Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, para tener unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, y así ver lo que Dios tiene para nosotros en esta noche, y así recibir de parte de Cristo Sus bendiciones en esta noche; y así darle gracias también a nuestro amado Señor Jesucristo por Sus bendiciones prometidas para nosotros, las cuales Él está cumpliendo, y continuará cumpliendo todo lo que Él ha prometido.
Para esto quiero leer en Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 al 7, donde dice:
“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.
Que Dios bendiga nuestros corazones con Su Palabra y nos permita entenderla en esta ocasión.
Nuestro tema es: “EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Este Librito, que encontramos en la diestra del que está sentado en el Trono (o sea, de Dios), es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra; y ahí están escritos los nombres de todos los escogidos de Dios, que recibirían a Cristo como su Salvador en el día en que estarían manifestados aquí en la Tierra. Ese es el Libro de la Vida del Cordero, el Libro que contiene todo lo que Dios ha creado. Ese es el Título de Propiedad, que contiene los derechos de toda la Creación.
Juan lloraba mucho porque no había visto a ninguna persona digna de tomar ese Libro y abrir esos Sellos; no se había hallado a ninguno digno, ni el Cielo ni en la Tierra ni debajo de la tierra. Tenía que ser un ser humano el que tomara ese Libro y abriera ese Libro sellado con siete Sellos, y no aparecía ninguna persona, ningún ser humano. ¿Por qué? Porque todos habían pecado y estaban destituidos de la gloria de Dios1, todos habían venido por medio de la unión de un hombre y de una mujer.
Y Adán, el cual había venido por creación divina, había caído y había perdido los derechos a ese Título de Propiedad; el cual tenía ese Título de Propiedad, pero con la caída de Adán en el Huerto del Edén, ese Título de Propiedad, ese Librito, regresó al dueño original, que es Dios; y Adán perdió los derechos a la vida eterna con un cuerpo eterno, y a ser el rey eternamente sobre este planeta Tierra. Vean todas las cosas que perdió Adán con la caída en el Huerto del Edén.
Y ese Título de Propiedad, desde que Adán cayó, ha estado en la mano de Dios, en la diestra de Dios, pues regresó a Su dueño original; porque todos los derechos fueron confiscados a la raza humana, encabezada en Adán o representada en Adán. Y ahora, los derechos para también, los animales y los árboles y los peces y las aves, tener vida eterna, fueron confiscados también, porque todo estaba bajo el dominio del ser humano.
Y por esa causa el ser humano viene por medio de la unión de un hombre y de una mujer: viene a la vida terrenal, recibe un espíritu del mundo temporal, y recibe un cuerpo físico temporal; el cual, encontramos que después que le pasan cierta cantidad de años se pone viejo, luego, se enferma en muchas ocasiones, y en algunas ocasiones hasta se muere de alguna enfermedad (hasta de una gripe se puede morir si tiene las defensas muy bajas).
Y ahora, vean ustedes cómo, si no se muere de una cosa, por alguna enfermedad o por algún accidente, se muere de edad avanzada, se muere de viejo; porque es un cuerpo mortal, corruptible y temporal, que se va poniendo viejo a medida que le van pasando los años.
Porque el ser humano perdió el Título de Propiedad y todos los derechos contenidos en ese Título, los derechos eternos: el derecho a la vida eterna, el derecho a la juventud eterna, el derecho a un cuerpo eterno, el derecho a un reino eterno; y todos los derechos eternos que tenía el ser humano, contenidos en ese Título de Propiedad, fueron confiscados por Dios.
Pero, vean ustedes, no hubo ninguna persona digna para pagar el precio de la Redención. Y Dios mismo se creó un cuerpo humano en el vientre de María, creando allí una célula de vida, una célula de sangre, la cual se multiplicó célula sobre célula, y formó, creó, el cuerpo de Jesús; y en ese cuerpo habitó Dios en toda Su plenitud.
Y, después de la caída, vino a ser la primera vez que —en medio de una raza caída— habitó Dios en toda Su plenitud en un ser humano, en un hombre llamado Jesús.
Y por cuanto no tenía pecado, al venir por medio de creación divina y no por medio de la unión de un hombre y de una mujer, vino a ser el Pariente cercano del ser humano, el Pariente Redentor, el cual dio Su vida (la vida de Su cuerpo físico) allá en la Cruz del Calvario, en expiación por cada uno de nosotros; y así pagó el precio de la Redención para la restauración del ser humano, de todo hijo e hija de Dios, para ser restaurado a la vida eterna con los derechos contenidos en el Título de Propiedad, en el Libro de los Siete Sellos, restaurados esos derechos al ser humano.
Y lo primero que obtiene el ser humano cuando recibe a Cristo como su Salvador es el bautismo del Espíritu de Cristo, o sea, recibe el Espíritu de Cristo, que es la promesa divina; y así recibe el ser humano un espíritu teofánico de la sexta dimensión, recibe un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, el cual le acompaña todos los días de su vida; y así es como entra a vida eterna, así es como va regresando a la vida eterna en el Programa de Redención.
Cristo dijo: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida”. Dice Cristo: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el Día Postrero”.
Estaba ahí hablándole a ustedes de dos pasajes diferentes. Este que cité en estos momentos está en San Juan, capítulo 6, verso 40; y el que estaba citando primero es San Juan, capítulo 5 y verso 24, donde dice:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Pero el capítulo 6, verso 40, dice:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
También Cristo dijo en San Juan, capítulo 11, cuando fue a resucitar a Lázaro…; dice en el capítulo 11, versos 20 en adelante:
“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.
O sea que Marta tenía conocimiento de la resurrección de los creyentes en Cristo, para ser efectuada esa resurrección en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio, que es el Día del Señor. Pero Jesús también le está hablando de una resurrección para ese momento; y le dice:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo (Marta): Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Ahora, vean ustedes cómo Cristo se presenta como la Resurrección y la Vida, para mostrar allí, con la resurrección de Lázaro (un creyente en Jesucristo), lo que Él hará con todos los creyentes en Él que han partido y se encuentran en el Paraíso viviendo en sus cuerpos teofánicos.
Él dice: “… y yo le resucitaré en el día postrero”.
¿A quiénes dice Cristo que Él resucitará en el Día Postrero? Cristo dice:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
¿A quiénes resucitará? A todo aquel que ha creído en Jesucristo y ha lavado sus pecados en la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios. Aunque esté muerta la persona, vivirá; porque será resucitado en un cuerpo eterno. Y aun, aunque haya muerto la persona, ha continuado viviendo en el Paraíso, en esa sexta dimensión, en un cuerpo teofánico, el cual recibió cuando nació de nuevo al recibir el Espíritu de Jesucristo.
Y ahora, la persona regresará en y con ese cuerpo teofánico a la Tierra, dentro del cuerpo eterno y físico y glorificado que Jesucristo le dará en la resurrección; y nosotros los que vivimos, que hemos quedado hasta ver la Venida del Señor, no vamos a ser delanteros a ellos, no nos vamos a adelantar para recibir nuestro cuerpo eterno primero que ellos; sino que ellos lo recibirán primero, y luego nosotros, al verlos a ellos con el nuevo cuerpo, nosotros seremos transformados, y tendremos también el nuevo cuerpo.
Es como cuando hay una fiesta de boda o una boda, que las personas que están cerca del lugar donde va a ser la boda, cuando comienzan a ver a los invitados viniendo ya vestidos para la boda, dicen: “¡Clap!2 ¡Ya están aquí los invitados!, ya están aquí los que iban a venir de lejos, y están ya vestidos para la boda; por lo tanto, ¡tengo que vestirme yo también! para ir para la boda y para ir para la recepción de la boda”.
Y eso es lo que pasará con nosotros los que vivimos aquí en la Tierra: cuando los veamos a ellos ya vestidos, que llegan, nos daremos cuenta que ya es tiempo de nosotros también vestirnos con la nueva vestidura, con el cuerpo eterno; ¡y ahí seremos nosotros transformados!, y seremos vestidos de incorrupción, seremos vestidos de un cuerpo incorruptible, inmortal, un cuerpo eterno, para vivir con ese cuerpo por toda la eternidad; y en ese cuerpo y con ese cuerpo y en ese cuerpo, ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Así que estaremos estrenando, en este Día Postrero, estrenando el vestido nuevo con el cual iremos a la Cena de las Bodas del Cordero; y los santos también, del Nuevo Testamento, los creyentes en Jesucristo que han partido, también estarán estrenando el nuevo cuerpo, la nueva vestidura.
Y ahora…, y esto es para ser cumplido en el Día Postrero, que es el séptimo milenio y que es también el Día del Señor, en donde la Venida del Hijo del Hombre, la Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, está prometida para ser cumplida; y para venir clamando, venir con Aclamación, con Voz de Arcángel y con Trompeta de Dios, para (conforme a Apocalipsis, capítulo 10) venir como León de la tribu de Judá clamando y los siete truenos emitiendo sus voces.
Es en el Día Postrero, en el séptimo milenio, que estas promesas tienen que ser cumplidas.
Y ahora, encontramos que es para el Día Postrero también, que el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, que está en la diestra del que está sentado en el Trono, tiene que ser tomado de la diestra del que está sentado en el Trono, y tiene que ser traído a la Tierra por Jesucristo, el Ángel Fuerte de Apocalipsis, capítulo 10 y verso 1 en adelante, donde dice de la siguiente manera:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Tenía en su mano un librito abierto…”.
Ese es el Librito que Él tomó en el Cielo, de la diestra del que está sentado en el Trono; es el Libro de los Siete Sellos, es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra. Y tiene que ser traído a la Tierra para la restauración de los hijos e hijas de Dios a la vida eterna nuevamente; para así tener un cuerpo eterno, y regresar así a la vida eterna con un cuerpo eterno físico y glorificado, y con un espíritu teofánico eterno también: un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, eterno, dentro del cuerpo físico; y ahí estar el alma de cada hijo e hija de Dios.
Porque esa alma es la Simiente de Dios que ha sido sembrada en tierra; eso es lo que en realidad es la persona: alma, alma de Dios, alma viviente.
Y así como nosotros somos alma viviente viviendo en este cuerpo mortal, continuaremos siendo un alma viviente viviendo en un cuerpo inmortal físico y glorificado, y en un cuerpo teofánico inmortal también, dentro del cuerpo físico.
Así como tenemos dos cuerpos: el espíritu (que es un cuerpo de otra dimensión) y el cuerpo físico, cuando seamos transformados también tendremos dos cuerpos: el cuerpo físico y glorificado, y el espíritu teofánico (que es el cuerpo de la sexta dimensión).
Y para eso, vean ustedes, se requiere que en el Día Postrero, Jesucristo, el Ángel Fuerte, venga con ese Título de Propiedad, con ese Libro de los Siete Sellos abierto, y haga esto que hizo en tipo y figura con el apóstol San Juan…; porque el apóstol San Juan es tipo y figura de la Iglesia del Señor Jesucristo pasando por sus diferentes etapas, por sus diferentes edades, por las siete edades de la Iglesia gentil y por la Edad de la Piedra Angular; y también es tipo y figura de los siete ángeles mensajeros de las siete edades, y del Ángel del Señor Jesucristo de la Edad de la Piedra Angular.
Porque tanto los siete ángeles mensajeros de las siete edades son parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, como también el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo de la Edad de la Piedra Angular.
Ese Ángel, que es enviado por Cristo para dar testimonio de estas cosas en las iglesias, y dar a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en el Día Postrero: este Ángel fue el que le reveló a Juan este libro del Apocalipsis en esta forma simbólica.
Y por eso cuando quiso adorar a este Ángel, el Ángel le dijo que no lo hiciera3, porque este Ángel es un profeta que viene revelando todas estas cosas que deben suceder pronto; y a Juan se las reveló en símbolos; y a los miembros del Cuerpo Místico en el Día Postrero se las revelará dándoles a conocer estos símbolos, dándoles a conocer el significado de estos símbolos apocalípticos que corresponden al Día Postrero, y que estarán siendo cumplidos en este Día Postrero.
Y también estará dando testimonio de todos estos símbolos proféticos correspondientes a las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, de los cuales el precursor de la Segunda Venida de Cristo también dio testimonio y dio a conocer estas cosas que sucedieron en las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.
Cristo, enviando a Su Ángel para el Día Postrero, encontramos que estará llevando a cabo una labor muy importante en medio de Su Iglesia; correspondiente esta labor al Día Postrero, al séptimo milenio, en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino; porque por medio de Su Ángel Mensajero, Cristo abre una nueva edad, de la cual no se había hablado nada claramente, y abre una nueva dispensación, de la cual no se había hablado abiertamente en las edades pasadas; aunque se sabía que Dios tenía siete dispensaciones. Y ya han transcurrido seis de ellas, que son:
• La Dispensación de la Inocencia, de la cual Adán fue su profeta mensajero.
• La segunda: la Dispensación de la Conciencia, de la cual Set fue su profeta mensajero.
• La Dispensación del Gobierno Humano, que es la tercera, de la cual Noé fue su profeta mensajero.
• La Dispensación de la Promesa, que es la cuarta dispensación, de la cual Abraham fue su profeta mensajero.
• La Dispensación de la Ley, que es la quinta dispensación, de la cual Moisés fue su profeta mensajero.
• La Dispensación de la Gracia, que es la sexta dispensación, de la cual Jesús es su profeta mensajero.
• Y la Dispensación del Reino, que es la séptima dispensación, de la cual el Ángel del Señor Jesucristo es su profeta mensajero.
Y ahora, en todos estos profetas estaría el Espíritu de Cristo manifestado; porque es el Espíritu de Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el mismo Jehová, el que ha estado manifestado en estos profetas dispensacionales.
Y solamente Dios tiene siete profetas dispensacionales; y ya han pasado por esta Tierra seis profetas dispensacionales; y para este Día Postrero tendríamos al séptimo profeta dispensacional, que es el Ángel del Señor Jesucristo, en el cual, el mismo Espíritu que estuvo en cada uno de esos profetas dispensacionales, el Espíritu de Cristo, estaría manifestado en el Día Postrero dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y abriéndonos así una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, y abriéndonos también una nueva dispensación: la Dispensación del Reino; en donde es restaurado a la raza humana, a los hijos e hijas de Dios, el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos abierto, para que así se coman ese Título de Propiedad todos los hijos e hijas de Dios.
Y eso equivale a comer del Árbol de la Vida en el Día Postrero. Lo cual el ser humano no pudo hacer luego de la caída, pues Dios sacó al ser humano del Huerto del Edén para que no alargara su mano y comiera del Árbol de la Vida. Vean cómo en Génesis, capítulo 3, verso 22 al 24, dice así:
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Ahora, el Árbol de la Vida es nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso Él podía decir: “Yo soy el Pan vivo que he descendió del Cielo; y el que come de este Pan, vivirá eternamente”4.
En el Huerto del Edén todavía, encontramos que Cristo no se había hecho carne; por lo tanto, el ser humano no podía comer del Árbol de la Vida, no podía él comer del fruto del Árbol de la Vida. Ahora, eso significaba comer ese Título de Propiedad, que es la Palabra de Dios, que es el Libro de la Vida del Cordero, que es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra.
Y ahora, encontramos que con la Primera Venida de Cristo fue pagado el precio de la Redención, para que el ser humano vuelva a tener el derecho a comer del Árbol de la Vida.
Y para eso, así como en el Huerto del Edén tenía que hacerse carne Cristo, el Árbol de la Vida, para poder dar del fruto del Árbol de la Vida, y el ser humano comer y vivir eternamente…
Encontramos que el Árbol de la Vida, que es Cristo, es el que tiene ese Título de Propiedad; es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios Todopoderoso, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, y que es también llamado el Espíritu Santo, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo; el cual se hizo carne y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario para —con Su Sangre preciosa— redimir toda la Creación, redimir así todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.
Y ahora, encontramos que, a medida que ha ido pasando el tiempo, se ha ido cumpliendo de edad en edad parte de ese Libro de los Siete Sellos; y al estar recibiendo la Palabra para su edad —cada grupo de cada edad por medio de la manifestación del Espíritu de Cristo en cada ángel mensajero—, vean ustedes, se ha ido abriendo, en cuanto a su cumplimiento, la parte correspondiente a cada edad de la Iglesia gentil, contenida esa parte en el Libro de los Siete Sellos.
Y vean ustedes cómo en las páginas de este Libro de Siete Sellos se encuentran las siete etapas o edades de la Iglesia gentil y todo lo que Cristo haría en cada una de esas edades. Y cuando Cristo cumplió en cada edad la parte correspondiente a cada edad, cumplió la parte que estaba escrita en ese Título de Propiedad para cada edad.
Y ahora para el Día Postrero, Él tiene que cumplir la parte correspondiente al Día Postrero en medio de Su Iglesia y con Su Iglesia, la cual se encuentra en el Séptimo Sello.
Y por medio del cumplimiento de esa parte, todo lo que está bajo el misterio del Séptimo Sello encontramos que Cristo lo estará llevando a cabo aquí en la Tierra; y cuando se complete esa parte, encontraremos que ya estará completo el Título de Propiedad, ya estará cumplido cada uno de esos Sellos, ya estará cumplido en la Tierra; y luego de eso encontraremos que los escogidos de Dios regresarán a la vida eterna, tanto a los que han partido en edades pasadas como nosotros los que vivimos.
Ahora, Cristo, vean ustedes, le ha estado dando, por medio de Su manifestación en carne humana a través de cada ángel mensajero, le ha estado dando la parte correspondiente a cada edad, la parte correspondiente de Su Palabra; pero para el Día Postrero nos daría la plenitud de Su Palabra para la restauración de cada escogido de Dios que está viviendo en este Día Postrero.
Y ahora, Cristo, el Ángel Fuerte, encontramos que viene en Apocalipsis, capítulo 10 (como también fue prometido por Cristo en San Mateo, capítulo 24 y verso 30), viene en una nube, o envuelto en una nube, formada por los siete ángeles de las siete edades de la Iglesia gentil; y viene con el Título de Propiedad, con el Librito abierto en Su mano, en Apocalipsis, capítulo 10.
Y luego vean lo que aquí sucede en Apocalipsis, capítulo 10. Sigue diciendo [verso 2]:
“Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó (Su diestra) su mano al cielo,
y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.
Ahora, vean ustedes que este Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra —por el cual Cristo murió para redimir todo lo que Dios creó, y para así restaurar toda la Creación Divina—, encontramos que Cristo, este Librito o Libro lo toma en el Cielo.
Es este Libro como en el tiempo antiguo, que se escribía en pergaminos de papiro o de pieles, y se enrollaba así, y se le colocaba el nombre o tema de lo que allí estaba escrito.
Por eso cuando Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, encontramos en San Lucas, capítulo 4, la historia de lo que allí pasó. Dice… capítulo 4, verso 14 en adelante, dice:
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí…”.
¿Se le dio el libro de quién? “Y se le dio el libro del profeta Isaías…”. Ese libro estaba escrito en pergaminos, y enrollado; y cuando se le dio ese libro para leer en él, dice:
“… y habiendo abierto el libro (o sea, desenrollándolo), halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro (¿Ven? Y enrollando el libro de nuevo, el libro del profeta Isaías, ¿qué hizo?), lo dio al ministro…”.
El ministro que se lo había entregado, ahora a ese ministro se lo entregó; y fue colocado en el lugar donde colocaban los rollos de la Biblia, en donde estaban el libro del profeta Isaías, el libro del profeta Jeremías, el libro del profeta Ezequiel, y así por el estilo. Estaban así en esa forma, en un rollo, enrollados así; y ahí pues tenían escrito por fuera el nombre del libro.
Libro del profeta (¿qué?) Isaías, fue el rollo que le fue entregado a Jesús; y buscó en ese libro, cuando lo desenrolló, y halló el pasaje de Isaías, capítulo 61.
“Y (luego) enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
¿Dándoles testimonio de qué? De las cosas que debían suceder en ese tiempo, en cuanto a la Venida del Mesías, y el cumplimiento de esa promesa mesiánica en Jesús: el que estaba con ellos allí, leyéndoles esa promesa mesiánica y dándoles testimonio que esa promesa mesiánica se estaba cumpliendo delante de ellos. ¿En quién? En la persona de Jesús, el cual les estaba hablando allí.
Pero ellos no pudieron creer que ese joven carpintero de Nazaret fuera el Mesías que ellos estaban esperando; pero, sin embargo, ese era el Mesías.
El Arcángel Gabriel dio testimonio a María que ese sería el Mesías, el que se sentaría en el Trono de David, y reinaría sobre el pueblo hebreo y sobre el mundo entero por toda la eternidad.
Y ahora vean cómo se cumplió esa promesa mesiánica. Y vean cómo en aquel tiempo los libros estaban no en la forma que en la actualidad nosotros los tenemos, así con páginas, sino que estaban en la forma de un rollo; y por eso dice: “Y enrollando el libro”; si fuera en este tiempo diría: “Y cerrando el libro”.
Y ahora, vean ustedes, la forma de cerrar el libro en aquel tiempo era enrollándolo.
Ahora, encontramos que Jesús no leyó el verso 2 completo, porque el verso 2 completo, la continuación…, a continuación decía de la siguiente manera… y vamos a leerlo aquí en Isaías, capítulo 61, verso 2, donde dice: “A proclamar…”, vamos a ver [verso 1]:
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados…”.
Vean, no continuó leyendo, porque si hubiera continuado la lectura, hubiera leído:
“… y el día de venganza del Dios nuestro”.
Y el día de venganza del Dios nuestro es proclamado, es predicado, en la Segunda Venida de Cristo; o sea que Él continúa esa lectura en Su Segunda Venida, para decirnos: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
Y ahora, vean ustedes cómo este pasaje es un pasaje profético de la Venida del Mesías, de la Primera Venida de Cristo y de la Segunda Venida de Cristo. O sea, de la Primera Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, que es el mismo Jehová en Su cuerpo teofánico, viniendo en carne humana en Su Primera Venida en la persona de Jesús de Nazaret (ese joven carpintero de Nazaret); y viniendo en Su Segunda Venida el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, en Su Ángel Mensajero en el Día Postrero, en el cumplimiento de esa promesa, para continuar la lectura y el cumplimiento de este pasaje de Isaías, capítulo 61.
Porque viene el Ángel del Señor Jesucristo ungido con ese mismo Espíritu de Jehová, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, viniendo en carne humana en Su Ángel Mensajero en el Día Postrero. Eso es la Venida del Verbo en carne humana en el Día Postrero, como lo presenta Apocalipsis, capítulo 19, verso 11 al 21, donde nos dice…, acerca de ese Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, nos dice:
“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El verbo de dios”.
Ahí viene el Verbo de Dios, ahí viene el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.
Y dijo el precursor de la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, el precursor de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová en carne humana, dijo [Los Sellos, pág. 256]:
“[121]. … cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.
Por lo tanto, el Ángel del Señor Jesucristo —donde se cumple esta promesa— tiene que ser un profeta.
Y solamente hay una promesa divina para el Día Postrero, de un profeta que ha de venir: ese es el profeta de la Dispensación del Reino, para la séptima dispensación, que es la Dispensación del Reino.
Por lo tanto, hay una promesa de un profeta dispensacional que ha de estar en la Tierra en el Día Postrero, para venir, en ese profeta, el Verbo en carne humana; para venir, en ese profeta, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el Verbo, que era en el principio con Dios, y era Dios, y creó todas las cosas; y se hizo carne dos mil años atrás en aquel velo de carne llamado Jesús de Nazaret, y se hará carne en el Día Postrero en el velo de carne llamado el Ángel del Señor Jesucristo.
Y a ese Ángel del Señor Jesucristo es que Jesucristo, el Ángel del Pacto, estará trayéndole el Librito sellado con siete Sellos ya abierto (como lo presenta en Apocalipsis, capítulo 10); y le entregará ese Título de Propiedad ¿para qué? Para que se lo coma, y para que luego profetice sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.
Con el regreso de ese Título de Propiedad, regresa todo derecho contenido en ese Título a los hijos de Dios. El derecho a vivir eternamente en un cuerpo eterno regresa para ser restaurado a los hijos de Dios en el Día Postrero. Y para eso, el Ángel del Señor Jesucristo estará dándole el contenido de ese Título de Propiedad, a todos los hijos e hijas de Dios, por medio del Mensaje que él estará predicando.
Y así los escogidos de Dios se estarán comiendo ese Título de Propiedad. Así los hijos de Dios estarán recibiendo la revelación del Séptimo Sello, la revelación de la Segunda Venida de Cristo; y se estarán comiendo el contenido de ese Séptimo Sello: la revelación de la Segunda Venida de Cristo, se la estarán comiendo allá en el alma. Porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”5.
Y Cristo, siendo el Árbol de la Vida, nos estará dando de Su fruto; y Su fruto es Su Palabra, Su fruto es ese Título de Propiedad.
Y así es como al recibir el fruto de Su Palabra, el fruto de Cristo velado y revelado en el Día Postrero, haciéndose carne el Verbo en el Día Postrero en Su Ángel Mensajero: así es como todos los hijos e hijas de Dios podrán comer del Árbol de la Vida para ser transformados y raptados en este Día Postrero; siéndoles restaurados todos los derechos a la vida eterna, con un cuerpo eterno, y a la juventud eterna, y al poder y autoridad para ser reyes y sacerdotes sobre este planeta Tierra, y reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad. O sea que todos esos derechos que habían sido confiscados serán restaurados en este Día Postrero.
Y por eso habrá un Ejército poderoso, llamado: la Iglesia del Señor Jesucristo, que estará con el Título de Propiedad restaurado y con todos los derechos contenidos en ese Título de Propiedad restaurados; y por consiguiente tendrán un cuerpo eterno, y tendrán todo el poder y autoridad que Cristo tiene; todo ese poder y autoridad será restaurado a todos los escogidos de Dios.
Y por eso la promesa hecha por Cristo en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 27, donde dice:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”.
Aquí, vean ustedes, le es restaurado al Vencedor toda esta autoridad sobre todas las naciones, le es restaurado todo este poder sobre todas las naciones, para gobernarlas con vara de hierro. Autoridad y poder que no ha sido restaurado a los hijos e hijas de Dios en edades pasadas y en dispensaciones pasadas; porque para la restauración de esta autoridad y poder: el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, tiene que ser restaurado a la raza humana, a los hijos e hijas de Dios en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, en el Día Postrero.
Y así es como seremos restaurados nosotros a la vida eterna: con un cuerpo eterno, y con todo el poder y autoridad que el ser humano había perdido en la caída en el Huerto del Edén.
En este tiempo Cristo estará cumpliendo el contenido del Séptimo Sello para la restauración de todos los escogidos de Dios a la vida eterna, y a su posición como reyes y sacerdotes sobre este planeta Tierra, para reinar con Cristo en el glorioso Reino Milenial de Cristo por mil años y luego por toda la eternidad; para cumplirse así lo dicho por Dios al profeta Daniel, en el capítulo 7, donde nos dice en el verso… Capítulo 7, verso 17 y 18, dice:
“Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra (o sea que son estas cuatro etapas del reino de los gentiles).
Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre”.
Los santos del Altísimo, que son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo, encontramos que al recibir el Reino tendrá los derechos restaurados a la vida eterna con un cuerpo eterno, y el derecho a reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.
Por eso es tan importante el regreso de Cristo con ese Librito abierto en Su mano para entregarlo a todos los escogidos de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero, entregándoselo a Su Ángel Mensajero.
Porque es al ángel mensajero de cada edad que viene la revelación de Dios para cada edad. Y es al Ángel Mensajero de Jesucristo, en la Edad de la Piedra Angular, que viene la revelación de Jesucristo contenida en el Libro de los Sellos (contenida en ese Séptimo Sello); viene en el Día Postrero; la cual es traída por Jesucristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.
Vean cómo para el Día Postrero Jesucristo estará manifestándose en medio de Su Iglesia como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo; para reclamar todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa: los muertos en Cristo ser resucitados, y nosotros los que vivimos ser transformados; y todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa ser restaurado a la vida eterna, y ser restaurado al glorioso Reino de Dios, que estará establecido en esta Tierra en medio del pueblo hebreo.
Y ese es el Reino del Salvador, de Jesucristo, el cual estará, su capital en Jerusalén, y el territorio de Israel será el Distrito Federal; y desde ahí Cristo, sentado en el Trono de David, reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones que estarán viviendo durante el Reino Milenial.
En Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 en adelante, dice:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo (o sea, de Su Ungido); y él reinará por los siglos de los siglos.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos (estos veinticuatro ancianos son los doce patriarcas y los doce apóstoles del Señor Jesucristo), se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir…”.
¿Quién es el que ha de venir? El que era es el que ha de venir. ¿Quién es el que ha de venir? El Todopoderoso. Ese es nuestro amado Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
“… diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder…”.
Vean cómo en Apocalipsis, capítulo 11, Él ha tomado Su gran poder; porque en Apocalipsis, capítulo 10, ya está con el Librito abierto en Su mano, viniendo en Apocalipsis, capítulo 10, descendiendo del Cielo envuelto en una nube; porque en Apocalipsis, capítulo 5, Él toma ese Título de Propiedad, y por consiguiente está tomando Su poder.
Ahí encontramos que, con la toma de ese Título de Propiedad, Él está tomando todo ese poder que le ha sido conferido por Dios; y viene como Rey de toda la Tierra para reinar.
“Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre (o sea, a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo: los santos del Nuevo Testamento y a los santos del Antiguo Testamento), a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”.
“Destruir a los que destruyen la Tierra”, ¿con qué? Con la gran tribulación. Con los juicios de la gran tribulación, los que destruyen la Tierra serán destruidos, porque el lazo que ellos tendieron es el mismo lazo en el cual ellos caerán; y así vendrá el día de venganza del Dios nuestro.
“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.
O sea que, para ese tiempo, desde el Trono que está en el Cielo —por cuanto ya no hay Sangre en el Cielo, sobre el Propiciatorio del Templo que está en el Cielo—, sale del Trono la Voz de Dios hablando, pronunciando los juicios divinos que han de venir sobre la Tierra. Por eso salen… dice que hubo relámpagos, voces, truenos, y un terremoto y grande granizo.
Y ahora, podemos ver todas estas cosas que han de estar sucediendo en este Día Postrero.
Pero ahora, lo más importante de todo es que Jesucristo, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo con el Librito abierto en Su mano, lo entregue a un hombre: y ese será Su Ángel Mensajero, el profeta de la Dispensación del Reino, el cual es el instrumento de Jesucristo para este Día Postrero. Y donde esté Jesucristo, ahí estará ese Título de Propiedad.
Por eso es que bajo el ministerio de los Dos Olivos habrá…, para el tiempo en que este ministerio esté manifestado para el pueblo hebreo, habrá autoridad, habrá control aun sobre la naturaleza. ¿Por qué? Porque el Título de Propiedad le será restaurado a la Iglesia del Señor Jesucristo por medio de la Venida de Cristo, dándole ese Título de Propiedad al Ángel Mensajero de Jesucristo, que estará en Su Iglesia, en la Iglesia del Señor Jesucristo, como el Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular y de la Dispensación del Reino.
Porque la Palabra viene al profeta mensajero de la edad en que es enviada esa Palabra. Y ese Título de Propiedad, siendo la Palabra de Dios, tiene que venir al Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, para que se lo coma y traiga Su Mensaje profético sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes, y dé a conocer las cosas que han de suceder a esas naciones, pueblos y lenguas que estarán viviendo en este Día Postrero.
O sea que las cosas que han de suceder sobre las naciones gentiles, y también sobre la nación hebrea, será todo dado a conocer por medio de la manifestación de Cristo a través de Su Ángel Mensajero. Y por medio de Su Ángel Mensajero hemos de saber lo que le ha de suceder a cada nación y a cada continente que está en este planeta Tierra, en este Día Postrero; porque muchas naciones, pueblos y lenguas dejarán de existir, y otras naciones continuarán existiendo y entrarán al glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.
De esas cosas hablaremos en otra ocasión, cuando estemos hablando acerca de los juicios divinos, de las plagas que han de caer sobre la raza humana durante la gran tribulación.
Así que lo más importante para nosotros en este tiempo es que ese Título de Propiedad regrese a la Tierra por Cristo en Su Venida, y sea colocado en un velo de carne; y solamente hay un velo de carne prometido para venir en este tiempo con el ministerio del Día Postrero, con el ministerio de la Dispensación del Reino, con un ministerio dispensacional.
Por lo tanto, en ese velo de carne estará ese Título de Propiedad para, de ahí, todos los escogidos de Dios recibir esa Palabra y comernos esa Palabra todos; comérsela el Ángel del Señor Jesucristo y comérsela cada escogido del Día Postrero; ¿dónde? En la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Ahí es donde todos los escogidos de Dios estarán comiendo del fruto del Árbol de la Vida, que está representado también en el Maná escondido y en la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta.
Ahora, hemos visto lo sencillo que es todo el Programa Divino colocado —para el Día Postrero, por Jesucristo— en un vaso de barro que estará en la Tierra: y que será el Ángel del Señor Jesucristo. Y de ahí pasará esa Palabra a todos los escogidos de Dios, que estarán en vasos de barro también, o sea, en cuerpos de carne, que son del polvo de la tierra; por eso son, estos cuerpos, vasos de barro, vasos hechos del polvo de la tierra.
Y ahora, hemos estado viendo “EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Hemos estado viendo cómo ese Título de Propiedad está ordenado, conforme al Programa Divino, para venir a la Tierra, a la raza humana, a los escogidos de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo, para la restauración de todas las cosas que perdió la raza humana en la caída de Adán y Eva en el Huerto del Edén.
Ahora, podemos ver cómo es que ese Título de Propiedad Cristo lo tendrá en la Tierra en carne humana: estando Cristo con ese Título de Propiedad en Su Ángel Mensajero, en ese velo de carne; y así estará Cristo, el Árbol de la Vida, en un cuerpo humano manifestado; y tendrá ahí el Título de Propiedad, el cual se lo estará comiendo Su Ángel Mensajero en este Día Postrero, se lo estará comiendo allá en su alma.
Así como nosotros comemos la comida física con nuestra boca, la comida espiritual nos la comemos allá en nuestra alma: creyendo la Palabra de Dios. Cuando la creemos, cuando la recibimos y la creemos, o cuando la creemos y la recibimos, nos estamos comiendo ese Pan de vida eterna, esa Palabra de Dios. Porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
Ahora, el ser humano ha estado buscando cómo alargar su vida terrenal, ha estado buscando también cómo hacer que el ser humano pueda vivir eternamente. Pero “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Ahí está el secreto para el ser humano poder vivir eternamente: en un cuerpo eterno que ha de recibir en el Día Postrero, por medio de Jesucristo, que nos dará un cuerpo eterno en este Día Postrero; transformará nuestro cuerpo, y entonces tendremos un cuerpo eterno y glorioso.
Por lo tanto, no será por medio de comer del árbol de ciencia del bien y del mal, no será por medio del fruto de la ciencia, sino que será por medio de comer del Árbol de la Vida, por medio de comer del fruto del Árbol de la Vida en este Día Postrero.
Al comernos ese Título de Propiedad, estamos así preparándonos para ser restaurados a la vida eterna; o sea que estamos comiendo algo que hará que nuestros cuerpos sean transformados y que tengamos un cuerpo eterno para toda la eternidad.
Vean la forma en que el ser humano logrará ser eterno en este Día Postrero: no es comiendo un producto químico que le alargue la vida, sino comiendo del fruto del Árbol de la Vida, comiendo ese Título de Propiedad, el contenido de ese Libro de los Siete Sellos, que en este Día Postrero Cristo le estará dando a Su Iglesia por medio del ministerio de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero.
Los escogidos reconocerán la Venida del Ángel Fuerte, la Venida del Ángel del Pacto, la Venida del Verbo en carne humana en el Día Postrero en Su Ángel Mensajero. Ellos lo reconocerán y lo recibirán: ¡le darán la bienvenida! Y Él les dará a comer de ese Título de Propiedad, de ese Libro sellado con siete sellos que Él abrió en el Cielo, y lo trae en Su Venida a la Tierra, a Su Iglesia, para estar en el Lugar Santísimo de Su Iglesia, de Su Templo espiritual, todos comiendo de ese pan espiritual de vida eterna.
Así es como estaremos comiendo de Cristo en este Día Postrero: comiendo la Palabra del Día Postrero; y así es como estaremos comiendo ese Maná que estaba escondido, esa Palabra que estaba escondida; así es como la estaremos comiendo en este Día Postrero para vivir eternamente. Al recibir nuestro cuerpo eterno, al recibir nuestra transformación, continuaremos viviendo por toda la eternidad con un cuerpo visible e incorruptible, y también interdimensional.
Vean ustedes dónde estaba en el Cielo ese Maná escondido: es el Título de Propiedad. Y ahora vean cómo viene a Su Iglesia en este Día Postrero, y es colocado en Su Templo, en el Lugar Santísimo de ese Templo espiritual.
Dentro del Arca del Pacto, y de en medio de los Dos Querubines de oro, Cristo en Espíritu Santo estará manifestado en este Día Postrero; y ahí es donde estaremos todos comiendo ese Título de Propiedad, ahí es donde estaremos comiendo esa Palabra; y ahí es donde se estará cumpliendo la apertura del Séptimo Sello en la Tierra en este Día Postrero, que es el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, velándose y revelándose a través de Su Ángel Mensajero. Eso es la Venida del Verbo en carne en el Día Postrero, en el cuerpo de carne del Ángel del Señor Jesucristo.
“EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Vean cómo Cristo, el cual creó todo el universo, estaría en este Día Postrero manifestado; y el cual tiene el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, de todo el universo, de toda la Creación, incluyendo todos los hijos e hijas de Dios que tienen sus nombres escritos ahí en el Libro de la Vida del Cordero. Ese Libro es el Libro de los Siete Sellos.
“EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Es como cuando el profeta Jeremías compró la propiedad del hijo del tío de Jeremías (siendo el hijo del tío de Jeremías pues era el primo de Jeremías). Iba a vender su propiedad, la cual había heredado de su padre; y por cuanto no lo podía vender a cualquier persona sino que primero tenía que ofrecérsela a un pariente cercano: Jeremías estaba en la cárcel, y vino al patio de la cárcel, donde le fue permitido a Jeremías estar hablando con su primo.
Ya Dios le había dicho que vendría para ofrecerle en venta, en compra-venta su heredad, y Dios le dijo que la comprara, y que hiciera bien todas esas escrituras con testigos, y sellada.
Y cuando llegó el primo de Jeremías, Jeremías vio que la Palabra que Dios le había dado se estaba cumpliendo.
Y ahora, Jeremías compra la propiedad, pesa el precio de ella, la plata la pesa delante de los testigos, y se le entrega al hijo de su tío (o sea, a su primo); y ahí hacen las escrituras con los testigos y las sellan.
Y luego la da a Baruc (el escribiente de Jeremías) para que coloque en un vaso de barro, en una vasija de barro, esa escritura; para que cuando el cautiverio del pueblo hebreo fuera terminado y regresaran los hijos de Israel a la tierra de Israel, Jeremías hiciera el reclamo de esa propiedad, de esa herencia que él compró, la cual pertenecía a su tío6.
Y ahora, miren ustedes, esto también era tipo y figura del regreso del pueblo hebreo luego de la cautividad, comprando propiedades, pagando el precio de las propiedades y haciendo escrituras selladas.
Y también es tipo y figura de este tiempo final en el cual nosotros vivimos, en donde el Título de Propiedad en el Día Postrero es abierto, y ahí aparece quién o quiénes son los dueños de este planeta Tierra y de todo el universo; pues somos herederos de Dios.
¿Y quién fue el que creó todas las cosas? Dios. Todo le pertenece a Dios. ¿Y quiénes son los herederos? Pues nosotros. Por lo tanto, siendo herederos de Dios, tanto este planeta Tierra como todo el universo es una herencia divina para todos nosotros; y Cristo habiendo pagado el precio, habiendo comprado esa herencia con Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
Ahora, encontramos que todo está escrito así en el Libro de la Vida del Cordero. Y ahora, nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, el que pagó el precio de la Redención y de toda la herencia que el ser humano había perdido; y por eso viene con esa Escritura, con ese Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, con todo el contenido de ellos.
Y ahora, vean ustedes cómo para este Día Postrero todas estas cosas se estarán cumpliendo conforme al Programa Divino; y Cristo estará cumpliendo Su Obra de Reclamo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.
Y cuando complete esa Obra, todos los escogidos de Dios que estarán viviendo en el Día Postrero serán transformados, e iremos a la Cena de las Bodas del Cordero; y tendremos todo el poder y autoridad y herencia que Adán y Eva perdieron en la caída; e iremos a la Cena de las Bodas del Cordero, a esa gran fiesta de restauración de los hijos e hijas de Dios a la vida eterna, con nuestro amado Señor Jesucristo; a esa unión, o a esa fiesta de la unión, de todos los hijos e hijas de Dios con nuestro Dios, que se hizo carne y llevó a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
O sea que la fiesta de la Cena de las Bodas será llevada a cabo en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial; y así estaremos unidos con Cristo, con Dios, por toda la eternidad, en paz y armonía con Dios, heredando así todas las cosas que Cristo ha redimido con Su Sangre preciosa, toda la herencia de Dios a la cual nosotros somos herederos y coherederos con nuestro amado Señor Jesucristo, como nos dice San Pablo, en Romanos, capítulo 8, versos 14 al 35 o 39.
La Tierra está clamando por la manifestación de los hijos e hijas de Dios, o sea, por la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; está clamando por la redención: la redención de nuestros cuerpos, que es la transformación de nuestros cuerpos. Y está prometida para el Día Postrero, para el séptimo milenio. Y la vamos a recibir en este Día Postrero, porque así Cristo lo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también; y seremos restaurados, y seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.
“EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Vean ustedes cómo de la mano del que está sentado en el Trono, vean ustedes, Cristo tomaría ese Título de Propiedad, lo traería a la Tierra, y luego lo colocaría en un velo de carne.
Siendo esto tipificado en Apocalipsis, capítulo 10, cuando el Ángel Fuerte, Jesucristo en Su Venida, entregó este Libro de los Siete Sellos al apóstol San Juan, que representa a la Iglesia del Señor Jesucristo con Sus ángeles mensajeros; y para ese momento está representando a la Iglesia del Señor Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular, con Su Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular, que recibe ese Título de Propiedad.
Esa es la forma en que la Iglesia del Señor Jesucristo recibe ese Título de Propiedad: por medio del Ángel del Señor Jesucristo, en el cual estará Cristo, el Ángel del Pacto, manifestado en este Día Postrero.
O sea que Cristo, el Ángel del Pacto, estará manifestado en un vaso de barro profetizado para venir en el Día Postrero como el Ángel del Señor Jesucristo (Apocalipsis 22, verso 6; y Apocalipsis 22, verso 16; y Apocalipsis, capítulo 1, verso 1 al 3).
Hemos llegado al Día Postrero, al tiempo final, en donde el misterio del universo estará en el Día Postrero en un vaso de barro, porque ahí estará Jesucristo, el Creador de todo el universo, con el Título de Propiedad de toda la Creación.
Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Esta etapa de la Edad de la Piedra Angular corresponde al territorio de la América Latina y el Caribe, para ser cumplida en y con los latinoamericanos y caribeños que viven en este Día Postrero; eso es lo que Cristo estará cumpliendo en este Día Postrero.
Y por eso es que la Venida del Ángel Fuerte velándose en carne humana, viniendo en un vaso de barro, es para ser cumplida en la América Latina y el Caribe, entre latinoamericanos y caribeños que estarán viviendo en vasos de barro también; pero que serán transformados esos vasos de barro, y tendremos un vaso glorificado: un cuerpo eterno, en este Día Postrero, en algún año del séptimo milenio.
Esto es para cada uno de ustedes y también para mí; porque así como ustedes necesitan un cuerpo nuevo, también yo lo necesito. De otra forma, nuestro cuerpo terrenal, a medida que le pasen los años, en algún momento tendrá que morir; pero si somos transformados: no veremos muerte, sino que seremos cambiados de personas con cuerpos mortales a personas con cuerpos inmortales. Y eso es ¿para quiénes? Para todos nosotros en este Día Postrero, en la América Latina y el Caribe, y para los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos eternos.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes, escuchando “EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel Fuerte, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto aparezca hasta el último de los escogidos, y se complete el número de los escogidos de la Iglesia del Señor Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular, y seamos nosotros transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en este tiempo final.
¡Que eso sea pronto! Ese es el deseo de nuestra alma en este Día Postrero: que sea así, muy pronto. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Dejo con nosotros nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín, para continuar y finalizar nuestra parte en esta noche, dándole gracias así a Dios, todos nosotros, por Sus bendiciones que Él nos ha dado en esta noche, y que nos continuará dando por toda la eternidad, y por las que ya nos ha dado en todos estos años que han transcurrido.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL MISTERIO DEL UNIVERSO EN VASO DE BARRO HOY”.
[Revisión marzo 2022]
1 Romanos 3:23
2 [El hermano William da una palmada con sus manos –Ed.]
3 Apocalipsis 19:10, 22:8-9
4 San Juan 6:51
5 Deuteronomio 8:3, San Mateo 4:4, San Lucas 4:4
6 Jeremías 32:6-44