La Obra de los Dí­as Postreros

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes aquí en Santa Rosa del Oro, Ecuador; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo cristiano alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 14 al 21, donde dice de la siguiente manera… esto fue el día de pentecostés, cuando llegó el Espíritu Santo conforme a la promesa de Cristo; y allí dio testimonio Pedro de lo que estaba sucediendo, pues las personas que escuchaban pensaban que esas 120 personas estaban allí borrachas y la gente no comprendía qué era lo que estaba sucediendo allí.

Leemos capítulo 2, verso 14 al 21 del libro de los Hechos. Y dice así:

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oid mis palabras.

Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día (o sea, de 8:00 a 9:00 de la mañana).

Más esto es lo dicho por el Profeta Joel:

Y en los Postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,

Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;

Vuestros jóvenes verán visiones,

Y vuestros ancianos soñarán sueños;

Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra,

Sangre y fuego y vapor de humo;

El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre,

Antes que venga el día del Señor, grande y terrible;

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Que Dios bendiga nuestros corazones, nuestras almas, con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “LA OBRA DE LOS DIAS POSTREROS.” O sea, la Obra de Dios, de Jesucristo, de los Días Postreros.

Conforme a las palabras del apóstol San Pedro, Dios había prometido a través del profeta Joel, en el capítulo 2, que derramaría de Su Espíritu sobre toda carne.

También veamos lo que nos dice en Proverbios, capítulo 1, verso 23, para que vayamos teniendo el cuadro claro de un Programa Divino en el cual Dios llevaría a cabo la Obra de los Días Postreros en donde estaría derramando de Su Espíritu sobre toda carne.

Proverbios, capítulo 1, verso 23 dice:

“Volveos a mi reprensión;

He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,

Y os haré saber mis palabras.”

Vean, en Proverbios nos habla Dios de que derramará Su Espíritu sobre nosotros.

Y Proverbios, capitulo 20, verso 27, dice:

“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre,

La cual escudriña lo más profundo del corazón.”

O sea, esa lampará, ese espíritu del hombre escudriña lo más profundo del corazón de la persona.

También en Jeremías, capítulo 31, Dios hace promesa ahí de un Nuevo Pacto para Su Pueblo. Dice capítulo 31 de Jeremías, verso 31 en adelante, dice:

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.

No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:

Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”

Eso es lo que dice Dios aquí en Su Palabra.

Y en el capítulo 33, verso 15 en adelante veamos (esto nos habla de David), dice:

“En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra.

En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamara: Jehová, justicia nuestra.

Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel.”

Aquí tenemos la promesa del Hijo de David para sentarse sobre el Trono de David. También tenemos lugares en la Escritura, donde Dios dice que le dará a Su pueblo un corazón nuevo y un espíritu nuevo; son promesas divinas, las cuales bajo el Nuevo Pacto, bajo la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo, son cumplidas; porque Dios por medio de esa Obra que El hace en los Días Postreros, que es la Obra de Dios por medio de Jesucristo.

En Su Primera Venida El vino como Cordero de Dios para morir en la Cruz del Calvario y derramar Su Sangre; para así que toda persona arrepentida de sus pecados, recibiera a Cristo como su Salvador, sus pecados, los pecados de la persona fueran quitados de la persona con la Sangre de Jesucristo; porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y fuera bautizada la persona en el Nombre del Señor Jesucristo, y recibiera el Espíritu Santo, para así obtener la persona el nuevo nacimiento.

Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto, te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” [San Juan 3:3 – Editor]. Nicodemo pensó en un nacimiento natural, y le pregunta al Señor: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo (o sea, cómo tú ves —le podía decir a Jesús—, cómo tú ves que ya estoy con unos cuantos años…) ¿Puede acaso entrar en el vientre de su madre y nacer?.”

¿Y qué si la madre de Nicodemo estaba muerta? Lo que le decía Jesús era imposible entonces. Pero ahora, si estaba viva ya era una ancianita.

Y ahora, ¿Cómo puede hacerse esto? Porque una persona que está interesada en la vida eterna, que está interesada en el Reino de Dios, quiere saber; no importa que sea difícil; quiere saber porque está interesada en entrar al Reino de Dios.

Pero miren: todo era más sencillo de lo que Nicodemo se imaginaba, Nicodemo pensaba en términos naturales: “¿Puede acaso entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?” Jesús le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.”

Y ahora, Nicodemo tiene más información acerca del nuevo nacimiento, y así por consiguiente de cómo entrar al Reino de Dios. Jesús dice: “Porque lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. Por lo tanto, no te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” Eso es para toda persona que quiere entrar al Reino de Dios.

¿Y cuántos quieren entrar al Reino de Dios? Pues todos queremos entrar y estar y vivir en el Reino de Dios. Por lo tanto, lo que le dijo Cristo a Nicodemo ¿es para quiénes? Para todos nosotros también.

Y ahora, veamos lo que San Pedro habla cuando está predicando y le preguntan a él, qué deben hacer todas esas personas que estaban escuchando a Pedro, el día de pentecostés predicando el primer Mensaje en la Dispensación de la Gracia, que entró plenamente el día de pentecostés, porque antes de eso solamente se estaba llevando a cabo la introducción bajo el Ministerio de Jesucristo; todo estaba sellado en Cristo, porque en el Mensajero de una dispensación está sellado todo el Programa Divino y se lleva a cabo la introducción a esa nueva dispensación.

Y ahora, luego de escuchar a Pedro, vean, en el verso, capítulo 2 mismo, versos 32 al 41, dice:

“A este Jesús resucitó Dios, de lo cual nosotros somos testigos.

Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?.

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Toda persona que desea vivir eternamente necesita entrar al Reino de Dios, y toda persona que necesita y desee entrar al Reino de Dios, tiene las instrucciones bíblicas para entrar: “Arrepentíos.” Arrepentimiento de todo corazón por pecar ante Dios, reconocer que es un pecador y arrepentirse de sus pecados; y confesar a Cristo como su Salvador, el único Salvador, lavar sus pecados, echar sus pecados en la Sangre de Cristo… o sea, reconocer el Sacrificio de Cristo para nuestra Redención, para quitar nuestros pecados, y recibirlo así como nuestro Salvador, darle nuestro corazón a El, nuestra alma a El, para que El limpie nuestra alma de todo pecado. El es el único que puede limpiarnos de todo pecado, porque El es el único que derramó la Sangre que puede limpiar de pecado. La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.

Y luego de recibirlo, entonces ser bautizados en Su Nombre, en el Nombre del Señor Jesucristo, como dice San Pedro:

“Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre del Señor Jesucristo, para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo.”

Y entonces, luego de la persona haber recibido a Cristo como su Salvador, y haber lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y haber sido bautizado en Su Nombre, recibe el Espíritu Santo. Porque para la persona arrepentida de sus pecados, que recibe a Cristo como su Salvador, es la promesa de recibir el Espíritu Santo; y así obtiene el Nuevo Nacimiento, y así nace en la Casa de Dios, en la Familia de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. La Iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por los nacidos de nuevo, creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Y la Iglesia del Señor Jesucristo nacida el día de pentecostés, es la Obra que Cristo llevaría a cabo en los Días Postreros.

Y ahora, la Iglesia de Jesucristo nació el día de pentecostés —cerca de dos mil años atrás.—

¿Y por qué Pedro dijo que aquellos eran los Días Postreros? Y también San Pablo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante nos dice que aquellos días eran los Días Postreros; y ya han transcurrido alrededor… o sea, cerca de dos mil años, conforme al calendario gregoriano; pero conforme al calendario profético estamos alrededor de dos mil años.

Pedro dijo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo), a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (fue por medio de Jesucristo que el universo fue creado).

Y ahora, Jesucristo, pues estando en Su cuerpo teofánico, es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico. Por eso podía decir en el capítulo 8, verso 56 al 58 de San Juan:  “Abraham deseó ver mi día, lo vio, y se gozó.” Le dicen: “No tienes cincuenta años todavía, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesús dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

¿Y cómo Jesús era antes que Abraham? En Su cuerpo teofánico. Y Su cuerpo teofánico es Su cuerpo angelical, en ese cuerpo angelical fue que libertó al pueblo hebreo. Ese Angel de Jehová que acompañaba a Moisés y que acompañó al pueblo hebreo y lo libertó, fue Jesucristo en Su cuerpo teofánico; y se manifestó en esa Luz, la Luz de la Shekinah, la Columna de fuego, y llevó al pueblo hebreo a la tierra prometida.

Cuando Moisés en el capítulo 33 y 34, hablando con Dios, le pide ver la Gloria de Dios. Dios le dice: “No me verá hombre, y vivirá. Pero yo voy a pasar delante de ti, y voy a ir a pasar proclamando el Nombre de Jehová.” Eso es YHWH, como se lo había revelado Dios a Moisés en el capítulo 3, verso 13 al 15 del Exodo. Y Dios le dice: “Y tú estarás en la hendidura de la peña, y yo colocaré mi mano sobre ti, en lo que paso. Y cuando haya pasado, quitaré mi mano de sobre ti, y entonces tú verás mis espaldas.” Va ver a Jesucristo en Su cuerpo teofánico, caminando, pasando, lo va ver de espalda.

El Angel de Jehová, el Angel del Pacto que le aparecía a los profetas del Antiguo Testamento, como Abraham, Isaac, Jacob, y todos estos hombres de Dios, era nada menos que el mismo Jesucristo en Su cuerpo teofánico, por eso es llamado el Angel de Jehová o Angel del Pacto, y por eso cuando vino en carne humana, el Nuevo Pacto lo llevó a cabo El con Su propia Sangre, y con Su propio cuerpo.

Y por eso cuando en la última pascua, El con Sus discípulos toma la última cena, dice… Le da el pan, parte el pan y da a Sus discípulos, dice. “Este es mi Cuerpo que por vosotros es partido.” Está El representando, simbolizando, con el pan, Su cuerpo que va a ser crucificado. Y luego tomó la copa de vino, y dijo: “Esta es la Sangre, mi Sangre, del Nuevo Pacto; la cual ha sido derramada por vosotros. Tomad esto en memoria de mí.”

O sea que la Santa Cena es un memorial que nos recuerda la muerte de Cristo, Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, nos recuerda Su cuerpo crucificado y Su Sangre derramada por todos nosotros; y así estableciendo Cristo el Nuevo Pacto bajo la Sangre del Nuevo Pacto y bajo el Sacrificio del Nuevo Pacto, que es el Sacrificio del Cordero de Dios, Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, bajo el Nuevo Pacto se entra al Reino de Dios, conforme a como está establecido en la Biblia por Cristo y Sus apóstoles. San Pedro nos dice: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre del Señor Jesucristo, en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Y así la persona obtiene el nuevo nacimiento,  nace en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios. Porque cuando hemos llegado a este planeta Tierra hemos obtenido un nacimiento natural por medio de nuestros padres naturales o terrenales, y hemos obtenido un cuerpo mortal, corruptible y temporal. San Pablo le llama cuerpo animal (y eso está en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 42 hasta el 58).

Y siendo que recibimos un cuerpo mortal, corruptible y temporal, también recibimos un espíritu del mundo, de la quinta dimensión. Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión parecido a nuestro cuerpo, pero de otra dimensión; y por cuanto es en la permisiva voluntad de Dios, con ese cuerpo y ese espíritu, no podemos heredar la vida eterna, no podemos heredar la inmortalidad, no podemos heredar la incorrupción, no podemos heredar el Reino de Dios; no podemos heredar toda la herencia divina que El tiene para nosotros.

Pero cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, y somos bautizados en Su Nombre y recibimos el Espíritu Santo, hemos nacido en el Reino de Dios como hijos e hijas de Dios; y ya tenemos las primicias del Espíritu, que es el bautismo del Espíritu Santo, y ya tenemos un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico de la sexta dimensión, parecido a nuestro cuerpo, pero de la sexta dimensión; y la sexta dimensión es el Paraíso.

Y ahora, esa sexta dimensión es la dimensión de los ángeles. Los cuerpos de los ángeles, vean ustedes, son cuerpos de otra dimensión. Y por eso el cuerpo teofánico que recibimos, el espíritu teofánico que recibimos, es un cuerpo angelical; porque es de esa dimensión de los ángeles; y es dado por Cristo a todos nosotros. Ese es el Angel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen, y los defiende.

Ese es el Angel también del cual le habló… ese es el Angel del cual le hablaron a Rode, los demás cristianos que estaban orando por Pedro, cuando Pedro fue libertado de la cárcel y apareció en la casa donde estaban orando por él, tocando la puerta, y cuando la joven Rode escuchó y fue abrir y vio que era Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que regresó a donde estaban orando por Pedro. Y dice: “¡Es Pedro el que está tocando la puerta!” Le dicen a la joven Rode: “¡Rode está loca!” Como decimos nosotros comúnmente: “Tú estás loco,” no es que le estamos diciendo realmente que la persona es una persona loca, sino que está loco: es una locura lo que está diciendo. No puede ser cierto lo que está diciendo.

Y ella dice: “No, es Pedro, es Pedro el que está tocando la puerta.” Fueron y abrieron la puerta,  ¿y qué pasó? Era Pedro. Pero ¿qué decían ellos? “Rode, estás loca. No es Pedro, es su ángel.” ¿Ve? Porque cada persona, cada cristiano tiene un ángel: ese es su cuerpo teofánico de la sexta dimensión que Cristo le da; por lo tanto, si la persona muere no tiene ningún problema, la persona sigue viviendo en ese cuerpo teofánico, pasa a otra dimensión, la dimensión a la cual pertenece ese cuerpo, que es la sexta dimensión y la sexta dimensión es el Paraíso.

Por eso es necesario que el ser humano nazca de nuevo, para que obtenga el cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Porque el espíritu o cuerpo espiritual que recibimos cuando hemos nacido en esta Tierra es de la quinta dimensión, un espíritu de la quinta dimensión;  y al morir la persona ¿para qué dimensión entonces va? Para la quinta dimensión, que es el infierno. Por eso se requiere que la persona nazca de nuevo, para que tenga un espíritu teofánico, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y cuando muera, vaya a la sexta dimensión, que es el Paraíso y viva allí hasta que Cristo resucite a los muertos creyentes en El.

Y ahora, podemos ver todas las grandes bendiciones que hay en creer en Cristo. Podemos ver cómo al recibir el Espíritu de Cristo estamos recibiendo un nuevo nacimiento, y así como nosotros obtuvimos un cuerpo espiritual y un cuerpo físico, cuando hemos nacido en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, al nacer de nuevo obtenemos un cuerpo también. Porque siempre que hay un nacimiento, un cuerpo ha nacido.

Por ejemplo; cuando ustedes siembran algunas semillas, ustedes miran el campo y si no ven nada, pues no ha nacido nada, pero cuando ustedes comienzan a ver ya plantitas surgiendo, ustedes dicen: “Ya nacieron las semillas que sembramos.” Y la evidencia de que ha habido un nacimiento es que ha surgido vida, la semilla ha brotado; y hay un cuerpecito que ha surgido, una plantita.

Y así es con el nuevo nacimiento que ha llevado a cabo Jesucristo.

Vean ustedes: semillas de Dios, simientes de Dios, son todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y el que siembra esa buena simiente es el Hijo del Hombre, y la siembra ¿dónde? En la Tierra. Pero miren ustedes, tienen que nacer, surgir a la vida, y por medio del nuevo nacimiento nacen, surgen a la vida y cuando Dios mira en cada edad, dice: “Las semillas que he sembrado en la Tierra, he colocado en la Tierra, las he colocado en Tierra buena, en la edad correspondiente.”

Cristo las ha colocado no en una edad pasada, sino en la edad correspondiente a ese tiempo. Porque El no va a colocar una buena semilla en una edad que ya pasó. El no va a colocar Su buena simiente en tierra mala, sino en Tierra buena, y la Tierra buena en la Obra de Dios de los Días Postreros, siendo que los Días Postreros son los últimos tres milenios: quinto, sexto, y séptimo milenio, pues Dios está colocando la buena semilla, que son los hijos e hijas de Dios, esas almas de Dios las coloca en cada edad correspondiente, y cuando escuchan la predicación del Evangelio y reciben a Cristo como Su Salvador, y son bautizados en Su Nombre y reciben el Espíritu Santo, han nacido de nuevo, ha nacido esa buena semilla para llevar mucho fruto. Unos llevan fruto a 30, otros llevan fruto a 60 y otros llevan fruto a 100 o ciento por uno (100%).

Y ahora, para que lleve mucho fruto una semilla que usted haya sembrado, se requiere que en adición a ser una buena tierra, usted le tenga el agua necesaria, porque si no le echa agua o no tiene humedad, esa plantita sale raquítica y el fruto es pequeñito y poco fruto; y se ve mal la planta y el fruto también, se ve un fruto no muy bueno, o sea, se ve un fruto como que no es fruto de exportación —para que tengan una idea más clara.—

Porque es que así como se produce fruto bueno y lo exportan para otras naciones, el fruto de Cristo en esa buena Tierra, es fruto de exportación, El lo llevará a la Casa de nuestro Padre celestial, es un fruto para ser llevado a la Presencia de Dios, a la Casa de nuestro Padre Celestial. Así que tiene que ser el mejor fruto.

Y ahora, nosotros todos deseamos producir a ciento por uno (100%); por lo tanto, necesitamos agua. El agua representa al Espíritu Santo y también representa la Palabra. Por lo tanto, necesitamos en adición a haber recibido el Espíritu Santo, necesitamos que nos estén dando Agua y Agua de la Palabra revelada, para que así llevemos mucho fruto. Y que el Sol también nos esté dando, porque por medio del sol vienen muchas vitaminas para las plantas. Y por medio de Cristo, el Sol de Justicia resplandeciendo sobre nosotros vienen muchas vitaminas espirituales, mucha revelación divina que nos alimenta el alma, para que llevemos mucho fruto.

Vamos creciendo a medida que vamos recibiendo Agua y Sol, como las plantas van creciendo a medida que van recibiendo agua y sol.

Y ahora, podemos ver todas las cosas que están sucediendo en la Obra de Dios, la Obra de Cristo, en los Días Postreros. Toda esa Obra  de Cristo en los Días Postreros se lleva a cabo en Su Iglesia, que es el campo, que es el Reino de los cielos.

Y en la Iglesia del Señor Jesucristo, vean ustedes, es que Jesucristo lleva a cabo la Obra de los Días Postreros. El está creando Su Iglesia, y Su Iglesia es nada menos que una Nueva Raza con vida eterna.

La Iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por personas que lo han recibido como su Salvador, arrepentidos de sus pecados, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, han sido bautizados en Su Nombre, y han recibido Su Espíritu Santo; y así han nacido de nuevo, han nacido en la Casa de Dios; por lo tanto, pertenecen a una Nueva Raza que Cristo está creando, de la cual Jesucristo es el primero; El es la cabeza de esa Nueva raza. Por eso Apocalipsis, capítulo 3, verso 14 dice que El es el principio de la creación de Dios, de una Nueva Creación, porque la primera creación que vino a la Tierra de la cual Adán es el primero, cayó, cayó de la vida eterna.

Y toda persona que viene por medio de la unión de un hombre y de una mujer, y nace aquí en la Tierra, ha nacido en una raza caída descendiente de Adán y Eva, por consiguiente ha nacido en una raza que no tiene vida eterna, sino que lo que tiene es muerte.

Por eso nuestro cuerpo al nacer vive una temporada aquí en la Tierra, y después muere. Es muerte lo que tiene la persona al nacer en la Tierra, no tiene vida eterna; por eso comienza a crecer, y después llega a cierta edad y comienza a ponerse viejo, ¿por qué? Porque viene ya con la muerte, porque la paga del pecado es la muerte. Y la muerte entró a la raza humana, por un hombre: Adán, al caer Eva en pecado y Adán participar del pecado.

Y ahora, hay solamente una salida de esta situación de muerte, y la única salida es la vida. La vida eterna que está en Jesucristo, la única salida entonces es Jesucristo, porque El dijo: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mi”. (San Juan capítulo 14, verso 6). Y también El en San Juan, capítulo 10 y verso 1 al 16 nos dice que El es la Puerta. Y El dice: “Y el que por mí entrare, será salvo.” No hay otra puerta por la cual entrar para entrar a la salvación y vida eterna.

Para ser restaurados a la vida eterna, entonces necesitamos a un Hombre, una Persona con vida eterna; y el único es nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, la Obra que El ha estado llevando a cabo en los Días Postreros, los cuales ya hemos visto que son los milenios postreros, pues San Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, nos dice que esto es algo que nosotros no podemos ignorar ¿y qué es lo que él dice que nosotros no podemos ignorar? Veamos Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8:

“Más, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”

Cuando San Pedro y San Pablo han hablado acerca de que aquellos días de Jesús y los apóstoles, eran los Días Potreros, eran y son los Días Postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los milenios postreros. No es que ellos se equivocaron pensando que aquellos eran los Días Postreros y después no eran los Días Postreros. Delante de Dios los Días Postreros comenzaron cuando Jesús tenía de cuatro a siete años de edad, porque cuando Cristo tenía de 4 a 7 años de edad (de nacido), comenzó el quinto milenio, que es el primer milenio de los milenios postreros; y delante de Dios ese es el primero de los Días Postreros, el segundo de los Días Postreros es el sexto milenio, y el tercero de los Días Postreros es el séptimo milenio. Todo esto de Adán hacia acá.

Y conforme al calendario gregoriano ya llevamos de Cristo hacia acá dos mil años. Este es  el año dos mil de Cristo hacia acá, conforme al calendario gregoriano que tiene 365 días y cuarto, y ya el próximo año, o sea, en diciembre 31 termina el año 2000 y comienza enero primero del año 2001, que viene a ser el primer año del séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá. Es el tercer milenio de Cristo hacia acá, pero es el séptimo milenio de Adán hacia acá.

Adán es el primer hombre de la raza que cayó, pero Cristo es el Segundo Adán de la raza que no cayó. Porque El siendo el Segundo Adán no cayó; por lo tanto, Su descendencia que son los redimidos con Su Sangre, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo, los nacidos de nuevo, por cuanto Cristo no cayó, pues toda la descendencia de Cristo, Sus hijos, son personas con vida eterna, y aunque nuestro cuerpo físico no tiene vida eterna, esto es a causa de que viene por medio del primer Adán, pero por medio del Segundo Adán vendrá un cuerpo eterno, inmortal, e incorruptible que El nos dará en el Día Postrero.

Pues Cristo dijo en San Juan, capítulo 6, el mismo Jesucristo hablando, vean ustedes, nos hace una promesa… Dice en el capítulo 6, versos 39 al 40 de San Juan:

“Y esta es la voluntad del Padre: el que me envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero (¿Para cuándo El resucitará a los creyentes en El, los que el Padre le ha dado? En el Día Postrero).

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

¿Quiénes serán resucitados en el Día Postrero? Los creyentes en Jesucristo que han muerto físicamente, pero ellos están en su cuerpo teofánico en la sexta dimensión, pero tienen la promesa de que serán resucitados en el Día Postrero. Y el Día Postrero delante de Dios para los seres humanos es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.

También en el Día Postrero nosotros los que vivimos si permanecemos vivos hasta que Cristo resucite a los creyentes en El que han partido, pues nosotros seremos transformados, y entonces tendremos un cuerpo eterno que el Segundo Adán, Jesucristo nos dará. Y entonces tendremos vida eterna, físicamente también; porque tendremos un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible, y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, Jesucristo ha estado trabajando en esta Obra en los Días Postreros, o sea, desde Su Venida. Desde Su Ministerio y cumplimiento de Su Ministerio, El ha estado llevando la Obra de los Días Postreros; la cual es la Creación de una Nueva Raza. La Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por los redimidos, por los redimidos por Jesucristo, es una Nueva Raza que Dios está creando en los Días Postreros.

En San Juan, capítulo 3, verso 12 en adelante, dice:

“Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis. ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? (y está hablando aquí con Nicodemo).

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo (y estaba en la Tierra, pero siendo el mismo Dios hecho hombre, hecho carne, estaba en la Tierra, y estaba en el Cielo también).

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

Cuando el pueblo hebreo pecó contra Dios, las serpientes venenosas llegaron y estaban mordiendo a los hijos de Israel, y estaban muriendo grandes cantidades de hebreos a causa de esas mordidas de serpientes venenosas. Pero Dios le dijo a Moisés: “Prepara una serpiente de bronce y colócala sobre un asta, sobre una vara, y dile a toda persona que es mordida por serpientes, que cuando son mordidas por serpientes venenosas, miren hacia esa serpiente de bronce, y no morirán (o sea, que el veneno quedará neutralizado).”

El bronce representa el juicio divino. Aquella serpiente de bronce representa el juicio divino ya llevado a cabo, o sea, el pecado ya juzgado; por lo tanto, el pecado de las personas que eran mordidas por serpientes venenosas, al mirar hacia esa serpiente de bronce, ya su pecado estaba juzgado allí; por lo tanto, ellos quedaban libres del pecado en esa forma y entonces no morían, recibían la oportunidad de continuar viviendo, porque aquella serpiente de bronce representa a Jesucristo, en donde el pecado nuestro sería juzgado, para que nosotros podamos vivir eternamente.

Por eso es que Cristo señala esa serpiente de bronce, y muestra que esa serpiente de bronce representa al Hijo del Hombre; nuestro pecado fue juzgado y condenado en el Hijo del Hombre, Jesucristo, nuestro Salvador, por nuestros pecados fue que El murió, porque El no tenía pecado; por lo tanto, sin pecado El no podía morir. El dijo: “Nadie me quita la vida, Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” Y para El poner su vida por nosotros, pues tomó nuestros pecados; y entonces se hizo mortal; y entonces por cuanto la paga del pecado es muerte, el juicio divino cayó sobre Jesucristo.

Y ahora, cuando la persona lo recibe como su Salvador, se hace realidad, se materializa en la persona la Obra de Jesucristo realizada en la Cruz del Calvario.

Es como cuando hacen un cheque para un grupo de personas, y le dicen: “Oye, tienes mucho dinero, te hicieron un cheque por —digamos— un millón de dólares. ¡Eres un millonario!.” Pero si la persona nunca va a buscar el cheque se puede morir de hambre, ¿por qué?… Y aún siendo millonario porque le tienen un cheque hecho; pero si nunca va y reclama lo que le corresponde, aunque es millonario y está declarado que es rico, porque tiene un cheque de un millón de dólares, si no lo ha reclamado, es un pobre que no tiene nada, aunque el cheque está allí a su disposición.

Y así es para todos nosotros: tenemos vida eterna a través de Jesucristo, pero si no lo recibimos como nuestro Salvador, confesando nuestros pecados a Cristo, y arrepentidos de nuestros pecados, y siendo bautizados en Su Nombre, y recibiendo Su Espíritu Santo, pues nunca se materializará en nosotros la vida eterna.

Ahora, hemos visto la forma en que en la Obra de Dios, de Jesucristo, para los días finales, para los tiempos postreros o Días Postreros, hemos visto esa Obra de Cristo dándonos vida eterna a nosotros en este tiempo; como les dio vida eterna a los de las edades pasadas. Es una Obra de vida eterna para todas las personas que lo reciben como su Salvador.

Y ahora, hay personas que cuando ven que una persona recibe a Cristo como su Salvador, piensan que es tonta. Pero el tonto es el que no recibe a Cristo como su Salvador, ¿por qué? Porque el que no recibe a Cristo como su Salvador, miren aquí lo que el mismo Jesucristo dice que le sucederá. El coloca aquí a las dos clases de personas: Al que lo recibe como su Salvador, al que cree en Cristo como su Salvador, y al que no cree. Veamos cuáles serán los resultados finales para esas personas.

Sigue diciendo:

“Para que todo aquel que en El cree…”

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”

Así como el pueblo estaba siendo mordido por serpientes venenosas, en el Huerto del Edén, la serpiente usada por el diablo, allí trajo el veneno del pecado; y entró la muerte en medio de la raza humana. Pero para quitar ese veneno y el efecto de ese veneno, mirando a Jesucristo crucificado en la Cruz del Calvario, derramando Su Sangre, es así como único podemos ser libres de la muerte.

“Para que todo aquel que en El cree no se pierda, más tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.

El que en El cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios.”

Ven cuáles son los resultados para los que creen: Eso es vida eterna. Y para los que no creen: ya es condenado; porque no creyó en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios.

Ahora, todo ser humano tiene que enfrentarse a esta realidad: o cree o no cree. O cree en Jesucristo y lo recibe como su Salvador, arrepentida la persona de sus pecados, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y es bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo, y recibe el Espíritu Santo, y vive eternamente. O no cree, y será en el juicio final, juzgado y condenado, y echado al lago de fuego.

¿Ve? Solamente tenemos la bendición de Dios o la maldición de Dios. Y Cristo nos enseña que tomemos la bendición. Y Dios en el Antiguo Testamento nos dice: “Escoge la vida para que vivas tú y tu familia.” Y la vida está en Jesucristo. “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Y nadie viene al Padre, sino por mi.”

Así que ninguna persona puede ir a Dios para vivir eternamente sin Jesucristo. No es asunto de que la persona diga: “Yo soy una persona buena y no le hago daño a nadie”; pero sigue siendo un pecador.

No es por los méritos de la persona que la persona puede vivir eternamente, es por los méritos de nuestro amado Señor Jesucristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, eso es lo que tiene méritos delante de Dios; por lo tanto, recibiéndolo a El como nuestro Salvador, quedan anulados todos nuestros pecados, borrados con Su Sangre; y obtenemos vida eterna, por nuestra Fe en Jesucristo nuestro Salvador; y Su Sangre nos limpia de todo pecado, y nos mantiene salvos, libres, de todo pecado.

Ahora, esta Obra que Cristo hizo en la Cruz del Calvario, nos trae beneficios para los Días Postreros: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; en donde Cristo está creando una Nueva Raza, de la cual Jesucristo es el Primero. Por eso nacemos en Cristo como descendientes del Segundo Adán. Nacemos con vida eterna por medio del nuevo nacimiento.

Hemos visto entonces que no es un asunto de uno decir: “Yo me voy a meter a la religión.” Es un asunto de uno creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar sus pecados en Su Sangre, ser bautizado en Su Nombre y recibir el Espíritu Santo; y así nacer de nuevo. Nacer en una Nueva Creación, en una Nueva Raza con vida eterna.

Y Cristo está realizando esa Obra de la Creación de una Nueva Raza, en los Días Postreros. Y de los Días Postreros ya nos queda solamente uno: el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá y tercer milenio de Cristo hacia acá.

Y ahora, en este tiempo final cuando ya han transcurrido las siete etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo, las cuales se cumplieron entre los gentiles: en Asia menor, Europa y Norte América, la séptima edad. ¿Qué nos queda para los latinoamericanos y caribeños? Siendo que la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo, tiene que ser llena de los convidados, los invitados, a las Bodas del Hijo de Dios, cuando se les hizo el anuncio al pueblo hebreo, ellos no creyeron, rechazaron la invitación, cuando Juan el Bautista y Jesús le hablaron al pueblo hebreo, lo rechazaron.

Y ahora, en la parábola de la fiesta a las bodas, encontramos que el padre que le había preparado una fiesta de bodas a su hijo, entonces le dijo a sus siervos: “Vayan por los caminos buscando personas, y coloquen a esas personas dentro de la casa.” Fueron buscando gente y cuando ya habían colocado dentro de la casa a la gente, le dice el siervo principal: “Señor, ya hemos hecho como nos ordenaste, y todavía hay lugar.”

Y ahora, ya durante las siete etapas o edades, cada uno de esos siervos fieles y prudentes, los siete ángeles Mensajeros, cada uno en su edad, colocó dentro de la Casa de Dios a los invitados de su edad. Y todavía hay lugar. Todavía hay lugar, dice en San Lucas, capítulo 14. Y vamos a leer esta parábola, y vamos a ver qué parte nos toca aquí en esta parábola a nosotros. Capítulo 14 de San Lucas, dice:

“Entonces Jesús les dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.

Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.

Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; y te ruego me excuses.

Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos. Te ruego que me excuses.

Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.

Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el Padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos, y los ciegos.”

El pueblo hebreo rechazó la invitación a entrar a la Casa de Dios, para la Gran Fiesta de Bodas; por lo tanto, la invitación fue pasada a los gentiles; en donde millones de gentiles, de etapa en etapa han estado entrando como convidados para la Gran Cena o Fiesta de Bodas; también hebreos, pero como individuos han estado entrando.

Durante las siete edades buscaron por plazas y por diferentes lugares a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; o sea, a los pobres ha sido predicado el Evangelio. Y por eso ustedes ven a través de estos dos mil años aproximadamente que han transcurrido de cristianismo, que digamos el 75% a 90% de los que han recibido a Cristo como su Salvador, son de la clase pobre;  porque la mayor parte de los ricos cuando han sido invitados, han dicho: “Es que no tengo tiempo, tengo tanto trabajo y tengo tantos negocios que tengo que atenderlos, ¿y quién me los va a atender?” Y siempre han estado excusándose, y lo que han estado es perdiendo la bendición de la vida eterna.

Porque ¿de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y pierde su alma? Si pierde su alma ha perdido todo; porque el ser humano es alma viviente. Eso es lo que es el ser humano; por lo tanto, si pierde su alma, se perdió la persona para siempre.

La salvación del alma es lo más importante para la persona. La vida eterna para el alma de la persona es lo más importante. El cuerpo es mortal, corruptible y temporal; por lo tanto, El nos dará otro eterno en el momento señalado por El, pero el alma, el alma es lo que es en realidad la persona; porque la persona es alma viviente. Aunque tiene cuerpo y tiene espíritu; pero lo más importante de la persona es el alma, porque eso es lo que en realidad es la persona, lo demás son cuerpos: el espíritu es un cuerpo de otra dimensión; y el cuerpo físico que tenemos, pues es un cuerpo de esta dimensión terrenal.

Y ahora, ¿de qué le vale al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma? De nada le sirvió. Perdió su alma, ¿y qué recompensa dará el hombre por su alma? Puede ofrecer toda las riquezas que tuvo, pero eso no le sirve, tiene que ser un sacrificio por el pecado, y el único Sacrificio por el pecado lo hizo Jesucristo, nuestro Salvador, el Cordero de Dios, y la persona cuando vive aquí en la Tierra es que tiene la oportunidad de presentarse con ese Sacrificio ante Dios para obtener el perdón de sus pecados, y así recibir la salvación, la vida eterna.

Ahora, podemos ver en esta parábola a los que no atendieron el llamado de Dios en el tiempo que les tocó vivir. Pero también podemos ver cómo se ha estado llenando la Casa de Dios de convidados, pobres, ciegos, cojos; y así por el estilo; o sea, la clase pobre de la humanidad a través  de estas siete etapas o edades de la Iglesia, y también en el tiempo de los apóstoles, allá en la tierra de Israel.

Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como tú mandaste; y aún hay lugar.

Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.

Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.”

Los que fueron convidados al principio y rechazaron, no van a estar en la Cena de las Bodas del Cordero.

Y ahora, luego de transcurridas las siete etapas o edades de la Iglesia, donde han entrado pobres, cojos, y ciegos, o sea, la clase pobre de la humanidad, que ha sido el 75%, 90% de los que han recibido el Evangelio y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, luego de pasadas esas siete edades, el siervo, el Espíritu Santo, dice: “Todavía hay lugar.” Dice al Padre: “Todavía hay lugar.”

Y ahora, el Padre dice: “Ve por los vallados, por los caminos y los vallados, y fuérzalos a entrar.”

Y ahora, a la América Latina y el Caribe, le ha tocado esta parte, para ser los últimos que entrarán a la Casa del Padre celestial, a la Casa de Dios, para la Gran Cena de las Bodas del Cordero.

Y cuando hayan entrado todos los que han de entrar y se llene la Casa, entonces Cristo termina Su Obra de Intercesión en el Cielo, toma el Título de Propiedad, lo abre y hace Su Obra de Reclamo; y resucita a los muertos en Cristo, y a nosotros nos transformará y seremos todos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador. Y luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Con estos cuerpos mortales no podemos ir a la Casa de nuestro Padre Celestial. Pero con el nuevo cuerpo, que será inmortal, incorruptible y glorificado, el cual es inter-dimensional, podremos salir de esta Tierra, e ir a la Casa de nuestro Padre Celestial, como salió Jesús de esta Tierra. Y ahora iremos con El a la Cena de las Bodas del Cordero.

Hemos visto: “LA OBRA DE LOS DIAS POSTREROS.”

Y hemos visto que para el Día Postrero es que Cristo ha prometido que resucitará a los muertos creyentes en El, y nos transformará a nosotros los que vivimos; por lo tanto, El estará trabajando en la Obra del Día Postrero, llamando y juntando Sus escogidos del Día Postrero en la Edad de la Piedra Angular, Edad que le ha tocado a la América Latina y el Caribe.

Y aunque se hayan ido a otras naciones los latinoamericanos y caribeños, si tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, hasta allá les llega el Mensaje. Y es llamado y juntado en la Casa de Dios, en la Iglesia de Jesucristo, es colocado en la Casa de Dios como un hijo o una hija de Dios, por medio de creer en Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo y recibir el Espíritu Santo, y así nace de nuevo en el Reino de Dios, en la Casa de Dios. Así es colocado en la Casa de Dios, en el recogimiento de los escogidos de Dios del Día Postrero, para la Gran Fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. Para lo cual seremos llevados con Cristo a la Casa de nuestro Padre Celestial, en lo que comúnmente en el mundo religioso, cristiano, se le llama: el Rapto de la Iglesia de Jesucristo.

Y ahora, podemos ver LA OBRA DE LOS DÍAS POSTREROS que Dios está llevando a cabo desde los días de Jesús y los apóstoles hasta este tiempo final.

Hemos visto que para este tiempo final Dios tiene grandes bendiciones para nosotros en la América Latina y el Caribe.

¿Pero cómo será que Cristo en Espíritu Santo, estará llamando y juntando a Sus escogidos del Día Postrero, en la Casa de Dios, para que se llene la Casa de Dios en este tiempo final? Apocalipsis, 22 versos 16 al 17, dice:

“Yo Jesús he enviado mi Angel para daros testimonio de estas cosas en las Iglesias.”

¿De qué cosas? De estas cosas que deben suceder. Por lo tanto, este Angel estará diciéndonos que hay todavía lugar en la Casa de Dios. Hay lugar en la Edad de la Piedra Angular, la Edad del Lugar Santísimo del Templo Espiritual de Jesucristo. La Casa de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, y hay lugar en la parte del Lugar Santísimo del Templo Espiritual de Jesucristo; ahí es donde somos colocados en este tiempo final, y esa es la parte más cercana a Dios, la parte más cercana a Cristo, en la Casa de Dios.

Miren, en el templo, ¿dónde estaba Dios en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón? Pues en el lugar santísimo. ¿Dónde estaba el maná colocado en una vasija de oro, en el templo? En el lugar santísimo, dentro del arca del pacto. Y ese es el lugar que corresponde en su materialización a la Edad de la Piedra Angular, en este Día Postrero, en la América Latina y el Caribe.

Por lo tanto, el Espíritu Santo viene en Su Angel Mensajero dando testimonio de todas estas  cosas que deben suceder pronto en este tiempo final.

Cristo dijo en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, con esa Voz de Trompeta:

“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”

Y ahora, ¿dónde vamos a subir? Vamos a subir a la Edad de la Piedra Angular. En este diagrama que el Rvdo. William Branham usó para predicar el mensaje: “La Estatura de un hombre perfecto,” y también usó en otros Mensajes; encontramos que es aquí en la Edad de la Piedra Angular, donde Cristo estará en Espíritu Santo, hablando y llamando y juntando a los invitados del Día Postrero. Así como hizo en las edades pasadas a través del Mensajero que usó en cada edad del pasado.

Y así es como la Casa de Dios se llena de gente, de invitados, para la Gran Fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.

Es aquí en la Edad de la Piedra Angular donde El nos dice: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” O sea, después de estas que ya han sucedido en las siete edades.

Y ahora, para El hablarle a Sus hijos, a Su Iglesia, todas estas cosas que deben suceder pronto, El dice en Apocalipsis 22, verso 6:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas, y el Señor el Dios de los espíritus de los profetas ha enviado su Angel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”

Y ahora, para dar a conocer las cosas que deben suceder pronto, ha enviado Su Angel. Es por medio del Angel del Señor Jesucristo, que Jesucristo estará manifestado en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, llamando y juntando los últimos escogidos de Dios para que se llene la Casa de Dios, para que se llene el lugar que todavía quedaba vacío.

Y ahora, nos ha tocado a nosotros la bendición de ser el territorio donde El hace el llamado final en la Obra de los Días Postreros.

Y ahora, en la Obra de los Días Postreros nos ha tocado el Día Postrero y el llamado Postrero y el Mensajero Postrero del Señor Jesucristo, que es el Angel del Señor Jesucristo, para Cristo llevar a cabo la Obra del Día Postrero, con los latinoamericanos y entre los latinoamericanos, y llenar Su Casa de invitados en este tiempo final.

Con piedras vivas, seres humanos vivos, El completa la Obra de los Días Postreros, completa Su Iglesia, que es la Obra monumental de Jesucristo, desde que El ascendió al Cielo; esa es la Obra que El está haciendo para Dios: creando una Nueva Raza.

Y ahora, hemos visto el orden para la Creación de esta Nueva Raza. El es nuestro Hermano Mayor. El es el que tiene a cargo la Obra de los Días Postreros, Obra que comenzó en los Días de Jesucristo, y continúa en este tiempo final.

“LA OBRA DE LOS DIAS POSTREROS.”

Y ahora, en la Obra de los Días Postreros nos encontramos en la etapa que corona toda esa Obra, la etapa de corona, la etapa de la Edad de la Piedra Angular; en donde estarán las personas que estando vivas serán transformados sin ver muerte, y obtendrán la inmortalidad física, obtendrán la transformación de sus cuerpos, y por consiguiente obtendrán la herencia física de tener un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible; y obtendrán la glorificación, seremos glorificados y tendremos un cuerpo glorificado como el de nuestro amado Señor Jesucristo.

Todo esto está en el Programa de la Obra de los Días Postreros de Jesucristo.

“LA OBRA DE JESUCRISTO DE LOS DIAS POSTREROS.” Hemos visto que es la Creación de Su Iglesia, la creación de una Nueva Raza que será igual a El; pues El es la Cabeza de esa Nueva raza. El es el Segundo Adán, y Sus descendientes son los descendientes del Segundo Adán con vida eterna.

“LA OBRA DE LOS DIAS POSTREROS.”

Y para dar testimonio de esta Obra de los Días Postreros en este tiempo final, Jesucristo envía Su Angel para dar testimonio de estas cosas que deben suceder pronto, en la Obra de los Días Postreros.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de la Obra de los Días Postreros, que Jesucristo nuestro amado Salvador, está llevando a cabo ya hace dos mil años aproximadamente. Y ahora entramos al Día Postrero, tercer milenio de Cristo hacia acá, en donde la Obra de los Días Postreros, que Cristo está llevando a cabo, la está llevando a cabo ¿en dónde? En la América Latina y el Caribe.

Vean la parte que nos ha tocado en la Obra de Jesucristo, de los Días Postreros, en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, en la creación de una Nueva Raza, con vida eterna.

Toda persona que no ha entrado a la Casa de Dios, que no ha entrado a la Obra de Jesucristo de los Días Postreros, puede entrar. Si oye Su Voz, y si escuchas hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, abre tu corazón; y dile a Cristo: “Yo deseo la salvación, yo deseo perdones mis pecados, porque reconozco que soy pecador, deseo me perdones, estoy arrepentido de mis pecados, deseo me laves con Tu Sangre Preciosa, deseo limpies mi alma con Tu Sangre Preciosa, deseo ser bautizado en Tu Nombre y deseo que me des Tu Espíritu Santo. Deseo el Bautismo de Tu Espíritu Santo, para así obtener el nuevo nacimiento; por lo tanto, deseo nacer de nuevo, nacer en el Reino de Dios con vida eterna.”

Y Cristo le concederá la petición de su corazón, porque para eso Cristo murió por nosotros en la Cruz del Calvario, para que todo aquel que en El cree no se pierda, más tenga vida eterna.

Toda persona que quiere que lo recordemos en oración, para que Cristo salve su alma, puede levantar su mano; y le vamos a pedir al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín pase por aquí, para que así ore por todas estas personas que tendrán sus manos levantadas al cielo.

Mientras escuchamos el cántico del Hombre que me transformó, el cual transformará a todo aquel que en El cree, meditamos en nuestras almas, en nuestros corazones, mientras escuchamos una sola vez este cántico; y pasa el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por cada uno de ustedes que tendrán sus manos levantadas a Cristo, al Cielo, para que El salve sus almas en esta ocasión.

“LA OBRA DE LOS DIAS POSTREROS.”

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