Jesucristo, el Alfa y la Omega

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Valdivia, República de Chile. Es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

 

Para lo cual quiero leer en Apocalipsis, capítulo 1, verso 7 al 8, donde nos dice: en Apocalipsis, capítulo 1, verso 7 al 8, dice:

 

“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.

 

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”.

 

Y en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, dice Juan el apóstol:

 

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

 

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia…”.

 

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

 

Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO, EL ALFA Y LA OMEGA”.

 

Hemos visto aquí en la Escritura que Jesucristo se identifica como el Alfa y Omega.

 

También encontramos en el libro del profeta Isaías, en el capítulo 41 y verso 4, que dice Dios así:

 

“¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros”.

 

Y en el capítulo 44, verso 6, de Isaías, nos dice el mismo Dios:

 

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”.

 

El primero y el postrero, o sea, el Alfa y Omega. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se identifica como el primero y el postrero, y fuera de Él no hay Dios. Él es el primero y el postrero, Él es el Alfa y Omega.

 

Y ahora, en el Nuevo Testamento Jesucristo se identifica como el Alfa y Omega, como el primero y el postrero.

 

Y ahora, ¿quién es el primero y el último? Porque dice, en el verso 11 de Apocalipsis, capítulo 1, dice:

 

“… que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último (o sea, el primero y el postrero)”.

 

El Jehová del Antiguo Testamento es el Jesús del Nuevo Testamento, es el mismo Alfa y Omega.

 

Por eso es que a través de la profecía de Malaquías, capítulo 3, encontramos la promesa de Dios enviar al precursor de Su Primera Venida, el cual fue Juan el Bautista; y luego vino el Señor, el Ángel del Pacto, el Alfa y Omega. Dice Malaquías, capítulo 3, verso 1:

 

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.

 

¿Quién vendría? El Señor, el Ángel del Pacto, que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Jehová del Antiguo Testamento. El Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento, que es el Ángel del Pacto, es Jesucristo en el Nuevo Testamento. Por eso… Dice:

 

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.

 

Y ese fue Juan el Bautista, el que cumplió esa profecía, el cual vino delante del Señor preparándole el camino; y después vino el Señor.

 

Por eso cuando Jesús habló de Juan el Bautista, en San Mateo, capítulo 11, veamos cómo nos dice acerca de Juan el Bautista, este poderoso predicador o profeta: capítulo 11, verso 9 en adelante, de San Mateo, dice:

 

Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

 

Porque este es de quien está escrito:

 

He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,

 

El cual preparará tu camino delante de ti”.

 

Aquí Jesús toma esa profecía de Malaquías, capítulo 3, y la cita, y dice que este mensajero del cual Malaquías, capítulo 3, dice que vendrá delante de Él, delante del Mesías: Jesús dice que ese fue Juan el Bautista. Dice:

 

“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”.

 

¿Y cómo va a ser que el más pequeño del Reino de los Cielos sea mayor que Juan el Bautista, del cual Cristo dice que es un profeta grande y que de los nacidos de mujer no se ha levantado ninguno mayor que Juan? Es que los profetas del Antiguo Testamento, hasta Juan el Bautista, todos pertenecen al pueblo de los siervos, porque el pueblo hebreo son los siervos de Dios.

 

Y los hijos del Reino de los Cielos (porque dice: “… pero el más pequeño en el reino de los cielos…”), los hijos del Reino de los Cielos son los que han creído en Cristo como nuestro Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; y por consiguiente han nacido de nuevo: han nacido en el Reino de Dios y son hijos e hijas de Dios. ¿Y qué es mayor: un hijo o un siervo? Un hijo es mayor que un siervo.

 

Y ahora, Moisés y también Abraham, los patriarcas y los hebreos, encontramos que son los siervos de Dios; pero la Iglesia del Señor Jesucristo son los hijos e hijas de Dios. Por eso la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Israel celestial, es mayor que el Israel terrenal, es mayor que el pueblo hebreo; porque el pueblo hebreo es el pueblo de los siervos de Dios y la Iglesia del Señor Jesucristo es el pueblo de los hijos e hijas de Dios.

 

Por eso el más pequeño, el recién nacido en el Reino de Dios por medio del nuevo nacimiento, es mayor que el más grande de los profetas del Antiguo Testamento; es más grande que cualquiera de los profetas del Antiguo Testamento, porque ellos son pertenecientes al pueblo de los siervos.

 

Y los nacidos en el Reino de Dios, por medio de creer en Jesucristo, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, son nacidos en la Casa de Dios, en la Iglesia de Jesucristo, como hijos e hijas de Dios; los cuales llegarán a la estatura de un hombre perfecto, y serán todos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo, con cuerpos perfectos y eternos para vivir por toda la eternidad con Jesucristo, y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

 

Ahora podemos ver este misterio del por qué Cristo dijo que el más pequeño del Reino de los Cielos era mayor que Juan el Bautista. O sea que un hijo de Dios nacido en el Reino de Dios por medio de creer en Cristo como su Salvador, y lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, no necesita ser un profeta para ser mayor que Juan el Bautista. ¿Ve? Una persona sencilla en el Reino de Dios, nacido de nuevo, es mayor que el profeta más grande del Antiguo Testamento.

 

Y ahora, vean el por qué Jesús le dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan que era necesario nacer de nuevo: porque el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios, no lo puede entender; y si no lo puede entender, entonces tampoco puede entender por qué una persona, el más pequeño del Reino de los Cielos, es mayor que Juan el Bautista.

 

Y ahora, Cristo le dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo. Nicodemo pensó en un nacimiento por medio de una mujer, y pregunta a Jesús: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre, ya siendo viejo, entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?”. Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”.

 

No puede entrar a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, una persona, a menos que crea en el Señor Jesucristo como su Salvador y lave sus pecados en la Sangre de Cristo y reciba Su Espíritu Santo. Al recibir Su Espíritu Santo, ha nacido de nuevo: ha nacido en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios.

 

De esto fue que habló también San Juan, capítulo 1 y versos 11 al 13, cuando dijo:

 

“A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron (lo rechazaron, y pidieron Su muerte en la Cruz, y fue crucificado).

 

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

 

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

 

No es por medio de voluntad humana que la persona nace como un hijo de Dios, no es por medio de la unión de un hombre y de una mujer (a través del cual vienen hijos terrenales y mortales) que la persona nace como un hijo de Dios, sino por medio del nuevo nacimiento; por medio del nuevo nacimiento, en donde el Espíritu de Dios produce ese nuevo nacimiento en la persona:

 

Al creer en Cristo como su Salvador y lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, viene el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, y entra a la persona y produce ese nuevo nacimiento; y nace un nuevo cuerpo, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, para la persona; y la persona viene a tener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, igual al cuerpo teofánico de Jesucristo, en el cual le apareció Cristo a Abraham en el pasado.

 

¿Recuerdan que en una ocasión en que está Jesús hablando acerca de quién Él es le criticaban mucho?, y habló Jesús estas palabras: en el capítulo 8, verso 56 en adelante, dice:

 

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

 

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

 

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

 

Antes que Abraham.

 

Vean, también Jesús en Su cuerpo teofánico fue aquel que le apareció como Melquisedec, y le dio pan y vino a Abraham, cuando Abraham obtuvo la victoria contra unos reyes que habían llevado cautivo a Lot y a la familia de Lot y a muchos habitantes de Sodoma; pero Abraham los libertó.

 

Abraham con sus siervos y sus confederados, amigos de él, libertó a Lot y a todos los de Sodoma y Gomorra, y los trajo de regreso. Y le apareció en el valle de Save, le apareció Melquisedec, en el valle del Rey1. Ese Melquisedec era nada menos que el mismo Señor Jesucristo en Su cuerpo teofánico; porque antes que Abraham fuese, Él es.

 

Y habló también con Abraham, también el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra: le apareció Elohim con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel; y Abraham los invitó a una comida, a un almuerzo, y Elohim aceptó; y Abraham le preparó un becerro tierno, también panes, y mantequilla, y todas estas cosas; y comieron con Abraham bajo la sombra de un árbol.

 

Y luego ya en la tarde se levantaron de la cena, de la comida, y se dirigieron rumbo a Sodoma; y Abraham iba con ellos. Y luego dos de ellos —Gabriel y Miguel— continuaron para Sodoma, pero Elohim se quedó con Abraham.

 

Y dijo Elohim: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, siendo que Abraham enseñará a sus hijos a que teman a Jehová, para que se cumpla lo que Dios le ha prometido a Abraham? ¿Y siendo que Abraham ha de ser una nación grande, le he de encubrir yo estas cosas a Abraham?”. Eso está por el capítulo 18 del Génesis, al 19.

 

Eso fue el día antes, durante la tarde, el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra; porque ya al amanecer del otro día la destrucción para Sodoma y Gomorra estaría cayendo, y el fuego del juicio divino estaría cayendo sobre Sodoma y Gomorra, fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, y sería destruida Sodoma y Gomorra.

 

Pero vean ustedes, ¿por qué le reveló Dios a Abraham lo que iba a hacer en aquel tiempo? “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”2. Y Abraham, el patriarca Abraham, es un profeta, y de los grandes: es un profeta dispensacional, y es el padre de la fe.

 

Así que podemos ver que cuando Dios va a llevar a cabo algo grande, Dios tiene en la Tierra un profeta dispensacional. Y aunque Dios ha enviado muchos profetas, cientos de profetas, en medio del pueblo hebreo…, vamos a decir: ha enviado muchos profetas en medio del pueblo hebreo, y ha enviado también muchos mensajeros entre los gentiles, ¿saben cuántos profetas dispensacionales Dios tiene? Solamente tiene siete profetas dispensacionales. Esos son los profetas más grandes que Dios ha enviado a la raza humana.

 

El primero fue Adán. Y siempre que Dios envía un profeta dispensacional, lo envía como el mensajero de esa nueva dispensación, de esa dispensación la cual es comenzada con ese profeta dispensacional; y ese es el profeta que tiene el Mensaje para toda esa dispensación. Por eso Adán fue el profeta de la Dispensación de la Inocencia, con el Mensaje de la Inocencia.

 

Y ahora, ¿qué es un profeta? Un profeta es un hombre enviado por Dios a la Tierra con un Mensaje para la raza humana, con un Mensaje Divino, un Mensaje del Cielo. Un profeta es un hombre que viene con las dos consciencias juntas, o sea, consciente y subconsciente juntos; y por eso puede ver visiones de Dios, puede ver visiones en otras dimensiones, y puede escuchar la Voz de Dios en otras dimensiones, y luego decirle a la raza humana lo que Dios le ha dicho para la raza humana. Un profeta está diseñado así.

 

Y de esa clase de profeta, dispensacional, son muy pocos los que Dios tiene: solamente tiene siete profetas dispensacionales.

 

• El primero fue Adán.

 

• El segundo fue Set, para la Dispensación de la Conciencia.

 

• El tercero fue Noé, para la Dispensación del Gobierno Humano.

 

• El cuarto fue Abraham, para la Dispensación de la Promesa.

 

• El quinto fue Moisés, para la Dispensación de la Ley, con el Mensaje de la Ley; y con Moisés comenzó la Dispensación de la Ley.

 

Recuerden que cada profeta dispensacional comienza la dispensación para la cual Dios lo envía, y trae el Mensaje con el cual abre esa dispensación.

 

• Luego el sexto profeta dispensacional fue Jesús, para la Dispensación de la Gracia; y Él fue el que abrió esa nueva dispensación, la Dispensación de la Gracia.

 

• Y el séptimo profeta dispensacional es el Ángel del Señor Jesucristo, con el Mensaje del Evangelio del Reino, para abrir la séptima dispensación, la Dispensación del Reino, para así ser establecida la Dispensación del Reino y ser realizada la introducción al séptimo milenio y al Reino Milenial de Cristo.

 

Ahora podemos ver que solamente hay siete profetas dispensacionales. Después del séptimo profeta dispensacional, no hay más profetas de Dios para la raza humana. Con el séptimo profeta dispensacional, que es el Ángel del Señor Jesucristo…, el cual es enviado con el Mensaje del Evangelio del Reino para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en el séptimo milenio, y traer a la raza humana el conocimiento de todas estas cosas, y abrir una nueva dispensación: la Dispensación del Reino, e introducir el glorioso séptimo milenio y también introducir el Reino Milenial de Cristo, y darle a conocer a la Iglesia de Jesucristo y al pueblo hebreo y a toda la raza humana que una nueva dispensación está entrelazándose con la dispensación sexta (de la Gracia).

 

Ahora vemos que si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el séptimo milenio. ¿Y qué significa esto para la raza humana? Que Dios tiene que traer a la Tierra en este tiempo final un profeta dispensacional, para dar a conocer a la raza humana todas estas cosas que deben suceder pronto; porque Dios no hará nada, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas.

 

Por eso es que toda persona que diga: “Yo quiero escuchar la Voz de Dios”, necesita escuchar la Voz de Dios por medio del profeta que Dios envía para ese tiempo.

 

En Deuteronomio, capítulo 18, dijo el profeta Moisés, verso 15 al 19:

 

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis…”.

 

¿A quién dice Moisés que el pueblo está llamado a escuchar? Al profeta que Dios envía. ¿Y qué será de las personas que digan: “A mí no me interesa escuchar un profeta que Dios envía”? Dios le pedirá cuenta, y perderá la persona el derecho a la vida eterna; porque con Dios no se puede jugar.

 

Cuando Dios envía un profeta mensajero, lo envía con un Mensaje; y ese Mensaje es la Voz de Dios para el pueblo. Rechazar ese mensajero y ese Mensaje es rechazar al mismo Dios; y por consiguiente, la persona se busca tremendo problema delante de Dios, por no escuchar la Voz de Dios. Pero Dios dice: “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón”3, como hizo el pueblo hebreo.

 

Dice:

 

“… conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

 

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

 

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

 

¿Qué hablará el profeta que Dios envía para el pueblo? Todo lo que Dios le mande. ¿Y qué hace Dios? Coloca Su Palabra en la boca de ese profeta; y el Mensaje de ese profeta es la Palabra de Dios para la raza humana.

 

“… y él les hablará todo lo que yo le mandare.

 

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

 

O sea que la persona tiene una responsabilidad delante de Dios, y es de oír la Voz de Dios. La persona tiene libre albedrío, y la escucha si quiere escucharla o no la escucha. Y dependiendo de la actitud asumida por la persona frente a la Voz de Dios a través del profeta que Dios envía, será la recompensa que la persona tendrá. Los que no oyen la Voz de Dios, pierden el derecho a la vida eterna.

 

En el libro de los Hechos, el apóstol San Pedro cita este pasaje, en el capítulo 3, verso 18 al 23, del libro de los Hechos; y cuando se refiere a este pasaje y a esto que dice: “Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”, San Pedro dice que Dios le desarraigará de en medio del pueblo; y al ser desarraigado de en medio del pueblo, pierde el derecho a la vida eterna, pierde el derecho a ser parte del pueblo de Dios, porque no escuchó la Voz de Dios.

 

Encontramos que en medio del pueblo hebreo, en el tiempo de Moisés, todos los que no escucharon la Voz de Dios por medio del profeta Moisés perecieron; fueron tenidos como rebeldes delante de Dios, fueron tenidos como personas que se levantaron en contra de Dios al levantarse en contra del profeta Moisés.

 

Ahora podemos ver lo importante que es escuchar la Voz de Dios.

 

En una ocasión una mujer le dijo a Jesús: “Bienaventurados los pechos que mamaste”, y Jesucristo dijo: “Antes bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios”4. Y también Jesucristo dijo: “El que oye mi Palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna (vida eterna hay en la Palabra de Dios); y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida”5.

 

Ahora, podemos ver la responsabilidad que cada persona tiene delante de Dios de escuchar la Voz de Dios.

 

Y ahora, en nuestro tema de esta ocasión: “JESUCRISTO, EL ALFA Y OMEGA”, el primero y el último, la manifestación de Jesucristo como Alfa y Omega es muy importante comprenderla; Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová del Antiguo Testamento, el Verbo, llamado así en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, donde dice:

 

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

 

Este era en el principio con Dios.

 

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

 

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

 

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

 

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

 

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

 

No era él la luz (o sea, Juan el Bautista no era la Luz), sino para que diese testimonio de la luz”.

 

La Luz era el que vendría después de Juan el Bautista, aquel al cual Juan le estaba preparando el camino; o sea, el Señor Jesucristo era la Luz que vendría. Por eso Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo; y el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida”6. La Luz (¿de qué?) de la vida eterna.

 

Y ahora, continuemos viendo lo que aquí dice:

 

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.

 

La Luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. ¿Y cómo venía a este mundo? Venía a este mundo hecho carne, hecho hombre, hecho un profeta, en medio del pueblo hebreo, como el Alfa; porque Alfa es el primero y Omega es el último. Alfa y Omega es Jesucristo. Ahora, dice:

 

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

 

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció”.

 

¿Cómo fue hecho el mundo por Él, por el Verbo? Dios estando en Su cuerpo teofánico es llamado el Verbo, y es llamado también el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová; y Dios desde Su cuerpo teofánico (que es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión, de la sexta dimensión) habló a existencia todas las cosas, y vinieron a existencia por la Palabra creadora de Dios siendo hablada.

 

Esa es la forma en que se llevó a cabo toda la Creación. “Por Él fueron hechas todas las cosas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

 

En Génesis, capítulo 1, verso 1, dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

 

Dios: el Verbo, que era con Dios y era Dios. Dios, estando en Su cuerpo teofánico (un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión), creó todas las cosas. En palabras más claras, un hombre de otra dimensión, de la sexta dimensión, fue el Creador de los Cielos y de la Tierra; y ese hombre es Dios en Su cuerpo teofánico: es el Verbo, que era con Dios y era Dios. “Por Él fueron hechas (creadas) todas las cosas”. Y luego, vean lo que continúa diciendo aquí:

 

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

 

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

 

A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.

 

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

 

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

 

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”.

 

Y cuando el Verbo que era con Dios y era Dios, y fue el Creador de los Cielos y de la Tierra, cuando se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, fue conocido por el nombre de Jesús. El Verbo hecho carne, nuestro Señor Jesucristo, el Alfa, manifestado en medio del pueblo hebreo.

 

El Alfa y Omega es el mismo Dios Todopoderoso, Creador de los Cielos y de la Tierra, llamado en el Antiguo Testamento también el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto; y también llamado el Verbo, que era con Dios y era Dios, o sea, el mismo Dios con Su cuerpo teofánico. Él fue el que creó todas las cosas, y Él es el Alfa y Omega.

 

Y se manifiesta en medio del pueblo hebreo, en el cumplimiento de la Primera Venida del Ángel del Pacto en carne humana, como el Alfa.

 

La manifestación de Jesucristo, el Ángel del Pacto, como el Alfa, fue en el este, o sea, en la tierra de Israel, que está en el Medio Oriente; como también nos habla de la Venida del Hijo del Hombre, y nos dice que es “como el relámpago que sale del oriente (o sea, la tierra de Israel, donde fue la Primera Venida de Cristo) y se manifiesta, se revela, en el occidente (resplandece en el occidente)”7.

 

“En el occidente” es el continente americano, que consta de Norteamérica, Centroamérica, Suramérica y el Caribe; y el este corresponde al pueblo hebreo, a Israel, que pertenece al Medio Oriente.

 

Y ahora, hemos visto la Venida del Hijo del Hombre como el relámpago: Su Primera Venida en el este, el territorio de Israel; y para Su Segunda Venida dice la Escritura (dijo el mismo Cristo) que se muestra, se manifiesta, se revela en el occidente, o sea, en el continente americano.

 

La América Latina y el Caribe pertenece al continente americano. El continente americano es el que tiene la promesa de la Venida del Hijo del Hombre resplandeciendo en el Día Postrero. El continente americano es el que tiene la promesa de la Venida del Hijo del Hombre como el Omega para este tiempo final.

 

Porque la manifestación del Alfa, Jesucristo, el Ángel del Pacto manifestado como el Alfa, se cumplió en la tierra de Israel: eso fue la Primera Venida de Cristo. Y para el Día Postrero la promesa es como el Omega. Pero es el mismo: el mismo Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, el mismo Verbo que era con Dios y era Dios.

 

El Ángel del Pacto, el que vino hecho carne dos mil años atrás, el Verbo hecho carne dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo, fue el Alfa. Y para el Día Postrero el Verbo se hará carne de nuevo, conforme a Apocalipsis, capítulo 19: será el mismo Dios manifestado en carne humana; y eso será la manifestación del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, como Omega; y eso corresponde al continente del oeste, que es el continente americano, al cual pertenece la América Latina y el Caribe.

 

Por eso es que la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado por dos mil años esperando la Segunda Venida de Cristo, o sea, la Venida del Alfa y Omega, el cual se manifestará como el Omega en el Día Postrero; porque Él es el primero en Su Primera Venida en medio del pueblo hebreo: Él es el Alfa; y Él es el último, el postrero: el Omega, en Su Segunda Venida, en este tiempo final; y eso corresponde al continente del oeste, que es el continente americano, que consta de Norteamérica, Centroamérica, Suramérica y el Caribe.

 

Por eso la Iglesia de Jesucristo ha estado esperando entre los gentiles la Segunda Venida de Cristo. Es la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, viniendo en el Día Postrero velado en carne humana y revelado por medio de carne humana.

 

Ahora, podemos ver este misterio de “JESUCRISTO, EL ALFA Y LA OMEGA”. Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el que dijo en medio del pueblo hebreo: “Abraham deseó ver mi día; lo vio y se gozó”. Le dicen: “No tienes aún cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”. Jesús les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy”.

 

Y ahora, cuando escuchan estas palabras tan hermosas y llenas de tanta luz, de tanta revelación para el pueblo hebreo: tanta luz acerca del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el cual se hizo carne como el Alfa y estaba en medio del pueblo hebreo; en vez de decir: “Bienvenido, Dios nuestro, hecho carne, manifestado en carne humana en este tiempo final. ¡Te damos la bienvenida!”, ¿qué hicieron? Vamos a ver: “Jesús les dijo…”. Capítulo 8, verso 58 en adelante, dice:

 

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

 

Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue”.

 

Ahora, miren, las personas que estaban esperando la Venida del Mesías, la Venida del Alfa y Omega, en la manifestación de la Venida del Mesías como el Alfa en medio del pueblo hebreo, miren lo que hicieron: cuando Él les habla claramente y se identifica como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, como el Dios que era aun antes que Abraham, y el cual le apareció a Abraham y comió con Abraham; ahora no pueden comprender: creen que Jesús es un loco, un fanático: toman piedras para apedrearlo.

 

Ahora vean lo que es cuando un profeta mayor, un profeta dispensacional, aparece en la Tierra, el cual viene con las dos consciencias juntas: la mayor parte del pueblo no lo comprende, y creen que está loco; pues de Jesús decían que era Beelzebú y que tenía demonios; de Jesús decían que por el dedo de Beelzebú echaba fuera los demonios8</a>; y algunos decían: “¿Por qué lo escuchan? ¡Está loco! ¡Tiene demonios!”9. Pero no tenía demonios. Jesús les dijo: “Yo no tengo demonios, sino que yo honro a mi Padre”10.

 

Ahora, vean ustedes que siempre los profetas que Dios ha enviado han sido malentendidos por los oyentes que no han podido comprender la manifestación de Dios que hay en ellos, y que es una manifestación para bendición del pueblo; porque cuando Dios envía un profeta: “El que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”11. Pero el que lo rechaza, rechaza al que lo envió; y por consiguiente ha rechazado todas las bendiciones que Dios ha estado enviando por medio de ese profeta; y se queda esa persona sin bendición de Dios; y lo único que le espera a la persona es el juicio divino, por incrédulo a lo que Dios ha enviado: al profeta que Dios envió.

 

Ahora, podemos ver que nos dice la Escritura, nos dice en Deuteronomio: “Y cualquiera que no oyere lo que él hablare en mi Nombre, yo le pediré cuenta”, o sea que tendrá que darle cuentas a Dios. Y la Palabra de Dios nos enseña que será desarraigado del pueblo la tal persona, porque no tiene derecho a vivir; porque la vida está en la Palabra.

 

“El que oye mi Palabra, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”12.

 

Miren lo que sucede cuando una persona escucha la Voz de Dios por medio de un profeta y la rechaza: está rechazando la vida eterna. ¿Quién se está perjudicando? Pues la persona al rechazarlo; porque el profeta mensajero, cuando Dios lo envía, viene con amor divino trayendo la Palabra de Dios para todas las personas, para que así todas las personas reciban la bendición de Dios para esa edad o para esa dispensación. Pero vean ustedes a dónde lleva la incredulidad a muchas personas: a rechazar la Palabra de Dios, y por consiguiente rechazar la bendición de Dios, la vida eterna.

 

Por eso es que tenemos nosotros que ser cuidadosos, y ser reverentes a la Palabra de Dios y Su Programa para el tiempo que nos ha tocado vivir.

 

Miren en el tiempo del profeta Noé. El profeta Noé, un profeta dispensacional con las dos consciencias juntas, trayendo la Palabra de Dios para aquel tiempo y dando a conocer las cosas que iban a suceder en aquel tiempo: el diluvio que vendría sobre la raza humana, que destruiría la raza humana; para aquel tiempo hubo muchos ministros, hubo muchas religiones; y todas las religiones y ministros siempre han predicado que Dios es amor13, pero también la Escritura dice que Dios es fuego consumidor14.

 

Hay que entender estas cosas para poder hacer un buen balance en cuanto a las cosas espirituales, y saber que cuando Dios ha determinado que va a traer un juicio divino, bajo la ira de Dios viene ese juicio divino; y cae sobre ancianos, sobre personas adultas, sobre jóvenes y sobre niños también.

 

Ahora, vean, cuando Dios reveló al profeta Noé…, el cual halló gracia delante de Dios, porque él mantenía los sacrificios por el pecado como Dios lo había establecido; encontramos que él y su familia mantenían esos sacrificios, y sus pecados estaban cubiertos ante la presencia de Dios; pero el resto del pueblo tenía problemas delante de Dios y no creía al profeta Noé, por consiguiente, ellos estaban caminando por su propia cuenta.

 

Pero Dios le reveló al profeta Noé lo que iba a hacer en ese tiempo; y lo que iba a hacer era terrible: iba a raer de la Tierra todo ser viviente: animales y también seres humanos: niños, jóvenes, adultos, ancianos; todos. Y Noé comenzó a predicar ese Mensaje, el cual era duro, pero era la verdad. (Uno tiene que enfrentarse a la verdad, aunque sea dura). Y el único que tenía la Palabra de Dios para aquel tiempo era el profeta Noé, aunque hubo muchas religiones en el tiempo de Noé.

 

Y ahora, una cosa es citar la Escritura y otra cosa es tener el Mensaje de Dios para el tiempo en que uno vive, y mostrar por la Escritura Su Mensaje al pueblo, y mostrar que Dios prometió estas cosas para ese tiempo.

 

Y ahora, el profeta Noé, siendo un profeta dispensacional, tenía la revelación de Dios para esa nueva dispensación y el juicio divino que iba a venir sobre la raza humana; y el juicio divino vino.

 

Y Jesús, hablándonos acerca de la Venida del Hijo del Hombre para este tiempo final (la Venida del Hijo del Hombre, que es como el Omega), nos dice en San Mateo, capítulo 24, versos 37 en adelante; dice:

 

“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.

 

Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,

 

y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos…”.

 

No entendieron. Y Dios tenía un profeta dispensacional allí en la Tierra predicando el Mensaje correspondiente a ese tiempo, y de seguro le hicieron la guerra muchas religiones y líderes religiosos; y el profeta Noé se mantuvo predicando Su Mensaje y construyendo el arca que Dios le dijo que construyera, en donde entrarían él y su familia para escapar del diluvio que vendría, y no morir bajo el juicio divino.

 

Ahora, vean cómo la Escritura dice, cómo el mismo Jesús dice:

 

“… y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos”.

 

No pudieron comprender que Noé, lo que estaba predicando era la verdad. Pensaban quizás que Noé era un loco, anunciando que Dios iba a destruir la raza humana, cuando todos los predicadores y todas las iglesias de aquel tiempo y todos los ministros de aquel tiempo decían que Dios es amor, que Dios no puede destruir la raza humana; pero, miren, la destruyó en aquel tiempo; y solamente quedaron ocho personas: Noé, su esposa, sus tres hijos y sus tres yernas.

 

¿Quién le puede impedir a Dios que lo haga? Nadie se lo puede impedir, porque Dios dijo que lo iba a hacer. ¿Y quiénes fueron destruidos? Los incrédulos. Aunque tenían muchas religiones en aquel tiempo, y hubo muchos líderes religiosos: también fueron destruidos, tanto los líderes de aquel tiempo, que no pudieron entender y combatieron a Noé, como también sus grupos religiosos y como también la gente de las demás ciudades, de todas las ciudades; pero se salvó Noé y su familia, el profeta de Dios para aquel tiempo con el Mensaje de Dios para aquel tiempo y para aquella nueva dispensación que estaba comenzando.

 

Y ahora, Jesucristo dice que la Venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé; la Venida del Hijo del Hombre, la Segunda Venida de Cristo, la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, la Venida del Verbo haciéndose carne nuevamente en la Tierra en este tiempo final como el Omega.

 

Omega es el último. Dios dice: “Yo soy el primero y el último”.

 

Y en Su Venida en carne humana Él es el primero; y fue conocido por el nombre de Jesús. El velo de carne trajo el Nombre de la manifestación del Alfa: la manifestación del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, en carne humana.

 

Y para el Día Postrero la manifestación del Ángel de Jehová, del
Ángel del Pacto, de Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en carne humana en el Día Postrero, será el Omega, el último; la manifestación del Día Postrero, del último día delante de Dios; en donde el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Verbo, vendrá manifestado en carne humana; y la Escritura nos dice que viene con un nombre nuevo.

 

Jesucristo dijo en Apocalipsis, capítulo 3, verso 12: “Al que venciere, yo le haré columna en el Templo de mi Dios; y escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y el Nombre de la Ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del Cielo, de mi Dios, y mi Nombre Nuevo”.

 

Hay personas que no sabían que Jesucristo tiene un nombre nuevo. Ese es el nombre nuevo que Él recibió cuando Él ascendió al Cielo victorioso y se sentó a la diestra de Dios. Así que, al tener un nombre nuevo, Su Venida será con un nombre nuevo.

 

Por eso es que en el libro del Apocalipsis, capítulo 19, verso 11 al 21, encontramos la Venida de Cristo como el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19; y Su Nombre es: el Verbo de Dios.

 

Es el Verbo viniendo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; dice que tiene un nombre que ninguno entiende. Vamos a ver cómo aquí lo dice: capítulo 19, verso 11 en adelante, dice:

 

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.

 

Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo (o sea que ese no es el nombre Jesús</em>; es otro nombre, que ninguno conoce sino Él mismo).

 

Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: el Verbo de Dios”.

 

Es el Verbo viniendo nuevamente en carne humana; y así como el Verbo, cuando se hizo carne dos mil años atrás, se conoció por el nombre de Jesús, para Su Segunda Venida como Omega tendrá un nuevo nombre.

 

“Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.

 

De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.

 

Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores”.

 

Él viene como Rey de reyes y Señor de señores. Es el Verbo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, viniendo en el Día Postrero manifestado en carne humana; y traerá un nombre nuevo.

 

Así como el Jehová del Antiguo Testamento, cuando se manifestó en carne humana dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo como el Alfa, tuvo un nombre: Jesús, el cual en el Antiguo Testamento no había sido conocido como que sería el nombre que tendría el Mesías en Su Primera Venida como el Alfa viniendo.

 

Y para el Día Postrero, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Verbo, vendrá manifestado en carne humana en el Día Postrero en el oeste, y tendrá un nombre nuevo.

 

Por eso es que en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17, también nos habla de un nombre nuevo; y también encontramos que el profeta Daniel, en su profecía del capítulo 2 de su libro (el profeta Daniel), cuando le interpretó el sueño al rey Nabucodonosor: el sueño de aquella imagen que vio el rey Nabucodonosor, y luego una piedrecita o una piedra cortada no de manos, que vino e hirió a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido: esa piedrecita o piedra viniendo es la Segunda Venida de Cristo.

 

Es la Venida del Omega en el Día Postrero; el cual fue el Alfa dos mil años atrás, viniendo en carne humana en medio del pueblo hebreo, y fue conocido por el nombre de Jesús.

 

Fue el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, velado en carne humana: se vistió de carne humana en aquel velo de carne que Él creó en el vientre de María creando una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula, y luego nació, y fue llamado Jesús.

 

En ese cuerpo de carne vino el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, manifestado. Y por eso fue llamado por el profeta Isaías, en el capítulo 7, verso 14, fue llamado Emanuel; fue dicho por el profeta Isaías que Dios daría una señal: “He aquí yo os daré una señal (o señal): La virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará Su nombre Emanuel”. Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros15.

 

Era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel del Pacto, el Alfa y Omega, manifestándose como el Alfa en Su Primera Venida en medio del pueblo hebreo en carne humana; y tuvo el nombre correspondiente a Su manifestación como Alfa en medio del pueblo hebreo, y de acuerdo a la Obra que Él haría en aquel tiempo: la Obra de Redención. Por eso el nombre Jesús significa ‘Redentor’ o ‘Salvador’. El nombre tiene que ver con la Obra que Él tenía que hacer.

 

Y ahora, la Venida de la Piedra no cortada de manos que vio el profeta Daniel es esta misma Piedra de la cual nos habla el libro del Apocalipsis en el capítulo 2, verso 17, donde dice:

 

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido…”.

 

El Maná escondido es la revelación de Jesucristo para el Día Postrero: la revelación de la Segunda Venida de Cristo, la revelación del Omega.

 

“… le daré a comer del maná escondido”.

 

El maná escondido estaba en el lugar santísimo. Y este es el tiempo en donde la Iglesia de Jesucristo se encuentra en la etapa del Lugar Santísimo; porque la Iglesia de Jesucristo es un templo espiritual: es el Templo espiritual de Jesucristo. Y Cristo ha estado construyendo Su Iglesia en la misma forma en que Moisés construyó el tabernáculo y Salomón construyó el templo. Es el Nuevo Templo que sería construido: la Iglesia del Señor Jesucristo.

 

Y así como el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón tenía atrio, lugar santo y también tenía lugar santísimo…; y el lugar santísimo era lo más importante, y era donde estaba el arca del pacto. Y sobre el arca del pacto, el propiciatorio, que tenía los dos querubines de oro; y sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, estaba (¿quién?) Dios, la Shekinah, el Ángel del Pacto allí manifestado; pues entró a Su templo el Señor y se colocó sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro, dentro del lugar santísimo.

 

Y en el arca del pacto, allí estaba el maná escondido; una porción de maná que fue colocada en una vasija de oro, conforme a la ordenanza de Dios al profeta Moisés16. Y ese maná escondido representa la revelación divina de la Segunda Venida de Cristo; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”17.

 

Ese Maná escondido es el Mensaje escondido del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo; y ese es el alimento espiritual para todos los hijos de Dios del Día Postrero, para la Dispensación del Reino.

 

Y “la Tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”, dice Habacuc, capítulo 2, verso 14, y también Isaías, capítulo 11, verso 9.

 

¿De qué será llena la Tierra para el glorioso Reino Milenial? Del conocimiento de la gloria de Jehová.

 

¿Y dónde estaba la gloria de Jehová en el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón? En el lugar santísimo, sobre el arca del pacto.

 

¿Y dónde estará la gloria de Jehová en la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero? En el Lugar Santísimo, que es la etapa final de la Iglesia de Jesucristo, donde Jesucristo llama y junta a Sus escogidos con la Gran Voz de Trompeta y los coloca en Su Cuerpo Místico de creyentes, donde Él está llevando a cabo la construcción de ese Templo espiritual. Y en la construcción del Templo espiritual de Jesucristo, nos encontramos en la etapa del Lugar Santísimo.

 

Las otras etapas, la etapa del Lugar Santo, ha sido construido durante estas etapas o edades que han transcurrido durante estos dos mil años, donde Dios ha estado llamando gente de allá de Asia Menor (también del pueblo hebreo): de Asia Menor, de Europa y de Norteamérica, y ha construido el Lugar Santo así, con seres humanos, con piedras vivas.

 

Pero ahora le ha tocado construir el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual; porque un templo, para ser dedicado a Dios, no está perfecto si no tiene lugar santísimo, porque esa es la parte más importante del Templo de Dios.

 

Y en este tiempo final, el llamado de la Gran Voz de Trompeta llamando y juntando a los escogidos, ¿ha surgido dónde? En la América Latina y el Caribe; llamando y juntando a los escogidos para colocarlos (¿dónde?) en el Templo espiritual de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad del Lugar Santísimo del Templo espiritual de Jesucristo.

 

Y ese es el lugar de la manifestación de la gloria de Dios, y es en el occidente. Ese es el lugar para la manifestación de la gloria de Jehová, de la gloria de Jesucristo, la manifestación del Omega, del Ángel del Pacto, de Jesucristo para el Día Postrero, en Su Segunda Venida en carne humana, velado y revelado por medio de carne humana en el tiempo final, y con un nombre nuevo.

 

Vamos a continuar aquí para ver lo del Nombre Nuevo. Dice:

 

“Al que venciere, daré a comer del maná escondido…”.

 

Ya hemos visto que es la revelación de la Segunda Venida de Cristo; ese es el alimento espiritual para los hijos de Dios del tiempo final, para el Día Postrero, o sea, para el séptimo milenio; porque el séptimo milenio es el Día Postrero.

 

“… y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.

 

Cristo es esa Piedrecita blanca con un nombre nuevo; y, vean ustedes, dice que al Vencedor le dará esa Piedrecita blanca, o sea, le dará la Segunda Venida de Cristo: le dará la Venida del Omega; y ahí estará, en la Venida de esa Piedrecita blanca, el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.

 

También encontramos en el capítulo 2, verso 28… Vamos a leer desde el verso 26: capítulo 2, verso 26 al 29, dice:

 

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

 

y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre…”.

 

Ahora aquí Cristo promete darle autoridad a otra persona: al Vencedor; eso será al instrumento que Él tenga en este tiempo final, que será un profeta dispensacional: al profeta de la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino, en el cual se cumplirá la promesa de los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, y también Zacarías, capítulo 4, en donde se ve la manifestación del poder de Dios sin limitaciones.

 

Y ahora, dice:

 

“… y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre…”.

 

Cristo dijo: “Toda autoridad y todo poder me es dado (¿dónde?) en el Cielo y en la Tierra”18, y ahora Cristo lo va a otorgar al Vencedor.

 

“… y le daré la estrella de la mañana”.

 

Le va a dar la Estrella de la Mañana. Y en la lectura que habíamos tenido en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17, dice que le dará una Piedrecita blanca con un nombre nuevo; y esa Piedrecita blanca con un nombre nuevo es Cristo, la Segunda Venida de Cristo con un nombre nuevo. Y ahora, en este otro pasaje dice que le dará la Estrella de la Mañana.

 

¿Y quién es o qué es la Estrella de la Mañana? Apocalipsis 22, verso 16, nos dice lo que es la Estrella de la Mañana, o sea, lo que le dará Cristo al Vencedor. Capítulo 22, verso 16, dice:

 

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.

 

La Estrella resplandeciente de la Mañana, ¿quién es? El Señor Jesucristo, el Alfa y Omega, el cual se manifestó como Alfa dos mil años atrás, en medio del pueblo hebreo. en aquel velo de carne sencillo llamado Jesús.

 

Y ahora, para el Día Postrero, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que vino en carne humana dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo, en el este o Medio Oriente, como el Alfa: para este tiempo final viene como el Omega, y viene con un nombre nuevo.

 

Y Él es esa Estrella resplandeciente de la Mañana, y dice: “Y yo le daré al Vencedor (¿qué?) la Estrella de la Mañana”. Y Él es esa Estrella de la Mañana; por lo tanto, el Vencedor tendrá dentro de él la Estrella de la Mañana, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Verbo hecho carne en el Vencedor. Y el Vencedor será el Ángel del Señor Jesucristo; este Ángel del Señor Jesucristo, del cual Cristo dice:

 

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

 

Ese Ángel Mensajero es el profeta final, el profeta de la Dispensación del Reino con el Mensaje del Evangelio del Reino para todo ser humano: para la Iglesia del Señor Jesucristo y para el pueblo hebreo también, y para todo ser humano que vive en este planeta Tierra; y ese es el que obtendrá la total victoria en el Día Postrero, y por consiguiente tendrá esas bendiciones que Jesucristo ha prometido.

 

Ahora, hemos visto cómo es que vendrá para el Día Postrero el Omega, el cual dos mil años atrás fue el Alfa.

 

Él es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que en Su Primera Venida vino como el Alfa. El Alfa es el primero; y fue en Su primera manifestación en carne humana en toda Su plenitud en medio del pueblo hebreo, en el velo de carne que trajo el nombre Jesús, que significa ‘Salvador’ o ‘Redentor’, para la Obra de Redención que llevaría a cabo el Alfa, el Ángel del Pacto, en medio del pueblo hebreo allá en la Cruz del Calvario.

 

Y para el tiempo final viene con un nombre nuevo; ese nombre nuevo tiene que ver con la Obra que Él hará en este tiempo final: la Obra de Reclamo, donde reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, y traerá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. Él viene en este tiempo final, conforme a lo que Él ha prometido.

 

¿Viene quién? El Señor Jesucristo, el Verbo, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto. El Alfa que vino dos mil años atrás, viene en el Día Postrero como el Omega; porque Él es el mismo. El mismo Ángel del Pacto, el mismo Ángel de Jehová, que vino dos mil años atrás, vendrá en este tiempo final, conforme a Su promesa; y estará manifestado en la Tierra y tendrá un nombre nuevo.

 

Ahí hay un misterio muy grande; y ese nombre tiene que ver con la Obra que Él estará haciendo en este tiempo final, para el reclamo de todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, y para la resurrección de los muertos en Cristo y para la transformación de todos nosotros los que vivimos, y para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.

 

Ahora, hemos visto que esto de este nombre nuevo no es un asunto humano, sino es un asunto bíblico, profético, del cual el mismo Jesucristo en Apocalipsis, capítulo 2 y capítulo 3 y capítulo 19, nos habló.

 

Y también, cuando Jesucristo en una ocasión, en el capítulo 12, verso 28, de San Juan, dijo: “Padre, glorifica Tu Nombre”, Dios dijo: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”. Ahí tenemos la segunda ocasión, que es para el Día Postrero. Lo ha glorificado como Alfa, y lo glorificará otra vez como Omega; así está señalado en la Escritura, pues Él tiene un nombre nuevo.

 

Y ese es el nombre que será revelado durante el séptimo milenio y durante el Reino Milenial para todos los seres humanos que estarán viviendo en este planeta Tierra. Zacarías, capítulo 14, nos dice, verso 9: “Y en aquel día Jehová será uno, y uno Su Nombre. Y Jehová será Rey sobre toda la Tierra”.

 

Y el Jehová del Antiguo Testamento, que será Rey sobre toda la Tierra, es el Jesucristo del Nuevo Testamento, que es el Rey para el glorioso Reino Milenial, que se sentará sobre el Trono de David, y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

 

Y con Él estaremos nosotros también, porque Él nos ha hecho reyes y sacerdotes; porque nos ha lavado con Su Sangre preciosa19</a>; y reinaremos con Cristo por mil años (o sea, por el Reino Milenial) y luego por toda la eternidad, como reyes y como sacerdotes. O sea que todo lo que tenga que ver con la parte política, Cristo la gobernará con Su Iglesia; y la que tenga que ver con la parte religiosa, también Cristo la gobernará con Su Iglesia; porque Él es el Melquisedec del Antiguo Testamento, el Rey y también Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo.

 

Por lo tanto, Él como Rey y como Sumo Sacerdote, como Rey de reyes y como Sumo Sacerdote, gobernará sobre la parte política y sobre la parte religiosa; y los hijos de Melquisedec, que son los redimidos con Su Sangre, son reyes y sacerdotes también. Lo que Él es, nosotros también lo somos, somos herederos a lo que Él es; y por consiguiente somos herederos de Dios y coherederos con Jesucristo nuestro Salvador20.

 

Y todo lo que tenga que ver en la Tierra con la parte de gobierno o con la parte religiosa, será gobernada, dirigida, por Jesucristo y Su Iglesia; y nada quedará fuera de la parte de gobierno o de la parte religiosa. La parte política o parte religiosa: todo lo cubrirá, todas las fases de la vida humana, las cubrirá Jesucristo con Su Iglesia; y gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

 

Ahora, vean la bendición tan grande que hay para todos los hijos e hijas de Dios; pues todos los hijos e hijas de Dios tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

 

Cristo dijo que Él llamaría a Sus ovejas por su nombre21, pues tienen sus nombres escritos (¿dónde?) en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y Él dijo que ni una se perdería22.

 

Y en este tiempo final estaría llamando y juntando a Sus últimos escogidos. Y cuando se complete el Cuerpo Místico de Cristo, entonces los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados; y entonces seremos iguales a Jesucristo, a imagen y semejanza de Jesucristo: tendremos un cuerpo glorificado y eterno, como el cuerpo glorificado del Señor Jesucristo; y entonces nos podremos ir a la Cena de las Bodas del Cordero con Jesucristo; y entonces veremos a Jesucristo en Su cuerpo teofánico y también en Su cuerpo físico y eterno.

 

Ahora, el Ángel del Señor Jesucristo, en donde Jesucristo se manifestará en este tiempo final, y le hablará a Su Iglesia por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto…, pues Él dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”</em>; ese Ángel es el profeta de la Dispensación del Reino, el último profeta dispensacional. Pero ese Ángel no es el Señor Jesucristo.

 

Juan el apóstol en dos ocasiones quiso adorarlo: en Apocalipsis, capítulo 19, versos 6 al 10, y Apocalipsis, capítulo 22, versos 6 al 10 también, y el Ángel le dijo: “Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que tienen el testimonio de Jesús, y de los que guardan las palabras de esta profecía. Adora a Dios”.

 

¿Por qué no recibió la adoración de Juan el apóstol? Porque no es Jesucristo. Él es el profeta mensajero dispensacional del Señor Jesucristo, en donde Jesucristo estaría manifestándose en este tiempo final y estaría hablándole por medio de Su Ángel Mensajero a Su Iglesia todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y por medio de este Ángel Mensajero, Jesucristo estaría velado y revelado en el tiempo final como el Omega, prometido para Su Iglesia y para el pueblo hebreo.

 

Y solamente por medio de esa manifestación de Cristo a través de Su Ángel Mensajero es que los creyentes en Jesucristo, y el pueblo hebreo creyente en Dios conforme al Antiguo Testamento, podrán obtener el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto. “Yo Jesús he enviado mi Ángel para daros testimonio de estas cosas que deben suceder (de estas cosas que han de suceder)”. “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias”. Apocalipsis 22, verso 16.

 

Y Apocalipsis 22, verso 6, dice:

 

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para (manifestar) a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

 

No podrá ninguna persona obtener el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto, excepto por medio del Ángel del Señor Jesucristo.

 

No dice: “Yo envío muchos ángeles” o “muchos profetas”. Él dice: “Yo he enviado mi Ángel”. “Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su Ángel”. Solamente uno, porque es un profeta dispensacional.

 

Y Dios no envía dos profetas dispensacionales a la misma vez: están separados por cierta cantidad de tiempo y están separados de dispensaciones también.

 

Ahora podemos ver la bendición tan grande que Jesucristo tiene para Su Iglesia para este tiempo final.

 

Ahora, siempre que Dios ha enviado un profeta… Vean ustedes, Jesucristo dijo: “¿A cuál de los profetas no persiguieron?”23. Y al mismo Jesucristo, el más grande de todos los profetas, ¿no lo persiguieron también? O sea que tendrá también momentos difíciles ese Ángel del Señor Jesucristo; pero él ¡obtendrá la victoria!

 

Y la Iglesia de Jesucristo lo tendrá en su medio, y la Iglesia de Jesucristo obtendrá el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto; y serán completados los escogidos de Dios, y preparados, y serán transformados, y nos iremos de aquí a la Cena de las Bodas del Cordero; y después caerá el juicio de la gran tribulación sobre los incrédulos que han quedado en la Tierra.

 

Hemos visto a “JESUCRISTO, EL ALFA Y LA OMEGA”. El Alfa en Su Primera Venida y Omega en Su Segunda Venida. El Alfa en el este: la tierra de Israel, y el Omega en el oeste: la tierra del continente americano, al cual pertenece la América Latina y el Caribe.

 

“JESUCRISTO, EL ALFA Y LA OMEGA”, el primero y el postrero.

 

Que las bendiciones de Jesucristo, el Alfa y Omega, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto todos seamos transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

 

Que Dios les bendiga y les guarde, y pasen todos muy buenas noches.

 

“JESUCRISTO, EL ALFA Y LA OMEGA”.

 

[Revisión julio 2021]

 

 

1 Génesis 14:12-20

 

 

 

2 Amós 3:7

 

 

 

3 Hebreos 3:15, 4:7; Salmos 95:7-8

 

 

 

4 San Lucas 11:27-28

 

 

 

5 San Juan 5:24

 

 

 

6 San Juan 8:12

 

 

 

7 San Mateo 24:27

 

 

 

8 San Mateo 12:24, San Marcos 3:22, San Lucas 11:15

 

 

 

9 San Juan 10:20

 

 

 

10 San Juan 8:48-49

 

 

 

11 San Mateo 10:41

 

 

 

12 San Juan 5:24

 

 

 

13 1 Juan 4:8

 

 

 

14 Deuteronomio 4:24, 9:3; Hebreos 12:29

 

 

 

15 San Mateo 1:23

 

 

 

16 Éxodo 16:31-34

 

 

 

17 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4; Deuteronomio 8:3

 

 

 

18 San Mateo 28:18

 

 

 

19 Apocalipsis 1:5-6, 5:9-10

 

 

 

20 Romanos 8:17

 

 

 

21 San Juan 10:3

 

 

 

22 San Mateo 18:12-14, San Lucas 15:3-7

 

 

 

23 Hechos 7:52

 

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