El pueblo guiado por la Columna de Fuego

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes y radioyentes. Es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes este tema: “EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

Nos habla San Pablo en su carta a los Gálatas en el capítulo 4, hablándonos acerca de estos dos pueblos, que son el pueblo hebreo y la Iglesia de Jesucristo, dice… Dios tipificó esto en el Antiguo Testamento y, vean, dice en Gálatas, capítulo 4, verso 22 al 31:

“Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.

Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.

Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.

Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.

Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.

Porque está escrito:

Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;

Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;

Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.

Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.

Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.

Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre (o sea, de la Jerusalén celestial)”.

Nuestro tema es: “EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

Tenemos el Israel terrenal, la descendencia de Abraham según la carne, que es el pueblo hebreo, del cual Dios había dicho que sería esclavo en tierra ajena; aun antes de Abraham tener a su hijo Isaac, ya Dios le está diciendo por dónde pasará la descendencia de Abraham. En el capítulo 15, verso 12 en adelante, Dios le habla al profeta Abraham y le dice [Génesis]:

“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.

Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.

Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.

Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.

Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí”.

Ahora, podemos ver que ya Dios le había dicho al profeta y patriarca Abraham que su descendencia sería esclava en tierra ajena, pero que Dios los libertaría luego de cumplidos los 400 años de esclavitud.

Y ahora, ese es el Israel terrenal: el pueblo que fue libertado por Dios, el cual se encontró en Egipto esclavizado, pero Dios envió al profeta Moisés, y por medio del profeta Moisés Dios libertó al pueblo hebreo.

Dios le apareció al profeta Moisés y le dijo quién Él era. Vean, en el Éxodo, capítulo 3, verso 3 en adelante, dice:

“Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.

Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.

Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.

Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,

y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.

El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.

Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.

Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?

Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?

Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros”.

Aquí tenemos la comisión dada por Dios a Moisés para la liberación del pueblo hebreo.

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob manifestado en esa Luz, en esa Columna de Fuego o Llama de Fuego, llamó a Moisés: le habló, le reveló que él era el enviado para la liberación del pueblo hebreo, y él (Moisés) sería el instrumento de Dios en esa gran labor de la liberación del pueblo de Dios.

Ahora, podemos ver que Dios libertó al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés: los llevó al monte Sinaí luego de cruzar el mar Rojo, y luego los llevó rumbo a la tierra prometida, luego de haberles dado las leyes divinas; y luego los llevó rumbo a la tierra prometida; y por 40 años estuvieron viajando rumbo a la tierra prometida.

Este pueblo que iba viajando rumbo a la tierra prometida era un pueblo el cual era guiado por Dios. Por eso en cada ocasión en que la Columna de Fuego se detenía, el pueblo se detenía; y cuando la Columna de Fuego o Nube de Fuego se levantaba de sobre el tabernáculo, el pueblo se levantaba también y caminaba hacia la dirección en que la Columna de Fuego iba.

Esto lo encontramos en el libro de Números, capítulo 9, verso 15 en adelante (…) dice:

“El día que el tabernáculo fue erigido, la nube cubrió el tabernáculo sobre la tienda del testimonio; y a la tarde había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana.

Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego.

Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel.

Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el tabernáculo, permanecían acampados.

Cuando la nube se detenía sobre el tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová, y no partían.

Y cuando la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían.

Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se levantaba, entonces partían.

O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se detenía sobre el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían acampados, y no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían.

Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían, guardando la ordenanza de Jehová como Jehová lo había dicho por medio de Moisés”.

Ahora podemos ver un pueblo aquí guiado por Dios, un pueblo donde Dios era su gobernante; y por medio del profeta Moisés (porque siempre tiene que usar un hombre), por medio del profeta Moisés Dios guiaba a Su pueblo; y les acompañaba esa Columna de Fuego, que es la presencia de Dios.

Y la presencia de Dios era vista por el pueblo, la cual se colocaba sobre el tabernáculo. Y cuando el pueblo hebreo veía la Columna de Fuego sobre el tabernáculo, allí se detenía el pueblo hebreo y acampaban allí; cuando veía que se levantaba la Columna de Fuego de sobre el tabernáculo, entonces el pueblo se levantaba y partía en dirección a donde la Columna de Fuego los guiaba. Era un pueblo guiado por la Columna de Fuego.

Y esa Columna de Fuego le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”.

Este Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se manifestó en esta Columna de Fuego a Moisés y al pueblo hebreo; y esa Dispensación de la Ley, vean ustedes, ha estado acompañada por la Columna de Fuego, que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob guiando a Su pueblo en esa quinta dispensación, y guiando al pueblo hebreo rumbo a la tierra prometida.

Fue esa Columna de Fuego, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el que los libertó y los guio hacia la tierra prometida, y los introdujo por medio del profeta Moisés y por medio del profeta Josué, los introdujo a la tierra prometida. Cuando Moisés terminó su ministerio, comenzó Josué y metió al pueblo hebreo al otro lado del Jordán, y le repartió la tierra que Dios le había prometido.

Moisés es tipo y figura de Cristo, como también lo es Josué. Josué representa a Cristo. Josué significa ‘Salvador’, ‘Redentor’, y Jesús significa ‘Salvador’ y ‘Redentor’ también; porque Jesús es Josué. Jesús en hebreo es Josué.

Ahora podemos ver que nuestro amado Señor Jesucristo es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que se hizo carne, se hizo hombre, y habitó en medio del pueblo hebreo.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

“Y aquel Verbo se hizo carne, y habitó en medio de nosotros (o sea, en medio del pueblo hebreo y por consiguiente de la raza humana)”1.

Y el Verbo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (que fue visto en aquella Columna de Fuego), hecho carne fue conocido por el nombre de Jesús (o sea, Josué en hebreo), y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario; pues el pueblo hebreo lo rechazó en Su Venida y, por consiguiente, tuvo que morir en la Cruz del Calvario para llevar a cabo así la Obra de Redención, para comenzar un nuevo éxodo con el pueblo de Dios, los escogidos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo; y ellos pertenecen al Israel celestial.

El Israel celestial es la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual —como el pueblo hebreo— ha salido del mundo, que es el Egipto espiritual, cuando Dios ha llamado a cada persona perteneciente a la Iglesia de Jesucristo, lo ha llamado del mundo (ese es el Egipto espiritual); así como llamó a Israel (o sea, al pueblo hebreo), lo llamó de Egipto; y como también esa profecía2 se cumplió en Jesús cuando Jesús estuvo viviendo en Egipto cuando tenía unos 2 años de edad (2 a 3 años de edad), y luego encontramos que le ordenó a José que regresara a la tierra de Israel3 porque ya había muerto el rey Herodes, todos los que perseguían y buscaban la muerte de Jesús ya habían muerto; por lo tanto, lo llamó de Egipto para que regresara a su tierra, la tierra de Israel, como llamó a los hebreos de Egipto para llevarlos a la tierra de Israel.

Y ahora la Iglesia de Jesucristo y todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo son llamados del Egipto espiritual —que es el mundo— y son traídos a Cristo, para así recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo.

Ahora, podemos ver que cada individuo al recibir el Espíritu Santo ha entrado a la tierra prometida del bautismo del Espíritu Santo y ha recibido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Pero la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, encontramos que ha estado viajando en la misma trayectoria que viajó el pueblo hebreo: rumbo a la tierra prometida.

Y así como el pueblo hebreo tuvo 40 años viajando por el desierto, por territorios gentiles, hasta llegar a la tierra prometida… Durante esos 40 años murieron muchas personas; y todos los que tenían de 20 años hacia arriba, de los que salieron de Egipto, murieron en el desierto, excepto Josué y Caleb4.

Caleb tenía unos 40 años cuando salió de Egipto, 40 o más; y cuando Josué salió de Egipto, Josué era joven, así que tenía de unos 20 a… menos de 30 años. Y Josué y Caleb fueron los que entraron a la tierra prometida habiendo salido de Egipto con 20 años o más de 20 años, de 20 años hacia arriba; el resto murió en el desierto porque fueron rebeldes a la Voz de Dios.

Pero los hijos de ellos que nacieron en el desierto y los que tenían de 20 años hacia abajo, ellos, la mayoría, entraron a la tierra prometida. Los hijos de aquellos que decían que iban a perecer en el desierto sus hijos, pues fueron sus hijos los que no perecieron, sino que entraron a la tierra prometida.

Ahora, en lo espiritual hemos estado viendo un éxodo. La Iglesia del Señor Jesucristo, el Israel celestial, ha estado viajando de etapa en etapa, de edad en edad, por el desierto; y el Espíritu de Dios ha asentado sobre Su Iglesia, Su Templo, de edad en edad; y cuando ha asentado, el pueblo ahí ha estado recibiendo las bendiciones de Dios.

Y cuando se ha levantado el Espíritu de Dios de una edad y se ha movido hacia otra edad, la Iglesia de Jesucristo se ha movido a una nueva etapa en su trayectoria hacia la tierra prometida del glorioso Reino Milenial.

Y ahora, cada uno como individuo también estamos en esa trayectoria, viajando rumbo a la tierra prometida del nuevo cuerpo, del cuerpo eterno que Cristo ha prometido para cada uno de nosotros.

Y ahora, no nos hemos acercado al monte Sinaí, que ardía en fuego, como lo describe San Pablo y también el libro del Éxodo… San Pablo lo describe en su carta a los Hebreos, capítulo 12, verso 18 en adelante, diciendo:

“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar (o sea, al monte Sinaí), y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,

al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,

porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;

y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando…”.

Así era la situación que el pueblo hebreo podía ver y sentir estando frente al monte Sinaí, cuando Dios estaba en el monte Sinaí hablando con el profeta Moisés.

Pero ahora no nos hemos acercado al monte Sinaí, nos hemos acercado a un monte más importante: nos hemos acercado al Monte de Dios, a la Ciudad de nuestro Dios, lo cual fue representado en el monte Sinaí. Y ahora, dice:

“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.

Ahora nos hemos acercado al Monte de Sion, al Monte de Dios, a la Jerusalén celestial.

Estamos en el Monte de Dios, la Jerusalén celestial, colocados en la Iglesia del Señor Jesucristo; donde el pueblo, las personas pertenecientes a ese Cuerpo Místico de creyentes, que es la Iglesia de Jesucristo, han estado siendo guiados desde el Día de Pentecostés hacia acá; porque el Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo, con el nuevo nacimiento de 120 personas allí que recibieron el Espíritu Santo y obtuvieron el nuevo nacimiento. Y Cristo, el Ángel del Pacto, la Columna de Fuego que guio al pueblo hebreo, ha estado guiando a Su Iglesia de etapa en etapa.

Dios les dijo a los fariseos y saduceos y doctores de la Ley, que lo molestaban mucho, Él les dijo: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”. Ahora, pensaban que Jesús era muy joven y Abraham había vivido hacía cientos de años. ¿Cómo era posible? Cristo les había dicho…, les dijo: “Antes que Abraham fuera (o fuese), yo soy”. San Juan, capítulo 8, verso 51 al 59, ahí encontramos ese pasaje donde Cristo habla en esa forma. Y aun lo podemos ver; vean, capítulo 8, verso 56 al 58, dice:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue”.

Ahora vean cómo Jesús dice a estos judíos que antes que Abraham fuese Él era; y les dijo que Abraham había visto Su día y se gozó.

Abraham, cuando estuvo comiendo con Elohim y los Arcángeles Gabriel y Miguel el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra, ahí en el capítulo 18 del Génesis, encontramos que se cumplió lo que Jesús dijo: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”.

Y ahora, aun antes que Abraham, Jesús era también. Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y de Moisés, y es también el Dios de Noé, es también el Dios de Enoc, es también el Dios de Matusalén, es también el Dios de Set, es también el Dios de Adán.

Él es el Verbo hecho carne; y el Verbo hecho carne: el Verbo era Dios, y el Verbo es el Creador de los Cielos y de la Tierra. O sea, el mismo Dios en Su cuerpo teofánico es el Creador de los Cielos y de la Tierra, el cual luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, y por eso les podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Y podía decirles a ellos: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”.

Y ahora, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se hizo un cuerpo de carne cuando creó en el vientre de María una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula; y así fue creado el cuerpo de Jesús, el cual nació en Belén de Judea, y en ese cuerpo habitó Dios en toda Su plenitud. Era nada menos que Emanuel, lo cual significa: Dios con nosotros5, ¡el mismo Dios!; por eso podía decir6: “El Padre y yo una cosa somos”.

Y cuando Felipe, en el capítulo 14 de San Juan, le dice: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”, Jesús dice: “Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y todavía no me has conocido? ¿No sabes que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí, y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre?”. Porque el Padre estaba dentro de aquel velo de carne llamado Jesús.

Ahora podemos ver el misterio de Cristo: es la manifestación del Padre celestial, de Dios dentro de aquel velo de carne llamado Jesús.

Y ahora, cuando Cristo ya sabía que tenía que partir, dijo7: “Salí del Padre, y vuelvo al Padre. Salí de Dios, y vuelvo a Dios”. Y cuando murió, resucitó y ascendió al Cielo, luego comenzó la Dispensación de la Gracia en toda su plenitud; y Jesucristo, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel del Pacto en esa Columna de Fuego estuvo guiando a Su Iglesia.

San Pablo antes de ser convertido a Cristo fue conocido por el nombre de Saulo de Tarso; y como Saulo de Tarso, él creía que los que estaban en el camino de Cristo eran unos herejes; y dice en el libro de los Hechos, capítulo 9, verso 1 en adelante:

“Saulo, respirando aún…”.

Capítulo 9, verso 1 en adelante, dice, del libro de los Hechos:

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,

y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino (o sea, del camino cristiano, del camino de Jesucristo), los trajese presos a Jerusalén.

Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;

y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.

Vean ahora aquí: la misma Luz que le apareció a Moisés (que es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en esa Columna de Fuego, en esa Columna de Luz o Nube de Luz), ahora le aparece a Saulo de Tarso; y Saulo de Tarso sabe que ese es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Es el que libertó al pueblo hebreo; es la misma Luz, la misma Nube o Columna de Fuego o Pilar de Fuego; y ahora le está diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Ahora Saulo se encuentra persiguiendo al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Y Saulo pregunta: “¿Quién eres, Señor?” (o sea, “¿Quién eres, Elohim?”). Y ahora esa Columna de Fuego le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. El Señor Jesucristo había vuelto a la Columna de Fuego, y ahora estaba en la forma de Columna de Fuego guiando a Su Iglesia.

Su cuerpo físico y glorificado está sentado en el Trono de Dios en el Cielo, pero en Espíritu Santo Jesucristo está en medio de Su Iglesia, guiando a Su Iglesia en su trayectoria hacia la tierra prometida del glorioso Reino Milenial y a la tierra prometida del nuevo cuerpo que Él ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.

Y ahora, en la trayectoria de la Iglesia de Jesucristo hacia la tierra prometida, tenemos a la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová (que es el mismo Señor Jesucristo en Espíritu Santo), guiando a Su Iglesia, guiando al Israel celestial.

Ahora, hemos visto que hay un Israel terrenal, que es el pueblo hebreo, y hay un Israel celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. A ambos la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová (que es Jesucristo en Espíritu Santo), ha estado guiándoles. Al pueblo hebreo los ha guiado, y ahora a la Iglesia del Señor Jesucristo la está guiando el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Espíritu Santo.

Por eso es que en el libro del Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23, Dios dice por medio del profeta Moisés:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

¿Dónde está el Nombre Eterno de Dios? Está en el Ángel de Jehová.

Y el Ángel de Jehová es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, pues el Ángel de Jehová le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”. Dios estando en Su cuerpo teofánico es conocido como el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová.

Y luego cuando se hizo carne y habitó en el velo de carne llamado Jesús, tenemos al Ángel de Jehová en la forma de un hombre llamado Jesús de Nazaret.

Y luego cuando murió, resucitó y ascendió al Cielo Jesucristo, Su cuerpo fue colocado en el Trono de Dios; y Él en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia, el mismo Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo y lo guio rumbo a la tierra prometida por 40 años a través del desierto; y ahora por 2000 años aproximadamente ha estado guiando al Israel celestial, a la Iglesia del Señor Jesucristo, de edad en edad y de generación en generación.

Y pronto llegaremos a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial, en el Día Postrero, en el séptimo milenio, y a la tierra prometida del nuevo cuerpo, en donde los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Por eso es tan importante el llamado final de Cristo, que es la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final; es la Voz de Cristo en el Día Postrero llamando y juntando a todos Sus escogidos en este tiempo final.

Y esa Gran Voz de Trompeta, que es la Voz de Cristo, la Voz del Ángel del Pacto, en el Día Postrero estará dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; pues en Apocalipsis, capítulo 1, tenemos en el verso 10 al 11 las palabras de Juan el apóstol, que dice:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

¿Quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? Nuestro amado Señor Jesucristo; la Voz de Cristo como una Gran Voz de Trompeta hablando a Su Iglesia en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio; porque el Día Postrero delante de Dios es el séptimo milenio para la raza humana.

Y ahora, en el capítulo 4, verso 1, dice Juan el apóstol:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Cristo con esa Voz de Trompeta promete dar a conocer las cosas que han de suceder; pero para eso hay que subir ¿a dónde? A la Edad de la Piedra Angular, que es la edad donde Él en el Día Postrero estaría manifestado.

Porque Él ha estado guiando a Su Iglesia de edad en edad; y ahora la guía a la Edad de la Piedra Angular, donde le habla y le revela todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 en adelante, nos dice por medio de quién son dadas a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Así como cuando Dios fue a libertar al pueblo hebreo tenía que tener un hombre, y ese fue el profeta Moisés; y por medio del profeta Moisés le habló al pueblo hebreo y libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto.

Y para el Día Postrero, Cristo tiene que tener un hombre, un profeta en la Tierra, para por medio de ese profeta hablarle a Su Iglesia todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Y ahora veamos quién es ese profeta mensajero de Jesucristo para el Día Postrero. Apocalipsis 22, verso 6 en adelante, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿A quién envía para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto? A Su Ángel Mensajero, al profeta mensajero de la Edad de la Piedra Angular y de la Dispensación del Reino con el Mensaje del Evangelio del Reino. Y en ese Mensaje del Evangelio del Reino que trae el Ángel del Señor Jesucristo, ungido por el Espíritu Santo, son dadas a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Y en Apocalipsis 22, verso 16, nuevamente Jesús reconfirma que Él ha enviado a Su Ángel, y dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Tenemos la reconfirmación de que Jesús ha enviado a Su Ángel Mensajero para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final; en la guianza de la Columna de Fuego en este Día Postrero. ¿Guiando a quién? Guiando a Su pueblo, a Su Iglesia; y luego guiará al pueblo hebreo, cuando se revele al pueblo hebreo.

“EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

Así como el pueblo hebreo fue guiado por la Columna de Fuego en la liberación que Dios realizó allá a través de Moisés, libertando al pueblo hebreo de Egipto, de la esclavitud en Egipto, y llevándolos por el desierto rumbo a la tierra prometida; ahora Cristo ha estado guiando a Su Iglesia, la misma Columna de Fuego, el mismo Ángel del Pacto, guiando a Su Iglesia a través de estos dos mil años que han transcurrido aproximadamente; y nos llevará a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial de Jesucristo, y a la tierra prometida del nuevo cuerpo, del cuerpo eterno que Él nos dará cuando los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados.

Esto es así porque la Iglesia del Señor Jesucristo es EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO, por el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, Jesucristo nuestro Salvador, guiando a Su Iglesia: Él en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo.

Y por medio de Su Ángel Mensajero en el Día Postrero, Él estará manifestado y estará dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y con el Ángel Mensajero estará la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, guiando a Su Iglesia; así como estuvo en cada edad con el ángel mensajero de cada edad, guiando a Su Iglesia.

“EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

Ha sido para mí un privilegio muy grande, amables amigos y hermanos presentes y radioyentes, estar con ustedes en esta ocasión dándoles testimonio de “EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y con nosotros nuevamente el reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar en esta noche esta actividad.

Pasen todos muy buenas noches.

“EL PUEBLO GUIADO POR LA COLUMNA DE FUEGO”.

[Revisión febrero 2020]

1 San Juan 1:1-3 y 1:14

2 Oseas 11:1, Mateo 2:15

3 San Mateo 2:19-23

4 Números 14:26-35

5 San Mateo 1:23

6 San Juan 10:30

7 San Juan 16:28

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