Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Aprecio y agradezco mucho todo lo que están haciendo por el proyecto de La gran Carpa-Catedral y también el respaldo que le están dando a AMISRAEL.
Que Dios les bendiga grandemente por lo que están haciendo, y sean tesoros acumulados, almacenados en el Cielo, en el Reino de nuestro Señor Jesucristo.
Para esta ocasión leemos en Romanos, capítulo 8, verso 9 en adelante, dice:
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“GUIADOS POR EL ESPÍRITU DE DIOS.” Ese es nuestro tema para esta ocasión.
Hemos visto las palabras de San Pablo que nos habla acerca del Espíritu de Dios en los creyentes en Cristo. El mismo Cristo hablando a Nicodemo, le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo pensó que se trataba de nacer otra vez de una mujer, y pensó que se trataba de nacer a través de su madre y le pregunta a Cristo: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?” Pero Cristo le explica y le diciéndole: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”
Toda persona desea entrar al Reino de Dios, desea vivir eternamente, por lo cual también Nicodemo también era una de esas personas que quería entrar al Reino de Dios. Cristo le dice: “No te maravilles de que te dije: os es necesario nacer de nuevo.” Es un requisito nacer de nuevo para entrar así al Reino de Dios.
El nuevo nacimiento ocurre en el Reino de Dios, es como nosotros aquí en la Tierra estamos viviendo porque hemos nacido a esta dimensión terrenal. El que no nació, no vive ni vivió en esta Tierra, en esta vida, y para ver esta vida terrenal hay que nacer en esta vida terrenal.
Y para entrar y para ver el Reino de Dios, para ver el Reino de Dios hay que nacer en el Reino de Dios, y esto solamente se logra por medio del Agua y del Espíritu, dice Cristo a Nicodemo. Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, el cual se recibe cuando la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma y lo recibe como su único y suficiente Salvador, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento.
Esa persona ha nacido de nuevo, ha nacido a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, ha nacido en el Reino de Dios, y por consiguiente tiene Vida eterna porque la vida en el Reino de Dios es eterna.
El Reino de Dios está en la esfera espiritual, y pronto va a estar en la esfera física, en donde entrarán todos los creyentes en Cristo con cuerpos eternos y glorificados, los cuales Cristo va a dar a todos los creyentes en Él que han vivido en este planeta Tierra, y han creído en Cristo como su único y suficiente Salvador.
De eso es que se tratan las palabras de Cristo en San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante donde dice Cristo:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Esta es una promesa exclusivamente para los creyentes en Cristo, serán resucitados los creyentes en Cristo que han muerto físicamente, serán resucitados en cuerpos eternos, cuerpos inmortales, cuerpos jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad, cuerpos glorificados como el cuerpo que tiene Cristo, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.
Esa es la clase de cuerpo en la cual Cristo va a resucitar a todos los creyentes en Él. Cristo resucitó glorificado y por eso no lo conocían sus propios discípulos que lo vieron resucitado y no sabían que era Jesucristo, y creían que era un fantasma el que les había aparecido, porque había entrado con las puertas cerradas donde estaban reunidos los discípulos, y creyeron que era un fantasma.
Pero les dice: “¿Tienen algo de comer?” Le dan un pedazo de pescado y un pedazo de miel, un panal de miel, come delante de ellos y entonces se dan cuenta que es Jesucristo, Él les dice: “El Espíritu no tiene carne y huesos como yo tengo.” O sea, que era un cuerpo real pero glorificado con Vida eterna y joven para toda la eternidad.
Esa es la clase de cuerpo que Él va a darle a todos los creyentes en Él que han vivido en este planeta Tierra, será un cuerpo nuevo, no el mismo cuerpo que tenemos porque se pondría viejo, no podría vivir eternamente y por consiguiente sería volver a los mismos problemas que tenemos en esta vida.
Vean, en San Juan, capítulo 11, versos 21 en adelante cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, dice, verso 21 en adelante del capítulo 11 de San Juan:
“Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”
Marta sabía que Cristo va a resucitar a todos los que creyentes en Él que han muerto, en el Día Postrero, pues ya lo había enseñado en San Juan, capítulo 6:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Y ahora, Cristo es la resurrección y la vida y por consiguiente Él es el que va a resucitar a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente, y a los que estén vivos en ese momento de la resurrección, los que estén vivos van a ser transformados y van entonces a tener cuerpos eternos, cuerpos inmortales.
De eso es que nos habla San Pablo en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, y nos dice de la siguiente manera, y vamos a leerlo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese poder que Él tiene con el cual sujeta a Sí mismo todas las cosas, Él transformará nuestros cuerpos mortales para que sea conforme a Su cuerpo glorificado, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, y entonces seremos inmortales físicamente. Esas son las promesas divinas para los creyentes en Cristo, por eso dice que nuestra ciudadanía está en los Cielos.
Cada persona es ciudadano, ciudadana del país donde nació, esa es su ciudadanía terrenal, la ciudadanía del cuerpo físico que nació a través de sus padres. Pero el que ha nacido de nuevo del Agua y del Espíritu, del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, por cuando el nuevo nacimiento no es terrenal sino celestial, su ciudadanía como creyente en Cristo, como cristiano es celestial, es del Cielo, de la Jerusalén celestial.
Y por consiguiente tiene la promesa de que si muere físicamente va a ser resucitado en cuerpo eterno y glorificado. Mientras no haya resucitado se encontrará en el Paraíso donde están los apóstoles y todos los creyentes en Cristo de todos los tiempos pasados, incluyendo los creyentes en Cristo de nuestro tiempo que hayan muerto.
Allí en el Paraíso se encuentran, pero nosotros nos encontramos acá trabajando en la obra del Señor, ya ellos no pueden trabajar en la Obra del Señor acá en la Tierra, porque terminó el tiempo de ellos.
Ahora, nos ha tocado el tiempo a nosotros, y lo aprovechamos trabajando en la Obra del Señor Jesucristo en Su Cuerpo Místico de creyentes, o sea, en Su Iglesia, y llevando el Evangelio por todas partes, a todo el mundo, para que todo aquel que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y crea y sea bautizado, sea salvo como Cristo mismo dijo cuando envió a Sus discípulos diciendo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.
Se predica el Evangelio de Cristo para que nazca la fe de Cristo en el alma de las personas, crean en Cristo, cran en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, den testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como Salvador, sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ellos el nuevo nacimiento, y así esas personas entren al Reino de Dios, obtengan la Vida eterna, sus almas ya tengan Vida eterna, tengan ya su ciudadanía en el Cielo y esperen sirviendo a Cristo, que Él nos llame cuando terminen sus días en la Tierra, o los transforme si llega el momento de la resurrección de los muertos en Cristo y transformación de los vivos creyentes en Cristo.
Por lo tanto, es necesario tener el Espíritu de Cristo, el cual recibimos al creer en Cristo y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador. Vean las palabras del apóstol Pedro en el capítulo 2 del libro de los Hechos, dice hablando San Pedro, predicando el Día de Pentecostés, capítulo 2, verso 29 en adelante del libro de los Hechos, dice:
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,
viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”
Y el verso 46 al 47, dice:
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Los que han de ser salvos, son añadidos de la Iglesia del Señor Jesucristo, pues esos son los creyentes en Cristo que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en sus corazones y lo han recibido como único y suficiente Salvador, dando testimonio público de su fe en Cristo, y han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha producido en esas personas el nuevo nacimiento, y así han sido añadidas a la Iglesia del Señor Jesucristo esas personas, que son los que han de ser salvos. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido,” dice Cristo en San Lucas, capítulo 19, verso 10. Y en el capítulo 18 de San Mateo, verso *10 en adelante Cristo hablando, dice de la siguiente manera. Dice:
“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.”
Ahora, los ángeles de estos pequeñitos, es el Espíritu que han recibido, el Espíritu de esos pequeños, de esos creyentes en Cristo. Recuerden que un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo angelical:
“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?
Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”
No es la voluntad de Dios que nos perdamos, la voluntad de Dios es que nos salvemos por medio de Cristo nuestro Salvador, Él vino para buscar y salvar lo que se había perdido, vino a salvar ¿a quién? Vino a salvarme a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Para eso vino Cristo dos mil años atrás: para por medio de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario efectuar el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados para así redimirnos, regresarnos a Dios, al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida eterna.
Todo aquel que cree en Cristo y lo recibe como su Salvador, recibe la Vida eterna, en San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Es Vida eterna lo que reciben los que creen en Cristo, los que creen en Cristo y lo reciben como su Salvador, obtienen la Vida eterna, no hay otra forma para el ser humano obtener la Vida eterna. Dice en San Juan, capítulo 3, verso 12 en adelante, esto fue cuando estuvo hablando con Nicodemo:
“Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Cristo sería levantado en una cruz para que todo aquel que cree en Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, no se pierda, más tenga Vida eterna.
En el tiempo de Moisés en el cual él levantó una serpiente de bronce en una vara, fue a causa de que las serpientes venenosas estaban mordiendo a los hebreos en el desierto; y ser mordido por una serpiente venenosa, eso es muerte para la persona, está sentenciada a muerte y solamente le quedan pocos minutos o segundos de vida en la Tierra.
Pero con una mirada de fe a esa serpiente de bronce que estaba en una vara levantada, quedaba anulado todo el veneno, la sentencia de la muerte quedaba anulada y la persona continuaba viviendo.
¿Qué poder tenía esa serpiente de bronce que al mirarla la persona que había sido mordida por una serpiente venenosa no moría, quedaba anulado el veneno y por consiguiente la muerte? Es que aquella serpiente de bronce levantada representaba a Cristo crucificado en la Cruz del Calvario, aquello era el tipo y figura, la sombra de lo que sucedería con el Mesías, Jesucristo en Su primera Venida.
Y ahora, con una mirada de fe a Cristo crucificado, con una mirada de fe a Cristo creyendo en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, obtenemos la Vida eterna, somos salvos y por consiguiente queda anulada la sentencia de la segunda muerte, queda anulada la sentencia de ser echados en el lago de fuego que es la segunda muerte, queda anulada también la muerte que recibió Adán y Eva en el Huerto del Edén, pues ellos se murieron a la Vida eterna el día en que pecaron, y luego se hicieron mortales físicamente y Adán murió a los 930 años.
La muerte física vino como consecuencia de la muerte espiritual, murieron a la Vida eterna y luego les quedó solamente vida temporera que a Adán se le terminó a los 930 años.
En cada tiempo hemos visto que se ha estado acortando el tiempo de la vida de los seres humanos, en los tiempos de Adán y Eva, de Set, de Enoc, de Matusalén, de Noé, ellos vivían más de 500 años. Noé vivió unos 950 años, pues continuó viviendo luego del diluvió. Matusalén vivió 969 años, murió en el año en que ocurrió el diluvio, la muerte de Matusalén fue la señal del tiempo en que vendría el diluvió.
Y ahora, el ser humano vive de 70 a 80 años normalmente y algunos logran llegar a 100 años pero con bastante trabajo, pero lo logran algunas personas y pasan algunos de 100 años. Eso es un milagro, un evento que la persona pase de 100 años, pero antes pasaban de 500 años, de 600, de 700 y de 800 años, y lograban vivir hasta 900 y algo de años.
Ahora, podemos ver todo el problema que trajo el pecado en el Huerto del Edén. Dios le había dicho Adán que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal porque el día que lo hiciera, ese día moriría. Adán tenía Vida eterna, murió a la Vida eterna y le quedó vida temporera que es lo que hemos heredado de Adán y Eva: vida temporera.
Pero gracias a Dios que hemos heredado esa vida temporera para estar aquí en la Tierra para hacer contacto con la Vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador, Él es el Árbol de la Vida eterna. Cristo es el camino, la verdad, y la vida, “y nadie viene al Padre sino por mí,” dice Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6; o sea, por medio de Cristo es que llegamos a Dios, por medio de Cristo es también que oramos a Dios, en el Nombre del Señor Jesucristo, todo ser humano tiene acceso a Dios por medio de Cristo. No hay otra forma, “nadie viene al Padre sino por mí,” dice Cristo.
Por lo tanto, para el ser humano ser reconciliado con Dios necesita a Jesucristo, por medio de Él obtenemos la reconciliación con Dios y por consiguiente obtenemos la Vida eterna, somos restaurados a la Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad, y la evidencia es que Él nos ha dado Su Espíritu y eso nos identifica como hijos e hijas de Dios.
Vean lo que nos dice San Pablo en Gálatas, capítulo 4, verso 1 en adelante, dice:
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;
sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.
Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo (o sea, a Jesucristo, cuando vino el cumplimiento del tiempo)… pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”
Dios envió el Espíritu de Cristo a nosotros y por esa causa somos hijos e hijas de Dios, y dice San Pablo: “Y el que no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Dios.” O sea, que los hijos de Dios son identificados por el Espíritu Santo que está en ellos, el cual ha sido enviado de parte de Dios.
De eso es que hablaba Cristo a Sus discípulos y por consiguiente esto es para todos los seres humanos, vean, en el capítulo 14 de San Juan, verso 25 en adelante, dice:
“Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
Aquí está prometiendo la venida del Espíritu Santo, luego en el capítulo 15, verso 26, dice:
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.”
Y luego en el capítulo 16, versos 12 en adelante, dice (de San Juan también):
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
Aquí tenemos la promesa de la venida del Espíritu Santo y el Día de Pentecostés vino el Espíritu Santo para bautizar con Espíritu Santo y Fuego a todos los creyentes en Cristo que en aquel momento estaban reunidos en el aposento alto, y eran ciento veinte creyentes en Cristo en ese momento, cuando vino el Espíritu Santo y fueron llenos del Espíritu Santo, de lo cual San Pedro nos habla en el libro de los Hechos, en el capítulo 2. Dice:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.”
Sigue diciendo:
“Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?
¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,
cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.”
Siempre aparecen los burladores aun donde Dios está manifestándose, pero Pedro tenía la explicación a lo que estaba allí ocurriendo:
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Esta era la promesa de Dios, la cual Cristo también confirmó de que enviaría el Espíritu Santo sobre los creyentes en Él. Él también en el capítulo 1 del libro de los Hechos, dice:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?
Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.”
Eso fue lo último que Cristo dijo a Sus discípulos: que fueran a Jerusalén, se quedaran en Jerusalén hasta que fueron llenos del Espíritu Santo, y luego en el capítulo 2 que habíamos leído, vimos cómo fueron llenos del Espíritu Santo ciento veinte creyentes en Cristo, pero luego cuando Pedro predicó, creyeron como tres mil personas, fueron bautizadas y fueron añadidas a la Iglesia del Señor Jesucristo, fueron llenos también del Espíritu de Cristo, porque se entra al Reino de Cristo para formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo cuando se nace de nuevo del Agua y del Espíritu, y así la persona viene a ser guiada por el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo todos los días de su vida, y lleva una vida de servicio a Dios cumpliendo los mandamientos divinos, la Palabra de Dios, haciendo conforme a como Dios dice en la Santa Biblia, y trabajando en la Obra de Dios, llevándole a otras personas el Evangelio de Cristo para que también crean en Cristo y obtengan la salvación y Vida eterna.
“GUIADOS POR EL ESPÍRITU DE CRISTO.”
Cada creyente en Cristo nacido de nuevo es guiado por el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Dios, y la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes es guiada por el Espíritu Santo a través de las diferentes etapas por las cuales pasaría. Ha pasado etapas difíciles, pero el Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia guiándola todo el tiempo, fue perseguida en el tiempo en que nació y comenzó a manifestarse el Espíritu de Dios en ella allá en la tierra de Israel, así como Cristo había sido perseguido, mataban a los apóstoles en aquel tiempo, el gobierno los mataba y también otras personas, pero el Espíritu de Dios estaba en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo guiándola.
Cristo había dicho que Él enviaría profetas a Su Iglesia, y que a muchos los matarían, pero la Iglesia del Señor Jesucristo continuaría siempre hacia adelante. Miren aquí, San Mateo, capítulo 23, verso 34 en adelante dice:
“Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.”
Y por eso luego encontramos la destrucción de Jerusalén de la cual Cristo había profetizado y la destrucción también del templo.
Ahora, la Iglesia del Señor Jesucristo ha pasado por grandes persecuciones, pero todavía está en pie delante del Señor, todavía Dios por medio de Su Espíritu ha continuado llamando y juntando Sus escogidos, los que formarían la Iglesia del Señor en cada tiempo.
Y en este tiempo, pues ha estado llamando y sigue llamando los que completarán la Iglesia del Señor Jesucristo, ha estado llamándome a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes, para colocarnos ¿dónde? En la Iglesia del Señor Jesucristo, por lo cual el Espíritu Santo ha estado llevando a cabo esa labor, le ha guiado a usted y me ha guiado a mí, nos ha guiado a Cristo para recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre y Cristo bautizarnos con Espíritu Santo y Fuego y producir en nosotros el nuevo nacimiento, y por consiguiente darnos la Vida eterna y colocarnos en Su Cuerpo Místico de creyentes que es Su Iglesia.
Y Cristo es la cabeza de Su Iglesia, Cristo es el Esposo y Su Iglesia es Su Esposa, a través de la cual Cristo se multiplica, Cristo se multiplica en hijos e hijas de Dios porque Cristo es el Hijo de Dios, y a través de Su Iglesia se reproduce Cristo en muchos hijos e hijas de Dios.
Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo han recibido el Espíritu de Cristo y por consiguiente han nacido en el Reino de Dios como hijos e hijas de Dios, porque cuando nacimos aquí en la Tierra, nacimos como hijos de papá y mamá, pero cuando hemos nacido en el reino de Dios, hemos nacido como hijos e hijas de Dios a través de esa unión de Cristo con Su Iglesia, esa unión espiritual.
Esa es la forma en que nacen los hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo que está en la esfera espiritual. Cuando venga la esfera física, lo cual será pronto, tendremos Vida eterna física que será al recibir el cuerpo eterno y glorificado cuando seamos transformados si permanecemos vivos, y los muertos en Cristo cuando sean resucitados en cuerpos glorificados y jóvenes, incorruptibles, inmortales.
Vean, de esto fue que San Pablo habló en su carta a los Corintios; Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante dice San Pablo:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
O sea, que con estos cuerpos físicos no podemos entrar al Reino de Dios físicamente, no podremos heredar el Reino de Dios físico, porque tiene que ser con un cuerpo inmortal, un cuerpo como el cuerpo glorificado de Cristo. Sigue diciendo:
“He aquí, os digo un misterio (recuerden que esto es uno de los misterios divinos relacionado a Cristo y a los creyentes en Él)…”
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos (cuando dice dormir, se refiere a morir, o sea, no todos moriremos); pero todos seremos transformados (todos vamos a tener un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, todos vamos a obtener esa transformación),
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta.”
Y esa final trompeta ¿qué es? La trompeta es la Voz de Dios, el mensaje final de Dios para la humanidad y sobre todo para la Iglesia del Señor Jesucristo y para el pueblo hebreo. ¿Y cuál es el mensaje final de Dios, la trompeta final o gran Voz de Trompeta? Miren, acá en el Antiguo Testamento nos habla de una trompeta en el capítulo 27 de Isaías, verso 13, dice:
“Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto (y vendrán todas estas personas), y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén.”
Y esto es cuando se toque, cuando se tocará con gran trompeta, eso es el mensaje final de Dios, es la Voz de Dios hablándole al pueblo hebreo ahí en Isaías, capítulo 27, verso 13.
Y ahora, ¿cuál es el mensaje final de Dios? Ya que ese mensaje final de Dios es la trompeta final o gran Voz de Trompeta, hemos tenido a través de la historia de la familia humana en la Sagrada Escritura, mensajes para diferentes ocasiones, diferentes dispensaciones.
Hay siete dispensaciones y por consiguiente hay siete mensajes dispensacionales y por consiguiente también hay siete mensajeros dispensacionales: Adán fue el primero de los profetas mensajeros dispensacionales para la primera dispensación, la Dispensación de la Inocencia, con el mensaje correspondiente al mensaje de la inocencia.
Luego el segundo mensajero dispensacional fue Set hijo de Adán, el cual Dios le dio luego de la muerte de Abel al cual mató Caín. Set es el mensajero de la Dispensación de la Conciencia, y bajo su tiempo los hombres comenzaron a llamarse del Nombre de Dios y a servir a Dios.
Luego el tercer mensajero dispensacional es el profeta Noé, con el mensaje para la Dispensación del Gobierno Humano, él tenía el mensaje final para el tiempo en que él vivió para el mundo antediluviano, y en su mensaje él proclamaba el juicio divino que vendría sobre la raza humana, y que sería un diluvio y no llovía en ese tiempo; era inconcebible a los seres humanos que Dios destruyera al mundo antediluviano con un diluvio sin llover, pero ¿quién creó el agua? Dios, por lo tanto, Él sabía cómo iba a traer ese diluvio.
Noé lo predicó, el juicio divino, para la raza humana, pues Dios le había dicho a Noé que la Tierra estaba llena de violencia y los hijos de los hombres y los hijos de Dios se habían juntado, o sea, los hijos de Dios se habían casado con las hijas de los hombres, escogiendo de las hijas de los hombres las más hermosas. Los hijos de los hombres son los descendientes de Caín, los hijos de Dios son los descendientes de Set, y hubo esa mezcla y a Dios no le agradó.
Y ahora, eso produjo personas violentas y trajo un problema muy grande a la raza humana en aquel tiempo, a tal grado que Dios dijo que iba a destruir al ser humano, y cuando Dios lo dice, Él lo puede hacer y lo hace.
Pero hubo un hombre llamado Noé, de la descendencia de Adán, el cual ofrecía a Dios sacrificio por el pecado suyo y de su familia; y esos sacrificios que desde Adán fueron establecidos por Dios, representan el Sacrificio del Mesías, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, por eso tenían ese valor delante de Dios, y los que ofrecían esos sacrificios, quedaban cubiertos sus pecados con la sangre de esos animalitos.
Pero por cuanto los animales no tienen alma, la sangre de esos animalitos no podía quitar el pecado, solamente cubría el pecado, y cuando Dios miraba a la persona lo veía sin pecado; pero estaba ahí el pecado, pero estaba cubierto con la sangre de ese sacrificio que tipificaba la Sangre de Cristo que en el Sacrificio que Él efectuaría en la Cruz del Calvario.
Noé era una de esas personas temerosas de Dios, y que efectuaba el sacrificio por los pecados para él y su familia, por eso cuando Dios miró, solamente vio a Noé sin pecado, un hombre justo delante de Dios.
Y por cuanto Dios no puede destruir al justo con el injusto, le comunicó a Noé lo que iba hacer en la Tierra, le da la revelación divina de la destrucción de la raza humana, y parecía algo imposible, pero para Dios no hay nada imposible, y le dice a Noé que construya un arca en la cual se salvará él, su familia y cierta cantidad de animales, de reptiles y de aves; y así Noé lo hizo, estuvo unos cuantos años construyendo el arca, y la paciencia de Dios sobre el mundo antediluviano era por causa de Noé, porque si traía el diluvió antes de Noé terminar el arca, moría Noé también, por lo tanto la paciencia de Dios era con Noé.
Noé era el que estaba en el Programa Divino llevando a cabo la obra correspondiente para la salvación de los que pasarían a un nuevo mundo, a una nueva civilización, pero parecía imposible lo que Noé predicaba, porque no llovía en aquel tiempo, como sucede en algunos países que hay ciudades que no llueve, como en Lima, Perú, y decir que va a venir un diluvio allí, es algo inconcebible. Pero vean, así era en el tiempo de Noé, solamente se regaba la tierra con un vapor que subía durante la noche.
Ahora, llegó el tiempo en que Noé terminó el arca, Dios le dijo que entrara al arca y que colocara dentro los animales correspondientes y así lo hizo, y luego Dios cerró el arca, cerró la puerta del arca y transcurrieron unos siete días, Dios le dijo: “Dentro de siete días, al séptimo día vendrá el diluvio,” y así sucedió. Y los que no habían entrado al arca, vino el diluvio y se los llevó a todos, murieron.
Ahora, tenemos el arca de salvación que es Cristo, para todo aquel que no quiera morir en alma, espíritu y cuerpo en el lago de fuego, es un lago pero no de agua, sino de fuego, por eso Cristo dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” De nada le habrá servido a una persona vivir en esta Tierra y perder su alma. Es que no comprendió el motivo por el cual vivimos en esta Tierra.
Hemos sido colocados en esta planeta Tierra para ser rociados con la Sangre de Cristo y limpiados de todo pecado, para lo cual se predica el Evangelio y se nos da la oportunidad de recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador para luego obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, ser bautizados en agua en Su Nombre y Él bautizarnos con Espíritu Santo y Fuego y producir en nosotros el nuevo nacimiento.
Para esas personas es esta promesa de Primera de Corintios, nos detuvimos aquí donde dice, donde nos dice San Pablo en el verso 52 de este capítulo 15 de Primera de Corintios:
“En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta.”
Hemos visto lo que es la final trompeta: es el mensaje final de Dios. Nos detuvimos en Noé, el tercer profeta mensajero dispensacional con el tercer mensaje de Dios dispensacional.
Luego el cuarto mensajero dispensacional con el cuarto mensaje dispensacional fue Abraham para la Dispensación de la promesa, y el quinto mensajero dispensacional fue Moisés para la Dispensación de la Ley con el mensaje de la ley.
Luego el sexto Profeta dispensacional, mensajero dispensacional fue Jesús, con el mensaje de la gracia para los seres humanos, para que así tengan la oportunidad de obtener la salvación y Vida eterna, y luego para la séptima dispensación el mensaje es el Evangelio del Reino que gira alrededor de la segunda Venida de Cristo y gira alrededor del Reino de Dios que será establecido en la Tierra, lo cual será la restauración del Reino de David en el cual el Hijo de David, el Mesías se sentará en el Trono de David y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
En el mensaje del Evangelio del Reino, séptimo mensaje dispensacional estarán todos esos misterios siendo dados a conocer, siendo abiertos para todos los hijos e hijas de Dios, para así reciban la fe, la revelación para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
La gran Voz de Trompeta o trompeta final, el mensaje del Evangelio del Reino para la séptima dispensación, la Dispensación del Reino; para esa dispensación Dios enviará un mensajero, un profeta dispensacional con ese mensaje, el cual él estará proclamando en medio del Cristianismo y luego en medio del Judaísmo y en medio de la familia humana en todas las naciones.
En Apocalipsis y en San Mateo… nos dice Cristo en San Mateo, primero, capítulo 24, verso 14, nos dice de la siguiente manera:
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
El Evangelio del Reino ya les expliqué que es el mensaje final de Dios, el mensaje que estará hablando acerca del Reino del Mesías, lo cual será la restauración del Reino de David en medio del pueblo hebreo, Reino que gobernará sobre el pueblo hebreo, sobre todo el Medio Oriente, sobre todas las naciones, será un Reino, un imperio mundial.
Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 14, verso 6 al 7, dice:
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo.”
Un mensajero (un Ángel significa mensajero), y si lo va a predicar ese Evangelio eterno que tiene, si lo predica a todos los moradores de la Tierra tiene que estar ¿dónde? En la Tierra: es un mensajero de Dios, un profeta mensajero con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino; y bajo la predicación de ese mensajero se estará escuchando la Gran Voz de Trompeta o trompeta final que es el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino siendo predicado, el cual predicaba Juan el Bautista y predicaba Jesús.
Pero cuando ya fue crucificado, ya de ahí en adelante, ya el Día de Pentecostés se comenzó a predicar el Evangelio de la Gracia, pero se volverá a predicar el Evangelio del Reino, el Evangelio eterno, y este mensajero viene diciendo, dice:
“Diciendo a gran voz (¿ven? A gran Voz, la gran Voz de Dios, la gran Voz de Trompeta): Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.”
Vean, viene guiando las personas y enseñando a las personas adorar a Dios, a servir a Dios, y viene también anunciando el juicio divino que ha de venir sobre la raza humana, tan simple como eso es lo que Él estará hablando en su mensaje. Estará predicando el día de venganza del Dios nuestro, dándole a conocer a los seres humanos que el “día de venganza del Dios nuestro” viene sobre la raza humana; y ahora, continuamos aquí en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 52, ahí nos detuvimos, dice:
“En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”
Es en el tiempo en que esté sonando esa Trompeta final, ese mensaje final, el Evangelio del Reino, que los muertos en Cristo van a ser resucitados en cuerpos incorruptibles, glorificados, inmortales y nosotros los que vivimos si permanecemos vivos hasta ese momento, seremos transformados:
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad.”
Vamos a ser vestidos de inmortalidad, vamos a ser inmortales físicamente, eso es lo que nos enseña San Pablo y lo que nos enseñó Cristo también, y todo esto será para el Día Postrero que delante de Dios es el séptimo milenio para los seres humanos.
Así como el Día Postrero de la semana es el sábado, el séptimo día, el Día Postrero delante de Dios es el séptimo milenio, pues “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día,” dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8 y el Salmo 90, verso 4, ese es el Día Postrero del cual Cristo dice: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero.”
Ahora, se ha predicado que estamos en los días postreros, los días postreros comenzaron en el tiempo de Jesús, San Pablo dice: “Y en estos postreros días Dios nos hablado por Su Hijo al cual constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Dios creó el Universo por medio de Cristo y el heredero de todo el universo, de toda la creación es Jesucristo, y dice que Dios habló por medio de Su Hijo Jesucristo en los postreros días dice San Pablo, diciendo que en los días en que Jesús vivió ya eran los postreros días.
Es que los días postreros son los milenios postreros delante de Dios, así como los días postreros de la semana son jueves el quinto día, viernes el sexto día y sábado el séptimo día, y de esos tres días postreros de la semana, el último, el día postrero de la semana es el sábado, el séptimo día.
El Día Postrero delante de Dios para los seres humanos es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá. De Cristo hacía acá han transcurrido ya dos mil años que delante de Dios son solamente dos días. De los días postreros, de los tres días postreros ya dos han transcurrido y nos queda solamente el último, el Día Postrero, en el cual Cristo va a resucitar a los muertos creyentes en Él, y a los vivos creyentes en Él los va a transformar, pero no sabemos en qué año del séptimo milenio o tercer milenio de Cristo hacia acá.
Pero ya sabemos que conforme al calendario gregoriano hemos entrado al séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá. Es en el Día Postrero en que la Trompeta final o gran Voz de Trompeta tiene que sonar, o sea, el mensaje final de Dios, el mensaje para el séptimo milenio de Adán hacia y para la séptima dispensación, la Dispensación del Reino.
¿Y por qué no ha ocurrido la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación nuestra y esto se ha venido predicando desde hace dos mil años en medio del Cristianismo? Porque no puede Cristo salir del Trono de Intercesión en el Cielo donde está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su propia Sangre por todos los que lo recibirían como Salvador, hasta que haya entrado hasta el último escogido de Dios al Reino de Cristo, hasta que haya entrado la última oveja del Señor, al redil del Señor, a la Iglesia del Señor Jesucristo.
La paciencia de Cristo es por las ovejas que faltan por venir a los Pies de Cristo, y los está llamando en este tiempo final; el mensaje final de Dios llama las últimas ovejas del redil del Señor, y eso ocurre antes de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los que están vivos.
Por lo tanto, la paciencia de Dios es por Sus ovejas que faltan por entrar al redil del Señor. Él dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil, las cuales también debo traer, y oirá mi Voz, y habrá un rebaño y un pastor.”
Usted está escuchando el Evangelio de Cristo en estos momentos, porque el nombre suyo está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, usted es una oveja del Señor aunque no lo sabía antes, pero ahora sí lo sabe, y por eso el mensaje de Dios, de Cristo por medio de Su Espíritu Santo, ha estado llamando Sus ovejas y colocándolas en Su redil, en Su Iglesia, en Su Reino.
Y en este tiempo está llamando las últimas, las que faltan para completar Su redil, Su rebaño, Su Iglesia. “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón,” tienes el privilegio de ser una oveja del Señor, de tener tu nombre escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y tienes el privilegio de escuchar el Evangelio de Cristo para recibirlo como tu único y suficiente Salvador, para así asegurar tu futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
¿Qué otra persona te puede asegurar tu futuro eterno? No lo hay, solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO, ese es mi Salvador, mi Redentor, ¿y de quién más? De cada uno de ustedes también.
Cristo en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia todo el tiempo, Él dijo en San Mateo, capítulo 28, verso 20:
“Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
Por lo tanto, Él está con nosotros como Él dijo, y está llamando Sus ovejas en este tiempo como lo ha hecho en tiempos pasados. Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, recíbelo porque Él te está llamando para colocarte en Su redil con Vida eterna:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (San Juan, capítulo 10, verso 27 al 30).
Así que, “el que es de Dios, la Voz de Dios oye.” (San Juan, capítulo 8, verso 47). Es un llamado para las ovejas del Señor, las cuales el Padre le dio a Cristo para que las busque y les dé Vida eterna; es para recibir Vida eterna que se predica el Evangelio, se da la oportunidad a las personas que reciban a Cristo como Salvador, y la persona recibe a Cristo como Salvador, ¿para qué? Para recibir la Vida eterna, y eso lo tiene que hacer antes de que terminen sus días aquí en la Tierra, porque después que terminen los días de la persona aquí en la Tierra, ya no hay oportunidad de salvación.
Recibe la persona la salvación y Vida eterna estando en la Tierra, recibe la Vida eterna su alma para vivir con Cristo por toda la eternidad. Uno no puede decir: “Yo dejo eso para más adelante,” pues la persona no sabe cuántos días va a vivir en la Tierra, puede decir: “Estoy muy joven, eso es para las personas mayores,” pues miren, las personas mayores algunas veces duran más que los jóvenes, porque los jóvenes mueren en accidentes o también por alguna enfermedad o algún problema. O sea, que no hay tiempo en que la persona pueda decir: “La vida se acaba a tantos años,” no sabemos cuánto tiempo vamos a durar en la Tierra, por consiguiente tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y el momento es cuando escuchamos Su Voz, Su Evangelio. La predicación de Su Evangelio, cuando lo escuchamos, es el momento para recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador. Por eso se le da la oportunidad a la personas que acepten a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que les dé Vida eterna.
Ya yo lo recibí como mi Salvador, y Él me dio Vida eterna, ¿y a quién más? Cada uno de ustedes también. Si hay alguna persona que todavía no lo ha recibido como su Salvador, puede hacerlo en estos momentos, puede pasar acá al frente y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y puede ser bautizado en agua en Su Nombre. Y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca en el Reino de Cristo a la Vida eterna.
Vamos a dar unos minutos mientras pasan acá al frente para orar por ustedes, para que así Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Lo más importante en la vida es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, para eso es que hemos venido a este planeta Tierra: para tener la oportunidad de recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador y ser rociados con la Sangre de Cristo nuestro Salvador.
No hay otra cosa más importante que la Vida eterna, por eso San Pablo decía: “Echa mano de la Vida eterna.” ¿Cómo echamos manos de la Vida eterna? Recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, pues Él es la Vida eterna. “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.”
Él es el Árbol de la Vida, Cristo nos enseña que el que cree en Él, tiene Vida eterna, es un asunto de Vida eterna recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador. Es la Vida eterna la que está en juego cuando se predica el Evangelio y se da la oportunidad a las personas que reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador. Es Vida eterna lo que recibimos al recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.
Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar para ustedes también, y los niños de diez años en adelante que están en otras naciones y que están conectados con esta transmisión vía satélite, pueden también continuar viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
La Vida eterna solamente la conseguimos, la recibimos a través de Cristo, el que tiene al Hijo (a Jesucristo) tiene la vida, la Vida eterna; el que no tiene a Cristo, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporera que se le va a terminar y no sabe cuándo se le va a terminar, por lo tanto, necesitamos asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su reino eterno mientras estamos vivos en esta Tierra.
Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede hacerlo para que quede incluida en la oración que estaremos haciendo dentro de algunos segundos.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Algunas veces hay personas tímidas, que les da timidez o vergüenza pasar al frente para recibir a Cristo como Salvador, pero recuerden, Cristo dijo: “El que se avergonzare de mi y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará del tal cuando venga en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles, “ San Marcos, capítulo 8, versos 36 al 38. Y en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33, dice:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y también dice:
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Si le negamos, Él nos va a negar delante de Dios, delante del Padre; si le confesamos como nuestro Salvador, Él nos confiesa delante del Padre celestial como creyentes en Él que lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo y nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón; creo en Ti, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo Señor, sálvame, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo,’ y yo escuché el Evangelio de Cristo, creí y lo he recibido como mi Salvador. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. Juan no lo quería bautizar, y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces lo bautizó.
Si Cristo fue bautizado, cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados, y el mismo Cristo ordenó ser bautizado todo aquel que lo recibe como único y suficiente Salvador.
El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado, pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo. En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando es sumergido en las aguas bautismales por el ministro, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan simple, tan sencillo como eso es el simbolismo del bautismo en agua.
Por lo cual bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo al ministro, reverendo Luis Javier Mathus Flores con ustedes para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
“GUIADOS POR EL ESPÍRITU DE CRISTO.”