[Inicia cortada la grabación de video]… las Bodas del Cordero.
Quiero leer en San Mateo, capítulo 22, versos 1 en adelante, donde dice (1 al 14):
“Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo;
y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas estos no quisieron venir.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas.
Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.
Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad.
Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.
Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.
Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.
Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.
Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”.
San Pablo nos habla acerca de los que han creído en Cristo, y nos dice que seamos revestidos de Cristo1; también él nos enseña que estemos vestidos del nuevo hombre2, vestidos como escogidos de Dios; él nos enseña acerca del hombre interior3.
Y ahora, la vestidura o vestido de las Bodas del Cordero, vean ustedes, así como los hombres se colocan su camisa y después se colocan la ropa exterior; pero primero la ropa que va bajo la ropa que se va a ver.
Y ahora, vean ustedes, así también el ser humano tiene una doble vestidura: el ser humano tiene la vestidura exterior, que es su cuerpo, y tiene la vestidura interior, que es su espíritu; que es una vestidura, un cuerpo, pero de otra dimensión, invisible a los seres humanos, pero que está dentro del cuerpo físico, está dentro de esta vestidura exterior que nosotros tenemos.
Ahora, cuando el ser humano pecó en el Huerto del Edén perdió la bendición y privilegio de venir a este planeta Tierra vestido con la vestidura de las Bodas del Cordero, y ha venido vestido de un espíritu del mundo (esa vestidura interior que recibe la persona), y con una vestidura exterior que ha venido por medio de la unión de papá y mamá (que es este cuerpo terrenal).
Tenemos una doble vestidura: el cuerpo interior, que es el espíritu, y el cuerpo exterior, que es este cuerpo físico que nosotros tenemos; pero con esa vestidura no podemos ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
En esta parábola, vean ustedes cómo se requiere que estemos vestidos con la vestidura de las Bodas del Cordero.
Ahora, esto es lo mismo de la parábola de las vírgenes, de las diez vírgenes, de las cuales cinco eran insensatas y cinco eran prudentes4.
En estas parábolas encontramos que hay misterios divinos los cuales han sido escondidos en esta parábola, para que así la gente, aunque vean estos misterios colocados en estas parábolas, no los pueda comprender, excepto aquellos a los cuales es dado comprender los misterios del Reino de los Cielos.
Eso fue lo que dijo Cristo en San Mateo, capítulo 13, versos 9 en adelante; dice:
“El que tiene oídos para oír, oiga.
Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”.
Ahora, vean que una parábola, si la persona no la entiende, la persona no puede obtener el beneficio contenido en esa parábola. Las parábolas contienen los misterios del Reino de Dios, y la mayor parte de los seres humanos miran las parábolas, las leen, pero no las comprenden, y no pueden ver cómo van cumpliéndose en sus diferentes tiempos correspondientes; y por eso encontramos que pierden las bendiciones de Dios, muchas personas, en el tiempo que les toca vivir.
Ahora, vean ustedes lo que sucede con las personas que no entienden las parábolas. Dice que “viendo…”:
“Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan (¿con que? Con el corazón),
Y se conviertan,
Y yo los sane”.
Ahora, vean que la conversión de la persona ocurre cuando Dios le abre el corazón y le abre las Escrituras: y ahí la capta, la persona, y se convierte, y recibe salvación de parte de Dios. Ahora, dice:
“Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”.
Aquí podemos ver que los apóstoles de Jesucristo estaban viendo y oyendo lo que los profetas y justos desearon ver y escuchar. ¿Qué desearon ver ellos y escuchar? Ellos desearon ver la Venida del Mesías y escuchar al Mesías predicando, y dándoles a conocer los misterios del Reino de Dios.
Y ahora, en esta parábola, Cristo, encontramos que le muestra este misterio del Reino de Dios y le muestra que hay cuatro clases de personas que oyen la predicación de la Palabra; pero que tres de ellos no la entienden; pero hay uno que sí la entiende.
Los tres que no la entienden son los que están representados:
• Junto al camino5, los cuales oyen la predicación de la Palabra, y luego que se van, viene el malo y saca de su corazón lo que fue sembrado.
• Luego, los que fueron representados en el campo lleno de pedregales6; que son los que oyen la Palabra y la reciben con gozo, pero no tienen raíz; y cuando llega la aflicción, la apretura o persecución por causa de la Palabra que recibieron, luego se apartan de Dios.
• Y los otros son los que están representados con los de espinos7. Esos son los que escuchan la Palabra pero no llevan fruto, porque las espinas o espinos ahogan la Palabra que fue sembrada. Esos son los que los afanes de esta vida y los cuidados de esta vida y las riquezas de esta vida ahogan la Palabra que fue sembrada en el corazón; y no tienen tiempo para las cosas de Dios y para que esa Palabra lleve fruto en su vida en abundancia; y están muy ocupados en las cosas de este mundo, en las riquezas y demás cosas de esta Tierra.
Pero hay un grupo de personas representados en la buena tierra, de los cuales Cristo dice8:
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra…”.
Porque la Palabra no es solamente para escucharla sin entenderla, sino para escucharla y entenderla, para así poder llevar mucho fruto conforme al Programa Divino.
La persona que escucha la Palabra y no la entiende, no sabe ni por qué está viviendo en este planeta Tierra, ni sabe de dónde ha venido, ni sabe hacia dónde va. Ahora:
“… el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Así como un granito de trigo que es sembrado en buena tierra, uno produce a treinta, quizás…; quizás siembre usted otro en buena tierra, y ese le reproduce a sesenta: le produce sesenta granitos de trigo en la planta, en la mata; quizás siembra otro granito, y esa planta nace, crece y lleva fruto, y esa plantita le produce cien granitos de trigo, eso es ciento por uno, o sea, cien granitos de trigo por uno que fue sembrado. Así es en la buena tierra la Palabra de Dios, que lleva fruto en abundancia.
Y ahora, en la parábola de las diez vírgenes, encontramos que está escondido un misterio también del Reino de Dios. Siendo diez vírgenes nos habla del cristianismo completo; y siendo que cinco tienen aceite y cinco no tienen: el aceite representa el Espíritu Santo, y cinco tienen el Espíritu Santo y cinco no tienen.
Ahora, las que no tienen aceite, encontramos que sus lámparas se apagan; porque las lámparas de aceite trabajan pues con aceite: la mecha tiene que estar sumergida en el aceite, y ser encendida esa mecha para que pueda alumbrar; pero una lámpara sin aceite, no puede alumbrar: uno la prende y se apaga, ¿por qué? Porque no tiene aceite.
Y ahora, encontramos que eso representa el Espíritu Santo, el aceite; y representa que las vírgenes fatuas no tienen el Espíritu Santo, aunque hayan creído en Jesucristo y aunque hayan tenido manifestaciones de algunos dones del Espíritu de Dios.
Ahora, vean ustedes que aunque sean sinceras esas personas, si no tienen el Espíritu de Cristo, pues no tienen aceite en sus lámparas, no tienen aceite en sus vidas, en su cuerpo; y, por consiguiente, son cristianos profesantes solamente.
Pero hay un grupo de personas, representados en las cinco vírgenes prudentes, que tomaron aceite consigo; o sea que no solamente creyeron en Cristo y lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo, sino que recibieron también el Espíritu del Señor Jesucristo, que es el Espíritu Santo. Esas son las vírgenes prudentes; y esas son las que, para el tiempo final, en la Venida del Esposo, nos dice el mismo Jesucristo que entraron con Él a las Bodas; mientras las fatuas estaban buscando aceite. Dice:
[San Mateo 25:10] “Pero mientras ellas iban (o sea, las fatuas) a comprar (¿a comprar qué? A comprar aceite), vino el esposo (o sea, la Segunda Venida de Cristo); y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.
Ahora, vean ustedes cómo las vírgenes fatuas se pierden ese gran evento, ese gran momento, pierden la bendición de ver el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo; y cuando luego llegan, ya la puerta está cerrada y las vírgenes prudentes ya están dentro; pues dice que las que estaban preparadas entraron con Él a las Bodas, y se cerró la puerta.
Ahora, vean ustedes lo importante o la importancia de tener el Espíritu Santo, o sea, el aceite en nuestras lámparas, en nuestros cuerpos; y eso es lo mismo que el Vestido de Boda, porque el bautismo del Espíritu Santo es el Vestido de las Bodas del Cordero.
Y ahora, por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo: recibimos el Vestido de Boda.
Pero vean ustedes, vamos a detenernos un momentito.
Recibimos el Vestido de Bodas como las primicias del Espíritu. O sea que recibimos el Vestido de Boda, pero la parte interior del Vestido de Boda; o sea, el hombre interior, el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.
Y para el Día Postrero recibiremos la plenitud del Espíritu de Dios al recibir nuestra transformación del cuerpo y tener un cuerpo nuevo, y los muertos en Cristo recibir la resurrección en cuerpos eternos.
Y así estaremos vestidos no solamente interiormente: con la vestidura interior, sino con la vestidura exterior también; ¡listos para ir a la Cena de las Bodas del Cordero!
Ahora, vean ustedes el gran evento que para el Día Postrero se estará llevando a cabo en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial; y para eso tenemos que estar vestidos con el Vestido de las Bodas del Cordero.
Y de edad en edad, vean ustedes, los hijos e hijas de Dios han estado recibiendo las primicias del Espíritu; o sea, recibiendo el Vestido del hombre interior. Porque este cuerpo visible, como también el cuerpo invisible (que está dentro de este cuerpo), son dos vestidos, son dos vestimentas: el vestido interior (que es el espíritu) y el vestido exterior (que es el cuerpo físico).
Y como vamos para la Cena de las Bodas del Cordero, ¿qué sucede en y para las bodas siempre? Pues el novio y la novia, vean ustedes, tienen un vestido nuevo.
Y ahora, vean ustedes, el Vestido nuevo lo recibimos de parte de Cristo, recibiendo primeramente el Vestido o cuerpo interior, que es el espíritu teofánico, de parte de Cristo a nosotros, ese cuerpo teofánico; y en este Día Postrero recibiremos el Vestido exterior, o sea, el cuerpo eterno que Él ha prometido para cada uno de nosotros; para luego ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.
Sin ese Vestido de Bodas, sin ese Vestido de las Bodas del Cordero no podemos ir a la Cena de las Bodas del Cordero. Por eso es que a la Cena de las Bodas del Cordero solamente irán los que estarán con el Vestido de las Bodas del Cordero.
En esta parábola encontramos que los que quisieron ir o entrar a la cena de las bodas aquí, no pudieron permanecer allí; fueron sacados o fue sacado; porque trató de entrar a esta gran fiesta de boda en otra forma; y no pudo recibir entonces el Vestido de las Bodas del Cordero.
De edad en edad encontramos que han estado recibiendo el Vestido de las Bodas del Cordero, al creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo.
Así ha sido de edad en edad, así es también en nuestra edad; y es aquí, en nuestra edad, donde, luego de completarse el número de los escogidos de Dios y tener el Vestido de Boda que Cristo nos da —el Espíritu Santo, el hombre interior, la vestidura interior dentro de nuestro cuerpo—, luego recibiremos todos, en la Edad de la Piedra Angular, el vestido exterior, o sea, el cuerpo eterno y glorioso que Él ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también, para ir al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, podemos ver “EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”.
Ese Vestido de las Bodas del Cordero tiene dos partes: la primera parte, la que no se ve, que está dentro de nosotros: que es el Espíritu Santo, el bautismo del Espíritu Santo, que es el cuerpo teofánico, esa vestidura interna, ese hombre interior.
Ahora, vean ustedes, eso es lo que se recibe primeramente. Porque usted no se pone la chaqueta y después encima la camisa. Se pone la camisa primero (eso es lo primero, las primicias), y luego se pone la chaqueta y la corbata, y ya está listo.
Ahora, vean ustedes cómo de edad en edad, hasta nuestra edad, los hijos e hijas de Dios se han estado preparando para ir ¿a dónde? A la Cena de las Bodas del Cordero. Y todos de edad en edad se han estado vistiendo, pero no les ha dado tiempo de vestirse completo; y por eso no han ido a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, sino que han descansado en el Paraíso (los que terminaron su tiempo aquí en la Tierra), pero regresarán con la vestidura completa: cuando Dios les dé el nuevo cuerpo, el cuerpo eterno y glorificado, que es la vestidura exterior.
Y nosotros los que vivimos seremos transformados, y recibiremos así la vestidura exterior.
Y estaremos aquí en la Tierra, unidos con Cristo en este tiempo final, de 30 a 40 días; y luego nos iremos con Cristo a la recepción: a la Cena de las Bodas del Cordero. Y luego de la recepción en el Cielo ¿a dónde nos iremos? Pues a la luna de miel: al glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo en este planeta Tierra.
Ahora, vean ustedes lo importante que es tener el Vestido de las Bodas del Cordero.
Para poder recibir la parte exterior, el vestido exterior (que es el cuerpo eterno que hemos de recibir), primero tiene que recibir, tiene que tener, el vestido interior, que es el cuerpo teofánico, que se recibe por medio del nuevo nacimiento, al creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así obtenemos el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es la vestimenta o vestidura interior nuestra, acá dentro de nosotros, para luego tener la vestidura exterior, el cuerpo eterno y glorioso que Él ha prometido para cada uno de nosotros.
Y así tendremos la plenitud de Dios, la plenitud del Espíritu de Dios, la plenitud del Espíritu Santo; y así estaremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso es que Cristo habló tanto del nuevo nacimiento, y dijo que…; dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”9.
Nicodemo pensó en un nacimiento natural por medio de una mujer o por medio de su propia madre, pero su madre o estaba ya muy ancianita o ya había muerto; por lo tanto, para Nicodemo era bastante difícil lo que Cristo le estaba diciendo, o sea, no lo podía comprender.
“¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre, siendo el hombre ya viejo, entrar en el vientre de su madre, y nacer?”. Jesús le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, pues carne es; mas lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”10.
Y ahora, vean cómo Cristo le habla del nuevo nacimiento aquí a Nicodemo, y le dice11: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Es una necesidad y es un requisito para poder ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, todas las personas que han de nacer de nuevo, tanto los que ya nacieron el pasado como los que nacerían de nuevo en ese tiempo final, tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero; o sea que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia12.
Esas personas están en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo; y cuando aparecen en este planeta Tierra, y oyen la predicación del Evangelio, en el momento en que Cristo les habla directamente al alma, responden al llamamiento de Cristo: reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y reciben el Espíritu de Cristo, o sea, el Espíritu Santo; y así se opera en ellos el nuevo nacimiento; y ya tienen la primera parte de la Vestidura de la Cena de las Bodas del Cordero.
Y ahora, ya tienen la primera parte de la Vestidura de las Bodas del Cordero; y para el Día Postrero recibirán la segunda parte, o sea, la plenitud del Espíritu de Dios; ¿recibiendo qué? La transformación de nuestros cuerpos si estamos vivos, o, si han partido las personas, pues recibirán la resurrección en cuerpos eternos.
San Pablo, en Segunda de Corintios, capítulo 5, verso 1 en adelante, dice:
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos (o sea, se está refiriendo a un cuerpo eterno).
Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial…”.
“Revestidos”, o sea, ¿recibiendo qué?, recibiendo la vestidura exterior eterna que Cristo ha prometido para cada uno de Sus hijos, para cada uno de nosotros.
Y ahora, vean ustedes, gemimos deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial, gemimos dentro de nosotros mismos deseando ser transformados y tener el cuerpo eterno, o sea, ser revestidos de esa habitación celestial.
—“Pero ¿y qué pasará con nuestro cuerpo terrenal cuando seamos transformados?”.
¿Por qué se va a estar usted preocupando por el cuerpo terrenal, que es temporal? Preocúpese e interésese por el cuerpo eterno que Él ha prometido para cada uno de nosotros. Pero vamos a ver qué será de ese cuerpo:
“… pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.
Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”.
¿Ven? Será absorbido por la vida. ¿Y dónde estará? Cuando es absorbido, usted lo busca y no lo encuentra.
Es como aquella ocasión en que Moisés delante del faraón tiró su vara y se convirtió en una serpiente; y vinieron los encantadores allá, los cuales mandó a buscar el faraón, y vinieron con sus varas también, y las tiraron y se convirtieron en serpientes también.
Pero ¿qué sucedió allí? Vino la vara de Moisés y se tragó, se comió, a las otras varas, o sea, se comió a las otras serpientes; y luego Moisés tomó la serpiente y se convirtió en vara. ¿Y dónde está…?, ¿para dónde se fueron las serpientes aquellas? Quizás podía decirle alguno de los encantadores a Moisés: “Dame mi varita”. —“Búscala, si quieres buscarla; y encuéntrala, si la puedes encontrar”. —“Es que está ahí adentro”. Pero no se veía. La vara de Moisés absorbió aquellas otras varas.
Y ahora vean cómo el cuerpo terrenal será absorbido por la vida y no aparecerá más. ¿Y quién quiere que aparezca más?, si todos los problemas los hemos tenido porque hemos estado en este cuerpo terrenal. Pero mientras no tenemos el otro, lo cuidamos mucho y lo queremos mucho, y no queremos que muera; porque si muere este cuerpo terrenal, somos desvestidos, y tenemos que ir al Paraíso (que es muy bueno), esperar allá, pero no podemos estar trabajando acá en la Obra del Señor.
Y los que están en el Paraíso, aunque allá es muy bueno, y ni se trabaja ni se come ni se duerme, y no hay vagos allí, y no trabajan… (porque los vagos no van para el Paraíso); y ellos allí están esperando la resurrección en cuerpos eternos en la Venida del Señor.
Y ahora, vean ustedes cómo, para este tiempo final en el cual nosotros vivimos, habrá un grupo de personas que no será desvestida sino revestida: serán los escogidos que estarán viviendo en el tiempo final, en el Día Postrero, de los cuales San Pablo dice que no todos dormiremos, o sea, que no todos vamos a morir, sino que todos vamos a ser transformados13; y comienza a enumerar las cosas que estarán sucediendo en el tiempo en que los muertos en Cristo han de resucitar y nosotros los que vivimos hemos de ser transformados.
Dice que estará sonando la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, la Voz de Cristo.
Cristo, con Aclamación, Voz de Arcángel y con Trompeta de Dios, descenderá del Cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero, y nosotros los que vivimos seremos transformados. Eso está en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 13 al 17.
Y en Primera de Corintios, capítulo 15, nos da ahí una explicación también acerca de ese mismo tiempo, para la resurrección de los muertos y la transformación de nosotros los que vivimos. Y nos dice… Capítulo 15, verso 49 en adelante, dice:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”.
O sea que seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo: con ese cuerpo teofánico que recibimos al recibir Su Espíritu Santo, que es la imagen de Jesucristo (o sea, esa imagen de Dios, esa imagen divina), que es el cuerpo teofánico, y luego recibiremos —en el Día Postrero— esa semejanza de Jesucristo, conforme a la promesa divina. “Porque así como en Adán todos mueren, en Cristo todos seremos – todos somos vivificados”14.
Y ahora, vean ustedes cómo por medio de Jesucristo, el segundo Adán, viene esta bendición para todos nosotros. Sigue diciendo:
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.
O sea que con este cuerpo mortal, corruptible y temporal, no podemos continuar viviendo por toda la eternidad. El más que vivió fue Matusalén, y vivió 969 años y murió15.
Con este cuerpo mortal y terrenal no podemos heredar el Reino de Dios; tiene que ser con el nuevo cuerpo. Con este cuerpo mortal, corruptible y temporal, tampoco podemos ir a la Cena de las Bodas del Cordero; tenemos que ir con una nueva vestidura, que es el cuerpo teofánico o espíritu teofánico de la sexta dimensión, y cuerpo físico eterno que Él nos dará en este tiempo final. O sea que tendremos dos cuerpos.
El ser humano tiene dos cuerpos siempre, aunque no lo haya comprendido, dos vestiduras. El espíritu es la invisible, la interior, el hombre interior; y la exterior, que es el cuerpo físico.
Y ahora, el cuerpo físico que recibimos cuando hemos nacido aquí en la Tierra: obtuvo (ese cuerpo físico) un espíritu del mundo, el cual es en la permisiva voluntad de Dios (o sea, un cuerpo también de otra dimensión: de la quinta dimensión).
Y hemos visto que los hijos e hijas de Dios han estado viviendo en un cuerpo exterior y un cuerpo interior, una vestidura interior y una vestidura exterior; pero ese es un cuerpo viejo, es “el viejo hombre” (que le llama la Escritura)16; y el viejo hombre comienza a morir de adentro para afuera.
Vean ustedes, con el nuevo nacimiento muere el viejo hombre, y ahí nace una nueva criatura en el Reino de Dios: obtiene un espíritu teofánico de la sexta dimensión; y para el Día Postrero recibirá el nuevo cuerpo físico y eterno y glorioso y glorificado, que es la vestidura exterior, el cuerpo exterior, el cual también será nuevo y eterno. Sin ese cuerpo eterno nadie puede ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, vean ustedes cómo el cuerpo interior y el cuerpo exterior es, el interior: las primicias del Espíritu, y el exterior: la plenitud del Espíritu de Dios. Con las primicias recibimos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo interior; y con la plenitud del Espíritu de Dios recibiremos un cuerpo exterior, un cuerpo eterno y glorioso, para vivir en él por toda la eternidad; y con él iremos a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, hemos visto cómo los escogidos de Dios se han estado vistiendo para ir a la Cena de las Bodas del Cordero; y es en este tiempo final, en el cual nosotros vivimos, que los escogidos de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, la Iglesia-Novia, las vírgenes prudentes, estarán listas, vestidas completamente, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, hemos visto este misterio de EL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO.
¿Vieron lo sencillo que es todo? Cristo es el que da las vestiduras o el Vestido de las Bodas del Cordero.
Así era en aquellos tiempos: el novio se paraba a la puerta de entrada, y cuando llegaban los invitados les colocaba una vestidura; la misma clase de vestidura a los ricos y a los pobres también, a todos sus invitados; no importa que fuesen ricos o pobres, llevaban la misma vestidura.
Y, sean ricos o pobres, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero todos reciben la misma vestidura: primero las primicias del Espíritu, y en el Día Postrero —en adición— recibiremos la plenitud del Espíritu de Dios. O sea, tendremos cuerpo teofánico dentro del cuerpo eterno que recibiremos en este tiempo final; y así estaremos completamente vestidos con la Vestidura de la Bodas del Cordero, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Es muy importante que el individuo se mantenga con la vestidura del nuevo hombre, y no con la vestidura del viejo hombre; para, en el Día Postrero, recibir la vestidura exterior recibiendo la transformación de su cuerpo; y así ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo en toda Su plenitud.
Cuando recibimos las primicias del Espíritu, o sea, el Espíritu de Cristo, recibimos la imagen de Cristo; o sea que, así como Cristo desde antes de la creación del ser humano Él tenía Su cuerpo teofánico, así también nosotros, cuando hemos creído en Cristo y hemos recibido Su Espíritu Santo: somos colocados en un cuerpo teofánico, como estuvo Jesucristo por millones de años.
Y luego, así como Jesucristo recibió un cuerpo aquí en la Tierra…, que nació de la virgen María, el cual fue creado en el vientre de María, donde Dios creó una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula y formó aquel cuerpo, el cual nació en Belén de Judea; y en ese cuerpo habitó el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel del Pacto, el cual vendría a la Tierra en carne humana.
Y así como Él recibió un cuerpo creado por Dios: cada hijo e hija de Dios en el Día Postrero recibirá un cuerpo creado por Dios, un cuerpo eterno; aunque esté en el Paraíso viviendo y no tenga su cuerpo físico, él regresará para habitar en un cuerpo eterno; y si estamos vivos, cuando eso ocurra y veamos la resurrección de los muertos en Cristo, nosotros los que vivimos seremos transformados.
Y así estaremos a imagen y semejanza de Jesucristo. A imagen de Jesucristo: un cuerpo teofánico; y a semejanza de Jesucristo: un cuerpo eterno como el de nuestro Señor Jesucristo. Y así estaremos adoptados en el Reino de Dios para llevar a cabo los negocios de nuestro Dios —del Reino Milenial y de toda la eternidad— con nuestro Señor Jesucristo; porque somos herederos de Dios y coherederos con nuestro Señor Jesucristo17.
En Apocalipsis, capítulo 19, nos dice la Escritura así: verso 7 al 10 dice:
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios”.
Hemos visto, aquí en este pasaje, que a la Iglesia del Señor Jesucristo le es concedido el privilegio de estar vestida para ir a la Cena de las Bodas del Cordero; y son bienaventurados los que son llamados a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, en esta ocasión hemos estado viendo “EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”, sin el cual ninguna persona podrá estar en la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial.
Cristo dijo [San Juan 14:2]: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay (o sea, muchos cuerpos en los cuales habitar)”. Dice:
“… voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez (ahí está Su Segunda Venida), y os tomaré a mí mismo…”.
¿Por qué dice: “Os tomaré a Mí mismo”? Porque la Iglesia del Señor Jesucristo es el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Se está tomando a Sí mismo, en Su Venida, al tomar Su Cuerpo Místico de creyentes, Su Iglesia.
“… os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
Ahora, miren la bendición tan grande que Cristo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también, la cual en este tiempo final será cumplida en toda su plenitud; y estaremos todos en la Casa de nuestro Padre celestial, con cuerpos teofánicos eternos, o sea, espíritus teofánicos eternos, y cuerpos físicos glorificados y eternos, viviendo por toda la eternidad; y reinaremos con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad, como reyes y sacerdotes, en el glorioso Reino del Señor Jesucristo18.
Estas personas, que son vestidas con el Vestido de Bodas, son los que tienen el privilegio más alto, más grande, de toda la Creación de Dios; son los que tienen el privilegio de ser la clase de la creación más alta de Dios, porque son los hijos e hijas de Dios.
Y en una familia, en una casa (como familia), para el esposo y la esposa no hay nadie de un nivel más alto que los hijos; en la casa de un matrimonio, ahí los que tienen el nivel más alto con sus padres son los hijos.
Ahora, podemos ver que así es para con Dios: los que tienen la posición más alta de y en toda la Creación de Dios son los hijos e hijas de Dios. Tienen la posición más alta: a tal grado que el mismo Jesucristo vino para morir por cada uno de nosotros, por cada hijo e hija de Dios que tiene su nombre escrito (¿dónde?) en el Libro de la Vida del Cordero.
Todos los que tienen sus nombres escritos en el Libro la Vida del Cordero obtienen el Vestido de las Bodas del Cordero.
Por eso es que Él nos ha enviado en estos cuerpos mortales, en este planeta Tierra y a este planeta Tierra: para vivir una temporada y hacer contacto con Cristo y Su Programa, para obtener (¿qué?) el Vestido de las Bodas del Cordero.
Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta tarde, o en esta noche, dándoles testimonio de “EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”.
A través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo podemos ver quiénes serán, quiénes son, los que recibieron el Vestido de Boda, el hombre interior, las primicias, y quiénes resucitarán con el resto del Vestido de Boda. Y podemos ver también quiénes en este Día Postrero tendrían el Vestido de Boda, las primicias del Espíritu, y quiénes tendrían luego el Vestido de Boda completo con la parte exterior, el cuerpo eterno que Cristo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.
De edad en edad fueron los de cada edad, que estuvieron con el mensajero de cada edad; y para la Edad de la Piedra Angular serán los que estarán en la Edad de la Piedra Angular con el mensajero de la Edad de la Piedra Angular, escuchando la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final.
Porque es con la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final que son llamados y juntados los escogidos de Dios, en la Edad de la Piedra Angular, y preparados para ser transformados y raptados; o sea, para recibir la parte exterior del Vestido de Boda, o sea, la parte visible, el cuerpo eterno que Él ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.
Y cuando a una persona le prometen un vestido nuevo, está deseosa la persona de recibirlo; y si le dicen que es para ir a una boda, está deseoso que llegue ese día para colocarse ese vestido de boda e ir a esa boda.
Y ahora, vean ustedes, toda persona dice: “¿Cómo será el vestido de boda que me van a dar, que me van a traer?, ¿cómo será?”.
Y ahora, ¿cómo será el Vestido de Boda nuestro? Hay un modelo; y ese modelo es nuestro Señor Jesucristo. De acuerdo a ese modelo es el Vestido de Boda para todos nosotros también, porque será a imagen y semejanza del de Jesucristo.
Así que ya tenemos una idea cómo será: será eterno, no se enfermará, no morirá, y tendrá todo el poder divino restaurado en ese Vestido de Boda.
Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes, dándoles testimonio de “EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto todos los escogidos de Dios que faltan por llegar, lleguen; y que todos los escogidos de Dios tengan la primera parte del Vestido de Boda: el Espíritu Santo, el cuerpo teofánico; y pronto todos recibamos la segunda parte del Vestido de Boda: el cuerpo nuevo, el cuerpo eterno; y todos seamos transformados y vayamos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios los guarde; y dejo nuevamente con nosotros al reverendo Miguel Bermúdez Marín, para continuar y finalizar nuestra parte en esta noche dándole gracias a Jesucristo por Su cuidado y Su invitación para estar en la Cena de las Bodas del Cordero; y por el traje de Boda que Él prometió darnos, y que ya comenzó dándonos la primera parte; y en el Día Postrero nos dará la segunda parte de ese Vestido de Boda, que es el cuerpo eterno que Él ha prometido para todos nosotros.
Ya por aquí tenemos a Miguel. Vamos a pedirle a Miguel que pase por aquí ya, para continuar y finalizar nuestra parte en esta noche.
¡Que pronto todos tengamos el Vestido de Boda colocado completo! En el Nombre Eterno de Jesucristo. Amén y amén.
“EL MISTERIO DEL VESTIDO DE LAS BODAS DEL CORDERO”.
[Revisión enero 2022]
1 Colosenses 3:9-10
2 Efesios 4:24
3 Romanos 7:22; Efesios 3:16; 2 Corintios 4:16
4 San Mateo 25:1-13
5 San Mateo 13:3-4, 13:19
6 San Mateo 13:5-6, 13:20-21
7 San Mateo 13:7, 13:22
8 San Mateo 13:23; 13:8
9 San Juan 3:3
10 San Juan 3:4-6
11 San Juan 3:7
12 Romanos 9:16
13 1 Corintios 15:51-52
14 1 Corintios 15:22
15 Génesis 5:27
16 Efesios 4:22-24
17 Romanos 8:17
18 Apocalipsis 5:10