El Verbo que se encarnó y habitó entre nosotros

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en San Juan, capítulo 1, verso 1 al 18, y Primera de Juan, capítulo 1, verso 1 al 4. Dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Y en Primera de Juan, capítulo 1, verso 1 al 4, dice:

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida

(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);

lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.

Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.

Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra, y nos alumbre el entendimiento y nos llene del conocimiento de Su Palabra en este Día Postrero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

“EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS”.

El Verbo, que era con Dios y era Dios, el cual creó los Cielos y la Tierra…, pues en Génesis, capítulo 1, verso 1, dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

Y en el principio era el Verbo. Él fue el que creó los Cielos y la Tierra. Dice San Juan que Él fue el que creó todas las cosas; nos dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

El Creador de los Cielos y de la Tierra es nada menos que el Verbo que era con Dios y era Dios; y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús.

Ahora, ¿cuál es el misterio del Verbo, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos? Ese es el misterio de la Divinidad.

Dios en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo, un cuerpo angelical, es llamado el Verbo, que era con Dios y era Dios.

Es llamado el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual apareció a los profetas del Antiguo Testamento y le dijo al pueblo – o a los profetas les dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, como le dijo al profeta Moisés en el capítulo 3 del Éxodo.

Era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual se estaba haciendo visible en esa manifestación de esa Luz, de esa Columna de Fuego; pero recuerden que el que está allí manifestado en la forma de luz es un hombre de otra dimensión, llamado el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual en otras ocasiones se dejó ver en la forma de un hombre, de un varón, un hombre, pero de otra dimensión.

Para muchas personas que hablan acerca de los extraterrestres, hablan acerca de los ovnis, dirían “un extraterrestre”; pero para nosotros es el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y Él es el que vino en medio de la raza humana en la forma de carne humana y fue conocido por el nombre de Jesús.

“A lo suyo vino (o sea, el pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron (le rechazaron y pidieron Su muerte en la Cruz del Calvario)”. Pero por cuanto todo obra para bien para los que aman a Dios y para los que Dios ama1, todo obró para que se llevara a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Y ahora, por medio de la manifestación del Verbo, del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, de ese hombre de la sexta dimensión, que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob hecho carne en medio del pueblo hebreo, se realizó la redención del ser humano en la Cruz del Calvario.

Y ahora, hemos visto cuál es el misterio del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, entre los seres humanos. Es nada menos que el mismo Dios con Su cuerpo teofánico metido dentro de un cuerpo de carne —para que lo podamos entender más claro, en forma más sencilla.

Por eso cuando Cristo hablaba del Padre, allá en San Juan, capítulo 14, miren cómo algunos de Sus discípulos no habían comprendido todavía este misterio que estaba manifestado en Jesús; y Jesús hablando dice:

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez (esa es Su Segunda Venida), y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.

Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”.

Ahora vean cómo Cristo habla aquí del Padre, y dice que el Padre está (¿dónde?) en Él; y eso es el Verbo hecho carne. El Verbo hecho carne es el Dios Todocreador, el Dios Todopoderoso, Creador de los Cielos y de la Tierra, el Padre celestial vestido de un cuerpo de carne llamado Jesús; y por medio de ese cuerpo de carne llevando a cabo las obras divinas que estaban prometidas para ser cumplidas en ese tiempo.

Y así llevó a cabo la Obra más grande realizada en la Primera Venida de Cristo, en la Primera Venida del Verbo, ¿y cuál fue? La Obra de Redención en la Cruz del Calvario, pagando así el precio de la redención para nuestro regreso a la vida eterna, para nosotros poder ser restaurados a la vida eterna, de la cual cayó Adán y Eva en el Huerto del Edén.

Y ahora, podemos ver lo que ha sido EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS los seres humanos.

Dos mil años atrás, el Verbo encarnado —hecho carne— fue Dios con Su cuerpo teofánico dentro del cuerpo de carne llamado Jesús; allí estaba Dios manifestado en toda Su plenitud; era la manifestación plena de la Divinidad para poder llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario y luego poder realizar el nuevo nacimiento de millones de seres humanos; porque para llevar a cabo el nuevo nacimiento, los seres humanos necesitan creer en Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo.

De esto fue de lo cual le habló Cristo a Nicodemo cuando le dijo que era necesario nacer de nuevo; y Nicodemo se sorprendió: pensó de un nuevo nacimiento a través de su madre; y más bien era nacer del Agua y del Espíritu, como le enseñó Cristo, para poder entrar al Reino de Dios.

Cristo enseñó en el capítulo 12, verso 24, de San Juan, que “si el grano de trigo (que es el Hijo del Hombre, Jesucristo) no cae en tierra y muere, él solo queda”. O sea que Jesucristo continuaría viviendo en Su cuerpo físico aquí en la Tierra, pero solo (“él solo queda”); los demás seres humanos tenían que morir el día en que Jesús murió en la Cruz del Calvario, porque era el tiempo en que Dios derramaba el juicio divino sobre los seres humanos a causa del pecado; porque la paga del pecado es muerte2.

Pero por cuanto Cristo tomó nuestros pecados, todos nuestros pecados fueron hallados en un solo hombre: en Jesucristo; y por eso vino la muerte sobre Jesucristo. Así se hizo mortal Jesucristo y pagó por nuestros pecados; para que nosotros no tengamos que morir eternamente, sino que podamos vivir eternamente con nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, podemos ver la Obra gloriosa que Jesucristo llevó a cabo en la Cruz del Calvario: para darnos vida eterna.

Y ahora, por cuanto el Grano de Trigo cayó en tierra y murió… Así como es sembrado un grano de trigo en tierra, y muere, desaparece; pero, ¿qué sucede? Surge en la forma de una plantita de trigo. Y eso es lo que ha sucedido con Cristo: surgió el Día de Pentecostés en la forma de una plantita de trigo llamada la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, ¿dónde…?, el grano de trigo que es sembrado en tierra, ¿dónde lleva el fruto?, ¿dónde lleva muchos granos de trigo? En la planta.

Por eso es que por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, nacemos en la planta de trigo, o sea, en la Iglesia del Señor Jesucristo; y es ahí donde el Hijo del Hombre, Jesucristo, lleva Sus hijos.

Es como papá. ¿Cómo pudo papá traer hijos? Por medio de mamá. Y ahora, ¿cómo Jesucristo va a traer hijos e hijas de Dios? Por medio de Su Iglesia, que es Su Novia, Su Esposa; y por medio de Su Iglesia es que, al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, nacemos en la Iglesia del Señor Jesucristo; eso es el nuevo nacimiento. Y así obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo teofánico igual al cuerpo teofánico de Jesucristo.

Y el cuerpo teofánico de Jesucristo es llamado el Verbo, ese cuerpo teofánico llamado el Verbo que era con Dios y era Dios. O sea que el cuerpo teofánico de Jesucristo, que es también llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, era con Dios y era Dios, porque Dios estaba dentro de ese cuerpo teofánico.

Por eso cuando le apareció a Moisés y a otros profetas, se identificó como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; y ese es el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra.

Y luego se hizo hombre en esta dimensión terrenal, creando en el vientre de María un cuerpo al crear una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula; y luego nació en Belén de Judea, y allí nació el cuerpo que y en el cual Dios habitaría en toda Su plenitud; y allí estaba Dios con Su cuerpo teofánico dentro de ese cuerpo de carne.

Dios habitó en ese cuerpo de carne llamado Jesús, y por eso Jesús podía decir3: “… el Padre que mora (¿dónde?) en mí”. El Padre estaba morando en Él.

Y ahora, podemos ver el misterio del Verbo encarnado, hecho carne en medio del pueblo hebreo dos mil años atrás, para traer la bendición de la redención al ser humano.

Ahora, cuando el Verbo se hizo carne no todos creyeron en Él; y podemos ver (diríamos) la paradoja (¿verdad, Miguel?), la paradoja de la religión: la religión, que esperaba la Venida del Mesías, la Venida del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, cuando vino lo rechazó.

Y eso es como para coger todos esos ministros y echarlos en un saco, y luego poner al final al sumo sacerdote y decir: “Este grupo ministerial, ¡tanto que ha estudiado y no sirvió para nada! ¡En la Venida del Mesías: lo rechazó!”. ¿De qué les sirvió estudiar tanto? Estaban ciegos al cumplimiento de la Venida del Verbo hecho carne en medio del pueblo hebreo.

Y si no fuera porque uno sabe que todo obra para bien y que todo ya estaba profetizado, y que todo iba a suceder de esa forma para Dios tener misericordia de los gentiles y llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre4, uno se llenaría de ira al ver esa situación, en donde los mismos sacerdotes y el sumo sacerdote, que estaban diciendo que el Mesías vendría, cuando vino lo rechazaron; no les gustó.

Esperaban un hombre bien pulido, y viene un carpintero ahí con su martillo y con sus herramientas de trabajo, y proclama que en él se está cumpliendo la Venida del Mesías: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”5.

Ellos podían decir: “Nosotros no estamos esperando un carpintero, y menos de Nazaret. Nosotros estamos esperando un rey”. Pero miren la forma sencilla en que Dios, Sus grandes promesas, las cumple en medio de los seres humanos: las cumple en forma sencilla; y se oculta, en esa forma sencilla, de los sabios y entendidos, y se revela a los niños6.

Y los niños, en cuanto a conocimiento teológico, niños en cuanto al intelecto (como Pedro, como Santiago, como Juan y como los demás discípulos de Jesucristo, en donde encontramos que la mayoría eran pescadores), podían ver al Verbo, al Ángel de Jehová, hecho carne en medio del pueblo hebreo; y los grandes estudiosos no lo podían ver, y decían: “Es Beelzebú, y por el dedo de Beelzebú echa fuera los demonios”7.

¿Y por qué…? Si decían así de Jesús, ¿y por qué ellos no podían hacer lo que Jesús hacía? Estaban celosos; porque toda obra excelente despierta celo en las personas que no pueden hacer una obra excelente. Los mediocres se ponen celosos cuando ven a un hombre haciendo una obra excelente.

Y allí Cristo estaba haciendo una Obra excelente, la cual no podía hacer ningún sacerdote ni ningún sumo sacerdote. Pero el Sumo Sacerdote del Templo que está en el Cielo descendió en carne humana y estaba haciendo esa Obra excelente, para llevar a cabo la reconciliación del ser humano con Dios.

Y ahora, la obra que no era perfecta, pero que representaba la Obra perfecta que el Mesías, el Sumo Sacerdote Melquisedec haría en la Tierra… Vean ustedes, los demás sumos sacerdotes de la Tierra, del templo que construyó Moisés y del tabernáculo que construyó Salomón, llevaban a cabo una gran obra en el templo, el día 10 del mes séptimo (que era el día de la expiación), pero no era una obra perfecta porque tenían que hacerla todos los años; era una obra que tipificaba, representaba, la Obra que Melquisedec haría.

Y para eso vendría a la Tierra: para obtener el Sacrificio; y el Sacrificio sería Su propio cuerpo. Y llevaría Su Sangre al Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo; y allí se sentaría: entraría en Su cuerpo glorificado, para llevar a cabo la Obra de Intercesión, la cual Él ha estado llevando a cabo con Su propia Sangre, allá en el Templo de Dios en el Cielo, desde que ascendió al Cielo hasta este tiempo final.

Y Él no puede salir del Trono de Intercesión del Templo de Dios que está en el Cielo, hasta que termine de hacer intercesión hasta por el último de los escogidos de Dios.

Y para conseguir el último, hay que conseguir el penúltimo; y para conseguir el penúltimo, hay que conseguir (¿cuál?) antepenúltimo: todos los que están antes del penúltimo.

Ahora, para conseguir el último tenemos que conseguir primero al último mensajero de Dios; porque a través de ese Dios llamará a los últimos escogidos de Dios del Día Postrero. Así que conseguimos el último de los mensajeros, y con el último de los mensajeros van a estar los últimos escogidos de Dios.

Y ahora, ¿cuál será el último de los escogidos de Dios del Día Postrero? Miren, no se preocupe en el sentido de estarse rompiendo la cabeza: “¿Quién será?”. Diga: “Yo no sé cuál será el último, pero ¡yo soy de los primeros que he venido! El último se está perdiendo todo esto que yo estoy disfrutando, ¡por venir último!”.

Ahora, vean ustedes la bendición que hay de llegar primero, responder al llamado de Dios para el tiempo en que uno vive: que disfruta todo lo que Dios va haciendo, y uno va viendo la Obra de Dios a medida que va siendo hecha, y va recibiendo todo ese alimento espiritual y va alimentando su alma con esa Palabra.

Y cuando venga el último, pues le decimos: “Aquí está todo lo que ya nosotros hemos recibido; ahora te toca a ti. Y yo continuaré recibiendo lo último que Dios esté dándonos a nosotros”. Y él también recibirá lo último que Dios le estará dando y también entenderá todo lo que ya hemos recibido.

Pero la bendición es estar desde el principio, para que así los días de nuestra vida estén dedicados a Dios; porque el que llega último, siempre se lamentará: “Oye, ¿y por qué yo no llegué 10 años antes de hoy? ¿Y por qué yo no llegué 15 años antes? Estuviera disfrutando yo todo eso que ya ustedes han estado disfrutando y me conocería la historia de la Obra que Dios está haciendo desde el comienzo, y la hubiera yo experimentado en mi propia carne”.

Ahora, nosotros amamos a los que han llegado primero, a los que han llegado después; y los que llegarán último, también los amamos. Por lo tanto, trabajamos para todos.

Para los que han llegado primero, hemos estado trabajando y continuaremos trabajando, y para los que han llegado después. Y el alimento espiritual está siendo almacenado en videos y en folletos para que así puedan continuar alimentando sus almas con la Palabra de Dios; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”8.

Y continuamos trabajando también para beneficio de los que vendrán al final. El Alimento está almacenado en folletos y en videos para beneficio de ellos también; los amamos y son nuestros hermanos.

Es como en la familia: el que llega primero en la familia, ¿cuál es? El que nació primero; y después viene el otro. Y cuando ven —los niños que están en la casa— que pasan años y no llega otro niñito, empiezan a decirle a mamá y a papá: “Mami o papi, ¿qué pasa? Queremos tener otro hermanito, queremos que llegue otro hermanito para nosotros; para jugar con él, para cuidarlo, ¡y te ayudamos a cuidarlo!”.

Y así, pues, están los escogidos de Dios: pidiendo que vengan sus otros hermanitos que faltan, para que se complete la Familia de Dios.

Y la Familia de Dios tiene un número; la Familia de Dios, la Iglesia de Jesucristo tiene un número que tiene que ser completado. Y ni uno menos, pero tampoco ni uno más: ya están escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.

Así como en una familia, el papá y la mamá…; o el papá y la mamá pueden tener una lista: “Al primer hijo le vamos a llamar así, al segundo así, al tercero así”, tener una lista escrita de los niños que van a tener.

Pues miren, Dios desde antes de la fundación del mundo hizo esa lista, de todos los hijos e hijas que Él va a tener a imagen y semejanza de Jesucristo: hijos e hijas de Dios, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo. Por lo tanto, esos hijos tienen que venir como el primero, como el primogénito: como Jesucristo nuestro Salvador, que primero tuvo un cuerpo teofánico de la sexta dimensión y después tuvo el cuerpo de carne por creación divina.

Y ahora, por medio del nuevo nacimiento obtenemos el cuerpo teofánico de la sexta dimensión y entramos a vida eterna, y nacemos en el Reino de Dios como hijos e hijas de Dios.

Cuando hemos nacido por medio de papá y mamá no hemos nacido como hijos de Dios; pero cuando hemos obtenido el nuevo nacimiento por creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu, hemos nacido como hijos de Dios, por medio del nuevo nacimiento. Y ahora tenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y ese es el orden para nacer con vida eterna.

Ya hemos nacido en la sexta dimensión, estamos en lugares celestiales con Cristo Jesús9, teniendo un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y solamente nos falta el cuerpo físico eterno e inmortal y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual Él ha prometido darnos (¿cuándo?) en el Día Postrero: “… y yo le resucitaré en el día postrero”. ¿A quién? A los creyentes en Él que han partido. Eso es conforme a San Juan, capítulo 6, versos 39 al 56, donde hay cuatro versos que Él dice: “… y yo le resucitaré en el día postrero”; y el Día Postrero es el séptimo milenio.

Ahora, ¿en qué año del Día Postrero, en qué año del séptimo milenio será la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos? Cuando ya haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios.

Ahora, nosotros no sabemos cuándo será ese año, cuál será ese año, pero Dios sí sabe cuál será ese año. Pero no se preocupen, cuando los muertos en Cristo resuciten y nosotros seamos transformados, busquemos luego el calendario y veremos cuál sería el año en que ese gran evento sucedería.

Ahora, podemos ver que eso sucederá antes de comenzar la gran tribulación, por lo tanto eso sucederá antes de comenzar la semana setenta de la profecía de Daniel.

Y vean, la resurrección de los santos del Antiguo Testamento sucedió al final de la primera parte de la semana setenta de la profecía de Daniel; o sea, al final de los tres años y medio del ministerio de Jesucristo, Cristo murió, resucitó, y con Él resucitaron los santos del Antiguo Testamento.

Y ahora, vean ustedes cómo para el Día Postrero, antes de comenzar la gran tribulación, antes de comenzar los tres años y medio de la semana número 70 de la profecía de Daniel, esos últimos tres años y medio…; porque a esa semana número 70, que es para el pueblo hebreo, le faltan ser cumplidos tres años y medio de trato de Dios con el pueblo hebreo.

Ahora vean cómo entre la primera parte de la semana número 70 y la segunda parte ocurren: la resurrección de los muertos del Antiguo Testamento, los santos del Antiguo Testamento (ya eso ocurrió hace dos mil años), y ahora, en este tiempo final, ocurrirá la resurrección de los santos del Nuevo Testamento. Y después Dios tratará con el pueblo hebreo.

Y ahora, para que pudiera ocurrir la resurrección de los santos del Antiguo Testamento tuvo que, el Verbo que era con Dios y era Dios, venir manifestado en carne; el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová manifestado en carne en medio del pueblo hebreo; y fue conocido por el nombre de Jesús.

Recuerden que el que hace la Obra es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová; y ese es el mismo Jehová, el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en Su cuerpo teofánico, pero Él tiene que tener un cuerpo de carne de esta Tierra, a través del cual manifestarse.

Se ha manifestado a través de los profetas en la porción correspondiente a cada edad, y se manifestó a través de Jesús en toda Su plenitud. Se ha manifestado a través de los apóstoles y a través de los siete ángeles mensajeros en la porción correspondiente a cada etapa, a cada edad, y se manifestará por medio de Su Ángel Mensajero en el Día Postrero, conforme a como está prometido para este tiempo final. Y se hará carne en Su Ángel Mensajero en este tiempo final, vendrá manifestado en carne en Su Ángel Mensajero. Esa es la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19.

“121. (Y) cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”. Página 256 del libro de Los Sellos, dice el reverendo William Branham, el precursor de la Segunda Venida de Cristo.

Así que él está precursando la Venida del Ángel del Pacto, la Venida del Verbo, el cual vendrá en carne humana en el Día Postrero.

Y ahora, vean ustedes lo que él dice que será la Venida del Jinete del caballo blanco: la Venida del Verbo; porque el Jinete del caballo blanco en Apocalipsis 19 tiene por nombre el Verbo de Dios. Ese es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.

Es Dios viniendo manifestado en carne humana en Su Ángel Mensajero en el Día Postrero, para llevar a cabo la Obra correspondiente a este tiempo final y ser llamados y juntados todos los escogidos de Dios del Día Postrero, y para así llevar a cabo la Obra correspondiente a este tiempo final.

Ahora, el Ángel no es el Señor Jesucristo: el Ángel solamente es el profeta mensajero de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino en medio de la Iglesia de Jesucristo; y es el profeta mensajero de la Dispensación del Reino; es el mensajero que le llevará el Mensaje del Evangelio del Reino al pueblo hebreo. Pero primero estará en medio de la Iglesia de Jesucristo dándole a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, porque ese Ángel es el instrumento de Jesucristo para este tiempo final.

Y es a través de Su Ángel que Jesucristo en Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, en este tiempo final estará manifestado dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y estará llamando y juntando a todos Sus escogidos con el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, y dándonos a conocer el misterio de Su Venida, el misterio de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, el misterio de la Venida del Verbo manifestado a través de Su Ángel Mensajero.

Ese es el misterio más grande, prometido para ser manifestado en el tiempo final. Es el misterio de la manifestación de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, para el llamado de la Gran Voz de Trompeta de todos los hijos e hijas de Dios; para darles así a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y prepararnos, y darnos así la fe, la revelación para ser transformados y raptados, la revelación de la Segunda Venida de Cristo; porque el Mensaje del Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo.

Y así como hemos recibido la revelación, la fe, para obtener esa transformación interior, para obtener ese nuevo nacimiento a través del Espíritu de Cristo… ¿Y cuál ha sido esa revelación? Es la revelación de la Primera Venida de Cristo: la Venida del Verbo hecho carne llevando a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Vean ustedes, el Mensaje del Evangelio de la Gracia gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario; y es, la Primera Venida de Cristo, la Venida del Verbo hecho carne en un hombre nacido en Belén de Judea llamado Jesús.

Y así como se requiere tener esa revelación, la revelación de la Primera Venida de Cristo, la Venida del Verbo hecho carne, para… y hecho carne llevando a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, ¿para poder obtener qué? El nuevo nacimiento, para obtener esa transformación interior; para obtener ese nuevo nacimiento y obtener el cuerpo nuevo, el cuerpo espiritual, cuerpo angelical de la sexta dimensión.

Y para obtener el nuevo cuerpo físico se necesita la revelación de la Segunda Venida de Cristo, se necesita la revelación de la Venida del Verbo hecho carne en el Día Postrero, se necesita la revelación de la Venida del Hijo del Hombre, la Venida del Verbo que era con Dios y era Dios, y en Su Obra de Reclamo, en este tiempo final.

Alrededor de la Venida del Verbo hecho carne en el Día Postrero gira todo el Programa de Dios para la transformación de nuestros cuerpos y para la resurrección de los muertos en Cristo.

Por eso es que solamente la revelación de la Venida del Verbo hecho carne, ¿la tendrán quiénes? Los que han de ser transformados en este tiempo final; y esa es la revelación más grande prometida para ser manifestada, ser dada a la Iglesia de Jesucristo en este tiempo final.

Ahora, todo fue sencillo en la Venida del Verbo hecho carne dos mil años atrás; y todo es sencillo para este tiempo final, para la Venida del Verbo hecho carne en el Día Postrero en Su Ángel Mensajero.

Pero Su Ángel no es el Señor Jesucristo; él es solamente un redimido por la Sangre de Jesucristo, él es el profeta mensajero de la Dispensación del Reino; y es la primera ocasión en que Jesucristo envía a Su Iglesia un profeta dispensacional. Y ese es el instrumento a través del cual el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el Verbo que era con Dios y era Dios, estará manifestado en medio de Su Iglesia en carne humana en Su Ángel Mensajero.

Y la Obra que el Ángel de Jehová, Jesucristo en Espíritu Santo, estará haciendo por medio de Su Ángel Mensajero, irá en una forma progresiva, hasta que Su Ángel sea adoptado.

Recuerden que también Jesucristo llevó a cabo una Obra por tres años, aproximadamente, y luego fue adoptado en el Monte de la Transfiguración; y de ahí en adelante estuvo trabajando en la Obra de Dios ya adoptado, en donde llegó a la parte culminante de Su Obra; llegó la parte culminante de la Venida del Verbo hecho carne, y fue la Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Esa fue la parte culminante de la Primera Venida de Cristo: Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario muriendo, y luego resucitando y ascendiendo al Cielo.

Y así también la Venida del Verbo en el Día Postrero viniendo en carne humana, tendrá una trayectoria, en donde la Obra del Espíritu Santo, del Ángel de Pacto, estará manifestada, pero tendrá una etapa en donde será adoptado el Ángel del Señor Jesucristo; y de ahí en adelante, la Obra que Cristo, el Ángel del Pacto, hará por medio de Su Ángel Mensajero es la parte culminante de la Venida del Verbo, la Venida del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, de Jesucristo en Espíritu Santo en carne humana en Su Ángel Mensajero.

Y de esa Obra del Verbo, el Ángel del Pacto, depende la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; y esa es la Obra de Reclamo que Él en el Día Postrero estará haciendo en favor de todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa y que han nacido de nuevo.

Ahora podemos ver el propósito de la Venida del Verbo hecho carne dos mil años atrás, y el propósito de la Venida del Verbo hecho carne en este tiempo final. Hay un propósito muy importante en ambas ocasiones.

Por eso es que los creyentes en Jesucristo, de edades pasadas y de nuestro tiempo, descansan esperando la Segunda Venida de Cristo, la Venida del Verbo, para el tiempo final. ¿Para qué? Para, los que han muerto, ser resucitados en cuerpos eternos, y para nosotros los que vivimos ser transformados.

Sin la Segunda Venida de Cristo, sin la Venida del Verbo, del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, es imposible que ocurra la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; y es imposible que la Trompeta Final suene.

Y la Trompeta Final es la Voz de Cristo hablándonos el Mensaje del Evangelio del Reino y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y esto Él lo revela por medio de Su Ángel Mensajero. Por eso Juan el apóstol quiso adorar a los pies del Ángel del Señor Jesucristo, pero el Ángel le dijo que no lo hiciera10.

Hemos visto EL MISTERIO DEL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS, los seres humanos, dos mil años atrás. Y hemos visto también el misterio del Verbo que para este tiempo final estará encarnado habitando en medio de Su Iglesia, y después habitará en medio del pueblo hebreo.

“EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS”. Y Él fue —el Verbo que era con Dios y era Dios— el que creó todas las cosas, y Él es un hombre de la sexta dimensión.

El Verbo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, es un hombre de la sexta dimensión; y es el mismo Dios en la forma de un hombre en ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión; y fue ese hombre de la sexta dimensión el que creó los Cielos y la Tierra.

Y ese hombre de la sexta dimensión se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús de Nazaret. Por eso es que dice la Escritura que por Él y para Él fueron creadas todas las cosas. Eso está en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3; dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (¿Por quién hizo el universo? Por el Hijo, o sea, por el Verbo que era con Dios y era Dios);

el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo (‘por medio de Sí mismo’, o sea, por medio de Su cuerpo), se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…”.

Ahí podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es nada menos que el Verbo que era con Dios, que se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos.

Y Él es el Creador de los Cielos y de la Tierra, y el que con Su Palabra —el poder de Su Palabra— sustenta todas las cosas; porque una cosa que es hecha y no es sustentada, deja de existir. Si Cristo no sustenta toda la Creación, deja de existir.

Así como, si un hombre y una mujer (o sea, el esposo y la esposa) tienen hijos y no los sustentan, ¿qué pasa? Dejan de existir: se mueren. Es una responsabilidad de los padres sustentar sus hijos, una responsabilidad delante de Dios y delante de las leyes terrenales.

Y ahora, Jesucristo sustenta todas las cosas. Él es el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos. Por Él fueron hechas, creadas, todas las cosas; y Él es nuestro Salvador, y Él es nuestro hermano mayor.

Y ahora, Él está creando una nueva raza de hijos e hijas de Dios, por medio de la misma forma en que Él vino: primero teniendo un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, el cual nos da cuando creemos en Él, lavamos nuestros pecados en Su Sangre y recibimos Su Espíritu Santo. Y en el Día Postrero nos dará el cuerpo físico eterno y glorificado, el cual estamos esperando nosotros en este tiempo final; y los muertos en Cristo también lo están esperando, pues están esperando que Jesucristo los resucite en un cuerpo eterno y glorificado.

Y cuando tengamos el nuevo cuerpo, todos seremos iguales a Jesucristo: con un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo, y con un cuerpo teofánico igual al cuerpo teofánico de Jesucristo, y un cuerpo físico eterno y glorificado igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y así el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra…, el cual dijo: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”. ¿Y qué lleva un grano de trigo que es sembrado en tierra y muere, y sale en la forma de una plantita de trigo?, ¿qué trae? Muchos granos de trigo iguales a él. Y muchos granos de trigo iguales al Grano de Trigo que fue sembrado en tierra, al Hijo del Hombre, serán el fruto de ese Grano de Trigo, o sea, serán millones de seres humanos iguales a Jesucristo, a imagen y semejanza de nuestro amado Salvador Jesucristo.

Y así estará completada la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios, los descendientes de Dios, los que vienen por medio del segundo Adán, que es Jesucristo.

Ahora, hemos visto EL MISTERIO DEL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS, dos mil años atrás, y ese misterio prometido para ser cumplido nuevamente en este tiempo final; lo cual es la Venida del Verbo que era con Dios y era Dios, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, viniendo en el Día Postrero para traernos la bendición de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Pero recuerden que hay un Programa para ser llevado a cabo; y el Programa Divino se lleva a cabo en una forma progresiva, hasta que se llega a la cúspide de ese Programa, a la parte culminante de ese Programa.

“EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS”.

Hemos visto que es nada menos que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto dos mil años atrás y el Ángel del Pacto para este tiempo final; el mismo Ángel de Jehová o Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo usando al profeta Moisés; pues Él es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y Él es nuestro Dios. Él es el Creador de los Cielos y de la Tierra, el Verbo que era con Dios y era Dios, y se hizo carne, y fue conocido por el nombre del Señor Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS dos mil años atrás, el cual vendrá nuevamente manifestado en carne humana en este tiempo final.

Que las bendiciones de nuestro amado Salvador Jesucristo sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y pronto los muertos en Cristo sean resucitados en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seamos transformados. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde; muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas noches.

“EL VERBO QUE SE ENCARNÓ Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS”.

[Revisión agosto 2020]

1 Romanos 8:28

2 Romanos 6:23

3 San Juan 14:10

4 Hechos 15:14-17

5 San Lucas 4:21

6 San Mateo 11:25, San Lucas 10:21

7 San Mateo 12:24, San Marcos 3:22, San Lucas 11:15

8 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3

9 Efesios 2:6

10 Apocalipsis 19:9-10, 22:8-9

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