El misterio de la bendición de la primogenitura

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas y de internet en diferentes naciones. Es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para esta ocasión leeremos un pasaje muy corto, donde Dios le dice a Moisés que le diga algo muy importante acerca de Israel, se lo diga al Faraón de Egipto. Se encuentra en el capítulo 4, del Éxodo, versos 22 al 23, dice:

“Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.

Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito.”

Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“EL MISTERIO DE LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA.”

A través de la Escritura escuchamos, leemos esa Palabra en muchos lugares: la primogenitura y la bendición de la primogenitura, y el primogénito.

¿Qué importancia tiene todo eso en la Escritura, y delante de Dios, y para el ser humano? En la primogenitura hay un misterio muy grande, y hay una bendición muy grande en esa primogenitura.

El primogénito es el primero que nace en la familia, por eso los padres dicen: “Este es mi hijo, mi primogénito.” Y en medio del pueblo hebreo, el primogénito tenía y tiene una doble bendición. Si tenían un terreno, la propiedad, al primogénito le tocaba una doble porción, en bendición física, material; y vea, también le tocaba bendición espiritual. El primogénito venía a ser la cabeza de la familia.

Por ejemplo, luego de Abraham, que era la cabeza de su familia, de su descendencia, luego murió Abraham y quedó como la cabeza de la familia Isaac. Y siempre el primogénito, el cual heredaba el liderazgo de la tribu, tenía también el ministerio del sacerdote o sumo sacerdote de la tribu. O sea, que era el líder espiritual y físico también; venía a ser como el rey, el patriarca de la tribu y también el líder religioso de la tribu. Por eso ustedes encuentran a Abraham llevando a cabo sacrificios de animalitos, y luego encuentra a Isaac, y luego también encuentra a Jacob haciendo lo mismo.

En el tiempo en que Jacob y Esaú estaban en el vientre de su madre Rebeca, dice la Escritura que ellos estaban luchando; y no sabían hablar, todavía no habían nacido, no habían hecho ni bien ni mal, y ya la lucha, la pelea había comenzado en el vientre de su madre Rebeca; y ella la estaba pasando mal (las que han tenido niños que brincan mucho en el vientre, saben lo que es eso), y si con uno es difícil, ¿cómo serán dos brincando…? Y luego, luchando allá.

Si en aquel tiempo llegaban a tener los equipos esos que les colocan a las madres para ver, sacarle la película también, tendríamos una película de esa lucha en el vientre.

Pero aquí la tenemos en la Escritura, Dios que ve todas las cosas los vio allá, y le dice de la siguiente manera allá en el Génesis, capítulo 25. Dice que Isaac cuando se casó tenía 40 años. ¿Cuánto tendría su esposa, la joven? Póngale de 18 a 21 años. Y cuando ya tenía 60 años todavía estaba sin niños, o sea, a los 59 años todavía no había tenido niños; y oró a Dios, porque era estéril. ¿Ven? El mismo problema que tuvo Abraham con Sara, que era estéril, ahora lo tiene Isaac con Rebeca. Pero vean, todo obra para bien; y oran a Dios, y Dios les concede su petición.

Ahora, si ella tenía, vamos a decir 18 años, y transcurrieron 20 sin tener niños, ya son, 18… 38. A los 38 años ó 40 años, Rebeca vino a tener no un niño sino dos niños, y estaban en su vientre luchando. Va ella, está muy… no se puede dormir, con dos niños luchando en el vientre, y vean lo que ella dice [Génesis 25:22]:

“Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová;

y le respondió Jehová:

          Dos naciones hay en tu seno…”

Cualquier persona podía decir: “Hay dos bebés ahí.” Pero Dios está viendo la descendencia completa de esos niñitos que están allí. Así que, hay dos naciones representadas en esos dos niñitos, dos bebés que están allí; porque en ellos estaba esa simiente para multiplicarse en la Tierra.

          “Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas;

          El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo,

          Y el mayor servirá al menor.”

Ya determinado por Dios desde antes de ellos nacer.

Ahora, vean la lucha. Después que nacieron la siguieron fuera, y luego los descendientes todavía está luchando allá en el Medio Oriente. ¿Por qué han estado luchando? Jacob y Esaú lucharon por la primogenitura, donde está la bendición grande de parte de Dios.

Ahora, nació primero Esaú, y físicamente y humanamente aparece como primogénito; pero Jacob es la persona que representa a todas las personas de fe y que mantiene su esperanza en la meta que se propone. Y la meta de Jacob desde el vientre de su madre era la primogenitura; y aunque la había perdido al nacer segundo, y su hermano aparentemente había ganado, él no se dio por vencido, siguió luchando. Él siempre pensó: “Habrá un momento en que la obtendré.” Así que estaba siempre esperando esa oportunidad.

Y en una ocasión en que llega su hermano Esaú (ya estando grandes), llega su hermano Esaú del campo y con hambre. Vean, los peores negocios que un hombre hace, los hace cuando tiene hambre; y los mejores negocios que una persona hace con otra, es cuando el otro tiene hambre. El mejor comerciante es Jacob.

Y ahora, vean, Jacob no se da por vencido como también hace todo hombre de fe; aunque aparentemente perdió, no. Dios todavía obrará para obtener la victoria. Miren lo que dice Dios a través de Oseas, acerca de Jacob. Dice, capítulo 12, verso 2 en adelante:

“Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras.

En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel (o sea, dos ocasiones).

Venció al ángel, y prevaleció…”

Cuando se agarró del Ángel de Dios y no lo soltó hasta que lo bendijo.

Todo eso está ligado a la bendición de la primogenitura; primero se la tenía que comprar Jacob, después tenía que ir donde su padre, antes de su padre morir, para que su padre le echara la bendición de la primogenitura (dos ocasiones). Hizo un negocio muy bueno con comida; y su madre, como toda madre que ama a Dios y ama a sus hijos, y le ayuda, ayudó a Jacob; porque toda madre desea las bendiciones de Dios para sus hijos, y la bendición de la primogenitura es lo más grande que una madre puede desear para su hijo o para su hija.

Y ahora, sigue:

“Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó…”

¿Ven? El caso en donde él está luchando con el Ángel, no es peleando a golpes; es agarrándolo para que no se vaya; y le llora, le suplica que lo bendiga. Se tenía que encontrar con su hermano el cual venía con unos cuatrocientos hombres armados y estaba en una situación de peligro, podía matar a toda su familia y también a él; porque Esaú había dicho: “Cuando muera mi padre, yo voy a matar a mi hermano Jacob.” ¿Por qué? Porque le había quitado la bendición de la primogenitura.

Esaú no apreció esa bendición, no le dio importancia, se la vendió; y después le tocaba a Jacob lograr que su padre echara esa bendición de la primogenitura, en donde decía, una de las cosas que decía: “El que te bendiga, será bendito; y el que te maldiga, será maldito.” O sea, que está protegido con esa bendición que le fue echada; y cualquiera que quiera recibir bendición de Dios, al encontrarse con Jacob, pues lo que tenía que hacer era ayudarlo; si no lo ayudaba o se ponía en contra de él, ya llevaba las de perder.

Eso le pasó al suegro: perdió todo el ganado, se quedó con las ovejas flacas y Jacob con un rebaño muy hermoso; y hasta las hijas también las perdió, y los nietos también; porque Jacob se los llevó para la tierra prometida.

Y ahora, Jacob era un hombre espiritual. Esaú un hombre que pensaba en las cosas terrenales sin darle la importancia a las cosas espirituales; y las cosas espirituales son las principales. “De lo que no se ve, es hecho lo que se ve.”

Y ahora, Jacob logró comprar la primogenitura por un plato de comida, de lentejas; logró que su padre echara la bendición sobre él (de la primogenitura). Es el primero el que se bendice, el primero que recibe la bendición de Dios y tiene bendición terrenal y celestial; y es como una doble porción: terrenal y celestial, y en la terrenal es doble la bendición.

Y ahora, Dios dice: “Jacob es mi primogénito.” Pero Jacob había nacido segundo, físicamente no era el primogénito, pero en toda la lucha él obtuvo esa bendición de ser el primogénito.

Y lo otro, lo que importa es lo que la persona es delante de Dios. Delante de Dios Jacob era el primogénito. “A Jacob amé y a Esaú aborrecí.” Dios ama a las personas que aman a Dios, que aman las cosas de Dios. Los que menosprecian las cosas de Dios, pierden la bendición de Dios; no pueden esperar las bendiciones de Dios. Dice: “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.”

Ahora, ¿qué perdió Esaú y qué ganó Jacob? Lo que están luchando en el Medio Oriente. Eso por lo que luchan allí, es lo que Esaú perdió y Jacob ganó. En esa bendición está el territorio de Israel: la tierra prometida. El primogénito es el que hereda ese territorio.

¿Y qué tiene ese territorio tan importante? Es un territorio seco, muchas piedras, no tiene agua casi, no tiene petróleo. ¿Y qué es lo que lo hace tan importante? Que allí está la ciudad de Dios, la ciudad eterna de Dios, Jerusalén, la única ciudad del planeta Tierra de la cual Dios dice que es Su ciudad; y por eso es que el Reino de Dios terrenal y el Trono de Dios terrenal, corresponden a esa tierra, a ese territorio. O sea, que la tierra de Israel es el Distrito Federal del Reino de Dios en la Tierra, y Jerusalén es la capital de ese Reino, donde el Trono de Dios está.

¿Y cuál es el Trono de Dios en la Tierra y Reino de Dios en la Tierra? Es el Reino de David, y el Trono de David es el Trono terrenal de Dios. Eso lo encuentra en Primera de Crónicas, capítulo 28, donde dice el rey David hablando cuando van a darle por primera vez la investidura del rey Salomón, dice [verso 5]:

“Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel.”

El Trono del Reino de Dios sobre Israel, ¿cuál es? El Trono de David. David tuvo el privilegio de recibir de parte de Dios el Reino de Dios y Trono de Dios terrenal; y tuvo también el privilegio de pasarlo a su sucesor, su hijo Salomón.

Y ahora, hemos visto en esta Escritura cuál es el Trono terrenal de Dios; porque el celestial está en el Cielo donde está Dios sentado en Su Trono y Cristo está sentado con Dios en Su Trono, está a la diestra del poder de Dios. Cristo también dijo que Él se sentaría a la diestra de Dios en el Cielo, en el Trono celestial; para eso tenía que ser el Primogénito de Dios, el primero de toda la Creación. Pero Jesucristo podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

¿Cómo era Cristo antes de Abraham? Era el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios que le aparecía a los profetas, el mismo que le aparecía a Adán también, en el cual Dios habitaba. En palabras más claras: el cuerpo angelical de Dios que aparecía en forma de luz y en otras ocasiones en forma de un hombre de otra dimensión.

Ahora, pasamos al capítulo 29, versos 22 al 23 de Primera de Crónicas, donde por segunda vez le dan la investidura del reino a Salomón. Y dice:

“Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote.

Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.”

¿En qué Trono se sentó? Se sentó en el Trono de Dios, Trono de Jehová en lugar de David su padre.

La única nación y el único pueblo que ha tenido el Reino de Dios en medio de ella, y el Trono de Dios terrenal en medio de ella, ha sido el pueblo hebreo; porque Dios dice: “Israel es mi hijo, mi primogénito.” Y le toca al pueblo, a la nación primogénita, el Reino y el Trono de ese Reino, con todas las bendiciones que están dentro de esas promesas de la primogenitura.

Todo eso perdió Esaú. Y lo otro, el Mesías Príncipe tenía que venir del pueblo, de la nación primogénita, descendiente del que tendría la primogenitura.

Esaú perdió para él y para su descendencia toda esa bendición; perdió el Reino de Dios terrenal, el Trono de Dios terrenal, y el Mesías Príncipe tenía que venir de la descendencia del primogénito.

O sea, que si Esaú no pierde esa bendición, el Mesías sería un descendiente ¿de quién? De Esaú; pero Jacob obtuvo la bendición de la primogenitura. El territorio llamado la tierra prometida, pertenece al pueblo primogénito, descendiente del hombre de la primogenitura, por la cual lucharon Esaú y Jacob, desde el vientre de su madre.

Y ahora, Jacob ganó esa bendición; por consiguiente la tierra prometida Dios dijo que se la daría a la descendencia de Jacob, que viene a ser la descendencia de Abraham; pero cuando Dios le habla a Abraham todavía no están Jacob y Esaú. Tiene que ser para la descendencia de Abraham por uno de los hijos de Abraham; y vino a ser por la línea de Isaac, no de Ismael. Luego, de los hijos de Isaac, por la línea de Jacob; y de Jacob por los patriarcas. Y de esa familia, de esa descendencia, vendría el Mesías, el cual está representado en el rey David y también en el rey Salomón.

Ahora, la descendencia de ambos pueblos, la descendencia de Jacob y la descendencia de Esaú, y también la descendencia de Ismael, ahí en el Medio Oriente, están luchando por ese territorio. Es que el que tenga ese territorio, hereda el Reino de Dios y Trono de Dios, y uno de esa descendencia se sentará en ese Trono de Dios.

Recuerdan a Cristo hablando en San Mateo, capítulo 6, versos 10, cuando le dicen los discípulos: “Enséñanos a orar.” Cristo les dice:

“Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

Cristo enseñó a orar a Sus discípulos por la Venida del Reino de Dios a la Tierra; lo cual será la restauración del Reino de David, para ser restaurado ¿dónde? En la tierra prometida. Y Jerusalén es la capital de ese Reino, es la Ciudad de Dios, la Ciudad del Rey, dice la Escritura.

Por lo tanto, hay una lucha grande por miles de años por ese territorio tan pequeño, pero que es la ciudad de nuestro Dios, Jerusalén; y todo el territorio viene a ser el Distrito Federal; el territorio para la restauración del Reino de Dios y la presencia de Dios en este planeta Tierra, desde donde Dios a través del Mesías Príncipe estará gobernando sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones que entrarán a ese Reino.

Muchas naciones tendrán la bendición de entrar a ese Reino, pero habrá un grupo de naciones que entrarán a ese Reino, en la misma forma que ocurre para individuos. Hay millones, como individuos, que no entran al Reino de Dios; pero hay millones también que han estado entrando al Reino de Dios. O sea, que hay un Programa Divino para individuos entrar al Reino de Dios.

El mismo Cristo dijo que: “El que no nazca del agua y del espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Ahí está el programa para los primogénitos. También hay un Programa Divino para las naciones, reconociendo que la nación primogénita es Israel, la nación terrenal primogénita es Israel.

Y ahora, hemos estado viendo este misterio de: “LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA.” Por eso es que también en la Biblia encontramos que Dios le decía al pueblo hebreo que todo hijo varón que habría matriz era de Él, era Suyo, o sea, que todos los primogénitos son de Dios; y por consiguiente tienen la bendición de Dios.

El problema del Medio Oriente es el mismo problema de familia que hubo en el vientre de Rebeca, el mismo problema; pero eso tiene su solución, es un problema de familia; y lo mejor es que haya un entendido y se le dé el derecho a quien lo tiene de parte de Dios.

El Mesías Príncipe tiene que ser conforme a la bendición de la primogenitura. Por lo tanto, habrá un Rey que establecerá el Reino de Dios en la Tierra, se sentará sobre el Trono de David y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones; y ahí quedará resuelto el problema del Medio Oriente.

Es sencillo, y Dios es el que va a hacer que eso se haga una realidad, será una Obra Divina; porque humanamente no ha podido ser resuelto el problema del Medio Oriente.

“EL MISTERIO DE LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA.”

Ahora, encontramos que el apóstol Pablo, nos habla de los primogénitos en Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante. Dice:

“…Sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial…”

No está hablando de la Jerusalén terrenal sino de la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios vivo. O sea, que Jerusalén terrenal representa a la Jerusalén celestial. Lo que está en el Cielo, en la Jerusalén celestial, se va a materializar en la Jerusalén terrenal, así será en el Reino de Dios cuando sea establecido en la Tierra.

“…a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”

Vean, la congregación de los primogénitos que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, esas personas son los creyentes en Cristo que han nacido de nuevo, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo; tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, en la Jerusalén celestial. Por eso San Pablo decía en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.”

O sea, transformará estos cuerpos mortales que se van poniendo viejos y después se mueren. Siendo primogénitos, teniendo la Bendición de la Primogenitura y teniendo nuestros nombres en el Cielo, hemos llegado a esta Tierra en cuerpos temporales o temporeros, para pasar una temporada y hacer contacto con la vida eterna y recibir la Bendición de la Primogenitura.

“…a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” [Hebreos 12:23-24].

Jesús es el Mediador del Nuevo Pacto, el Sumo Sacerdote, el que intercede por el ser humano delante de Dios; es el Abogado para todo ser humano delante de Dios, delante del Juez de los Cielos y de la Tierra.

Por lo tanto, todos  necesitamos a Cristo nuestro Salvador, Él es nuestro intercesor delante de Dios. Nadie puede llegar a Dios a menos que sea a través de Jesucristo; Él mismo lo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6, cuando dice:Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

Él es el eslabón entre Dios y el ser humano, el que une al ser humano con Dios, el que une la familia humana con Dios; por eso tuvo que venir en la forma nuestra, con un cuerpo físico como el nuestro pero sin pecado.

Y ahora: “EL MISTERIO DE LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA.”

Nos ha tocado a nosotros la mejor parte. Al ser creyentes en Cristo, somos reconocidos a través de la Escritura como los primogénitos que tiene sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, representados en las parábolas de Cristo, en las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé vida eterna; y en el trigo que Él sembró en el campo, o sea, en el mundo. Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” [San Juan 10:27].

La Voz de Cristo el Buen Pastor, es el Evangelio siendo predicado por los ministros, los apóstoles y ministros que han sido enviados con el ministerio para predicar el Evangelio. Y el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo por medio de esos ministros, de esos predicadores, habla a la humanidad; y el que es de Dios escucha la predicación del Evangelio, que es la voz de Cristo, cree, nace la fe de Cristo en su alma, y lo recibe como su único y suficiente Salvador; llega acá al alma, el Evangelio de Cristo, la Palabra de Cristo, y Cristo le da vida eterna; y lo coloca en Su Redil, que es Su Iglesia. Y entonces, ¿quiénes son esas ovejas? Pues somos todos nosotros que hemos recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, quien nos ha colocado en Su Reino, que está en la esfera espiritual, en Su Iglesia.

Y ahora, podemos ver que todo eso está dentro de la Bendición de la Primogenitura. Todos los creyentes en Cristo son los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; por eso Él nos ha estado llamando a través de estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá, y todavía continúa llamando los que faltan para colocarlos en Su Reino, en Su Redil.

Usted ha estado escuchando el Evangelio de Cristo en estos momentos porque el nombre suyo está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y por esa causa Dios lo guió para escuchar en estos momentos el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra Salvación; para Cristo darle vida eterna.

El único que nos puede dar vida eterna es Jesucristo. No hay otra persona que tenga ese poder. A Cristo le ha sido dado el tener vida, vida eterna, y el impartir vida eterna a todos aquellos que lo reciben como su único y suficiente Salvador, cuando escuchan la predicación del Evangelio de Cristo.

Yo escuche la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en mi alma, y lo recibí como mi Salvador, y Él me recibió en Su Reino y me dio vida eterna; y ahora tengo asegurado mi futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno: puedo dormir tranquilo sin importar si he de despertar o no he de despertar; porque algunas personas se acuestan a dormir y ya no despiertan más, porque terminaron sus días en la Tierra. Pero el que es creyente en Cristo, va al Paraíso si muere físicamente, y en la resurrección de los muertos creyentes en Cristo, regresan a la Tierra en un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Cristo, y joven para toda la eternidad.

Yo encontré lo que estaban buscando los conquistadores españoles: estaban buscando la fuente de la juventud. Yo la encontré, encontré a Jesucristo, que es la fuente de la juventud. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en usted el nuevo nacimiento, y obtenga así la vida eterna.

Vamos a dar unos minutos mientras pasan al frente los que todavía no han recibido a Cristo, para que así lo puedan recibir y Cristo les reciba en Su Reino.

También los que están en otras naciones pueden pasar al frente, donde se encuentran, para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador; conscientes de que nuestra estadía en este planeta Tierra tiene un propósito, que escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibamos de todo corazón, y Él nos reciba en Su Reino, y nos dé la vida eterna.

Estamos en esta Tierra para ser rociados con la Sangre de Cristo, limpiados de todo pecado; ese es el propósito divino para con nosotros en este planeta Tierra. Las demás cosas: estudios, profesiones, trabajos y todas las demás cosas son las añadiduras de la vida, cosas que nos hacen falta para sobrevivir en esta Tierra; pero el propósito divino es que obtengamos la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo dijo:

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16].

Tan simple como eso.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión; los que están en otras naciones también pueden estar puestos en pie, para orar también por ustedes.

Los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también, pues Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de los Cielos.”

No sabemos cuánto tiempo vamos a vivir en estos cuerpos; pero una cosa sí necesitamos saber: que Cristo nos haya dado la vida eterna; y como único lo podemos saber es recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador; para eso es que lo recibimos como nuestro Salvador: para que nos dé la vida eterna; de eso es que tenemos que estar seguros: de que tenemos vida eterna por medio de Cristo; porque lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.

Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Tu Primera Venida. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero nacer en y a la vida eterna, quiero vivir Contigo en Tu Reino por toda la eternidad.

 Sálvame, Señor. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Cristo les ha recibido en Su Reino, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en Su Nombre lo más pronto posible. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo, lo han recibido como Salvador, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista, y dijo a Juan: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y si Cristo necesitó ser bautizado, ¡cuánto más nosotros, para cumplir toda justicia!

El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo. Sus discípulos también fueron bautizados; y Pedro, el Día de Pentecostés, cuando creyeron como tres mil personas, luego fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y así ha sido durante estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá, y sigue siendo así en nuestro tiempo.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando es sumergido en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Así de sencillo es el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.

Por lo tanto, conociendo el simbolismo del bautismo en agua, en donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados.

Dejo al ministro, al doctor Camilo Montoya para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y en cada nación dejo al ministro correspondiente.

Pasen todos muy buenas noches.

“EL MISTERIO DE LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA.”

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