Jesucristo buscando y llamando a los que cenarán con Él

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes aquí en Juiz de Fora. Es para mí un privilegio estar con ustedes aquí en la República de Brasil, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en Apocalipsis, capítulo 3, verso 20, donde nos dice:

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO BUSCANDO A LOS QUE CENARÁN CON ÉL”.

Estas palabras las habla Jesucristo cuando se dirige a la Iglesia de Laodicea.

Y para poder comprender lo que todo esto significa, necesitamos saber que estas siete iglesias de Asia Menor que están mencionadas en el libro del Apocalipsis, que son… En Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, leemos para ver cuáles son esas iglesias; dice el apóstol San Juan:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”.

Estas siete iglesias de Asia Menor representan, en el Programa o Palabra profética, a la Iglesia de Jesucristo pasando por siete etapas; y en estas siete iglesias de Asia Menor se reflejó todo lo que estaría sucediendo durante esas siete etapas de la Iglesia de Jesucristo entre los gentiles.

Y los ángeles mencionados ahí, que para aquel tiempo fueron pastores de esas iglesias, representan los mensajeros que Jesucristo tendría en Su Iglesia durante esas siete edades o etapas.

San Pablo fue el primer mensajero de la Iglesia de Jesucristo entre los gentiles, fue el mensajero a la etapa representada en la iglesia de Éfeso; y esa primera etapa de la Iglesia de Jesucristo llegó a un tiempo en donde perdió, dejó, su primer amor en Jesucristo; y de eso es que Dios acusa a esa edad, representada esa edad en la iglesia de Éfeso que existió en aquel tiempo.

Y ahora, podemos ver que en esas iglesias se reflejó todo lo que sucedería durante la Dispensación de la Gracia en la Iglesia de Jesucristo, en la etapa correspondiente al Lugar Santo del Templo espiritual de Jesucristo. Podemos ver que la última etapa es la Edad de Laodicea (o representado en la Edad de Laodicea).

El Mensaje siempre es dirigido al ángel, el ángel lo capta de parte de Dios y después el ángel lo predica en su edad; y Dios, manifestado en el ángel mensajero de cada edad, le habla al cristianismo completo, el cual está compuesto por las vírgenes prudentes y por las vírgenes fatuas.

Y también, dentro del cristianismo está el trigo, que son los hijos de Dios, y está metida también la cizaña, que son los hijos del maligno. Conforme a la parábola de Jesús del trigo y de la cizaña, en San Mateo, capítulo 13, verso 30 al 43, encontramos que el trigo y la cizaña se encuentran en el mismo campo. Por lo tanto, en medio del cristianismo estaría el trigo y estaría también la cizaña: los hijos de Dios y los hijos del malo.

Como en el Génesis encontramos a Caín y Abel. Caín, dice la Escritura que era del maligno y mató a su hermano Abel1. Abel no era del maligno: era una simiente de Dios que vino por medio de Adán y Eva.

También encontramos (antes de eso), en el Huerto del Edén, el Árbol de la Vida, el cual es Cristo, y el árbol de ciencia del bien y del mal2, el cual es el maligno, el cual se encarnó en la serpiente, y habló por medio de la serpiente y actuó por medio de la serpiente, y engañó a Eva.

Ahora, podemos ver que ha estado siempre Dios y el enemigo de Dios manifestados en medio de este planeta Tierra.

Y ahora, en medio de la Iglesia de Jesucristo se encontraría, en medio del cristianismo, se encontraría el trigo, que son los hijos de Dios, y se encontraría también la cizaña, que son los hijos del malo.

También vimos eso mismo en medio del pueblo hebreo bajo la Dispensación de la Ley: allí estaban los hijos del bueno y los hijos del maligno.

Por eso es que Jesús en algunas ocasiones llamó a algunas personas “simiente de Abraham”. Por ejemplo, hablando de Zaqueo3 y hablando de otras personas así4, dijo que eran hijos de Abraham; eran simientes de Abraham.

Pero también, hablando de otras personas, aunque eran líderes religiosos, dijo que eran del maligno; les dijo: “Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y las obras de vuestro padre queréis cumplir”5. Eso era una ofensa, pero era la verdad; y la verdad no se puede adornar.

Uno tiene que enfrentarse a la realidad, a la verdad; aunque sea dura, uno tiene que reconocerla; porque si uno no reconoce la verdad, estará viviendo de ilusiones, engañado, no estará viviendo la realidad. Y es mejor vivir la realidad, aunque tenga partes duras, que estar viviendo de ilusiones, engañado; porque el que vive de ilusiones y no se enfrenta a la verdad, a la realidad de su tiempo: está viviendo engañado, no está viviendo la realidad. Hay que vivir la realidad para obtener los resultados correctos.

Ahora, nosotros podemos ver que en la Iglesia del Señor Jesucristo se encuentra el trigo y la cizaña, o sea, en el cristianismo completo; y reciben la lluvia y el sol el trigo y la cizaña también; porque Dios envía la lluvia y el sol sobre los buenos y también sobre los malos, y ambos dan gracias a Dios por la lluvia y por el sol.

Ahora, tenemos que entender esta realidad para saber que hay hijos de Dios y hay hijos del maligno en este planeta Tierra.

Para el tiempo final es que Jesucristo dijo que Él haría la separación. En la parábola del trigo y de la cizaña, Él mostró que los siervos vinieron a Él diciéndole: “¿Quieres que arranquemos la cizaña (que representa a los hijos del malo)?”. Jesucristo dijo: “No, porque arrancando la cizaña pueden también arrancar el trigo”6. Y el trigo es lo que tiene gran valor para Dios: los hijos e hijas de Dios son los que tienen valor para Dios.

Y por causa de los hijos e hijas de Dios, la bendición de Dios viene a la Tierra para los hijos de Dios, y son participantes de esa bendición también los hijos del maligno; como viene la lluvia y el sol sobre la buena hierba, y la cizaña también recibe de esa lluvia.

Miren ustedes, cuando Dios iba a destruir a Sodoma y Gomorra, Abraham estuvo intercediendo. ¿Por qué? Porque tenía allí a su sobrino Lot y la familia de Lot. Y le dijo a Dios: “¿Destruirás tú, el Juez de toda la Tierra, al justo con los injustos? No haga tal cosa el Juez de toda la Tierra. Si hay allí cincuenta personas justas, ¿destruirás la ciudad?”. Dios le dijo: “Por amor a esos cincuenta justos, yo perdonaré toda la ciudad”7.

Miren lo que Dios hace por amor a los justos, por amor al trigo, por amor a los que son de Dios: perdona aun a los malignos, y extiende la bendición divina sobre los justos y cubre también a los malignos.

Miren cuán grande es el Amor de Dios: la lluvia cae sobre los justos y también sobre los injustos; porque si están sobre la Tierra los justos, una ciudad puede estar a salvo por amor a esos justos. Dios puede evitar traer el juicio divino sobre esa ciudad o sobre ese país por amor a esos justos, por amor al trigo, por amor a los hijos e hijas de Dios.

Abraham sigue intercediendo y le dice: “Quizás no hay los cincuenta; quizás falten cinco allí, y solamente hay allí cuarenta y cinco”. Dios le dice: “Por amor a esos cuarenta y cinco, yo no destruiré la ciudad”. Y Abraham sigue intercediendo.

¿Y cómo Abraham podía interceder? Los patriarcas, siendo la cabeza de su pueblo, venían a ser como el rey de toda su descendencia, y también el sacerdote de toda esa descendencia; y por eso ellos hacían las funciones de rey y sacerdote. Por eso ustedes los encuentran ofreciendo a Dios los sacrificios correspondientes, para así hacer la intercesión por su familia completa; por toda la tribu, compuesta por sus descendientes.

Ahora, Abraham es la cabeza de toda esa descendencia de él, y también de los siervos y esclavos que él tenía, y también de su sobrino Lot.

Y ahora, Abraham sigue bajando el número y le dice a Dios: “Quizás no habrá allí los cuarenta y cinco justos; quizás faltarán allí, de los cincuenta, faltarán ya no cinco, sino diez (eso es en palabras nuestras)”. Dice:

“Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta (o sea, ‘no destruiré la ciudad’)”.

Estoy leyendo en el capítulo 18 del Génesis, verso… Ahora voy al verso 30. Y ahora Abraham va a comenzar a bajar de diez en diez, porque así va a llegar al número más bajo.

“Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta”.

Un poquito más abajo dice:

“Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta (o sea, ‘no destruiré la ciudad’).

Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte”.

Miren, por amor a veinte personas, una ciudad como Sodoma, y demás ciudades que estaban alrededor de Sodoma, como Gomorra y las demás ciudades: por amor a veinte justos, Dios no destruiría la ciudad de Sodoma y las demás ciudades.

Miren lo que Dios hace por amor a veinte justos, y aun miren cómo sigue Abraham bajando el número; porque si sigue bajando el número, puede alcanzar a Lot y su familia.

Si Lot no tenía en su familia cincuenta personas, porque no se había multiplicado en gran manera, entonces con esto que Abraham está haciendo puede llegar al número de la familia de Lot; porque Abraham está intercediendo por Lot y su familia, y por consiguiente, por toda Sodoma y Gomorra y las demás ciudades.

“Y volvió a decir (Abraham): No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez”.

Por diez personas justas, diez personas que estuvieran caminando en la Luz del Programa de Dios correspondiente a aquel tiempo, Dios no destruiría a Sodoma y Gomorra.

Para aquel tiempo, el mensajero de Dios, ¿saben quién era? El profeta y patriarca Abraham, un profeta dispensacional.

Por eso es que cuando Jesús habla de la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero, Él refiere los días de Lot8, en los cuales Abraham era el profeta mensajero de la Dispensación de la Promesa. Y también hace referencia Dios, Cristo, a los días de Noé9, donde Noé era el profeta mensajero de la Dispensación del Gobierno Humano, que era la tercera dispensación; como Abraham era el mensajero de la cuarta dispensación, de la Dispensación de la Promesa.

O sea que Cristo hace referencia a profetas dispensacionales; porque la Venida del Hijo del Hombre es para el tiempo del entrelace de la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia.

Y siempre que llega el momento para un entrelace dispensacional, Dios envía un profeta dispensacional; y ese profeta dispensacional aparece a la puerta de la dispensación que está terminando, y aparece tocando en esa puerta, y aparece llamando a todos los que están ahí, dentro de esa dispensación que está llegando a su final, y los invita a escuchar la Voz de Dios; y luego los pasa a una nueva dispensación, donde una gran fiesta espiritual es llevada a cabo, y una gran cena espiritual o una gran comida espiritual de Palabra de Dios para una nueva dispensación es dada al pueblo.

Ahora, podemos ver que cuando aparece un profeta dispensacional en el Programa de Dios, se está llevando a cabo una etapa muy grande del Programa Divino; y una bendición grande para el pueblo está ahí frente a ellos, pero también el juicio divino está por caer sobre la raza humana.

Para el tiempo de Noé, con la presencia de Noé allí, el juicio divino estaba por caer sobre la raza humana; y le fue revelado a Noé que el juicio divino vendría sobre la raza humana. Y era algo inconcebible, porque en aquel tiempo no llovía como llueve en la actualidad: de la Tierra subía un vapor que regaba toda la Tierra durante la noche10; porque la Tierra no estaba inclinada como está en la actualidad. Nunca había llovido como llueve en la actualidad; y anunciar que vendría un diluvio, cuando ellos no conocían lo que era un buen aguacero, era algo inconcebible.

Pero el que creó el agua, ¿no sabe la fórmula? Claro que la sabe. Él lo único que tiene que hacer es unir en la atmósfera: hidrógeno y oxígeno, en la composición correspondiente a agua, y ahí tenemos agua para caer del cielo.

Y ahora, podemos ver que el que dijo que traería un diluvio y destruiría la raza humana, sabía cómo hacerlo; y no solamente eso, en la Tierra también había agua. El agua que había en la Tierra también sería traída en grandes cantidades: se abrirían fuentes de agua, y así también de la Tierra surgiría agua para producir esa inundación.

Ahora, podemos ver que todo eso era algo inconcebible. La ciencia en aquel tiempo estaba adelantada; para aquel tiempo las personas vivían 500, 600, 700, 800 y 900 y algo de años. Matusalén vivió 969 años11.

Y ahora, si no estaban más adelantados que los de este tiempo, en el campo científico y en los demás campos, ¿cómo es posible entonces que el ser humano esté más adelantado científicamente en este tiempo y no puedan pasar de 200 o 300 años de vida?, cuando la gente de aquel tiempo llegaban a 500, 600, 700, 800 y 900 y algo de años. Algo le falta a la ciencia para obtener ese secreto de cómo el ser humano durar tantos años como duraban en aquel tiempo.

Pero miren, la cosa importante no es durar muchos años. La cosa importante estando aquí en la Tierra es hacer contacto con la vida eterna, y así quedar sellado con el Sello del Dios vivo para ser redimido, para ser traído de nuevo a la vida en un cuerpo eterno. Es muy importante entonces hacer contacto con la vida eterna, que es nuestro amado Señor Jesucristo.

Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”12. No hay otro camino: Cristo es el Camino. Él es la Vida Eterna. Y: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”13.

Lo más importante para el ser humano es la vida eterna; las demás cosas son las añadiduras de la vida. Por eso Él dice: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia; las demás cosas serán añadidas”14.

Y para entrar al Reino de Dios es por medio del nuevo nacimiento: creyendo en Cristo como nuestro Salvador y lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo, y recibiendo Su Espíritu Santo; y así obtenemos el nuevo nacimiento, y así hemos nacido en el Reino de Dios; hemos entrado al Reino de Dios, hemos hallado el Reino de Dios, y estamos sellados en el Reino de Dios con el Espíritu Santo, y tenemos vida eterna. Eso es lo más importante para la persona. Las demás cosas son las añadiduras de la vida, las cuales la persona no se puede llevar cuando se muere físicamente; pero la vida eterna nunca la pierde.

Jesucristo dijo en San Juan, capítulo 6, para los creyentes en Él, verso 40:

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Ninguna otra persona puede hablar en esa forma, ninguna otra persona puede hacer una promesa como esa. Y Él probó, con la resurrección de Lázaro, que Él nos resucitará a nosotros; resucitó a Lázaro como ejemplo de lo que Él hará con todos los santos que han partido15; y para nosotros los que vivimos, pues nos transformará, si permanecemos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten.

Y después de estar ya con el nuevo cuerpo, de 30 a 40 días aquí…

Así como Jesucristo estuvo 40 días ya resucitado apareciendo a Sus discípulos en diferentes ocasiones16…; y los santos del Antiguo Testamento, que resucitaron con Cristo, también estaban con Cristo resucitados, y estuvieron con Él esos 40 días aquí en la Tierra, apareciéndole a diferentes personas en Jerusalén17 y en diferentes lugares; y después se fueron con Cristo al Cielo, cuando Cristo ascendió al Cielo.

Y se cumplió el salmo que habla acerca de Cristo y Su ascensión, donde dice: “Alzad, oh puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria?”. Ese Rey de gloria es nada menos que Jehová. Y cuando se cumplió esa promesa, esa profecía, ese Jehová era nada menos que nuestro amado Señor Jesucristo, que iba subiendo, que iba ascendiendo, con los santos del Antiguo Testamento, que habían resucitado con Él.

Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es nada menos que el Jehová del Antiguo Testamento manifestado en el Nuevo Testamento. Ese es nuestro Señor, ese es nuestro Salvador. Es el personaje más grande y más importante que haya pisado este planeta Tierra. Con razón San Pablo le llama el segundo Adán18.

Y ahora, vean ustedes, en el Salmo 24 es donde nos dice, del verso 7 en adelante:

“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,

Y alzaos vosotras, puertas eternas,

Y entrará el Rey de gloria”.

Así claman los que van subiendo con Cristo, los santos que habían resucitado. Y desde adentro, en el Cielo, preguntan:

“¿Quién es este Rey de gloria?”.

Y contestan ellos:

Jehová el fuerte y valiente,

Jehová el poderoso en batalla”.

Y entró al Cielo, porque se abrieron las puertas eternas, y entró con los santos del Antiguo Testamento, que resucitaron.

Y para el Día Postrero habrá una resurrección de los santos del Nuevo Testamento. Y luego de estar de 30 a 40 días aquí: los santos resucitados con el nuevo cuerpo, y nosotros los que vivimos siendo transformados y estando con el nuevo cuerpo: luego de 30 a 40 días nos iremos con Cristo al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero. Y se cumplirá este verso 9 y 10 del Salmo 24:

“Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,

Y alzaos vosotras, puertas eternas,

Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?

Jehová de los ejércitos,

Él es el Rey de la gloria”.

Y ese es nuestro amado Señor Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores, el Rey de los Cielos y de la Tierra, el Rey de la gloria, nuestro amado Salvador.

Ya la primera parte de este salmo, que nos habla de esta subida, ya se cumplió con el rapto de Jesucristo y los santos del Antiguo Testamento, que fueron resucitados. Y para este tiempo final, con el rapto de los escogidos de Dios de la Iglesia de Jesucristo, luego que sean resucitados los muertos en Cristo y nosotros los que vivimos, se cumplirá esta segunda parte del Salmo 24.

Ahora, para este tiempo, Cristo ha dicho que estaríamos viviendo como en los días de Noé y como en los días de Lot. En los días de Noé la humanidad había llegado a su final, y no lo sabía, pero había un hombre que sí lo sabía; porque toda revelación divina viene siempre a un hombre, a un profeta.

Es a los profetas que viene la Palabra de Dios. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”, dice Amós, capítulo 3, verso 7. Y también Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19: “Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios; a él oiréis”.

¿Y por qué dice el profeta Moisés que hay que escuchar a ese profeta que Dios levanta? Por la sencilla razón que está expresada en el verso 18:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

Por cuanto Dios coloca Su Palabra en la boca de ese profeta que Él envía, y ese profeta habla todo lo que Dios le mande a hablar para el pueblo, toda persona está llamada a escuchar la Voz de Dios. Y la Voz de Dios siempre ha estado en los profetas que Él ha enviado; y gracias a eso tenemos la Biblia, la Palabra de Dios, que ha venido de parte de Dios a través de Sus profetas.

Y ahora, hemos visto la causa por la cual toda persona está llamada a escuchar al profeta que Dios envía. De otra forma, le acontece a la persona lo que le aconteció al pueblo hebreo en tiempos pasados cuando Dios envió Sus profetas. Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12, dice; hablando del pueblo hebreo, y que no quisieron escuchar la Voz de Dios, dice:

“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.

¿Por qué? Porque no quisieron escuchar la Voz de Dios enviada por Su Espíritu a través de Sus profetas.

Es por medio del Espíritu de Dios que los profetas reciben la Palabra, y hablan ungidos esa Palabra de Dios para el pueblo; y cuando ellos hablan, esa es la Voz de Dios para el pueblo, siendo hablada esa Palabra.

Y el pueblo que escucha esa Palabra a través de ese profeta, está escuchando la Voz de Dios a través de un hombre; y el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe19: recibe el beneficio para lo cual Dios ha enviado a ese profeta.

Vean ustedes, los que estuvieron bajo el ministerio de Noé recibieron la bendición, la recompensa de profeta: entraron al arca y se salvaron, hasta los animales; y los que no escucharon la Voz de Dios por medio del profeta Noé: vino el diluvio y se los llevó, los destruyó. Por eso Jesús, en San Mateo, capítulo 24, nos habla de los días de Noé (capítulo 24, verso 37 en adelante) y nos dice:

“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”.

Recuerden, aquella generación había llegado a su final: la Dispensación de la Conciencia había llegado a su final; y una nueva dispensación se estaba entrelazando: la Dispensación del Gobierno Humano; y allí estaba su mensajero: el profeta Noé. Y el profeta Noé, vean ustedes, aparece en la escena porque la Dispensación de la Conciencia ha llegado a su final.

Y cuando una dispensación llega a su final: un juicio divino tiene que caer sobre la raza humana. Así como cuando llega al final una edad: un juicio divino cae sobre la raza humana; pero es un juicio parcial, no cubre el mundo entero; pero cuando se trata del final de una dispensación, el juicio abarca a toda la gente.

Y ahora, siempre aparece un profeta enviado por Dios, el cual tiene la revelación de Dios de las cosas que han de suceder en ese tiempo. Y algunas personas no lo entienden; algunas personas piensan que es un fanático, que es un loco o cualquier cosa así.

En el tiempo de Noé hubo millones de personas, y hubo muchas religiones, y hubo muchos líderes religiosos. Pero miren, ¿cuántos creyeron a Noé? Ninguno; solamente su esposa, y sus hijos, y sus yernas. Ellos fueron los que estuvieron brazo a brazo con Noé, trabajando con Noé; y después entraron al arca, y se salvaron Noé y su familia.

Noé tenía a su familia bajo el sacrificio por el pecado, porque Noé siendo la cabeza de su familia tenía a su familia bajo el sacrificio por el pecado; por lo tanto, sus pecados estaban cubiertos con la sangre de aquellos sacrificios. Y por eso es que dice la Biblia que fue hallado Noé como un hombre justo20.

No es que no tenía problemas, no es que no cometía errores, sino que por medio de los sacrificios efectuados, la sangre de los sacrificios cubría sus errores, sus pecados; y entonces Dios miraba y no veía pecado, porque estaban cubiertos, aunque no quitados; porque la única sangre que quita el pecado es la Sangre de Jesucristo.

Pero aquellos sacrificios tipificaban el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, por eso eran efectivos en esa forma en el Antiguo Testamento; pero ya con la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario, ya Dios no acepta otra sangre ni otro sacrificio.

Por eso los sacrificios que se efectuaban en el Antiguo Testamento ya fueron quitados; solamente ha quedado un sacrificio: el Sacrificio de Cristo, y una sola sangre: la Sangre de Jesucristo. Dios no acepta ni otro sacrificio ni otra sangre.

El pecado ya no puede ser cubierto: tiene que ser quitado; y lo único que lo quita es la Sangre de Cristo. La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado21.

Y ahora, para el Día Postrero…; así como en tiempos pasados los patriarcas, que eran la cabeza de su familia…; y por lo tanto eran a manera de los reyes de su tribu, de su familia, y también el sacerdote que obraba los asuntos religiosos; por eso ustedes encuentran a Abraham, a Isaac y a Jacob efectuando esos sacrificios, y también encuentra a otros hombres de Dios efectuando esos sacrificios: porque ellos ocupaban la posición de la cabeza de su familia, y hacían la obra de sacerdotes también.

Y ahora, podemos ver que esa posición era muy importante en medio del pueblo hebreo. Y esos patriarcas tienen una posición muy importante para el glorioso Reino Milenial y también para la eternidad. Por ejemplo, tenemos veinticuatro tronos: doce tronos para los doce patriarcas y doce tronos para los doce apóstoles.

Podemos ver que el glorioso Reino Milenial, y luego el Reino para toda la eternidad, está bien ordenado. Y las personas que estarán en ese Reino y tendrán esas posiciones, han tenido que estar viniendo a esta Tierra para entrar al Programa de Dios y para así ser sellados en esa posición, la cual recibirán en el glorioso Reino Milenial.

Los discípulos de Jesucristo se preocupaban mucho por la posición que ellos tendrían en el Reino de Cristo. Algunas personas dicen: “A mí no me interesan galardones”. A los discípulos de Jesucristo sí les interesaban. Cristo los ha prometido; y por cuanto Cristo los ha prometido, a nosotros nos interesan. Y solamente estando en el Cuerpo Místico de Cristo y trabajando en la Obra de Cristo es que la persona luego recibirá de acuerdo a sus obras.

Dice Jesucristo en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12:

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

En adición a la salvación y vida eterna que Él nos da, también nos dará galardones; y habrá posiciones muy importantes en el Reino de Dios.

Por ejemplo, los discípulos, todos buscaban la mejor posición; y se discutían el uno al otro hablando acerca de quién sería el mayor en el Reino de Jesucristo, en el Reino de Dios; todos querían ser el mayor.

Y en una ocasión le dicen a Jesucristo que ellos habían dejado todo; y Cristo les dice…; porque ellos preguntan: “¿Qué vamos a recibir nosotros en la vida eterna (o sea, en Tu Reino)?”. Jesucristo les dice: “Cien veces lo que ustedes han dejado, más la vida eterna”22. Y en otra ocasión les dice que ellos se sentarán en doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel23.

En el tiempo del Antiguo Testamento, los jueces se sentaban a la puerta de la entrada de la ciudad para juzgar. Ahí fue donde fue Booz, para hacer el reclamo de Noemí y Rut, porque él se presentaba como el pariente redentor, para redimir a Noemí, y por consiguiente redimir a Rut24; porque Rut pertenecía a Noemí, era su yerna (o nuera).

Ahora podemos ver que todo eso tiene un significado.

Y ahora, los apóstoles tienen esa posición prometida por Cristo: se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Dos de esos apóstoles, que eran hermanos: Jacobo y Juan, querían también una posición mayor; pero ya Cristo les tenía un trono a cada uno de ellos; pero ellos querían estar más cerca de Jesús. Y la madre de ellos les ayudaba también, como toda buena madre que ama a Dios y ama a sus hijos: quiere lo mejor para sus hijos.

¿Y qué madre no quiere eso para sus hijos? Pues todas quieren lo mejor para sus hijos: quieren la bendición mayor para sus hijos. Y si le preguntan a una madre: “De todas las personas, ¿quién tú crees que sea la mejor persona para la posición más grande en el Reino de Dios, después del Señor Jesucristo?”, toda madre diría: “¡Pues mi hijo!”.

Pues eso era lo que hacía la madre de Jacobo y Juan: “¡Esos son mis hijos! Tengo dos: uno para que se siente a la derecha de Jesucristo y otro para que se siente a la izquierda de Jesucristo. ¡Vamos para donde Jesucristo! ¡Vamos a hacerle esta petición!”25.

Ellos habían visto en el Monte de la Transfiguración a Jesucristo, resplandeciendo Su rostro como el sol, y vieron a Moisés a un lado y a Elías al otro lado; y ellos sabían que ese es el orden de la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero, para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra.

Ese es el orden de la Venida del Reino de Dios; fue reflejado o representado en el Monte de la Transfiguración, pues Cristo lo que les prometió a ellos es que les mostraría el Reino de Dios26.

Ahora, en el Monte de la Transfiguración, ellos vieron en esa visión la Venida del Reino de Dios; y vieron al Hijo del Hombre viniendo en el Reino con Sus Ángeles, que eran allí Moisés y Elías. Ángeles son profetas mensajeros.

Y ahora, encontramos que Juan y su hermano Jacobo (o Santiago) querían la posición que ellos vieron allá representada en Moisés y Elías; porque esa visión sería cumplida en el Día Postrero, en la Venida del Reino de Dios.

Recuerden que Jacobo y Juan siempre quisieron ser como Moisés y Elías; recuerden que son llamados “los hijos del trueno”27. Ellos fueron los que en una ocasión, cuando en una ciudad de Samaria no quisieron recibir a Cristo…, el cual iba rumbo a Jerusalén pero tenía que hacer una parada en Su trayectoria, y quería hacerla en Samaria; y cuando mandó a algunos de Sus discípulos a preparar todo en Samaria, no le dieron la bienvenida, en una ciudad de Samaria.

Y entonces Jacobo y Juan le dicen a Jesús: “¿Quieres que mandemos a descender fuego del cielo y que destruya a todos, como lo hizo el profeta Elías?”. ¿Ven que querían ser como Elías? Pero Jesús les dice: “Ustedes no saben de qué espíritu son”28.

Ahora, ellos querían el ministerio de Elías. Y el ministerio de Elías para estar realizando esas grandes señales y maravillas está prometido en Apocalipsis, capítulo 11, verso 3 en adelante; y Zacarías, capítulo 4; y eso es para este tiempo final, en la manifestación del ministerio de Elías en su quinta manifestación con el ministerio de Moisés por segunda ocasión.

Ahora, miren lo que ellos querían: querían los ministerios de Moisés y Elías, que son los que podrán hacer estas cosas en el Día Postrero; en cierto tiempo del Día Postrero, no en cualquier tiempo; y eso nos habla de adopción.

Será bajo un ministerio que estará adoptado, a través del cual esas grandes señales y maravillas serán vistas, en el cumplimiento de los ministerios de Moisés y de Elías.

Ahora, todo eso corresponde a la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles para este tiempo final; y estos son días como los de Noé y como los de Lot.

Y ahora, para aquel tiempo hubo un profeta dispensacional. En el tiempo de Noé, ese profeta era Noé, un profeta dispensacional.

Cuando se habla de un profeta dispensacional, se habla de la clase de profeta más grande que existe en el Programa Divino. Y de todos los profetas dispensacionales, el más grande, ¿saben quién es? Nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, estos profetas dispensacionales son escasos. Para las personas ver un profeta dispensacional, ¿saben lo que necesitan? Vivir en el tiempo que Dios lo envía. Y eso no es fácil. La persona tiene que ser ordenada para vivir en ese tiempo; porque la persona no le dice a Dios: “Yo quiero que Tú me envíes a vivir en tal tiempo”. ¿Cuántos de ustedes le dijeron a Dios que querían vivir en este tiempo? Ninguno. Dios es el que elige el tiempo en que cada persona va a vivir.

Y ahora, para este tiempo en que vivimos, siendo un tiempo similar, paralelo al tiempo de Noé y al tiempo de Lot… En el tiempo de Lot estaba también un profeta dispensacional: el profeta Abraham.

Ahora, ¿cuántos profetas dispensacionales hay? Solamente siete. ¿Ven que son escasos? El primero fue Adán, el segundo fue Set. Adán para la Dispensación de la Inocencia, Set para la Dispensación de la Conciencia. El tercero fue Noé, para la Dispensación del Gobierno Humano; el cuarto fue Abraham, para la Dispensación de la Promesa; el quinto fue el profeta Moisés, para la Dispensación de la Ley; el sexto fue nuestro amado Señor Jesucristo, para la Dispensación de la Gracia; y el séptimo es el Ángel del Señor Jesucristo. Y con el séptimo terminan los profetas dispensacionales.

Y ese Ángel del Señor Jesucristo es el profeta de la Dispensación del Reino, el cual aparece en el Día Postrero en ese entrelace dispensacional, en donde la Dispensación de la Gracia ha llegado al tiempo final. Y la Dispensación del Reino se entrelaza con la Dispensación de la Gracia, como se entrelazó la Dispensación de la Gracia con la Dispensación de la Ley. Juan el Bautista fue el último profeta de la Dispensación de la Ley; y aparece Jesús, el profeta mensajero de la Dispensación de la Gracia.

Dios no tiene dos profetas mayores al mismo tiempo en la misma edad ni en la misma dispensación; o sea que no tiene dos profetas correspondientes a dos edades, no los puede tener dentro de la misma edad.

Y cuando aparecen dos profetas, como aparecieron Juan el Bautista y Jesús, no están ellos en una misma edad; aunque aparentemente están ahí presentes en la escena; pero Juan el Bautista está dentro de la Dispensación de la Ley, en la séptima edad o etapa de la Dispensación de la Ley, y Jesucristo está en la Edad de la Piedra Angular abriendo una nueva dispensación.

Por eso ustedes pueden ver que Jesucristo hablaba en la forma en que hablaba: porque Él está en la Edad de la Piedra Angular, la Edad de Corona, la Edad de Oro, la edad de la Primera Venida de Cristo; la edad donde Él, como Cordero de Dios, llevaría a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

La gente que estaba en la Dispensación de la Ley no podía comprender a Jesús, porque Jesús estaba en una nueva dispensación haciendo ese entrelace dispensacional; y no lo podían comprender.

Juan el Bautista tampoco lo comprendió plenamente; aunque Juan el Bautista había dicho que después de él vendría otro varón, otro hombre, otro profeta, que era mayor que él, y ese los bautizaría con bautismo de Espíritu Santo y Fuego29.

Los seguidores de Juan fueron bautizados en agua, bautismo de arrepentimiento, pero los seguidores de Jesús serían bautizados —en adición— con Espíritu Santo y Fuego. Los que se quedaron con Juan nunca recibieron el bautismo de Espíritu Santo y Fuego. Los que continuaron y siguieron a Jesús fueron los que recibieron el bautismo de Espíritu Santo y Fuego.

San Pablo, en el capítulo 19 del libro de los Hechos, se encontró después con unos discípulos de Juan, y les pregunta: “¿Ustedes recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?”. Ellos le dicen: “Ni sabemos que hay Espíritu Santo”. Pablo les dice: “¿Y en qué fueron bautizados ustedes?”. Ellos dicen: “En el bautismo de Juan”. Pablo dice: “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo que creyeran en el que vendría después de él”.

De nada servía, o de poco servía, seguir al mensajero precursor si después no se seguía al precursado; porque los que se quedaban solamente con el precursor llegaban (¿hasta dónde?) hasta el bautismo en agua; pero no podían recibir el Espíritu Santo hasta que siguieran a Aquel del cual Juan habló: al Mesías, a Jesús; y entonces recibirían a Cristo como su Salvador, lavarían sus pecados en la Sangre de Cristo y recibirían el Espíritu Santo.

Los que se quedaron con Juan, sus pecados no estaban lavados con la Sangre de Cristo; por lo tanto, no podían recibir el Espíritu Santo. Hay que seguir al precursado, a Jesucristo, después de haber creído en el precursor.

Vean ustedes, Juan el Bautista era el Elías que tenía que venir en aquel tiempo: un poderoso profeta, un hombre de aquel tiempo ungido con el ministerio de Elías; porque estaba el Espíritu de Dios en él manifestado, ungiéndolo como el Elías que tenía que venir para ese tiempo.

Cuando Dios promete que enviará el profeta Elías, lo que envía es el ministerio de Elías en otro hombre; así es como se cumple Su promesa.

Luego, cuando lo envió por cuarta ocasión, fue el reverendo William Branham. Él fue el Elías que había de venir precursando la Segunda Venida de Cristo.

Y para el Día Postrero tenemos la promesa que Elías volverá; eso es por quinta ocasión. Y ese es el Elías que le predicará al pueblo hebreo, ese es el Elías que vendrá ungido con el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo estará en él operando el ministerio de Elías por quinta ocasión (el ministerio de uno de los Dos Olivos), y estará también operando el ministerio de Moisés por segunda ocasión, y estará también operando el ministerio de Jesús por segunda ocasión.

Es la Venida del Ángel del Pacto, del Espíritu Santo, manifestado en el Día Postrero en carne humana en un profeta dispensacional, que es el Ángel del Señor Jesucristo, para operar esos tres grandes ministerios: el de Elías por quinta ocasión, el de Moisés por segunda ocasión y el de Jesús por segunda ocasión. Pero ese Ángel no es el Señor Jesucristo: es un hombre de este tiempo redimido con la Sangre de Jesucristo, es uno del Cuerpo Místico de Cristo.

Por eso, cuando Juan el apóstol en el capítulo 19 de Apocalipsis, versos 6 al 10, y Apocalipsis, capítulo 22, versos 6 al 10, se postró delante del Ángel que le mostraba toda esta revelación apocalíptica, y se postró delante de él para adorarlo, el Ángel le dijo que no lo hiciera; y se identificó el Ángel como uno de los consiervos de Juan y de los profetas (consiervo de los profetas, o sea, un colega, un consiervo), y un redimido por la Sangre de Cristo. Él es consiervo de los profetas, de Juan el apóstol, y es consiervo de todos los redimidos con la Sangre de Cristo, todos los que tienen el testimonio de Jesucristo.

Ese Ángel del Señor Jesucristo, siendo el profeta de la séptima dispensación es el séptimo profeta dispensacional; y a través de ese profeta, Jesucristo en Espíritu Santo estará manifestado en este tiempo final y estará hablándole a Su Iglesia en una Edad de Oro, llamada la Edad de la Piedra Angular.

Por eso, a través de Su Ángel Mensajero, Él nos da a conocer en Apocalipsis 22, verso 6, todas estas cosas que deben suceder pronto. Ese es la Voz de Jesucristo en este Día Postrero; porque Jesucristo coloca Su Palabra en la boca y el corazón de Su Ángel Mensajero, y él nos hablará todo lo que Jesucristo le mande a hablarnos a nosotros. Y esa es la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final de Jesucristo: la Voz del Alfa y Omega, del primero y el último.

Pero recuerden: ese Ángel, aunque es un profeta dispensacional y es el primer profeta dispensacional que Jesucristo envía a Su Iglesia, aun con todo y eso, ese Ángel no es el Señor Jesucristo. Él solamente es el instrumento de Jesucristo, para Jesucristo manifestarse en medio de Su Iglesia en este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.

En Apocalipsis, capítulo 3, verso 20, encontramos a Jesucristo tocando a la puerta. ¿Por qué? Porque ya las siete edades de la Iglesia gentil han terminado, y por consiguiente Él ya está fuera de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.

Él está tocando a la puerta y está llamando a todos los escogidos de Dios; los está llamando para que le abran la puerta y Él pueda entrar, y cenar con ellos y ellos con Él.

Es al final de la Dispensación de la Gracia donde esto ocurre; y Cristo por medio de Su Ángel Mensajero llama y junta a Sus escogidos para la gran Cena de las Bodas del Cordero, que se llevará a cabo en el Cielo, y para una cena espiritual que también llevamos a cabo al comer de la Palabra de Dios en este tiempo final. Porque eso es estar cenando, comiendo con Cristo la Palabra; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”30.

Esta Comida que se come, lo cual es la Palabra de Dios, ¿se come dónde? En la Casa de Dios.

Por eso es que Jesucristo en esta parábola del siervo fiel y prudente nos muestra que Él ha colocado siervos fieles y prudentes en Su Casa, que es Su Iglesia, y nos pregunta, en San Mateo, capítulo 24, verso 42 en adelante, quién es el siervo fiel y prudente. Ahora vean cómo todo esto es mostrado; dice:

“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.

Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.

Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”.

¿Por qué nos manda Jesucristo a velar? Nos manda a vigilar por la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero, que será como en los días de Noé y como en los días de Lot.

“¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?”.

A través de las diferentes etapas de la Iglesia de Jesucristo, los siervos fieles y prudentes han sido los mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil para la Dispensación de la Gracia, en la parte del Lugar Santo del Templo de Dios, de ese Templo espiritual, que es la Iglesia de Jesucristo.

Y luego que han transcurrido estas siete etapas en la Casa de Dios, donde los hijos de Dios han comido el alimento espiritual de la Palabra correspondiente al tiempo en que vivieron, que es el Mensaje de Jesucristo por medio de cada mensajero; ahora ¿cuál es el siervo fiel y prudente que estará en este tiempo final, en la parte del Lugar Santísimo, que es la Edad de la Piedra Angular, en la Casa de Dios? Ese es el siervo fiel y prudente que estará en la Casa de Dios en el tiempo del cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre, dándoles el alimento espiritual de la Palabra, la revelación de la Palabra de Dios, el Mensaje del Evangelio del Reino, a todos los hijos de Dios. Ese es el alimento espiritual para los hijos de Dios en este Día Postrero, ese es el Maná escondido.

¿Dónde escondió Dios el maná por medio del profeta Moisés? Le dijo: “Toma el maná, y colócalo en una vasija de oro, y colócalo dentro del arca del pacto”31. ¿Dónde estaba el arca del pacto? En el lugar santísimo.

Es en el Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo, que es la Edad de la Piedra Angular, donde Él nos da del Maná escondido: el Mensaje escondido de todos los hijos de Dios de las edades pasadas. Porque ninguno de los hijos de Dios de las edades pasadas comió el alimento espiritual del Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo; porque el alimento espiritual que se estaba comiendo en las siete edades era el alimento espiritual de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario y limpiándonos así de todo pecado. Ese es el alimento espiritual que se ha estado comiendo durante la Dispensación de la Gracia en las siete edades de la Iglesia gentil; pero en adición a ese alimento espiritual, para el Día Postrero, Dios nos estará dando del Maná escondido.

Y Él dice: “Al que venciere, yo le daré a comer del Maná escondido”32. Le da ese alimento espiritual al mensajero de la Edad de la Piedra Angular, que es Su Ángel Mensajero, y él lo comparte con todos los hijos de Dios en la Casa de Dios. Ese es el Mensaje, la revelación, de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Y ese siervo fiel y prudente que les estará dando ese alimento espiritual a los hijos de Dios en la Casa de Dios, en el Día Postrero, es el que recibirá esta bendición tan grande. Vamos a ver cuál es la bendición:

“¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?

Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá”.

¿Y qué conlleva eso?, ¿qué significa todo eso? Cuando es colocado sobre todos Sus bienes: es colocado como el administrador de los bienes de su Señor.

Por eso es que la promesa de Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 28, donde dice: “Al que venciere, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá (o sea, las gobernará) con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; así como yo también he recibido de mi Padre”… La misma autoridad que ha recibido Jesucristo del Padre celestial, cuando ascendió al Cielo victorioso y se sentó en el Trono de Dios en el Cielo; y dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”33.

Y ahora, Cristo dice: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi Trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en Su Trono”34. Eso conlleva una bendición muy grande para esa persona.

Es la posición que estaban buscando el apóstol San Juan y el apóstol Santiago, y les ayudaba su madre; pero Jesús les dijo: “El sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos a quienes está preparado por el Padre”.

Esa posición está preparada para ser dada por el Padre celestial (¿a quién?) a los Dos Olivos; esos son los que ocupan esa posición. Son los ministerios de Moisés y Elías los que estarán ocupando esa posición. Y esos ministerios estarán en el Ángel del Señor Jesucristo manifestados por el Espíritu Santo.

Ahora, podemos ver que para este tiempo final hay una bendición bien grande para el Ángel Mensajero, el siervo fiel y prudente en la Casa de Dios, en la Edad de la Piedra Angular, que les estará dando a comer del Maná escondido a todos los hijos e hijas de Dios; les estará dando a comer del Mensaje de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo, viniendo con Sus Ángeles.

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”35. Toda esa revelación le estará siendo dada a los hijos de Dios. ¿Dónde? En la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo, en la etapa de la Edad de la Piedra Angular.

Ese Mensaje, ese alimento espiritual, esa revelación no fue dada a los hijos de Dios en edades pasadas, porque corresponde a los hijos de Dios de este tiempo final, en la Edad de la Piedra Angular.

Y recibiendo esa Palabra, ese Mensaje, estamos comiendo el alimento espiritual, la ración de nuestra edad y de nuestra dispensación: la ración espiritual de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino. Y así somos bien alimentados, con ese alimento espiritual, para recibir así esa fe para ser transformados y raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

Para ir a la Cena de las Bodas en el Cielo y estar allí, tenemos que primero estar comiendo acá, en la Casa de Dios, el alimento espiritual que nos estará dando Cristo por medio de Su Ángel Mensajero. Por eso Él toca a la puerta y llama; llama y así convida a los que han de comer con Él en este tiempo final, en Su Casa, el alimento espiritual que por medio de Su Ángel Mensajero nos estará dando; para después ser transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ahora podemos ver la bendición tan grande que hay en este tiempo final.

Y ahora, nosotros estamos viviendo en un tiempo en que la Puerta, la Puerta de la Dispensación de la Gracia, será cerrada; esa Puerta será cerrada, esa Puerta del Este será cerrada.

Y para este tiempo final Cristo nos dice en, digamos en dos parábolas, que esa Puerta va a ser cerrada.

En la parábola de las diez vírgenes, capítulo 25 de San Mateo, verso 10 al 13, dice:

“Pero mientras ellas iban a comprar (o sea, mientras las vírgenes fatuas o insensatas iban a comprar aceite)…”.

El aceite representa el Espíritu Santo. Iban a buscar el Espíritu Santo; porque, aunque eran cristianos profesantes, no habían recibido el Espíritu Santo; y por consiguiente, no habían nacido de nuevo; y por consiguiente, no estaban preparadas para recibir al Esposo, y no estaban preparadas para ser transformadas y raptadas; no estaban preparadas para las Bodas, para la unión con el Esposo (con Cristo).

“Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas…”.

Esas son las vírgenes prudentes, que tenían aceite en sus lámparas: que habían creído en Cristo como su Salvador, habían lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y habían recibido Su Espíritu Santo; y por consiguiente, habían nacido de nuevo y estaban en la Casa de Dios, en la edad que les tocaba vivir: estaban ahí, en la Edad de la Piedra Angular.

“… y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.

Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!

Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.

Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.

La Venida del Esposo es la Venida del Hijo del Hombre, y es como en los días de Noé; y se requiere estar en la Casa a la cual Él vendrá; y esa es la Casa donde estará el siervo fiel y prudente con todos los hijos e hijas de Dios, dándoles el alimento espiritual a tiempo: la Palabra correspondiente al Día Postrero, a la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.

Es ahí, a Su Casa, que viene el Señor; y es ahí, en Su Casa, donde recibimos Su bendición. Es ahí, en Su Casa, donde estará el siervo fiel y prudente del Día Postrero; como estuvo el siervo fiel y prudente de cada edad, el mensajero de cada edad, ¿dónde estuvo dando el alimento espiritual? En la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo. ¿Y dónde estará el siervo fiel y prudente del Día Postrero, el Ángel del Señor Jesucristo, dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto? En la Casa de Dios, en la Edad de la Piedra Angular, en la parte de arriba de la Casa.

Y así como Cristo habló por medio de cada ángel mensajero en cada edad, estaría hablando por medio de Su Ángel Mensajero en la Edad de la Piedra Angular. Por eso el llamado de Cristo a través de Su Ángel Mensajero es: “Sube acá”36. ¿A dónde? A la Edad de la Piedra Angular. Y es ahí donde Cristo nos habla, por medio de Su Ángel Mensajero, todas estas cosas que deben suceder pronto, para ser preparados para ser transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

Antes de ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo tenemos que estar en la Casa de Dios, en la edad que nos corresponde vivir, comiendo el alimento espiritual de la Palabra de Dios correspondiente a nuestro tiempo; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.

Y la Palabra que ha salido de la boca de Dios para cada edad es la que ha salido por medio del mensajero de cada edad. Y para este tiempo hay Palabra de Dios, Palabra de Jesucristo, alimento espiritual, para los hijos de Dios en la Casa de Dios, en la Edad de la Piedra Angular, por medio de Su Ángel Mensajero, el siervo fiel y prudente del Día Postrero.

Ahora hemos visto el llamado a todos los que estarán cenando en la Casa de Dios en este Día Postrero; cenando, comiendo, el alimento espiritual de nuestro tiempo: el Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo; para después ser transformados y ser llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, donde recibiremos los galardones por todas nuestras labores realizadas en la Casa de Dios, en la Iglesia de Jesucristo.

Es por las labores que hemos realizado en la Casa de Dios que recibiremos las recompensas. Y por eso Cristo dijo: “Haced tesoros (¿dónde?) en los Cielos”37. Eso es en el Reino de Dios. ¿Cómo hacemos tesoros en el Cielo? Trabajando aquí en la Casa de Dios; porque la Casa de Dios es el Reino de Dios, es el Reino de los Cielos.

Así como Cristo dijo que no era del mundo, sino que vino a este mundo (Él dijo: “Salí de Dios, y vuelvo a Dios”)38, ¿saben ustedes una cosa? Que Jesús orando por nosotros, incluyendo a todos Sus hijos de todas las edades, Él dijo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”39.

Hemos descendido del Cielo para estar en estos cuerpos mortales por una temporada; para hacer contacto con Jesucristo, la Vida Eterna, en Su Programa de Redención; para obtener el perdón de nuestros pecados, y recibir el nuevo nacimiento al recibir Su Espíritu Santo, y así recibir un cuerpo teofánico de la sexta dimensión en Su Programa de Creación, del cual Jesucristo es el principio de la Creación de Dios40, de esa Nueva Creación.

Es una Nueva Creación que está siendo realizada por el segundo Adán: por medio de creación divina es que nacemos en el Reino de Dios y obtenemos el cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y en el Día Postrero, en adición, recibiremos el cuerpo físico eterno y glorificado, igual al cuerpo de Jesucristo.

Nosotros los que vivimos al ser transformados, y los muertos en Cristo al ser resucitados, obtendremos todos el nuevo cuerpo, el cuerpo eterno, el cual Dios diseñó y predestinó para cada uno de ustedes y para mí también, y para todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que han venido a formar parte de Su Iglesia en la edad en que han vivido.

Él diseñó desde antes de la fundación del mundo el cuerpo eterno que hemos de tener; pero primero nos dio este cuerpo temporal, para pasar por la Tierra en este peregrinaje; pero luego nos dará el nuevo cuerpo, el nuevo cuerpo en el cual viviremos con Él como reyes y sacerdotes en Su Reino, reinando con Él por el Milenio y por toda la eternidad.

Ahora, nosotros estamos en estos cuerpos pasando por una experiencia única, que no se va a repetir. Por lo tanto, aproveche el tiempo sirviendo a Jesucristo nuestro amado Salvador, aprovechando bien nuestro tiempo; y así trabajando en la Obra de Cristo y almacenando así tesoros en el Cielo, los cuales disfrutaremos cuando estemos en el nuevo cuerpo.

Las personas hacen tesoros aquí en la Tierra para disfrutarlo en el cuerpo terrenal, y de momento se muere el cuerpo terrenal y no pudieron disfrutar sus tesoros; y no se los pueden llevar cuando mueren.

Pero nosotros, toda nuestra labor realizada en la Obra de Cristo nos seguirá; y Él dará los galardones correspondientes a todo lo que nosotros hemos trabajado en Su Obra, en Su Reino; porque vuestro trabajo en el Señor no es en vano, dijo San Pablo41, pues recibirá la justa recompensa.

“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. (Apocalipsis 22, verso 12).

¿Ven que habrá recompensas? Y yo deseo los galardones, las recompensas, más grandes para todos ustedes; y para mí también. No me voy a salir, no me van a dejar fuera ustedes; ni yo tampoco los voy a dejar fuera a ustedes.

Les he dicho cómo trabajar en el Reino de Dios y cómo almacenar tesoros en el Cielo. Ahora les corresponde a ustedes trabajar y almacenar tesoros en el Cielo; y a mí también me corresponde trabajar y almacenar tesoros en el Cielo; donde no hay ladrones y donde no hay devaluación. Así que ahí no se devalúa nada de lo que usted almacena allá; más bien obtiene cada día mayores bendiciones. Es el lugar donde uno invierte y la inversión se multiplica.

Ahora podemos ver dónde podemos asegurar nuestro tesoro. Y donde esté nuestro tesoro, ahí es donde está nuestro corazón; y donde está nuestro corazón, ahí está nuestro tesoro42. Y nuestro tesoro está en el Reino de Dios, y nuestro corazón está en el Reino de Dios; ahí es donde queremos nuestro tesoro, para disfrutarlo por el Milenio y por toda la eternidad como reyes y sacerdotes en el Reino de Cristo.

Ahora hemos visto la bendición tan grande que hay: escuchar la Voz de Cristo llamando a la puerta a todo hijo e hija de Dios. Es a la salida. Si está a la puerta, está a la parte afuera, la parte afuera de las siete edades de la Iglesia gentil; y estamos viviendo nosotros en ese tiempo.

Ya Él no está en ninguna de las siete edades de la Iglesia gentil; Él está más arriba: está en la Edad de la Piedra Angular.

Y Él nos llama para esa gran comida o cena espiritual en la Casa de Dios en la Edad de la Piedra Angular, la cual sirve el siervo fiel y prudente; esa gran Comida o Cena del Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Ese es el alimento espiritual para los escogidos de Dios en la Edad de la Piedra Angular.

“No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Podemos alimentar nuestro cuerpo con pan, con “frijón” [feijão] (que son frijoles o habichuelas para nosotros allá, en otros lugares) y arroz y vegetales, pero eso solamente es para el cuerpo físico; pero su alma necesita un alimento muy especial. Esa es la Palabra de Dios, que sale de la boca de Dios: sale del mensajero de Dios para el tiempo en que la persona está viviendo.

Y ahora, la Palabra que sale de la boca de Dios para la primera edad fue la Palabra que salió por medio del mensajero de la primera edad, que fue San Pablo. Y la Palabra que sale de la boca de Dios, del mensajero de Dios, para la Edad de la Piedra Angular es el Mensaje del Evangelio del Reino; ese es el alimento espiritual para nuestra alma para este tiempo final. Y con ese alimento espiritual es que nosotros recibimos esa revelación, esa fe, para ser transformados y raptados en este tiempo final.

Primero comemos aquí el alimento espiritual, en la Casa de Dios, comemos esa Cena de la Palabra de Dios; y después iremos a la gran Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial; y ya iremos con el nuevo cuerpo, con el cuerpo eterno.

Y estaremos allá por tres años y medio, en la gran Cena de las Bodas del Cordero, mientras la Tierra pasa por la gran tribulación; nosotros estaremos de fiesta con Cristo, en cuerpos eternos. Y después regresaremos a la Tierra para comenzar con Cristo ese Reino Milenial, en donde estaremos como reyes y como sacerdotes reinando con Cristo nuestro Salvador.

Estamos viviendo en el tiempo más importante de todos los tiempos. Este es el tiempo en donde estamos cenando con Cristo, comiendo con Cristo, en la Edad de la Piedra Angular, en la Casa de Dios; donde el siervo fiel y prudente, que es el Ángel de Jesucristo, el siervo fiel y prudente del Día Postrero, que es un profeta dispensacional, nos sirve el Mensaje del Evangelio del Reino, el alimento espiritual para nuestra alma; así como cada ángel mensajero de cada edad le sirvió el Mensaje de su edad, que gira alrededor de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios.

Ahora podemos ver dónde nos encontramos en este tiempo final: nos encontramos en la Edad de la Piedra Angular, cenando con Cristo el alimento espiritual de este tiempo.

Estamos en la Casa de Dios siendo alimentados por el siervo fiel y prudente; ese es el que recibe la bendición grande; y la compartirá con todos los escogidos de Dios que estarán cenando en este tiempo final, en la Casa de Dios, el alimento espiritual que él les estará sirviendo.

Y ese es el siervo fiel y prudente bienaventurado, al cual su Señor pondrá sobre Su Casa; lo cual veremos con más detalles en esta tarde bajo el tema: “El que se sienta en el Trono con Cristo” o “con el Señor Jesucristo”, o sea, “EL VENCEDOR QUE SE SIENTA EN EL TRONO DEL SEÑOR JESUCRISTO”.

Es una promesa de Cristo: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi Trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en Su Trono” (Apocalipsis, capítulo 3, verso 21).

Y lo mismo que el Padre ha hecho con Jesús, al sentarse en el Trono del Padre en el Cielo, es lo que Cristo hará con el siervo fiel y prudente, con el Vencedor, que es el Ángel de Jesucristo, en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular. Lo cual vamos a ver con más detalles en la próxima actividad de la tarde (¿de las 2:00 de la tarde es?), en donde vamos a ver la bendición tan grande que hay para el Ángel de Jesucristo y los que estarán con él, en este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.

Hemos visto en esta ocasión nuestro tema correspondiente a esta actividad de la mañana: “JESUCRISTO BUSCANDO Y LLAMANDO LOS QUE CENARÁN CON ÉL”.

Ahora podemos ver que cenamos con Él en Su Casa, en Su Iglesia, el alimento espiritual de Su Palabra, el Mensaje correspondiente a nuestro tiempo; y después iremos a la gran Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, en donde cenaremos con Cristo y con todos los santos que irán a esa gran Cena. En esa gran Cena estarán los santos del Antiguo Testamento también. Será una fiesta muy grande en el Cielo.

Ahora hemos visto nuestro tema correspondiente a esta ocasión: “JESUCRISTO BUSCANDO Y LLAMANDO A LOS QUE CENARÁN CON ÉL”.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los llamados y buscados para cenar con Cristo en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, y los que también luego cenarán con Cristo en la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; que pronto se complete ese número, y pronto los muertos en Cristo sean resucitados en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Que Dios les bendiga, y continúen pasando un día lleno de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

“JESUCRISTO BUSCANDO Y LLAMANDO A LOS QUE CENARÁN CON ÉL”.

[Revisión enero 2021]

1 1 Juan 3:12, Génesis 4:8

2 Génesis 2:9

3 San Lucas 19:9

4 San Lucas 13:16

5 San Juan 8:44

6 San Mateo 13:28-30

7 Génesis 18:23-26

8 San Lucas 17:28-30

9 San Mateo 24:37-39, San Lucas 17:26-27

10 Génesis 2:6

11 Génesis 5:27

12 San Juan 14:6

13 San Juan 5:24

14 San Mateo 6:33

15 San Juan 11:38-44

16 Hechos 1:1-3

17 San Mateo 27:52-53

18 1 Corintios 15:45

19 San Mateo 10:41

20 Génesis 6:9

21 1 Juan 1:7

22 Mt. 19:27-29, Mr. 10:28-30, Lc. 18:28-30

23 San Mateo 19:28, San Lucas 22:29-30

24 Rut 4:1-10

25 San Mateo 20:20-23

26 Mt. 16:28, 17:1-3; Mr. 9:1-4: Lc. 9:27-31

27 San Marcos 3:17

28 San Lucas 9:51-56

29 San Mateo 3:11, San Marcos 1:7-8, San Lucas 3:16; San Juan 1:26-34

30 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4; Deuteronomio 8:3

31 Éxodo 16:31-34

32 Apocalipsis 2:17

33 San Mateo 28:18

34 Apocalipsis 3:21

35 San Mateo 16:27

36 Apocalipsis 4:1

37 San Mateo 6:19-20, San Lucas 12:33

38 San Juan 16:28

39 San Juan 17:16

40 Apocalipsis 3:14

41 1 Corintios 15:58

42 San Mateo 6:21, San Lucas 12:34

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