Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para esta noche tenemos la lectura en Génesis, capítulo 19, cuando los Arcángeles Gabriel y Miguel, en cuerpos humanos creados por Dios para esa visita que le hicieron primeramente a Abraham y después a Lot…; en donde también Elohim (el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob) apareció en carne humana; y comieron ellos con Abraham una ternera que Abraham les preparó, con todo lo que conlleva una buena comida.
Y luego los Arcángeles Gabriel y Miguel fueron a Sodoma y le aparecieron a Lot; y luego de aparecerle y visitar a Lot y comer en la casa de Lot… O sea, los Ángeles primero comieron con Abraham, almorzaron, y después cenaron con Lot; y luego que hubo un problema allí en la ciudad, pues quisieron hacerles daño a estos Arcángeles, quisieron que fueran sacados de la casa de Lot…, pero no fue permitido, Lot no lo permitió, y luego Lot salió e hicieron violencia contra Lot; pero los Ángeles tomaron a Lot y lo entraron dentro de la casa, cegaron a aquellas personas de Sodoma, a tal grado que buscaban la puerta de la casa y no la encontraban.
Y ahora, leemos en el verso 12 del capítulo 19:
“Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar (y vamos a ver por qué);
porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo.
Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba.
Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.
Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad.
Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas.
Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos.
He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera.
He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida.
Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado.
Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar.
El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar.
Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos;
y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra.
Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal.
Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová.
Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.
Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba.
Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte, y sus dos hijas con él; porque tuvo miedo de quedarse en Zoar, y habitó en una cueva él y sus dos hijas”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “ESCAPA AL MONTE PARA QUE NO PEREZCAS”.
Hemos visto que la salvación para Lot y su familia estaba en el monte, ese fue el lugar donde le dijeron los Ángeles Gabriel y Miguel a Lot que fuera, que escapara. Y aunque Lot pidió ir a Zoar (una ciudad pequeña), luego tuvo miedo de quedarse allí cuando vio la destrucción que habían realizado los Arcángeles Gabriel y Miguel, luego se fue al monte, donde originalmente le había sido ordenado ir para escapar por su vida.
Ahora, esta destrucción de Sodoma y Gomorra es tipo y figura de la destrucción que ha de venir en este tiempo final. Allí se está anticipando, tenemos una vista anticipada de la destrucción que vendrá durante la gran tribulación sobre el reino de los gentiles, tipificado ese reino en Sodoma y Gomorra y las ciudades cercanas.
Por eso es que cuando Cristo habla de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, Él dice: “Como fue en los días de Lot, así será el día en que el Hijo del Hombre se manifestará”. En San Lucas, capítulo 17, tenemos la profecía de Cristo con relación a la Venida del Hijo del Hombre, mostrando que serán esos días como los días de Lot y como también en los días de Noé. San Lucas, capítulo 17, versos 26 al 30, dice:
“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.
O sea que estos días en que vivimos son paralelos a los días de Lot y también a los días de Noé.
En los días de Lot, en la Tierra estaba un profeta mensajero dispensacional, el cual era Noé, y por eso le reveló Dios a Noé lo que Él iba a hacer; y Noé dio a conocer las cosas que iban a suceder en aquel tiempo.
“Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”. (Amós, capítulo 3, verso 7).
Y en los días de Lot, en la Tierra estaba viviendo un profeta dispensacional, el cual era nada menos que Abraham, el padre de la fe. A Abraham le fue revelado por el mismo Dios, por Elohim, lo que iba a hacer en aquel tiempo; y luego los Ángeles le revelaron a Lot lo que iba a suceder en aquel tiempo, y le ordenaron salir de la tierra de Sodoma y de Gomorra.
Ahora, para comprender todo lo que sucedió allá, y ver en aquel evento el tipo y figura de lo que va a suceder en este tiempo final, necesitamos comprender que Abraham tipifica a la Iglesia verdadera del Señor Jesucristo, Lot tipifica a las vírgenes fatuas o insensatas. Abraham a las vírgenes prudentes, Lot a las vírgenes fatuas; y Sodoma y Gomorra representa el reino de los gentiles en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, en la cual se encuentra en este tiempo final.
Y el pecado de la humanidad bajo el reino de los gentiles ha llegado hasta la presencia de Dios, y el monte… – la destrucción son los juicios de la gran tribulación que han de venir sobre la raza humana, donde las plagas profetizadas en el libro del Apocalipsis caerán sobre la raza humana; y el monte al cual le ordenaron a Lot ir para escapar por su vida, representa la Iglesia del Señor Jesucristo, el Monte de Sion.
La Escritura dice que en el Monte de Sion hay salvación, es en la Iglesia del Señor Jesucristo donde Cristo llama y junta a Sus escogidos de edad en edad; porque es ahí, en el Monte de Sion, donde hay salvación, es ahí donde son llamados y juntados los escogidos de Dios, es ahí donde Cristo produce el nuevo nacimiento de cada persona que lo recibe como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en Su Nombre y recibe el Espíritu Santo; y ahí obtiene el nuevo nacimiento.
¿Dónde? En el Monte de Sion, que es la Iglesia del Señor Jesucristo; porque en el Monte de Sion: la Iglesia del Señor Jesucristo, hay salvación. Es ahí donde Cristo obra el nuevo nacimiento de cada persona que lo recibe como su Salvador; nace en el Monte de Sion: la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ninguna persona se une a la Iglesia del Señor Jesucristo sino que nace en la Iglesia del Señor Jesucristo por medio del nuevo nacimiento, y obtiene un cuerpo teofánico, angelical, de la sexta dimensión; y para el Día Postrero, en adición, recibirá un cuerpo físico eterno, inmortal y glorificado, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo, y es ahí donde llegaremos a ser a imagen y semejanza de Jesucristo en toda Su plenitud.
Lo primero que recibimos es la imagen de Jesucristo, que es el cuerpo teofánico, el cual obtenemos cuando nacemos de nuevo; y para el Día Postrero, en adición, recibiremos la semejanza física de Dios, que es Jesucristo, recibiremos la semejanza física, que es el cuerpo físico de Jesucristo, y recibiremos nosotros un cuerpo físico igual al cuerpo físico de nuestro amado Señor Jesucristo, un cuerpo glorificado, eterno, inmortal e incorruptible, un cuerpo que no se pone viejo, un cuerpo que siempre estará representando de 18 a 21 años de edad.
Cuando Jesucristo resucitó de entre los muertos, resucitó en una condición glorificada, por eso fue que no le pudieron reconocer ni María Magdalena ni las otras mujeres que lo vieron, ni tampoco lo pudieron reconocer los caminantes de Emaús, ni el resto de los apóstoles, hasta que el mismo Cristo se reveló a ellos, y entonces sí lo conocieron; aunque parecía locura, parecía locura que aquel joven fuera Jesucristo nuestro Salvador.
¿Por qué? Porque al resucitar en una condición glorificada… Jesucristo cuando tuvo Su ministerio terrenal y murió a los 33 años, pues miren, tenía una apariencia de 33 años o más, pero cuando resucitó de entre los muertos Su apariencia era jovencita, una apariencia de un joven de 18 a 21 años de edad.
Si nuestro cuerpo glorificado va a ser jovencito, de 18 a 21 años de edad, porque será un cuerpo glorificado, pues el cuerpo glorificado de Jesucristo tiene que ser con una apariencia de 18 a 21 años de edad también; o sea que seremos jovencitos para toda la eternidad, estaremos en la flor de la juventud. Y lo que los conquistadores españoles buscaron, que fue la fuente de la juventud, miren, la hemos encontrado nosotros, porque Jesucristo es la Fuente de la Juventud, Él dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”1.
Cristo es la Fuente de la Juventud, Cristo es la Vida Eterna, Cristo es la Fuente del Agua de la vida eterna; y el que toma de la Fuente del Agua de la vida eterna vivirá eternamente, jovencito para toda la eternidad, en un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo. Y todo esto es manifestado en el Monte de Sion, porque el Monte de Sion es el Monte de Salvación, donde Cristo está llevando a cabo esa Obra de llamar y juntar a todos Sus escogidos de edad en edad.
En el Monte de Sion: la Iglesia del Señor Jesucristo, hay salvación, y Él es el que está edificando ese Monte de Sion. Así como Dios es el Creador de todos los montes, de todo el planeta Tierra y del universo completo, Él es el que edifica el Monte de Sion, que es Su Iglesia.
Ahora, encontramos también que el Monte de Sion es Jerusalén, y encontramos que Jerusalén como el Monte de Sion es el lugar en donde estará el Trono de Jesucristo para gobernar sobre el planeta Tierra.
Ahora, en el libro del Apocalipsis, cuando son llamados y juntados los escogidos de Dios del capítulo 7, los escogidos de entre los hebreos…, que son 144.000 hebreos (12.000 de cada tribu) conforme a Apocalipsis, capítulo 7, versos 2 en adelante; vean ustedes, en Apocalipsis, capítulo 14, ya los encontramos sellados en sus frentes, con el Nombre del Padre celestial escrito en la frente, y el Nombre del Cordero; y los encontramos con el Cordero sobre el Monte de Sion. O sea, que serán colocados sobre el Monte de Sion; porque es ahí, en el Monte de Sion, que esos 144.000 hebreos verán la manifestación de Jesucristo en toda Su plenitud en este tiempo final.
Cuando Cristo se levante del Trono del Padre…, donde está haciendo intercesión con Su propia Sangre por todos nosotros y por los que faltan por venir, los cuales son llamados también en este tiempo y son recogidos con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, pues dice San Mateo, capítulo 24, verso 31: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro ángulos de la Tierra, desde un extremo del Cielo hasta el otro”.
Esos Ángeles del Hijo del Hombre, que son enviados para llamar y juntar a los escogidos de Dios del tiempo final, son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías, que estarán manifestados en el Ángel del Señor Jesucristo.
Dios no tiene dos profetas mayores al mismo tiempo para una edad o para una dispensación, solamente tiene un profeta mensajero para cada edad o para cada dispensación. Hay profetas de edades y hay profetas de dispensaciones.
Y ahora, ¿entonces cómo puede ser posible que envíe Sus Ángeles, que son los ministerios de Moisés y Elías, dos ministerios grandes, y que envíe el ministerio de Jesús también, el ministerio del Hijo del Hombre? Si no hay dos profetas mayores al mismo tiempo, mucho menos tres profetas mayores al mismo tiempo; pero pueden haber dos ministerios mayores, o tres ministerios mayores al mismo tiempo.
¿Y cómo puede ser posible eso? Pues estando esos ministerios en el mismo hombre, el mismo velo de carne; y así se manifiestan esos ministerios para una misma edad y para una misma dispensación.
Y ahora, con esos ministerios manifestados en el Día Postrero, son llamados y juntados todos los escogidos de Dios.
Dice el reverendo William Branham que lo que es el Séptimo Sello para la Iglesia de Jesucristo (que es la Segunda Venida de Cristo), es la Séptima Trompeta; y la Séptima Trompeta para el pueblo hebreo son Moisés y Elías. Lo que es Moisés y Elías para los hebreos, es la Segunda Venida de Cristo para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por eso es que el reverendo William Branham dice que cuando vean a Cristo en medio de Su Iglesia manifestado, ellos dirán: “¡Este es el que nosotros estamos esperando!”2. Y entonces se manifiestan para el pueblo hebreo los ministerios de Moisés y Elías.
Dice el reverendo William Branham: “La Séptima Trompeta es para Israel lo mismo que el Séptimo Sello para la Iglesia (la Venida del Señor)”3.
Ahora, todo esto es ¿dónde? En el Monte de Sion, porque en el Monte de Sion habrá salvación; y es en el Monte de Sion donde son colocados los escogidos de Dios de entre la Iglesia del Señor Jesucristo y luego del pueblo hebreo; son colocados en la Edad de la Piedra Angular, porque no hay otra edad, otra etapa, en el Programa Divino.
Es ahí, en la Edad de la Piedra Angular, donde los ministerios de Jesús, de Elías por quinta vez y de Moisés por segunda vez, estarán manifestados en este tiempo final en un hombre, que es el Ángel del Señor Jesucristo enviado por Cristo para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, conforme a Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, donde Cristo dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Es enviado para darnos testimonio de estas cosas, ¿dónde? En el Monte de Sion. Por eso el llamado para todo ser humano, gentiles o hebreos, es: “Escápate al monte, huye al monte”. ¿A qué monte? Al Monte de Sion, a la Iglesia del Señor Jesucristo, ¡donde único hay salvación de parte de Dios! Así como vino el juicio divino sobre Sodoma y Gomorra, pero hubo un lugar de salvación para Lot y su familia: el monte donde los Ángeles le dijeron.
Y ahora hay un lugar de salvación: el Monte de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, es ahí donde Cristo manifiesta salvación para todo ser humano que vive en este planeta Tierra.
El reino de los gentiles va a ser destruido por la Piedra no cortada de manos conforme a Daniel, capítulo 2, donde dice… Leemos en el capítulo 2, verso 35… 34 al 35 del capítulo 2 de Daniel (le dice Daniel al rey Nabucodonosor):
“Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.
Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra”.
Y ese monte que llena toda la Tierra es el Monte de Sion, es Cristo, Cristo formando un Reino; un Reino que gobernará este planeta Tierra.
Y ahora, en el capítulo 2, verso 44 al 45, está la interpretación de eso que vio el rey Nabucodonosor. Dice:
“Y en los días de estos reyes…”.
¿De qué reyes? De estos reyes: el imperio babilónico gobernado por el rey Nabucodonosor; el imperio medo-persa gobernado por los medo-persas, en donde hubo diferentes reyes; el reino de Grecia gobernado por Alejandro el Grande, y luego hubo otros que estuvieron como sucesores; y luego el reino romano gobernado por los Césares.
Y luego… eso fue el imperio babilónico en la cabeza de oro representado; el imperio medo-persa representado en el pecho y los brazos de plata; el imperio de Grecia representado en el vientre y los muslos de bronce; y el imperio romano (de los Césares) representado en las piernas de hierro, y los pies de hierro y de barro cocido: que corresponde al reino o imperio del anticristo.
Y ese es el imperio que en este tiempo final estaría presente, y diez reyes le darán su poder y su autoridad a la bestia; y es en este tiempo final donde la Venida de la Piedra no cortada de manos, que es la Segunda Venida de Cristo, herirá a la imagen (el reino de los gentiles) en los pies de hierro y de barro cocido.
En Su Primera Venida el reino de los gentiles estaba en las piernas de hierro, y ese imperio romano hirió a Cristo en la Cruz del Calvario, porque fue el imperio romano el que llevó a la muerte a Cristo, a petición del pueblo hebreo. Por lo tanto, es tan culpable el que pide la muerte de una persona como el que la ejecuta. Así que aparecen culpables los hebreos y los romanos, ese imperio romano.
Y ahora, en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido es que viene el día de venganza del Dios nuestro, y traerá la venganza sobre ese imperio romano que en este tiempo final estaría en los pies de hierro y de barro cocido.
Al ser los pies de hierro: eso es el imperio romano; y de barro cocido: esos son los reyes con sus naciones, que le darán su poder y su autoridad a la bestia, los cuales están ahí representados también, en los diez dedos de los dos pies.
Y ahora, es para este tiempo final donde la Segunda Venida de Cristo herirá al imperio de los gentiles en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido.
En la etapa de las piernas de hierro el imperio de los gentiles hirió a Cristo; pero ahora para este tiempo es el día de venganza del Dios nuestro, y Dios vengará la Sangre de Cristo, que fue derramada en la Cruz del Calvario por el imperio romano.
Así que Roma tendrá graves problemas en este tiempo final, Roma con todo Italia y todo ese territorio, y todos los países o naciones en los cuales se cumplieron los reinos o imperios anteriores del reino de los gentiles, y el territorio donde los pies de hierro y de barro cocido están consolidados; esos territorios sufrirán graves catástrofes a consecuencia del día de venganza del Dios nuestro.
¿Pero, qué vamos a hacer? ¡Escápate!, escápate al monte. ¿A qué monte? Al Monte de Sion, a la Iglesia del Señor Jesucristo, recibiendo a Cristo como tu Salvador, lavando tus pecados en la Sangre de Cristo, siendo bautizado en Su Nombre y recibiendo Su Espíritu Santo. Ahí hay salvación.
Ahora, veamos lo que dice San Pablo en Hebreos, capítulo 12, versos 18 en adelante:
“Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar (o sea, no os habéis acercado al monte Sinaí), y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad”.
Cuando Moisés estaba en el monte Sinaí allí estaba el monte encendido en fuego, el fuego de Dios; allí estaba también una tempestad y había oscuridad también; y allí estaba el sonido de la trompeta, dice:
“… al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba (o sea, la Voz de Dios), la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,
porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;
y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;
sino que os habéis acercado al monte de Sion…”.
¿Ven? A ese Monte es que todo ser humano tiene que acercarse, a ese Monte es que todo ser humano tiene que llegar. Para huir del juicio que ha de venir sobre la raza humana tenemos que huir al Monte de Salvación: el Monte de Sion, la Iglesia del Señor Jesucristo.
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial…”.
La Escritura dice, San Pablo dice: “Porque nuestra ciudadanía está (¿dónde?) en los Cielos”4. Somos ciudadanos celestiales al recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo; y así hemos sido trasladados del reino de las tinieblas (del maligno) al Reino glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y así como hemos obtenido una ciudadanía terrenal en la nación en la cual hemos nacido, ahora al nacer de nuevo nuestra ciudadanía es celestial por medio del nuevo nacimiento.
Cada persona es ciudadana de la nación donde nace. Y ahora, los que nacen en Cristo por medio del nuevo nacimiento, han nacido en la ciudad celestial: la Nueva Jerusalén; por lo tanto, la ciudadanía nuestra es celestial por medio del nuevo nacimiento.
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”.
La congregación de los primogénitos que están inscritos en los Cielos es la Iglesia del Señor Jesucristo; los miembros de la Iglesia de Jesucristo son los Primogénitos inscritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y por cuanto son Primogénitos, así como fue sacrificado el cordero pascual en Egipto para la preservación de la vida de los primogénitos: Cristo, el Cordero de Dios, fue sacrificado en la Cruz del Calvario para la preservación de estos Primogénitos que están inscritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Sin la muerte de Cristo ningún Primogénito inscrito en el Cielo podía vivir eternamente, por causa de la caída en el Huerto del Edén; pero con la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario como el Cordero de Dios y también como el Macho Cabrío de la Expiación, ha sido preservada la vida eterna a todos los escogidos de Dios, a todos los Primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
“… a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”.
Y los espíritus de los justos hechos perfectos es el cuerpo teofánico o angelical; ese es el espíritu de los justos: perfecto, inmortal, incorruptible, cuerpo angelical, igual al cuerpo angelical del Señor Jesucristo.
El Señor Jesucristo en Su cuerpo angelical es el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová del Antiguo Testamento; y así como Cristo tiene un cuerpo angelical teofánico, llamado el Ángel del Pacto, cada escogido nacido de nuevo tiene un ángel, un cuerpo angelical, es llamado también “el Ángel de Jehová”, que acampa en derredor de los que le temen y los defiende5.
Cada escogido de Dios nacido de nuevo tiene un ángel guardián, es su cuerpo angelical, su cuerpo teofánico de la sexta dimensión; la sexta dimensión es el Paraíso. Si muere físicamente, si su cuerpo físico muere, no tiene por qué preocuparse, porque tiene un cuerpo angelical, un cuerpo teofánico, en el cual va a vivir al Paraíso; y es llevado por los ángeles de Dios al Paraíso, como fue llevado por los ángeles el mendigo Lázaro, y fue llevado al Seno de Abraham.
También cuando murió el profeta Moisés su cuerpo fue tomado por el Arcángel Miguel, y se encargó el Arcángel Miguel del funeral de Moisés; y luego en el Monte de la Transfiguración apareció Moisés, y también apareció el profeta Elías; porque los santos no mueren.
Cuando nuestro cuerpo físico muere, lo que ha muerto es nuestra casa terrenal, pero nuestra alma sigue viviendo en un cuerpo angelical, en un cuerpo igual al cuerpo angelical de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y ahora, podemos ver entonces, que la muerte física para nosotros no es otra cosa sino pasar de esta dimensión terrenal a una dimensión espiritual, que es la sexta dimensión, que es llamada el Paraíso.
Para pasar al Paraíso las personas tienen que estar primero en el Monte de Sion, que es el Monte donde hay salvación, y es el Monte donde se escapa del juicio divino.
Y ahora, el mensaje de los Ángeles es: “Escápate; escápate al Monte para que libres tu alma, para que no perezcas”.
También fue dicho por los Ángeles que Lot se diera prisa: “Date prisa, escápate al monte, porque nada podré hacer o nada podremos hacer hasta que tú hayas llegado allá, hasta que tú hayas escapado”.
Y los Arcángeles Gabriel y Miguel nada podrán hacer con relación al juicio divino que ha de venir sobre la raza humana, hasta que hayan escapado todos los escogidos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, hasta que hayan llegado al Monte de Sion, a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y también las vírgenes fatuas, las vírgenes insensatas, van a escuchar el Mensaje Final, y va a haber un éxodo: eso será escapando para evitar que los juicios divinos caigan sobre ellos; aunque la bestia, el hombre de pecado, los va a perseguir y los va a matar; pero morirán salvos y resucitarán después del Reino Milenial.
Los 144.000 también van a ser perseguidos, pero ellos escaparán; por eso en Apocalipsis, capítulo 14, aparecen sobre el Monte de Sion en pie con el Cordero, y sellados en sus frentes, porque el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante (o sea, que viene con el Espíritu Santo), los llama y los junta y los sella en sus frentes.
Ahora, vean ustedes, en algunos lugares como en el capítulo 24 de San Mateo, verso 31, dice que enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta y juntarán a Sus escogidos: Sus escogidos de entre los gentiles en el Cuerpo Místico de Cristo, y Sus escogidos del pueblo hebreo, que son 144.000 hebreos.
También en Apocalipsis, capítulo 11, aparecen los Dos Olivos; pero en Apocalipsis, capítulo 7, aparece un solo Ángel. Es que los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de los Ángeles del Hijo del Hombre, estarán en un hombre: en el Ángel del Señor Jesucristo, en ese Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, en ese Ángel que viene con el Espíritu Santo; porque el Sello del Dios vivo es el Espíritu Santo, y es el Espíritu Santo el que tiene ministerios y el que opera los ministerios en el Ángel que Él envía, que es el Ángel del Señor Jesucristo.
Ese Ángel es enviado en Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, y Apocalipsis 22, verso 16, donde dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Y Apocalipsis 22, verso 6, dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
Es por medio de este Ángel Mensajero que Cristo da a conocer todas las cosas que deben suceder pronto, les anuncia el juicio divino que ha de venir sobre la raza humana, pero también les anuncia, les revela, la forma de escapar del juicio divino que ha de venir sobre la raza humana.
Por eso en San Lucas, capítulo 21, versos 34 en adelante, nos dice el mismo Cristo: 34 al 36, de San Lucas, capítulo 21:
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.
¿Y cómo vamos a estar en pie delante del Hijo del Hombre? Porque Cristo estará manifestando Su ministerio: el ministerio del Señor Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero en este tiempo final. Y Cristo estará hablando por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y todas las personas que estarán escuchando ese Ángel Mensajero, revelando a todos los seres humanos todas estas cosas que deben suceder pronto, estarán en pie delante del Hijo del Hombre, que estará revelándose a través de Su Ángel Mensajero. ¿Vieron lo sencillo que es todo?
Ahora, podemos ver que estamos viviendo en el tiempo final, en el tiempo en que toda persona tiene que comprender que necesita escapar, escapar de todas estas cosas, de todos estos juicios que han de venir sobre la raza humana.
Y solamente hay un lugar para escapar: el Monte de Sion, donde Cristo está en este tiempo final en Espíritu Santo manifestándose en medio de Su Iglesia, y llamando y juntando a todos Sus escogidos de entre los gentiles, en Su Cuerpo Místico de creyentes primeramente; y después llamará a los 144.000 hebreos (12.000 de cada tribu), y los sellará en sus frentes, y les escribirá sobre sus frentes el Nombre de nuestro Dios y el Nombre del Cordero.
Eso es lo que está en Apocalipsis, capítulo 14, para los escogidos del pueblo hebreo. Capítulo 14, verso 1 en adelante, dice:
“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente”.
Eso es lo que está prometido para los 144.000, los cuales escaparán llegando al Monte de Sion, donde estarán con el Cordero, con Cristo, en la manifestación final de Cristo en Su Iglesia. Su Iglesia es el Monte de Sion.
Dice el reverendo William Branham en la página 133 del libro de Citas, que contiene un extracto del mensaje “Futuro hogar de la Novia”; párrafo 1185 dice:
1185 – “En lo cual el Señor habrá lavado las inmundicias de las hijas de Sion… (Recuerden, esa siempre es la Novia, ¿ven?) (Sion ¿ven? Siempre es la Novia, la Iglesia del Señor Jesucristo)… y habrá purificado la sangre de Jerusalén… (Ese es el remanente de los judíos, más la Novia)”.
Sion, la Novia, Jerusalén, los 144.000 hebreos.
Ahora, podemos ver en tipo y figura lo que es o quién es el Monte de Sion: es la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo, donde hay salvación; es el Monte de Sion, la Iglesia de Jesucristo, el Monte que Cristo está edificando, construyendo, creando con piedras vivas, que son seres humanos que lo reciben como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, son bautizados en Su Nombre y reciben el don del Espíritu Santo; y obtienen el nuevo nacimiento: nacen en el Monte de Sion como hijos e hijas de Dios. Y son los que escaparán de los juicios de la gran tribulación, los cuales fueron representados en el juicio divino que vino sobre Sodoma y Gomorra, en donde descendió fuego y azufre del cielo, y los quemó a todos.
Vendrá un tiempo ardiente como un horno, dice Malaquías, capítulo 4, verso 1, y vamos a leerlo: dice capítulo 4, verso 1, de Malaquías:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”.
Viene un día ardiente como un horno, así como vino un día ardiente como un horno para Sodoma y Gomorra; este día ardiente como un horno es para este tiempo final, en donde se va a desatar en una Tercera Guerra Mundial el fuego atómico, la radioactividad, y va a quemar millones de seres humanos. Pero hay una forma de escapar: escapando al Monte de Sion, estaremos seguros en el Monte de Sion.
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación…”.
Eso es la Segunda Venida de Cristo para los que temen el Nombre del Señor; para traer salvación, bendición, para todos los creyentes en Jesucristo nuestro Salvador; traerá la redención del cuerpo, o sea, la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y la transformación de nosotros los que vivimos.
Eso es lo que está prometido para los que han escapado al Monte de Sion, y se encuentran en el Monte de Sion y temen a Dios.
“… y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.
Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”.
Antes de herir la Tierra con maldición, vean ustedes, le envía a Elías a Su Iglesia, al cuarto Elías; y después le envía al quinto Elías a Su Iglesia y luego al pueblo hebreo.
Ahora, hemos visto que todo esto es realizado ¿dónde? En el Monte de Sion, que es el Monte donde hay salvación.
¡Escápate al monte, al Monte de Sion! ¡No te detengas, date prisa, escapa al Monte para que no perezcas!
Y ahora nosotros estamos tranquilos porque hemos escapado al Monte de Sion. Abraham también se encontraba seguro porque estaba en el monte. Monte representa reino.
Hemos escapado al Monte de Sion, que es el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo, hemos sido colocados en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Dice San Pablo en Colosenses, capítulo 1, versos 12 en adelante:
“… con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”.
Hemos sido trasladados al Reino de Su amado Hijo, al Reino de Jesucristo nuestro Salvador; por lo tanto, hemos sido trasladados al Monte de Sion, al Monte donde hay salvación, el Monte que tiene promesas de vida eterna para todos los que están ahí. Ahí están los que han escapado para evitar todas estas cosas que han de venir sobre la raza humana.
Antes que caigan los juicios divinos de la gran tribulación sobre la Tierra, nosotros seremos transformados, estaremos aquí en la Tierra en el cuerpo glorificado (de 30 a 40 días), y después nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; y estaremos allá con Cristo tres años y medio, que durará la Cena de las Bodas del Cordero, mientras la Tierra estará pasando por los tres años y medio de la gran tribulación.
Así es como escaparemos de todos estos juicios divinos de la gran tribulación que han de venir sobre la raza humana. Escaparemos porque estamos ¿dónde? En el Monte de Sion, donde hay salvación.
Y el llamado, para toda persona que no ha escapado todavía, es: “Escápate al Monte para que no perezcas”. Ese es el Monte donde hay salvación. Es el Monte, el Reino de Jesucristo, Su Iglesia, el único Reino, el único Monte inconmovible. Todos los demás montes, todos los demás reinos serán removidos, y las ciudades y sus edificios serán removidos también, durante el tiempo de la gran tribulación.
La humanidad está trabajando para el fuego, dice Habacuc, capítulo 2, verso 13 al 14, dice que las naciones trabajan para el fuego. Vamos a leerlo directamente aquí: Habacuc, capítulo 2, verso 13 al 14, dice:
“¿No es esto de Jehová de los ejércitos? Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano.
Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”.
La Tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová en la manifestación de la Segunda Venida de Cristo; donde la gloria de Jehová, conforme a la promesa, estará manifestada. Ese es el conocimiento más alto que un ser humano puede obtener en el Día Postrero, en adición del conocimiento de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Y ahora, la recomendación de los Ángeles es: “Escápate al monte para que no perezcas”. Y la recomendación de Jesús es que velemos que nuestros corazones no sean cargados de glotonerías, y de embriaguez y de los afanes de este siglo, y venga de repente sobre nosotros aquel día. Dice: “Orad que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. (San Lucas, capítulo 21, versos 34 al 36).
Y ahora, ¿cómo vamos a estar en pie delante del Hijo del Hombre? ¿Dónde es visto Cristo, el Hijo del Hombre? En el Monte de Sion. “Y vendrá el Redentor a Sion”, dice Isaías, capítulo 59, versos 17 al 21. Y lo repite también San Pablo en Romanos, capítulo 11, versos 25 al 29; y de Sion es que irá el Redentor al pueblo hebreo.
Es ahí donde el pueblo hebreo verá a su Redentor, a Cristo en Su Segunda Venida; porque ese es el Monte donde todo ser humano puede escapar de los juicios que han de venir sobre la raza humana; y puede escapar del juicio, del infierno, y del lago de fuego también; porque ese es el Monte donde hay salvación de parte de Dios.
Por lo tanto, el llamado para todo ser humano es: ¡ESCÁPATE AL MONTE PARA QUE NO PEREZCAS!, para que puedas vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Si tu cuerpo físico muere, Cristo te dará un cuerpo glorificado y eterno, para vivir con Él en Su Reino Milenial y luego por toda la eternidad.
Por lo tanto, escápate al Monte (al Monte de Sion) para que no perezcas, para que puedas vivir eternamente en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ha sido para mí una bendición y privilegio grande dirigirme a ustedes, dándoles testimonio de cómo escapar de los juicios que han de venir, y cómo escapar del infierno y del lago de fuego, para vivir eternamente con nuestro amado Señor Jesucristo.
Y eso es lo que todos nosotros deseamos: vivir eternamente en un cuerpo eterno con nuestro amado Señor Jesucristo; y está a la disposición de todos nosotros la oportunidad para escapar de la destrucción y vivir eternamente con Jesucristo nuestro Salvador.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios en el Monte de Sion, la Iglesia de Jesucristo, y Cristo se levante del Trono del Padre, resucite a los muertos en Cristo y nos transforme a nosotros los que vivimos, y nos dé el cuerpo eterno y glorificado, y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo con ustedes nuevamente a nuestro amigo y hermano, el reverendo y misionero, Miguel Bermúdez Marín, para finalizar nuestra parte en esta ocasión.
Que Dios les bendiga, y será hasta una próxima ocasión en que estaré nuevamente con ustedes.
“ESCAPA AL MONTE PARA QUE NO PEREZCAS”.
[Revisión abril 2020]
1 San Juan 14:6
2 Citas, pág. 22, párr. 176
3 SPN64-0719M “La Fiesta de las Trompetas”, pág. 21, párr. 155
4 Filipenses 3:20
5 Salmo 34:7