Luchando para vencer y reinar

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 21, donde dice Dios, donde dice Cristo:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR”.

A través de la Escritura podemos ver que la lucha es para obtener la victoria y reinar con Cristo en el Milenio y por toda la eternidad; por lo tanto, la lucha ha sido por el Trono.

Ha sido una lucha muy grande la que ha estado llevándose a cabo. Y así como Cristo luchó y venció, cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo lucha para obtener la victoria, para poder reinar con Cristo durante el Reino Milenial.

Y ahora, los miembros del Cuerpo Místico de Cristo son reyes y sacerdotes conforme a la Escritura.

En Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 al 6, dice:

y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Vean, Cristo nos ha hecho para nuestro Dios, reyes y sacerdotes, y esto es para reinar con Cristo como reyes y sacerdotes en el Reino Milenial. Antes de estar en ese Reino Milenial, reinamos con Cristo espiritualmente en nuestra trayectoria de la vida cristiana.

En Apocalipsis, capítulo 5, verso 8 en adelante, dice:

Y cuando hubo tomado el libro (o sea, cuando hubo tomado el Libro de los Siete Sellos), los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

Ahora, podemos ver que el Programa Divino para con las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, es el Programa de Redención, para restaurarnos a la vida eterna y colocarnos como reyes y sacerdotes en ese Reino Milenial de Cristo, y para toda la eternidad.

Por eso es muy importante estar conscientes de que estamos en una lucha, en una batalla, para obtener la victoria. O sea que espiritualmente no podemos estar dormidos porque perderíamos esa batalla; y por consiguiente, la victoria sería del enemigo y no de nosotros.

Ahora, la lucha de Cristo ha sido por el Trono, y la lucha de cada cristiano es por el Trono, para reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad. Y todos los que en las edades pasadas han vencido, todavía no están reinando con Cristo en el Reino Milenial, pero se encuentran en el Paraíso, esperando la resurrección de los muertos en Cristo. Pero habrá un Reino aquí en la Tierra, en el cual todos los que han obtenido la victoria en la edad y dispensación que les tocó vivir (o sea, los que han sido de Dios, simiente de Dios en el tiempo en que les ha tocado vivir, y han obtenido la victoria) estarán aquí en la Tierra reinando con Cristo.

Ahora, para este tiempo estarán viviendo los últimos escogidos de Dios, pues es el tiempo final. Por lo tanto, todo corresponde a lo final: el grupo final de escogidos de Dios en la Edad de la Piedra Angular; el Mensaje Final para los escogidos de Dios, que es el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, lo cual es el Mensaje del Evangelio del Reino, para obtener la victoria final en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo; para obtener la Gran Victoria en el Amor Divino, y obtener nuestra transformación, y tener una manifestación plena de Cristo entre nosotros, en medio de Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular; y ahí Cristo manifestarse en una forma tan grande y maravillosa que hasta el pueblo hebreo verá esa manifestación de Cristo, del Ángel del Pacto, en medio de Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular, y dirá: “¡Este es el que nosotros estamos esperando!”. Pero Él viene por Su Iglesia, para llevarla con Él a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.

En este tiempo Cristo en Espíritu Santo está en medio de Su Iglesia; no está sujeto a concilios, no está sujeto a sectas religiosas, no está sujeto a denominaciones. Cristo está en Espíritu Santo, libre, en medio de Su Iglesia en este tiempo final, para darnos la victoria en este tiempo final. O sea que la victoria no depende de nosotros, sino que depende de Cristo en nosotros como individuos y en nosotros como Cuerpo Místico de creyentes.

Él es el que lleva a cabo Su Obra correspondiente a este tiempo final, para darnos la Gran Victoria en el Amor Divino, para poder reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

De la Obra de Cristo correspondiente a este tiempo final depende el futuro de todos los creyentes en Cristo, depende el futuro de la Iglesia del Señor Jesucristo, depende el futuro de este planeta Tierra, y depende el futuro del universo completo. Por eso es que para este tiempo final Cristo obrará en medio de Su Iglesia a tal grado que obtendremos, por medio de la manifestación de Cristo, la Gran Victoria en el Amor Divino. Eso es en la Edad de la Piedra Angular, en este tiempo final. Será tan grande la victoria que hasta nuestros cuerpos serán transformados y los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos eternos.

Así que en este tiempo la Obra de Cristo es lo más grande de todos los tiempos en medio de Su Iglesia. Él obró en forma maravillosa en medio de los apóstoles, del Día de Pentecostés en adelante, como también había obrado con Sus apóstoles y en medio de los apóstoles y en medio del pueblo hebreo, cuando estuvo en carne humana aquí en la Tierra.

Luego en Espíritu Santo, del Día de Pentecostés en adelante, ha estado obrando en medio de Su Iglesia en forma maravillosa: en medio de los apóstoles (en aquel tiempo de los apóstoles), luego en medio de los gentiles en la primera edad de la Iglesia entre los gentiles, donde San Pablo fue Su ángel mensajero para los gentiles.

Luego, en la segunda edad… la primera fue en Asia Menor, la segunda edad fue en Francia. Y luego, así continuaron las edades de la Iglesia entre los gentiles, y continuó Cristo obrando en medio de los gentiles.

La segunda edad fue (les dije) en Francia. La tercera edad fue en Hungría y Francia también. La cuarta edad fue en Irlanda y Escocia. La quinta edad fue en Alemania. La sexta edad fue en Inglaterra. Y la séptima edad fue cumplida en Norteamérica. Donde se cumplía cada edad, de ahí se extendía el Programa de Dios para otras naciones. Y la Edad de la Piedra Angular se cumple en la América Latina y el Caribe, y de ahí se extiende el Mensaje para el mundo entero.

Ahora, el reverendo William Branham mostró los lugares donde se cumplieron las siete edades, pero no podía mostrar el lugar donde se cumpliría la Edad de la Piedra Angular; no lo podía mostrar abiertamente, porque ese es un misterio que está bajo el Séptimo Sello, para ser cumplido y revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, así como disfrutaron un despertamiento espiritual, un avivamiento de parte de Cristo, las personas que vivieron en edades pasadas, y sobre todo en los territorios donde se cumplieron esas edades, donde Él envió esos mensajeros; ahora a nosotros en la América Latina y el Caribe nos ha tocado estar experimentando, disfrutando el avivamiento del Día Postrero, el cual se cumple entre los gentiles, en la América Latina y el Caribe, en medio de la Iglesia de Jesucristo, en la Etapa de Oro de la Iglesia, que es la Edad de la Piedra Angular.

Y ahora nosotros somos los que estamos recibiendo ese beneficio del despertamiento espiritual del Día Postrero en la Iglesia del Señor Jesucristo, en donde Cristo en Espíritu Santo se manifiesta en medio de Su Iglesia y nos abre estos misterios del Día Postrero, y nos da a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Él en este tiempo nos abre los misterios de las cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; nos muestra las cosas que deben suceder pronto en el Programa Divino en medio de Su Iglesia, y nos muestra el territorio de la América Latina y el Caribe, y nos muestra la edad en que la Iglesia se encuentra viviendo en este tiempo final: que es la Edad de la Piedra Angular; y nos muestra que estamos en un entrelace dispensacional, en donde Cristo en Espíritu Santo está entrelazando la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia. Y nos muestra todos estos misterios.

Y con esa revelación de esos misterios, al llegar a los oídos y al corazón de los oyentes, los que son de Dios: oyen la Voz de Dios1, esa Palabra de Dios, esa revelación de Dios, y responden: “Esto es lo que yo estaba esperando”. Y reciben la Palabra de Cristo correspondiente a este tiempo final; y son lavados por la Sangre de Cristo, al recibir a Cristo como su Salvador, y son bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo en agua, y reciben el don del Espíritu Santo, y obtienen el nuevo nacimiento; y vienen a formar parte así del Cuerpo Místico de Cristo en la etapa de la Edad de la Piedra Angular. No forman parte de partes pasadas del Cuerpo Místico de Cristo, sino de la parte presente del Cuerpo Místico de Cristo. Y así son colocados en el Cuerpo de Cristo, nacidos en el Cuerpo de Cristo, y por consiguiente se encuentran en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahí viven sirviendo a Cristo en la edad que nos ha tocado en el Programa Divino, llevando el Mensaje por todos los lugares, evangelizando, para que les llegue a otros también la Palabra de Cristo para este tiempo final, para que así se complete el Cuerpo Místico de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y así el Cuerpo Místico de Cristo, como Cuerpo Místico de creyentes, obtenga la Gran Victoria en el Amor Divino, para reinar con Cristo por el Milenio y luego por toda la eternidad. Y así también nosotros como creyentes, como individuos, obtenemos la Gran Victoria en el Amor Divino, y seremos transformados; y ya ahí estaremos con la plena victoria para luego reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

Ahora, podemos ver que Cristo compartirá Su Reino con Su Iglesia-Novia, porque Su Iglesia-Novia es la Reina, y Cristo es el Rey.

Ser parte del Cuerpo Místico de Cristo es el privilegio más grande que una persona puede tener; eso lo identifica como un hijo o una hija de Dios del tiempo que le toca vivir, y lo identifica como una persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, tenemos que comprender también que hay una lucha. No puede haber una victoria si no hay una lucha. Y no se puede reinar si no ha luchado y ha vencido la persona. Aun el mismo Cristo tuvo que luchar para obtener la victoria y sentarse en el Trono de Dios en el Cielo; para luego, en el Día Postrero, en el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá, Él obtener en y por medio de Su Iglesia la Gran Victoria en el Amor Divino, para poder sentarse en el Trono de David, al cual Cristo es heredero.

Ahora, siendo el Heredero, vean ustedes, no se sienta en el Trono de David sin primero luchar y vencer. Y nosotros tampoco nos sentaremos con Cristo, como reyes y sacerdotes, para reinar, sin primero luchar y vencer. Por lo tanto, el secreto es luchar para vencer y reinar con Cristo.

Así que necesitamos estar conscientes de que la lucha que tenemos en la vida es una lucha para obtener la victoria y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

Hay personas que cuando reciben a Cristo como su Salvador y les comienza la lucha, la batalla, como cristianos, y comienza la lucha en sus hogares, y en el trabajo con sus compañeros de trabajo, porque lo critican o se mofan de él, y también en sus hogares; algunos dicen: “Pero yo no pensaba que por recibir a Cristo como mi Salvador, se iban a levantar en contra de mí mis familiares en mi hogar, y mis amistades, y así por el estilo”. Pero es que la persona ha sido llamada para luchar y vencer y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

A través de la historia de todas las naciones, encontramos que para una persona sentarse en la silla presidencial o la silla de un reino, para sentarse como rey, han tenido que luchar. Siempre hubo una lucha.

Miren, David, el rey David, para sentarse en el trono y reinar sobre el pueblo hebreo, tuvo que luchar. Así encontramos diferentes personas que tuvieron que luchar.

Miren, para Salomón sentarse en el trono de David y reinar, hubo también una lucha; y en esa lucha le ayudó su madre: para obtener la victoria Salomón, y sentarse en el trono de David, y reinar sobre el pueblo hebreo. Vean cómo siempre hay una lucha.

Y ahora, entre Cristo y el diablo encontramos que ha habido una lucha.

Cristo luchó, venció y se sentó en el Trono de Dios en el Cielo: obtuvo la victoria. Pero ahora hay una lucha para sentarse en el Trono de David. Y esa lucha Cristo la lleva a cabo, pero el diablo también lucha por sentarse en el Trono de David; porque la promesa es que desde ese Trono de David se reinará y se gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

Por lo tanto, el diablo estará activo luchando en contra de Cristo y el Programa de Cristo. El diablo tratará de adelantarse para sentarse en el Trono de David. ¿Cómo lo hará? Por medio del anticristo, el hombre de pecado, tratará de engañar al pueblo hebreo.

El pueblo hebreo, por cuanto no recibió a Cristo en Su Primera Venida, el Rey de Israel, para sentarlo en el Trono de David… Cristo dijo: “Yo he venido en el Nombre de mi Padre, y no me recibís; otro vendrá en su propio nombre, y a él recibiréis”2.

El anticristo vendrá en su propio nombre al pueblo hebreo y engañará al pueblo hebreo, porque irá con paz. Porque el pueblo hebreo está esperando la paz, y el hombre que le hable de paz y le prometa paz para el pueblo hebreo, ese será su mesías. Y el anticristo, el hombre de pecado, tratará de engañar al pueblo hebreo (o sea, el diablo por medio del hombre de pecado); porque el que se siente en el Trono de David, gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones que hay en la Tierra.

Dios le dará autoridad sobre todas las naciones, al que se sentará sobre el Trono de David, para regirlas con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero. Cristo dice: “Así como yo he recibido de mi Padre”. Apocalipsis, capítulo 2, versos 26 al 27:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”.

Así como Jesucristo recibió del Padre autoridad sobre toda la Creación, sobre el universo completo, cuando se sentó en el Trono del Padre en el Cielo (desde ese Trono Cristo gobierna el universo completo y da sostén a toda la Creación); y ahora, en esa misma forma en que Cristo recibió del Padre autoridad, Cristo dará autoridad al que se siente en el Trono de David. Por eso la promesa es: Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”.

Y ahora, el diablo sabe eso y conoce esas Escrituras, y sabe que el único lugar donde se sentará un Rey y gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones, para cumplir ese glorioso Reino Milenial de Cristo, es el Trono de David. No hay ningún otro trono aquí en la Tierra que tenga esa promesa.

El trono del reino de los gentiles en la etapa cuarta, de las piernas de hierro y pies de hierro y de barro cocido, es el trono de los Césares; y ese trono no tiene promesas para permanecer por el Milenio y por la eternidad.

Ese trono de los Césares, vean ustedes, será quitado; y el trono de los Césares… y luego viene a ser el trono del anticristo, de la bestia, el trono de Satanás. Será quitado, el gobierno de ese trono cesará, conforme a Apocalipsis, capítulo 11, versos 15 en adelante, donde dice:

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”.

Y ahora los reinos de este mundo serán de nuestro Dios, de nuestro Señor Jesucristo; por lo tanto, el diablo no tendrá parte ni suerte en ese Reino glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso el diablo en Apocalipsis, capítulo 20, es atado y colocado en el abismo, para que no engañe más a las naciones; porque el diablo no tendrá parte ni suerte en ese Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.

Apocalipsis, capítulo 20, verso 1 en adelante, dice:

Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.

Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años”.

¿Quién podrá ser este Ángel que viene con la llave del abismo? En Apocalipsis, capítulo 1, verso 18, dice… vamos a ver, 17 al 18, dice:

Cuando le vi (o sea, cuando vio a Cristo, al Hijo del Hombre), caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;

y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (o sea, las llaves del infierno – de la muerte y del infierno)”.

Por lo tanto, Cristo colocará, atará y colocará al diablo, a la serpiente antigua, ¿dónde? En el abismo; y no podrá engañar más a las naciones (el diablo), y no podrá gobernar más sobre las naciones. Por lo tanto, el reino del diablo, el reino de las tinieblas será quitado; y será establecido el glorioso Reino Milenial de Jesucristo nuestro Salvador. Cristo se sentará sobre el Trono de David, al cual Él es heredero.

Y: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”3.

Hay que vencer; y para vencer hay que luchar, para poder reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

También encontramos que Cristo ha estado luchando; y en este tiempo final luchará en contra del diablo, que estará encarnado en el anticristo, y Cristo lo vencerá.

¿Que habrá una lucha entre Cristo y el anticristo, y Cristo lo vencerá? Claro que habrá esa lucha, y Cristo obtendrá la victoria, conforme a Segunda de Tesalonicenses, capítulo 2, versos 1 en adelante, donde dice:

Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,

que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca”.

En el tiempo de San Pablo (el cual vivió y tuvo su ministerio en el primer siglo de la era cristiana), la Venida del Señor, la Segunda Venida de Cristo, estaba muy distante. Muchas personas, en aquellos días, decían que iba a ser en aquellos días la Venida del Señor, pero Pablo señala que no va a ser en aquellos días, y muestra las cosas que primero tienen que suceder.

En aquellos días el mundo estaba viviendo en la etapa de las piernas de hierro del reino de los gentiles; y conforme a la profecía de Daniel, la Segunda Venida de Cristo como la Piedra no cortada de manos, es para la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, del sueño que vio Nabucodonosor al ver aquella estatua.

Y ahora, antes de la Venida del Señor, unas cuantas cosas tenían que ser cumplidas, dice:

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”.

Así como Judas Iscariote fue el hijo de perdición; el anticristo, el hombre de pecado, es el hijo de perdición.

Y así como el judaísmo, el Israel terrenal con su religión, en esa Dispensación de la Ley, vean ustedes, dio a luz, produjo, la Venida del Hijo de Salvación (Cristo), y la venida del hijo de perdición (Judas Iscariote); así también el Israel celestial, o sea, el cristianismo, dará a luz, traerá, la Segunda Venida de Cristo, y también la venida del hijo de perdición, el hombre de pecado, el anticristo.

O sea, que así como surgió Jesús y también Judas Iscariote, del judaísmo, surgirá la Segunda Venida de Cristo y también la venida del anticristo, del cristianismo, o sea, de la religión cristiana. Así como vino de la religión hebrea, la religión del judaísmo, vino la Primera Venida de Cristo y la venida del hombre de perdición (Judas Iscariote).

Y ahora, el hombre de perdición para este tiempo final es el anticristo, el hombre de pecado, el hijo de perdición. Y tanto el Hijo de Salvación, Cristo, como el hijo de perdición, estarán en medio del cristianismo en el tiempo final.

Cristo ha estado en medio de Su Iglesia, en medio del cristianismo, desde el nacimiento del cristianismo el Día de Pentecostés: vino el Espíritu de Cristo a Su Iglesia, a los creyentes en Él; pero luego, más adelante, vino el espíritu del anticristo; el mismo espíritu que estuvo en Judas Iscariote vino en medio del cristianismo; y así el diablo sembró en medio del cristianismo hijos de perdición, sembró en medio del cristianismo cizaña, como dice Cristo en la parábola del trigo y de la cizaña4.

Y ahora, encontramos en medio del cristianismo las dos simientes: simiente buena (hijos e hijas de Dios) y simiente mala (hijos e hijas del diablo, del maligno). En el Antiguo Testamento los hijos del malo (comenzando con Caín) persiguieron a los hijos de Dios, a los hijos del Bueno, y los mataron. Así ha sido en medio del cristianismo también. La identificación de los hijos del malo, del diablo, es que tienen las mismas características de su padre, el diablo.

Cristo dijo que el diablo es ladrón; no vino sino a hurtar, matar y destruir5; y los hijos del malo, del diablo, también han hecho lo mismo a través de su historia.

Ahora, podemos ver que todo este misterio de estas dos simientes es grande, pero está profetizado que sería así. Y en el libro del Apocalipsis está profetizado en símbolos todo lo que será la historia de ambas simientes.

Y ahora, la lucha para vencer, vean ustedes, es por causa de que hay dos simientes en medio del cristianismo: trigo y cizaña, hijos de Dios e hijos del diablo. Por lo tanto, una lucha hay siempre cuando están el trigo y la cizaña, los hijos de Dios y los hijos del malo, en un lugar.

Y así como los hijos de Dios y los hijos del malo están en este planeta Tierra, están también en el cristianismo; y por eso es que tenemos la historia del derramamiento de sangre en esas persecuciones por las cuales ha pasado el cristianismo; y parte del cristianismo ha perseguido a otra parte del cristianismo. Es que hay dos simientes en medio del cristianismo, como hubo dos simientes en Eva: Caín y Abel.

Y hubo también dos simientes en medio del pueblo hebreo, fueron identificadas esas dos simientes como: los hijos de Dios, los que creyeron y siguieron a Cristo, tanto en los días de Jesús como luego en los días de los apóstoles; y la otra simiente, los que rechazaron a Cristo y pidieron Su muerte y hablaron mal de Cristo.

Por eso Cristo dijo a esas personas: “Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y las obras de vuestro padre queréis cumplir, queréis hacer”6. O sea, que los hijos del diablo hacen las obras del diablo; los hijos de Dios hacen las obras de Dios. Las palabras que Cristo dijo en contra de esas personas fue dura, al decir que aquellas personas eran hijos del diablo; y por eso no lo querían ni podían escucharlo, y no querían venir a Cristo para recibir vida eterna.

Ahora, hay personas que piensan que cuando las mayorías siguen algo, eso es lo correcto; pero miren, Cristo cuando estuvo en la Tierra, encontramos que un grupo pequeño fue el que siguió a Cristo; pero la religión hebrea como religión no siguió a Cristo: el sumo sacerdote no siguió a Cristo, el Concilio del Sanedrín no siguieron a Cristo ni proclamaron que Jesús era el Mesías, el Cristo; más bien lo rechazaron, lo juzgaron, lo condenaron a muerte, y pidieron a Pilato que lo crucificara. El mismo Mesías que ellos estaban esperando, lo rechazaron y pidieron Su muerte en la Cruz.

Ahora, Cristo tuvo que luchar; y aunque murió: resucitó; porque el Espíritu que estaba en Él, el Espíritu Santo, lo resucitó; y luego lo encontramos con Su cuerpo de nuevo en la Tierra, visitando a Sus discípulos, y luego ascendiendo al Cielo y sentándose en el Trono de Dios, a la diestra de Dios. Todo poder le fue dado en el Cielo y en la Tierra7. Cuando se sienta a la diestra de Dios8, significa que tiene todo el poder de Dios. La diestra de Dios es el poder de Dios.

Y ahora, Cristo, vean ustedes todo lo que tuvo que luchar para obtener la victoria y sentarse en el Trono de Dios, para obtener así todo poder en el Cielo y en la Tierra, y tener también un cuerpo glorificado. Y para nosotros obtener un cuerpo glorificado, tenemos que luchar; pero Cristo está con nosotros, el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo está con nosotros para darnos la victoria.

Por lo tanto, en esta lucha no tengan miedo, sino sean valientes, porque la victoria está profetizada para cada uno de nosotros. Así como está profetizada la victoria total para nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, les dije que Cristo tendrá una lucha contra el anticristo en este tiempo final. Dice la lectura que estábamos teniendo de Segunda de Tesalonicenses, capítulo 2; pasamos ahora al verso 4. Estaba hablando aquí San Pablo [verso 3]:

“… porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,

el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?

Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.

Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.

Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;

inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,

y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,

a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”.

Esto es el enfrentamiento que Cristo tendrá contra el hombre de pecado. Eso está mostrado en Apocalipsis, capítulo 17, verso 11 en adelante, donde dice:

La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.

Los que están con Él, con Cristo, son los miembros de Su Iglesia. Y en ese tiempo de este enfrentamiento y esta victoria que obtendrá Cristo en contra de la bestia, del anticristo, del hombre de pecado, para ese tiempo Cristo se levantará del Trono de Intercesión, tomará el Título de Propiedad, reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, resucitará a los muertos en Cristo y a nosotros nos transformará; y obtendremos con Cristo la Gran Victoria en el Amor Divino.

Durante la gran tribulación serán enviadas las plagas, los juicios divinos, contra el reino del anticristo, y será destruido el reino del anticristo. La profecía aquí dice que el Cordero, Cristo, los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes. Y en Apocalipsis, capítulo 19, versos 19 en adelante, dice:

Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.

Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.

Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”.

Así será el final del anticristo, el hombre de pecado, y de esos diez reyes con sus ejércitos, los cuales se unirán a la bestia, le darán su poder y su autoridad, y pelearán en contra del Cordero, en contra de Cristo en Su Segunda Venida.

Y ahora, podemos ver que hay una lucha, una batalla, en la cual obtendremos la victoria para reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad. Hay una lucha para llevar el Mensaje a los diferentes lugares. Hay una lucha para vivir conforme a la voluntad de Dios; porque el enemigo trata de que no vivamos conforme a la voluntad de Dios, y trata de poner obstáculos a y en nuestra vida cristiana. Hay una lucha para todo cuando servimos a Cristo.

Y aun ustedes han visto en sus hogares también, en algunas ocasiones, una lucha para prepararse y venir a las actividades; y si se desaniman, no vienen. Es que hay una lucha. Pero en esa lucha tenemos siempre que vencer, obtener la victoria, para recibir la bendición de Cristo.

Tenemos que ser como Jacob, que se agarró del Ángel de Jehová, luchó con Él, y no lo soltó hasta que recibió la bendición del Ángel9. Jacob es un ejemplo de la persona creyente en Dios, que lucha para vencer.

Tenemos otros ejemplos bíblicos de personas luchadoras, que lucharon para obtener la victoria y la obtuvieron; pero el ejemplo más grande de todos es nuestro amado Señor Jesucristo: obtuvo la victoria en contra del diablo, porque luchó en contra del diablo.

La Escritura dice que nosotros tenemos una lucha, una lucha muy grande. Pero tenemos que estar conscientes de esta realidad, para siempre estar luchando para vencer; porque no podemos luchar y dejar a medias esa lucha, porque perderíamos la batalla.

En Efesios y también en Colosenses, San Pablo nos habla de esta lucha; y recuerden que es una lucha espiritual, que se refleja en lo natural en nuestras vidas y en todo lo que nos rodea. El que está en contra de nosotros es el diablo, y usa también a sus hijos en contra de los hijos de Dios.

En el capítulo 2 de Efesios, San Pablo dice:

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,

en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.

O sea que en un tiempo estuvimos siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire. Conforme al reino del maligno vivimos un tiempo, pero ahora vivimos conforme a Cristo y Su Reino.

También nos dice San Pablo que nosotros no tenemos lucha contra carne y sangre; él dice que nuestra lucha es contra principados y potestades. Así que, si estamos luchando contra potestades y contra principados, tenemos que luchar para vencer.

El príncipe de este mundo, el diablo, tratará de destruirlo a usted y a mí, tanto espiritualmente como físicamente también; tratará de desanimarlo a usted y a mí también; pero nosotros estamos conscientes de que estamos en una lucha, la cual dará unos resultados, o en favor o en contra; y nosotros queremos los resultados en favor de nosotros.

Efesios 6:12. Ahí San Pablo nos dice de la siguiente manera… Comenzamos 6:11 al 12, dice:

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo (¿Ven que nuestro enemigo es el diablo? Él es el príncipe de las tinieblas, el enemigo de Dios, y por consiguiente el enemigo de todos los hijos e hijas de Dios).

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,

y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”.

Tenemos que estar bien equipados, bien armados, en esta lucha, para obtener la victoria y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad. Porque la lucha es por el Trono, para que el Trono de David sea restaurado, y sea establecido el Reino de Dios en la Tierra, y Cristo se siente en el Trono de David; y así el Reino de Dios esté en la Tierra gobernando los destinos de la raza humana; y así el Trono de David esté fusionado con el Trono celestial de Dios en el Cielo.

Así será como se fusionará el Trono aquí en la Tierra con el Trono celestial, para que haya paz verdadera en este planeta Tierra, haya felicidad, haya progreso real.

“Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”. Habacuc, capítulo 2, verso 14; y también Isaías, capítulo 11, verso 9.

Y en Zacarías, capítulo 14, dice, verso 9:

En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”.

Y todos conocerán a Dios. Dice: “Y todos me conocerán”10.

Ahora, podemos ver que hay un día glorioso: es el séptimo milenio, el Día Postrero delante de Dios, en donde Dios cumplirá estas promesas. Conforme al calendario gregoriano ese Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá, ha comenzado este año, en enero 1.º del año 2001; y por consiguiente esperamos grandes bendiciones en este nuevo milenio.

La lucha continuará; y nosotros continuamos luchando para obtener la victoria, y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad. Por lo tanto, continuemos luchando para vencer y reinar.

LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR”.

No se desanimen. Sigan hacia adelante, no importa los problemas que tengan en la vida. Todos tienen problemas, todos tenemos problemas, unos más y otros menos; como en todo ejército en el campo de batalla, todos tienen sus problemas, sus dificultades; pero la cosa es luchar para vencer y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

Nuestra lucha tiene una meta: obtener la victoria para reinar con Cristo. Por eso estamos luchando: luchando para vencer y reinar.

LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR”.

Ese ha sido nuestro tema para esta ocasión: “LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR”.

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”11.

Si vamos a vencer tenemos que luchar; por lo tanto, continuemos luchando para vencer y reinar con Cristo.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto Cristo nos transforme, a los muertos en Cristo los resucite, y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.

Estaré con ustedes todavía todos estos días venideros, todo este mes. Así que nos estaremos viendo en este mismo lugar para continuar viendo el Programa de Dios para con nosotros en este tiempo final, y continuaremos luchando para vencer y reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad.

No luchen, no peleen, el esposo con la esposa y la esposa con el esposo, sino que luchen esta lucha espiritual que está revelada en la Escritura. Más bien el esposo con la esposa y la esposa con el esposo, más bien manténganse cada uno unido con el otro, y con sus hijos, sus familias, para que la batalla, la lucha, no la tengan en sus hogares, sino para que luchen unidos en el amor divino, y obtengan la victoria.

Siempre el hombre tratando bien a su esposa, y la esposa tratando bien a su esposo, y tratando bien a sus hijos, y sus hijos portándose bien con sus padres, obedeciéndole a sus padres y haciendo conforme a como les guíen sus padres.

Esto es en el hogar, para que así tengan paz en el hogar, y no haya guerra en el hogar; y el enemigo no les forme la guerra en sus propios hogares; porque el enemigo tratará de hacerles la guerra en sus propios hogares (si ustedes se lo permiten); y ahí entonces les afectaría mucho más, les afectaría tanto espiritualmente como físicamente, y como matrimonio también.

Bueno, por cuanto es la Victoria en el Amor Divino la que obtendremos, entonces luchamos con amor divino; amor divino en todo, para que la [victoria] la obtengamos. Por lo tanto, con amor en sus hogares ustedes mantendrán la victoria en sus hogares.

Bueno, recuerden que es LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR.

Bueno, ya les veré en esta próxima… o en esta semana que comienza hoy, estaré con ustedes, y estaré el domingo con ustedes aquí. Oren mucho por mí, para que Dios me dé todo lo que yo debo darles a ustedes, para que así estemos bien alimentados en la Casa de Dios.

Bueno, que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y adelante luchando para vencer y reinar. Yo estoy luchando para vencer y reinar, y obtener el cuerpo nuevo, la transformación de mi cuerpo. ¿Quiénes más están luchando para vencer y reinar? Todos ustedes también.

Que Dios les fortalezca a ustedes y a mí también, para obtener esa Gran Victoria en el Amor Divino.

Que Dios les bendiga, les guarde; y con nosotros nuevamente Félix Caro para finalizar nuestra parte en esta ocasión, finalizar esta actividad. Félix continuará al final del cántico que nos habla del Hombre que nos transformó.

Nos transformó Cristo interiormente y nos transformará físicamente también; fue una victoria espiritual y es una victoria física la que Él obtendrá al final. Así que obtiene la espiritual primero y luego la física en nosotros. El Hombre que nos transformó, ese es nuestro amado Señor Jesucristo.

LUCHANDO PARA VENCER Y REINAR”.

[Revisión octubre 2021]

1 San Juan 8:47

2 San Juan 5:43

3 Apocalipsis 3:21

4 San Mateo 13:24-30, 36-43

5 San Juan 10:10

6 San Juan 8:44

7 San Mateo 28:18

8 He. 10:12; Mt. 26:64; Mr. 14:62, 16:69; Hch. 7:55-56; Ro 8:34; 1 P 3:22

9 Génesis 32:24-28

10 Jeremías 31:34

11 Apocalipsis 3:21

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