Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Catemaco, República Mexicana; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual quiero leer en San Juan, capítulo 14, verso 6… podemos comenzar en el verso 1; capítulo 14, verso 1 al 6, donde dice el mismo Jesús:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues podemos saber el camino?
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí.”
Nuestro tema es: “EL CAMINO BIEN SEÑALADO ó UN CAMINO BIEN SEÑALADO.”
Siendo que Jesucristo da testimonio y nos dice que El es el Camino, que El es la Vida y que El es la Verdad, el Camino, la Verdad y la Vida, y que nadie viene al Padre sino por El, y toda persona desea llegar al Padre Celestial porque desea vivir eternamente. Y toda persona ha deseado llegar a la Casa de Dios, llegar al cielo y encontrarse con Dios.
Y la ciencia por medio de sus descubrimientos científicos ha enviado astronautas a la luna y a otros planetas, pero todavía no ha podido enviar uno a la Casa de Dios, ¿por qué? Porque no conoce el camino para enviarlo a la Casa de Dios. Pero el camino es Cristo. Solamente por medio de Cristo es que nosotros podemos llegar a Dios. “Nadie viene al Padre, sino por mi.”
Y ahora, para ser restaurados a la vida eterna y así ser reconciliados con Dios, se requiere tener a Jesucristo, se requiere tomar el Camino, que es Jesucristo nuestro Salvador, el único Camino que nos lleva a Dios, al Padre Celestial, y el único que es la Vida Eterna; por lo tanto, nos lleva a la Vida Eterna.
Y El es la Verdad, por lo tanto, no hay otra Verdad. Hay muchas religiones orientales y de otras naciones también, que han basado su fe en un líder que murió y no ha resucitado, y lo que les ha enseñado es pura filosofía a su gente; esas personas no tienen esperanza de una vida eterna, esas personas no tienen esperanza de llegar al Padre Celestial, esas personas no tienen esperanza de una resurrección en cuerpos eternos para vivir por toda la eternidad con Dios, con Jesucristo, pues no conocen el Camino, la Verdad y la Vida, que es Jesucristo.
Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida tiene un Programa en el cual El nos da vida eterna por medio de creer en nuestro amado Señor Jesucristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir el Espíritu Santo, y así recibimos el nuevo nacimiento, así nacemos de nuevo del agua y del espíritu, nacemos en la Casa de Dios, la Iglesia de Jesucristo con vida eterna, se opera un nuevo nacimiento; y así como nosotros hemos nacido en esta tierra por medio de nuestros padres terrenales, ahora obtenemos un nuevo nacimiento del cual le habló Cristo a Nicodemo para poder entrar al Reino de Dios o Reino de los cielos, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, al nacer en la Iglesia de Jesucristo por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre, recibir Su Espíritu Santo, obtenemos un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical de la sexta dimensión, o sea, del Paraíso que es la sexta dimensión; ese cuerpo angelical igual al que tienen los ángeles, igual al cuerpo teofánico o angelical que Jesucristo tiene, y en el cual le apareció a los profetas del Antiguo Testamento, por lo cual El podía decir estas palabras que dijo a los judíos en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58, cuando dijo:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día, lo vio y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuentas años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese yo soy.”
Tremenda revelación que está dándole aquí de Su existencia antes de venir en el cuerpo de carne llamado Jesús, entonces pensaban que Jesús estaba loco o que estaba El hablando cosas que eran solamente para hacerse grande delante de ellos. Y dice:
“Y tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió, y salió del templo, y atravesando por en medio de ellos se fue.”
Pues con gente no pueden comprender esos misterios del Reino de Dios, no se puede hablar; no se puede hablar cosas importantes, cosas grandes, cosas del Reino de Dios, con gente que solamente entienden las cosas terrenales, y hasta las entienden mal.
Ahora, vean ustedes, Cristo a Nicodemo le había dicho: “Si yo te he dicho cosas terrenales, (cuando le habló del nuevo nacimiento), y no las puedes recibir, ¿cómo creerás si te hablo las cosas celestiales?”
Y ahora, en el Programa Divino las cosas celestiales que son habladas en términos celestiales, las personas en su mayoría no pueden comprenderlas. Por eso Jesús usaba parábolas y comparaba las cosas celestiales con cosas terrenales como árboles, peces, paloma y también león o leones, y cosas así, y estrellas, la luna y el sol. En esa forma El traía una revelación divina de cosas celestiales, usando cosas terrenales.
Vean cómo comparó a los hijos e hijas de Dios que vienen del cielo, como Jesucristo, el Hijo de Dios, vino del cielo; comparó con la planta de trigo y el fruto de la planta de trigo que son los granos de trigo, comparó a los hijos e hijas de Dios, los hijos del reino; y El mismo Cristo se comparó con un grano de trigo; eso está en San Juan, capítulo 12, verso 24.
Vean, una persona tan importante, el Hombre más grande que ha pisado este planeta Tierra, se compara con una cosa pequeñita, con un grano de trigo.
Miren en San Juan, capítulo 12, versos 23 al 26 —digamos—, dice:
“Jesús les respondió diciendo: Ahora ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo. Pero si muere, mucho fruto lleva.
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.
Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor.
Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
Ahora, vean la garantía que tienen todos los que sirven a Jesucristo: estará con Jesucristo donde El esté por el milenio y por toda la eternidad. Y nuestro Padre Celestial honrará a toda persona que sirve a Jesucristo, y la persona vivirá por toda la eternidad en un cuerpo glorificado, así como Jesucristo tiene un cuerpo glorificado. Jesucristo fue glorificado, y ahora toda persona que sirve a Cristo será glorificada también, o sea, que será transformada si permanece vivo hasta que los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos, en cuerpos glorificados.
Hay tres clases de cuerpos, los cuales son el cuerpo de carne que nosotros tenemos, el cual es mortal y el cual es llamado también en la Biblia y por los científicos: cuerpo animal. El otro cuerpo es el cuerpo angelical, el que tienen los ángeles, ese es el cuerpo teofánico; ese cuerpo teofánico es llamado también el espíritu; y los que no sirven a Dios, y aún cuando la persona nace en esta Tierra obtiene un cuerpo mortal, corruptible y temporal, y también recibe un espíritu del mundo, o sea, un cuerpo espiritual de la quinta dimensión, y por eso se requiere creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre, y recibir el Espíritu Santo, para así recibir el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento y así obtener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de la dimensión que se llama el Paraíso, esa es la dimensión de los ángeles de Dios.
Y toda persona que sirve a Cristo, que ha sido bautizada en Su Nombre y ha recibido Su Espíritu Santo tiene un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical de la sexta dimensión. Pues cuando una persona nace, pues recibe un cuerpo, cuando nació aquí en la Tierra recibió un cuerpo físico y recibió también un cuerpo espiritual llamado espíritu, un espíritu del mundo.
Y ahora, con el nuevo nacimiento recibe un espíritu, o sea, un cuerpo espiritual de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión, el cual no tiene carne ni huesos como nosotros tenemos en este cuerpo, porque es de otra dimensión, y no necesita comer ni dormir tampoco ni trabajar tampoco, en esa clase de cuerpo es que están los que sirven a Cristo y sus días aquí en la Tierra terminaron y murió su cuerpo físico, pues ellos continúan viviendo en ese cuerpo teofánico, ese cuerpo angelical, que también es llamado el ángel del Señor que acampa en derredor de los que le temen y los defiende.
Cada Cristiano tiene un ángel, un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical de la sexta dimensión. Y así es como comienza esa nueva creación de los Hijos e Hijas de Dios, obteniendo un cuerpo teofánico de la sexta dimensión primeramente; y en el Día Postrero en adición recibiremos el cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.
Hemos visto tres clases de cuerpos: el cuerpo físico de carne, mortal, corruptible y temporal que tenemos; el cuerpo angelical que es el espíritu teofánico que recibimos cuando hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, lavado nuestros pecados en Su Sangre y bautizados en Su Nombre, y hemos recibido Su Espíritu Santo; y así recibimos un espíritu, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión.
Y luego, el tercer cuerpo es el cuerpo glorificado, esa es la clase de cuerpo más importante, esa es la clase de cuerpo que tiene el nivel más alto de todos los cuerpos.
Cuando Jesucristo resucitó, resucitó y Su cuerpo fue glorificado, y por eso ustedes pueden ver que ni Sus discípulos, los hombres, los apóstoles, ni María Magdalena ni las demás, lo conocían, aunque estaba allí con ellos. María Magdalena cuando lo vio creyó que era el que se encargaba de cuidar allí en el lugar donde estaba la tumba, el jardinero (pero era Jesús).
Vean, María Magdalena está muy triste… vean aquí, cuando ella fue al sepulcro, dice en el capítulo 20, verso 11 en adelante de San Juan:
“Pero María Magdalena estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro,
y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no se dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; más no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? (y vean, le está hablando Jesús a ella y todavía no conoce la voz de Jesús, ni conoce la apariencia de Jesús). Ella, pensaba que era el hortelano (o sea, el que estaba a cargo de cuidar el área y tener las flores bonitas, y tener toda el área bien arreglada), le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, (que quiere decir: Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; más ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que El le había dicho estas cosas.”
Ahora, podemos ver que ni los hombres ni las mujeres, ni los hombres ni las mujeres que eran discípulos de Jesucristo pudieron conocerle cuando fue resucitado, hubo un cambio en El.
Y ahora, el que no tenía Sangre, porque Su Sangre había sido derramada en la Cruz del calvario, y si le quedó, le quedó muy poca, y el que había sido desfigurado de tantos golpes que le dieron y había sido maltratado; ahora estaba resucitado y se veía bien y no lo podían conocer.
Aún los discípulos que iban camino a Emaús, a los cuales Jesús se acercó y los cuales iban hablando acerca de lo que había sucedido, estaban hablando acerca de Jesús. Y El les dice: “¿Qué pláticas son esas que ustedes llevan?” Y le preguntan a El: “¿Eres tú el único extranjero aquí que no sabe lo que ha sucedido acerca de Jesús de Nazaret? Varón aprobado de Dios, con señales, maravillas y milagros, y poderoso en palabras también, al cual condenaron y crucificaron los príncipes de aquí de Israel, los príncipes de la religión hebrea —en términos generales eso es de lo que están hablando con Jesús ahora ellos.—”
Y ahora, El sigue hablándole y preguntándole a ellos, y luego comienza a hablarle a ellos y a censurar a ellos la incredulidad, porque no habían creído lo que Jesús les había dicho, que al tercer día El se levantaría.
Y ahora ellos le dicen: “Pero hemos escuchado las noticias de que unas mujeres dijeron que Jesús había resucitado, y que ellas lo habían visto.” Pero con todo y eso ellos no creían, ellos pensaban que eso era una locura estar pensando que había resucitado. Pero Jesús siguió con ellos y estuvo citándoles todas las Escrituras del Antiguo Testamento, todas las Escrituras que hablaban de El, y se las citaba en tal forma que les llegaba hasta lo profundo del alma, y era como un fuego esa Palabra que Jesús les hablaba.
Cuando llegan a Emaús, ya el sol había caído (eso quiere decir que eran de 4:00 a 5:00 de la tarde, donde ya el sol ha bajado y ya faltaba un poco para oscurecer). Y ellos, pues llegan al lugar donde querían quedarse en esa noche, pero Jesús hace como que va continuar su camino, y ellos le dicen: “No, no te vayas, quédate con nosotros que ya va a oscurecer, ya ha caído el sol, ya ha caído la tarde, y ya oscurece, quédate con nosotros.” Ellos querían que Jesús continuara hablándole a ellos acerca de la Palabra prometida para aquel tiempo, que continuara hablándole del Mesías y de todas esas promesas bíblicas que hablaban del Mesías; y El entonces acepta la invitación, y cuando llega la hora de la cena traen pan, sirven la cena, y Jesús todavía no había sido reconocido por estos caminantes de Emaús que eran discípulos de Jesucristo.
Y ahora, cuando llega el momento de dar gracias por los alimentos para comer (porque se debe dar gracias por los alimentos antes de comer), Jesús levantando los ojos al cielo tomó el pan, bendijo y partió y dio a ellos; y entonces se dieron cuenta que era Jesús. De seguro lo hizo en la misma forma que lo hacía siempre cuando cenaban juntos.
Y ahora, cuando se dan cuenta que Jesús, aunque su apariencia no la habían conocido, ¿por qué? porque había sido glorificado.
Y ahora, cuando nosotros seamos glorificados la apariencia nuestra cambiará. Si la persona tiene 60 ó 70 ò 80 años, cuando sea glorificado es cuando sea transformado, y entonces tendrá un nuevo cuerpo, y ya no va ser un anciano, sino que va ser una persona joven que representará de 18 a 21 años de edad.
¿Y quién va a reconocer que esa persona joven es aquel ancianito que tenía 70 ó tenía 80 años? Pasaría lo mismo que pasó cuando Jesús resucitó. Y cuando los muertos en Cristo resuciten, si es un familiar nuestro y era un ancianito o una ancianita, pues no estén esperando que cuando resucite sea un ancianita o un ancianito, resucitará en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y jovencito que representará de 18 a 21 años de edad. Esa es la clase de cuerpo más importante que hay, esa es la clase de cuerpo del nivel más alto que hay, y esa es la clase de cuerpo de Jesucristo, resucitado y glorificado, y esa es la clase de cuerpo que cada uno de ustedes y yo también hemos de tener, y los muertos en Cristo cuando resuciten. Con esa clase de cuerpo Jesucristo ascendió al cielo y se sentó en el Trono de Dios, con esa clase de cuerpo no hay limitaciones.
Vean, El podía entrar a donde estaban los discípulos, los cuales por miedo a los judíos estaban con las puertas cerradas; pero Jesús pasó, aún estando las puertas cerradas pasó a través de la pared y estuvo con ellos, y ellos se asustaron y dijeron: “Es un espíritu; es un espíritu, porque solamente un espíritu puede pasar a través de las paredes, porque tenemos las puertas cerradas, ¿cómo entró para estar con nosotros aquí?” Y ellos estaban muy preocupados.
Y ahora, Jesús les dice: “No, yo no soy un espíritu. El espíritu no tiene carne ni tiene huesos, como ustedes ven que yo tengo.” Y entonces les dice a ellos: “¿Tienen algo de comer ustedes?” Y le trajeron un pedazo de pescado y también le trajeron un pedazo de miel o un panal de miel, que comió delante de ellos; porque en el cuerpo glorificado se puede comer; en el cuerpo teofánico que es un cuerpo angelical, lo cual es llamado espíritu, en ese cuerpo no se come.
Y ahora, vean ustedes el porqué cuando el Rvdo. William Branham visitó a los convertidos de él que habían partido y que eran millones, ellos le dicen: “Aquí nosotros ni comemos ni dormimos ni trabajamos, pero cuando nosotros regresemos a la Tierra nosotros tomaremos un cuerpo (eso será un cuerpo glorificado y eterno).” O sea, que van a venir a la Tierra, van a resucitar en un cuerpo glorificado. Y dijeron: “Y entonces nosotros comeremos.” ¿Por qué? Porque en el cuerpo glorificado se puede comer. Y entonces ellos tendrán la misma clase de cuerpo que tiene Jesucristo, un cuerpo glorificado.
Y nosotros seremos transformados cuando los muertos en Cristo resuciten, y entonces tendremos también un cuerpo glorificado; podremos comer en ese cuerpo, pero también podremos estar sin comer todo el tiempo que deseemos estar. Y con ese cuerpo glorificado Jesucristo ascendió al cielo; no necesitó ir al aeropuerto, y más en aquellos días no tenían aeropuerto porque no tenían aviones. Pero no necesitó un avión ni un cohete, sino que ascendió al cielo y una nube le quitó de la vista de ellos. ¿Y a dónde fue (se desapareció)? A la Casa de nuestro Padre Celestial, a la séptima dimensión, fue y se sentó en el Trono de Dios, ascendió al Padre, porque en ese cuerpo teofánico, en el cuerpo teofánico teniendo también el cuerpo glorificado, los cuales son dos cuerpos: uno espiritual de la sexta dimensión y el otro literal, físico, pero glorificado. Una persona teniendo esas dos clases de cuerpo no tiene limitaciones, y puede pasar de una dimensión a otra dimensión.
Por eso Jesús cuando estuvo con los caminantes de Emaús, luego que lo reconocieron se desapareció de la vista de ellos. Y también cuando estuvo con los demás apóstoles y le dieron de comer y comió delante de ellos, luego se desapareció de la vista de ellos, pasó de una dimensión a otra dimensión; porque en el cuerpo glorificado no hay limitaciones de dimensiones. En el cuerpo glorificado se puede ir de una dimensión a otra dimensión.
Por eso Jesús cuando tuvo que ascender al cielo, pues ascendió al cielo sin ningún problema y desapareció. Por eso es que los que van a ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero necesitan esa clase de cuerpo, un cuerpo glorificado, para poder ir a la Casa de nuestro Padre Celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero. Y El nos dará esa vestidura, ese cuerpo nuevo, ese cuerpo glorificado.
Y ahora, el Camino para ir a la Casa de nuestro Padre Celestial es nuestro amado Señor Jesucristo. El es el Camino, la Verdad y la Vida, El es la Vida Eterna. Solamente por medio de El es que podemos obtener la vida eterna, por medio de El es que podemos obtener el perdón de nuestros pecados, y podemos obtener el Espíritu Santo, y así obtener el nuevo nacimiento y obtener el cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y luego cuando resuciten los muertos en Cristo, entonces obtener el cuerpo glorificado, porque los que estamos vivos y permanezcamos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten, pues seremos transformados y obtendremos ese nuevo cuerpo, el cuerpo más glorioso de todos los cuerpos.
Ahora, San Pablo cuando nos habla de los diferentes cuerpos en Primera de Corintios, capítulo 15, nos dice de la siguiente manera… y quiero leerles capítulo 15 de Primera de Corintios, versos 42 en adelante. dice:
“Así también es la resurrección de los muertos: Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción…”
O sea, que se siembra en un cuerpo mortal, corruptible y temporal, que es el que tenemos, y luego se resucitará ¿cómo? Dice San Pablo: “Se resucitará en incorrupción,” se resucitará en un cuerpo incorruptible, inmortal y glorificado; no todas las personas, sino los que han creído en Cristo como su Salvador y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han sido bautizados en Su Nombre, y han recibido Su Espíritu Santo y por consiguiente han recibido el nuevo nacimiento.
“Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual (¿Ven? Este cuerpo que tenemos es cuerpo animal. Pero el que El nos va dar es el cuerpo glorificado, cuerpo espiritual). Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
Más lo espiritual no es primero, sino lo animal, luego lo espiritual.”
Primero obtenemos el cuerpo animal, mortal, corruptible y temporal, para en esta Tierra recibir a Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en Su Sangre y ser bautizados en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo y así recibir el nuevo nacimiento; para luego poder obtener el cuerpo celestial, el cuerpo glorificado, ese cuerpo eterno y jovencito para toda la eternidad.
Pero las personas que no aprovechan el tiempo que Dios les ha dado para vivir en esta Tierra y hacer contacto con Cristo, que es la vida eterna, y obtener el perdón de sus pecados y obtener el nuevo nacimiento y ser así reconciliados con Dios, pues perdieron su tiempo viviendo aquí en la Tierra, porque se ocuparon de las cosas materiales, cosas terrenales; pero no se ocuparon de buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia.
Lo primero es el Reino de Dios y Su justicia para todo ser humano que nace en este planeta Tierra.
Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?” ¿De qué le sirve? No le sirve de nada vivir en esta Tierra y no buscar el Reino de Dios para que su alma se salve y pueda vivir eternamente en un nuevo cuerpo.
El ser humano es cuerpo, que es lo que vemos; es espíritu, que es el cuerpo espiritual; y es alma. Lo más importante del ser humano es el alma, porque eso es lo que es el ser humano: Alma. Pero Dios le ha dado un cuerpo espiritual de otra dimensión y le ha dado un cuerpo físico de esta dimensión, para que se manifieste en esta Tierra y reciba a Cristo como su Salvador, para que así su alma no se pierda, sino que pueda vivir eternamente.
Por eso es que en San Juan, capítulo 3 nos dice… versos 12 en adelante, dice:
“Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.
El que en El cree no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado; porque no ha creído en el Unigénito Hijo De Dios.”
Y ahora, vean ustedes, por no creer la persona es condenada y su alma no podrá vivir eternamente, será juzgada la persona en el juicio final en el Trono Blanco, donde Cristo lo juzgará como Juez; y será condenado y echado al lago de fuego que es la muerte segunda. Y estará por una cantidad de años, o cientos de años o miles de años, hasta que se cumpla el tiempo de sentencia que Cristo le dará, y luego desaparecerá. Será echado en el lago de fuego, en cuerpo, en espíritu y en alma, por cierta cantidad de tiempo, y luego dejará de existir; porque en alma, espíritu y cuerpo, será destruido.
Cristo dijo en una ocasión: “No temáis a los que pueden matar el cuerpo y después no pueden matar el espíritu y el alma, temed a Aquel que puede matar el cuerpo y el alma en el infierno.” Y ese es Dios el que lo puede matar a la persona en cuerpo, en espíritu y en alma, condenándolo y echándolo al lago de fuego.
Y ahora vean que solamente el ser humano puede hacer una de dos cosas: o creer y salvar su alma, para que no deje de existir, sino que pueda vivir en un cuerpo eterno con Cristo; o no creer para ser condenado y ser echado al lago de fuego y dejar de existir para siempre. Y habiendo tenido la oportunidad de vivir eternamente, la persona si pierde esa oportunidad, pues no tendrá otra oportunidad.
Si la persona pierde esa oportunidad, pues una persona que no amó su alma, no se amó a sí mismo, no amó su alma y fue mezquina consigo misma. Pudo haberle dado, o pudo haberse dado muchos placeres terrenales, pudo haber vivido económicamente bien como un hombre rico; pero si no se ocupó de buscar el Reino de Dios, ¿qué sucedió? Se olvidó de su alma. ¿De qué le vale al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma? De nada le sirvió ser un ser humano que vivió en la Tierra. Vivió como cualquier animal de la Tierra, en un cuerpo animal (como dice San Pablo que es el cuerpo que nosotros tenemos); pero tenemos que tener una mentalidad celestial, que pensemos y busquemos primeramente el Reino de Dios y Su justicia.
Cristo dijo: “Cuando ustedes vean suceder estas cosas (las señales que El dio para identificar el fin del siglo)…” Dijo: “Levantad vuestras cabezas porque vuestra Redención está cerca, o sea, vuestra transformación está cerca, ¿para qué? Para recibir el cuerpo glorificado, el cuerpo eterno y jovencito, para vivir por toda la eternidad con Jesucristo en el Reino de Dios.
Y ahora, todas las señales que El dijo que estarían siendo vistas en el Día Postrero, en el fin del siglo, las estamos viendo nosotros.
Por lo tanto, es tiempo que toda persona tenga su cabeza levantada al cielo a y las cosas del cielo, a las cosas de Dios; porque nuestra Redención, que es la Redención del cuerpo, o sea, nuestra transformación, está cerca, está cerca para recibir pronto un cuerpo glorificado, la clase de cuerpo más importante, más grande, y más sublime que una persona pueda tener. Y esa es la clase de cuerpo que tiene Jesucristo, y esa es la clase de cuerpo que El nos dará a todos nosotros; porque El nos hará a Su imagen y a Su semejanza. Su imagen es el cuerpo teofánico de la sexta dimensión y Su semejanza es el cuerpo físico, eterno y glorificado. Y seremos todos iguales a Jesucristo con un cuerpo glorificado y jovencito para toda la eternidad.
Y ahora, podemos ver que El es el único Camino, el Camino que está bien señalado como el Camino que nos lleva al Padre celestial, no busque otro camino, es Jesucristo el Camino, es Jesucristo la Verdad, la única Verdad, y es Jesucristo la Vida, la Vida Eterna. No busque la vida eterna en otra forma, está en Jesucristo.
Y el que creyere y fuere bautizado, ¿qué dice el mismo Jesucristo en San Marcos, el Evangelio según San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo. Más el que no creyere será condenado.”
O sea, que hay solamente dos cosas que el ser humano puede hacer: o creer y ser salvo, o no creer y ser condenado. El que no cree ya es condenado. El que no cree, pues tiene algo seguro, y es el infierno, el lago de fuego, donde será echado y será destruido, será aniquilado y dejará de existir.
Y ahora, vean ustedes, si uno se pone a pensar que es un ser humano que está consciente de que existe y que va a dejar de existir y que la única forma de continuar viviendo para toda la eternidad es por medio de Jesucristo, cuando la persona se pone a meditar así, miren, despierta a la realidad y busca a Jesucristo, recibe a Cristo como su Salvador, y dice: “No hay otro camino, no hay otra verdad, no hay otra vida, es Jesucristo.” Su alma se llena de regocijo, su alma despierta. Cuando la persona no ha recibido a Cristo como su Salvador, aunque la persona esté despierta físicamente, su alma está dormida.
Por eso es que San Pablo en su carta a los Efesios, en el capítulo 5, verso 14, dice:
“Por lo cual dice: Despiértate tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.” Y ese es un despertamiento acá en el alma, en el corazón.
Hay personas que están despiertas físicamente, pero su alma está dormida, y necesita un despertamiento espiritual, un despertamiento allá en lo profundo de su alma, para poder estar despierto y ver el Programa Divino y ver el Camino al Padre, el Camino a la vida eterna, que es Jesucristo. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre, sino por mí.” Dijo nuestro amado Señor Jesucristo en San Juan, capítulo 14, verso 6.
El es el Verdadero Camino para llegar a la Casa de nuestro Padre Celestial, El es la única Verdad, y El es la única Vida, la única vida eterna.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por El fueron hechas, y sin El nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Vean donde está la vida. ¿Por qué? Porque Jesucristo es la Vida.
Dice:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.”
El Verbo que era con Dios, que es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, el cual es el mismo Señor Jesucristo pero en Su cuerpo teofánico o angelical de la sexta dimensión. Ese Angel de Jehová que le apareció a los profetas, que apareció a Abraham, a Isaac, a Jacob y también le apareció al profeta Moisés; y cuando le apareció al profeta Moisés en el capítulo 3 del Exodo, le dijo: “Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Ese es nada menos que Jesucristo nuestro Salvador. Por eso podía decir: “Antes que Abraham fuese Yo Soy.” El dijo: Abraham deseó ver mi día, lo vio y se gozó. Y cuando le dicen: “¿No tienes cincuenta años y dices que has visto a Abraham?” El dice: “Antes que Abraham fuese Yo Soy.”
Y ahora, ¿por qué era antes que Abraham? Porque El es el Verbo que era con Dios y era Dios. Es el mismo Jesucristo en Su cuerpo teofánico, Su cuerpo angelical, llamado el Angel de Jehová, el que libertó al pueblo hebreo.
Vean quién fue el que libertó al pueblo hebreo: fue nuestro amado Señor Jesucristo estando en Su cuerpo teofánico. Y por eso es que Jesucristo es también nuestro Libertador. El vean ustedes, dice: “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os libertará.”
Y ahora, Cristo es nuestro Libertador, que nos liberta; como libertó al pueblo hebreo del imperio del faraón, nos liberta del imperio del faraón, el diablo, que ha esclavizado a todos los hijos de Dios desde la caída del ser humano en el huerto del Edén.
Y ahora, esa liberación primero es espiritual, en donde nos liberta y nos da un cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y en el Día Postrero en adición nos dará una liberación física, nos libertará de esta situación mortal, corruptible y temporal y nos hará inmortales, dándonos un cuerpo glorificado, un cuerpo eterno, inmortal, e incorruptible.
Ahora, continuamos leyendo lo que nos dice San Pablo en Primera de Corintios. Nos habíamos detenido para pasar a otras Escrituras. Ahora, continuemos, dice:
“Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente, y el postrer Adán, espíritu vivificante.
Más lo espiritual no es primero, sino lo animal, luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal.
El segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
Cual el terrenal tales también los terrenales, y cual el celestial tales también los celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
O sea, la imagen de Jesucristo nuestro Salvador. Y así es como seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. El es el Segundo Adán.
Y ahora, cuando hemos nacido en la Tierra, hemos nacido como descendientes del primer Adán, y por eso hemos obtenido un cuerpo mortal, corruptible y temporal y un espíritu del mundo en la permisiva voluntad de Dios, para nosotros identificarnos con Cristo aquí en la Tierra y recibirlo como nuestro Salvador; y así nosotros confirmar nuestro lugar en la vida eterna.
El que no confirma su lugar en la vida eterna, cuando viene a este planeta Tierra, lo cual se hace recibiendo a Cristo como su Salvador, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo, siendo bautizado en Su Nombre y recibiendo el Espíritu Santo, y así obteniendo el nuevo nacimiento. El que no confirma su lugar en la vida eterna con Cristo, pues perdió la oportunidad de vida eterna. “El que no cree ya es condenado, más el que cree tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida (a vida eterna).” Ya tiene vida eterna. Y en el Día Postrero recibirá el cuerpo físico, eterno, inmortal e incorruptible para vivir por toda la eternidad, físicamente también, pero en un cuerpo glorificado.
Sigue diciendo San Pablo, vean ustedes, cuando nos dice:
“Así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del Celestial.”
Por cuanto Cristo es el Segundo Adán, ahora por medio del nuevo nacimiento somos hechos como el Segundo Adán. Primero somos nacidos de nuevo y recibimos el cuerpo teofánico que es el espíritu teofánico de la sexta dimensión; o sea, que todo ese Programa de la nueva creación comienza en un campo espiritual.
Y vean ustedes, Cristo dice que el que cree no es condenado, sino que ha pasado de muerte a vida; y sin embargo la persona cuando le llega cierta cantidad de años se muere físicamente, pero tiene vida eterna y va a vivir en el cuerpo teofánico a la sexta dimensión. Y para el Día Postrero es que recibirá el cuerpo físico y eterno, y recibirá vida eterna física también; pero ya confirmó su lugar en la vida eterna con Cristo.
Cristo tiene el Título de Propiedad, por lo tanto Cristo tiene los nombres de todos los que están escritos en ese Título de Propiedad, que es el Libro de la Vida del Cordero, el Libro de los Siete sellos de Apocalipsis, capitulo 5 y Apocalipsis, capítulo 10.
Por eso es que en San Juan, capítulo 10, El dice que El conoce Sus ovejas, y que El las llama por Su Nombre, y que Sus ovejas oyen Su Voz, y que también tiene otras ovejas que no son de aquel Redil hebreo, sino que son de entre los gentiles, las cuales también El debe llamar, y dice: “Oirán Su Voz, y habrá un Rebaño y un Pastor.”
Y eso es lo que El ha estado haciendo: llamando esas ovejas de etapa en etapa, de edad en edad. Para eso es que se predica el Evangelio y se da a conocer que Cristo murió en la Cruz del Calvario por todos nosotros, se da a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario para nuestra salvación, para ser reconciliados con Dios; es aquí donde tenemos que ser reconciliados con Dios para poder vivir también por toda la eternidad. Y todo el mundo quiere vivir con Dios por toda la eternidad, pero recuerden, hay un solo Camino. “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí.” El que no ha tomado ese Camino que es Cristo, no puede esperar morir y después resucitar y ser llevado a la Casa de nuestro Padre Celestial para vivir por toda la eternidad. Si no tomó el Camino que lleva a la vida eterna, pues no podrá vivir eternamente; si no tomó el Camino que lleva a la Casa de nuestro Padre Celestial, no podrá vivir en la Casa de nuestro Padre Celestial eternamente.
Por lo tanto, a todo ser humano le conviene tomar el camino que nos lleva a la Casa de nuestro Padre Celestial, y por consiguiente nos lleva a la vida eterna, porque ese Camino es también es la vida eterna, y ese camino también es la verdad; porque ese Camino, esa Verdad y esa Vida Eterna se llama nuestro amado Señor Jesucristo.
Y ahora, tenemos el Camino, la Verdad y la Vida, personificados en Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora podemos comer del Arbol de la Vida que es Jesucristo nuestro Salvador, para vivir eternamente.
“UN CAMINO BIEN SEÑALADO.”
Está bien señalado por todos lados en la Escritura. El es el cumplimiento de la promesa de la Venida del Mesías para darnos vida eterna, para reconciliarnos con Dios y poder todos vivir eternamente con Dios, con Jesucristo, en un cuerpo glorificado. El es el único Camino que está bien señalado.
Les he dado testimonio de “UN CAMINO BIEN SEÑALADO.” Y ese Camino bien señalado se llama nuestro amado Señor Jesucristo.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche dándoles testimonio de: “UN CAMINO BIEN SEÑALADO.” Jesucristo nuestro Salvador es ese Camino bien señalado. Está bien señalado por el Padre, está bien señalado por las Escrituras, está bien señalado por los apóstoles, está bien señalado por los mensajeros de las diferentes edades, y está bien señalado por el Evangelio.
Y ahora, cuando recibimos a Cristo y caminamos en Cristo, hemos recibido el Camino que nos lleva al Padre Celestial, el Camino de la Vida, y viviremos por toda la eternidad con nuestro Padre Celestial.
Ha sido para mí un privilegio estar con ustedes en esta noche dándoles testimonio de ese Camino que está bien señalado.
Mientras escuchamos el cántico de Erica y América que nos habla del Hombre que nos transformó, de ese Hombre que es el Camino que está bien señalado como el Camino al Padre y la vida eterna y la verdad, pasará el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes. Y si no nos vemos aquí en esta Tierra, en estos cuerpos mortales de nuevo, nos veremos en la eternidad con el cuerpo nuevo y en el cuerpo nuevo, eterno, inmortal e incorruptible; o sea, que nos continuaremos viendo todo el tiempo. Por lo tanto, estén en el Camino que nos lleva a la Casa del Padre Celestial: estén en Cristo nuestro Salvador.
Mientras escuchamos el cántico que nos habla del Hombre que nos transformó, nos transformó interiormente y nos transformará físicamente también. Ese Hombre es Jesucristo nuestro Salvador; escuchemos y también todos podemos cantar {El Hno. William canta junto con la congregación: “Salmo 21,” – Editor}. En El está la paz, pues El dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da yo os la doy.” Y en El está la felicidad para cada uno de nosotros también para toda la eternidad.
Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para continuar. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“UN CAMINO BIEN SEÑALADO.”