Muy buenas tardes, amados hermanos y amigos presentes aquí en Cayey, Puerto Rico, y los que están a través de internet y a través de televisión.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y nos bendiga y nos hable directamente a nuestra alma; y nos permita comprender la muerte de Jesucristo y la bendición tan grande que ha ganado para nosotros Cristo en la Cruz del Calvario. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Hoy, Viernes Santo, conforme a la costumbre del cristianismo, tenemos el tema: “EL MISTERIO DE LA MUERTE DEL SEÑOR JESUCRISTO”.
Para lo cual vamos a leer en San Mateo, capítulo 27, versos 35 en adelante, donde dice:
“Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
Y sentados le guardaban allí.
Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: Este es Jesús, el Rey de los judíos.
Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,
y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.
De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:
A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.
Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.
Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.
Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este.
Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.
Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;
y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra, y nos permita comprender el misterio de la muerte de Cristo y la bendición que hay ahí para cada hijo e hija de Dios.
“EL MISTERIO DE LA MUERTE DEL SEÑOR JESUCRISTO”.
La Venida del Mesías, la Venida del Señor, el pueblo hebreo la estaba esperando, y estaba esperando también la venida de Elías.
Conforme a las profecías bíblicas, para el tiempo en que vino Jesús dos mil años atrás tenía que venir el Mesías. Conforme a la profecía, el hijo de una mujer sería el que heriría al diablo, a la serpiente, en la cabeza; pero la serpiente y la simiente de la serpiente heriría al Hijo, a la simiente de la mujer, en el calcañar, o sea, los talones serían heridos.
Ahora, vean ustedes, la profecía en el capítulo 3, verso 15 del Génesis, dice:
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer (le dice Dios a la serpiente), y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
Ahora, vean ahí la profecía de la Venida del Mesías y de la muerte del Mesías en la Cruz del Calvario.
Ahora, la humanidad se preguntará: “¿Y por qué Cristo murió dos mil años atrás siendo el Rey de Israel, siendo el Mesías prometido que el pueblo hebreo estaba esperando?”. Porque lo rechazó y pidió Su muerte, y el imperio romano mató al Mesías.
Ahora vean, el pueblo hebreo y el pueblo romano son culpables de la muerte de Cristo, del Mesías en Su Primera Venida.
El pueblo hebreo ha estado recibiendo el juicio divino por estos dos mil años, aproximadamente, que han transcurrido, porque la Sangre del Mesías ha sido hallada en sus manos; la Sangre derramada por Cristo ha sido hallada en sus manos, y por eso ha sido demandado el juicio divino, ha sido demandada la Sangre del Mesías de mano del pueblo hebreo.
Pero también el imperio romano, el reino de los gentiles en su cuarta etapa, vean ustedes, también es responsable de la muerte del Mesías. Y el imperio romano fue el que ejecutó el deseo del pueblo hebreo, o sea, matar al Mesías en Su Primera Venida. Y, por consiguiente, el imperio romano es culpable de la muerte de Cristo.
Y al ser culpable el imperio romano, eso es el imperio de los gentiles o reino de los gentiles que estaba en aquel tiempo en la etapa del imperio romano, que es la cuarta etapa, representada en las piernas de hierro.
Y es en la segunda parte… Allí estaba en la primera parte del imperio romano, en la primera parte de ese cuarto imperio de los gentiles; y ahora la segunda parte del imperio de los gentiles para el tiempo final, para la Segunda Venida de Cristo, se encontrará en los pies de hierro y de barro cocido.
Y este es el tiempo en donde Dios demandará de manos del imperio de los gentiles la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo; porque la Sangre de Cristo ha estado a la disposición de todo ser humano, para que no sea hallada en sus manos, sino en el corazón.
Porque la Sangre de Cristo hallada en las manos de las personas demanda el juicio divino sobre la persona; pero la Sangre de Cristo hallada en el corazón de las personas, hace que la misericordia de Dios sea extendida sobre la persona, y se produce la reconciliación de esa persona con Dios y de Dios con esa persona. Y esa reconciliación comienza en el interior.
Y en el Día Postrero, encontraremos que en lo exterior también estaremos reconciliados con Dios, porque seremos transformados; y entonces tendremos un cuerpo eterno, y así estaremos físicamente también reconciliados con Dios.
Ahora, vean ustedes, la muerte de Cristo fue efectuada dos mil años atrás, el día en que el cordero pascual era sacrificado; lo cual venía desde el tiempo de la salida de Egipto, donde sacrificaron el cordero pascual el día de la víspera de la Pascua, y fue aplicada la sangre del cordero pascual sobre el dintel y postes de la puerta de entrada de cada casa de los hebreos, y dentro fue llevado el cordero asado, y fue comido dentro por las personas que estaban dentro de sus casas con sus familias, para que así el primogénito de cada familia pudiera continuar viviendo; pues en toda casa que no estuviera la sangre aplicada en el dintel, la muerte entraría y mataría al primogénito de esa casa[1].
Ahora vean cómo la muerte del cordero pascual y su sangre aplicada en la casa donde estaría cada primogénito, libraba a cada primogénito (¿de qué?) de la muerte. Y ahora la Sangre del Cordero de Dios, Jesucristo, nos libra de la muerte y nos da vida eterna.
Ahora, vean cómo en el Antiguo Testamento fue representada la muerte de Cristo en la muerte de todos los animalitos que eran sacrificados para la paz y reconciliación del pueblo hebreo con Dios.
Cristo es el Cordero Pascual[2] y también es el Macho Cabrío[3] que fue sacrificado el Día de la Expiación.
El día de la expiación, cada día diez del mes séptimo de cada año, se sacrificaba el macho cabrío de la expiación, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios. Todos esos sacrificios ofrecidos a Dios eran tipo y figura del Sacrificio de Cristo realizado en la Cruz del Calvario.
Ahora, ¿por qué tuvo que morir Cristo por nosotros? Cristo tuvo que morir por nosotros porque cuando el ser humano cayó en el Huerto del Edén la raza humana completa fue destituida de la gloria de Dios; y la raza humana completa estaba representada en Adán y Eva.
Y de ahí en adelante, todo ser humano que vendría a esta Tierra, vendría por medio de la unión de un hombre y de una mujer en sus relaciones íntimas; y por consiguiente tendría un cuerpo mortal, corruptible y temporal; y tendría también un espíritu del mundo, en la permisiva voluntad de Dios, que le sería dado al nacer la persona; y vendría a vivir solamente una temporada de tiempo en esta Tierra en ese cuerpo terrenal.
San Pablo le llama a ese cuerpo “cuerpo animal”. Así lo dice en Primera de Corintios, capítulo 15 y verso 44 en adelante; dice… vamos a ver, 42 en adelante. Primera de Corintios 15:42 en adelante, dice:
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción (o sea, resucitará en un cuerpo inmortal e incorruptible).
Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.
Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual”.
Primero, el ser humano, de la caída hacia acá, recibe un cuerpo animal, porque fue un animal el que engañó a Eva, y por consiguiente la raza humana ha tenido que tomar un cuerpo animal.
Pero, para los hijos e hijas de Dios, Cristo ha establecido el nuevo nacimiento: al creer en Cristo como nuestro Salvador (la persona), y lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, recibe un espíritu teofánico del Cielo, de la sexta dimensión, o sea, del Paraíso; y ya entra al Programa, ya ha entrado al Programa de vida eterna, ha entrado al Programa de una Nueva Creación, del cual Jesucristo es el primero.
Y luego, en el Día Postrero, la persona tendrá un cuerpo eterno, el cual le dará Cristo en la resurrección de los muertos en Cristo, a los que ya han partido; y los que estamos vivos seremos transformados, conforme a la promesa divina, y tendremos un cuerpo eterno. Ya no tendremos un cuerpo animal, sino un cuerpo celestial; un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, un cuerpo como el de nuestro amado Señor Jesucristo.
“Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”.
O sea que tendremos un cuerpo físico eterno y glorificado como el de nuestro Señor Jesucristo, con un espíritu teofánico de la sexta dimensión dentro de ese cuerpo eterno; y así seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. Dentro del cuerpo teofánico estará nuestra alma, y el cuerpo teofánico estará dentro del cuerpo físico y eterno que Él nos dará.
Y esto Él lo ha prometido para el Día Postrero, como nos dice en San Juan, capítulo 6, verso 40, donde dice:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Ahora, vean ustedes que para los creyentes en Cristo, que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo, si su cuerpo físico, cuerpo mortal, cuerpo animal se ha muerto, no tienen ningún problema; de todas maneras ese cuerpo no es eterno; es temporal, es mortal. Él (Cristo) nos dará un nuevo cuerpo, si nuestro cuerpo físico muere; y si nuestro cuerpo físico permanece hasta que los muertos en Cristo sean resucitados, entonces recibiremos una transformación, y así obtendremos un nuevo cuerpo, un cuerpo eterno.
Ahora, vean el por qué nosotros estamos viviendo en este cuerpo mortal, corruptible y temporal: por causa de la caída en el Huerto del Edén.
Adán tomó del árbol de ciencia del bien y del mal, Eva tomó del árbol de ciencia del bien y del mal; y la muerte – el pecado, entró por un hombre a la raza humana, y por consiguiente la muerte, porque la paga del pecado es muerte[4]. Y vean ustedes cómo la raza humana, en su infancia, cayó (¿de dónde?) de la vida eterna, cayó a muerte al caer en pecado el ser humano.
Ahora, nos dice la Escritura en el capítulo 2, verso 9 en adelante; dice [Hebreos]:
“… vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles (o sea), a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”.
Ahora, vean que todo estaba planificado por Dios para que así sucediera.
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
En medio de la congregación te alabaré.
Y otra vez:
Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.
Ahora, vean ustedes, todos los hijos de Dios que vendrán a ser manifestados en este planeta Tierra, vienen a ser hijos de Dios por medio de nuestro amado Señor Jesucristo.
“He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.
Por medio del nuevo nacimiento obtenemos un nuevo cuerpo, un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico; y por consiguiente hemos nacido como hijos de nuestro amado Señor Jesucristo.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.
Ahora vean cómo Cristo vino a semejanza de los hijos e hijas de Dios que estarían viniendo en esta forma humana.
Él vino en forma humana pero Su cuerpo fue creado por Dios, por lo tanto vino sin pecado. Él vino sin pecado para tomar nuestros pecados y morir por nuestros pecados, para que la muerte que cada uno de ustedes tenía que recibir, recibirla Cristo.
Y cuando Cristo murió, ¿saben ustedes lo que sucedió? Recuerden que la muerte de Cristo estaba ya ordenada por Dios desde antes de la fundación del mundo; o sea que esto no le sorprendió a Dios, sino que cumplió el propósito de Dios.
En Primera de Pedro, capítulo 1, verso 19 en adelante (19 al 23), dice… Aquí mostrando la forma en que hemos sido rescatados por Cristo y Su Sangre, dice:
“… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo…”.
¿Desde cuándo? Desde antes de la fundación del mundo ya eso estaba destinado en el Programa de Dios, en la Mente de Dios. Por eso fue hablado después, en el Génesis y en diferentes profecías, de que esto ocurriría de esta forma.
“… pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…”.
Fue manifestado en los postreros tiempos la Venida y muerte de nuestro amado Salvador, la Venida y muerte del Rey de Israel.
Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, y por consiguiente comenzaron los días postreros o tiempos postreros. Así que se cumplió lo dicho:
“… pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…”.
Y por amor a mí también Dios manifestó la Primera Venida de Cristo.
“… y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Ahora, podemos ver que la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario estaba programada por Dios desde antes de la fundación del mundo, para poder redimir a toda persona que tiene su nombre escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.
Esos son los hijos e hijas de Dios, que vendrían a este planeta Tierra primeramente en un cuerpo mortal, corruptible y temporal y con un espíritu del mundo, pero que recibirían a Cristo como nuestro Salvador y lavarían sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibirían Su Espíritu Santo; y así obtendrían el nuevo nacimiento y entrarían al Programa de vida eterna, al Programa de una Nueva Creación que Jesucristo estaría realizando.
Y por consiguiente, estaría primero dándonos el espíritu teofánico de la sexta dimensión, para así estar como estuvo Cristo en el tiempo de Adán, en el tiempo de Set, en el tiempo de Enoc, en el tiempo de Noé, en el tiempo de Abraham; en todos esos tiempos estuvo en Su cuerpo teofánico, y llevó a cabo diferentes labores correspondientes a Su ministerio en Su cuerpo teofánico; y envió profetas en diferentes edades y dispensaciones, y aun le apareció en forma visible a algunos profetas; y cuando lo vieron dijeron que era un Hombre, un Varón, el cual es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, al cual Moisés le preguntó Su nombre y Él le dio cuatro consonantes, las cuales es dicho que son impronunciables para el pueblo hebreo y para los demás seres humanos.
Y esas cuatro consonantes: YHWH, son las letras con las cuales el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, se identificó, o identificó como Su Nombre; pero que en las traducciones han colocado “Jehová”, porque le han añadido a las consonantes algunas letras; pero la realidad de la pronunciación de ese Nombre no es “Jehová”.
Ahora, encontramos que en la misma forma en que estaba Jesucristo antes de tener Su cuerpo físico, el cual se encontraba en Su cuerpo teofánico, y por esa razón pudo decir: “Antes que Abraham fuera, Yo soy”. “Abraham deseó ver Mi día; lo vio, y se gozó”[5], también había dicho.
Ahora, podemos ver el por qué Jesús podía decir que era antes que Abraham: porque era antes que Abraham, y era antes que Adán también; porque Él es el Jehová del Antiguo Testamento, el Ángel del Pacto, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el cual apareció en medio del pueblo hebreo en carne humana. Y eso fue la Venida del Mesías como Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo.
Sin Su Sacrificio en la Cruz del Calvario la raza humana ya habría desaparecido del planeta Tierra, pues Cristo dijo: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda”[6]. ¿Y qué de los demás seres humanos? Tenían que desaparecer en el día en que Jesús murió en la Cruz del Calvario; porque el juicio divino era demandado en ese día, y el juicio divino hubiera caído sobre toda la raza humana. Pero Jesús tomó nuestros pecados. Siendo inmortal no podía morir, porque estaba sin pecado; y una persona sin pecado es una persona que vivirá eternamente.
Por eso Cristo dice: “El que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. No morirá eternamente”[7], o sea, lo único que muere es su cuerpo físico, pero Cristo le dará un cuerpo eterno en el Día Postrero: la resurrección de los muertos en Cristo y transformación de nosotros los que vivimos.
Ahora, Cristo, al no tener pecado, no podía morir. Él dijo: “Nadie me quita la vida”. Ahora, Él dijo también: “Yo la pongo por Mí mismo para volverla a tomar”[8].
Él, para poder morir, tomó nuestros pecados; y la paga del pecado que tenía que caer sobre nosotros, cayó sobre Jesús.
Y por eso, vean ustedes, por cuanto la paga del pecado es muerte, Él tuvo que morir y tuvo que ir al infierno, porque ese es el lugar que le corresponde a todo pecador después que termina sus días aquí en la Tierra.
Ahora, vean el por qué Cristo tuvo que morir en la Cruz del Calvario: para así quitar los pecados nuestros, Él llevarlos por nosotros, morir por nosotros, pagar la pena del pecado.
Y es como cuando una persona tiene una deuda grande (ya sea en el banco o con alguna persona), si esa persona no puede pagar esa deuda está en graves problemas, lo perderá todo, porque el banco reclamará en juicio todo lo que le pertenece a esa persona: autos, casas, propiedades; todo lo perderá.
Y ahora, vean ustedes, el ser humano que tenga una deuda (la deuda del pecado) lo perderá todo, porque la paga del pecado es muerte; perderá el derecho a vivir eternamente.
Pero en el banco, si una persona… o en alguna deuda, una persona se presenta y pide la deuda de la persona que está endeudado, y dice:
—“Yo vine a saldar esa deuda”.
Le dicen:
—“Pues esta es la deuda”.
Y ahora, vean ustedes, la deuda nuestra era grande, y la paga era la muerte.
Y si una persona toma la deuda de otra persona y la paga… Si usted debe en un banco un millón de dólares, y otra persona los paga por usted (dice: “Yo voy a pagar la deuda de esta persona”, y lo paga por usted), ¿cuánto le debe usted al banco? No le debe nada. El banco no puede ir a la corte para demandarlo a usted y quitarle sus propiedades; no puede demandarlo a usted o no puede meterlo a la cárcel por no pagar una deuda, porque ya esa deuda quedó salda. Y si quedó saldada esa deuda, usted ¿cuánto debe? No debe nada. Y ahora…, solamente le debe las gracias al que le pagó la deuda.
Y nosotros no nos cansamos de darle gracias a Cristo porque pagó nuestra deuda en la Cruz del Calvario; la pagó con lo que Dios demandaba: la muerte del deudor; y por eso tuvo que ir al infierno.
Dice Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 al 22:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…”.
Lo que murió fue el cuerpo físico, dice:
“… pero vivificado en espíritu;
en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.
Fue y predicó ¿en qué? En el espíritu, o sea, en Su cuerpo teofánico tuvo que descender al infierno, que era donde tenía que descender cada hijo de Dios; y cada pecador ahí es que desciende. Y ahora, Cristo tuvo que descender al infierno, y allí:
“… predicó a los espíritus encarcelados,
los (cuales) en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Les predicó ¿a quiénes? A aquellas personas que vivieron en el tiempo de Noé, y aun antes del tiempo de Noé, pero que fueron desobedientes a la Palabra de Dios.
Los que vivieron en el tiempo de Noé y no creyeron el Mensaje de Noé —y Su profeta (y el profeta de Dios, el cual fue Noé)—, vean ustedes, fueron ¿dónde? Al infierno, cuando murieron por el diluvio. Ocho personas solamente se salvaron en aquel tiempo.
Y ahora, vean ustedes, Cristo fue y les predicó a esas personas allí; no para salvación, sino que censuró la incredulidad de ellos, y confirmó y vindicó que Noé era Su profeta para aquel tiempo.
Luego encontramos que Cristo pasó al Paraíso, de lo cual hablaremos más adelante; o sea, estaremos hablando el domingo en la mañana y en la tarde, acerca de Cristo en el Paraíso (si no nos da tiempo en esta tarde).
Y estaremos hablando de la resurrección de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual antes de morir tuvo un ministerio de tres años y medio aquí en la Tierra, predicándole a las personas que estaban viviendo sobre la Tierra; pero después fue al infierno, a la quinta dimensión, y continuó predicando allá. Y allá Él obtuvo la victoria, y tomó las llaves del infierno y de la muerte, se las quitó al diablo, y resucitó; pasó al Paraíso y después resucitó. Y eso lo vamos a dejar ahí pendiente para las próximas conferencias.
Ahora, podemos ver que Jesucristo murió por nosotros en la Cruz del Calvario, y tuvo que ir al infierno y estar allí, en un lugar terrible; pero estuvo allí aprovechando bien el tiempo, o sea, predicando a las almas que estaban allí encarceladas.
Y en el infierno, pues hay diferentes lugares, como los hay también aquí en esta Tierra. Podemos decir que en esta Tierra hay diferentes lugares, llamadas “naciones”; y así también en el infierno, en la quinta dimensión, hay diferentes lugares; y también en el Paraíso, en la sexta dimensión, hay diferentes lugares.
Por eso es que cuando el precursor de la Segunda Venida de Cristo estuvo en el Paraíso antes de él terminar sus días aquí en la Tierra, le recibieron (¿quiénes?) los convertidos de él[9]. No aparecieron allí los convertidos de los otros ángeles mensajeros de las edades anteriores a él, porque esos estaban con sus ángeles mensajeros en el sitio donde tenían que estar: allá en la sexta dimensión, pero en cierto lugar allá de la sexta dimensión.
Ahora, podemos ver que hay diferentes dimensiones, y todos queremos pues las mejores dimensiones, que son la sexta dimensión y la séptima dimensión.
Pero hay que vivir en esta dimensión de luz, tiempo y materia, creyendo en Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo y teniendo el Espíritu de Cristo – obteniendo el Espíritu de Cristo; para así tener el nuevo nacimiento, tener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; para, al terminar nuestros días aquí en la Tierra, ir a vivir al Paraíso en ese cuerpo teofánico.
Pero si se termina el tiempo y los muertos en Cristo resucitan, cuando los veamos (si estamos vivos) entonces recibiremos una transformación; porque ya tenemos la transformación interior, solamente nos falta la transformación exterior: del cuerpo animal a un cuerpo celestial.
Y así entonces estaremos a la semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo: con un cuerpo eterno, y también a la imagen de Cristo: con un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, como el cuerpo teofánico de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, podemos ver el por qué Cristo tuvo que morir en la Cruz del Calvario dos mil años atrás, allá en Jerusalén. El pueblo hebreo tenía que estar ciego, como decía la Escritura, para no ver, no comprender que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido para el pueblo hebreo, y Rey de Israel; que era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob vestido de carne humana visitando a Su pueblo Israel.
Ahora, hemos visto la primera crucifixión, la muerte de Cristo en Su Primera Venida, la cual fue tipificada en la roca que Moisés hirió con su vara allá en el desierto, para darle agua al pueblo hebreo[10].
En la segunda ocasión en que Moisés hirió una roca, la cual representaba a Cristo, esa roca representaba a Cristo en Su Segunda Venida. Y Dios le dijo: “Háblale a la roca, y te dará agua para todo el pueblo”. Moisés hirió la roca dos veces, hirió la roca con su vara; y Dios se enojó con Moisés, y le dijo: “Por cuanto no me glorificaste, no pasarás con el pueblo a la tierra prometida”[11].
¿Y por qué se va a enojar Dios con Su profeta Moisés, un profeta dispensacional, porque Dios le dice que le hable a la roca y Moisés hiere la roca? Porque aquella roca representaba a Cristo en Su Segunda Venida; y la roca sería herida una sola vez: en la Cruz del Calvario.
Cristo, la Roca, la Piedra no cortada de manos en Su Primera Venida, sería herida esa roca allá en la Cruz del Calvario; pero en Su Segunda Venida no sería herida esa Roca, no se realizaría una segunda crucifixión, porque con el Sacrificio de Cristo en Su Primera Venida bastaba para todos los hijos de Dios ser redimidos.
Y ahora, por cuanto Moisés hirió la roca una segunda ocasión, cuando tuvo que traer agua para el pueblo en otro lugar, encontramos que rompió el tipo y figura de la Segunda Venida de Cristo sin ser herido.
Y ahora, la Segunda Venida de Cristo recibirá una segunda crucifixión, o sea, habrá una segunda crucifixión (eso es en la Segunda Venida de Cristo); pero por cuanto no puede ser una crucifixión física, tiene que ser una crucifixión espiritual.
Y en la Segunda Venida de Cristo habrá personas que hablarán en contra del cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo, al no entender el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo; y eso les será contado a esas personas como una segunda crucifixión de Cristo, y el juicio divino caerá sobre esas personas.
Ahora, ese es un misterio que en este tiempo final estará siendo manifestado en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles. En el cumplimiento de Su Venida habrá grandes líderes religiosos que se levantarán también en contra de la Segunda Venida de Cristo, como se levantaron en contra grandes líderes religiosos del pueblo hebreo, en contra de la Primera Venida de Cristo; y le contará en la misma forma a los que se levanten en contra de la Segunda Venida de Cristo.
Ahora, para este tiempo final, todo lo que sucedió allá literalmente, físicamente, sucederá espiritualmente también. Pero para este tiempo, vean ustedes, la crucifixión de Cristo es en lo espiritual, la crucifixión de la Segunda Venida de Cristo.
Y la Segunda Venida de Cristo bajando al infierno, a la quinta dimensión, y predicándole a las almas encarceladas, será la manifestación de la Segunda Venida de Cristo produciendo los grandes milagros y maravillas cuando ya la Puerta de la Misericordia se haya cerrado, cuando ya hayan entrado todos los escogidos de Dios al Cuerpo Místico de Cristo y se haya completado el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, y hayan recibido ya la intercesión de Cristo en el Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo, y ya hayan obtenido Su misericordia, la misericordia de Cristo.
Luego Cristo descenderá manifestado en toda Su plenitud saldrá del Trono de Intercesión en el Cielo y se manifestará a través de carne humana, a través del mensajero que Él tenga en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, usándolo en este tiempo final.
Y ahí habrá una apretura grande en ese tiempo, y habrá una manifestación grande de la plenitud de Dios; será la plenitud de Cristo manifestada; y estará llevando a cabo grandes señales y maravillas, y estará siendo predicado el Evangelio del Reino a los perdidos, que no podrán recibir salvación ya, porque la Puerta ya estará cerrada.
Ya Cristo habrá terminado Su Obra de Intercesión en el Cielo, en el Templo que está en el Cielo; por lo tanto, estará manifestado en toda Su plenitud a través de carne humana en Su Ángel Mensajero; y estará predicándole a las almas que ya no tienen oportunidad de recibir a Cristo como Su Salvador, porque ya la Puerta se habrá cerrado, la Puerta de la Misericordia. Y ya la Puerta de la Dispensación de la Gracia estará cerrada —Cristo es esa Puerta—, y ya no habrá más oportunidad para entrar. Así que eso está por acontecer más adelante.
Todavía hay misericordia de parte de Cristo, porque Él todavía está en el Trono de Intercesión en el Cielo, haciendo intercesión hasta que entre hasta el último de Sus escogidos escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.
Y Él (Cristo) está en Espíritu Santo, manifestándose de edad en edad por medio de cada mensajero de cada edad; y en este tiempo final, en la Edad de la Piedra Angular, por medio de Su Ángel Mensajero dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y a través de Su Ángel Mensajero coloca los ministerios de Moisés por segunda vez, de Elías por quinta vez y de Jesús por segunda vez, en la Venida de Jesucristo en Espíritu Santo en el Día Postrero, manifestado, velado y revelado a través de Su Ángel Mensajero.
Contra esa manifestación de Cristo en Su Ángel Mensajero hablarán algunas personas; les será contado eso como una segunda crucifixión de Cristo, a las personas que lo hagan.
Y ahora, vean ustedes, Él es – Cristo es la Palabra, el Verbo; y Él viniendo en el Día Postrero en carne humana será la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, de lo cual el precursor de la Segunda Venida de Cristo dijo:
“[121]. … cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”. (Página 256 del libro de Los Sellos en español).
Ahora podemos ver lo que para este tiempo final estará sucediendo; lo cual será paralelo a la Primera Venida de Cristo: Su ministerio allá en medio del pueblo hebreo, y Su muerte en la Cruz del Calvario, y luego Su resurrección y ascensión al Cielo. Todo eso se estará repitiendo en un plano espiritual en el Día Postrero.
Y así como Cristo llevó a cabo todas aquellas promesas, las cumplió; para este tiempo final estará cumpliendo las que han sido prometidas para el Día Postrero.
Por eso es que, así como resucitaron con Cristo los santos del Antiguo Testamento, y luego ascendieron con Cristo 40 días después al Cielo, así también nosotros seremos transformados, y los muertos en Cristo serán resucitados primeramente; y luego de estar aquí de 30 a 40 días, ascenderemos al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre celestial.
Ahora, podemos ver que hay un Programa Divino, el cual se está llevando a cabo desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y nosotros somos parte de ese Programa Divino. No podemos ignorar nuestra parte en ese Programa Divino.
Y en ese Programa Divino nos ha tocado a nosotros la mejor parte del Programa de Dios, nos ha tocado a nosotros la parte de los escogidos de Dios, de los hijos e hijas de Dios que estarían viviendo en este tiempo final, como les tocó la mejor parte a los escogidos de Dios de las diferentes edades de la Iglesia gentil – de las siete edades de la Iglesia gentil, en el tiempo en que ellos vivieron. Pero nuestra parte es mucho mejor que la que ellos tuvieron.
Ahora, las cuerdas nos han caído en lugares deleitosos, y grande es la heredad que nos ha tocado a todos nosotros[12].
Estamos viviendo en el tiempo en que ya el Sacrificio por el pecado fue efectuado por nuestro amado Señor Jesucristo dos mil años atrás; y se ha hecho realidad en nosotros cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, y lavamos nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo, y recibimos Su Espíritu Santo; y así hemos sido sellados con el Espíritu Santo de Dios para el Día de la Redención, o sea, para el Día de la transformación de nuestros cuerpos y la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos.
Ahora nos encontramos en una etapa muy importante en el Programa Divino, en donde hemos de obtener la redención del cuerpo, o sea, el cuerpo nuevo que Él ha prometido para cada uno de nosotros; hemos de terminar nuestros días en este cuerpo animal, este cuerpo mortal, corruptible y temporal.
Y si ha sido bueno vivir en este cuerpo mortal, corruptible y temporal, que es un cuerpo animal, ¿cómo será en el nuevo cuerpo?, que es un cuerpo celestial, un cuerpo como el de nuestro amado Señor Jesucristo. Va a ser la cosa más grande que hayamos experimentado en nuestra vida dentro de un cuerpo, y nunca dejaremos ese cuerpo eterno que hemos de recibir.
Ahora, si en el Programa de Dios no hubiera estado diseñado todo lo ocurrido, ¿qué hubiera sucedido? Pues el ser humano no hubiera caído allá en el Huerto del Edén, y, por consiguiente, nosotros hubiéramos venido a existencia en este planeta Tierra, no en este cuerpo mortal, corruptible y temporal, sino hubiéramos venido a existencia por creación divina en un cuerpo inmortal.
Pero Dios en Su Programa determinó que pasaríamos una temporada en cuerpos mortales, y tendríamos esta experiencia única, la cual nunca más se repetirá para nosotros. Es una experiencia única, en la cual somos nosotros colocados en este planeta Tierra para hacer contacto con la Vida Eterna, que es Jesucristo, para en el Día Postrero luego obtener la inmortalidad física también.
Ya hemos obtenido la inmortalidad espiritual, o sea, la inmortalidad del espíritu, al obtener un cuerpo o un espíritu teofánico de la sexta dimensión. Y hemos obtenido también la inmortalidad que todo ser humano desea obtener.
Cristo dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de Agua viva correrán por su vientre”[13]; eso es el Espíritu de Cristo viniendo a la persona que cree en Jesucristo, y produciendo así el nuevo nacimiento.
También Él dijo en San Juan, capítulo 11, verso 25:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”.
Ahora, vean ustedes, al decir que “no morirá eternamente” se refiere al cuerpo, porque el cuerpo es mortal y muere; pero resucitará (la persona) en un nuevo cuerpo, si es un creyente en Cristo, porque esa promesa es para los creyentes en Cristo. Él dice: “El que vive y cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá”.
Ahora, vean ustedes que el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario era necesario; de otra forma no estaríamos nosotros aquí viviendo en este tiempo final. Solamente estaría Jesucristo viviendo en este planeta Tierra, caminando de un lado a otro en Su cuerpo de carne, pero sin ninguna otra persona aquí en la Tierra.
Ahora, Dios le ha dado a la raza humana una extensión de vida, para que busquen la vida eterna.
La Puerta de la Misericordia algún día se cerrará; pero lo importante es que estemos dentro de la Casa de Dios, en el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual en este tiempo final. Es el lugar donde Él está llamando y juntando a todos Sus escogidos que viven en este tiempo final, o sea, en el Día Postrero.
Y cuando entre el último, se habrá completado el número de los escogidos de Dios del Cuerpo Místico de Jesucristo, y luego se cerrará la Puerta; como sucedió cuando las vírgenes prudentes entraron con Cristo a las Bodas, y se cerró la puerta[14]; los que quedaron fuera, quedaron para la gran tribulación, donde será el lloro y el crujir de dientes.
Ahora, hemos visto el misterio de la muerte de nuestro amado Señor Jesucristo.
Gracias a Dios que murió en la Cruz del Calvario dos mil años atrás; si no, no estaríamos nosotros hoy aquí. Él tomó nuestros pecados, murió en la Cruz del Calvario, pagó el precio de la redención.
Y ahora, ¿cuánto debe usted? Él lo pagó todo. Nosotros no teníamos con qué pagar el precio de la redención. Él pagó el precio de la redención con Su propia vida, para que nosotros podamos vivir eternamente.
No es por casualidad que nosotros estamos viviendo aquí en la Tierra, no es por casualidad que hemos aparecido en este tiempo en este planeta Tierra, en estos cuerpos mortales; no es por casualidad. Es por predestinación, por elección divina, es por escogimiento divino.
¿Cuántos de ustedes le dijeron a Dios: “Yo quiero aparecer en el fin del tiempo viviendo”? Ninguno de ustedes le dijo a Dios que quería vivir en este tiempo; fue Dios el que escogió el que cada uno de ustedes, y yo también, viniéramos a vivir en carne humana en este planeta Tierra en este tiempo final, para hacer contacto con Cristo y Su Programa correspondiente a este tiempo final; y ser llamados y juntados en Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes, en la etapa de la Edad de la Piedra Angular; y ahí estar tranquilos, y sellados con el Espíritu de Cristo, para ser transformados en este tiempo final nosotros los que vivimos, los que quedemos vivos cuando los muertos en Cristo resuciten.
O sea que todos los que estemos vivos cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo, seremos transformados.
Algunos de los nuestros podrán partir. Y si parte alguno, pues saludan a los que están allá en el Paraíso, y les dicen que todo se está cumpliendo conforme a como fue prometido; y que pronto ellos regresarán. O quizás ellos le van a explicar a ustedes – o a alguno de ustedes que se vaya antes, que ya pronto van a resucitar en cuerpos eternos, y van a estar con nosotros en este tiempo final.
Ahora, vean ustedes, van a aparecer a los escogidos de Dios, a la Iglesia de Jesucristo, a la Novia de Jesucristo de este tiempo final. Ellos aparecerán a la Iglesia y en medio de la Iglesia de Jesucristo en la etapa correspondiente a este tiempo final, y en el territorio donde se esté cumpliendo esa etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por ejemplo, vean ustedes, José murió (José, el hijo de Jacob), él murió, murieron Abraham, Isaac, todos ellos murieron. Encontramos que José murió en Egipto[15], y luego su cuerpo fue llevado a la tierra de Israel[16]. Otros murieron en diferentes lugares. Pero cuando resucitaron con Cristo, aparecieron (¿dónde?) en Jerusalén, que fue el lugar donde estaba Cristo crucificado, luego sepultado y luego resucitado.
Y ahora, para el tiempo final, donde esté cumpliéndose la etapa de la Edad de la Piedra Angular y donde se esté abriendo la Dispensación del Reino, será el territorio que le dará la bienvenida a los muertos en Cristo cuando resuciten en este tiempo final; y estarán compartiendo con nosotros en este tiempo final. Y dijo el precursor de la Segunda Venida de Cristo que cuando los veamos seremos transformados.
¿Dónde tienen que aparecer entonces? Pues donde van a ser transformados los que los van a ver. Donde estarán los escogidos de Dios que van a ser transformados es que van a aparecer los escogidos de las edades pasadas que resucitarán en cuerpos eternos.
Ahora podemos ver la bendición tan grande que tenemos, la cual va a ser cumplida en este Día Postrero. Le daremos la bienvenida a los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos eternos. Aparecerán a muchos, como aparecieron a muchos dos mil años atrás, los que resucitaron con Jesucristo; de lo cual hablaremos el domingo en la mañana, Dios mediante.
Ahora, hemos visto la importancia de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario. Hemos visto que era necesaria Su muerte en la Cruz del Calvario en el día en que Él murió; no podía ser en otro día, tenía que ser en ese día.
El gobierno le dio la espalda a Cristo, y dejó caer sobre Él la pena máxima, que es la pena de muerte, por complacer a la religión hebrea. La religión hebrea le dio la espalda a Cristo y pidió Su muerte, pues lo condenó como un blasfemo porque había dicho que era Hijo de Dios.
Y el sumo sacerdote, el representante de la religión hebrea, le pregunta: “¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Viviente, del Dios viviente?”. Y Jesús le dice: “Tú lo has dicho”[17].
En otro de los Evangelios le dice abiertamente: “Ya os lo he dicho antes, y no habéis creído”[18].
Y el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras sacerdotales, y dijo: “¡Ha blasfemado!”. Y le pregunta a los del Concilio del Sanedrín qué piensan ellos, y ellos dicen: “Es digno de muerte”. Lo sentenciaron a muerte.
Pero por cuanto el pueblo hebreo no podía ejecutar a ninguna persona, no podía efectuar la muerte de ninguna persona aunque lo sentenciara a muerte, porque era el imperio romano el que tenía la parte del gobierno y era el que podía matar a alguna persona sentenciada a muerte; y por esa causa le pidieron al gobierno romano que lo crucificara, porque había sido hallado —según el sumo sacerdote — culpable de muerte, el sumo sacerdote con el Concilio de la religión hebrea, el Concilio del Sanedrín.
Ahora, podemos ver que no tuvo un juicio justo, podemos ver que no lo tuvo de parte de la religión, ni de parte del gobierno, o sea, de la política; sino que por conveniencias religiosas y conveniencias políticas prefirieron condenarlo a muerte y crucificarlo allá en Jerusalén. Pero todos estaban conscientes de que ningún mal Él había hecho.
Él era inocente, pero fue sentenciado como culpable a la pena capital: la muerte en la Cruz. Esa era la pena máxima del imperio romano, y cayó sobre nuestro amado Señor Jesucristo; pero todo ya había sido ordenado por Dios.
Y ahora, Su muerte en la Cruz del Calvario fue para bendición de todos nosotros.
Veamos en Su muerte la bendición que Él nos ganó – que Él ganó para todos nosotros:
Ahora nosotros no tenemos que ir al infierno; tampoco tenemos que morir eternamente; solamente muere parcialmente o temporalmente el cuerpo de aquellos que parten, pero luego regresarán en otro cuerpo, en un cuerpo eterno.
Y ya no tendremos problemas en el cuerpo, porque será un cuerpo eterno: no se enfermará, no se pondrá viejo y nunca morirá; representará, por toda la eternidad, de 18 a 21 años de edad, o sea, una apariencia de un joven, y eso es para toda la eternidad.
Ese es el cuerpo en el cual nosotros teníamos que venir originalmente si el pecado no entraba a la raza humana allá en el Huerto del Edén; pero como todas las cosas obran para bien: todo ha obrado para bien.
Esta experiencia de vivir en un cuerpo mortal, corruptible y temporal es una experiencia única por la cual han estado pasando los hijos e hijas de Dios, para servir a Dios en estos cuerpos mortales; y en el Día Postrero obtener luego el cuerpo inmortal y eterno.
Todos los hijos de Dios están escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, o sea, todos los hijos e hijas de Dios, los primogénitos de Dios, de los cuales Cristo dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye”. Y también dijo: “Mis ovejas oyen Mi Voz, y me siguen”. (San Juan, capítulo 10, verso 1 al 16).
Él también dijo que Sus ovejas nadie las arrebata de Su mano; o sea que aunque entró el pecado en el Huerto del Edén a la raza humana, con todo y eso, las ovejas de Dios, los hijos e hijas de Dios no se perderán, sino que vivirán eternamente por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Hemos visto: “EL MISTERIO DE LA MUERTE DEL SEÑOR JESUCRISTO”.
Él fue crucificado durante la mañana, ya de las 12:00 en adelante, la hora tercera… – de la hora sexta en adelante (corrijo). De la hora sexta en adelante, que son las 12:00 del mediodía, de 11:00 a 12:00 comenzaron tinieblas sobre la Tierra; y luego, a la hora novena, que es de 2:00 a 3:00 de la tarde, clamó Cristo:
[San Mateo 27:46] “Elí, Elí, ¿lama sabactani?”.
Lo cual significa:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Y:
“Elí, Elí, ¿lama sabactani?”.
O sea:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Y luego, más adelante, clamó y entregó el Espíritu allí; o sea, Su Espíritu salió del cuerpo; Cristo con Su cuerpo teofánico salió del cuerpo de carne, y bajó a la quinta dimensión; y Su cuerpo de carne quedó muerto allí. Luego fue colocado en una sábana y colocado en un sepulcro, el cual era de José, un hombre rico el cual había creído en Jesús[19].
Hemos visto este misterio de la muerte de Cristo y el por qué Él tenía que morir: para efectuar el pago de nuestra redención, y poder regresar a cada hijo de Dios a Dios y a la vida eterna.
¿Y dónde están los escogidos de Dios del Día Postrero, que serían llamados, juntados y sellados con el Sello del Dios vivo, y que estarán esperando a los muertos en Cristo que resuciten, y esperando la transformación de sus cuerpos? Pues aquí estamos en este Día Postrero, esperando el cumplimiento de esa promesa; porque Cristo con Su muerte en la Cruz del Calvario nos redimió, nos lavó con Su Sangre preciosa de todo pecado y nos ha dado Su Espíritu Santo.
Y ahora estamos en este tiempo final clamando por nuestra redención, por la redención del cuerpo, clamando por el cuerpo nuevo que Él ha prometido para cada uno de nosotros.
Que pronto todos tengamos ese nuevo cuerpo, que pronto todos obtengamos la redención del cuerpo físico y seamos todos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DE LA MUERTE DEL SEÑOR JESUCRISTO”, nuestro amado Salvador. Y le damos las gracias a Él por todo lo que ha hecho por todos nosotros.
Que Dios les bendiga y les guarde.
Y nuevamente con nosotros dejo al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión. Con nosotros Miguel Bermúdez Marín.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos.
“EL MISTERIO DE LA MUERTE DEL SEÑOR JESUCRISTO”.
[Revisión abril 2023 -RM-PP]
[1] Éxodo 12:1-28
[2] 1 Corintios 5:7
[3] Hebreos 9:11-14
[4] Romanos 6:23
[5] San Juan 8:56-58
[6] San Juan 12:24
[7] San Juan 11:25
[8] San Juan 10:18
[9] Los Sellos, págs. 317-322, párrs. 184-219
[10] Éxodo 17:1-6
[11] Números 20:1-12
[12] Salmos 16:6
[13] San Juan 7:38
[14] San Mateo 25:1-12
[15] Génesis 50:24-26
[16] Éxodo 13:19, Josué 24:32
[17] Mt. 26:63-64, Mr. 14:61-62, Lc. 22:66-70
[18] San Juan 10:24-26
[19] Mt. 27:57-60, Mr. 15:42-46, Lc. 23:50-53, Jn. 19:38