Muy buenas tardes, amables amigos presentes, autoridades municipales y público aquí presente, radioyentes, televidentes, y los que están a través de la línea telefónica; que las bendiciones de Jesucristo, nuestro amado Salvador, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también.
En esta ocasión queremos ver el misterio de la octava estrella; y para eso vamos a leer en el libro del Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 en adelante, donde nos habla la Escritura acerca de las estrellas, para que así podamos tener un cuadro claro de este misterio de la octava estrella, ya que esto tiene que ver con la Obra de Cristo. Leamos Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 20, donde dice:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor (así dice Juan el apóstol), y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (o sea, del infierno).
Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias”.
Nuestro tema: “EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA QUE NO SE VE EN APOCALIPSIS, CAPÍTULO 1, VERSO 20”; porque aquí solamente se ven siete estrellas y siete candeleros.
Estas siete estrellas son los siete mensajeros o siete ángeles de las siete edades de la Iglesia gentil durante las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.
Para poder comprender este misterio de las estrellas como mensajeros de Dios, nosotros necesitamos comprender que todo esto es simbolismo, el cual también Dios usó con Abraham.
Por ejemplo, tenemos a Abraham, al cual Dios estuvo hablándole en diferentes ocasiones; y veamos cómo Dios habla con Abraham.
Recuerden que las cosas que Dios va a hacer en la Tierra las muestra en el cielo; están representadas en el cielo.
Vean aquí, en Génesis, capítulo 15, Dios hablando con Abraham, le dice de la siguiente manera… En el capítulo 15, verso 5 dice… vamos a ver… nos habla… Capítulo 15, verso 5, dice hablando acerca de Abraham… Vamos a leer un poquito de este capítulo 15; dice [verso 1]:
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.
Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?
Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.
Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará.
Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.
Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.
Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.
Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar?
Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino.
Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves.
Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.
Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.
Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.
Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.
Y en la cuarta generación volverán acá; porque aun no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.
Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos.
En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates”.
Aquí, vean ustedes, Dios está estableciendo un pacto con Abraham; por eso se requirió esta becerra de tres años, esta cabra de tres años y un carnero de tres años, y una tórtola, y un palomino; porque vean ustedes que todo pacto es hecho con sangre, y para eso tiene que efectuarse un sacrificio.
En los tiempos pasados, cuando se hacía un pacto entre dos personas se tomaba un animalito, se partía por la mitad: una parte se ponía en un lado y otra en otro; y las personas que iban a hacer el pacto se paraban en medio de las dos mitades, y ahí hacían el pacto delante de Dios.
Y ahora, aquí Dios está haciendo un pacto con Abraham; y vean ustedes cómo Dios le dijo que la descendencia de Abraham sería como las estrellas del cielo; o sea que la descendencia de Abraham está representada en las estrellas del cielo.
Ahora, tenemos la descendencia de Abraham según la carne, que es el pueblo hebreo, y tenemos la descendencia de Abraham, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, la descendencia celestial; tenemos el Israel terrenal y al Israel celestial.
Y ahora podemos ver cómo la descendencia de Abraham está representada no solamente en la arena que está frente al mar, sino que también está representada en las estrellas del cielo; y “los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos”, dice el Salmo 19 y verso 11.
Y ahora, vean ustedes, en medio de la descendencia de Abraham, siendo que está representada en las estrellas del cielo, todos los hijos e hijas de Dios de la Iglesia del Señor Jesucristo son representados en estrellas. Y encontramos que durante la noche podemos ver que entre las estrellas hay luceros que alumbran más y se ven más grandes que el resto de las estrellas.
Encontramos que aquí, en el libro del Apocalipsis, Dios está representando a los ángeles mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil en estrellas, pues son descendientes de Abraham, del Israel celestial; por lo tanto, son estrellas; y por cuanto son mensajeros, son estrellas mayores; o sea que están representados en estrellas.
Y ahora, vean ustedes cómo también, cuando nos habla la Escritura del nacimiento de Cristo, de la Venida de Cristo, nos dice en el libro de Números, capítulo 24, verso 17: “Saldrá de Jacob Estrella”, o “saldrá una Estrella de Jacob”; eso es hablándonos ¿de qué? De la Venida del Mesías. Y por eso cuando nació Jesús en Belén de Judea, en el capítulo 2 de San Mateo nos dice:
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.
Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel”.
Ahora, vean ustedes cómo aquí los magos llegan a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos?”. ¿Por qué? Porque Su Estrella habían visto en el oriente.
Estos magos, estos sabios, vivían en la tierra de Babilonia y habían venido desde Babilonia, porque desde Babilonia ellos habían mirado (allá en Babilonia, allá en el oriente) y habían visto esa Estrella en el cielo; habían mirado hacia la tierra de Israel, que era el territorio que tenía la promesa de la Venida del Mesías, de esa Estrella que saldría (¿de dónde?) de Jacob, o sea, del pueblo hebreo.
Y ahora, ellos mirando desde Babilonia a la tierra de Israel vieron esa señal en el cielo: la señal de la Primera Venida del Hijo del Hombre; vieron esa Estrella en el cielo como una señal.
Y ellos, cuando llegaron a Jerusalén… Vean ustedes, mirando del este hacia el oeste fue que ellos vieron la Estrella sobre la tierra de Israel. O sea que para ellos (los cuales vivían allá en el este), mirando hacia el oeste, vieron hacia el oeste la Estrella de Belén; pero ellos estando en el este, allá en Babilonia, fue en el este donde ellos estaban y vieron esa Estrella sobre el pueblo hebreo, sobre el territorio de Israel; o sea, mirando del este hacia el oeste.
Por eso ellos estando en el este dijeron: “¿Dónde está el Rey de los judíos? Porque Su Estrella hemos visto en el oriente”; o sea que mirando ellos allá en el oriente, mirando hacia la tierra de Israel, vieron esa Estrella; y por eso se dirigieron hacia la tierra de Israel, y preguntaron dónde estaba el rey de los judíos; porque ellos sabían que con la aparición de esa señal en el cielo el Mesías ya estaba en la Tierra; porque la Biblia decía que de Jacob saldría una Estrella.
Y ahora, vean ustedes cómo cuando Dios va a hacer algo en la Tierra también lo muestra en el cielo; porque “los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos”.
Por eso es que Cristo también, cuando habló proféticamente, habló de señales (¿dónde?) en el cielo; porque esas señales en el cielo hablan de cosas que en la Tierra tienen que estar sucediendo. Como, por ejemplo, cuando nos habla de la señal del Hijo del Hombre en el cielo, pues nos está hablando de una señal en el cielo que estará dando testimonio —para el Día Postrero— de la Venida del Hijo del Hombre.
Y ahora, vean ustedes cómo estos magos vieron esta señal en el cielo, esta Estrella en el cielo, y sabían que ya el Mesías estaba en la Tierra; porque aquella Estrella en el cielo representaba al Mesías; porque el Mesías es la Estrella mayor, Él es la Estrella resplandeciente de la Mañana.
Y ahora, vean cómo Cristo también se representa en una estrella: en la Estrella de la Mañana o Estrella resplandeciente de la Mañana, conforme a Apocalipsis, capítulo 2, verso 28, y Apocalipsis, capítulo 22, verso 16.
Ahora, vean cómo también encontramos que el pueblo hebreo (el Israel terrenal) y el Israel celestial, el pueblo hebreo y la Iglesia del Señor Jesucristo, están representados en las estrellas del cielo. Y por eso es que cuando Dios quiere hablar en forma simbólica acerca de eventos puede tomar las estrellas, el sol, la luna y todas estas cosas, y con esos simbolismos hablarle a Su pueblo.
Por ejemplo, tenemos el caso de José, el cual tuvo un sueño en donde él vio el sol y la luna y once estrellas que se inclinaban delante de él; esto está en el capítulo 37 del libro del Génesis. Vamos a ver cómo fue este sueño para que podamos tener el cuadro claro de este gran evento. Vamos a ver aquí… capítulo 37, verso 8 en adelante, dice… Este pasaje tiene también el anterior, que también es de unos sueños. Dice:
“Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? (O sea, le dicen los hermanos de José a José, que fue el que tuvo estos sueños). Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras.
Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí”.
Recuerden que tenía solamente 17 años José. Dice:
“Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?
Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto”.
Ahora, vean cómo José tiene este sueño, quizás raro para algunas personas, pero que no era tan raro, sino que era un sueño dado por Dios; y al ser un sueño dado por Dios, tenía que ser cumplido este sueño; y para ser cumplido este sueño José tenía que llegar a una posición de príncipe en un reino; y al llegar a esa posición de príncipe, él tenía que estar en esa posición y sus hermanos tenían que venir ante él.
Y ahora, vamos a ver cómo es que se cumple este sueño; en el capítulo 45, versos 1 en adelante, dice [Génesis]:
“No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos”.
Ya aquí José está como príncipe, como segundo en el reino, en el imperio del faraón de Egipto; y sus hermanos (que llegan a Egipto para comprar alimento) no saben, no conocen – no saben que ese joven, que ese hombre que está allí como segundo en el trono del faraón, es José el hermano de ellos.
José había recibido un nuevo nombre cuando fue colocado como segundo en el reino o trono del faraón, nos dice en Génesis, capítulo 41, verso 45; dice:
“Y llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera sacerdote de On. Y salió José por toda la tierra de Egipto.
Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante de Faraón rey de Egipto; y salió José de delante de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto”.
Vean ustedes, a los 30 años… O sea, cuando tenía 17 años, tuvo el sueño que sus hermanos se postrarían delante de él y su padre también, y su madre; todos se postrarían delante de él. Y ahora, cuando tiene 30 años, sube a la posición de príncipe y segundo en el trono del faraón; y luego, más adelante, unos cuantos años después, se va a cumplir – antes de llegar a los 40 años se va a cumplir el sueño que José tuvo. Y ahora aquí, miren ustedes:
[Génesis 45:1] “Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos.
Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón.
Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.
Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.
Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.
Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra…”.
Fueron siete años de abundancia, que comenzaron cuando José tenía 30 años, y luego vinieron los siete años de hambruna; y en esta ocasión ya llevaban dos años de hambruna; por lo tanto, ya José tenía 39 años. A los 39 años, vean ustedes aquí, ya para los 40, se revela a sus hermanos. Dice:
“… y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega (o sea, no se podía ni arar, ni sembrar, ni cosechar, porque era tiempo de hambre sobre la Tierra).
Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación”.
Ahora, podemos ver cómo los hermanos de José se habían inclinado delante de él cuando habían venido a comprar alimento; y ahora, vean, José se revela a ellos, y ahora se dan cuenta que ese príncipe que está en Egipto es José, aunque tenía un nuevo nombre.
Ahora, vean ustedes cómo José aquí representa a Cristo: Cristo es el que el pueblo hebreo vendió, pidió su muerte en la Cruz del Calvario, y fue crucificado; Cristo fue vendido por Judas Iscariote por unas piezas de plata, como también lo fue José.
Y ahora, vean ustedes que cuando Cristo murió, resucitó y ascendió al Cielo, se sentó a la diestra de Dios en el Cielo; así como José, cuando salió de la cárcel se sentó en el trono del faraón allá, como segundo en el trono del faraón, recibió el sello del faraón, y gobernaba José sobre todo Egipto; solamente era mayor que José el faraón, nadie más.
Y ahora, vean ustedes cómo Cristo se sentó en el Trono de Dios en el Cielo, y le ha sido dada autoridad, poder y dominio sobre toda la Creación, y recibió un nombre nuevo cuando ascendió al Cielo.
¿Que recibió un nombre nuevo? Claro que sí. Vean ustedes, en Apocalipsis, capítulo 2 y verso…, vamos a ver aquí: capítulo 3, verso 12, nos dice Cristo:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.
Algunas personas no saben que Jesucristo tiene un nombre nuevo, pero aquí mismo Él lo dice.
Y en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17, hablándonos de la Venida del Señor como la Piedra que vio el profeta Daniel en el capítulo 2 de su libro, cuando le interpretó el sueño de Nabucodonosor; esa Piedra no cortada de manos que vio Nabucodonosor y también la vio el profeta Daniel, que es la Segunda Venida de Cristo, vean ustedes, aquí aparece esa Piedra de nuevo. Dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
Ahora, cómo aquí nos muestra una piedrecita blanca con un nombre nuevo; dice:
“… y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo”.
Ese es el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.
Ahora, vean que aquí la Piedrecita blanca, que es la Venida de Cristo, en Su Primera Venida vino con el nombre Jesús. Y ahora, la Venida de Cristo para el Día Postrero viene con un nombre nuevo; ese es el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo, el cual Él recibió cuando ascendió al Cielo; así como José recibió un nuevo nombre cuando ascendió al trono, y vino a ser el príncipe gobernante de todo Egipto.
Y ahora, vean ustedes, Cristo recibió un nuevo nombre; Él mismo dice que tiene un nombre nuevo. Y ahora, ese Nombre Nuevo está (¿dónde?) en la Piedrecita blanca; ese es el Nombre Eterno de Dios, y ese es el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, de la Nueva Jerusalén, la cual tiene un nombre: ese nombre que tiene es el Nombre Eterno de Dios; y ese es el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.
Y ahora, vean ustedes, si la Segunda Venida era un misterio, ¿cuánto más con un nombre nuevo? Porque la Piedrecita blanca viene con un nombre nuevo.
Y ahora, vean ustedes, esto es así. Como cuando se reveló José a sus hermanos: tenía un nombre nuevo; y cuando Cristo se revele al pueblo hebreo, Él tendrá un nombre nuevo.
La Segunda Venida de Cristo tendrá un nombre nuevo, y con ese Nombre Nuevo es que se revelará Jesucristo al pueblo hebreo; y se cumplirá con el pueblo hebreo lo que se cumplió aquí con José: que vinieron sus hermanos a él buscando alimento, y se postraron delante de él; así también se postrarán delante de Cristo el pueblo hebreo, buscando alimento espiritual para el alma; y eso es para el Día Postrero.
Y ahora, vean ustedes cómo estas cosas son representadas así en forma sencilla.
Encontramos que esas once estrellas que se postrarían delante de José representan los onces patriarcas; y para el tiempo final son las tribus de Israel con sus representantes, que se postrarán ante la Segunda Venida de Cristo, y recibirán la bendición de Cristo.
Él les hablará con amor divino, se revelará a ellos y los bendecirá; y serán llamados y juntados 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu. Y para eso Cristo envía Su Ángel con el Sello del Dios vivo, en Apocalipsis, capítulo 7: para llamar y juntar 144.000 hebreos.
Ahora, vean cómo en el Programa Divino tenemos los símbolos de estrellas, sol y luna, y tenemos estos símbolos siendo cumplidos en la Tierra en seres humanos. Vean cómo estas once estrellas representaban los once patriarcas hermanos de José, y el sol representaba a Jacob, y la luna representaba a la madre de [José].
Y ahora, vean ustedes cómo aquí en el libro del Apocalipsis son usados estos símbolos que eran usados también en el Antiguo Testamento.
Para comprender estos símbolos del sol, luna, estrellas, y así por el estilo, del libro del Apocalipsis, tenemos que tener un entendimiento de estos símbolos siendo usados en el Antiguo Testamento.
Y ahora, vean que estrellas representan (¿qué?) hombres de Dios aquí en la Tierra; y cuando se habla de estrellas grandes (como luceros y algo así) son mensajeros de Dios.
Y aquí estas siete estrellas que aparecen en Apocalipsis, capítulo 1, en la diestra del Hijo del Hombre, son los siete ángeles mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil; estos siete mensajeros son enviados por Cristo de edad en edad.
El primero de ellos fue San Pablo; él fue la primera estrella, el primer mensajero para la primera edad de la Iglesia gentil, la cual se cumplió en Asia Menor. El segundo ángel mensajero para la Iglesia del Señor Jesucristo, representado en la segunda estrella, fue Ireneo.
Recuerden que en el templo también tenían —en el lugar santo— un candelero o candelabro con siete lámparas, y estaban encendidas esas lámparas; y esas lámparas encendidas representan las siete edades de la Iglesia gentil con sus siete mensajeros, sus siete ángeles mensajeros encendidos con el Fuego del Espíritu de Dios. Y vean ustedes cómo el Fuego del Espíritu de Dios estaba alumbrando en cada edad por medio del mensajero de cada edad. Y cada una de esas luces sobre cada lámpara, vean ustedes, es la estrella de cada edad, el mensajero de cada edad.
El segundo ángel mensajero fue Ireneo, y fue colocado en Francia.
Porque la Iglesia Señor Jesucristo ha ido de etapa en etapa, de edad en edad, manifestándose, apareciendo cada etapa, cada edad, y teniendo Sus escogidos de cada edad y su mensajero de cada edad en el territorio correspondiente a cada edad.
La primera edad en Asia Menor; la segunda en Francia, en donde Ireneo fue su mensajero; la tercera edad fue en Francia y en Hungría, y su mensajero fue Martín; la cuarta edad, encontramos que se cumplió también en Europa, y su mensajero fue Colombo; se cumplió en un territorio europeo; la quinta edad también se cumplió en un territorio europeo: allá en Alemania, su mensajero fue Lutero; la sexta edad se cumplió también en un territorio europeo: allá en Inglaterra, y su mensajero fue Juan Wesley; la séptima edad se cumplió en territorio norteamericano: el Espíritu de Cristo voló de Europa, voló a Norteamérica y cumplió la séptima etapa o edad en Norteamérica, y envió Su séptimo ángel mensajero, Su séptima estrella, a Norteamérica.
Cada uno de esos mensajeros fueron las estrellas de cada edad en la Iglesia del Señor Jesucristo, que estaba pasando por las siete etapas o edades, las cuales corresponden al tiempo de la noche; porque la Dispensación de la Gracia con sus edades corresponde al tiempo de la noche, porque corresponde al tiempo en que el reino de los gentiles está gobernando sobre la Tierra; y eso representa noche para este planeta Tierra. Pero en medio de la noche hubo siete estrellas, una en cada edad: siete mensajeros de Cristo, uno en cada edad y en cada territorio dando Luz —la Luz de Cristo—, y trayéndonos el Mensaje de Cristo en cada etapa.
Cada mensajero estuvo en cada edad de la Iglesia del Señor; o sea, el mensajero de cada edad estuvo en su edad alumbrando con la Luz de Cristo en medio de la Iglesia de Jesucristo; y la Iglesia de Jesucristo dio Luz en la Tierra como la luna alumbra sobre la Tierra; pero la luna tiene diferentes etapas: tiene la etapa de luna llena, pero también tiene la etapa en donde va menguando hasta que se desaparece.
Y ahora, para el tiempo final, encontramos que la luna se desaparece porque llega al tiempo en que tiene que desaparecer; y cuando llega a ese tiempo, encontramos que se llega al ciclo divino de la madrugada, donde raya el alba; para lo cual viene para la Iglesia del Señor Jesucristo un nuevo amanecer; viene entonces ya no un mensajero de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil…, los cuales fueron los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra.
En Apocalipsis, capítulo 1… nos dice Apocalipsis, capítulo 1, verso 4:
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono”.
Ahora, vamos a ver esos siete espíritus que están delante del Trono. En Apocalipsis, capítulo 4, verso 5, dice:
“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios”.
Vean, esas siete lámparas son las siete edades de la Iglesia gentil con los siete ángeles mensajeros del Señor Jesucristo; y vean, estas siete lámparas son los siete espíritus de Dios.
Y en Apocalipsis, capítulo 5, verso 6, dice:
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”.
Ahora, vean cómo esos siete ojos que están en los siete cuernos que están en el Cordero, esos siete ojos son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra; es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, manifestado en cada uno de los ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil.
Y por eso ellos (esos mensajeros) son las siete estrellas que aparecen en la diestra de Cristo, y son también los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra; porque el Espíritu de Cristo en ellos estaba recorriendo toda la Tierra, manifestado en carne humana en cada ángel mensajero de cada edad.
¿Y de dónde viene todo este simbolismo de las siete estrellas, los siete ángeles, los siete espíritus de Dios, y así por el estilo? En Zacarías, capítulo 3, verso 9, dice:
“Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día”.
Y en Zacarías, capítulo 4, verso 10 en adelante, dice:
“Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces, se alegrarán y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la Tierra”.
¿Ven? Los ojos de Jehová que recorren toda la Tierra son los siete ojos que están en los siete cuernos que tiene el Cordero en Apocalipsis, capítulo 5, verso 6; esos son los siete ángeles mensajeros de las siete edades, donde estaba el Espíritu de Cristo manifestado. Y podemos ver cómo esos siete ángeles mensajeros tuvieron sus ministerios; el último de esos siete ángeles mensajeros fue el reverendo William Branham, donde estuvo el Espíritu de Cristo manifestado.
Cuando se habla de siete ojos son siete videntes, porque los videntes o profetas de Dios son representados en ojos, porque son videntes: ven, ven visiones y ven las cosas que Dios les muestra, porque son enviados para ese propósito.
Y ahora, luego de esos siete ojos y siete estrellas, que son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra en esas siete grandes manifestaciones del Espíritu de Cristo durante estos dos mil años que han transcurrido, en siete hombres, siete mensajeros de Cristo, ¿qué más tenemos en el Programa Divino? ¿Se acabaron las estrellas?
Las estrellas alumbran durante la noche; aunque durante el día están allá arriba, pero no las podemos ver; excepto una, que es la estrella de la mañana, que aun cuando ya raya el alba y comienza a amanecer, y ya amanece, todavía se ve.
Y luego que han transcurrido las siete etapas o edades de la Iglesia gentil y ya los ministerios de los siete ángeles mensajeros han terminado, necesitamos nosotros un mensajero de Cristo, un mensajero de Dios, para que nos dé la Luz de la Palabra Divina y nos dé a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto en este Día Postrero, y así nos revele todo Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Y ya las siete estrellas de las siete edades terminaron su labor; y ya estamos en la madrugada, donde está rayando el alba de un nuevo día dispensacional y de un nuevo día milenial.
¿Y nos dará Dios otra estrella? Si nos da otra estrella, ¿sería qué? Una octava estrella.
Y ahora, vamos a ver si tenemos la promesa de una octava estrella; dice Apocalipsis, capítulo 2, verso 28, dice:
“… y le daré la estrella de la mañana”.
La estrella de la mañana no es ni la primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta o séptima, sino una octava estrella; porque esa es la estrella que se ve cuando ya está amaneciendo, aunque se haya visto durante la noche; pero se ve durante la mañana, durante la madrugada.
Cuando se está viendo esa estrella, por ahí mismo usted estará viendo que va esclareciendo; y es la luz del sol que va saliendo. Está rayando el alba cuando usted ve la estrella resplandeciente de la mañana manifestada; y la promesa es: “Al que venciere, yo le daré la Estrella de la Mañana”2.
Y ahora, vamos a ver quién es la Estrella de la Mañana. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.
¿Quién es la Estrella resplandeciente de la Mañana? Es nuestro amado Señor Jesucristo; es la Segunda Venida de Cristo manifestada en el Día Postrero, en la madrugada.
Cuando el alba está rayando, la Estrella de la Mañana está alumbrando, dándonos Su Mensaje de que un nuevo día está rayando; y está comenzando un nuevo día dispensacional para todos los hijos e hijas de Dios que estén presentes en el Día Postrero y vean la Estrella resplandeciente de la Mañana alumbrándonos el camino en un nuevo día dispensacional, y dándonos testimonio de un nuevo día dispensacional y un nuevo día milenial comenzando; y nos abre el entendimiento para poder comprender que estamos en un nuevo día dispensacional.
El nuevo día de la Dispensación del Reino está rayando, y el nuevo día del séptimo milenio también está rayando, está comenzando.
¿Y qué es el séptimo milenio? Un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día, nos dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y el Salmo 90 y verso 3. Y cuando nos habla de los días postreros delante de Dios, para los seres humanos son los milenios postreros.
Cuando nuestro Señor estuvo predicando aquí en la Tierra dos mil años atrás, dice el apóstol San Pablo en su carta a los Hebreos, en el capítulo 1 y verso 1 al 2, que ya se estaba viviendo en los días postreros. Dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días (¿Cuándo dice? En estos postreros días) nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
Vean, San Pablo dice que Dios habló por medio de Su Hijo (¿cuándo?) en los postreros días; y ya han transcurrido dos mil años aproximadamente, y nos dijo que aquellos eran los postreros días. Porque los postreros días son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; y cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, y por consiguiente comenzaron los días postreros.
¿Ven el misterio de los días postreros? Son los milenios postreros para los seres humanos, que son: quinto, sexto y séptimo milenio.
Y si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos (¿dónde?) en el séptimo milenio, en el Día Postrero delante de Dios. Y estamos en un nuevo amanecer de un nuevo día milenial; ya está rayando el alba, la mañana de un nuevo día milenial y también de un nuevo día dispensacional: del nuevo día de la Dispensación del Reino, donde Cristo establecerá Su Reino en este planeta Tierra. Todo eso está prometido para el séptimo milenio.
Ahora, ¿en qué año del séptimo milenio? Esperemos que se cumpla todo, y entonces veremos en qué año comenzaría el glorioso Reino Milenial de Cristo, el cual comenzará después de la gran tribulación.
Pero antes de la gran tribulación son llamados y juntados todos los escogidos de Dios por la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, que es la Voz de Cristo, la Voz de la Octava Estrella, manifestado en el Día Postrero, llamando y juntando a todos Sus escogidos. Y luego los muertos en Cristo serán resucitados y nosotros los que vivimos seremos transformados; y después estaremos aquí de 30 a 40 días en el cuerpo eterno, y luego nos iremos de aquí a la Cena de las Bodas del Cordero con nuestro amado Señor Jesucristo.
Nos iremos en un cuerpo nuevo, porque con este cuerpo no podemos salir de aquí para ir al Reino celestial; “porque la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”3; o sea que no podemos continuar viviendo por toda la eternidad con este cuerpo mortal, corruptible y temporal; necesitamos un nuevo cuerpo. Y Cristo lo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.
Tendremos un nuevo cuerpo, como Él lo ha prometido: todos seremos transformados, tendremos el nuevo cuerpo y seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 al 55, da testimonio de esta verdad divina. ¿Y será cuándo? A la Final Trompeta, dice San Pablo: “Porque será tocada la Trompeta, y los muertos en Cristo resucitarán primero, y luego nosotros los que vivimos seremos transformados”.
Esa es la promesa para cada uno de los hijos e hijas de Dios, los cuales tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; o sea que usted no tiene su nombre escrito en el Cielo desde este año, sino desde antes de la fundación del mundo.
Así que vean ustedes el por qué Él viene llamando y juntando a todos Sus escogidos: porque tienen sus nombres escritos (¿dónde?) en el Libro de la Vida del Cordero en el Cielo.
Por eso Cristo dijo: “Mis ovejas oyen Mi Voz y me siguen4, y yo las llamo por su nombre5”. ¿Cómo las va a llamar por su nombre, si no tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero? Pues claro que los tiene; y por eso Él las llama por su nombre, y ellas vienen. Y Cristo dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil, las cuales también debo traer; y oirán Mi Voz, y habrá un rebaño y un pastor” (San Juan, capítulo 10, verso 14 al 16).
Y por medio de cada uno de esos ángeles mensajeros que mencionamos para las siete etapas o edades de la Iglesia gentil Cristo estuvo llamando y juntando a Sus ovejas de edad en edad.
Y ahora, para el Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular…, vean ustedes, para la Edad de la Piedra Angular acá arriba, en donde se abre una nueva dispensación (y el territorio donde se cumple esa Edad de la Piedra Angular es la América Latina y el Caribe), ahí es donde Cristo estará manifestado; ya no en uno de estos ángeles mensajeros, sino que estará manifestado en Su Ángel Mensajero como la Estrella resplandeciente de la Mañana.
Cristo, la Estrella resplandeciente de la Mañana, manifestado por medio de Su Ángel Mensajero en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, en la América Latina y el Caribe, en un nuevo día dispensacional y en un nuevo día milenial; en donde está rayando el alba, en donde se ve la Estrella resplandeciente de la Mañana, Jesucristo manifestado en carne humana en Su Ángel Mensajero.
¿No dijo Cristo: “Al que venciere, Yo le daré la Estrella resplandeciente de la Mañana”? ¿Y cuál es el Vencedor para el Día Postrero? Es el Ángel del Señor Jesucristo; y, por lo tanto, a través de Su Ángel Mensajero, Cristo, la Estrella resplandeciente de la Mañana, se manifiesta y resplandece, y nos da Su Mensaje de un nuevo día dispensacional y de un nuevo día milenial; y nos alumbra el entendimiento con Su Luz, para poder comprender que hemos llegado al Día Postrero, al séptimo milenio.
Y hemos llegado a la séptima dispensación: la Dispensación del Reino, para recibir la Luz de Cristo, la Luz de la Estrella resplandeciente de la Mañana, que es también el Sol de Justicia: nuestro amado Señor Jesucristo.
Es por el mismo lugar que se ve la estrella resplandeciente de la mañana, y luego se ve el sol saliendo y alumbrando en un nuevo día.
Y en un nuevo día dispensacional —el séptimo milenio y la Dispensación del Reino— es que Cristo nos alumbra el entendimiento y el alma con Su Palabra, y nos revela todos los misterios correspondientes al séptimo milenio y a la Dispensación del Reino, y nos llena del conocimiento de Su Programa para así vivir en el séptimo milenio, o sea, en el Día Postrero, y en la Dispensación del Reino, y recibir las bendiciones de Cristo; ser preparados para ser transformados en este Día Postrero, y obtener así el nuevo cuerpo que Cristo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.
Porque, así como ustedes recibirán un nuevo cuerpo igual al del Señor Jesucristo, para ser a imagen y semejanza de Cristo, yo también recibiré el mío; y todos estaremos con el nuevo cuerpo, con el cuerpo eterno, viviendo por toda la eternidad con nuestro amado Señor Jesucristo como reyes y sacerdotes en Su glorioso Reino Milenial, y luego por toda la eternidad.
¿Ven las grandes bendiciones que Jesucristo tiene para cada uno de ustedes en el tiempo final y para el tiempo final, donde Él estará manifestado como la Estrella resplandeciente de la Mañana por medio de Su Ángel Mensajero?
Hemos visto “EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA”.
Vean ustedes que cuando el Hijo del Hombre tiene las siete estrellas en Su diestra… Nosotros a través de la Escritura vemos que tiene siete estrellas; pero si usted mira con detenimiento, usted verá siete estrellas (que son los siete ángeles mensajeros), y usted verá una estrella más: la octava estrella. Porque la octava estrella es Cristo, la octava estrella es el Hijo del Hombre; y la Estrella mayor tiene en Su diestra las otras siete estrellas.
Hemos visto “EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA”. Ese es el misterio de la Segunda Venida de Cristo, el misterio de la Venida de Cristo manifestado por medio de Su Ángel Mensajero en el Día Postrero como la Estrella resplandeciente de la Mañana, dándonos Su Luz, alumbrándonos el entendimiento y el alma con Su Palabra, y revelándonos todas estas cosas que deben suceder pronto en este Día Postrero.
Hemos visto el misterio de estos símbolos celestiales de estrellas, de sol y de luna, y así por el estilo.
Cuando nos habla Dios proféticamente con estos símbolos, nosotros tenemos que comprender que en alguien se tienen que cumplir estos símbolos.
Todos los hijos e hijas de Dios están representados en estrellas: son hijos e hijas de Dios.
Y ahora, Cristo es la Estrella resplandeciente de la Mañana y también es el Sol de Justicia; y Él se manifiesta en este Día Postrero primeramente como la Estrella resplandeciente de la Mañana por medio de Su Ángel Mensajero, y nos alumbra el entendimiento dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este Día Postrero, en este séptimo milenio y en esta nueva dispensación: la Dispensación del Reino, la cual se está abriendo en este tiempo final.
“EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA QUE NO APARECE EN APOCALIPSIS, CAPÍTULO 1, VERSO 20”. Vamos a ver… “EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA QUE NO SE VE EN APOCALIPSIS 1:20”; pero se ve en Apocalipsis 1:28 y se ve en Apocalipsis 22:16.
Y vean ustedes, no se ve en las siete edades la Iglesia gentil, pero se ve en la Edad de la Piedra Angular. Esa es la Estrella que no se ve en las siete edades, pero que se ve en la Edad de la Piedra Angular, manifestada esa Estrella a través de Su Ángel Mensajero (¿dónde?) en la América Latina y el Caribe.
Ese es el territorio para la manifestación de la Octava Estrella, así como el territorio para la manifestación de la primera estrella (que fue el Espíritu Santo en San Pablo manifestado, y San Pablo fue la primera estrella), esa estrella se vio (¿dónde) en Asia Menor; la segunda se vio en Europa, allá en Francia; la tercera se vio en Francia y en Hungría; y así por el estilo. Cada vez que se vio uno de estos mensajeros se vio una de las siete estrellas en el territorio donde Dios lo envió.
Y cuando apareció el reverendo William Branham en Norteamérica se vio la séptima estrella de las siete estrellas de las siete edades de la Iglesia gentil.
Y luego, ¿no se verían más estrellas? Sí, se vería la más grande: se vería la Estrella resplandeciente de la Mañana en el territorio latinoamericano y caribeño. Y eso es la manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo en Su Ángel Mensajero alumbrándonos el entendimiento y el alma con Su Palabra, y dándonos a conocer así todas estas cosas que deben suceder pronto en este Día Postrero.
Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “LA OCTAVA ESTRELLA QUE NO SE VE EN APOCALIPSIS, CAPÍTULO 1, VERSO 20”; y por lo tanto, no se ve ni en Asia Menor, ni en Europa, ni en Norteamérica; porque se vería en el Día Postrero y en la Dispensación del Reino, en la Edad de la Piedra Angular; acá arriba, en la Edad de la Piedra Angular, en el territorio donde se cumpliría la Edad de la Piedra Angular.
¿Y cuál es ese territorio? ¿Y quiénes son la gente que verían esa Estrella resplandeciendo en un nuevo día dispensacional? Aquí estamos: en la América Latina y el Caribe, donde se vería la Octava Estrella.
“El MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA”. Ese es el misterio de la manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo por medio de Su Ángel Mensajero.
Al ver a Jesucristo manifestado en Su Ángel Mensajero en el Día Postrero en la América Latina y el Caribe, ¿qué estaríamos viendo? La Octava Estrella; que no se vio en las siete edades de la Iglesia gentil, porque no era para las siete edades, sino para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, y para el pueblo y en medio del pueblo latinoamericano y caribeño.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, la Estrella resplandeciente de la Mañana, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto todos seamos transformados y raptados en este Día Postrero.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas noches.
Dejo con nosotros nuevamente al ministro, al reverendo aquí a cargo, para continuar y finalizar conforme a lo ya programado.
Y que Dios nos continúe alumbrando el camino con la Estrella resplandeciente de la Mañana, alumbrándonos el camino de la vida eterna.
Muchas gracias.
“EL MISTERIO DE LA OCTAVA ESTRELLA QUE NO SE VE EN APOCALIPSIS 1:20”.
[Revisión noviembre 2022 – JR-PP]
1 Versión Reina-Valera 1909
2 Apocalipsis 2:26-28
3 1 Corintios 15:50
4 San Juan 10:27
5 San Juan 10:3