue en la persona de Jesús de Nazaret. Ese fue el Hijo de la virgen, del cual Dios había hablado por medio del profeta Isaías y por medio del profeta Malaquías.
Jesús de Nazaret era nada menos que el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, que es el mismo Dios vestido de carne humana; nada menos que Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. ¿Para qué? Para quitar el pecado del mundo.
Por eso Él vino como el Cordero de Dios; y Su cuerpo físico tenía que morir, como en el Antiguo Testamento tomaban para la Pascua un corderito y lo sacrificaban en la víspera de la Pascua.
Por eso es que encontramos en el Antiguo Testamento que en el Éxodo, en el capítulo 12, Dios ordenó al profeta Moisés cada uno tomar un corderito, cada familia de por sí; y si la familia era muy pequeña, se unía a otra familia; y tomaban ese corderito, lo sacrificaban, o sea, lo mataban, colocaban la sangre sobre el dintel de la puerta de la casa y sobre los postes de la puerta de la casa; y luego dentro de la casa tomaban ese cordero, el cual asaban (no lo podían cocinar en agua, no lo podían guisar, sino que tenía que ser asado, o sea, pasado por fuego), y luego dentro de la casa lo comían.
Ahora, encontramos que el pueblo hebreo estaría seguro dentro de sus casas comiendo ese corderito, y con la sangre del cordero aplicada en la puerta, o sea, en el dintel y en los postes de la puerta de la casa; porque durante esa noche la muerte estaría pasando por toda la Tierra, y estarían muriendo todos los primogénitos donde no hubiera sangre sobre el dintel de las puertas.
Encontramos que sobre todo Egipto vino la muerte; y hubo muerte en todas las casas, porque alguien tenía que ser el primogénito, y hubo muerte también de los primogénitos de los animales también.
Así que hubo una gran muerte en medio de Egipto durante esa noche de la Pascua. Pero en medio del pueblo hebreo hubo paz; ellos tenían el cordero pascual en medio de ellos, y se lo estaban comiendo.
Ahora, encontramos que ese cordero pascual es tipo y figura de nuestro amado Señor Jesucristo, que es el Cordero de Dios; el cual fue presentado por Juan el Bautista cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[4]. Él tomó nuestros pecados y murió en la Cruz del Calvario por cada uno de nosotros.
Por eso es que Él dijo también: “El que no coma Mi carne y beba Mi Sangre, no tiene vida permaneciente en sí”. Eso lo dijo en San Juan, capítulo 6 y versos… vamos a ver aquí, versos 53 en adelante, dice… Vamos a ver aquí, vamos a comenzar un poquito antes para que tengamos el cuadro claro. Dice [verso 47]:
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”.
Aquí tenemos a Cristo colocándose como Aquel que fue tipificado en el cordero pascual, cordero pascual que tenía que ser comido durante la noche de la Pascua.
Y ahora encontramos que Cristo es la materialización de ese cordero pascual; y por eso es que Cristo en la Pascua también aparece hablándonos acerca de Su cuerpo, o sea, Su carne y Su Sangre, allí en la última cena, donde Él nos dice en el capítulo 26 y verso 26 al 29 [San Mateo]:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
Ahora podemos ver que en la Santa Cena, esta última Cena, Cristo está representando Su cuerpo, o sea, Su carne, en el pan, y Su Sangre en el vino. El vino es tipo de la Sangre de Cristo y el pan es tipo del cuerpo, o sea, la carne de Jesucristo.
Y aquí podemos ver cómo Cristo les dio a Sus discípulos pan y vino; tipo de Sí mismo, lo cual Él en la Cruz del Calvario realizó: muriendo en la Cruz del Calvario, para darnos Su carne y Su Sangre, para la remisión de nuestros pecados.
Y luego encontramos que en la Cruz del Calvario se materializó lo que estaba tipificado en el cordero pascual del Antiguo Testamento, para luego efectuarse la salida del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, conforme a como Dios había prometido al profeta y patriarca Abraham; lo cual cumplió por medio de Moisés, el profeta de la Dispensación de la Ley.
Ahora, encontramos que Cristo como Cordero de Dios ha estado dándonos de Sí mismo: Su carne y Su Sangre, cuando hemos recibido Su Palabra y hemos recibido Su Espíritu Santo; y así es como se ha hecho efectivo el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario en la vida de cada uno de nosotros.
Y ahora, han transcurrido aproximadamente dos mil años, tipificado ese tiempo en la noche; pues durante la noche es que aparece la luna y aparecen también las estrellas. Y por eso la Iglesia del Señor Jesucristo fue tipificada en la luna pasando por siete etapas durante las siete edades de la Iglesia gentil; y los mensajeros fueron representados en siete estrellas, los cuales son los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil.
Toda esa labor, representada en la luna y en las estrellas y en la noche, pertenecen a estos dos mil años que han transcurrido.
Y luego, para el tiempo de la mañana es que todos los hijos e hijas de Dios saldremos libres: los muertos en Cristo resucitarán y nosotros los que vivimos seremos transformados, y estaremos libres. Será esa la libertad gloriosa de los hijos de Dios, de la cual nos habla el apóstol San Pablo en Romanos, capítulo 8 y versos 14 en adelante, donde nos dice:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”.
Estas personas son las que han creído en Cristo como su Salvador y han recibido Su Espíritu Santo, y son guiados por el Espíritu Santo.
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”.
Esta manifestación de los hijos de Dios será en cuerpos eternos, y con un espíritu teofánico eterno dentro de ese cuerpo. Eso es también llamado la plenitud del Espíritu Santo en cada uno de los hijos de Dios; porque con la plenitud del Espíritu Santo es que nosotros obtendremos el cuerpo eterno que Él nos ha prometido.
Y sigue diciendo:
“Porque (toda) la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
¿Qué es la adopción para los hijos e hijas de Dios? Es la redención de nuestros cuerpos, es la transformación de nuestros cuerpos, para nosotros los que vivimos; y para los muertos en Cristo es la resurrección de ellos en cuerpos eternos.
Y así es como seremos nosotros libertados en el Día Postrero: recibiendo un cuerpo eterno y glorioso, para ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; y así es como los hijos e hijas de Dios serán restaurados a la vida eterna, para vivir en un cuerpo eterno, y tener también todo lo que perdió Adán y Eva en la caída.
Adán y Eva perdieron el Título de Propiedad, perdieron también el derecho a la vida eterna y perdieron también el cuerpo eterno, pues perdieron la oportunidad de vivir en el cuerpo que Dios les dio por toda la eternidad; ellos perdieron esa bendición.
Pero ahora, para el Día Postrero, para el tiempo final o séptimo milenio, serán restauradas todas las cosas a los hijos e hijas de Dios.
Los hijos e hijas de Dios son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, los redimidos con la Sangre de Jesucristo, los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.
Como nos dice San Pablo en su carta a los Hebreos, en el capítulo 12 y verso 20 en adelante; él nos habla acerca de los elegidos o primogénitos de Dios, y nos dice que están escritos en el Cielo. Dice [verso 22]:
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”.
Los primogénitos de Dios, que son los escogidos de Dios, los hijos e hijas de Dios, tipificados en el trigo, tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y por ellos Cristo murió en la Cruz del Calvario.
Ahora, podemos ver que estas personas, en el tiempo que les toca vivir aquí en la Tierra, escuchan la predicación del Evangelio y creen en Jesucristo como su Salvador, y lo reciben como su Salvador, y reciben también el Espíritu de Jesucristo; y así es como lo que fue representado en el cordero pascual se convierte en una realidad en la vida de cada primogénito de Dios, de cada escogido de Dios.
Y así es como, de edad en edad, se va formando la Iglesia del Señor Jesucristo: a medida que van siendo llamados y juntados en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y para el Día Postrero, estos primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, tienen la promesa de una liberación; o sea, tienen la promesa de un éxodo, como sucedió en el tiempo de Moisés.
Aquel éxodo es tipo y figura del éxodo del Día Postrero, del éxodo para regresar a la tierra prometida del nuevo cuerpo que Dios ha prometido para cada hijo e hija de Dios; para así todas las cosas ser restauradas a los escogidos de Dios, a los hijos e hijas de Dios.
Y para realizarse todo este Programa Divino en el Día Postrero, encontramos que así como Dios le apareció al profeta Moisés en aquella Columna de Fuego o Llama de Fuego sobre un árbol, y le habló y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, y le dio a conocer el propósito de Su Venida, y le dijo que había escuchado el clamor de Su pueblo Israel y había descendido para librarlos, para libertarlos; y le dijo a Moisés: “Ve, ve a Egipto, para que saques a Mi pueblo Israel de Egipto. Y Yo estaré contigo”[5]. “Y Yo pondré Mi Palabra en tu boca, y tú vas a hablar lo que Yo te mande”[6].
Vean ustedes la comisión que recibió Moisés para la liberación del pueblo hebreo.
Y para el Día Postrero, el ministerio de Moisés estará en la Tierra por segunda vez para la liberación no de los siervos de Dios, sino de los hijos e hijas de Dios; para la liberación de los escogidos de Dios, de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo; los cuales resucitarán en cuerpos eternos (los que han partido), y nosotros los que vivimos seremos transformados. Para eso el ministerio de Moisés estará aquí en la Tierra por segunda vez en el Día Postrero.
Y tendrá la comisión de traer el Mensaje del Evangelio del Reino para la liberación de los hijos e hijas de Dios.
¿Recuerdan ustedes que Dios le dijo al profeta Moisés[7]: “Déjame destruir a este pueblo, y Yo te pondré sobre otro pueblo mayor”? ¿Qué otro pueblo mayor puede existir que la Iglesia del Señor Jesucristo?
La Iglesia del Señor Jesucristo es un pueblo mayor que el pueblo hebreo. La Iglesia del Señor Jesucristo es el pueblo de los escogidos de Dios, de los hijos e hijas de Dios, y el pueblo hebreo es el pueblo de los siervos de Dios.
¿Y qué es mayor ante la presencia de Dios: un hijo o un siervo? Un hijo es mayor.
Por lo tanto, el ministerio de Moisés está prometido para ser colocado en medio de un pueblo mayor: en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, en el Día Postrero.
Y después irá de en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, cuando se haya llevado a cabo el Programa Divino correspondiente al Día Postrero en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, luego irá al pueblo hebreo ese ministerio con el Mensaje del Evangelio del Reino; o sea, con el Mensaje de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Es muy importante entender que la Primera Venida de Cristo fue como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo; pero la Segunda Venida de Cristo es como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa: para reclamar a todos Sus escogidos, los que han partido ya y los que están vivos, y para reclamar todo aquello a lo cual Él tiene derecho; en lo cual incluye también al pueblo hebreo y también incluye el Trono de David, para restaurar el Trono de David y el Reino de David, y así restaurar el Reino de Dios en este planeta Tierra en medio del pueblo hebreo; y reinar sobre el pueblo hebreo y luego sobre toda la humanidad.
Esta promesa la tenemos en San Lucas, capítulo 1. Y veamos aquí: versos 30 en adelante de San Lucas, capítulo 1, dice el Arcángel Gabriel a la virgen María:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Aquí tenemos la promesa de la restauración del Reino y Trono de David sobre el pueblo hebreo; y esto será por medio de Jesucristo, el cual para Su Segunda Venida restaurará el Trono y el Reino de David; y así será restaurado el Reino de Dios en este planeta Tierra en medio del pueblo hebreo.
Ahora, encontramos que Jesucristo nuestro amado Salvador, por medio de la Obra realizada en la Cruz del Calvario, pagó el precio para la restauración de todas las cosas: para la restauración de los hijos de Dios a la vida eterna con un cuerpo eterno y también con un espíritu teofánico eterno, y para la restauración del Trono de David y del Reino de David sobre el pueblo hebreo y sobre el planeta Tierra completo.
Porque como Hijo de David, Cristo obtiene el derecho del Trono de David, para sentarse en el Trono de David como Rey de reyes y Señor de señores; y con Él se sentará en Su Trono el Vencedor. Dice Apocalipsis, capítulo 3, verso 21:
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Para el Día Postrero, para el tiempo de la Venida del Hijo del Hombre, para el tiempo de la Venida de Cristo, estará el Vencedor, el siervo fiel y prudente, dándole el Alimento a tiempo a los escogidos de Dios, o sea, a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo.
¿Y dónde estará? En la Casa de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo. Estará dándole el alimento espiritual de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo; ese es el alimento espiritual para todos los hijos e hijas de Dios que estarán viviendo en este Día Postrero.
O sea que el Mensaje para los hijos e hijas de Dios es la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá; porque en la Segunda Venida de Cristo descansa todo el Programa Divino correspondiente al Día Postrero.
Así que podemos ver que para este Día Postrero en el cual nosotros vivimos hay grandes promesas, hay grandes profecías que tienen que ser cumplidas; y a medida que van siendo cumplidas se va llevando a cabo el Programa de Dios correspondiente a este Día Postrero.
Y siendo que estamos viviendo en el Día Postrero, en el séptimo milenio, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, tenemos entonces que entender estas promesas proféticas correspondientes al Día Postrero.
Porque ¿de qué le vale a una persona vivir en el tiempo del cumplimiento de las promesas divinas si no las puede ver, si no las puede entender?
¿De qué les valió, a los que vivieron en el día de Jesús, vivir en el día de Jesús y no ver, no entender, la Primera Venida de Cristo?, ¿no ver que aquel joven llamado Jesús de Nazaret era el Mesías, el Rey de Israel? A los que no lo pudieron ver como el Rey de Israel, como el Mesías, como el Cristo: de nada les sirvió vivir en esta Tierra en un tiempo tan glorioso como el tiempo de la Primera Venida de Cristo.
Y así es para nuestro tiempo: de nada le sirve a una persona vivir en este tiempo tan glorioso si no puede ver el cumplimiento de cada una de las promesas divinas correspondientes a este tiempo final. Y de nada les servirá a muchas personas vivir en el Día Postrero si no pueden ver —en el Día Postrero— el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Algunas personas no se dan cuenta que la Primera Venida de Cristo estuvo sobre la Tierra cumplida por 33 años; y en 33 años encontramos que solamente un grupo pequeño se dio cuenta del cumplimiento de la Primera Venida de Cristo.
Y la Obra cumbre de Cristo en Su Primera Venida fue lo que para muchos era una derrota que estaba sufriendo Jesucristo. Aparentemente estaba sufriendo una derrota en la Cruz del Calvario; pero no estaba sufriendo una derrota: Él estaba allí muriendo por cada uno de nosotros (porque había tomado nuestros pecados, y por eso se hizo mortal), para que cada uno de nosotros podamos vivir eternamente.
Y todos pensaban que ya se había terminado todo cuando murió Jesucristo; pero Él murió viernes, Él murió la víspera de la Pascua, y luego estuvo en el sepulcro durante la noche del viernes y durante la noche del sábado; pero ya el domingo en la mañana lo encontramos resucitado.
Durante el tiempo en que estuvo Su cuerpo en la tumba, Él pasó al infierno, donde tenía que ir cada uno de los seres humanos. Cada uno de nosotros teníamos que ir al infierno por causa de nuestros pecados; pero como Él tomó nuestros pecados, pues le tocó a Él ir al infierno.
Y allí Él les predicó a las almas encarceladas que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, nos dice el apóstol San Pedro en su primera carta. Vamos a ver, para que tengamos el cuadro claro de estas cosas de las cuales estamos hablando. Nos dice en el capítulo 3 de Primera de Pedro, verso 18 en adelante, dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…”.
O sea que lo que murió fue el cuerpo de carne; pero Cristo en sí, Su Espíritu no murió, ni Su Alma tampoco. Pero dice:
“… en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.
¿Fue qué? Él fue en el Espíritu, en Su cuerpo teofánico, y les predicó a las almas encarceladas.
¿Quiénes eran estas almas encarceladas que estaban allá en el infierno? Dice:
“… los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Encontramos que en el tiempo de Noé aquella generación había llegado a su final. Allí estaba presente un profeta dispensacional con la revelación divina de las cosas que iban a suceder a aquella generación; les dio a conocer que aquella generación sería destruida con un diluvio. El juicio divino vendría en la forma de un diluvio y destruiría a la raza humana; pero Dios le dio a conocer a Noé una forma para escapar del juicio divino que vendría.
Y a Enoc Dios se lo llevó antes de venir el juicio divino del diluvio, se lo llevó para no ver muerte[8]; tipo y figura de los escogidos que serán transformados y raptados antes de comenzar los juicios divinos de la gran tribulación.
Ahora, para el tiempo de Noé hubo muchas religiones, hubo muchas formas de creer en Dios, y hubo muchas personas muy religiosas, muy buenas; pero la revelación divina del Programa de Dios la tenía el profeta Noé.
Y no importaba la forma que tuviera una persona; si no era la forma correcta, la cual era de acuerdo a la forma en que Noé creía en Dios y adoraba a Dios y servía a Dios, y creía en Dios: toda otra forma estaba equivocada. Y el juicio del diluvio que los destruyó, a los que no creían como Noé, da testimonio de que estaban equivocados.
Y ahora, muchas personas miraban al profeta Noé y escuchaban su Mensaje, y podían decir: “Esto es inconcebible a la mente humana: que Dios siendo Amor vaya a destruir la raza humana”; pero Dios dijo que la iba a destruir. ¿Y quién le podrá decir a Dios que no lo puede hacer? Es que no ven el otro lado de la moneda, que dice que Dios es fuego consumidor[9].
Y encontramos a Noé predicando que viene un diluvio, tenía unos 500 años cuando comenzó a predicarlo. Y cuando tiene 600 años, vino el diluvio; pero para ese tiempo ya Noé había construido un arca, la cual Dios le había mostrado. Dios le mostró el plano del arca, le mostró cómo construir el arca: el tamaño, el material y los pisos que tendría, y para qué sería el arca: en donde se salvaría Noé y su familia, y también se salvarían animales y aves y reptiles[10].
Ahora miren cómo Dios no destruye el justo con el injusto: libró a Noé y a su familia cuando destruyó la raza humana en aquel tiempo, cuando destruyó aquella generación.
Y luego Cristo los visita en el infierno, a los que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, y más bien les confirma el por qué ellos están en el infierno; y les muestra que son unos incrédulos, y por incrédulos fueron al infierno; por incrédulos fueron destruidos por el diluvio y después pasaron al infierno. Porque a los incrédulos les espera el infierno, que es la quinta dimensión.
Ahora, podemos ver que luego Cristo pasó al Paraíso, donde lo estaban esperando también, pues allá estaba Abraham, Isaac, Jacob, y también estaba Juan el Bautista, y también estaban otros profetas de Dios del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, Job decía: “Yo sé que mi Redentor vive; y después de deshecha esta mi carne, yo he de ver en mi carne a mi Redentor”[11]. Y Job pudo ver a Cristo, el Redentor, visitando el Paraíso.
Ahora, el domingo de resurrección, domingo en la mañana, apareció Cristo en la cuarta vigilia, o sea, de 6 a 9 de la mañana; apareció a Sus discípulos gradualmente y habló con ellos.
Encontramos que los primeros que vieron a Jesucristo resucitado fueron mujeres[12]. Casi siempre las mujeres como que son más madrugadoras, y en casi todos los hogares pues son las que más madrugan para preparar el café y preparar el desayuno. Y tuvieron esa bienaventuranza.
¿Y saben ustedes una cosa? Que mujeres representan iglesias. Por lo tanto, esas mujeres representan la Iglesia del Señor Jesucristo, la Iglesia-Novia, que madrugará, estará despierta en el Día Postrero para recibir a Cristo en Su Segunda Venida con Sus Ángeles, y para recibir a los muertos en Cristo que van a resucitar; y para recibir también, cada miembro del Cuerpo Místico, la transformación de sus cuerpos.
Así que vean ustedes a quiénes representaban esas mujeres que vieron a Cristo resucitado, y sobre todo María Magdalena, que fue la que pudo hablar con Cristo; y aunque no lo reconoció de momento, cuando Cristo le habló y le dijo: “¡María!”, ella le dijo: “¡Raboni! (que significa, Maestro)”[13]. Ella lo reconoció por lo que Él le habló.
Y para el Día Postrero, la Iglesia-Virgen del Señor Jesucristo, la Novia del Señor Jesucristo, reconocerá a Cristo hablándole en el Día Postrero, en la cuarta vigilia del Día Postrero, por las palabras que les estará hablando. Por medio del Mensaje del Evangelio del Reino, dándole a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, será que la Iglesia del Señor Jesucristo reconocerá a Cristo hablándole a Su Iglesia, hablándole a Sus ovejas, y llamándolas y juntándolas en el Día Postrero en el Redil del Señor, que es Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular, en el Día Postrero.
Y así como reunió en Su Iglesia, en cada edad, a Sus escogidos, en el Día Postrero llama y junta a Sus escogidos y los reúne en Su Iglesia, en la edad correspondiente al Día Postrero, que es la Edad de la Piedra Angular, en la Dispensación del Reino.
Y así como dos mil años atrás estaba la raza humana en la etapa de la Primera Venida de Cristo, en el Día Postrero la raza humana estará en la etapa de la Segunda Venida de Cristo. Allá estaba la raza humana en la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo; y acá, en el Día Postrero, la raza humana estará en la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá en Su Obra de Reclamo, para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa y regresarlo a la vida eterna. Ese es el Programa Divino correspondiente al Día Postrero, en el cual nosotros estamos viviendo.
Y vean ustedes, cuando se cumplió la Primera Venida de Cristo, todo fue tan sencillo que no podían creer que aquel joven carpintero de Nazaret fuera el Mesías; ninguna persona se podía imaginar que aquel sencillo joven de Nazaret era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto; porque tropezaban con el velo de carne. Pero dentro de ese velo de carne estaba el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que le había aparecido a Moisés y había libertado al pueblo hebreo; y ahora había venido en carne humana en la persona de Jesús de Nazaret.
El Verbo, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, se había hecho carne, se había hecho hombre, se había hecho un profeta, y habitó entre los seres humanos.
Cuando la Venida del Hijo del Hombre es cumplida, siempre estará Dios manifestado en carne humana en un profeta; porque lo que acompaña a la Venida o manifestación del Hijo del Hombre es el ministerio de un profeta, y en ese profeta es que Dios se manifiesta y lleva a cabo el ministerio del Hijo del Hombre, lleva a cabo el ministerio de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso es que a los profetas en el Antiguo Testamento Dios les llamó hijo del hombre o hijos de hombre; porque ese título se relaciona siempre a un profeta.
Y por eso es que Cristo como Hijo del Hombre es heredero del planeta Tierra completo, con todo ser humano del presente, del pasado también y del futuro. Y por eso Él podrá juzgar a las personas que han vivido en el futuro y a las que viven en el presente también; porque Él como Hijo del Hombre tiene esa herencia y es el heredero de toda la Tierra.
Vean ustedes en San Juan, capítulo 5, lo que nos dice acerca del Hijo. Capítulo 5, verso 21 en adelante, dice… 19, dice:
“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.
Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.
Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo”.
¿Quién es el que juzgará la raza humana? El Hijo, nuestro amado Señor Jesucristo. El Juicio del Trono Blanco lo llevará a cabo nuestro amado Señor Jesucristo; o sea que será Dios manifestado en la persona de Jesucristo.
Y Jesucristo tendrá también Su Ángel Mensajero, el Ángel del Señor Jesucristo, que es el Ángel Ministrador, el que estará ministrando en toda la Obra de Cristo del Día Postrero; porque Él dice:
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
O sea que lo mismo que hace el Padre con Jesús es lo mismo que Jesús hace con Su Ángel.
Y por eso en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 27, también Cristo nos dice de la siguiente manera (y quiero leerlo también), dice:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin (¿Hasta cuándo? Hasta el fin), yo le daré autoridad sobre las naciones…”.
Ninguno de los siete ángeles mensajeros recibió esta autoridad sobre las naciones, y ninguno de los profetas del Antiguo Testamento recibió esta autoridad sobre las naciones. ¿Por qué? Porque esta autoridad la recibió Cristo cuando Él resucitó de entre los muertos victorioso; y luego Él dice que le dará esta autoridad al Vencedor.
Y encontramos que ni en el Antiguo Testamento, ni en el Nuevo Testamento, ningún profeta de Dios tuvo esta autoridad sobre todas las naciones; cada uno de ellos tuvo autoridad temporal o parcial sobre algunas naciones. Pero para el Día Postrero, encontramos en el capítulo 11 de Apocalipsis y verso 3 en adelante donde nos dice:
“Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.
Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.
Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran”.
Y esto será durante los tres años y medio de la gran tribulación, donde el juicio divino caerá sobre la Tierra.
Y estos ministerios de los Dos Olivos, que son los ministerios de Moisés y Elías, tendrán ese poder. Y esos ministerios estarán en el Vencedor, que es el siervo fiel y prudente, es el Ángel del Señor Jesucristo; y a través de esos ministerios manifestados en el Ángel del Señor Jesucristo será manifestado todo ese poder divino, en el cumplimiento de la promesa de Dios para el Día Postrero.
Por eso es que toda promesa divina correspondiente al Día Postrero será cumplida por medio del ministerio correspondiente al Día Postrero, que es el ministerio del Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, en donde toda Escritura debe ser cumplida.
Ahora, continuemos leyendo en Apocalipsis, capítulo 2, donde nos dice de la siguiente manera… verso 27 es la continuación, dice:
“… y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre…”.
¿Ven? La misma autoridad que recibió del Padre (Jesucristo), ahora la otorga al Vencedor. Y el Vencedor en el Día Postrero, en el tiempo del fin, ya hemos visto que es el siervo fiel y prudente, el Ángel del Señor Jesucristo. Y dice:
“… y le daré la estrella (resplandeciente) de la mañana”.
¿Y qué es la Estrella resplandeciente de la Mañana?, porque se la va a dar al Vencedor. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, nos dice:
“Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.
¿Qué significa esto? Que la Segunda Venida de Cristo, vean ustedes, la va a recibir el Vencedor.
Ninguno de los siete ángeles mensajeros de las edades pasadas recibió la Segunda Venida de Cristo, porque no era el tiempo para el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo; pero para el Día Postrero es el tiempo para la Segunda Venida de Cristo, la cual será recibida por el Ángel del Señor Jesucristo.
Y el grupo que habrá de escogidos en el Día Postrero recibirá la bendición del Día Postrero y escuchará el Mensaje de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, el Mensaje de la Segunda Venida de Cristo, para darle la bienvenida a Cristo en Su Segunda Venida; como el Ángel del Señor Jesucristo también se la dará en el Día Postrero.
Así que podemos ver estas promesas divinas y cómo serían cumplidas en el Día Postrero.
Hemos visto que estamos nosotros viviendo en el tiempo más grande y más glorioso de todos los tiempos. Estamos viviendo en el tiempo prometido en la Escritura como el Día Postrero, que es el tiempo para la Segunda Venida del Señor Jesucristo a la Tierra conforme a las profecías.
Vamos a ver cuánto tiempo nos queda, Miguel, para ver cuánto más le podemos dar por aquí, de la Escritura. Nos quedan algunos minutos, para que así los amigos radioyentes puedan continuar escuchando y entendiendo estas profecías bíblicas correspondientes a este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.
Vean ustedes cómo para el Día Postrero las personas estarían viviendo en el tiempo de la Venida del Hijo del Hombre. Y vean aquí en San Mateo, capítulo 24, verso 37 al 39, Cristo nos dice:
“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”.
Ahora, en el tiempo de Noé no entendieron: no entendieron el Programa Divino que se estaba llevando a cabo, no entendieron que Dios tenía en la Tierra un profeta dispensacional, no entendieron que una nueva dispensación estaba comenzando: la Dispensación del Gobierno Humano, porque la Dispensación de la [Conciencia] estaba llegando a su final.
Y siempre que una dispensación llega a su final, un juicio divino tiene que caer sobre la Tierra; pero siempre una nueva dispensación comienza y se entrelaza, y los que han de escapar pasan a la nueva dispensación por medio del llamado de Dios a través de ese profeta dispensacional que Dios envía.
Y Noé siendo el profeta de la Dispensación del Gobierno Humano tenía el Mensaje para esa nueva dispensación y la forma de escapar de los juicios divinos que vendrían para ese tiempo.
Pero la gente que vivió en aquel tiempo no entendió, no comprendió el Programa Divino, no comprendió las Escrituras, las profecías correspondientes a aquel tiempo, y no pudieron comprender que aquella generación había llegado a su final; pero lo comprendió el profeta Noé y los que estaban con el profeta Noé.
De estas cosas también había predicado el profeta Enoc, y habían predicado profetas anteriores, como Matusalén, y también como Lamec (el padre de Noé), y también otros profetas habían hablado de estas cosas; pero ahora, el que le tocaba dar el Mensaje Final era el profeta Noé.
Y cuando se llega al tiempo para el Mensaje Final, muchas personas no pueden creer, porque no pueden entender esas cosas que deben suceder en ese tiempo.
Así que el profeta Noé era el profeta que estaba dando a conocer las cosas que debían suceder en aquel tiempo. Y solamente ocho personas (contando a Noé) entendieron, creyeron y recibieron ese Mensaje; los demás no lo pudieron entender, por lo tanto no lo pudieron creer.
Pero aunque la mayoría no entendió y no creyó, y solamente ocho personas creyeron y entendieron, con todo y eso vino el diluvio y se llevó a todos los incrédulos, los cuales no habían entendido; y salvó a ocho personas nada más.
Ahora, piensen en eso: de una generación de miles o millones de personas, solamente ocho personas se salvaron.
Y ahora, Cristo nos dice que la Venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé[14]: que no entendieron. ¿Y qué no entenderán en el Día Postrero? Pues la Venida del Hijo del Hombre, no entenderán el misterio de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles velado y revelado en Su Ángel Mensajero; así como no entendieron la manifestación de Dios en un hombre: en el profeta Noé en aquel tiempo.
Para aquel tiempo había también aparecido, un poco antes del diluvio, había aparecido el cometa que en la actualidad está pasando[15], y que ya lleva unos dos años y medio, más o menos, siendo visto.
Al principio, en el 95, fue – comenzó a ser visto por medio de telescopios; y después, a medida que se ha ido acercando, hasta ha sido visto a simple vista. En estos días se puede ver a simple vista, pero luego se alejará; y las últimas miradas que se le podrán dar será por medio de binoculares y por medio de telescopios. Pero su mensaje estará ya dado en la Tierra.
El mismo mensaje que está dando ese cometa es el mismo Mensaje que estaría siendo predicado en la Tierra: hablando de los juicios divinos que vendrán sobre la Tierra, y también de las bendiciones divinas que vendrán sobre los hijos e hijas de Dios.
O sea que la interpretación de la presencia de ese cometa en la Tierra es lo que Dios está realizando en la Tierra en este Día Postrero; como la interpretación de la Estrella de Belén era el nacimiento de Cristo en Belén de Judea. O sea que el cumplimiento es la interpretación de lo que es visto en el cielo; porque lo que es visto en el cielo se tiene que materializar en la Tierra.
Y ahora, estamos viendo en los cielos señales que fueron predichas por los profetas del Antiguo Testamento y también del Nuevo Testamento, y personalmente por nuestro amado Señor Jesucristo.
Y ahora, en la Tierra, vean ustedes, para el tiempo del fin o para el fin del siglo, Cristo dijo que estaríamos viendo algo muy importante; porque para el fin del siglo la raza humana habrá llegado al tiempo de la cosecha, llamada la siega; la siega es la cosecha. Y para ese tiempo miren lo que Cristo dijo que estaría sucediendo en la Tierra. En San Mateo, capítulo 13 y verso 30, nos dice así:
“Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro (o sea, el trigo y la cizaña juntos) hasta la siega (o sea, hasta el tiempo de la cosecha); y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Ahora, el trigo son los hijos del Reino, la cizaña son los hijos del malo.
La cizaña será atada en manojos y será echada al horno de fuego, donde será el lloro y el crujir de dientes; o sea que serán echados a la gran tribulación, donde el fuego atómico y el fuego volcánico y todo otro tipo de fuego será desatado sobre los malos, o sea, sobre la cizaña.
Jesús explicando esta parábola, dice en el capítulo 13, verso 37 en adelante, de San Mateo:
“Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró (o sea, que sembró la cizaña) es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles…”.
¿Para qué tiempo dice que enviará Sus Ángeles? Para el tiempo de la siega, de la cosecha. ¿Para qué? Para recoger el trigo en el Granero y la cizaña echarla al horno de fuego. Y la cizaña será echada al horno de fuego, dice:
“De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Eso será durante la gran tribulación, que el fuego atómico, volcánico y todo tipo de fuego quemará la cizaña; ahí será el lloro y el crujir de dientes.
Pero para ese tiempo no estará sobre la Tierra el trigo, para ese tiempo no estarán los hijos e hijas de Dios sobre la Tierra, porque ya estarán transformados y raptados, y estarán en la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, donde pasarán tres años y medio disfrutando de esa gran Cena de las Bodas del Cordero, en donde estarán recibiendo —los escogidos de Dios— los galardones por todas sus labores realizadas en el Reino de Dios. Dice:
“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Ahora, podemos ver lo que dice Cristo que estará siendo visto en el Día Postrero.
En cuanto a ministerios, estarán siendo vistos los ministerios de los Ángeles del Señor Jesucristo, que son los ministerios de Moisés y Elías. Los ministerios de los Dos Olivos serán vistos manifestados en la Tierra en carne humana en el Ángel del Señor Jesucristo, por medio del cual estará dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en el Día Postrero.
Así como Noé dio a conocer las cosas que iban a suceder en su tiempo, ahora el Ángel del Señor Jesucristo, que es un profeta dispensacional también, estará dando a conocer a los seres humanos las cosas que han de suceder en este Día Postrero. Y con ese Mensaje serán llamados y juntados todos los escogidos de Dios, y serán preparados para ser transformados en el Día Postrero.
Pero no todos creerán, solamente creerán los escogidos de Dios, solamente creerán los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, primeramente; y después, más adelante, creerán el resto de los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida, en la sección que no es la sección del Libro de la Vida del Cordero.
Y también creerán los 144.000 hebreos que aparecen en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante, y en Apocalipsis, capítulo 14, verso 1 en adelante. Y serán llamados y juntados y sellados con el Sello del Dios vivo en sus frentes por el Ángel del Señor Jesucristo, que es el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo.
Ese Ángel que viene con el Sello del Dios vivo en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante, vean ustedes, viene con el Espíritu Santo; porque el Espíritu Santo es el Sello del Dios vivo.
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (nos dice San Pablo en Efesios, capítulo 4 y verso 30).
Ahora podemos ver lo que Cristo ha prometido para ser cumplido en el Día Postrero: ha prometido la gran cosecha o siega del trigo, y también de la cizaña; y ha prometido el ministerio de Sus Ángeles para esta labor tan importante del Día Postrero, para bendición de todos los escogidos de Dios.
Así que tenemos que estar conscientes del tiempo en que nos ha tocado vivir y de las cosas que Cristo ha prometido llevar a cabo en este tiempo final, en este Día Postrero, en el cual ya estamos viviendo si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene.
Pues un día delante del Señor, para los seres humanos es un lapso de tiempo de mil años, como nos dice San Pedro en su segunda carta, en el capítulo 3 y verso 8, donde nos dice que no podemos ignorar: “Y no ignoréis que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”.
Vean aquí, vamos a leerlo (ya estamos llegando al final). Capítulo 3 y verso 8 de Segunda de Pedro (ya nos faltan ¿cuántos minutos, Miguel?):
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
Un día delante de Dios es como mil años de los nuestros.
Los días postreros delante de Dios son tres mil años o tres milenios: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; y el Día Postrero delante de Dios es el séptimo milenio.
Y ya estamos en el séptimo milenio si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, y por consiguiente estamos en el Día del Señor, en el Día de la Segunda Venida del Señor Jesucristo a la Tierra en el Día Postrero.
Ha sido para mí, amados amigos y hermanos presentes, y radioyentes, un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR JESUCRISTO A LA TIERRA EN EL DÍA POSTRERO”.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto todos seamos transformados y raptados.
Y que nos abra el entendimiento y el alma, el corazón, para entender todas estas cosas que deben suceder pronto, en este Día Postrero, que es el tiempo señalado para la Segunda Venida de Cristo a la Tierra como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos, y pasen todos muy buenas tardes.
Dejo con nosotros nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín para que les dé los teléfonos y direcciones a las cuales ustedes podrán escribir o llamar para obtener literatura completamente gratis, y para también reunirse cuando deseen escuchar y ver algún video, alguna conferencia en video, con temas similares a este que han escuchado en esta ocasión.
Así que dejo con ustedes al reverendo Miguel Bermúdez Marín para darles esta información, para que así puedan llamar o escribir.
Con nosotros Miguel Bermúdez Marín.
“LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR JESUCRISTO A LA TIERRA EN EL DÍA POSTRERO (PARTE II)”.
[Revisión mayo 2023 – DM-JR]
[1] San Mateo 24:36, San Marcos 13:32
[2] San Mateo 1:23
[3] Éxodo 3:6
[4] San Juan 1:29
[5] Éxodo 3:1-12
[6] Éxodo 4:12
[7] Éxodo 32:10
[8] Génesis 5:24, Hebreos 11:5
[9] Deuteronomio 4:24, Hebreos 12:29
[10] Génesis 6:13-22
[11] Job 19:25-26
[12] San Mateo 28:1-10, San Marcos 16:1-9
[13] San Juan 20:11-18
[14] San Lucas 17:26-27
[15] Hale-Bopp