El misterio de la Palabra profética

Muy buenas noches, amigos y hermanos presentes, y radioyentes. Es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra profética, y ver el tiempo donde nos encontramos en el Programa Divino.

Así que vamos a leer una Escritura aquí en Segunda de Pedro, capítulo 1, versos 19 al 21, donde nos dice de la siguiente manera:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;

entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,

porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.

Nuestro tema para esta ocasión es: EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”.

La Palabra profética, encontramos que contiene un misterio, y su misterio es que esta es la Palabra Divina, la Palabra de Dios que ha sido hablada para ser cumplida; “porque Dios no hará nada, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”1.

Esa Palabra profética viene de la séptima dimensión, pasando a la sexta dimensión, y luego pasa a esta dimensión terrenal por medio de los profetas de Dios que la captan en la sexta dimensión (que es la dimensión de la teofanía), y la traen a los seres humanos, aquí a la Tierra, la dan a conocer, y queda también impresa; y luego esa Palabra profética se cumple en el tiempo correspondiente de parte de Dios.

Y así es como hemos visto, a través de la historia de la raza humana, que la Palabra profética se ha estado cumpliendo de edad en edad y de dispensación en dispensación; porque Dios ha colocado, para cada edad y para cada dispensación, Palabra profética; porque Él no hará nada sin que antes lo revele a Sus siervos los profetas.

O sea que ya está la Palabra profética dada por Dios, de las cosas que han de suceder; porque Dios, antes de realizar Su Programa, lo da a conocer a la raza humana por medio de Sus profetas; “porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas” (Amós, capítulo 3 y verso 7).

Y encontramos también que, por medio del profeta Moisés, Dios nos habló en el libro de Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19, diciéndonos:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;

conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

En el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 22 al 23, dice: “Yo le desarraigaré del pueblo”; pues la persona pierde el derecho a la vida eterna, pierde el derecho a pertenecer al pueblo de Dios.

Ahora, vean ustedes dónde es que Dios coloca Su Palabra: la coloca siempre en la boca del profeta que Él envía para cada edad o para cada dispensación. Y por eso es que tenemos la Biblia: la Palabra de Dios traída por medio de seres humanos; pero ha sido el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, el que ha estado en esos hombres de Dios, los cuales hablaron siendo inspirados por el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, y hablaron esa Palabra profética.

Ahora, podemos ver que la Palabra profética siempre ha estado en la boca de los profetas que Dios ha enviado. Ese es el lugar donde podemos encontrar la Palabra profética de cada tiempo en el cual Dios envía esa Palabra. Y Él viene (Dios) en ese profeta, y en medio del pueblo viene dando testimonio de las cosas que han de suceder.

Dios viene dando testimonio de todo lo que ha de suceder en el futuro, y de las cosas que están sucediendo en el presente, y de las cosas que sucedieron en el pasado. Por eso es que toda cosa que Dios ha de hacer está fundamentada en la Palabra profética. O sea que Dios no hará nada sin que antes lo haya revelado a Sus siervos, Sus profetas.

Vean ustedes la Primera Venida de Cristo: La Primera Venida de Cristo la encontramos desde el Génesis, capítulo 3 y verso 15, en donde Dios dijo allí, en la ocasión en que llamó al ser humano a juicio (y también a la serpiente), dice… Capítulo 3, verso 14 al 15, dice:

“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida”.

La serpiente antes no se arrastraba, sino que andaba erecta; y era el eslabón perdido que la ciencia está buscando, que se encuentra entre el chimpancé y el hombre.

Vean ustedes, hablaba, razonaba; y engañó a Eva. Y por esa causa vino la maldición sobre la serpiente y la raza de la serpiente. Esa raza animal, que era parecida al ser humano (pero que no tenía alma), recibió la maldición de Dios y vino a ser convertida en un reptil.

Pero encontramos que la ciencia ha estado consiguiendo cuerpos o esqueletos, huesos de seres que existieron miles o millones de años atrás. Y ¿saben ustedes lo que ha estado consiguiendo la ciencia? Ha estado consiguiendo los esqueletos de esa raza que estaba entre el ser humano y el chimpancé; o sea, está consiguiendo los restos de esa raza de la serpiente que existió antes de la caída del ser humano, y que recibió la maldición de Dios.

Y ahora, vean ustedes lo que Dios dice:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya…”.

Ahora, cuando se habla de la simiente de la mujer, se está hablando ¿de quién? De Cristo, que vino por medio de una mujer, por medio de la virgen María. Esta promesa de la simiente de la mujer es Cristo.

“… esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.

Cristo fue herido en el calcañar en la Cruz del Calvario, pero Cristo hirió al diablo en la cabeza quitándole el poder al diablo.

Y ahora, podemos ver que el hijo o simiente de la mujer era Cristo, ahí está prometido. Y luego encontramos en Isaías, capítulo 7… hay otros lugares, pero veamos estos; capítulo 7, verso 14, dice:

“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.

Y cuando esta promesa se cumplió, vean ustedes, se cumplió en la persona de Jesús de Nazaret. Pero ya estaba en la Palabra profética anunciada la Venida del Mesías por medio de una virgen, la cual vino a ser la virgen María, la cual concibió del Espíritu Santo cuando hizo sombra sobre María; y fue creado en el vientre de María una célula de vida, de sangre, la cual se multiplicó célula sobre célula, y luego del lapso de tiempo de unos nueve meses, nació el niño Jesús.

¿Dónde nació? En Belén de Judea. ¿Y por qué nació en Belén de Judea? Porque así también está escrito en la profecía de Miqueas, capítulo 5 y verso 2. Esa profecía nos habla de la Venida del Mesías. Y en el capítulo 2 del Evangelio según San Mateo, cuando nació Cristo, nos dice así:

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,

diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.

Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.

Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:

Y tú, Belén, de la tierra de Judá,

No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;

Porque de ti saldrá un guiador,

Que apacentará a mi pueblo Israel.

Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;

y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore”.

Ahora, vean ustedes que aun el nacimiento de Cristo en Belén de Judea ya estaba profetizado por el profeta Miqueas; porque el Espíritu de Dios había revelado al profeta Miqueas ese misterio profético, y luego fue cumplido en Belén de Judea.

Ahora, vean ustedes, María y José vivían en Nazaret, aunque ellos eran descendientes del rey David. Ellos eran de esa simiente, descendientes del rey David; por lo tanto, María era una princesa y José era un príncipe, aunque eran pobres; pero la posición económica no quita esa posición que ellos tenían conforme a la descendencia de ellos del rey David.

Y ahora, vean ustedes, por medio de la descendencia del rey David sería que vendría Cristo, conforme a la promesa divina, el cual se sentaría en el Trono de David. Por eso el Arcángel Gabriel le apareció a una virgen allá en Belén de Judea, una descendiente del rey David.

Dice en San Lucas, capítulo 1, versos 26 en adelante:

“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”.

Ahora, vean que José era de la casa de David, o sea, de la familia de David. Cuando se habla de la casa de David, se habla de la descendencia de David; así como cuando se habla de la Casa de Dios, se está hablando de la descendencia de Dios, de los hijos e hijas de Dios, y esos son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, que han creído en Cristo como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu Santo, y por consiguiente han nacido de nuevo, han nacido en el Reino de Dios, en la Casa de Dios.

Y ahora, vean ustedes que esa Casa de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por los hijos e hijas de Dios: las personas nacidas de nuevo.

Y ahora, aquí, José es de la casa de David, o sea, de la familia de David, de la descendencia de David; dice:

“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.

Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Ahora, vean ustedes cómo aquí Dios por medio del Arcángel Gabriel le dice a María que ese hijo que tendrá llevará por nombre Jesús; le dio hasta el nombre del niño, para que le pusiera ese nombre; porque ese nombre significa ‘Salvador’ o ‘Redentor’. Y Cristo en Su Primera Venida vendría como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo, y así salvar a todos los hijos e hijas de Dios.

Y ahora, vean ustedes, aquí el Arcángel le dice que Dios le dará el Trono de David, Su padre; así que aparece como Hijo de David, porque viene por medio de una joven virgen descendiente del rey David, y también José era descendiente del rey David.

Por eso es que el Arcángel Gabriel le dice: “No temas, hijo de David…”2, o sea, vamos a ver cómo le dice a José. En una ocasión, o en dos ocasiones, le habla el Arcángel Gabriel a José y le llama “de la descendencia de David”, y esto es porque José era descendiente del rey David.

Y ahora, vean cómo María, siendo descendiente del rey David, es esa virgen de la cual había hablado Dios por medio del profeta Isaías: que concebiría y daría a luz un hijo, y Su nombre sería llamado Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

Ahora, vean ustedes cómo el nombre Emanuel, que significa: Dios con nosotros, es Jesucristo. Jesucristo es Dios con nosotros.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.

Eso está en Juan, capítulo 1, verso 1. Y también en San Juan, capítulo 1, verso 14, dice:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”.

Cuando el Verbo se hizo carne…, el Verbo, que es Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros, ese fue Emanuel, y Su nombre fue Jesucristo.

Y ahora, vean ustedes cómo tenía que ser por medio de una mujer virgen de la descendencia del rey David; porque la promesa estaba hecha a David: que de su descendencia sería que Dios levantaría Uno que se sentaría en el Trono de David para siempre, para toda la eternidad. Ese es el hijo de David: la simiente de David prometida en la Escritura.

Aunque Salomón fue hijo de David y se sentó sobre el trono de David, pero eso fue temporalmente, y estuvo representando a Jesucristo, el que se sentaría en el Trono de David para toda la eternidad.

Así como también Jesucristo es el hijo de Abraham, pero Isaac es el hijo de Abraham que le fue prometido a Abraham, el cual vino según la carne por medio de Sara, la esposa de Abraham. Pero la simiente de Abraham, de la cual Dios le habló, en la cual serían benditas todas las familias de la Tierra3, era nada menos que Jesucristo.

Y por medio de Cristo todas las familias de los gentiles han estado siendo bendecidas: Por medio de la predicación del Evangelio, y por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, y recibir Su Espíritu Santo, los gentiles han estado siendo bendecidos y han estado recibiendo salvación personas como individuos, y han estado viniendo a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, de ese Israel celestial y de esa Jerusalén celestial.

Así como también del pueblo hebreo han estado viniendo a formar parte miles de personas en diferentes etapas, han venido a formar parte del Cuerpo Místico de Jesucristo; porque de ambos pueblos (del pueblo hebreo y del pueblo gentil) Dios está haciendo un nuevo pueblo4, un pueblo con vida eterna, que recibe la salvación y recibe el nuevo nacimiento, y por consiguiente recibe vida eterna; porque la vida eterna está escondida en nuestro amado Señor Jesucristo. Todo eso había sido profetizado y en Cristo fue cumplido.

Y ahora, vean ustedes cómo de edad en edad Dios ha estado llamando y juntando todas esas personas, todas esas almas de Dios que aparecen en este planeta Tierra en cuerpos mortales pero que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; esas son las ovejas de Cristo, el Buen Pastor. Y Cristo dijo que nadie las arrebataría de Su mano5; o sea que esas personas vienen de Dios.

Están representados también en el trigo, que son los hijos del Reino6; y están representados también en los peces buenos de la parábola de la red7.

Y ahora, aquí en San Juan, capítulo 10, versos 14 al 16, Cristo nos dice:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea que no son del Redil hebreo); aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

Ahora, vean cómo Cristo dice que tiene otras ovejas; esas son ovejas de entre los gentiles, personas que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, los cuales en el tiempo que les tocaría vivir escucharían la Voz de Cristo en su edad y dispensación, y creerían en Cristo como nuestro Salvador, lavarían sus pecados en la Sangre de Jesucristo, y recibirían el Espíritu de Jesucristo.

“… y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.

Eso ha estado ocurriendo de etapa en etapa, de edad en edad.

En este diagrama8 encontramos la Iglesia del Señor Jesucristo, y ha estado pasando de edad en edad entre los gentiles.

La primera edad se cumplió en Asia Menor, y su mensajero fue el apóstol San Pablo. San Pablo decía: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”9. Por medio de San Pablo Dios estuvo llamando de entre los gentiles, allá en Asia Menor, a Sus ovejas.

San Pablo en una ocasión quiso ir a Bitinia y el Espíritu Santo se lo impidió10, ¿por qué?, porque las ovejas de Cristo estaban en Asia Menor; y ahí tenía que ir San Pablo con el Mensaje del Evangelio de la Gracia, porque ahí escucharían la Voz de Cristo las ovejas que Cristo tendría en Asia Menor; y ahí se cumplió la primera etapa o edad de la Iglesia gentil, y de ahí se extendió el Mensaje para otras naciones.

Luego encontramos que la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta edad se cumplieron en Europa, en donde Cristo envió cinco mensajeros para cada edad, y donde Dios, por medio del mensajero de cada edad, llamó y juntó a Sus ovejas en cada una de estas cinco edades de la Iglesia gentil allá cumplidas en Europa; así como llamó y juntó en Asia Menor las ovejas que vivieron en esa primera etapa o edad de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por medio de cada uno de Sus ángeles mensajeros es que Cristo, vean ustedes, estuvo hablando en esas edades pasadas; porque escucharían Su Voz, y habría un Rebaño y un Pastor. El rebaño es el Cuerpo Místico de Cristo, o sea, la Iglesia del Señor Jesucristo; y la Voz de Cristo ha estado en estos mensajeros de cada edad.

Y la séptima edad de la Iglesia gentil se cumplió en Norteamérica, donde Dios envió a Su séptimo ángel mensajero, el reverendo William Branham, y por medio de él llamó y juntó a Sus ovejas en Norteamérica.

Y ahora, hemos llegado al tiempo final, y ya esas siete etapas o edades transcurrieron ya, y ya esos mensajeros se fueron. Y si ustedes lo quieren recibir, el reverendo William Branham fue el precursor de la Segunda Venida de Cristo; y ya se fue; pero dejó su Mensaje impreso y grabado en cintas magnetofónicas.

Él fue aquel Elías que vendría antes del día terrible de Jehová, él fue el Elías en su cuarta manifestación; porque cuando Dios promete la venida de Elías, lo que Él hace es enviar el ministerio del profeta Elías en otro hombre, en otro profeta.

Vean ustedes, cuando Eliseo abrió el Jordán con el manto de Elías, los hijos de los profetas cuando vieron eso dijeron: “El espíritu de Elías ha reposado sobre Eliseo”11. Esa fue la segunda manifestación del ministerio de Elías: fue en otro hombre, en Eliseo, la segunda ocasión.

La tercera ocasión fue en Juan el Bautista, del cual Cristo nos dice en San Mateo, capítulo 11, de la siguiente manera…; y quiero leer ese pasaje para que tengamos un cuadro claro de lo que es la promesa de un profeta, para venir un profeta que ya vino en el pasado.

Vean ustedes, cuando Cristo habló acerca de Juan el Bautista en el capítulo 11 de San Mateo, verso 9 en adelante, dijo:

“Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

Porque este es de quien está escrito:

He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,

El cual preparará tu camino delante de ti”.

Eso fue dicho por el profeta Isaías, en el capítulo 40, verso 3 en adelante.

“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”.

¿Cómo puede ser posible que el más pequeño del Reino de los Cielos sea mayor que Juan el Bautista, del cual Jesucristo dijo que es el más grande de los profetas que habían sido enviados? Es que el más pequeño del Reino de los Cielos es el más pequeño del Cuerpo Místico de Cristo, de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, los profetas del Antiguo Testamento son profetas del pueblo hebreo, que es el pueblo de los siervos. Y los miembros del Cuerpo Místico de Cristo son pertenecientes o pertenecen a los hijos e hijas de Dios. ¿Y qué es más grande: un siervo o un hijo? Un hijo de Dios para Dios es más grande que un siervo.

Y en la casa de los señores de los tiempos antiguos, ¿qué era más grande: un hijo, el hijo de ese dueño de esa gran hacienda, o el siervo más grande? El niño más pequeño recién nacido era mayor que el siervo más grande que tuviera cualquier hombre de la antigüedad.

Por ejemplo, en el caso de Abraham: El siervo Eliezer, el siervo más grande, era el administrador en la casa de Abraham; y si Abraham no llegaba a tener un hijo, ¿quién heredaba a Abraham?

Abraham dijo: “Mira, Dios, no me has dado descendencia, no me has dado un hijo; y por cuanto no tengo hijo, me va a heredar Eliezer, mi siervo”. Dios le dijo: “No te va a heredar tu siervo, no te va a heredar Eliezer; te va a heredar uno que saldrá de tus lomos”12. Y le dio hasta el nombre del hijo que tendría, le dijo que se llamaría Isaac, y que vendría por medio de Sara, aunque ellos estaban ya ancianos.

Pero ¿hay alguna cosa imposible para Dios? No la hay. “Los cielos y la tierra pasarán, pero mi Palabra no pasará”, dice Dios. Eso lo dice en el Antiguo Testamento13 y también en el Nuevo Testamento14.

Ahora, vean ustedes, por cuanto Abraham había creído la promesa divina, la Palabra de Dios, esa Palabra tenía que cumplirse en la vida de Abraham. No importaba el tiempo que transcurriera, Dios lo dijo y Dios tenía que cumplirlo. Porque Él cumple lo que Él prometió, porque “Él no es hombre, para que mienta, ni un hijo de hombre para que se arrepienta”15; como Él ha dicho, así Él hará.

Ahora, vean ustedes, Abraham cuando tenía 99 años, encontramos que le apareció Dios, antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra, y le habló nuevamente acerca del hijo que tendría.

Sara se rio, y Dios le dijo: “¿Por qué se ha reído Sara allá en su corazón?”. Sara le dijo: “No me he reído”, porque no se había reído exteriormente con sus labios sino en su corazón. Pero Dios le dijo: “Sí que te has reído”, así le dijo Elohim; y le dijo: “¿Hay alguna cosa imposible para Dios? Al tiempo señalado vendré y Sara tu mujer tendrá el hijo, un hijo”16.

Y ahora, vean ustedes que Sara tenía 89 años y Abraham 99 años; pero cuando Abraham cumplió 100 años y Sara 90, el hijo nació. ¿Qué sucedió en la vida de Abraham y Sara? Como estaban ancianitos, no podían tener hijos, pero Dios los rejuveneció y pudieron tener el hijo.

Vean ustedes, cuando (encontramos que a los 89 años de edad Sara, y Abraham 99) se fueron a otra ciudad, el rey de aquella otra ciudad, Abimelec, se enamoró de Sara17. ¿Y qué rey se va a enamorar de una anciana de 89 años? ¿Ve?

Así que Dios rejuveneció a Sara, y hasta el rey Abimelec se enamoró de ella. Y Sara era una mujer muy bella, muy hermosa; y ahora rejuvenecida estaba de nuevo jovencita y lista, Sara y Abraham, para tener el hijo prometido.

¿Y saben ustedes una cosa?: ¿que Dios ha prometido para cada uno de los creyentes en Él un rejuvenecimiento?

Dice Dios, dice Cristo (luego continuaremos aquí lo que estamos leyendo): En San Juan, capítulo 6, verso 39 al 40, dice:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Cada creyente en Cristo nacido de nuevo, si ha muerto su cuerpo físico, será resucitado en un cuerpo eterno en el Día Postrero. Y ese cuerpo eterno será joven: estará representando por la eternidad de 18 a 21 años de edad. Y nosotros los que vivimos seremos transformados, y tendremos un cuerpo eterno y jovencito, representando también de 18 a 21 años de edad; y eso será para toda la eternidad.

Y ahora, vean cómo será para el Día Postrero. Cristo dijo que será en el Día Postrero; dice:

“… yo le resucitaré (¿cuándo?) en el día postrero”.

Bueno, ¿y cuál es el Día Postrero?, porque hace muchos años que todos los predicadores han estado diciendo que estamos viviendo en los días postreros. ¿Qué son los días postreros?

Miren, no solamente los predicadores de este tiempo en que vivimos han estado diciendo que estamos viviendo en el Día Postrero, sino que los predicadores del tiempo de Jesús y de los apóstoles también dijeron que ellos estaban viviendo en el Día Postrero o en los días postreros.

Miren a San Pablo aquí hablando en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3; dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas…”.

¿Por medio de quién habló Dios? Por medio de los profetas. Esa es la forma que Dios usa siempre para hablarle a los seres humanos.

Un profeta es un hombre enviado por Dios con las dos consciencias juntas: consciente y subconsciente están juntos; y por eso él puede escuchar la Voz de Dios en otra dimensión; y aun él puede estar escuchando la Voz de Dios, y estar las personas presentes y no escuchar nada, porque él está en otra dimensión escuchando la Voz de Dios, donde no pueden ir los demás seres humanos que no tienen las dos consciencias juntas.

Ahora, sigue diciendo:

“… en estos postreros días (Dios) nos ha hablado por el Hijo…”.

¿Cuándo dice que nos ha hablado por el Hijo? “En estos postreros días”. Y ya han transcurridos dos mil años, y San Pablo diciendo que estaban ellos en los postreros días cuando Cristo estaba en la Tierra predicando. ¿Es que San Pablo se equivocaría?, ¿se equivocó San Pablo diciendo que eran los postreros días, y ya han transcurrido dos mil años, y no eran los postreros días? Él no se equivocó. Vean, sigue diciendo:

“… a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

Ahora, veamos también las palabras de San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, y así tendremos un cuadro claro de lo que son los días postreros. Capítulo 2, verso 14 en adelante, cuando ellos recibieron el Espíritu Santo el Día de Pentecostés, donde estaban 120 en el aposento alto, muchas personas pensaron que estaban borrachos; y Pedro puesto en pie, dice:

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día (o sea, de 8 a 9 de la mañana).

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel…”.

Fue San Pedro ¿a qué? A la Palabra profética; porque la Palabra profética siempre habla las cosas que Dios va a realizar en cada edad y en cada dispensación. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”.

Y vean, Dios había profetizado por medio del profeta Joel acerca de los postreros días, y había dicho que derramaría de Su Espíritu sobre toda carne. Vamos a ver, dice:

“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:

Y en los postreros días, dice Dios,

Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,

Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;

Vuestros jóvenes verán visiones,

Y vuestros ancianos soñarán sueños;

Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días

Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”.

Y ahora, vean cómo San Pedro nos dice aquí que Dios por medio del profeta Joel dijo que en los postreros días Él derramaría de Su Espíritu sobre toda carne. Y eso es lo que está sucediendo allí en el Día de Pentecostés: Dios está derramando de Su Espíritu sobre toda carne, y por consiguiente los días postreros habían comenzado; y todavía estamos viviendo en los días postreros.

Y todo predicador puede libremente decir que estamos viviendo en los días postreros, y no está mintiendo; y San Pablo podía decir que estaban viviendo los días postreros y no estaba mintiendo.

Y ahora, entonces, ¿qué son los días postreros? El misterio es que un día delante del Señor es como mil años para los seres humanos, y mil años de los seres humanos es un día delante del Señor; Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, así lo dice; y ahí está el secreto de que en aquellos días se estaba viviendo en los días postreros.

Vean ustedes, aquí dice… capítulo 3, verso 8, de Segunda de Pedro, dice:

“Mas, oh amados, no ignoréis esto (es algo que no se puede ignorar, porque si uno lo ignora estaría perdido en cuanto a comprender lo que son los días postreros. Dice): que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.

Y en el Salmo 90, verso 4, que es un salmo del profeta Moisés, también nos da testimonio de que un día delante de Dios es como mil años. De ahí San Pedro tomó esa Escritura.

Y ahora, ¿cómo es que en los días de Jesús y en los días de los apóstoles se estaba viviendo en los días postreros? Es que siendo, un día delante de Dios, mil años para los seres humanos, cuando Jesucristo tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio; y el quinto milenio es el primero de los días postreros. Delante de Dios los días postreros, para los seres humanos son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.

¿Vieron lo sencillo que es?, ¿vieron que no hay ninguna contradicción?, ¿vieron que los apóstoles no se equivocaron pensando o diciendo que ellos estaban viviendo en los días postreros? ¡Claro que sí! Ellos estaban viviendo en el primero de los días postreros, y Jesús vivió en el primero de los días postreros.

De los 4 a 7 años de edad en adelante había comenzado el primero de los días postreros, que para los seres humanos es el primero de los milenios postreros; así como los días postreros de la semana son: jueves, que es el quinto día; viernes, que es el sexto día; y sábado, que es el séptimo día.

Y ahora, ¿cuál es el Día Postrero delante de Dios para los seres humanos? Es el séptimo milenio para los seres humanos. El séptimo milenio para los seres humanos es el Día Postrero delante de Dios. Y para el Día Postrero delante de Dios es que Cristo dijo: “Yo le resucitaré en el Día Postrero”. Ese es el Día Postrero del cual habló Cristo en esta profecía.

Por eso es que en el quinto milenio no ocurrió la resurrección de los santos del Nuevo Testamento; aunque ocurrió la resurrección de los santos del Antiguo Testamento cuando Cristo resucitó, y con Él resucitaron los santos del Antiguo Testamento, nos dice San Mateo, capítulo 27, verso 50 al 54.

Y los santos del Nuevo Testamento resucitarán en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo y tener un cuerpo eterno; y los que estamos vivos seremos transformados luego que los muertos en Cristo hayan resucitado; porque será a la Final Trompeta, nos dice San Pablo en su carta a los Corintios, en Primera de Corintios… Vamos a leerla para que tengan ustedes el cuadro claro de lo que estamos hablando, porque toda cosa que Dios va a hacer tiene que estar en la Palabra profética.

Dice Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 en adelante, dice:

Y así como hemos traído la imagen del terrenal (o sea, de Adán), traeremos también la imagen del celestial (o sea, la imagen de Jesucristo, que es el celestial).

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.

O sea que no podemos heredar el Reino de Dios, y estar como reyes y sacerdotes con Cristo reinando, con este cuerpo mortal, corruptible y temporal; tiene que ser con un cuerpo nuevo, con un cuerpo eterno, el cual Él ha prometido para todos nosotros.

Porque la corrupción no hereda la incorrupción; o sea, este cuerpo corruptible no puede vivir eternamente sin corromperse. Ya de los 70 a los 100 años ya se pone avanzado en edad, va decayendo, se va poniendo muy anciano y muere, o por edad avanzada, o por alguna enfermedad, o por algún accidente o algún problema; porque es mortal, corruptible y temporal (este cuerpo). O sea que con este cuerpo no es que vamos a reinar con Cristo como reyes y sacerdotes.

Ahora, sigue diciendo el apóstol San Pablo:

“He aquí, os digo un misterio (es un misterio del Reino de Dios): No todos dormiremos (o sea, no todos vamos a morir); pero todos seremos transformados…”.

Viene una transformación para los cuerpos mortales de los hijos e hijas de Dios, para los cuerpos de los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Para los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo viene una transformación, y entonces tendremos un cuerpo eterno, todos seremos transformados. ¿Cuándo?

“… en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta…”.

Recuerden que si es a la Final Trompeta, entonces los hijos e hijas de Dios en el Día Postrero, en donde será la resurrección, escucharán esa Trompeta Final.

“… porque se tocará la trompeta…”.

Siempre la Trompeta ha sido la Voz de Dios, la Voz de Dios por medio de un profeta aquí en la Tierra.

Cristo, vean ustedes, en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, habla en el Día Postrero, en el Día del Señor, y Juan escucha esa Voz. Dice Juan el apóstol:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor…”.

¿Cuál es el Día del Señor? Es el Día Postrero, es el séptimo milenio. Así como para el pueblo hebreo el día del Señor de la semana era el séptimo día de la semana, que es tipo y figura del séptimo milenio. Dice:

“… y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

Vean, Juan no escuchó una trompeta literal, sino la Voz de una persona que dice que es el Alfa y Omega, y que es el primero y el último. ¿Y quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? Pues nuestro amado Señor Jesucristo.

Juan en el Día del Señor escuchó la Voz de Cristo con un Mensaje de Gran Voz de Trompeta, o sea, con un Mensaje dispensacional. Ese es el Mensaje del Evangelio del Reino, esa es la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, donde somos llamados a arriba (porque ya estas edades ya pasaron). Somos llamados acá arriba, a la Edad de la Piedra Angular, donde Cristo nos habla con esa Gran Voz de Trompeta las cosas que han de suceder.

Y ahora, veamos lo que nos dice en Apocalipsis, capítulo 4, dice:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta (aquí está la Voz de nuevo, la Voz de Cristo, como de trompeta), hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Aquí la promesa es que si subimos acá, Él nos mostrará las cosas que han de suceder después de estas que han sucedido en las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.

No es que tenemos que subir al Cielo para ir a escuchar en el Cielo estas cosas que deben suceder, sino que tenemos que subir a una edad celestial: la Edad de la Piedra Angular.

Si estuviéramos viviendo en el tiempo de San Pablo, y él fuera a darnos a conocer estas cosas que deben suceder en este Día Postrero, tendríamos que ir a la edad, subir a la edad primera; a la edad primera, en donde estaba San Pablo como el mensajero de esa primera edad, y en donde estaba Cristo hablándole a Su pueblo, y llamando y juntando a Sus escogidos, a Sus ovejas, en esa edad. Y por medio de San Pablo, Cristo nos hubiera dado a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Pero ya han transcurrido las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, y ya se fueron los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil; por lo tanto, ya por medio de ellos no nos puede hablar en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.

Nos habló por medio de ellos en el quinto milenio y el sexto milenio, pero ahora en el séptimo milenio, Él nos habla todas las cosas que deben suceder pronto; pero ¿por medio de quién? Vamos a ver por medio de quién.

En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, nos dice de la siguiente manera:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel (¿a quién ha enviado? A Su Ángel), para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿Para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto, nos muestra por medio de Su Ángel Mensajero, aquí en la Edad de la Piedra Angular, las cosas que deben suceder pronto, las cuales Cristo dijo en Apocalipsis, capítulo 4, que nos daría a conocer.

Y por eso nos dijo: “Sube acá (¿a qué edad? A la Edad de la Piedra Angular), y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de estas”.

Siempre encontramos la Palabra de Dios ¿dónde? En la boca de un profeta. “Yo pondré Mis Palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, Cristo reconfirma aquí que Él envía a Su Ángel Mensajero. Dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

¿A quién envía? A Su Ángel Mensajero, ¿para qué? Para dar testimonio de estas cosas en las iglesias. Nadie podrá comprender las cosas que deben suceder pronto, en el Día Postrero, en el séptimo milenio, excepto por medio del Ángel del Señor Jesucristo.

¿Cuántos de ustedes sabían que los días postreros eran el quinto, sexto y séptimo milenio? ¿Cuántos sabían que el Día Postrero era el séptimo milenio? Pues no lo sabían, pero ya lo sabemos, ¿por qué? Por medio de la Voz de Cristo a través de Su Ángel Mensajero.

Ahora, vean EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA en el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, la Palabra profética dando a conocer las cosas que deben suceder pronto.

Viene dando a conocer esas cosas que deben suceder pronto, porque es un profeta: es el profeta de la Dispensación del Reino, es el último profeta que Dios envía a este planeta Tierra. Ese es el profeta de la última dispensación: de la Dispensación del Reino y de la Edad de la Piedra Angular.

Ese profeta viene con el Mensaje de la Dispensación del Reino, que es el Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Así como el Mensaje de la Dispensación de la Gracia, que es el sexto Mensaje dispensacional, para la sexta dispensación, gira alrededor ¿de qué? De la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario.

Y vean ustedes cómo cada dispensación tiene su propio Mensaje y tiene su mensajero dispensacional.

Este Ángel Mensajero, siendo el profeta de la Dispensación del Reino con el Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, es el que trae la revelación del misterio de la Segunda Venida de Cristo para darlo a conocer a la Iglesia del Señor Jesucristo, y así darles la fe para ser transformados y raptados en el Día Postrero.

Es con ese Mensaje que los escogidos en el Día Postrero son llamados y juntados, y colocados en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular.

Cristo en San Mateo, capítulo 24, verso 31, nos dijo:

“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

Vamos a ver: “… desde un extremo del cielo hasta el otro” (San Mateo, capítulo 24 y verso 31).

Esa Trompeta o Gran Voz de Trompeta es el Mensaje del Evangelio del Reino, es la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero, por medio del último profeta que Dios enviará.

Ahora, Dios dijo: “Y cualquiera que no oyere Mis palabras que él hablare en Mi Nombre, yo le pediré cuenta”. Deuteronomio, capítulo 18, verso 19.

Cuando Dios envía un profeta, coloca Su Palabra en la boca de ese profeta; y los que escuchan a ese profeta están escuchando la Voz de Dios, la Voz de Cristo, por medio de un profeta, de un ser humano.

Y el que la rechaza, pues está rechazando la Voz de Dios; y por consiguiente, está rechazando a Dios; y por consiguiente pierde el derecho a ser parte del pueblo de Dios y pierde el derecho a la vida eterna.

Dice: “Yo le pediré cuenta”. Y en el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 22 al 23 dice: “Yo le desarraigaré del pueblo”.

Ahora, vean la responsabilidad que cada ser humano tiene cuando Dios envía un profeta a este planeta Tierra. Lo envía con Su Palabra en la boca de ese profeta. Y Dios dijo al profeta Moisés, y dijo el profeta Moisés: “A él oíd, a él oiréis”.

Ahora, vean ustedes que esto es algo muy serio delante de Dios.

Dice el Señor Jesucristo: “El que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”18. Recibe el beneficio para lo cual Dios ha enviado ese profeta.

Y aquí la promesa es que Él envía Su Ángel Mensajero para dar testimonio de estas cosas que deben suceder pronto. Y los que lo reciben, reciben el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto; y así obtienen el conocimiento del misterio de la Segunda Venida de Cristo; obtienen el conocimiento del misterio de lo que son los días postreros; obtienen el conocimiento del misterio de lo que es la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, que es el Mensaje del Evangelio del Reino; reciben el conocimiento de quiénes son y lo que son los Ángeles del Hijo del Hombre, que son los Dos Olivos, que son Moisés y Elías, son los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose en el Día Postrero.

Vean, cuando Dios promete que enviará un profeta que ya envió en el pasado, cuando Él cumple esa promesa, vean ustedes, es el ministerio de aquel profeta viniendo en otro profeta.

Y ahora continuamos con la lectura que teníamos casi al principio, de San Mateo, capítulo 11, verso 9 al 14; y vamos por el verso 11, donde dijo Jesús:

“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”.

Ya ustedes vieron que es mayor porque pertenece al Cuerpo Místico de Cristo, pertenece a los hijos e hijas de Dios; y un hijo es mayor que un siervo.

Y sigue diciendo:

“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”.

Las otras versiones antiguas dicen: “Y los valientes lo arrebatan” [RVR-1909]. Sigue diciendo:

“Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan”.

Ahora, algunos piensan que esto significa que después de Juan el Bautista no vendrían más profetas. ¿Jesús no era un profeta?, y era un profeta mayor que Juan. ¿Y los apóstoles? Vean ustedes, San Pedro era profeta también, profetizó de cosas que vendrían para los días postreros y para el Día Postrero también; y San Pablo era apóstol y profeta también, tenemos las profecías de San Pablo.

Y vean ustedes que hay profetas también en la Dispensación de la Gracia.

Y para la Dispensación del Reino también tenemos la promesa del profeta mensajero de la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino.

Ahora, vean ustedes, es que los profetas de la Dispensación de la Ley llegaron hasta Juan el Bautista; Juan el Bautista fue el último de los profetas de la Dispensación de la Ley; pero apareció Cristo, el profeta más grande, mayor, en y para la Dispensación de la Gracia. Y allí, cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús, se estaba entrelazando la Dispensación de la Gracia con la Dispensación de la Ley.

Ahora, sigue diciendo Jesús, hablando de Juan el Bautista, dice:

“Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”.

Y se llamaba Juan. ¿Cómo puede ser esto? Dios prometió que enviaría a Elías, y ahora cuando se cumple esa promesa se llama Juan el Bautista la persona donde se cumple la promesa de la venida de Elías. Es que Juan el Bautista vino con el ministerio y espíritu y poder de Elías; el ministerio de Elías estaba cumpliéndose, estaba siendo manifestado en Juan el Bautista.

También el Arcángel Gabriel habló de Juan el Bautista, le habló al sacerdote Zacarías (que vino a ser el padre de Juan el Bautista), en el capítulo 1 de San Lucas, verso 11 en adelante, dice:

“Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.

Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.

Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.

Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;

porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.

Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.

E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.

Vean, el Arcángel Gabriel le dice al sacerdote Zacarías que este niño que ellos tendrán, Zacarías y su esposa tendrán, vendrá con el espíritu y poder de Elías; y eso sería la venida de Elías en su tercera manifestación.

Siempre que Dios ha prometido enviar un profeta de nuevo, es el ministerio de ese profeta en otro hombre, el cual se llama del nombre que los padres le colocan cuando lo registran – lo presentan a Dios y lo registran también. Y así sería registrado Elías en su tercera manifestación, sería registrado con el nombre de Juan, Juan el Bautista; porque el hombre no sería literalmente el profeta Elías; sería otro hombre del tiempo presente de Jesús pero con el ministerio del profeta Elías. Y así siempre ha sido.

Vean, el Señor Jesús también en otra ocasión, hablando de Juan el Bautista, cuando bajó del Monte de la Transfiguración… Habían visto en el Monte de la Transfiguración al profeta Elías y al profeta Moisés, en la visión de la Venida del Reino de Dios, y vieron al Hijo del Hombre viniendo en Su Reino cuando vieron a Cristo con Su rostro resplandeciendo como el sol; porque la Venida del Señor, Su Segunda Venida, es como el Sol de Justicia naciendo, nos dice el profeta Malaquías, en el capítulo 4 y verso 2, diciendo:

“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.

¿Por qué la Segunda Venida de Cristo es como el Sol de Justicia naciendo? Porque el sol es el astro rey, y Jesús es el Rey de reyes y Señor de señores, y Jesucristo viene como Rey de reyes y Señor de señores en Su Segunda Venida. Por eso también es utilizado el símbolo del León de la tribu de Judá, porque el león es el rey de los animales, y Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores. El león y el sol representan a Cristo como Rey en Su Segunda Venida.

Y ahora, vean ustedes que aquella visión que ellos vieron allí en el Monte de la Transfiguración está mostrando lo que sucederá en el Día Postrero, en donde estarán los ministerios de Moisés por segunda vez y de Elías por quinta vez manifestados aquí en la Tierra, en la Venida del Reino de Dios, y el Hijo del Hombre viniendo en Su Reino.

Ahora vean, cuando bajaron del Monte de la Transfiguración, en el capítulo 17, verso 10 en adelante, dice así [San Mateo]:

“Entonces sus discípulos le preguntaron (a Jesús), diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?”.

Porque ellos esperaban literalmente al profeta Elías. Y ahora, vean ustedes, ya Jesús en el capítulo 11 había dicho que Juan el Bautista era el Elías que tenía que venir.

“Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas (o sea, para el tiempo final Elías vendrá y restaurará todas las cosas).

Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.

Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.

Ahora, vean ustedes que la venida de Elías precursando la Primera Venida de Cristo fue el ministerio del profeta Elías por tercera ocasión, manifestado en carne humana en la persona de Juan el Bautista; y fue el Espíritu Santo, que estaba en Juan el Bautista, el que operó ese ministerio de Elías por tercera ocasión.

Lo había operado por primera ocasión en Elías Tisbita, ¿quién? El Espíritu Santo. El Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo fue el que profetizó en los profetas del Antiguo Testamento, y anunció los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían después de esos sufrimientos, nos dice el apóstol San Pablo. Y luego nos dice… Vean ustedes, esto está en el capítulo 1, verso 10 al 12, dice [Primera de Pedro]:

“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos (el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo), el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.

A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.

Vean ustedes cómo el Espíritu de Cristo estaba en los profetas del Antiguo Testamento; y estuvo en Juan el Bautista precursando la Primera Venida de Cristo, y estuvo también en Eliseo, y estuvo también en el profeta Elías.

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo les mostró en estas dos ocasiones que Juan el Bautista era el Elías que tenía que venir en aquel tiempo, y se llamaba Juan. El Arcángel le dijo que le pusieran por nombre Juan, porque el hombre no era Elías; el ministerio era el ministerio de Elías, pero el hombre, el velo de carne se llamaba Juan el Bautista.

Y ahora, para precursar la Segunda Venida de Cristo también tenemos la promesa que Elías vendrá y restaurará todas las cosas, o sea, restaurará el corazón de los hijos a los padres apostólicos, a la fe de los apóstoles. Y así se cumplirá el ministerio de Elías en su cuarta manifestación, el cual se llamó William Branham, si ustedes lo quieren recibir. Él fue el Elías que tenía que venir precursando o preparando el camino, preparándole el camino a la Segunda Venida de Cristo, y él fue el mensajero de la séptima de edad de la Iglesia gentil que se cumplió en Norteamérica.

Y ahora, vean cómo el ministerio de Elías se ha manifestado ya por cuatro ocasiones en el pasado. Y está prometido para ser manifestado en el Día Postrero, en el séptimo milenio, como uno de los Dos Olivos.

Si ustedes miran en Apocalipsis 11, verso 3 en adelante, ustedes verán que las cosas que son realizadas bajo el ministerio de los Dos Olivos y de los Dos Candeleros, son las cosas que hicieron Elías y también Moisés: Haciendo descender fuego del cielo, eso lo hizo Elías, el profeta Elías y también el profeta Moisés; y convirtiendo las aguas en sangre, eso lo hizo el profeta Moisés; y trayendo plagas sobre la Tierra, eso lo hizo el profeta Moisés, y también el profeta Elías.

Y ahora, vean ustedes cómo ellos trajeron los juicios divinos: Moisés sobre el pueblo egipcio; y Elías también trajo juicios divinos, trajo también la sequía de tres años y medio, tipo y figura de lo que sucederá durante la gran tribulación.

Y ahora, vean ustedes que en Apocalipsis, capítulo 11, dice que tendrán poder sobre todas las plagas, y podrán ordenar que no llueva sobre la Tierra en el tiempo de su ministerio, o sea, en el tiempo de la gran tribulación en medio del pueblo hebreo.

Ahora, estos ministerios estarán manifestados en el Día Postrero también, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Venida de Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; porque por medio de Su Ángel Mensajero, el profeta de la Dispensación del Reino, Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino, así como estuvo manifestado en cada uno de los mensajeros de estas siete edades de la Iglesia gentil.

Ahora, el Ángel del Señor Jesucristo no es el Señor Jesucristo.

El apóstol San Juan, en el capítulo 19 del Apocalipsis, y verso 9 al 10, quiso adorar al Ángel, y él le dijo que no lo hiciera. Dice así:

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.

Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

Vean, si este Ángel hubiera sido el Señor Jesucristo hubiera permitido la adoración que Juan le estaba ofreciendo; pero por cuanto es el último profeta, el profeta de la Dispensación del Reino con el Mensaje del Evangelio del Reino, a través del cual Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado en el Día Postrero dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, colocando en la boca de ese profeta Su Palabra para el Día Postrero, y revelándonos así todas estas cosas que deben suceder, vean ustedes, este Ángel Mensajero no acepta la adoración de Juan, ni de persona alguna. Dice:

“Adora a Dios…”.

En Apocalipsis 22, versos 7 al 9, Juan vuelve a postrarse a los pies del Ángel para adorarlo. Y veamos lo que sucede:

“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas”.

¿Quién le mostró toda esta revelación apocalíptica a Juan el apóstol? El Ángel del Señor Jesucristo. Él es el enviado con la revelación de Jesucristo de todas estas cosas que deben suceder pronto.

“Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”.

Vean ustedes, Juan viendo la manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo en Su Ángel Mensajero, pensó que podía adorar al Ángel; pero el Ángel le dijo que no lo podía hacer.

Ahora, podemos ver que Juan por medio del Ángel de Jesucristo escuchó la Voz de Cristo, esa Voz como de Trompeta o de Gran Voz de Trompeta, dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto. A Juan le fueron dadas a conocer en forma simbólica, y a la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero le son dadas a conocer en el significado o contenido de estos símbolos apocalípticos, proféticos, contenidos en el libro del Apocalipsis.

Y vean ustedes, el Ángel del Señor Jesucristo es el enviado en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, porque ese es el profeta de la Dispensación del Reino, con el Mensaje de la Dispensación del Reino, con el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, que es la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero hablándonos y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Y siendo el último profeta tiene la última Trompeta, la última Trompeta dispensacional; por eso es señalada como una Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final.

Es el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, con el cual son dadas a conocer todas estas cosas a todos los escogidos de Dios, a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo en la etapa de la Edad de la Piedra Angular en este Día Postrero; y esa es la Trompeta Final.

“… (porque) todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles…”.

¿Cómo serán resucitados los muertos en Cristo, nos dice San Pablo aquí en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 55? Serán resucitados incorruptibles, o sea, en cuerpos inmortales; cuerpos inmortales, incorruptibles y jovencitos, que estarán representando (en esos cuerpos) de 18 a 21 años de edad. Ya no tendrán más el cuerpo mortal, corruptible y temporal que habían tenido aquí en la Tierra.

Y para nosotros los que vivimos y que veamos a los muertos en Cristo resucitados en el Día Postrero, cuando ellos resuciten… porque todavía no han resucitado, pero van a resucitar.

Y ahora, ¿qué sucederá con nosotros los que vivimos en este tiempo, si ocurre la resurrección de los muertos en Cristo? Si ocurre la resurrección de los muertos en Cristo, ¿qué sucederá con los creyentes en Cristo que han lavado sus pecados en la Sangre de Jesucristo y han recibido el Espíritu de Cristo, y por consiguiente han nacido de nuevo y están en el Cuerpo Místico de Cristo en este Día Postrero? Vean ustedes lo que sucederá:

“… y nosotros seremos transformados”.

O sea que seremos cambiados en nuestros átomos, y entonces tendremos el cuerpo eterno que Él ha prometido para todos los creyentes en Él, para todos los que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y han recibido Su Espíritu Santo, y por consiguiente han nacido de nuevo, han nacido en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Iglesia del Señor Jesucristo. Dice:

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

Ya no habrá más muerte física para los hijos e hijas de Dios. No habrá más muerte física para los escogidos de Dios, no habrá más muerte física para los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo. Estaremos en un cuerpo eterno, como reyes y sacerdotes, y reinaremos con Cristo durante el Reino Milenial y luego por toda la eternidad. Y nunca nos enfermaremos, nunca nos pondremos viejos y nunca moriremos.

Esa es la promesa para todos los que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo, y por consiguiente han nacido de nuevo; porque es necesario nacer de nuevo, dijo Cristo a Nicodemo; porque el que no nazca de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios, no puede ser un miembro del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

No es por medio de decir: “Yo me voy a unir a la Iglesia de Jesucristo”. Es por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo y recibir Su Espíritu Santo; y así es como nacemos en el Reino de Dios. “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es”19.

Así que vean ustedes la promesa que hay para los escogidos de Dios. Por eso es que San Pablo, en Efesios, capítulo 4, verso 30, dice:

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

¿Cuál es el Sello de Dios? El Espíritu Santo, ¿para el día de qué? De la Redención, para el día en que los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados; esa es la redención para nuestros cuerpos.

La redención del cuerpo es la transformación de nuestros cuerpos para los que estamos vivos, y la resurrección en cuerpos eternos para los que partieron en las edades pasadas pero que habían creído en Cristo y habían lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, y habían recibido el Espíritu de Jesucristo.

En Romanos, capítulo 8, verso 18 en adelante, nos dice San Pablo:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

Cuando tengamos el nuevo cuerpo, ahí estarán las glorias venideras siendo manifestadas en el nuevo cuerpo que hemos de tener.

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”.

Aguardar la manifestación de los hijos de Dios ¿en qué? En cuerpos eternos. Dice:

“Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu…”.

Las primicias del Espíritu es el bautismo del Espíritu Santo. Cuando la persona ha creído en Cristo, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y ha recibido el Espíritu de Cristo, así ha recibido las primicias del Espíritu; y ha recibido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de la sexta dimensión, en el cual va a vivir cuando la persona físicamente muere; cuando muere su cuerpo físico, va al Paraíso a vivir en ese cuerpo teofánico.

Es un cuerpo parecido al nuestro pero de otra dimensión, de la sexta dimensión; y para el Día Postrero regresarán con ese cuerpo teofánico y recibirán un cuerpo eterno también, y entrarán a ese cuerpo eterno, y vivirán dentro de ese cuerpo eterno. Tendrán dos cuerpos; porque todo ser humano tiene dos cuerpos: tiene el cuerpo físico y tiene el cuerpo espiritual, que es su espíritu; es otro cuerpo, pero de otra dimensión.

Y ahora, vean ustedes, aquí dice que habrá una liberación, dice que:

“… porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

O sea, la transformación de nuestro cuerpo para los que estamos vivos, y la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos. Esa es la redención del cuerpo: es el cuerpo nuevo; es ser transformados si estamos vivos, o ser resucitados en un cuerpo eterno; y así la redención del cuerpo se lleva a cabo.

Redimir es ‘volver al lugar en donde estaba primero’; y el ser humano antes de su caída estaba viviendo en un cuerpo que no tenía límite de vida si no pecaba.

Y Jesucristo, cuando vino a la Tierra en un cuerpo humano, dijo20: “Nadie me quita la vida. Yo la pongo por Mí mismo para volverla a tomar”.

Así que Jesús, habiendo venido por medio de un cuerpo, y en un cuerpo que no fue formado por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino por creación divina: vino en un cuerpo que no tenía límite de tiempo, un cuerpo eterno. Y para ese cuerpo poder morir, tuvo que tomar nuestros pecados (los pecados de los seres humanos) para hacerse mortal; porque la paga del pecado es muerte21. Y Jesús, como no tenía pecado, no podía morir. Decía: “Nadie me quita la vida”. Ahora dijo: “Yo la pongo por Mí mismo para volverla a tomar”. Y para poner Su vida por nosotros, pues tomó nuestros pecados y se hizo mortal.

Y ahora, vean ustedes, Cristo ha prometido que seremos a imagen y semejanza Suya, seremos personas con cuerpos eternos, como nuestro Señor Jesucristo, y con un espíritu teofánico eterno también. Y así estaremos como reyes y sacerdotes con Cristo, en el glorioso Reino Milenial y por toda la eternidad. Eso es lo que Cristo ha prometido para los creyentes en Él que han recibido Su Espíritu Santo, los cuales tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, vean que todo lo que Dios realizará está en la Palabra profética.

Por eso es que cuando Cristo estuvo aquí en la Tierra, vean ustedes, Él siempre estaba citando las Escrituras y estaba cumpliendo también las Escrituras.

Por ejemplo, en San Lucas, capítulo 4 y versos 12 en adelante, cuando fue a la ciudad de Nazaret, donde Él se había criado, vean ustedes lo que sucedió. Capítulo 4, verso 14 en adelante, dice:

“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.

Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos;

A poner en libertad a los oprimidos;

A predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Ahora, vean cómo nuestro amado Señor Jesucristo toma las Escrituras, y las Escrituras correspondientes a aquel tiempo que tenían que ser cumplidas por el Mesías. Toma, por ejemplo, esta Escritura de Isaías 61, la lee; y por cuanto Él era el cumplimiento de la Venida del Mesías, dice a ellos: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

¿Cómo estaba cumplida esa Escritura? Pues estaba cumplida en la persona de Jesús de Nazaret; porque todo lo que Dios va a hacer, primero lo ha hablado por medio de Sus profetas, por lo tanto, está en la Palabra profética.

San Pedro dice que tenemos que estar atentos a la Palabra profética, como una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el Lucero de la Mañana salga en nuestros corazones22.

Ahora, podemos ver que tenemos que estar atentos a la Palabra profética correspondiente al tiempo que nos ha tocado vivir, porque esa es la Palabra que tiene que ser cumplida en nuestro tiempo.

Así como en el tiempo de Jesús, la Palabra profética correspondiente a la Primera Venida del Mesías fue cumplida en la persona de Jesús. Por eso Él tomaba las profecías que hablaban de la Primera Venida de Cristo y las leía, y les daba testimonio que se estaban cumpliendo en Él.

Vean otra Escritura que nos habla de la Palabra profética siendo cumplida en la persona de Jesús: San Mateo, capítulo 4, verso 12, en adelante, dice:

“Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,

para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

Camino del mar, al otro lado del Jordán,

Galilea de los gentiles;

El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;

Y a los asentados en región de sombra de muerte,

Luz les resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

Ahora, vean ustedes cómo con la Venida de Jesús a la tierra de Zabulón y de Neftalí, al otro lado del Jordán, en Galilea de los gentiles, se cumplió esta promesa que la tierra o el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz, y los asentados en región de sombras de muerte, Luz les resplandeció23.

Ahora, vean ustedes que con la presencia de Cristo en medio de ellos, la Luz estaba resplandeciendo cuando Cristo estaba predicando la Palabra en medio de ellos.

Cristo dijo: “Yo soy la Luz del mundo; y el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida”24, o sea, la Luz de la vida eterna. Él es la Luz que alumbra a todo hombre25.

Y ahora, vean ustedes, la Luz estaba en carne humana. La Luz estando en carne humana está alumbrando el entendimiento de los seres humanos, y el alma de los seres humanos, con su predicación. Esa es la forma en que la Luz, Cristo, alumbra el alma, el corazón y la mente, y el entendimiento de los seres humanos.

Por medio también de los mensajeros de las siete edades, alumbró el alma y el entendimiento de los seres humanos en estas edades; y ahora, en este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, alumbra nuestra alma y nuestro entendimiento, Cristo en Su manifestación final por medio de Su Ángel Mensajero, y cumple en forma progresiva las profecías correspondientes al Día Postrero.

Porque es Cristo en Espíritu Santo en el Día Postrero manifestándose por medio de Su Ángel Mensajero, ¿dónde? Así como hubo un territorio para cada edad…: Asia Menor para la primera edad, y un mensajero allá: San Pablo. Y para las cinco edades siguientes, que se cumplieron en Europa, vean ustedes, hubo un territorio, diferentes naciones europeas donde se cumplieron esas cinco edades, y hubo cinco mensajeros en esos territorios. Y luego para la séptima edad o etapa hubo un territorio, que fue Norteamérica, y hubo un mensajero que fue el reverendo William Branham, el cual vino con el espíritu y virtud de Elías en su cuarta manifestación. Él es el Elías que precursaría la Segunda Venida de Cristo, y ya se fue.

Y ahora, ¿cuál es el territorio para la manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo en Su Ángel Mensajero, en el profeta de la Dispensación del Reino, para dar testimonio de estas cosas que deben suceder pronto, y así alumbrarnos el entendimiento y el alma para poder comprender todos estos misterios de las profecías correspondientes al Día Postrero? El territorio, vean ustedes, así como pasó de Asia Menor a Europa, y luego de Europa a Norteamérica, pasa de Norteamérica a la América Latina y el Caribe.

Ese es el territorio en donde Cristo estaría manifestado en Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y así alumbrándonos el alma y el entendimiento para poder comprender todos estos misterios de la Palabra profética correspondiente al Día Postrero.

Y poder comprender que los ministerios de los Dos Olivos, que son los ministerios de Moisés y Elías, son la manifestación del Espíritu Santo en Su Ángel Mensajero, operando el ministerio de Elías por quinta ocasión y el ministerio de Moisés por segunda ocasión; y estará también el ministerio de Jesús manifestado en el Día Postrero, por el Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero. Estos tres grandes ministerios están prometidos para ser manifestados en el Día Postrero.

Y ahora, hemos visto el misterio de los ministerios de Moisés por segunda ocasión, y de Elías por quinta ocasión, y el ministerio de Jesús para el Día Postrero también. Hemos visto estos misterios que están contenidos en la Palabra profética correspondiente al Día Postrero.

En Apocalipsis, capítulo 11, verso 3, en adelante, y Zacarías, capítulo 4, tenemos la promesa de la Venida de los Dos Olivos y de los Dos Candeleros, que es la Venida de los Dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios.

Y ahora, hemos visto EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA, y hemos visto que todo es sencillo.

Todo es sencillo para todos los hijos e hijas de Dios que estarán viviendo en este Día Postrero, y que escucharán la Voz de Cristo como una Gran Voz de Trompeta a través de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

“Escudriñad las Escrituras (dijo Cristo); porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí”26.

¿Quiénes son las que dan testimonio de Cristo? Las Escrituras; dan testimonio de la manifestación de Cristo en carne humana dos mil años atrás, dan testimonio de la manifestación del Espíritu de Cristo en los profetas.

Dice San Pablo que Dios habló por medio de los profetas a los padres; y luego dice: “… en estos postreros días ha hablado por medio de Su Hijo”, Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3.

Y ahora, vean ustedes, para este Día Postrero, Dios en Espíritu Santo, o sea, Cristo en Espíritu Santo, por medio de Su Ángel Mensajero le hablaría a Su pueblo, a Sus hijos, a Su Iglesia, así como le habló en cada edad de Su Iglesia gentil a través de cada ángel mensajero en el territorio donde se cumplió cada una de esas edades.

Y ahora, para el Día Postrero, nos hablaría por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto, y así nos daría a conocer el misterio de todas estas cosas que están profetizadas para suceder en el Día Postrero, en el séptimo milenio; y esto es para el territorio de la América Latina y el Caribe.

Vean ustedes que Dios no se olvidó de los latinoamericanos y caribeños; más bien, les tenía la bendición más grande de todas las bendiciones que Dios tenía para Su Iglesia gentil.

Y ahora, nos encontramos nosotros viviendo en la América Latina y el Caribe, el territorio donde Jesucristo en Espíritu Santo se manifiesta a través de Su Ángel Mensajero y nos da a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Por medio del Mensaje del Evangelio del Reino son dadas a conocer todas estas cosas, todos esos misterios proféticos que deben ser cumplidos en este Día Postrero. Estamos viviendo en el tiempo más glorioso de todos los tiempos.

Encontramos que así como Cristo dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque en ellas parece que tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí”, el Ángel del Señor Jesucristo en el Día Postrero podrá decir: “Escudriñad las Escrituras, porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí”.

¿No dijo Cristo: “Yo Jesús he enviado mi ángel”?, ¿no es eso la Escritura?, ¿no dijo: “Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel…”?, ¿no es eso Escritura también? ¿No dice Apocalipsis capítulo 1, verso 1 en adelante?:

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto (y vamos a ver lo que a continuación dice, porque es algo muy importante); y la declaró enviándola por medio de su ángel (¿por medio de quién? Por medio de Su Ángel) a su siervo Juan…”.

En esta forma simbólica la dio a conocer a Su siervo Juan el apóstol. Y para el Día Postrero, a Su Iglesia, Cristo la daría a conocer por medio de Su Ángel, ya no en forma simbólica, sino dándoles a conocer el significado de estos símbolos apocalípticos; y así es como obtendríamos el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto.

Por eso es que son bienaventurados los que oyen… vamos a ver:

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

Son bienaventurados los que oyen – los que leen y los que oyen las palabras de esta profecía. ¿Y quién trajo las palabras de esta profecía? El Ángel del Señor Jesucristo enviado por el Señor Jesucristo.

A Juan lo transportó al Día Postrero, al Día del Señor, donde Juan escuchó todas estas cosas que deben suceder pronto; y las vio y las escuchó en esta forma simbólica, o sea, con estos símbolos, los cuales para el Día Postrero serían interpretados por Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, y nos daría a conocer el significado de estos símbolos; y así nos daría a conocer todas estas cosas correspondientes a este Día Postrero.

Ahora, en el día de la Primera Venida de Cristo no podían comprender, el sumo sacerdote, los doctores de la Ley, los sacerdotes de aquel tiempo y los setenta sabios hebreos doctores en divinidad, doctores en teología, que componían el Concilio del Sanedrín, el Concilio de la religión hebrea, no podían comprender el misterio de la Primera Venida de Cristo, cumplido ese misterio ¿dónde? En un joven carpintero de Nazaret, llamado Jesús. Veían que era un hombre muy sencillo, muy simple, para tener el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo.

Y aún, ellos viendo que tenía señales manifiestas que no podían negar, y el pueblo, el común del pueblo lo estaba siguiendo, ellos decían: “Si no detenemos a este hombre, todo el pueblo se va a ir con ellos; y vendrán los romanos y destruirán la ciudad y destruirán el templo”27. Y por temor a las consecuencias prefirieron rechazar a Cristo, rechazar a su Rey, al Mesías.

Y sin embargo, después vino la destrucción de Jerusalén y del templo también: lo que ellos temían; y les vino como juicio por haber rechazado a Cristo, el Rey de Israel. Por cuanto no conocieron el tiempo de Su visitación, de la visitación divina en carne humana, Cristo dice que vendría la destrucción de Jerusalén. Eso está en el capítulo, vamos a ver… de San Lucas, capítulo 19, versos 41 al 44, cuando dice:

“Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella (esto fue en Su entrada triunfal),

diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.

Ahora, vean que por cuanto no conocieron el tiempo de Su visitación y rechazaron a Cristo: rechazaron al que lo envió: a Dios; y las consecuencias eran el juicio divino sobre Jerusalén y sobre el templo. Por eso Jesús había dicho que el templo sería destruido y no quedaría piedra sobre piedra en el templo de Jerusalén.

Y ahora, todo eso se cumplió en el año 70, cuando el general romano Tito entró a Jerusalén, la cercó, y después la destruyó.

Y ahora, vean ustedes, el pueblo hebreo estaba ciego, y los grandes líderes religiosos, incluyendo al sumo sacerdote, estaba ciego al cumplimiento de la Palabra profética de la Primera Venida del Mesías.

Un evento tan importante profetizado para aquel tiempo fue ignorado y fue rechazado porque estaban ciegos; no comprendieron el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo, de la Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, del Dios de Israel en carne humana, en la persona de Jesús: el joven carpintero de Nazaret; un hombre sencillo, pero en Él se cumplió la Palabra profética de la Primera Venida del Mesías como el Cordero de Dios, y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Ahora, vean ustedes lo importante que es estar atento a la Palabra profética correspondiente al tiempo que uno está viviendo; porque Dios cumple lo que Él prometió, y las personas que no están atentas y no escudriñan las Escrituras para ver lo que Dios ha prometido para ese tiempo, Dios lo cumple y ni se dan cuenta que Dios lo ha cumplido, y pierden la bendición que hay en el cumplimiento de lo que Él prometió.

Porque el que recibe profeta en nombre de profeta: recompensa de profeta recibe. Y el que lo rechaza: rechaza al que lo envió; y por consiguiente recibe los juicios divinos, recibe… en vez de recibir la bendición, recibe la maldición, el juicio divino.

Ahora, vean ustedes, allá el pueblo hebreo con sus líderes religiosos erraron en ver la Primera Venida de Cristo, ¿por qué? Porque ignoraron las Escrituras. “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”28, dijo Jesucristo.

Ignoraron las Escrituras, la Palabra profética, e ignoraron el poder de Dios para cumplir esa Palabra profética; y se perjudicaron ellos y perjudicaron al pueblo hebreo.

Y ahora, tenemos que estar atentos a la Palabra profética, que viene de la séptima dimensión como el pensamiento divino, y pasa a la sexta dimensión ese pensamiento divino, y luego ahí es captado por el profeta que Dios envía en cada tiempo, es captado en la sexta dimensión; y él lo habla, y viene a ser el pensamiento divino expresado en forma de Mensaje, de Palabra profética, para el pueblo de Dios.

Y luego tiene que ser cumplido ese pensamiento divino, que es la Palabra profética; porque como Dios pensó, así habló, así les reveló a Sus profetas, y así habló por medio de Sus profetas; y así Él tiene que cumplir lo que Él prometió. Él tiene que hacer conforme a como Él prometió.

Por eso es tan importante conocer la Palabra profética para el tiempo en que uno está viviendo, porque ella es la que da testimonio de lo que Dios hará en ese tiempo. No hará otra cosa que no sea lo que está prometido para ese tiempo.

Y Dios no hizo nada en el tiempo de Jesús que no fuera lo que estaba prometido para la Primera Venida del Mesías. Eso fue lo que hizo por medio de Jesús de Nazaret.

Y Dios no hará nada en el Día Postrero, sino lo que está prometido para el Día Postrero.

No podemos errar. Tenemos que conocer la Palabra profética, las Escrituras, y comprender las cosas que están prometidas para este tiempo final, para así recibir el cumplimiento de lo que está prometido para este tiempo final, recibir el cumplimiento de la Palabra profética, y decir: “¡Esto era lo que yo estaba esperando!”. Porque usted no puede estar esperando otra cosa que no sea lo que está prometido en la Palabra profética.

Muchas personas están esperando muchas personas, muchos predicadores que les den a conocer las cosas que tiene que suceder en este tiempo; pero Cristo ha dicho: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”. Para dar testimonio ¿de qué? De estas cosas que deben suceder pronto.

Y esto es lo que los escogidos de Dios en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, tienen que estar esperando. Eso es lo que estarían esperando todos los hijos e hijas de Dios en el Día Postrero.

Y por eso es que cuando escuchan la Palabra profética siendo cumplida, y Dios enviando Su Ángel Mensajero dándonos a conocer estas cosas, y abriéndonos el entendimiento y abriéndonos las Escrituras, no queda otra cosa que decir que lo mismo que dijeron los caminantes de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón cuando nos abría las Escrituras?”29.

Y eso es lo que sucede cuando Él nos abre las Escrituras en este Día Postrero, y nos abre el entendimiento, y el alma, el corazón, para poder escuchar y entender estas cosas que deben suceder pronto, y luego decir: “¡Esto era lo que yo estaba esperando!”.

Eso es lo que todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo estarían esperando en el Día Postrero; porque no pueden estar esperando otra cosa que no sea lo que Cristo ha dicho que hará en este Día Postrero.

Por lo tanto, estaríamos esperando nada menos que la Palabra profética siendo cumplida en este Día Postrero; y ese es EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA.

Y en el Día Postrero, cuando se cumple la Palabra profética, y es abierta la Palabra profética a nosotros, encontramos que se abre el misterio de la Palabra profética correspondiente a este Día Postrero para la Iglesia del Señor Jesucristo. Y el que es de Dios, la Voz de Dios oye30; y el que tenga oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a las iglesias, o sea, a Su Iglesia en este Día Postrero; como también a Su Iglesia en las edades pasadas por medio de los mensajeros que Él envió.

Y ahora, los que tienen oídos para oír, que son las ovejas de Cristo, escucharán la Voz ¿de quién? Del Buen Pastor, de nuestro amado Señor Jesucristo, hablándonos por medio de Su Ángel Mensajero en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino.

Y es la única ocasión en que Jesucristo envía un profeta dispensacional a Su Iglesia, es la única ocasión; porque la Iglesia de Cristo nació el Día de Pentecostés, y los apóstoles no fueron mensajeros o profetas dispensacionales, ni los siete ángeles mensajeros tampoco fueron mensajeros dispensacionales, fueron mensajeros de edades.

Pero para el Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, Jesucristo envía Su Ángel Mensajero, que es el profeta de la Dispensación del Reino.

Es la primera ocasión en que envía un profeta dispensacional a Su Iglesia, para darnos a conocer —Cristo por medio de ese profeta— todas estas cosas que deben suceder pronto, en este Día Postrero.

Si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el séptimo milenio, pues tiene (el calendario) más de 25 años de atraso.

Así que vean ustedes…, o si le dejamos el calendario como está, el que usamos en la actualidad, que señala que estamos en el 1997, pues solamente faltan tres años para entrar al 2000 y para finalizar el siglo XX, y para finalizar el sexto milenio, y por consiguiente, para finalizar el segundo de los días postreros.

Y la pregunta es: ¿Se le habrá atrasado a Dios Su calendario? A los seres humanos sí se les atrasó el de ellos, pero a Dios ¿se le habrá atrasado? Yo pienso que no.

Y si no se le ha atrasado a Dios Su calendario, pues entonces Dios tiene que estar cumpliendo la Palabra profética correspondiente al Día Postrero en una forma progresiva. Y cuando digo “en una forma progresiva”, eso significa que cada promesa hecha en la Palabra profética tiene un año, tiene un mes y tiene un tiempo en el cual se tiene que cumplir esa Palabra profética.

Y hay muchas profecías que tienen que ser cumplidas en el séptimo milenio, en el Día Postrero; y Dios va en una forma progresiva cumpliendo esas promesas.

Y para poder comprender estas promesas, tiene que ser cumplida la promesa de Jesús, donde dijo: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Y con el cumplimiento de esa promesa y manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero dándonos a conocer estas cosas, obtenemos el conocimiento de todas estas cosas que están prometidas en la Palabra profética para suceder en el Día Postrero; y así obtenemos el conocimiento de todas estas cosas, y somos preparados para ser transformados y raptados en este Día Postrero, e ir a la Cena de las Bodas del Cordero.

Esa es la forma en que Cristo estará obrando en el Día Postrero: por medio de Su Ángel Mensajero, llamando y juntado a Sus escogidos, y colocándonos en la Edad de la Piedra Angular, y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Y así es como obtendríamos el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder conforme a la Palabra profética; y así obtendríamos el conocimiento del MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA correspondiente al Día Postrero.

Hemos visto: “EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”.

No podemos esperar otra cosa, sino lo que dice la Palabra profética para el Día Postrero. Si una persona espera otra cosa se quedará esperando, como le sucedió al pueblo hebreo y al sumo sacerdote: se quedaron esperando la venida de Elías y se quedaron esperando la Venida del Mesías; y eso se cumplió hace dos mil años, y todavía están esperando la venida de Elías y la Venida del Mesías.

Y cuando aparezca Elías de nuevo, aparecerá en su quinta manifestación; pero la tercera manifestación fue Juan el Bautista y estuvo en medio de ellos.

Y cuando aparezca la manifestación del Mesías en medio del pueblo hebreo, será en Su Segunda Venida como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Ahora, podemos ver EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”, y sobre todo, el misterio de la Palabra profética correspondiente al Día Postrero.

No podemos ignorar la Palabra profética para el Día Postrero, porque se nos pasaría por alto, por encima, el cumplimiento de las profecías correspondientes al Día Postrero, y nos quedaríamos esperando que sean cumplidas; y Dios las estaría cumpliendo en medio nuestro en forma sencilla, sin que se dieran cuenta las personas que no estarían atentas a la Palabra profética correspondiente al Día Postrero.

Así que es necesario que estemos atentos a la Palabra profética correspondiente al Día Postrero, escudriñando las Escrituras correspondientes al Día Postrero, y así obteniendo el conocimiento de lo que Dios ha prometido para el Día Postrero; porque ellas dan testimonio de la Venida del Ángel de Jesucristo y de la Venida de Jesucristo en Espíritu Santo en Su Ángel Mensajero, dándonos testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, para ser llamados, juntados, recogidos en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular, y ser preparados para ser transformados y raptados en este Día Postrero.

“EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes, amados amigos y hermanos presentes, y radioyentes y también televidentes, dándoles testimonio de: EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”.

Que Dios les ayude a todos; y manténganse atentos a la Palabra profética, atendiendo lo que está prometido para este tiempo final, y viendo el cumplimiento de ella a medida que va siendo cumplida.

¿Y cómo lo podemos obtener, ese conocimiento? Por medio del Mensaje del Evangelio del Reino, por medio del Mensaje de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, que viene dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto.

Para tener más conocimiento y más información acerca de esta Palabra profética correspondiente al Día Postrero, ustedes podrán llamar o escribir a los teléfonos y direcciones que el reverendo Elizondo les estará dando, para que puedan pedir literatura completamente gratis, y así obtener conferencias similares a esta, en donde podrán obtener mayor conocimiento de todas estas cosas que deben suceder en este Día Postrero; y así podrán recibir las bendiciones de Dios correspondientes a este Día Postrero.

Así que Dios les continúe bendiciendo, y pronto todos los escogidos de Dios sean completados, y pronto todos seamos transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, juntamente con los muertos en Cristo cuando ellos resuciten. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas noches.

Dejo con ustedes al reverendo Elizondo, para darles las direcciones a cada uno de ustedes, amigos radioyentes. Tengan lápiz y papel listos para apuntar los teléfonos y direcciones.

Que Dios les bendiga, y con ustedes el reverendo Elizondo.

“EL MISTERIO DE LA PALABRA PROFÉTICA”.

[Revisión septiembre 2022]

1 Amós 3:7

2 San Mateo 1:20

3 Génesis 12:3

4 Efesios 2:14

5 San Juan 10:28

6 San Mateo 13:24-30

7 San Mateo 13:47-50

8 El diagrama de la pirámide se puede observar en la última página del mensaje SPN62-1014M “La estatura de un varón perfecto”. También puede ser descargado en: https://imprenta.carpa.com/es/material/la-nube-y-la-piramide-diptico/

9 Gálatas 2:20

10 Hechos 16:6-10

11 2 de Reyes 2:15

12 Génesis 15:2-4

13 Isaías 40:8

14 Mt. 24:35, Mr. 13:31, Lc. 21:33

15 Números 23:19

16 Génesis 18:1-15

17 Génesis 20:1-2

18 San Mateo 10:41

19 San Juan 3:3-6

20 San Juan 10:18

21 Romanos 6:23

22 2 Pedro 1:19

23 Isaías 9:1-2

24 San Juan 8:12

25 San Juan 1:9

26 San Juan 5:39

27 San Juan 11:47-48

28 San Mateo 22:29

29 San Lucas 24:32

30 San Juan 8:47

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