Los jóvenes en la Familia de Dios

Muy buenas noches, jóvenes presentes, y también los niños y los adultos. Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes; y en esta noche Él nos hable a nuestra alma y nos permita comprender Su Programa y quiénes somos nosotros en Su Programa. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo, que Sus bendiciones sean sobre todos ustedes y sobre mí también. Amén.

Leemos en Efesios, capítulo 2, versos 19 al 22, donde nos dice San Pablo:

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “LOS JÓVENES EN LA FAMILIA DE DIOS”.

A través de la Escritura podemos ver que todo se trata de una familia: la Familia de Dios; por eso somos llamados hijos e hijas de Dios, porque se trata de una familia, la Familia de Dios.

Por eso es que San Pablo en su carta a los Hebreos, en el capítulo 2, versos 9 en adelante, nos dice:

“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”.

El plan es llevar muchos hijos a la gloria, y eso lo hace Jesucristo; por eso Él vino en carne humana, y sufrió por nosotros, y llevó nuestros pecados, y tomó la culpa de nuestros pecados, y el pago cayó sobre Él: el juicio divino cayó sobre Jesús, no sobre nosotros, para que nosotros podamos tener vida eterna; porque Él llevará muchos hijos a la gloria.

“Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos (Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, Él es nuestro hermano mayor),

diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre (o sea que Jesús, como nuestro hermano mayor, nos anunciaría el Nombre de nuestro Padre celestial),

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.

Y ahora, los hijos de Dios son manifestados en esta Tierra, y obtienen su nuevo nacimiento como hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo; o sea que los hijos e hijas de Dios vienen por medio de Jesucristo.

Una persona no está manifestada como un hijo de Dios a menos que crea en Jesucristo como su Salvador, lave sus pecados en la Sangre de Cristo y reciba Su Espíritu Santo; y así obtiene el nuevo nacimiento, y así ha nacido en el Reino de Dios como un hijo de Dios, en la Familia de Dios. Así como la persona cuando nació en esta Tierra: nació por medio de sus padres terrenales y nació en una familia terrenal.

Y ahora, para nacer en la Familia de Dios es creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre y recibiendo Su Espíritu Santo, y así recibiendo el nuevo nacimiento; así es como se nace en la Familia de Dios como un hijo de Dios.

El nacimiento natural a través de nuestros padres naturales nos coloca en la Tierra como hijos de una familia terrenal; pero por medio de Cristo, obteniendo el nuevo nacimiento, somos colocados en la Familia de Dios, nacemos en la Familia de Dios; y así como en la familia terrenal tenemos responsabilidades, en la Familia celestial tenemos nuestras responsabilidades también.

Es una bendición y privilegio ser un joven en una familia. Una familia que tiene jóvenes es una familia que está contenta; una familia en donde todos son viejitos es una familia que está en decadencia; y si hay una necesidad, se enferma alguien, ya ni pueden cargar con el que se enfermó, porque todos son viejitos. Pero si hay entre la familia jóvenes, dicen: “Por ahí viene mi hijo que está fuerte y nos va a ayudar”.

Es una bendición la juventud en la familia. Donde hay juventud hay vida, continúa la vida.

Una nación en donde la mayoría son ancianos es una nación que está en decadencia. Una nación que tiene muchos jóvenes es una nación que tiene vida, que sigue adelante, que tiene futuro; y si son bien educados, los preparan bien, entonces esa nación puede tener un buen futuro.

Hay que trabajar desde que son niñitos, y después cuando son jóvenes, para que cuando lleguen a adultos sean hombres de bien.

Ahora, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos también, en la familia, cada uno tiene su responsabilidad; y en la Casa de Dios, la Familia de Dios, todos tienen una responsabilidad también: los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos; y todos están llamados a trabajar en la labor de la Casa de Dios. Y la Casa de Dios es la Iglesia de Jesucristo; esa es la Familia de Dios, esa es la Familia de Dios aquí en la Tierra.

Por eso Jesús, dice aquí San Pablo, poniendo en labios de Jesús estas palabras: “Anunciaré a mis hermanos tu Nombre…”; y también dice que no se avergüenza en llamarnos hermanos; y nosotros no nos avergonzamos de llamarlo a Él nuestro hermano mayor.

Él es nuestro hermano mayor, y Él conoce el camino a la Casa de nuestro Padre celestial; y Él nos llevará a la Casa de nuestro Padre celestial, a una gran fiesta: la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. Él conoce el camino a la vida eterna, Él es la Vida Eterna; por lo tanto, Él, nuestro hermano mayor, Jesucristo, nos lleva a la vida eterna, nos lleva a la Casa de nuestro Padre celestial, y todos seremos jovencitos para toda la eternidad.

¿Saben ustedes una cosa? Hace dos mil años atrás que Jesús estuvo en esta Tierra caminando en medio del pueblo hebreo, y todavía no se ha puesto viejo; y han trascurrido dos mil años; porque Él es la Vida Eterna.

Por lo tanto, Él nos hace como Él: ya nos ha dado Su cuerpo, el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y nos dará el cuerpo físico y eterno, el cual será jovencito para toda la eternidad, será un cuerpo glorificado que nunca se pondrá viejo; eso es lo que nuestro hermano mayor ha dicho para todos nosotros.

Ahora, nuestro hermano mayor cuando estuvo aquí en la Tierra, vivió así como nosotros, de seguro comió feijões, porque allá en la tierra de Israel también se come maíz, se come arroz, se come de todo eso; y si en esos días tenían feijões, frijoles… También comía de todo, comía pan, comía pescado.

En una ocasión, cuando llegan los discípulos, bajan de la embarcación; y Jesús está en la orilla de la playa, estaba con un pescado en el fuego…; o sea que sabía cocinar; malo es no saber hacer nada y siempre estar esperando que le hagan las cosas a uno.

Jesús vivió en Galilea, ese territorio al cual pertenecía Nazaret, Betsaida también, y esos lugares. Allí era un territorio de mucha pesca por el lago de Genesaret o de Galilea (le llaman también mar, pero era un brazo, un lago grande). Así que Jesús sabía también algo de estas costumbres de los pescadores, y también los familiares de María.

¿Cuántos saben que María tenía familiares allí en esa área Galilea? Tenía una hermana llamada Salomé, y esa hermana de María tenía dos hijos. ¿Saben cómo se llamaban? Jacobo y Juan, eran primos de Jesús.

Entre familia Jesús estaba llevando a cabo una labor; quizás pensaban: “Es una labor familiar”… Y todavía sigue siendo una labor familiar, es la labor de la Familia de Dios en este planeta Tierra llevando a cabo los negocios del Reino de Dios.

Ahora, miren ustedes, Juan el apóstol era el discípulo amado de Jesús, era el más jovencito, era el primo de Jesús según la carne.

Y ahora, miren ustedes, cuando Jesús fue crucificado está allí María, está Salomé la hermana de María, está Juan el apóstol también, un joven; y Jesús le dice a Juan y a María… a María le dice: “Mujer, he ahí tu hijo”, y a Juan le dice: “Hijo, he ahí tu madre”. Y dice la Escritura que desde ese día Juan dejó a María allá con ellos, o sea, no dejó que se fuera para Nazaret de nuevo.

Eso está por aquí en San Juan, capítulo 19, cuando fue crucificado Jesús. Dice, para no leer mucho, verso 25, dice:

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre (o sea, María), y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena (o sea, estas mujeres estaban allí cuando Jesús estaba allí crucificado).

Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.

¿Ve? Era algo de familia, eran familia.

Y ahora, encontramos que María luego continuó viviendo con la familia de ella; Juan el apóstol era sobrino de María. Miren ustedes, María fue una mujer muy bienaventurada: nació por medio de ella el Mesías, y luego Juan es un apóstol, y Santiago también, dos sobrinos apóstoles también.

Y ahora, podemos ver que todo el ministerio de Jesús se movía como entre familia. En cuanto al parentesco de Pedro con la familia de Jesús no sabemos, pero vean ustedes, Pedro y Andrés eran pescadores, como lo era Jacobo y Juan; y Zebedeo (el padre de Juan y Jacobo) era pescador, y era, parece que tenía bastantes facilidades económicas, porque tenía gente trabajando con él; y sus hijos, Juan y Santiago, trabajaban también con su padre.

Pero vean, después Jesús los llamó para que se fueran con Él a trabajar en la Obra de Dios: a pescar, pero a pescar gente: “Yo les haré pescadores de hombres”1; y a Pedro y a Andrés también los hizo pescadores de hombres.

Una obra tan grande, y con personas sencillas, fue llevada a cabo. “Porque no es con ejércitos, ni es con fuerzas, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor”2. Es Dios el que hace la Obra.

Por lo tanto, no miremos nuestras limitaciones. Miremos que es el poder divino el que hará la Obra a través de aquellos que se dejen usar por Dios.

Personas sencillas fueron los instrumentos de Dios para cosas grandes, y así es en nuestro tiempo también. Todavía Jesucristo sigue trabajando en Su Familia, somos la Familia de Él, somos Sus hermanos menores.

Por lo tanto, recibamos de Él Su bendición, Su dirección, y que Él nos use en Su Obra en este Día Postrero. Llevemos el Mensaje por todos los lugares, y establezcamos lugares donde puedan ir las personas para escuchar la Palabra, donde puedan tener la literatura y los videos; y tener días señalados en los cuales puedan asistir para ser alimentados en sus almas. Y así perseverar en la Casa de Dios, en la Familia de Dios, creciendo espiritualmente como hijos e hijas de Dios, hasta que todos seamos transformados.

Faltan todavía hijos e hijas de Dios de venir al Reino de Dios, a la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo; pero con la labor que llevemos a cabo, Cristo los llamará y los colocará en Su Casa, en Su Familia. Él los ama a ellos como a nosotros; por lo tanto, necesitamos dejarnos usar para llevar el Mensaje, y que así Cristo los llame y los coloque en Su Familia; y así nazcan en la Familia Dios, la Casa de Dios, y se llene cada día más de jóvenes, la Familia de Dios. Y si los años nos van pasando por encima, no se preocupe que lo que se va poniendo viejo es el cuerpo físico, en el nuevo cuerpo todos seremos jovencitos.

Así que adelante, jóvenes, en la Familia de Dios. Y recuerden que tenemos responsabilidades en la Familia de Dios, porque somos parte de la Familia de Dios; así como cada uno tenemos responsabilidades en nuestra familia terrenal.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre ustedes y sobre mí también, y nos use grandemente en Su Obra en este Día Postrero. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Dios les bendiga.

“LOS JÓVENES EN LA FAMILIA DE DIOS”.

[Revisión junio 2021]

1 San Mateo 4:19

2 Zacarías 4:6

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