Muy buenos días, amados amigos y hermanos. Es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual quiero leer en Romanos, capítulo 8, versos 28 en adelante, esta carta del apóstol San Pablo: Romanos, capítulo 8, versos 28 en adelante, donde nos dice:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
“TODAS LAS COSAS OBRAN PARA BIEN”.
Conforme a la enseñanza de San Pablo, todas las cosas obran para bien.
El hecho de que nosotros nos encontremos en este planeta Tierra viviendo en cuerpos mortales, todo eso también obra para bien. Al estar en estos cuerpos mortales, corruptibles y temporales, el atributo de Dios de Salvador es manifestado. Por eso hay cosas que Dios permite, y da lugar a que se manifiesten los atributos divinos.
Por lo tanto, la situación del ser humano en el Huerto del Edén y su caída, en todo, vean ustedes, ha obrado para bien, porque se han manifestado los atributos divinos; aunque los problemas momentáneamente son malos, pero vean ustedes, para los hijos de Dios todo obra para bien.
El problema de la caída del ser humano ha obrado para bien para nosotros, aunque nos encontramos en estos cuerpos mortales, corruptibles y temporales, pasando por una etapa difícil, pasando por una experiencia única, en donde lo que está dentro de nuestra alma sale, surge y expresa nuestro amor hacia Cristo, hacia Dios; y Cristo expresa Su amor hacia nosotros.
Ahora, podemos ver cómo el amor de Dios ha sido expresado hacia Sus hijos. Por ejemplo, tenemos en San Juan, capítulo 3, verso 14 en adelante; dice:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…”.
Para el tiempo de Moisés, cuando el pueblo actuó incorrectamente delante de Dios, vino juicio divino, y serpientes venenosas mordían a los hijos del pueblo hebreo, a los hebreos, y morían; pero Dios le dijo a Moisés1: “Prepara una serpiente de bronce, y colócala en una asta (o sea, en una vara); y toda persona que sea mordida por una serpiente venenosa y mire hacia esa serpiente de bronce levantada, no morirá”.
¿Y por qué? ¿Qué poder tenía esa serpiente de bronce levantada en el campo, y la gente miraba esa serpiente cuando estaban mordidas por serpientes venenosas, y era anulado el veneno de ellas? Porque aquella serpiente de bronce, siendo de bronce, el bronce representa el juicio divino.
Y ahora, vean ustedes, el juicio divino estaba allí, en aquella serpiente de bronce; o sea que en la serpiente de bronce el juicio divino estaba colocado. Por lo tanto, la persona que miraba a la serpiente de bronce: el pecado y el juicio divino que estaba sobre la persona pasaba a la serpiente de bronce; porque el bronce y la serpiente de bronce nos habla del juicio divino, del pecado ya juzgado; y ya estaba, en tipo y figura, el pecado del pueblo hebreo juzgado en la serpiente de bronce.
Y ahora vean ustedes cómo la persona quedaba libre de la muerte y del veneno, del veneno y de la muerte, al mirar a la serpiente de bronce. Algunos no miraban, y se morían; otros miraban, y vivían.
Y la serpiente de bronce representa a Cristo muriendo en la Cruz del Calvario; y por cuanto es una serpiente de bronce la que Moisés levantó, eso muestra el juicio divino ya juzgado en Jesucristo nuestro Salvador; por lo tanto, el pecado ya juzgado en Cristo: nuestro pecado fue juzgado en Cristo.
Y gracias a Dios. Si Dios lo juzga en nosotros, somos condenados y somos echados al fuego, al infierno, y después al lago de fuego; pero, vean ustedes, Dios juzgó nuestro pecado en Cristo, porque Él tomó nuestros pecados.
Él se hizo pecado por nosotros al tomar nuestros pecados, y por consiguiente el juicio divino vino sobre Jesucristo, y tuvo que morir; y luego tuvo que ir al infierno, donde teníamos que ir nosotros: bajó al infierno en Su cuerpo teofánico, en Espíritu, y allí les predicó a las almas encarceladas que estaban en el infierno, los que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, nos dice San Pedro en una de sus cartas. Vamos a ver en cuál de las cartas del apóstol San Pedro nos habla estas cosas, las cuales… Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…”.
Ahora, vean ustedes, Él murió por nosotros al tomar nuestros pecados. Y ahora, Él murió en la carne, pero en el Espíritu Él no murió; en el Espíritu, eso es el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, “… en el cual…”, dice:
“… en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados (a las personas que estaban allá en el infierno en sus cuerpos, en sus espíritus de esa quinta dimensión),
los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé…”.
O sea que eran las personas que vivieron en el tiempo de Noé y fueron desobedientes, no escucharon la Voz de Dios a través del profeta Noé.
“… los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Vean ustedes, Noé predicaba y continuaba construyendo el arca y anunciando que vendría un diluvio. Era una cosa aparentemente imposible; pero Dios dijo que vendría un diluvio: y vendría ese diluvio. Podían decir: “Pero ya Noé lleva 20 años predicando lo mismo, y no sucede”. La paciencia de Dios extendida, y por eso no venía; pero la paciencia de Dios estaba extendida ¿por causa de quién? Por causa de Noé.
La paciencia de Dios esperaba en los días de Noé mientras él construía el arca; porque si enviaba el diluvio sin Noé terminar el arca, pues también moriría Noé y su familia. O sea que la paciencia de Dios y misericordia de Dios estaba extendida a Noé; y por consiguiente, el diluvio no podía venir hasta que Noé terminara la construcción del arca y entrara al arca; y Dios cerraría la puerta, como luego sucedió. Cuando terminó el arca, Dios le dijo: “De aquí a siete días traeré el diluvio. Entra tú y tu familia y los animales y las aves al arca”; y todos entraron, y Dios cerró la puerta, y vino el diluvio; el día séptimo, el diluvio llegó.
Pero la gente no conocía; estuvieron 100 o 120 años escuchando la predicación de Noé, y vean, con 100 años (digamos) de predicación, ninguno se convirtió. La paciencia de Dios estaba esperando por Noé, porque Noé terminara la construcción del arca.
Y ahora, desde los días de Jesús y los apóstoles se está predicando que viene el fin del mundo, que viene el Juicio Final, que viene la gran tribulación, que vienen todos estos juicios divinos; se está predicando de que los juicios de la gran tribulación vendrán para la raza humana; y ya van alrededor de dos mil años, más o menos, aproximadamente, y no ha sucedido.
Y algunas personas dicen: “Pero si eso lo están predicando desde allá, desde el tiempo de los apóstoles; y el mismo Jesús habló, y todavía no ha llegado”. ¿Por qué? Porque Cristo está construyendo Su Iglesia, Su Templo espiritual; y no puede traer el juicio divino sobre la raza humana hasta que complete Su Iglesia, que está compuesta por los redimidos por la Sangre de Cristo, los cuales tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y vean ustedes, todo obra para bien; y gracias a Dios que no ha venido el juicio divino sobre la raza humana; la gran tribulación no ha llegado sobre la raza humana todavía, y todavía nosotros estamos aquí vivos trabajando en la Obra de Cristo y llevando el Mensaje por todos los lugares, y recibiendo Su Palabra revelada, y disfrutando esa Palabra revelada; pero algún día la Puerta va a ser cerrada, como fue cerrada la puerta del arca.
Veamos aquí en el Génesis, donde nos dice que Dios cerró la puerta del arca… vamos a ver… capítulo 7, verso 4 en adelante, dice:
“Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice.
E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová.
Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra”.
Y ahora, veamos, el verso… verso 13 en adelante, dice:
“En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca;
ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie.
Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida.
Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta”.
¿Ven cómo Dios cerró la puerta ahí?
“… y Jehová le cerró la puerta.
Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra.
Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas”.
Y ahora, vean, en San Lucas, capítulo 13, verso 22 en adelante, dice:
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois”.
¿Ven? Aquí Cristo muestra que la Puerta va a ser cerrada, la Puerta de la Misericordia, la Puerta de la Gracia; y Cristo es la Puerta. Por lo tanto, Cristo, la Puerta de la Dispensación de la Gracia para entrar y obtener salvación, será cerrada esa Puerta. Y Cristo ya no estará como el Sumo Sacerdote en el Cielo con Su propia Sangre haciendo intercesión, porque Él saldrá del Trono de Intercesión cuando se haya completado el Cuerpo Místico de Cristo.
Cuando haya sido llamado y juntado hasta el último de los escogidos, y haya sido colocado en el Cuerpo Místico de Cristo, ya entonces se habrá terminado la construcción de la Iglesia de Jesucristo, de ese Templo espiritual; y entonces la Puerta para entrar a esa Casa, la Casa de Dios, la Iglesia de Jesucristo, se cerrará; y se cumplirá lo de la parábola de las diez vírgenes.
Vean, en el capítulo 25, verso 10 en adelante (para no leer mucho), dice, hablando de las vírgenes insensatas y de las vírgenes sensatas; de las insensatas dice [San Mateo]:
“Pero mientras ellas iban a comprar (aceite), vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas…”.
¿Quiénes entraron con Cristo a las Bodas, con el Esposo? Las que estaban preparadas, que son las vírgenes prudentes.
Las vírgenes prudentes y las vírgenes fatuas representan el cristianismo completo. Una parte es sensata, porque recibe el Espíritu Santo y obtiene así el nuevo nacimiento. Otra parte no obtiene el Espíritu Santo, por lo tanto no obtiene el nuevo nacimiento; por lo tanto no tienen el Espíritu Santo, no tienen aceite en sus lámparas: no tienen el aceite, el Espíritu Santo, dentro de ellas.
“Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor…!”.
Vamos a ver… verso 10:
“Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”.
Ahí tenemos nuevamente, por palabras del mismo Jesús, que la Puerta será cerrada, la Puerta de entrada a la Casa de Dios, a la Iglesia de Jesucristo.
“Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.
Ahí tenemos nuevamente la misma situación del tiempo de Noé: que la Puerta será cerrada cuando se concluya la construcción del Templo espiritual de Cristo; así como cuando se concluyó la construcción del arca la puerta fue cerrada. Y ahora, será como en los días de Noé, donde la puerta se cerró cuando ya estaba construida el arca.
Y ahora, San Mateo, capítulo 24, versos 36 en adelante, dice… Aun un poquito antes: verso 34 en adelante, de San Mateo, capítulo 24, dice:
“De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.
Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre”.
¿Ven cómo compara nuestros días, los días de la Venida del Hijo del Hombre para este tiempo final? Los compara con los días de Noé. Veamos bien los días de Noé cómo fueron; dice:
“Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
(y no conocieron) y no entendieron…”.
¿Qué no entendieron? El Programa de Dios para el tiempo en que estaban viviendo; y no comprendieron que esos juicios que Noé decía que vendrían, ese diluvio, eso era Palabra verdadera de Dios. Pero ellos no comprendían cómo un hombre que ya llevaba unos 100 años predicando, que lo que estuviera predicando fuese la verdad: ellos no comprendían que la misericordia de Dios estaba extendida a causa de que Noé no había terminado la construcción del arca; y si venía el diluvio antes de Noé terminar el arca, moriría Noé también, el profeta dispensacional que estaba anunciando ese juicio.
Y ahora, podemos ver el por qué para este tiempo no ha llegado todavía el juicio de Dios, la gran tribulación, donde los juicios divinos van a caer sobre la raza humana, aunque desde los tiempos de Jesús y de los apóstoles se está anunciando que viene el juicio de Dios sobre la raza humana: es porque Cristo está construyendo Su Iglesia, Su Templo espiritual; y si Él envía el juicio divino sobre la raza humana antes de estar completada Su Iglesia, Su Cuerpo espiritual, Su Templo espiritual, nos destruiría a nosotros también.
Sigue diciendo:
“… y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”.
Ahí podemos ver este misterio de la Venida del Hijo del Hombre.
El verso 44 también nos dice:
“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”.
Ahora podemos ver lo importante que es estar preparado, escuchando la Voz de Cristo, la Voz de Dios, para el tiempo que nos ha tocado vivir. Como las personas que vivieron en el tiempo de Noé: antes de venir el diluvio las personas tenían que estar escuchando la Voz de Dios por medio del profeta Noé, porque ese era el profeta para aquel tiempo, y era un profeta dispensacional. Era el que tenía el Mensaje de Dios, la revelación de Dios para el pueblo, aunque era un hombre sencillo; y aunque tenían muchas religiones en aquel tiempo y muchos grandes líderes religiosos, el hombre de Dios era Noé.
Hubo muchos ministros, pero hubo un profeta verdadero de Dios; y a ese era al que el pueblo tenía que estar escuchando. Y todos los ministros de aquel tiempo, con todas sus congregaciones, estaban llamados a estar escuchando a ese profeta; porque ese era la Voz viviente de Dios, la Voz de Dios hablándoles las cosas que iban a suceder en aquel tiempo.
Y ahora, hemos llegado al tiempo más glorioso de todos los tiempos, un tiempo paralelo al tiempo de Noé; para el cual Cristo dice en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Y así, en este tiempo final, los hijos e hijas de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, estará escuchando la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y así siendo preparados para ser transformados en este tiempo, e ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; y así evitaremos pasar por los juicios de la gran tribulación.
Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, también nos dice, de este Ángel:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
¿Para qué lo ha enviado? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
Por medio de este Ángel Mensajero, el Ángel del Señor Jesucristo, es que los hijos e hijas de Dios estarán escuchando la revelación de todas las cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y estarán así siendo llamados, juntados y preparados para ser transformados y escapar del juicio divino que ha de venir sobre la raza humana.
¿Y cómo vamos a escapar? Al ser transformados, después nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre celestial; en donde nos están esperando en una gran fiesta que tiene Dios preparada allá, en el Cielo, en esa dimensión celestial.
Así que allá no llegarán los juicios de la gran tribulación. Solamente serán aquí en la Tierra, donde los juicios estarán cayendo sobre la raza humana; pero no en la dimensión celestial, no en la séptima dimensión, donde nuestro Padre celestial nos espera para esa gran fiesta, esa Gran Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, hemos visto por qué no han caído todavía los juicios divinos de la gran tribulación; no han caído; solamente lo que vemos son “dolores de parto”, como se dice. Dolores de parto son señales, terremotos por diferentes lugares, y guerras, y así por el estilo; pero los juicios de la gran tribulación, eso va a ser el juicio divino en toda su plenitud, el día de venganza del Dios nuestro2.
Y si solamente con estos principios de dolores, como guerras por diferentes lugares y terremotos por diferentes lugares, es algo terrible…; pues cuando azota un terremoto en la nación donde uno vive, eso es terrible para esa nación, o una guerra. ¿Y cómo será entonces la gran tribulación? Será lo más terrible.
Ahora, eso será el día de venganza de nuestro Dios.
Pero no se preocupen, no estaremos aquí: estaremos en la Cena de las Bodas del Cordero con Cristo en el Cielo, disfrutando esa gran fiesta y recibiendo los galardones por todo lo que hemos trabajado en la Obra de nuestro amado Señor Jesucristo. Para nosotros todo obra para bien.
Cuando se habla de que los juicios divinos van a caer sobre la Tierra: “¿Y de qué bien obra eso para nosotros?”. Pues que Cristo nos va a llevar de aquí, para que no estemos aquí recibiendo los juicios divinos: nos va a llevar al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero. ¿No obra para bien, u obra para bien? Obrará para bien, porque nos llevará a un lugar seguro: a la Casa de nuestro Padre celestial.
Esto está profetizado también en el Antiguo Testamento, allá en Isaías, capítulo 26, donde nos dice: capítulo 26, verso 20 al 21, de Isaías, dice:
“Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación (o sea, la gran tribulación).
Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos”.
Ese es el juicio de la gran tribulación, que durará tres años y medio; pero Él nos dice:
“… pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación (o sea, por tres años y medio)”.
Así que podemos ver que todo esto ya está señalado por Dios; y Él nos muestra cómo vamos a escapar de aquí, a salir de aquí, de esta dimensión terrenal: vamos a salir en un cuerpo glorificado, eterno, inmortal, un cuerpo igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.
Todas estas cosas son así para nosotros ¿por qué? Porque todo obra para bien para todos nosotros.
“TODO OBRA PARA BIEN”.
Así que adelante sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo todos los días de vuestra vida; y en los momentos difíciles de la vida clamen a Cristo, Él les ayudará; pero no protesten contra Cristo; más bien pídanle a Cristo que haga que aun los problemas de la vida obren para bien de cada uno de ustedes.
Así yo hago en mi vida; y aun los problemas de la vida obran para bien en mi vida porque Cristo los torna para bien; y así estarán siempre recibiendo las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo.
Adelante siempre sirviendo a Cristo; vuestras faltas, errores y pecados confesados a Cristo, y echados en la Sangre de Cristo, y así son quitados de ustedes y están justificados delante de Dios. ¿Qué significa estar justificados? Estar como si nunca en la vida hubiesen pecado.
Vean el poder de la Sangre de Cristo: nos limpia de todo pecado3; y quedamos justificados, porque desintegra el pecado; no lo cubre, sino que lo desintegra, lo desaparece, y ni Dios lo encuentra. ¿Por qué? Porque para eso ha sido la Sangre de Cristo derramada: para quitar el pecado de todos los hijos e hijas de Dios.
Aun la muerte de Jesucristo, vean ustedes, obró para bien: ¡para bien de nosotros y para bien Suyo! ¿Pero y por qué para bien Suyo, si murió? Pero Él dijo4: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda”. Si no moría, estaría en esta Tierra caminando: caminando desde Jerusalén, caminando por Europa – caminando por Asia Menor, Europa, Norteamérica y la América Latina, y todos los lugares, y no encontraría una persona con quién hablar. ¿Por qué? Él dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda”. Quedaba solito viviendo en este planeta Tierra.
Y Cristo no quiere estar solo: Él quiere estar con todos Sus hijos; Él no quiere que nosotros muramos: Él quiere que vivamos eternamente. Y quien único podía evitar la muerte nuestra era Jesucristo: muriendo Él por nosotros, nuestros pecados siendo colocados en Él. Él los tomó, y murió por nuestros pecados para que nosotros podamos vivir; no tengamos nosotros que morir, sino que podamos vivir eternamente con Él.
Ahora: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”, o sea, muchos hijos e hijas de Dios iguales a nuestro amado Señor Jesucristo; hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza de Jesucristo, con un cuerpo teofánico de la sexta dimensión eterno, y con un cuerpo físico inmortal, incorruptible y glorificado, eterno, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.
¿Que seremos iguales a Jesucristo? Claro que sí. Un grano de trigo, cuando es sembrado en tierra, cuando luego nace la planta de trigo y lleva fruto, ¿cómo lleva el fruto? Igual al grano de trigo que fue sembrado en tierra. Y así es para cada persona, para cada hijo e hija de Dios: será igual a Jesucristo, con un cuerpo eterno físico y glorificado, y con un cuerpo teofánico eterno también.
Ahora vean ustedes cómo todo obra para bien. Hasta la muerte de Jesucristo obró para bien para todos nosotros. Para los que aman a Dios, todas las cosas obran para bien.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión dándoles testimonio de que todo obra para bien para los hijos e hijas de Dios.
Ahora, no se metan en problemas y después vayan a decir: “Esto va a obrar para bien”. Más bien, si los problemas llegan, enfrenten los problemas en la vida, traten de salir de ellos; pero nunca traten de meterse en problemas. Y cuando llegue algún problema, enfrente los problemas: ore a Cristo; y Cristo les ayudará para la solución al problema y para tornar todo en bendición, o sea, hacer que obre para bien. No porque usted quiera meterse en problemas, sino que surgen en la vida algunas veces; pero entonces preséntelos a Cristo para la solución, y espere en Cristo, y espere que Cristo haga que todo haya obrado para bien, que Él lo haga obrar para bien.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y pronto todos seamos transformados; los que faltan por llegar: sean llamados y juntados, y se complete así el Cuerpo Místico de Cristo; y los muertos en Cristo sean resucitados en cuerpos eternos, y nosotros transformados, y todos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
“TODAS LAS COSAS OBRAN PARA BIEN”.
[Revisión febrero 2021]
1 Números 21:8
2 Isaías 61:2
3 1 Juan 1:7
4 San Juan 12:24