La Escogencia de Dios

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta noche, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para esta ocasión tenemos un tema que me ha dado aquí Miguel, es el tema para esta noche: “LA ESCOGENCIA DE DIOS”. Y este tema tiene tanto que, aun todo el tiempo que he tomado allí escribiendo, todavía no he podido terminar todo. Y vamos a ver en esta noche algunas cosas sobre este tema: “LA ESCOGENCIA DE DIOS”.

Vamos a leer en Deuteronomio, capítulo 10, verso 15 al 17, donde nos dice:

“Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día”.

O sea, aquí está Moisés hablándole al pueblo hebreo de cómo Dios escogió: se agradó de los padres del pueblo hebreo, que son Abraham, Isaac y Jacob, y los patriarcas; y vean ustedes:

“… escogió su descendencia (la descendencia después de ellos)…”.

“… escogió su descendencia después de ellos (dice), a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.

Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.

Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho…”.

Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nos permita entenderla.

Tomamos las palabras dichas aquí:

“… y escogió su descendencia después de ellos…”.

“LA ESCOGENCIA DE DIOS”, es nuestro tema.

Por cuanto Dios escogió a Abraham, a Isaac y a Jacob, vean ustedes, y los amó, ahora la descendencia de ellos tiene la bendición de ser una descendencia escogida por Dios, por causa de los padres que fueron escogidos.

Y ahora, Dios dice al pueblo hebreo, la descendencia de Abraham según la carne, en Éxodo, capítulo 19, versos 4 al 6:

“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.

Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.

Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (y esto fue lo que Dios le dijo a Moisés que le dijera al pueblo hebreo)”.

Y ahora vean cómo Dios escogió a la nación hebrea para ser un pueblo muy especial, una nación escogida por Dios y creada por Dios.

Y ahora, Dios le dijo para que fuesen un pueblo, una nación de sacerdotes. Y vean cómo Dios estableció en medio del pueblo hebreo un tabernáculo, el cual Moisés construyó, en el cual Dios se manifestaba, y el cual representaba el Templo de Dios en el Cielo; y también representaba a la Iglesia del Señor Jesucristo, porque la Iglesia del Señor Jesucristo en la Tierra representa al Templo celestial.

Y por eso es que, así como estuvo la manifestación de Dios en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón, encontramos que Dios ha estado construyendo, Cristo ha estado construyendo un Templo espiritual, que es Su Iglesia, y ha estado en Su Iglesia de edad en edad; y ha estado manifestándose de edad en edad por medio de los mensajeros que Él ha enviado: los mensajeros de las siete edades de la Iglesia entre los gentiles; y allá entre los hebreos: a los apóstoles, los cuales Él envió.

Y ahora, para el Día Postrero, luego de pasadas las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, a Su Iglesia dice1:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Y ahora, es en la Iglesia del Señor Jesucristo que ha estado la manifestación de Dios, de Jesucristo, desde el Día de Pentecostés en adelante.

Y ahora, ¿qué es la Iglesia del Señor Jesucristo? La Iglesia del Señor Jesucristo es un Nuevo Templo que Cristo está construyendo, un Templo espiritual para morada de Dios en Espíritu Santo; está siendo construido, creado por Dios, con seres humanos, que son piedras vivas, de las cuales San Pedro nos habla en su primera carta y segundo capítulo: Primera de Pedro, capítulo 2, donde nos dice, verso 4 en adelante:

“Acercándoos a él, piedra viva…”.

O sea, Jesucristo es la Piedra viva, la Piedra que los edificadores desecharon.

“Acercándoos a él, piedra viva desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,

vosotros también, como piedras vivas…”.

Ahora, vean ustedes: “Nosotros también, como piedras vivas”.

Cristo es una Piedra viva: la Piedra viva, la Piedra del Ángulo, “la Piedra que los edificadores desecharon, y ha venido a ser cabeza del Ángulo”2. Y ahora, los creyentes en Él son piedras vivas también.

Así como Él es Rey de reyes y Señor de señores, nosotros somos reyes también con Él; y así como Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo celestial, nosotros somos sacerdotes también con Él; porque Él nos ha limpiado con Su Sangre, nos ha redimido con Su Sangre, y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes.

En Apocalipsis, capítulo 1, verso 4 al 8; y Apocalipsis, capítulo 5, verso 8 al 10; y también Apocalipsis, capítulo 20, verso 4 al 6. En esas tres Escrituras del Apocalipsis que les di, dice que Cristo nos ha redimido con Su Sangre y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y nos enseña que reinaremos con Él; y dice que reinaremos con Él por mil años, y eso es como reyes y como sacerdotes.

Y ahora, esto en lo espiritual se está cumpliendo, pero físicamente, en lo literal, también se cumplirá; y durante el Reino Milenial estaremos como reyes y sacerdotes, en el glorioso Reino Milenial de Jesucristo nuestro Salvador.

Y por cuanto Él también es el Juez de toda la Tierra3, nosotros con Él también heredamos esa posición. Dice la Escritura, dice San Pablo: “¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo, y también juzgarán a los ángeles (a los ángeles caídos)?”4. Así que somos jueces con Él.

Por eso en Apocalipsis, capítulo 20, verso 4 en adelante, dice que fueron puestos tronos:

“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar…”.

¿Y quiénes son los que juzgan? Los jueces. Y ahí lo vamos a dejar quietecito.

Ahora, vean, a lo que Cristo es heredero, nosotros somos herederos también, porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro, dice San Pablo en Romanos, capítulo 8, verso 14 en adelante (14 hasta el 25).

Por ahí nos habla también de la manifestación de los hijos de Dios, la cual la Creación completa gime a una por esa manifestación de los hijos de Dios, que es…, la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, que es la adopción, o sea, la redención del cuerpo: la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, para todos tener cuerpos eternos, y estar como reyes y como sacerdotes y como jueces.

Y ahora, estaremos en y con un cuerpo eterno, y así seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. Y estarán perfectos, a imagen y semejanza de Cristo, todos los que reinarán con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

Y vean ustedes, en ese Reino tendremos las tres posiciones más importantes, juntamente con Jesucristo nuestro Salvador; pero por cuanto Él es la cabeza5: Él es el Sumo Sacerdote, y nosotros sacerdotes con Él; no del orden terrenal de Leví y Él tampoco del orden terrenal de Leví, ni descendiente del sumo sacerdote Aarón, sino siendo Melquisedec; por lo tanto, del Orden de Melquisedec es que Cristo es Sumo Sacerdote. Por lo tanto, no ministró en el templo terrenal llevando al lugar santísimo Su Sangre, sino que ministró en el Templo celestial llevando Su Sangre al Lugar Santísimo para hacer intercesión por todos nosotros; como lo hacía el sumo sacerdote terrenal, de la descendencia de Aarón, el día 10 del mes séptimo de cada año, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios.

Y para la reconciliación del Israel celestial, de todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, el Sumo Sacerdote Melquisedec vino a la Tierra, llevó a cabo el Sacrificio por el pecado para la expiación, para nuestra reconciliación, y luego ascendió al Cielo: entró al Lugar Santísimo del Templo celestial y colocó Su Sangre sobre el Propiciatorio, que es el Trono de Dios, el Asiento de Misericordia, que estaba representado en el propiciatorio del tabernáculo que construyó Moisés y del templo que construyó Salomón.

Y ahora, vean ustedes, es en el Cielo donde el Sumo Sacerdote Melquisedec ha estado intercediendo por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y esas personas son el Israel celestial, son la descendencia celestial de Abraham, pues por la fe en Cristo somos descendientes de Abraham, hijos de Abraham6.

La bendición de Abraham pasaría a los gentiles y pasaría a todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, por medio de la predicación del Evangelio, al recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, y recibir Su Espíritu Santo, y así obtener el nuevo nacimiento; porque la Bendición de Abraham y esa Primogenitura (Bendición de la Primogenitura, la Primogenitura) es el Espíritu Santo.

Y ahora, vean ustedes, los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, de los cuales nos habla San Pablo en Hebreos, capítulo 12, verso 22 al 23, son las personas por las cuales Cristo ha estado haciendo intercesión en el Cielo desde que ascendió al Cielo.

Y ahora, Cristo, por cuanto nos ha redimido con Su Sangre, nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, como primogénitos; y al ser los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, por cuanto todos los primogénitos son de Dios, le pertenecen a Dios…; por cuanto Él en Egipto, para salvar la vida de los primogénitos ordenó a Moisés el sacrificio de un cordero pascual: cada familia tomaba un cordero el día 10, y lo tendría durante esos días (un cordero de 1 año) y lo estudiarían, verían que no tuviese defecto; y luego, el día correcto lo sacrificarían: su sangre la colocarían sobre el dintel y los postes de la puerta de sus hogares; y luego el cordero lo asarían y lo colocarían dentro del hogar, y se lo comerían durante la noche de la Pascua; pero la víspera de la Pascua era que moría el cordero, en la tarde.

Y con la sangre del cordero aplicada en el dintel y los postes de los hogares, los primogénitos que estaban en esos hogares estaban seguros, porque la muerte no podía entrar a esos hogares; pero luego la muerte entraría a todos los hogares egipcios: ellos no tenían la revelación divina de ese cordero pascual. Y así sucede con las personas que no tienen a Cristo como su Salvador: no han recibido la revelación del Cordero Pascual muriendo para la preservación de la Vida, para poder vivir eternamente la persona.

Y ahora, los egipcios, por cuanto no tenían esa revelación (y los egipcios representan el mundo), encontramos que los primogénitos de los egipcios murieron, comenzando desde el hijo del faraón; pero los primogénitos del pueblo hebreo, los primogénitos de los hebreos no murieron. ¿Por qué no murieron los primogénitos de los hebreos? Porque la sangre del cordero pascual estaba aplicada en sus hogares, y eso les garantizó a ellos la vida.

Ahora, esto es un misterio grande ahí. Vean, Dios dijo7: “Todos los primogénitos son míos”. ¿Por qué? Porque Él fue el que salvó los primogénitos. Y ahora, todo primogénito nacido de seres humanos o de animales, pertenecen a Dios. Y cuando le tocó a Moisés —por orden divina— darle los primogénitos a Aarón para que sirvieran a Dios en la Casa de Dios, vean, los primogénitos eran de todas las tribus de los hijos de Israel.

Y vamos a ver lo que sucedió. Esto es muy importante, porque el pueblo hebreo tipifica a la Iglesia del Señor Jesucristo: tipifica a los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; por lo tanto tenemos que ver con una visión profética la vida del pueblo hebreo. En Números, capítulo 3, verso 9, vamos a ver lo que encontramos ahí. Dice… capítulo 3, vamos a comenzar en el verso 5, dice:

“Y Jehová habló a Moisés, diciendo:

Haz que se acerque la tribu de Leví, y hazla estar delante del sacerdote Aarón, para que le sirvan,

y desempeñen el encargo de él, y el encargo de toda la congregación delante del tabernáculo de reunión para servir en el ministerio del tabernáculo;

y guarden todos los utensilios del tabernáculo de reunión, y todo lo encargado a ellos por los hijos de Israel, y ministren en el servicio del tabernáculo.

Y darás los levitas a Aarón y a sus hijos; le son enteramente dados de entre los hijos de Israel.

Y constituirás a Aarón y a sus hijos para que ejerzan su sacerdocio; y el extraño que se acercare, morirá.

Habló además Jehová a Moisés, diciendo:

He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos (o sea que todos los primogénitos están representados ¿en quiénes? En los levitas), los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas (¿porque qué?, ocupan el lugar de los primogénitos).

Porque mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo Jehová (esa es la firma, esa es la firma del que habla)”.

Y ahora podemos ver a quiénes representan los levitas: representan a los primogénitos, que fueron librados de la muerte por la sangre del cordero pascual.

Y ahora, los levitas —mirando hacia atrás, hacia el pasado— representan a los primogénitos que fueron librados de la muerte; y por lo tanto, por cuanto todos los primogénitos pertenecen a Dios, ahora representan a todos los primogénitos. Pero mirando hacia el futuro, con una visión profética, representan a los primogénitos de Dios, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Y ahora vean ustedes el por qué los primogénitos escritos en el Cielo desde antes de la fundación del mundo, que son los que vendrían a la Tierra en carne humana y harían contacto con Cristo, la Vida Eterna: al escuchar la predicación del Evangelio recibirían a Cristo como su Salvador, lavarían sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibirían Su Espíritu Santo, y así obtendrían el nuevo nacimiento; y así tendrían la Sangre del Cordero aplicada. Y esa Sangre estaría aplicada en la puerta y dintel del corazón de cada uno de esos primogénitos, y también en la Puerta de la Casa donde ellos estarían.

Y ahora, ¿dónde vamos a juntar a todos los primogénitos escritos en el Cielo?, ¿en qué casa? Pues en la Casa de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Y la Sangre de Jesucristo es la Sangre que está aplicada en esa Casa, colocada en esa Casa. No hay sangre de animales, sino la Sangre del Cordero de Dios, Jesucristo nuestro Salvador, ¿para qué? Para la preservación de la vida nuestra, para que podamos vivir eternamente; no tengamos que morir, sino que vivamos por toda la eternidad.

Y ahora, todos esos primogénitos escritos en el Cielo, ¿de quién son? De Dios. Y ahora, son reyes y sacerdotes.

Vean ustedes, los primogénitos allá representaban a los primogénitos del Cielo; y los levitas, que vinieron a ser colocados en lugar de los primogénitos, pues representaban también a los primogénitos del Cielo; y por eso los levitas vinieron a ser sacerdotes.

Ahora, podemos ver bajo el Pacto Antiguo el orden sacerdotal levítico, del cual Aarón era el sumo sacerdote; y Moisés era el profeta de esa Dispensación de la Ley, el cual también era de la tribu de Leví.

Y ahora, bajo el Nuevo Pacto, todo lo que vimos en el Pacto Antiguo lo vemos bajo el Nuevo Pacto actualizado, bajo mejores promesas, y bajo una Sangre perfecta y un Sacrificio perfecto, el Sacrificio de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, Dios no acepta otro sacrificio ni otra sangre que no sea la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso es que encontramos que todo ha obrado en tal forma que ya ni el pueblo hebreo tiene sacrificios por el pecado, porque no tiene templo y no tiene todas las cosas que en tiempos antiguos tenía bajo el Pacto de la Ley para llevar a cabo esos sacrificios.

Y ahora, lo que Dios dijo por medio de los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y otros profetas, que Él establecería un Nuevo Pacto8, es lo que Él ha estado haciendo: un Nuevo Pacto bajo la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo; y Dios dijo que pondría por Pacto al Mesías9.

Y ahora, el Mesías es o está puesto por Pacto; y eso es bajo el Nuevo Pacto. Bajo el Nuevo Pacto encontramos que ahora no es un animalito sino una persona: nuestro amado Señor Jesucristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.

Podemos ver que es algo grande y maravilloso lo que Dios ha hecho al establecer un Nuevo Pacto con el ser humano; y bajo ese Nuevo Pacto encontramos que las bendiciones alcanzan a hebreos y a gentiles. Y Dios va creando un pueblo redimido por la Sangre de Cristo, que es el Israel celestial; es el que tiene las primicias del Espíritu, es el pueblo que tiene la Primogenitura y es el pueblo que tiene la promesa de una transformación física para tener cuerpos eternos. Todas esas bendiciones están bajo el Nuevo Pacto, bajo la Sangre de Jesucristo, la Sangre del Nuevo Pacto.

Y ahora vean lo que sucede cuando se predica el Evangelio y las personas reciben a Cristo como su Salvador, y lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y reciben Su Espíritu Santo: entran bajo un Nuevo Pacto establecido por Dios, del cual Dios habló en el Antiguo Testamento que establecería con el pueblo hebreo; y a ese Pacto entrarían también gentiles.

Ahora podemos ver que es un misterio grande, pero ese misterio ha estado siendo dado a conocer.

Y ahora, viendo que bajo ese Nuevo Pacto hemos sido colocados como sacerdotes de un nuevo orden sacerdotal: el Orden de Melquisedec, que es un orden sacerdotal celestial, del Templo que está en el Cielo; para el Reino Milenial, con la Venida del Reino y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, el Orden Sacerdotal, el Orden… eso es el orden religioso, con todo lo que conlleva un orden religioso: el sacerdocio, la adoración, la predicación…; la administración de todas las cosas espirituales o religiosas corresponden al Orden de Melquisedec. Y por consiguiente, los del Orden de Melquisedec son los que administrarán con Cristo, que es el Sumo Sacerdote Melquisedec: administrarán las cosas espirituales, las cosas religiosas, durante el Reino Milenial y por toda la eternidad. Un nuevo orden religioso con un nuevo orden sacerdotal.

Y también un nuevo orden político, con todo lo que conlleva un Gobierno, un Reino. Será un nuevo orden político, el cual será la teocracia, donde Dios estará gobernando en este planeta Tierra; pues el Reino de Dios estará establecido en este planeta Tierra, y Cristo como Rey de reyes y Señor de señores, e Hijo del Hombre e Hijo de David, se sentará en el Trono de David, y gobernará sobre las doce tribus de Israel y sobre todas las naciones.

Pero miren ustedes, Cristo les prometió a Sus discípulos que se sentarían en doce tronos y juzgarían a las doce tribus de Israel10; son colocados como jueces para juzgar las doce tribus de Israel; y son colocados sobre tronos, por lo tanto son reyes también.

Y ahora, son también sacerdotes, pues San Pablo nos dice, y San Pedro, que pertenecemos a un orden sacerdotal. Vamos a ver San Pedro lo que nos dice; en donde habíamos comenzado a leer, dice… capítulo 2, verso 4, de Primera de Pedro:

“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,

vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (¿Y por qué por medio de Jesucristo? Porque Él es el Sumo Sacerdote).

Por lo cual también contiene la Escritura:

He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;

Y el que creyere en él, no será avergonzado.

Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,

La piedra que los edificadores desecharon,

Ha venido a ser la cabeza del ángulo;

y:

Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,

porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…”.

Eso es la Iglesia del Señor Jesucristo, y eso es cada miembro de la Iglesia de Jesucristo: pertenece al Sacerdocio Real, a la Realeza del Sacerdocio; no un sacerdocio temporal, no un sacerdocio que pasa, sino un Sacerdocio que permanece para toda la eternidad.

Y ahora, miren ustedes, ustedes y todos nosotros pertenecemos a la Realeza Sacerdotal.

Ser un descendiente de Aarón era un honor muy grande: era pertenecer a la realeza sacerdotal del sumo sacerdocio. Y ahora pertenecer a la Realeza Sacerdotal celestial, eso es ser un descendiente del Sumo Sacerdote Melquisedec, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, vean, el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra, el cual es Cristo, el Hijo del Hombre, se iba a reproducir. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”11. Muchos hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza de Jesucristo. Y si Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec, nosotros somos sacerdotes con Él, porque somos Sus hijos.

Y vean cómo el Orden Sacerdotal celestial, el Orden de Melquisedec, viene a nuestra vista a través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo; vean la descendencia del Sumo Sacerdote Melquisedec: han estado naciendo por miles o millones, de edad en edad, para ministrar durante el Reino Milenial aquí en la Tierra, con Cristo nuestro Salvador, el cual es el Sumo Sacerdote Melquisedec.

Vamos a continuar leyendo, dice:

“… para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…”.

Y “la Tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”12.

La enseñanza para el Reino Milenial —religiosa— será administrada por Cristo y Su Iglesia, por este Orden Sacerdotal celestial que será implantado aquí en la Tierra; porque en esta Tierra estará establecido el Reino de Dios, por lo tanto las cosas del Reino de Dios estarán establecidas aquí en la Tierra. Y la parte política, la política del Reino de Dios, vean ustedes, es la teocracia; con la teocracia será gobernado el pueblo hebreo y todas las naciones. Y así vendrá la bendición para ese glorioso Reino Milenial, en donde todos nosotros estaremos como reyes y sacerdotes.

Así que no nos lamentamos, no protestamos ni nos enojamos con Dios si somos pobres o somos ricos aquí en esta Tierra, porque esto es temporal. Lo que es eterno es lo que nosotros somos en el Reino de Jesucristo; y ahí somos reyes y somos sacerdotes, y somos jueces también.

Vean, por medio de los jueces Dios juzgaba al pueblo hebreo, los libertaba cuando quedaban oprimidos y quedaban como siervos de otras naciones; y por medio de esos jueces Él también los gobernaba: Dios reinaba a través de esos jueces sobre el pueblo hebreo.

Por eso es que cuando el pueblo hebreo pidió a Samuel un rey, Samuel se puso muy triste y Samuel se enojó mucho; pero Dios le dice: “No te han rechazado a ti, no te han desechado a ti, sino a mí, para que no reine yo sobre ellos”. Así le dice Dios a Samuel.

Vamos a ver dónde fue que esto sucedió… En Primera de Samuel, capítulo 12… vamos a ver… pero primero vamos a… Ahí fue donde ya le fue elegido el rey: Saúl; pero vamos a leer el capítulo 8. Dice:

“Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel”.

Samuel también, siendo unos de los jueces, juzgaba a Israel; y era Dios juzgando a través de Samuel, y gobernando, reinando a través de Samuel; y Samuel también ofrecía los sacrificios a Dios, por lo tanto ministraba como sacerdote también.

Recuerden que Samuel se crio en la casa del sumo sacerdote Elí; porque su madre, Ana, había orado a Dios por tener un niño, pues ella era estéril, y ella y su esposo no habían podido tener un niño; y pidió a Dios tener un niño, y le dijo a Dios que si le daba ese niño ella lo dedicaría para Dios (ella lo dedicaría para Dios). Y fue a orar en una ocasión al templo; y el sumo sacerdote la vio orando, y creyó que estaba ebria, y le habló como si ella estuviese ebria; pero ella le dijo: “Mi señor, yo no estoy ebria, sino que lo que me sucede es esto y esto y esto”. Era estéril, no había podido tener un niño, y ella estaba orando a Dios por ese niño; con toda su alma oraba a Dios y lloraba ante de Dios; y le prometió a Dios que se lo daría para Su Obra si Él le concedía ese niño13.

El sumo sacerdote, al escucharla, le dijo: “Que Dios te conceda tu deseo”; algo así, unas palabras así. Y al próximo año ella vino con el niño, y se lo entregó al sumo sacerdote, y le dijo: “Este es el niño por el cual yo oraba y lloraba ante Dios; y me lo ha concedido. Y yo le prometí que se lo entregaría a Él para Su servicio, por lo tanto lo traigo a ti (al sumo sacerdote)”. ¿Para qué? Para que estuviera en la casa de Dios, sirviendo a Dios. Y así fue. O sea que fue un niño dado por Dios para un propósito divino; fue pedido para que sirviera a Dios.

Que todo hijo e hija de Dios, cuando se casan, pidan a Dios tener niños, que Dios les dé niños, y le digan: “Señor, dame un niño o una niña, dame hijos, y yo los dedicaré a Ti, para que te sirvan a Ti. Los colocaré bajo la enseñanza Tuya, para que sean instrumentos Tuyos en Tu Obra”. Y aunque no los lleven así, para que se queden en el templo, pero que se mantengan enseñándoles y los mantengan trabajando en la Obra del Señor. Esa es la bendición más grande para unos padres: que sus hijos sirvan a Dios y trabajen en la Obra de Dios.

Y esa bendición obtuvo esta señora y sierva de Dios, Ana, cuando Dios le concedió este niño llamado Samuel, el cual todos los días de su vida sirvió a Dios, aun desde niño. Ese es un privilegio muy grande para un hombre de Dios: desde niño estar sirviendo a Dios.

Ahora, vean lo que sucedió: él colocó a sus hijos para trabajar en la Obra de Dios (Samuel), cuando ya había envejecido; porque es que toda persona desea que sus hijos sean sus sucesores y sigan trabajando en la Obra de Dios. Así también es en los negocios: cuando una persona tiene negocios, y su negocio es bueno y prospera, pues desea que sus hijos trabajen también, para que después sean ellos los que se queden en el negocio; y así los padres, cuando se retiren, ya cuando lleguen a cierta edad se pueden retirar, pero que los hijos se queden frente al negocio.

Y ahora, miren, Samuel colocó a sus hijos como jueces en medio del pueblo hebreo:

“Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel.

Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba.

Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.

Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel,

y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue (ahora, un rey que nos juzgue, o sea, un rey que también sea juez), como tienen todas las naciones.

Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová.

Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos”.

¿Y cómo Dios estaba reinando sobre ellos? Por medio de Samuel; porque por medio de los jueces que Él levantaba en medio del pueblo hebreo, Dios se manifestaba, y gobernaba, reinaba sobre el pueblo hebreo, y juzgaba. Y también, vean ustedes, a través de Samuel encontramos el ministerio en el cual él ofrecía a Dios sacrificios, como lo había hecho también el profeta Moisés.

Ahora, esta forma de los jueces establecidos en medio del pueblo hebreo es el orden teocrático. Y por eso, cuando le preguntan los discípulos a Jesús: “Nosotros hemos dejado todo. Hemos dejado casa. Hemos dejado la familia también: esposa, hijos. ¿Qué tendremos nosotros? (o sea: ‘¿Qué tendremos en Tu Reino?’)”, Cristo les dijo: “Ustedes van a sentarse sobre doce tronos, para juzgar las doce tribus de Israel”. Esa es la teocracia siendo establecida. El Reino Milenial de Cristo es un Reino teocrático, y por la eternidad el Reino de Dios será un Reino teocrático.

Y ahora, nos habla a todos los escogidos y nos dice que somos reyes y sacerdotes, y vamos a reinar con Él; y somos jueces también. Eso es el Orden teocrático para ser establecido en la Tierra, en ese Reino Milenial de Cristo, donde habrá un nuevo orden sacerdotal (un nuevo orden religioso), habrá un nuevo orden político (esa será la teocracia), y habrá un nuevo orden de justicia: será Cristo el Juez de toda la Tierra, y Su Iglesia (Sus escogidos) jueces con Él.

Y esa es la Corte Suprema para el Reino Milenial, es la Realeza del poder judicial; la Realeza del Reino también, del Reino teocrático; y es la Realeza del Sacerdocio, del Orden Sacerdotal de Melquisedec. Y a esa Realeza pertenecen ¿quiénes? Todos ustedes y yo también: Él nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos con Él por el Milenio y por toda la eternidad.

Ahora vean cómo Cristo está creando todo Su Orden que Él establecerá, cómo Él está creando ese Nuevo Orden Sacerdotal (o sea, lo está materializando en seres humanos), y cómo está preparando también la parte de gobierno de ese Reino.

O sea que, miren ustedes, en el reino de los gentiles, en los lugares o países democráticos, se elige al presidente, y a los gobernadores y a los alcaldes, por medio del voto popular; pero en la teocracia, que es el Reino Mesiánico para ser establecido en la Tierra, la elección se obtiene de parte de Dios: Él es el que elige.

Jesucristo es el Rey de ese Reino Milenial, elegido por Dios, y nosotros reyes y sacerdotes elegidos por Dios para ese Reino; esa es la escogencia, la elección, de Dios. ¡Y qué bueno que es así!

Gracias a Dios que Él es el que nos ha elegido, y nos ha llamado, y nos ha limpiado de nuestros pecados con Su Sangre, y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad. Y así el Orden celestial estará establecido en este planeta Tierra en el Reino Milenial. ¿Vieron lo sencillo que es todo? Y a ese Orden celestial pertenecen ustedes y yo también.

Por eso no nos preocupamos si somos pobres o ricos, o de la clase media, aquí en la Tierra. En el Reino Milenial, todos ustedes y yo también somos —somos ya, porque hemos sido elegidos por Dios para esa posición— somos de la Realeza.

Y todos ustedes antes pensaban: “Qué bueno sería si yo fuera hijo de un rey”. Pues miren, ese sentir que ustedes tenían no era tanto por ser hijos de un rey terrenal: era el sentir del alma, porque nuestro Padre celestial es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y ya había ese sentir acá en nuestra alma.

Y ahora, podemos decir: “¡Somos hijos e hijas de un rey: el Rey de reyes y Señor de señores!”. Rey-Dios, Rey-Teofanía, Rey-Jesús; y pertenecemos a ese Reino.

Todavía nuestras mentes finitas no pueden comprender lo que la mente infinita de Dios pensó y eligió así para todos nosotros; pero cuando tengamos el nuevo cuerpo entonces comprenderemos completamente toda esa bendición tan grande que Él eligió, escogió, para cada uno de nosotros desde antes de la fundación del mundo.

“LA ESCOGENCIA DE DIOS”, o sea, “LA ELECCIÓN DE DIOS”.

¿Vieron qué buena es la elección de Dios?

Y ahora podemos decir14: “Las cuerdas nos han caído en lugares deleitosos, y grande es la heredad que nos ha tocado”. Por eso es que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro15: porque pertenecemos a la Realeza celestial, pertenecemos a esa Realeza del Cielo; y por eso somos herederos con Jesucristo y coherederos con Él.

No puede ser una persona heredera de un padre, de una persona, si no es hijo de la persona. Los herederos son los hijos.

Y ahora, ¿los herederos de Dios quiénes son? Los hijos e hijas de Dios. Y por eso son los que serán adoptados también; y ya tienen el espíritu de adopción: han recibido el Espíritu Santo, por lo tanto, tienen el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, las primicias; y recibiremos la plenitud al obtener el cuerpo eterno y glorificado. Y entonces seremos plenamente iguales a Jesucristo: a imagen y semejanza de Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores; y entonces estaremos físicamente vestidos como reyes también.

Y esa es la escogencia, la elección, ¿de quién? Cristo dijo16: “No me elegisteis vosotros a mí; yo os elegí a vosotros”. Elegidos desde antes de la fundación del mundo.

Y nosotros decimos: “¡Buena elección ha hecho Jesucristo para nosotros y con nosotros!”. Gracias a Dios por la elección que ha hecho de nosotros y con nosotros para vida eterna, para estar con Él como reyes y sacerdotes, reinando con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios; y pronto los muertos en Cristo resuciten y nosotros seamos transformados, y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Dejo nuevamente con nosotros al reverendo Tirzo Ramiro Girón Pinzón para finalizar nuestra parte; él pasará al reverendo Miguel Bermúdez Marín, y así concluiremos en esta noche.

Y ya el domingo en la mañana, y luego de mediodía abajo, estaré nuevamente con ustedes para los temas que están establecidos para el domingo, que son… Miguel me coloca por aquí unos temas que… “BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR”, ese es el de la mañana; y el segundo es: “LA CASA LLENA DEL PERFUME DE DIOS”. Oren mucho para que Dios me ayude…

¿Vieron? En estos temas, pues, son temas muy importantes. En este de hoy, vimos que parecía sencillo, ¿pero vieron todo lo que hay? Y todavía no les he dicho muchas de las cosas que se podían decir; pero el tiempo pues se nos acabó; pero hay muchas cosas ahí muy importantes, las cuales en el Reino Milenial estarán manifestadas.

Pero no se preocupen: hemos sido elegidos por Dios. Por lo tanto, Dios estará obrando todo en favor de lo que Él eligió, para que se materialice todo lo que Él determinó para cada uno de nosotros. Así que todo obrará (¿para qué?) para bien (¿de quiénes?) de nosotros: para bien de aquellos a los cuales Dios eligió. Y eso es la escogencia ¿de quién? De Dios.

¿Quién le puede decir a Dios: “¿Y por qué escogiste esas personas y no escogiste unas personas de una nación o de tal sitio que fuesen muy inteligentes?”? Como Él eligió, así es como debe ser. Y Él eligió para Su gloria y Su honra. Así que Él no tiene que complacer a nadie; Él lo que hace, lo hace para Su gloria y Su honra.

Así que nosotros somos los que lo complacemos a Él caminando conforme a Su Palabra, y glorificándolo y cantándole a Su Nombre; y creyendo todo lo que Él ha dicho en Su Palabra, y todo lo que Él sigue hablándonos en este tiempo final.

“LA ESCOGENCIA DE DIOS”.

[Revisión febrero 2021]

1 Apocalipsis 22:16

2 Sal. 118:22, Mt. 21:42, Mr. 12:10, Lc. 20:17, Hch. 4:11, 1 P 2:7

3 Génesis 18:25, Salmos 94:2

4 1 Corintios 6:2-3

5 Colosenses 1:18

6 Gálatas 3:7-9

7 Éxodo 13:2

8 Isaías 59:21, Jeremías 31:31-33, Ezequiel 37:26

9 Isaías 42:6

10 San Mateo 19:28, San Lucas 22:29-30

11 San Juan 12:24

12 Habacuc 2:14, Isaías 11:9

13 1 Samuel 1

14 Salmo 16:6

15 Romanos 8:17

16 San Juan 15:16

Scroll al inicio