Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; es para mí un privilegio grande estar con ustedes aquí en Cancún, República Mexicana, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual leemos la Escritura en Zacarías, capítulo 4, versos 1 al 14, para tener el cuadro claro de lo que se trata este pasaje bíblico, y así ver el significado profético que está contenido en él. Recuerden que Zacarías se encontraba en diferentes ocasiones con el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios. Así ha sido con todos los profetas que Dios ha enviado. Dice capítulo 4, verso 1 al 14:
“Volvió el ángel que hablaba conmigo, y me despertó, como un hombre que es despertado de su sueño.
Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él;
Y junto a él dos olivos, el uno a la derecha del depósito, y el otro a su izquierda.
Proseguí y hablé, diciendo a aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío?
Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: No, señor mío.
Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.
¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella.
Vino palabra de Jehová a mí, diciendo:
Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros.
Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra.
Hablé más, y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos; a la derecha del candelabro y a su izquierda?
Hablé aún de nuevo, y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como oro?
Y me respondió diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: Señor mío, no.
Y él dijo: Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “NO ES CON EJÉRCITOS NI CON FUERZAS, SINO CON EL ESPÍRITU DEL SEÑOR.”
Ahora, vamos a ver qué es lo que no será con ejército, lo que no será con fuerza humana ni con ejércitos terrenales, sino con el Espíritu del Señor.
Este pasaje que hemos leído, en donde Zacarías ve un candelabro, con un vaso grande, la parte de arriba, un depósito donde era colocado el aceite, y de ahí bajaba a las siete lámparas del candelabro, porque tiene que tener aceite para que pueda encenderse el fuego y alumbrar, para que dentro del candelabro entren las mechas (no sé cómo le llamarían), y se mojen con aceite; así como ustedes en los que le llaman: “Lámparas o candiles o estufas de gas,” ¿ve? Se requiere que le echen petroleo o gas, o lo que sea. Y también las estufas antiguas eran así también.
Ahora, aquí nos está hablando de la forma que se usaba en el templo, donde Dios ordenó a Moisés que hiciera un candelabro de oro con siete lámparas y por consiguiente tenía que tener un depósito en la parte alta, para que por gravedad bajara el aceite a los depósitos, a los vasos a cada lámpara, para que pudiera encenderse cada una de esas lámparas.
Y vean, todo esto es muy importante porque esto es tipo y figura de la obra que Dios haría en individuos como en Su Iglesia. Por lo tanto, Él llevaría a cabo esa Obra y Dios moraría en ese templo en donde encontramos ese candelabro como lo encontramos en el tabernáculo que construyó el rey… o el profeta Moisés; y también en el templo que construyó el rey Salomón hubo diez candelabros, cinco a cada lado, para alumbrar el lugar santo, así fue en el tabernáculo que construyó Moisés con candelabro, y en el templo que construyó el rey Salomón con candelabro.
Ahora, aquí en esta Escritura dice que no será con ejércitos, tampoco será con fuerza humana sino con el Espíritu del Señor. La creación del nuevo hombre nacido de nuevo es una obra no humana, sino del Espíritu Santo. No es con ejércitos ni con fuerza obligando a la gente a convertirse al Cristianismo, a Cristo, sino una obra del Espíritu Santo en el alma de cada persona, produciendo el nuevo nacimiento en toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, y lo recibe como su único y suficiente Salvador, dando testimonio público de su fe en Cristo, y siendo bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y Cristo luego lo bautiza con Espíritu Santo y fuego y produce en esa persona el nuevo nacimiento, y es un templo santo al Señor.
Y viene a formar parte del Templo espiritual de Cristo, que es Su Iglesia. Solamente esas personas nacidas de nuevo son las que vienen a formar parte del Templo espiritual de Cristo, o sea, de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque se entra a la Iglesia ¿cómo? Naciendo de nuevo del Agua y del Espíritu. Y por consiguiente lo mismo que sucede en el individuo, también sucede en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Así como la Iglesia pasa por siete etapas, en la etapa del Lugar Santo, el individuo también pasa por siete etapas, y es una obra del Espíritu de Dios, del Espíritu Santo, ha dicho Dios. No es una obra humana, es una obra del Espíritu de Dios.
Por lo tanto, toda persona necesita al Espíritu de Dios, para que haga esa obra.
Ahora, en la Iglesia del Señor Jesucristo… encontramos que bajo el antiguo Pacto, en los días del profeta Zacarías, y días del príncipe gobernante Zorobabel, que era un descendiente del rey David, y del sumo sacerdote Josué, ellos dos eran los dos olivos de aquel tiempo. En el Cielo los dos Olivos son los Arcángeles Miguel y Gabriel.
Recuerden que estos dos olivos dice la Escritura, estos son “los dos ungidos que están delante del Señor de toda la Tierra.” Esos son los dos Ungidos, los dos Olivos.
Ahora, ya vimos que en el tiempo de Zacarías, los dos olivos eran el príncipe o gobernador Zorobabel, el cual estaba trabajando en la reconstrucción o restauración del templo allá en Jerusalén. Y junto a él estaba el sumo sacerdote Josué. Esos eran los dos olivos en la Tierra, en medio del pueblo hebreo en aquellos días. Pero en el Cielo son Miguel y Gabriel, que están delante de la presencia de Dios.
Vean, cuando le apareció el Ángel Gabriel al sacerdote Zacarías y Él no sabía quién era ese Ángel, y le habló acerca de un niño que Zacarías había pedido a Dios, estaba orando a Dios hacia años, y su esposa era estéril y ya estaba avanzada en edad; y la oración de Zacarías era tener un hijo. Pero no llegaba. Pero la oración sí había llegado a la presencia de Dios.
Y ahora, mientas más tiempo tarda en llegar la respuesta, más grande es el milagro. No es lo mismo que Dios le dé un hijo a una persona, que Dios mismo o el Ángel Gabriel diga que será grande ese hijo, será grande delante de Dios, va a ser una persona importante delante de Dios, y que va a ser llamado o será profeta delante de Dios. Y que vendrá con el espíritu y virtud de Elías, ese es un profeta grande; o sea, que valió la pena esperar, esperar en Dios, y esperar que llegara el tiempo para Dios enviar a la Tierra ese profeta tan grande que vendría preparándole el camino al Señor, y tenía que nacer a través de algún matrimonio.
Por lo tanto, el sacerdote Zacarías y también la esposa de Zacarías, que era parienta de la virgen María, o sea, Elisabet era familia de la virgen María, o sea, que el precursor iba a ser familia del precursado. El que le vendría preparando el camino al Mesías iba a ser familia del Mesías, según la carne, y esa es una bendición muy grande.
Ahora, Zacarías le dice al Ángel: “¿Cómo va a ser esto?” Vamos a ver cómo se lo pregunta porque recuerden que en las preguntas que una persona hace, está reflejada su fe, y en la respuesta también que da. Dice, el Ángel le dice:
“E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Dijo Zacarías al ángel (verso 18): ¿En qué conoceré esto? (O sea, qué señal voy a tener de esto) Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.”
O sea, que ya le había pasado el tiempo para tener niños, y Zacarías ya estaba viejo; pero en vez de decir: “Amén. Abraham nuestro padre, y Sara tenía más edad de la que yo tengo y la que tiene mi esposa.” Sara tenía noventa años, y Abraham tenía cien años cuando nació el hijo prometido Isaac, y ellos, Zacarías y su esposa Elisabet no tenían esa edad todavía. Aunque ya estaban avanzados en edad, pero no tanto. Era una buena oportunidad para pensar en Abraham y Sara, teniendo ese hijo prometido, y también pensar en Isaac y su esposa Rebeca, que era estéril ella; y oró a Dios y Dios escuchó Su Voz, y le concedió dos hijos: Esaú y Jacob.
También Jacob tuvo el mismo problema con su esposa Raquel, que era estéril, y oró a Dios Raquel y Dios le concedió un hijo y después le añadió otro, le concedió a su hijo José, y después le dio otro hijo: Benjamín. Y así Jacob tuvo dos hijos de su esposa amada, con la cual él se había casado.
Ahora, en vez de pensar en estas cosas, en estos eventos en los cuales personas que no podían tener hijos por medio de su esposa amada, oraron a Dios y Dios se los concedió; y Zacarías había estado orando por años a Dios para que le conceda un hijo y ahora Dios le envía la contestación a su petición por medio de un Ángel, y de los grandes. El Ángel o Arcángel Gabriel que tiene acceso al libro de la Verdad. Por lo tanto, Él sabía de lo que estaba hablando, Dios lo había enviado para que le diera esta buena noticia al sacerdote Zacarías.
Y más adelante, seis meses después, lo envió a una joven virgen desposada con un varón llamado José de la casa de David, o sea, era de la familia de David, descendiente del rey David. Por lo tanto, la virgen María y su esposo, con el cual estaba desposado, eran descendientes del rey David, por consiguiente eran de la realeza; aunque fueran pobres pero eran de la realeza.
Y ahora, el sacerdote Zacarías pregunta: “¿En qué conoceré? ¿En qué yo voy a conocer esto? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada.” Es como pensar en nuestro tiempo: Dios ha prometido darnos un cuerpo eterno y glorificado, colocarnos en Su Reino como Reyes y Sacerdotes, y ya somos Reyes y Sacerdotes y Jueces en el Reino de Cristo.
Ya Dios lo ha dicho, y en su reino terrenal va a ser una realidad que nosotros estemos como los miembros de la realeza de ese Reino del Mesías, de ese reino de David que va a ser restaurado, y estemos como el gabinete de gobierno del Señor Jesucristo, del Rey, del Mesías, que será no solamente Rey sino Sumo Sacerdote, o sea, Rey, Juez y Sumo Sacerdote, y también nuestro hermano mayor.
Miren todas las cosas que ha hecho nuestro hermano mayor, Jesucristo, y las que faltan por ser hechas, pero ya al ser habladas por Cristo a través del Espíritu Santo, ya son una realidad para nosotros acá, y eso se tiene que materializar como se tenía que materializar lo que le dijo el Ángel Gabriel al sacerdote Zacarías: le fue a llevar de parte de Dios una buena noticia, como nosotros nos han sido dadas buenas noticias de parte de Dios por medio del Espíritu de Dios en nuestro tiempo.
Pero Zacarías estaba dudando, ¿ven? ¿Cómo puede ser hecho? “¿Cómo podía conocer yo que eso es así, que eso se va a cumplir?” Contradiciendo las palabras del Ángel Gabriel, y se molestó. O sea, que los Ángeles también se molestan y Dios también se molesta. Así como nos molestamos nosotros, porque él nos hizo a su imagen y semejanza.
Ahora miren:
“Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios…”
Qué susto pasaría, sabía que estaba hablando con un Ángel, pero cuando le dice: “Yo soy Gabriel, uno de los Ángeles mayores de Dios,” el susto sería más grande, porque ya cuando le aparece el Ángel Gabriel allá a la derecha del altar del incienso, él tuvo temor y el Ángel le dice: “No temas.” Había venido para traerle una buena noticia, porque estos Arcángeles son enviados de parte de Dios para traer buenas noticias, como también para traer juicio o hablar el juicio divino que va a venir.
Cuando el Ángel Gabriel juntamente con el Ángel o Arcángel Miguel, luego de haber comido con Abraham, en donde Dios y sus dos Arcángeles estaban allí comiendo con Abraham en el capítulo 17 y 18 del Génesis, luego los dos Arcángeles Gabriel y Miguel se van allá a Sodoma, le aparecen a Lot, ya en la tarde, ya oscureciendo, y se quieren quedar en la plaza, pero Lot le dice: “No, no vayan ustedes a quedarse aquí.” Y los obligó a irse con él a su casa, a la casa de Lot. Y estos Ángeles que habían almorzado con Abraham, ahora van a cenar con Lot.
Y le dicen a Lot: “Hemos venido para destruir esta ciudad.” ¿Ven? Habían venido para juicio de Sodoma y Gomorra, pero para Abraham habían venido para bendición, para traerle la buena noticia, Dios con Sus Ángeles de la promesa del hijo prometido, y decirle que ya el año próximo tendrían el hijo que le había Dios prometido; o sea, que era para bendición, pero para Lot, para la ciudad de Sodoma y Gomorra, esas ciudades y demás ciudades cercanas era una visita de juicio, allí eran Ángeles visitando ese territorio para juicio, eran Ángeles investigadores de juicio.
Y ahora, el Ángel le dice: “Yo soy Gabriel, que estoy delante de la presencia de Dios, que estoy delante de Dios,” y por consiguiente Dios lo enviaba a diferentes misiones, y el Ángel Gabriel tiene un ejército poderoso, como también tiene el Arcángel Miguel un ejército poderoso. Gabriel es un Arcángel también.
Y ahora, miren lo que le dice el Arcángel Gabriel:
“Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas (o sea, estas buenas noticias).
Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.”
Cuando la persona no cree, tiene problemas delante de Dios. No creer las palabras de este Arcángel fue un problema para el sacerdote Zacarías. Pero suerte tuvo que continuó vivo. Y por cuanto la bendición era para ser manifestada en su hogar, el Ángel le dijo: “Vas a quedar mudo hasta que se cumplan estas palabras que te he dicho.” Y así sucedió: volvió a hablar cuando nació el niñito Juan. Querían ponerle el nombre, me parece, del abuelo y Zacarías escribió en una tablilla: “Juan será su nombre.” Porque ese fue el nombre que el Ángel le dio, y no podía cometer otro error; ya que había dudado, ahora no podía cometer el error de ponerle otro nombre que no fuera el que el Ángel le dio.
El Ángel le dio el nombre para ponerle a ese niñito hijo de Zacarías y Elisabet y también le dio el nombre a la virgen María para ponerle al niñito que concebiría del Espíritu Santo y nacería allá en Belén de Judea.
Ahora vean, cuando el Ángel le apareció a la virgen María allá en el capítulo 1 de San Lucas, versos 26 al 36, cuando el Ángel le dice de la siguiente manera. Capítulo 1, verso 30 en adelante de San Lucas, dice:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.”
Ahora, vean María la forma en que le habla: “¿Cómo será esto?” Pero Zacarías había dicho: “¿En qué conoceré esto?” Son dos cosas diferentes. ¿En qué? O sea, ¿qué señal va a haber, porque yo soy viejo. Pero María dice: “¿Cómo será?” No está diciendo estas palabras con duda, sino, está preguntando: “¿Cómo será? ¿Qué debo hacer?” Vean:
“¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
Y ahora, veamos lo que dice María… el Ángel todavía hablando le dice:
“Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril (con esas palabras también le subió la fe a la virgen María)…
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel (luego ¿que hizo?) se fue de su presencia.”
Ya ella había recibido la palabra que Dios había enviado a través del Ángel. Le dijo: “Amén, hágase conmigo conforme a Tu Palabra.” Y así sucedió.
Ahora, podemos ver que fue una Obra de Dios, una obra del Espíritu de Dios, tanto el nacimiento de Juan el Bautista, porque Dios obró en la esposa de Zacarías, que era estéril y avanzada en edad, y también obró en Zacarías. Y luego la Obra de Dios en María fue mayor, porque tendría un hijo sin conocer varón, sin tener relaciones íntimas con José, sería por obra del Espíritu Santo, el cual produciría esa vida en el vientre de María; sería la primera mujer en el planeta Tierra que tendría, quedaría embarazada, y tendría un hijo sin la unión con un hombre, por obra del Espíritu Santo. Así tenía que ser en el tiempo de Adán y de Eva, para que naciera un hijo de Dios con Vida eterna.
Y ahora, hemos estado viendo cómo Dios ha obrado en tiempos pasados. La liberación también del pueblo hebreo fue por obra y gracia del Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo.
No fue por un ejército ni tampoco fue por fuerza humana, fue por obra del Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto que le apareció a Moisés y le dijo que vino para libertar al pueblo hebreo y envió a Moisés para que hiciera esa labor, porque en Moisés estaría el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo realizando esa labor.
Por lo tanto, fue la obra del Espíritu Santo libertando el pueblo hebreo. El mismo Espíritu Santo que le había aparecido a Abraham y le dijo que “su descendencia sería esclava en tierra ajena, habitaría en tierra ajena y sería esclava allí, pero Dios castigaría a la nación donde serían esclavos.” Capítulo 15 del Génesis, versos 12 al 19. “Y en la cuarta generación (le dijo Dios) volverán acá,” o sea, volverán a la tierra de Canaán, a la tierra donde Abraham estaba, o sea, la tierra prometida.
Y cuando se cumplió el tiempo fueron esclavos en la tierra de Egipto y después fueron libertados, después de los cuatrocientos años, ¿por quién fueron libertados? Por Dios por medio de Su Espíritu Santo, y llevados a la tierra prometida. Aunque usó Dios por medio de Su Espíritu Santo a un hombre, un velo de carne llamado Moisés, pero la obra quien la hizo fue ¿quién? Dios por medio de Su Espíritu Santo; y el Espíritu Santo es el Ángel del Pacto.
Y luego cuando ya estaban camino a la tierra prometida, vean lo que Dios le dice a Moisés y Moisés lo dice al pueblo. En el capítulo 23, versos 20 al 23 del Éxodo, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”
Y ahora vean, sería la Obra de Dios por medio del Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical y por consiguiente es el Espíritu Santo. Una obra del Espíritu Santo llevada a cabo en medio del pueblo hebreo, luego de libertarlos llevándolos rumbo a la tierra prometida. En el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical y es también el Espíritu Santo, está el Nombre de Dios. Por eso dice: “Oye su voz, no le seas rebelde, porque Él no perdonará nuestra rebelión, porque mi nombre estará en él.”
Era una obra del Espíritu Santo siendo llevada a cabo para llevarlos a la tierra prometida, y el Espíritu Santo los pastoreó en el desierto por cuarenta años, les dio maná del Cielo, les dio por consiguiente pan, alimento, y les dio también aves cada día para comer.
Todo eso también Dios lo hace en el campo espiritual o forma espiritual en medio de Su Iglesia.
Y ahora, encontramos que Dios creó un pueblo. Israel es mi hijo, mi primogénito.
Vean, Dios creó como pueblo, como nación, un pueblo hijo de Dios, que es el pueblo hebreo, y es el pueblo físico primogénito de Dios. Por eso los demás pueblos desean ser como Israel.
Vean, en tan corto tiempo desde el 1948 hacia acá, Israel se ha convertido en una nación de primer mundo, desde ya hace muchos años, y hay países que llevan cientos de años y algunas veces más de quinientos años, y todavía no son naciones o pueblos de primer mundo.
Hay un secreto en ese pueblo, es que ese es el pueblo nación primogénito o primogénita de Dios; y por consiguiente son el modelo para los demás pueblos hijos de Dios.
Ahora, la obra de la creación del nuevo hombre nacido de nuevo es una obra no humana, no es una obra llevada a cabo por un ejército terrenal o por fuerza humana sino una obra del Espíritu Santo en la vida de cada persona creyente en Cristo. Por eso Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo.
Y ahora, lo mismo que ocurre en el ser humano como individuo ocurre en la Iglesia, en donde Dios por medio de Su Espíritu Santo ha estado creando Su Iglesia, un pueblo bajo un nuevo Pacto, que ha sido establecido por Cristo, el Ángel del Pacto, el cual dijo cuando tomó la copa en la última cena y dio a Sus discípulos, luego de bendecirla y dar gracias a Dios, dijo: “Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del nuevo Pacto, que por muchos es derramada para perdón o remisión de los pecados.”
Y ahí Cristo está hablando ¿de qué? Del nuevo Pacto que Dios prometió que haría con la casa de Jacob y con la casa de Israel.
Y ahora, la Sangre del nuevo Pacto es la Sangre de Cristo para remisión de los pecados. Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo han entrado al nuevo Pacto, son el pueblo de Dios, son descendientes de Abraham por la fe en Cristo, son los hijos e hijas de Dios, y por consiguiente son el templo espiritual de Cristo, del cual habló San Pablo en Hebreos, capítulo 3, para tener el cuadro claro de lo que fue dicho. versos 5 al 6:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo , para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, los creyentes en Cristo son como Cuerpo Místico de creyentes la Casa de Dios. Cuando se dice: “La casa de Dios,” se refiere a la familia de Dios, la descendencia de Dios, somos descendientes de Dios por medio de Cristo, somos la simiente de Cristo. Él dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” Y Cristo es esa simiente original, el grano de trigo que murió.
El Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo, o sea, nació la planta de trigo en tipos y figuras, y ha estado llevando mucho fruto, muchos hijos e hijas de Dios por medio del Espíritu de Cristo por medio de Cristo en Espíritu Santo, que está en Su Iglesia, el cual dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20.
Y ahora, la vida de la Sangre de Cristo es el Espíritu Santo, porque en la Sangre está la vida, y esa vida de la Sangre, el Espíritu Santo, está en la Iglesia del Señor Jesucristo llevando a cabo esa obra. Nació el Día de Pentecostés por el Espíritu Santo la planta de trigo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, y por consiguiente es una obra del Espíritu Santo, no es una obra humana, y ha estado reproduciéndose Cristo por medio de Su Espíritu Santo en y a través de Su Iglesia en muchos hijos e hijas de Dios; y por esa causa los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo son la familia de Dios, los descendientes de Dios. De eso fue que nos habló San Pablo en Efesios, capítulo 2, verso 19 al 22, cuando dijo:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”
Somos miembros de la familia de Dios como hijos e hijas de Dios, somos miembros de la realeza celestial.
“…edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.”
Y ahora, vean, la Iglesia del Señor Jesucristo como cada individuo creyente en Cristo, ambos son un Templo de Dios, como individuo cada creyente en Cristo es un Templo para Dios morar en Espíritu Santo en la persona. Así como Cristo se identificó como un Templo de Dios, cuando dijo: “Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré,” y se refería a Su templo humano, el cuerpo de carne donde moraba la plenitud de la divinidad, moraba el Padre y el Espíritu Santo. Eso es Dios en toda Su plenitud: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y Él dice a través de San Pablo en Primera de Corintios, capítulo 3:
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
Y ahora, como individuos creyentes en Cristo somos templo de Dios, mora Dios en Espíritu en nosotros. Y eso es lo que dice aquí:
“…en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Y ahora, lo mismo que es para con el creyente en Cristo es para la Iglesia del Señor Jesucristo; y por consiguiente eso que sucede en la persona no es por medio de ejército o fuerza humana, sino por medio del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios, que está en medio de Su Iglesia, y en cada corazón de cada creyente en Cristo.
Y ahora, este candelabro con siete lámparas tipifica la Iglesia del Señor Jesucristo, pasando por siete edades. En cada edad se ha encendido una de las lámparas, la mecha de esa lámpara ha sido encendida, que es el mensajero y ha estado alumbrando en la etapa del Lugar Santo, y ha estado por consiguiente trayendo la luz divina, la revelación divina para ese tiempo en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Cada mensajero de cada edad ha sido un instrumento de Cristo en el cual Cristo ha estado alumbrando a Su Iglesia en cada edad por medio del Espíritu Santo. Ha sido la obra que ha estado siendo llevada a cabo por medio del Espíritu Santo.
Y ahora, para este tiempo final en el cual vivimos, vamos a ver en Apocalipsis, capítulo 11, algo muy interesante que nos habla Dios, y dice capítulo 11, verso 3 en adelante, dice:
“Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.”
Y ahora, estos dos testigos, que son Moisés y Elías, los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose en el tiempo final, son los dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios. Estos ministerios son enviados de delante de la presencia de Dios a la Tierra en medio de la Iglesia, y de ahí luego también tendrán una labor importante con el pueblo hebreo, en donde llamarán y juntarán ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu.
Por eso aparece el Ángel con el sello del Dios vivo en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante, que sube de donde nace el sol, y tiene el sello del Dios vivo, y clama a los cuatro Ángeles que tienen poder sobre la Tierra, y les dice que no hagan daño ni sobre la Tierra ni sobre el mar ni sobre los árboles, hasta que hallamos sellado en sus frentes ciento cuarenta y cuatro mil; ciento cuarenta y cuatro mil escogidos, ciento cuarenta y cuatro mil personas, y dice de las tribus de Israel, doce mil de cada tribu.
Ese Ángel con el sello del Dios vivo, con el Espíritu Santo, viene para hacer esa labor en Apocalipsis, capítulo 7 y capítulo 11, tiene el ministerio que hace esa labor; y luego en Apocalipsis, capítulo 14, ya los encontramos sobre el monte de Sión con el Cordero, y con el nombre de Su Padre y el nombre del cordero escrito en la frente, lo cual significa con el conocimiento del Nombre del Padre y el Nombre del Mesías.
Ese mensajero de Dios está en Apocalipsis, capítulo 14 también, versos 6 en adelante, y dice:
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo.”
Y si ese Ángel mensajero con el Evangelio eterno viene para predicar Su mensaje, el Evangelio eterno, a todos los moradores de la Tierra, tiene que venir a la Tierra; tiene que ser un hombre, un profeta, viene con el Evangelio del Reino, del cual Cristo dijo en San Mateo 24, verso 14: “Y será predicado este evangelio del Reino a todas las naciones.” Vamos a leerlo para que lo tengan tal y como lo dice aquí:
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
O sea, que el fin no llega hasta que primeramente este mensaje del Evangelio del Reino sea predicado a todo el mundo, para testimonio a todas las naciones. El Evangelio que predicaba Cristo, el Evangelio del Reino, que luego dejó de predicarse cuando Cristo fue rechazado y luego crucificado y el día de pentecostés comenzó a predicarse el Evangelio de la Gracia. Pero será predicado nuevamente el Evangelio del Reino a todo el mundo por testimonio a todas las naciones. Y es este Ángel que viene con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino, que tiene el ministerio y mensaje para todos los moradores de la Tierra, y eso será una obra no con ejércitos, tampoco con fuerzas sino con el Espíritu del Señor que vendrá en ese Ángel enviado para llamar y juntar a ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu.
Primeramente estará en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo llamando los escogidos que falten para ser completada la Iglesia y también para dar la fe, la revelación para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; y la revelación será la revelación de la segunda Venida de Cristo.
Por lo tanto, no será una obra humana, sino que será una obra del Espíritu Santo en medio de Su Iglesia manifestándose por medio de ese mensajero que viene con el Evangelio eterno, con el Evangelio del Reino para predicarlo a los moradores de la Tierra, predicarlo al mundo entero, predicar el Evangelio del Reino para testimonio a todas las naciones, y entonces es que vendrá el fin. O sea, que la señal del fin será un mensajero con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino predicándolo por testimonio a todas las naciones, y para testimonio a todas las naciones.
Cuando ustedes vean ese hombre predicando el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino, recuerden, luego vendrá el fin. Pero antes serán llamados y juntados los escogidos que falten para completar la Iglesia del Señor Jesucristo. Y también estará trayendo la revelación divina del misterio de la segunda Venida de Cristo, para que así tengamos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
En San Lucas, capítulo 18, verso 8, Cristo pregunta: “¿Y cuando el hijo del Hombre venga hallará fe en la Tierra.”
Ahora, ¿hallará fe en la segunda Venida de Cristo para reconocerlo cuando Él aparezca? Y así obtener la fe para ser transformados y raptados, que está basada en la segunda Venida de Cristo, pues por eso es que San Pablo en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”
O sea, para que sea nuestro cuerpo que Él transformará, sea ese nuevo cuerpo como Su cuerpo glorificado y joven para toda la eternidad. Eso será exclusivamente para los que van a ser raptados o trasladados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Así como Cristo para poder ir a la Casa del Padre celestial y sentarse en el Trono de Dios con el Padre tuvo que ser glorificado. En el cuerpo glorificado no habrá limitaciones, como tampoco las hay en el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador.
Es un cuerpo interdimensional, con todo el poder de Dios. Vean, Cristo dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Y ahora, hemos estado viendo que no es con ejércitos ni con fuerzas, mas con el Espíritu del Señor, con el Espíritu, la Obra de Dios, la Obra de Dios en cada individuo y la Obra de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo. Y ahí hemos visto que los dos Olivos, los dos árboles de olivo, las dos ramas de olivo, son los dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios. Y en la Iglesia del Señor Jesucristo son los ministerios de los Ángeles del Hijo del Hombre, los ministerios de Moisés y Elías que estarán repitiéndose en el Día Postrero en la Iglesia del Señor Jesucristo, porque el Hijo del Hombre viene con Sus Ángeles y entonces pagará a cada uno según sea su obra.
En el tiempo de Zacarías los dos olivos en la Tierra en medio del pueblo hebreo, eran el príncipe y gobernador Zorobabel descendiente del rey David y el sumo sacerdote Josué; en el Cielo, pues son ¿quiénes? El Arcángel Gabriel y el Arcángel Miguel, y en la Iglesia del Señor Jesucristo serán los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose para manifestarse en medio de la Iglesia y luego en medio del pueblo hebreo. Ahí surgirán esos ministerios por obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo es el que tiene ministerios y los opera a través de seres humanos.
Y ahora, para nuestros tiempo podemos ver que esos son los Ángeles de los cuales Cristo dice en San Mateo, capítulo 24, verso 31:
“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.” (San Mateo, capítulo 24, verso 31).
Esos son los ministerios de Moisés y Elías, los ministerios de los Ángeles para llamar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu.
Y ahora, todo eso surgirá de en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo y luego pasará al pueblo hebreo. La séptima Trompeta que son Moisés y Elías, los dos Olivos, la séptima Trompeta como el séptimo Sello es la Venida del Señor, porque el Hijo del Hombre viene con Sus Ángeles; lo que es la séptima Trompeta para los judíos, es el séptimo Sello para la Iglesia del Señor Jesucristo. Tan simple como eso.
Y todo eso será una obra ¿de quién? Una obra del Espíritu Santo, no será algo con ejército o con fuerza humana, sino con el Espíritu del Señor, ha dicho Dios. La Iglesia del Señor Jesucristo ha estado llevando el Evangelio de Cristo por todo el mundo, como Cristo ordenó:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
Y millones de seres humanos al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en su alma, han creído y lo han recibido como único y suficiente Salvador, han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en esas personas el nuevo nacimiento, lo cual ha sido todo una obra del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios.
Yo lo recibí como mi Salvador, y Cristo me bautizó con Espíritu Santo y Fuego, luego de ser bautizado en agua en Su nombre, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también, por lo tanto, una obra divina ha sido hecha en ustedes y en mí.
El nuevo nacimiento es del Cielo, por eso nuestra ciudadanía está en el Cielo, la ciudadanía de hijo o hija de Dios. La ciudadanía de nuestro nacimiento físico, pues está en la nación donde hemos nacido, pero el nuevo nacimiento por cuanto es del Cielo, nuestra ciudadanía del nuevo hombre, de la nueva criatura está en el Cielo, allí está nuestra ciudadanía en la Jerusalén celestial, la ciudad de nuestro Dios, la casa de nuestro Padre celestial.
Y ahora, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, todavía no puede decir que su ciudadanía está en el Cielo, solamente tiene la ciudadanía terrenal, y solamente tiene los derechos en su país de acuerdo a la ciudadanía que él tiene; del país que tenga ciudadanía, tiene todos los derechos que le otorga esa nación a sus ciudadanos.
Y los que tienen ciudadanía celestial, ciudadanía de la Jerusalén celestial, tienen todos los derechos que le otorga la Jerusalén celestial, derechos de los cuales la Escritura nos habla. La resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos es un derecho para los ciudadanos de la Jerusalén celestial.
Por eso estamos esperando el cumplimiento de esa promesa divina que a su tiempo correspondiente será cumplida, y yo seré transformado, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también; y los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos glorificados y cuando los veamos, seremos transformados. Pero si alguno se va antes, no hay ningún problema, se puede ir adelante y después regresa y se encontrará con nosotros nuevamente, pero ya lo veremos jovencito en cuerpo glorificado y eterno; pero mientras estamos aquí podemos trabajar en la Obra del Señor. El que se va al paraíso ya no puede estar trabajando aquí, ya su tiempo terminó.
Ahora, el Paraíso es muy bueno, muy glorioso, pero Pablo decía: “Aunque mi anhelo es estar ante la presencia de Dios, pero por causa de vosotros prefiero estar con ustedes.” En palabras… más o menos en esas palabras ustedes lo buscan en las Escrituras y van a encontrar que San Pablo deseaba estar ante la presencia de Dios, o sea, ya morir físicamente para estar en el Paraíso, porque él fue al tercer cielo y le gustó mucho, y ya quería volver para allá.
Pero uno no se puede ir hasta que le toque el tiempo y realmente ¿con qué cara va a irse uno al Cielo antes de tiempo? No puede irse antes de tiempo porque no tiene una labor para llevar a cabo allá. Acá si hay mucho que hacer, hay mucho trabajo; en la Obra del Señor hay mucha labor por llevar a cabo.
Así que yo aprecio mucho vuestro trabajo en el Señor, del cual San Pablo dice: “Porque vuestro trabajo en el Seño no es en vano.” Eso está en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 58, por lo tanto, trabajemos de todo corazón en la obra del Señor.
Aprecio y agradezco mucho el trabajo que están realizando en pro de la Carpa-Catedral, y deseo que Dios les bendiga grandemente por todas esas labores que están llevando a cabo en la Obra del Señor. No solamente en pro de La Carpa-Catedral sino también las labores que están llevando a cabo aquí en esta congregación y en todas las congregaciones en Su comunidad, llevando el Evangelio de Cristo, repartiendo folletos, también pasando las conferencias, conferencias de predicación del Evangelio de Cristo y así por el estilo, llevando a cabo las labores como Iglesia, como congregación local, lo cual contribuye no solamente para la ciudad donde viven, sino para toda la nación y por consiguiente para el mundo entero.
Y toda la labor que llevan a cabo en pro de la salvación y Vida eterna de las personas que todavía no han recibido a Cristo, y para los que ya lo han recibido, la labor de mantenerles el Alimento a tiempo y darles la oportunidad también de alabar y glorificar a Dios con los cánticos y orar a Dios también, y recibir el Alimento espiritual en la congregación. Todas estas labores corresponden a la Iglesia del Señor Jesucristo.
También aprecio y agradezco mucho lo que están haciendo por AMISRAEL. Que Dios les bendiga también por todo el respaldo que le están dando a AMISRAEL. Ya ustedes vieron el documental de la conferencia Jerusalén 2009, la conferencia internacional 2009 que se llevó a cabo en el mes de Junio pasado, la cual fue un éxito.
Y ahora, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, puede hacerlo en estos momentos y estaremos orando por usted. Cristo murió por todos nosotros tomando nuestros pecados y haciéndose pecado por nosotros para darnos Vida eterna.
Por lo tanto, ahora usted tiene la oportunidad si no ha recibido a Cristo todavía como Salvador, de hacerlo para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, le limpie con Su Sangre de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y pueda decir: “Mi ciudadanía está en los Cielos.” O sea, la ciudadanía del nuevo nacimiento que usted ha obtenido por medio de Cristo, por medio del Espíritu de Cristo.
Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad y los está llamando, y en toda la República Mexicana, y en todas las naciones, y los está llamando en este tiempo final. Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, tú eres una oveja del Señor y por eso te está llamando, y tu nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida.
Recuerden, los discípulos del Señor Jesucristo cuando fueron a predicar por mandato de Cristo y regresaron muy felices y le dicen a Cristo: “Señor, hasta los espíritus (o sea, espíritus malos que estaban en las personas)… hasta los espíritus se nos sujetan en Tu Nombre,” porque los mandó a predicar y a sanar los enfermos y a echar fuera demonios; y en el Nombre del Señor Jesucristo ellos ordenaban a los demonios que salieran a de las personas, y salían, obedecían a los apóstoles, los cuales ordenaban en el Nombre del Señor Jesucristo que salieran de las personas; y le cuentan a Cristo: “Mira, aun hasta los espíritus se nos sujetan en Tu Nombre.” Cristo les dice: “No os gocéis de los que espíritus se os sujetan en mi Nombre a ustedes, sino gozaos de que vuestros nombres están escritos en el Cielo.”
Ese es el motivo de gozo, de regocijo: que nuestros nombres están escritos en el Cielo, por eso Cristo dijo que Sus ovejas oyen Su Voz, Él las conoce y le siguen, y Él les da Vida eterna. Eso está en San Juan, capítulo 10, verso 27 al 30; y en San Juan, capítulo 10, verso 1 en adelante dice que el buen Pastor llama Sus ovejas por Su Nombre.
Es que Cristo conoce nuestros nombres aun desde antes de la fundación del mundo, porque nuestros nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida. Y eso es una buena noticia para nosotros: que nuestros nombres están escritos en el Cielo y que Él nos está llamando por nuestro nombre para colocarnos en Su Reino con Vida eterna.
Cristo también dijo en San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante: “El buen Pastor su vida da por las ovejas,” cuando dijo: “Yo soy el buen Pastor, y el buen Pastor Su vida da por las ovejas.” Y dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no estaban allá en el pueblo hebreo), las cuales también debo traer, y oirán mi Voz, y habrá un rebaño y un Pastor.”
La Voz de Cristo es el Evangelio de Cristo, el buen Pastor es Jesucristo, el Redil del Señor es la Iglesia del Señor Jesucristo, y las ovejas ¿quiénes son? Todos nosotros, los cuales escucharíamos Su Voz, Su Evangelio porque Él estaría en Espíritu Santo hablándonos por medio de los diferentes mensajeros, ministros que Él enviaría predicando Su Evangelio. Tan simple como eso, y por esa causa eso es una obra del Espíritu Santo por medio de seres humanos.
San Pedro decía: “Los que han predicado el Evangelio por medio del Espíritu Santo,” o sea, el Espíritu Santo en esas personas hablándole a las demás personas, dándoles las buenas noticias de salvación y Vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador. Por lo tanto, no es una obra hecha con ejército o con fuerza, mas con el Espíritu del Señor.
Pueden todavía continuar viniendo a los Pies de Cristo los que faltan, y los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Jesucristo; y también los niños de diez años en adelante pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Recuerden que Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.” Así que los niños tienen lugar en el Reino de Cristo, tienen derecho a venir a Cristo para entrar al Reino de Cristo.
Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Si falta alguno por venir, puede venir, recuerde que el nombre suyo está escrito en el Cielo y por esa causa usted está escuchando la predicación del Evangelio de Cristo. Dios le guió para estar aquí en esta ocasión escuchando la predicación de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, los que están presentes y los que están en otras naciones; y nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar? Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.” Por cuanto ustedes han creído en Cristo y lo han recibido como Salvador, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; el bautismo en agua es un mandamiento de Jesucristo nuestro Salvador. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, aun el mismo Cristo cuando fue al Jordán donde Juan el Bautista estaba predicando y bautizando, Juan no lo quería bautizar, él decía: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mi para que yo te bautice?” O sea, que lo conocía, sabía que Jesucristo era mayor que él porque él había dicho: “El que viene después de mi, es mayor que yo y es primero que yo, y yo no soy digno de desatar la correa de su calzado.” Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces lo bautizó.
Y si Cristo tuvo que ser bautizado para cumplir toda justicia delante de Dios, cuánto más yo, y cuánto más ¿quién más? Cuánto más cada uno de ustedes también.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a una nueva vida con Cristo en Su Reino eterno, está resucitando a la Vida eterna, ahí tenemos el simbolismo del bautismo en agua.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio del Evangelio de Cristo nuestro Salvador, y la obra que Él ha estado haciendo y continúa haciendo, la cual es la obra del Espíritu Santo.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos; y dejo con ustedes al ministro aquí presente, lo tenemos aquí presente, y él les dirá cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y en cada país que está conectado con esta transmisión y esta actividad, lo dejo para que también haga en la misma forma en el país donde se encuentre junto a las personas que han recibido a Cristo como su Salvador en estos momentos en los diferentes países.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Pasen todos muy buenas noches.
“NO ES CON EJÉRCITOS NI CON FUERZAS, SINO CON EL ESPÍRITU DEL SEÑOR.”