El entrenamiento de David para la batalla

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos reunidos aquí en Valladolid, Yucatán, República Mexicana; hoy, 2 de agosto del 2001, es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para esta ocasión leemos en Primera de Samuel, capítulo… (vamos a ver…), capítulo 17, versos 31 en adelante, de Primera de Samuel, dice:

“Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir.

Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él (o sea, a causa de Goliat); tu siervo irá y peleará contra este filisteo.

Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.

David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,

salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba (o sea, libraba al corderito) de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.

Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “EL ENTRENAMIENTO DE DAVID PARA LA BATALLA”.

Encontramos en este pasaje, que el entrenamiento de David para la batalla lo obtuvo en el campo, como pastor de ovejas.

Ahora, ¿quién era este joven David, este muchacho? Cuando nos habla de un muchacho, eso es de 18 años para abajo; porque ya, de 21 años para [arriba], ya es un adulto en muchos países; y acá, de 18 años para arriba, ya es un adulto.

Ahora, encontramos que este joven David era nada menos que hijo de Isaí, era nada menos que el octavo hijo de Isaí; y era, nada menos, el joven que había sido ungido por rey para reinar sobre todo el pueblo hebreo, había sido ungido por rey en lugar de Saúl; pero Saúl no sabía eso, y no sabía con qué muchacho estaba tratando.

Y ahora, vean ustedes, en el capítulo 16 es…, de Primera de Samuel, es que es ungido David. Dice capítulo 16, verso 1 en adelante, dice, de Primera de Samuel:

“Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey.

Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido.

Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere.

Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?”.

Recuerden que Samuel es el último de los jueces y es profeta también. Cuando llegaba… Bueno, cuando una persona llega a la corte para ser juzgado, y ve al juez que aparece, siente miedo, siente temor. Y aquí, cuando ven a Samuel (el último de los jueces) que aparece en Belén de Judea, se llenan de temor, y le preguntan… le preguntan, vean, dice:

“… (y) los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?

Él respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.

Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido”.

Eliab era el mayor de los hijos de Isaí, y era alto, fuerte y bien elegante. Y dice:

“De cierto delante de Jehová está su ungido”.

¿Por qué delante de Jehová? Porque Jehová estaba con Samuel y estaba en Samuel, por lo tanto estaba delante de Jehová.

“Y Jehová respondió a Samuel…”.

¿Ve? Jehová estaba allí; el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el mismo Jehová en Su cuerpo angelical, estaba allí acompañando a Samuel. Pero nadie veía a Jehová; pero Samuel sí sabía que estaba allí, y le hablaba a Samuel; y lo veía en las ocasiones que Él quería dejarse ver, porque Samuel podía ver en otras dimensiones.

“Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura (vean: ‘No mires su parecer’, un hombre bien parecido; ‘y a su estatura’, y alto también), porque yo lo desecho (‘ese no es’); porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos…”.

O sea, mira, diríamos, el “carapacho” del ser humano, que es el cuerpo; mira la casa terrenal, que es la visible a esta dimensión.

“… pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (¡el alma!)”.

Jehová mira al ser humano en lo que en realidad es el ser humano: alma viviente.

“Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a este ha escogido Jehová”.

Dios no le dijo: “Este es el hombre”. Y si lo vio alto también, dijo: “No, ya Dios dijo que ni mire el parecer de la persona ni la altura; y me dijo: ‘No mires su parecer y ni mires su altura, porque Yo lo desecho’”.

“Tampoco a este ha escogido Jehová.

Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a este ha elegido Jehová.

E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a estos”.

Vean, siete hijos pasó Isaí, hijos suyos pasó delante de Samuel, pero a ninguno de ellos eligió Dios para ser rey sobre todo el pueblo hebreo. Y ahora pregunta Samuel:

“Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son estos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.

Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque este es”.

Fue identificado por el mismo Dios, se lo identificó a Samuel; y Samuel lo identificó allí a Isaí y a los que estaban allí.

“Y Samuel tomó el cuerno del aceite (y el aceite representa ¿qué?, el Espíritu Santo), y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá”.

Aquí podemos ver que este joven que iba a pelear contra Goliat ya había sido ungido como rey, ya había sido ungido con el aceite, que representa el Espíritu Santo.

Y ahora, nos dice:

“… desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David”.

¿Ve? Fue ungido con el aceite por un profeta, y el aceite representa el Espíritu Santo; y vino sobre David lo que representaba el aceite: el Espíritu Santo.

Y ahora, en la vida de este joven David tenemos la representación más hermosa de Cristo y del Ungido de Cristo para el Día Postrero, para enfrentarse al Goliat, que es el anticristo, el hombre de pecado, para obtener la victoria en contra del anticristo, del hombre de pecado, de la bestia, en este tiempo final.

Así como Isaí tenía ocho hijos (el menor era David), ahora Cristo ha tenido siete ángeles mensajeros en las siete edades, que son representados en los siete hijos de Isaí que pasaron primero delante de Samuel; pero a ninguno de ellos ungió Cristo para sentarse en Su Trono con Cristo.

Y ahora, encontramos que nadie sabía que Isaí tenía otro hijo, o sea, no lo presentó allí; lo tenía allá en el campo, alejado, pastoreando ovejas. O sea, un pastor de ovejas sería el elegido de Dios, el que tendría un corazón conforme al corazón de Dios[1] y el que estaba siendo entrenado para ser rey; y nadie lo sabía, ni el mismo David lo sabía, ni su padre lo sabía.

Pero ahora, cuando Dios va a ungir al que será rey en lugar de Saúl, para ser rey sobre Israel y sentarse en el trono, miren a quién escoge: al menor de la familia de Isaí. Los otros no estaban como pastor de ovejas, pero este estaba como pastor de ovejas y estaba en el campo, era el menor de la familia.

Y ahora, vean ustedes, a través de las edades Cristo ha tenido Sus siete ángeles mensajeros; pues así como David viene de la casa de Isaí, Jesucristo viene de la casa (también) de Isaí.

Y ahora, en Isaí y sus hijos fue representado Cristo y Sus ángeles mensajeros.

Y ahora, todos los nacidos en Cristo, por medio del nuevo nacimiento: han nacido en Belén de Judea; y los ángeles mensajeros del Señor Jesucristo han nacido en Belén de Judea, y son descendientes de Isaí; y ahora, son descendientes de Cristo, que es el Isaí que tiene Sus hijos, y de entre los cuales uno de ellos va a ser ungido para sentarse con Cristo en Su Trono, así como David fue ungido para sentarse en el Trono de Jehová en la Tierra.

Y ahora, Cristo, vean ustedes, siendo también un descendiente de Isaí —por consiguiente, descendiente de David—, fue ungido para sentarse en el Trono de Dios en el Cielo.

Y luego, de los ángeles mensajeros del Señor Jesucristo habrá uno que se sentará con Cristo en Su Trono; y tiene que ser el octavo, porque ya han pasado los siete ángeles mensajeros de las siete edades y a ninguno de ellos ungió Dios, el Espíritu Santo, con la unción de Rey, para sentarse con Cristo en Su Trono.

Y ahora, el Trono de Dios en la Tierra es el Trono de David. Por eso cuando el rey Salomón se sentó en el Trono de David, dice la Escritura… vamos a ver en Crónicas, Primera de Crónicas, capítulo 29, dice…, versos 22 al 23:

“Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote”.

Vean, siempre está el rey y el sumo sacerdote frente al pueblo.

“Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel”.

¿Dónde se sentó el rey Salomón? Dice:

“… se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David”.

El trono de David, sobre el cual David reinó, es el Trono de Dios en la Tierra, es el Trono del Reino de Dios en la Tierra; es el Trono de Dios sobre el cual reinó David y gobernó al pueblo hebreo; y eso fue Dios por medio de David gobernando sobre el pueblo hebreo.

Por eso se requiere que el rey sea conforme al corazón ¿de quién? De Dios; para que los pensamientos de Dios sean transmitidos al corazón de ese rey, y reine conforme a los deseos de Dios, reine conforme al deseo del corazón de Dios.

Y ahora, ese trono de David, encontramos que es el Trono de Dios en la Tierra en medio del pueblo hebreo, es el Trono del Reino de Dios en la Tierra.

Y ahora, ese trono ha estado vacío por miles de años, porque el pueblo hebreo ha estado sin rey por miles de años. Pero tenemos la promesa bíblica que será restaurado el Reino de Dios en la Tierra, y por consiguiente será restaurado el Trono de David, que es el Trono del Reino de Dios en la Tierra, para gobernar sobre el pueblo hebreo.

De esto profetizó el Arcángel Gabriel en San Lucas, capítulo 1, versos 31 en adelante, hablándole a la virgen María y diciéndole:

“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Y eso será el Reino de Dios restaurado en la Tierra en medio del pueblo hebreo; y por consiguiente, el Trono de David volverá a tener un rey sobre él.

Cristo es el heredero a ese Trono. Y por cuanto Cristo es el heredero a ese Trono… Y Cristo se sentó en el Trono de Dios en el Cielo, por lo tanto se sentó en el Trono del Reino de Dios sobre toda la Creación; y por eso Cristo dijo en San Mateo 28: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”.

Y ahora, el que se sienta sobre el Trono obtiene el poder sobre los Cielos y la Tierra; porque Dios desde Su Trono celestial reina sobre los Cielos y la Tierra, es el Rey de los Cielos y de la Tierra. Pero ahora el Trono de Dios terrenal, y del Reino terrenal de Dios en medio del pueblo hebreo, es el Trono de David.

Y ahora, Cristo en Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, dice:

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

Y en la misma forma en que el Padre le otorgó el sentarse con Él en Su Trono celestial…

Le otorgó a Jesucristo, al vencer al diablo… Al Cristo morir, ir al infierno, luchar en contra del diablo, quitarle las llaves del infierno y de la muerte al diablo; y luego ir al Paraíso, resucitar a los santos del Antiguo Testamento…

Los santos del Antiguo Testamento resucitaron con Cristo. En San Mateo 27 nos dice que ellos se levantaron de la sepultura, de los sepulcros, después de la resurrección de Él (o sea, después de la resurrección de Cristo). San Mateo 27, versos 51 en adelante, dice:

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.

Y el mismo Señor también apareció a muchos; dice la Escritura que a más de quinientas personas le apareció Cristo en diferentes ocasiones. Eso lo dice el apóstol San Pablo cuando escribe a los Corintios. Y también cuando (en el libro de los Hechos) Cristo se despide de Sus discípulos, allí hay un grupo también de personas que está con Él, y lo ven ascender al Cielo[2].

Y ahora, en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 6… Capítulo 15, verso 6, de Primera de Corintios, vean lo que dice el apóstol San Pablo; hablando de la resurrección de Cristo, dice… capítulo 15, verso 3 en adelante, vamos a leer:

“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;

y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

y que apareció a Cefas, y después a los doce.

Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;

y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.

Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído”.

Aquí podemos ver que Cristo, después de resucitado, apareció a más de quinientas personas a la vez; por lo tanto, tuvo una actividad; ya resucitado y glorificado tuvo una actividad con una congregación de más de quinientas personas a la vez.

Ahora, Cristo, al resucitar victorioso y ascender al Cielo, se sentó en el Trono de Dios, a la diestra de Dios; lo cual significa que le fue dado todo poder y autoridad en el Cielo, y es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y todo le ha sido otorgado a Cristo.

Por eso “el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo”[3]. Por eso San Pablo también enseña que Cristo es el que ha de juzgar a los vivos y también a los muertos[4].

Y ahora, Cristo dice:

[Apocalipsis 3:21] “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

Así como Cristo venció al diablo y se sentó… – ascendió al Cielo victorioso y se sentó en el Trono de Dios, y recibió autoridad sobre los Cielos y la Tierra; ahora Cristo le concederá al Vencedor del Día Postrero, que obtendrá la victoria en contra del diablo, en contra del anticristo, en contra del hombre de pecado…; porque en el hombre de pecado, en el anticristo, se encarnará el diablo, pero el Vencedor del Día Postrero obtendrá la victoria en contra del anticristo.

El anticristo está tipificado en Goliat; por lo tanto, en contra del anticristo, del Goliat moderno, habrá un Ungido con el Espíritu Santo, con el Aceite del Espíritu Santo, el cual obtendrá la victoria contra Goliat y contra todos los filisteos.

Para David, la presencia de Goliat allí era la muerte personificada, pues le dijo: “Ven, que te voy a enganchar en la punta de la lanza y te voy a colocar sobre el árbol, para que las aves del cielo te coman”. Así que la muerte estaba allí encarnada en Goliat para y contra David.

Y ahora, acá en el Apocalipsis encontramos la muerte encarnada. En el capítulo 6, verso 7 al 8, del Apocalipsis, dice:

“Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.

Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”.

Ahí tenemos la muerte encarnada en el hombre de pecado, en el anticristo; es la bestia.

Y luego, en Apocalipsis, capítulo 17, versos 8 en adelante, dice:

“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida (del Cordero), se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.

Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,

y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.

La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.

Ahí tenemos la gran batalla señalada para el Día Postrero, lo cual fue representado, tipificado, allá en aquella batalla de David contra Goliat.

Y ahora, Goliat para este tiempo final es la bestia, el hombre de pecado, en el cual estará encarnado el diablo. Y nuestro David para este tiempo final, será Cristo manifestado en el Día Postrero; y se manifestará en Su octavo mensajero, y ese mensajero estará ungido con el Espíritu Santo; por lo tanto, será el Ungido para sentarse con Cristo en Su Reino.

Este es el mismo Ángel Mensajero de Apocalipsis, capítulo 7, verso 3 en adelante, donde dice… verso 2 en adelante, donde dice:

“Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo…”.

¿Cuál es el Sello del Dios vivo? El Espíritu Santo. Este Ángel viene con el Espíritu Santo, viene con el Aceite, viene ungido con el Espíritu Santo; es el que está ungido con el Aceite, para sentarse con Cristo en el Trono de Cristo. Por eso es el que también llamará y juntará 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu, luego que haya llamado y juntado los escogidos del Cuerpo Místico de Cristo, de la Iglesia de Jesucristo del Día Postrero.

Siendo que es el octavo ángel mensajero de Jesucristo, viene en la Edad Octava, que es la Edad de la Piedra Angular; y cumple el tipo y figura de David siendo el octavo hijo de Isaí; este es el octavo hijo de Cristo, el octavo ángel mensajero de Jesucristo.

Y ahora, dice:

[Apocalipsis 7:2] “… y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,

diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel”.

Y comienza a enumerar: 12.000 sellados de la tribu de Judá, y así sigue enumerando 12.000 sellados de la tribu de Rubén, y así sigue enumerando 12.000 sellados por cada tribu.

Y ahora, este es el que viene ungido con el Sello del Dios vivo, con el Aceite, con el Espíritu Santo; porque el aceite representa el Espíritu Santo. Viene con la unción para el Día Postrero; y esa unción tiene que ver con el ministerio que él va a llevar a cabo en favor de los escogidos de entre los gentiles del Cuerpo Místico de Cristo, y de los escogidos del pueblo hebreo, que son 144.000 hebreos, y de la promesa de Cristo sentarlo sobre Su Trono.

Tiene que estar ungido para sentarse sobre el Trono de David con Cristo nuestro Salvador; tiene que estar ungido con el Aceite de la unción, el Aceite del Espíritu Santo, y tiene que haber vencido.

Porque no se puede sentar en el Trono, como Rey, con Cristo en Su Trono, uno que no haya vencido, uno que no haya vencido al anticristo, al hombre de pecado, a la bestia. Y ese que lo vencerá será ese Ángel; porque tendrá la unción, y en él estará Cristo en Su manifestación final.

Por lo tanto, será Cristo en Su Ángel.

Así como fue Jehová en David el que venció a Goliat, será Jesucristo en Su Ángel el que vencerá al anticristo, al hombre de pecado, a la bestia, en el Día Postrero.

Ahora, podemos ver dónde nos encontramos en el Programa de Dios correspondiente a este tiempo final. Y podemos ver esta historia tan hermosa de David, siendo un joven, siendo ungido por Samuel con el aceite de la unción, para ser el ungido para sentarse en el trono y gobernar sobre el pueblo hebreo; lo cual viene a ser el tipo y figura de lo que estará sucediendo en este tiempo final.

Antes de enfrentarse al hombre de pecado, al anticristo, a la bestia, el que ha de obtener la victoria, primero estará ungido con la unción de Rey. Por lo tanto, Cristo estará con él como estuvo Dios, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, con David. Dice que luego que fue ungido David, comenzó el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, a manifestarse en David[5].

Encontramos que ya David había tenido un entrenamiento como pastor de ovejas; pero ahora, cuando es ungido y… Estuvo un tiempo allá también con Saúl, el cual tenía problemas porque el Espíritu de Dios se había apartado de Saúl y había venido un espíritu malo a Saúl, y buscaron un joven que supiera tocar arpa, para tocar el arpa, y que se aliviara Saúl; y llevaron a David, el cual era pastor de ovejas, pero sabían que David tocaba arpa; y lo llevaron, y se aliviaba[6].

Vean, cuando el que estaba ungido para ser rey, tocaba su arpa frente al rey que estaba allí (pero que ya estaba desechado ese rey), se aliviaba; le venía un alivio grande y se ponía muy feliz, muy contento.

Luego de algún tiempo tuvo que irse, por alguna causa, y se fue a pastorear las ovejas. Allá, de seguro, continuó su entrenamiento, Dios entrenándolo; porque cuando viene ya el tiempo de la batalla del pueblo hebreo: Saúl (el rey) con su ejército, contra los filisteos, dice la Escritura que estaban alistados tres de los hijos de Isaí, los tres mayores estaban alistados en el ejército, por lo tanto estaban en ese ejército que iba a pelear en contra de los filisteos. Y vino Isaí y llama a David, el cual ya sabemos que estaba ungido.

Y, de seguro, luego de estar ungido fue que le vinieron esas grandes experiencias, o fueron mayores las experiencias que tuvo, porque el Espíritu de Dios estaba en él, se manifestaba en él; y por lo tanto…; así como se manifestó en Sansón, que podía matar un león[7] o podía hacer cualquier cosa grande por la fuerza que Dios manifestaba a través de él; pero eran las fuerzas de Dios, el poder de Dios.

Y ahora, llama Isaí a su hijo David, el cual era un jovencito; no era mayor de edad todavía, no podía enlistarse en el ejército todavía; lo llama y le dice: “Ve, para ver cómo están tus hermanos allá en el ejército de Saúl, porque estamos en tiempo de guerra. Llévale estos alimentos a ellos, y toma prenda de ellos, que me las envíen para saber que están vivos”; alguna prenda de ellos que ya Isaí conocía, pues se la tenían que enviar para saber que estaban vivos.

Y ahora…: “Y al que está frente al regimiento de ellos, el que está frente a los mil soldados del grupo al cual ellos pertenecen, me le llevas estos diez quesos”, o sea, para que (usted sabe) “los trate bien a los muchachos, a mis hijos”; sepan que su padre está pendiente a ellos; y que aprecia, pues, al general que está frente a esos mil soldados.

Y David fue con todo eso allá. Y cuando llega, ¿qué sucede? Habla con sus hermanos, y así por el estilo. Pero primero, dice que salió ese hombre gigante y comienza a provocar al pueblo hebreo, al ejército de Israel; y lo escuchó David.

Ese fue el error de Goliat: hablar cuando estaba David, cuando estaba el Ungido de Dios, el ungido para ser rey.

Y cuando David escuchó esto… Ahora vean, David estaba hablando con sus hermanos cuando escuchó a Goliat. Vean, el capítulo 17, verso 20 en adelante, dice [Primera de Samuel]:

“Se levantó, pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, y daba el grito de combate.

Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército.

Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si estaban bien.

Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David.

Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor.

Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? (o sea, aquel gigante: ‘¿No vieron ustedes ese gigante que salió?’, y se llenaban de miedo) Él se adelanta para provocar a Israel…”.

“… decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel.

Entonces habló David…”.

Vean, había ofrecido todo esto al que venciera al gigante; y ninguno se atrevió. Con una recompensa tan grande: ser el yerno del rey, casarse con la hija del rey, y ser su familia eximida de los impuestos, tributos; y vendría a ser un hombre rico, vendría a ser de la realeza. Pero ninguno estaba dispuesto a aceptar la oferta del rey, porque ¿quién podría vencer a ese Goliat y vivir para casarse con la hija del rey? Más bien vendría a ser comida de las aves y no el yerno del rey.

“Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?

Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.

Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá?, ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido (o sea que su hermano mayor sabía que David era bravo).

David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?”.

Tuvo que decirle: “No, si eso son… hablando, preguntando, averiguando”. Oye, ¿y por qué el hermano mayor de David no fue y peleó con el gigante?, ¡y ahora se molesta porque su hermano menor está investigando!

“Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir.

Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él (o sea: ‘No desmayen, el corazón de ninguno de ustedes, a causa de Goliat’); tu siervo irá y peleará contra este filisteo”.

Ahora, vean cómo el rey no encontraba a ningún hombre allí, ningún soldado, y aparece un pastor de ovejas, un muchacho, y dice: “Yo voy a ir a pelear”.

Quizás Saúl pensó: “Este muchacho no sabe lo que es la guerra, no sabe lo que es enfrentarse a un guerrero como Goliat; no es un militar este muchacho, no tiene una preparación militar”. Lo que significaría, para el Día Postrero, que no tiene una preparación teológica, con doctorados en divinidad, en teología, para enfrentarse contra el Goliat, el anticristo, el hombre de pecado, la bestia.

Dice:

“Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud.

David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada,

salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.

Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo”.

Ahora vean, ya David estaba ungido, y había tenido grandes experiencias matando a leones y matando osos, defendiendo (¿qué?) las ovejas de su padre.

Encontramos que el anticristo, el hombre de pecado (en el cual el diablo estará encarnado), es el que tendrá el último imperio de los gentiles, el cual para el tiempo final estará en los pies de hierro y de barro cocido; por lo tanto, estará en la etapa en donde le vendrá el juicio divino, y en donde Cristo lo vencerá.

Ahora, encontramos en Apocalipsis, capítulo 17, donde leímos anteriormente… Vimos que la Muerte viene, porque es el jinete del caballo amarillo de Apocalipsis, capítulo 6, verso 7 al 8.

Y ahora, en Apocalipsis 17 es la bestia, y viene y peleará contra el Cordero. Dice… vamos a seguir leyendo Apocalipsis 17; dice: “La bestia que…”, verso 11 en adelante:

“La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición (allá dice: ‘Y el infierno le seguía’, en el capítulo 6, verso 7 al 8, de Apocalipsis).

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.

Los que están con Él son los miembros de la Iglesia de Jesucristo de edades pasadas y de nuestra edad.

Y ahora, ese es el Ejército de Cristo, el Ejército de Jehová; ese es el Ejército…, así como el ejército del pueblo hebreo era el ejército de Dios allá, ahora en el Nuevo Testamento el Ejército de Dios, el Ejército de Cristo, es Su Iglesia; porque es el Israel celestial: la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 19, versos 14 en adelante…, u 11 en delante, tenemos a Cristo aquí; dice:

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.

Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.

Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.

Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos”.

Vienen los muertos creyentes en Él, resucitados en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados. ¡Y ahí estará el poderoso Ejército de Cristo, el poderoso Ejército del Rey y Príncipe de los Ejércitos celestiales!

“De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones (y va a herir al anticristo y su reino, su imperio, en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido), y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.

Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores”.

Ahí tenemos el Ejército de Jehová de los Ejércitos, con Cristo, el Jinete del caballo blanco, frente a Su Ejército.

“Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios,

para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes.

Y vi a la bestia, (y) a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.

Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.

Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”.

Esta batalla aquí, del Apocalipsis, fue reflejada en esta batalla que tuvo el pueblo hebreo, Saúl con su ejército, en donde se puso a la cabeza de ese ejército ¿quién? David, que tipifica a Cristo en Su manifestación final.

Ahora vean, allá la bestia es destruida y también su ejército (todas esas personas), y son dadas como comida a las aves. Vean que fue el llamado del Ángel que vinieran para la gran Cena de Dios, para que comieran carne de capitanes, de caballos, de gente y de todos.

Y ahora, vean ustedes aquí cuando David se pone frente a Goliat. Dice… capítulo 17, versos 40 en adelante, dice [Primera de Samuel]:

“Y tomó su cayado en su mano…”.

Recuerden que Saúl lo había vestido con ropa militar, escudo y todas estas cosas, y espada; y David no pudo caminar. Vamos a ver aquí: verso 38 en adelante dice:

“Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza.

Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas.

Y tomó su cayado en su mano (y el cayado representa la Palabra), y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.

Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él.

Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer.

Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.

Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza…”.

Y no tenía espada; lo que tenía era una vara y una honda. ¿Cómo le va a cortar la cabeza? Ya David había visto la espada que iba a usar, y era la espada del mismo Goliat.

“… y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel”.

¿Ven? David iba a dar los cuerpos de los filisteos ¿a quiénes? A las aves de los cielos y a las bestias del campo, como dice Apocalipsis acá.

O sea que lo que sucede en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 19 y el capítulo 17, es la actualización de lo que fue representado allá, en esta batalla que se llevó a cabo en aquel tiempo, y en donde David fue el personaje principal. Allá tenemos el tipo y figura de lo que pasará en Apocalipsis 17 y Apocalipsis, capítulo 19, versos 11 al 21.

Y ahora, el antitipo está en Apocalipsis, capítulo 17, verso 8 al 18, y Apocalipsis 19, verso 11 al 21; y el tipo y figura aparece primero, aparece allá en el tiempo de David.

Sigue diciendo:

“Y sabrá toda esta congregación (de Israel) que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla…”.

Y esta batalla de Apocalipsis es de Dios también, para el día de Jehová, grande y terrible, el día de venganza del Dios nuestro.

“Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David (de seguro pensó: ‘Este muchacho, cuando me vea bien, va a salir corriendo’; y todos los del pueblo hebreo pensaron lo mismo), David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo”.

¿Ven que era bravo? ¡Estaba ungido con el Espíritu de Dios!, ¡y sabía que Dios le iba a dar la victoria!

Bueno, ¿y cómo lo sabía David? Si había sido ungido por el profeta Samuel con el aceite de la unción para ser rey sobre Israel, ¿cómo iba a ser rey si lo mataba el gigante Goliat? Entonces no podía ser rey. Por lo tanto, Dios le iba a dar la victoria contra Goliat; él estaba señalado para no morir en esa batalla, porque había sido ungido para ser rey sobre todo el pueblo hebreo.

Es como cuando le apareció el Ángel de Jehová a Manoa y a su esposa, y luego Manoa dice: “Vamos a morir, porque hemos visto a Dios cara a cara”. Y su esposa le dice: “Si fuésemos a morir, Dios no nos había dicho todas estas cosas: que vamos a tener un hijo, y todas estas cosas”[8]. ¿Ven?

Y ahora, si David fuese a morir frente a Goliat, pues Dios no lo hubiese ungido como rey sobre el pueblo hebreo; porque ¿cómo Dios va a ungir a un joven para ser rey sobre el pueblo hebreo y que se vaya a morir antes de sentarse en el trono? Ya estaba predestinado para ser rey; por lo tanto, en todas las luchas que tendría en su vida, obtendría la victoria, Dios le daría la victoria; y serían como escalones hasta llegar al trono.

“Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.

Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.

Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él (o sea, la del filisteo, la de Goliat) y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón.

Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento.

Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda (o sea que se quedó David con las armas del filisteo).

Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo, dijo a Abner general del ejército: Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Y Abner respondió:

Vive tu alma, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo ese joven.

Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano”.

Ahí le llevó el trofeo. El mejor trofeo para Saúl era la cabeza de Goliat. Matando a uno obtuvieron la victoria en contra de todos.

“… Abner lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano.

Y le dijo Saúl: Muchacho, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí de Belén”.

Ahora, podemos ver cómo un muchacho obtiene la victoria contra el enemigo, más grande en estatura, y que estaba respaldado por un ejército filisteo también, y que tenía ¿cuántos hermanos más? Cuatro hermanos más; por lo tanto, David tenía una piedrecita para cada uno de ellos.

Ellos no esperaron, los otros hermanos de Goliat no esperaron la piedrecita de ellos: salieron corriendo; y, de seguro, si había plantas por allí y animales, los pisotearon toditos, esos gigantes. ¡Imagínense!, tan grandes y corriendo; corriendo, huyendo, de un niño, de un joven, de un muchacho; pero estaban huyendo ¿de quién? Del que estaba ungido con la unción de rey.

Ahora, hemos visto cómo fue David entrenado: fue entrenado por el Espíritu Santo, que estaba sobre él; lo entrenó pastoreando ovejas.

Cuando se aparecía un león y tomaba una oveja, David lo seguía, le quitaba la oveja; y si el león se levantaba en contra de él, entonces David lo agarraba por la quijada, lo mataba y se llevaba la oveja; y si era un oso, también hacía lo mismo.

Era la fuerza, el poder del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios en David, para poder hacer aquello; porque ninguna persona se va a enfrentar a un león.

Ahora, hemos visto cómo fue entrenado David: En su ministerio de pastorear ovejas, ahí fue entrenado para luego ser rey sobre todo el pueblo hebreo. Así también, vean ustedes, Cristo fue entrenado para ser Rey del universo completo, para sentarse sobre el Trono del Padre en el Cielo.

Y ahora, el Ángel del Señor Jesucristo es entrenado pastoreando ovejas también.

¿Cómo fue entrenado Moisés? También en el desierto por cuarenta años, para luego ser el instrumento del Espíritu Santo, del Ángel de Jehová, para la liberación del pueblo hebreo; para ser el caudillo del pueblo hebreo, el legislador del pueblo hebreo y profeta del pueblo hebreo.

Y para el Día Postrero, el Ángel del Señor Jesucristo, el octavo hijo de Cristo como mensajero…; porque todos somos hijos del Señor Jesucristo. Él es el que produce —por Su Espíritu— el nuevo nacimiento, y por eso somos hijos e hijas de Dios. Venimos por medio de Cristo, el segundo Adán, el Hijo de Dios, el cual se está reproduciendo en hijos e hijas de Dios.

Y de todos los hijos mensajeros, Cristo tendrá el último mensajero, el menor de ellos, el Benjamín de la familia de los mensajeros de Jesucristo, para Su Iglesia. Y ese será ungido —tendrá el Sello del Dios vivo— para poderse enfrentar al anticristo, al hombre de pecado, en este tiempo final, y obtener la Gran Victoria en el Amor Divino.

Y ahora no hablaremos mucho de esto para que el enemigo no sepa que Cristo tiene una gran batalla que será librada en contra del anticristo. Porque el anticristo es el que se va a levantar en contra de Cristo, con los diez reyes; pero Cristo lo vencerá. Será Cristo en Su Ángel, como fue Cristo, Dios, Jehová, en David, el que venció a Goliat.

Ahora, hemos visto que fue Jehová, el Ángel de Jehová, el que le dio la victoria a David. Y será el Ángel de Jehová, Cristo, nuestro Salvador, el que le dará la victoria a Su Ángel; será el que obtendrá la Gran Victoria en el Amor Divino y se sentará con Cristo en Su Trono; porque estará ungido para sentarse con Cristo en Su Trono; estará ungido antes de enfrentarse al Goliat, al anticristo, al hombre de pecado, en el cual estará el diablo encarnado.

Estará encarnado en el hombre de pecado, el diablo; pero Cristo habrá ya ungido a Su Ángel Mensajero, y por lo tanto tendrá la unción de Cristo, tendrá el Sello del Dios vivo; y por consiguiente, obtendrá la Gran Victoria en el Amor Divino, y se sentará con Cristo en Su Trono. Ese Trono es el Trono de David, el Trono del Reino de Dios sobre el pueblo hebreo y en medio del pueblo hebreo.

Vean por qué Cristo, cuando le preguntaron: “¿Restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?” (eso está en el libro de los Hechos, capítulo 1), Cristo dijo: “No toca a vosotros saber los tiempos y las sazones que el Padre puso en Su sola potestad”.

No podía ser restaurado el Reino al pueblo hebreo en aquel tiempo, ¿por qué? Porque será restaurado después de esta batalla.

Después de esta batalla, cuando haya sido vencido el anticristo, en el cual el diablo estará manifestado, cuando el diablo haya sido vencido…; porque vencer al anticristo es vencer al diablo, que estará en el anticristo. Y Cristo lo vencerá en este tiempo final, para establecer Cristo Su Reino, el Reino de Dios en medio del pueblo hebreo; y gobernará Cristo sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

Será quitado el reino de los gentiles, que en este tiempo está en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido; será quitado el reino de la bestia, que es el reino de los pies de hierro y de barro cocido del tiempo de la profecía de Daniel que habla para este tiempo[9].

Ahora vean, en el imperio de los gentiles, el cual está en cuatro etapas…; en la cuarta etapa, esa cuarta etapa tiene dos partes importantes.

Ahora, en la profecía del capítulo 7 de Daniel, encontramos que aquellas etapas de Daniel, capítulo 2, que fueron: cabeza de oro, pecho y brazos de plata…:

  • Cabeza de oro, fue el imperio babilónico con el rey Nabucodonosor.
  • Pecho y brazos de plata, fue el imperio medo-persa.
  • Vientre y muslos de bronce, fue el imperio de Grecia.
  • Piernas de hierro, fue el imperio romano;
  • y pies de hierro y de barro cocido, es el reino del anticristo.

Y todo eso está también representado en el capítulo 7, en las bestias que allí aparecen:

  • El imperio babilónico está representado en el león.
  • El imperio medo-persa está representado en el oso.
  • Y el imperio de Grecia está representado en el tigre.
  • Y luego aparece la bestia que es diferente a todas las demás.

Y si fue vencido el imperio babilónico: el león, y fue vencido el oso, vean ustedes, ahora Cristo va a vencer a la bestia, al Goliat del Día Postrero, al anticristo con su reino, en el cual estarán todas las características de los imperios anteriores.

Cuando se presentó Goliat, aquello era una bestia; y por eso representa al anticristo, al hombre de pecado, que es mencionado en la Biblia como la bestia.

Ahora, podemos ver que para este tiempo final hay una gran batalla, en donde está profetizada ya la victoria para Cristo y Su Iglesia, y para el Ungido de Cristo para el Día Postrero, el cual es el octavo hijo mensajero de Cristo nuestro Salvador.

En Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 en adelante, dice:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; (así) como yo también la he recibido de mi Padre”.

Vean, así como Cristo Jesús recibió toda esa autoridad del Padre sobre los Cielos y la Tierra, ahora Cristo le otorgará al Vencedor autoridad sobre las naciones: le otorgará autoridad aquí en la Tierra, para gobernar sobre todas las naciones con Cristo en Su Trono.

En Apocalipsis 21, versos 5 en adelante, 5 al 7 dice… Vamos a leer el… 5 al 7 dice:

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el (primero) principio y el (último) fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”.

O sea que le da el bautismo del Espíritu Santo, y obtiene el nuevo nacimiento, y obtiene el cuerpo angelical teofánico; y le da su transformación, y obtiene el cuerpo físico inmortal, incorruptible y glorificado.

“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Eso es lo que dice Cristo, que es el que está sentado en el Trono celestial; en el Trono del Padre, Cristo está sentado, y está dirigiendo todos los negocios del Padre, gobernando. Y ahora habla esta bendición para el Vencedor:

“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Por lo tanto, así como los siete ángeles mensajeros son hijos del que está sentado en el Trono, de Jesucristo, y cada creyente en Cristo nacido de nuevo es hijo de Jesucristo, hijo o hija de Jesucristo; este que vencerá en el Día Postrero es un hijo de Jesucristo, o un hijo de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, hemos visto quién será el que obtendrá la Gran Victoria en el Amor Divino en este Día Postrero, así como la obtuvo David; fue el Ángel de Jehová, Dios en David, el que obtuvo la gran victoria allí.

Ahora, esa victoria le dio grandes bendiciones a David. Y ahora, esta victoria para el Día Postrero le traerá grandes bendiciones para el Vencedor y para todo el grupo de su tiempo, para toda su Familia, y para todo el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, y para el pueblo hebreo también.

En Segunda de Tesalonicenses, capítulo 2, verso 1 al 10, nos habla ahí también del anticristo, del hombre de pecado, y del final del anticristo, del hombre de pecado.

Y en Isaías, capítulo 11, verso 1 al 15, también nos habla ahí de la vara o retoño de Isaí que nacerá, el cual va a juzgar con justicia, y el cual matará al impío con el Espíritu de Su boca; con el Espíritu de Su boca, que es la Palabra.

Ahora, podemos ver que todo aquello que sucedió en el pasado es tipo y figura de lo que estará sucediendo en este tiempo final.

Si aquello fue grande allá, ¡más grande es acá en este tiempo final! Y tendrá un impacto no solamente terrenal, sino universal. Universal, no solamente hablando del mundo terrenal, sino hablando de todas las galaxias y hablando de todas las dimensiones. ¡Será una victoria que impactará toda la Creación!

Así que es muy importante EL ENTRENAMIENTO DE DAVID PARA LA BATALLA; y fue entrenado por el Espíritu Santo, que estaba en él, luego de ser ungido como rey. Y lo entrenó ¿cómo? Luchando. En las luchas que tuvo pastoreando las ovejas, protegiendo las ovejas, ahí él obtuvo su entrenamiento y su confianza en Dios. Su fe en Dios fue tan grande que sabía que iba a obtener la victoria.

Como para el Día Postrero el Ungido con el Espíritu de Dios, el que viene con el Sello del Dios vivo, el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, sabrá que va a obtener la victoria en contra del anticristo; porque Cristo estará en Su Ungido, Su Ángel Mensajero; y él sabrá que Cristo le dará la victoria en contra del anticristo.

Será Cristo el que obtendrá esa victoria. Por lo tanto, será la Victoria de Cristo en el Amor Divino, en favor de todos los escogidos de Dios, de toda Su Iglesia.

Y será quitado el reino del anticristo en los pies de hierro y de barro cocido, y será establecido el Reino de Cristo en la Tierra. Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 al 19, ahí está, ahí está todo también mostrado. Dice:

“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos (¿ven?, hay un cambio aquí de reino).

Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,

diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.

Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.

Ahí podemos ver cómo terminará el reino de los gentiles —el reino en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, que es la etapa del reino del anticristo—; y será establecido el Reino de Dios en la Tierra, que es el Reino Milenial de Cristo.

Ahora, hemos visto que para esta gran batalla hay un entrenamiento, como lo tuvo David siendo un joven. Siendo un joven tuvo un entrenamiento —el Espíritu Santo lo entrenó—, y por eso tuvo tantas batallas siendo un joven pastor; pero vean ustedes, obtuvo siempre la victoria.

“EL ENTRENAMIENTO DE DAVID PARA LA BATALLA”, tipo y figura del entrenamiento del Ángel del Señor Jesucristo para esa gran batalla; así como Cristo también fue entrenado para la batalla que iba a tener en contra del diablo.

“EL ENTRENAMIENTO DE DAVID PARA LA BATALLA”. Ese ha sido nuestro tema para esta ocasión.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos.

“EL ENTRENAMIENTO DE DAVID PARA LA BATALLA”.

[Revisión septiembre 2025]

[1] 1 Samuel 13:14, Hechos 13:22

[2] Hechos 1:6-11

[3] San Juan 5:22

[4] 2 Timoteo 4:1

[5] 1 Samuel 16:13

[6] 1 Samuel 16:14-23

[7] Jueces 14:5-6

[8] Jueces 13:1-23

[9] Daniel 2:31-45

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