Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Un saludo allá para los hermanos allá en Puerto Rico, que Dios les bendiga grandemente y también en todos los países.
Para esta ocasión leemos un pasaje muy conocido por todos, está en San Mateo, capítulo 6, verso 9 en adelante, donde dice:
“Vosotros, pues, oraréis así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
Así comienza el Padre nuestro y nos vamos a detener aquí para ver este verso 10, que dice:
“Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”
“SEÑOR, VENGA A NOSOTROS TU REINO.” Es nuestro tema.
Hablando acerca del Reino de Dios en la Tierra, encontramos que en el tiempo del profeta Moisés Dios estaba reinando en la Tierra a través del profeta Moisés, como también en el Adán, Dios estaba reinando en la Tierra a través de Adán. Recuerden que el primer hombre era también un profeta, habló con Dios, Dios le hablaba y le revelaba Su Palabra, y Dios lo había colocado como rey, como señor sobre toda la Tierra, sobre el planeta Tierra con todo lo que tenía.
Allá perdió el dominio sobre la Tierra cuando pecó ante Dios Eva y Adán, y el enemigo de Dios le robó esa bendición, y vino a ser mortal Adán y Eva, y por consiguiente la herencia que le dejarían a sus descendientes sería una vida temporera.
En aquel tiempo le duraba a ellos más de 500 años, pero se ha ido acortando y ahora dura alrededor de 70 a 100 años, la ciencia está buscando llevar la vida del ser humano a más de 100 años, y piensan que en este siglo XXI el ser humano pasará de 130 años, 130 a 150 años.
Pero estamos ya al final porque la ciencia, dice la Escritura que dejará de ser, pero decía también: “La ciencia se multiplicará,” y se ha multiplicado mucho y ya ha estado encontrando algo del origen de la vida, y lo que causa la muerte en el ser humano; pero Dios no quiere que el ser humano viva eternamente como pecador, sino que viva eternamente como un creyente en Dios que sirva a Dios, para que sirva al propósito divino.
Por eso es que no por medio de la ciencia humana, sino por medio del poder del Espíritu de Dios vendrá una resurrección de los muertos creyentes en Cristo en cuerpos glorificados y eternos y jóvenes, y una transformación para los vivos en Cristo que nos colocará físicamente en la Vida eterna con cuerpos jóvenes, glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo.
Recuerden que cuando resucitó glorificado, después no le conocían, estaba glorificado, y el cuerpo glorificado es inmortal, incorruptible y joven para toda la eternidad, esa clase de cuerpo es que tendrán pronto los creyentes en Cristo de edades pasadas y los creyentes en Cristo de este tiempo final, y así entraremos a la Vida eterna física para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
Ahora, hablando acerca del Reino del cual Cristo dice que orando pidamos la venida del Reino de Dios, viendo las Escrituras, encontramos que hay un Reino celestial y hay un Reino terrenal. El Reino celestial tiene un Trono, es el Trono de Dios celestial en el cual Dios está sentado con Su cuerpo angelical reinando.
Pero luego cuando Cristo murió y resucitó, Él había dicho que se sentaría a la diestra de Dios en el Cielo, y cuando resucitó glorificado y subió al Cielo, se sentó a la diestra de Dios. San Mateo, capítulo 26, versos 63 al 65 habla de esto cuando Él dio testimonio de esta verdad al sumo sacerdote y los miembros del concilio del sanedrín que lo estaban juzgando. Y cuando ellos escucharon esta verdad dijeron, dijo el sumo sacerdote: “Ha blasfemado.” Pero cuando se dice una verdad divina no se está blasfemando, se está dando testimonio de la verdad, los que estaban blasfemando eran los que hablaron en contra de Él.
Y ahora, ¿qué es el Reino y cuál es el Reino de Dios prometido aquí para venir a la Tierra? Veamos lo que es el Reino de Dios prometido para venir a la Tierra, pues hemos visto lo que es el Reino de Dios celestial en esa dimensión divina donde está Cristo sentado a la diestra de Dios, en Apocalipsis, capítulo 2 y capítulo 3. Capítulo 3 del Apocalipsis nos dice, verso 20 al 22:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Por cuanto habla de cenar, está hablando del tiempo de la tarde, y el tiempo de la tarde en medio del Cristianismo en la Iglesia del Señor Jesucristo corresponde a donde se pone el sol. El sol se pone en la tarde ¿en dónde? En el Oeste.
Y así como el sol sale del Este y se pone en el Oeste, Cristo, el sol de justicia, la luz del mundo, salió del Este y ha recorrido desde el Este hasta el Oeste en Su programa en medio de Su Iglesia; porque el Hijo del Hombre dice que viene como el relámpago, el relámpago que sale del Este y se muestra en el Oeste, resplandece en el Oeste.
El Este es Israel, y el Oeste ¿cuál es? El continente americano en el cual por la gracia de Dios nos ha tocado vivir a nosotros. Nosotros no escogimos vivir en el continente americano y mucho menos en la parte de la América Latina incluyendo el Caribe. El que nos envió a vivir en este planeta Tierra fue el que lo determinó.
Algunas veces algunas personas quieren vivir allá en Europa o en otro país, pero ya esas… en el Cuerpo Místico de Cristo ya esas etapas ya han pasado. En palabras más claras, la acción del Programa Divino corresponde al Oeste, y ya la séptima edad de la Iglesia que corresponde a Norteamérica, también se cumplió, y Dios se va moviendo de etapa en etapa, de edad en edad a través de las diferentes naciones donde se cumple cada edad.
Y ahora, es en el Oeste donde se pone el sol, y así es en el Oeste donde concluirá el Programa Divino con la Iglesia, en donde serán resucitados los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y los vivos serán transformados para luego ser llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, aquí cuando nos habla de una cena, nos está hablando del tiempo de la tarde, porque no nos va a estar hablando del tiempo de la cena en la mañana, en la mañana es el desayuno. Y ahora, dice:
“Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Y esto es así para individuo e individuos y también para el Cuerpo Místico de Cristo, Su Iglesia. Por lo tanto, va a ser la cena en el que abre la puerta, y en la edad de ese que abrirá la puerta en el Día Postrero. La puerta de su etapa, su edad. Ahora sigue diciendo. Dice:
“…cenaré con él, y él conmigo.”
Así que el alimento espiritual correspondiente al tiempo de la tarde, está seguro, y esa cena espiritual es tipo y figura de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, o sea, que vamos a cenar espiritualmente acá, y luego vamos a estar en la cena de las bodas del Cordero en el Cielo. Ahora, sigue diciendo:
“Al que venciere…”
Recuerden que el vencerá es el que abrirá la puerta, y abrirá la puerta a Cristo porque la edad de Laodicea cerró la puerta con Cristo fuera, y no se puede cerrar la puerta con Cristo fuera; pero recuerden, será abierta una puerta por donde entrarán los escogidos, los hijos de Dios, y ahí mismo por esa puerta entrará Cristo; estará dentro Cristo y entrarán las vírgenes prudentes, y luego se cerrará la puerta pero con Cristo dentro, y con las vírgenes prudentes dentro también, pues dice en la parábola de las diez vírgenes en San Mateo, capítulo 25, versos 10 al 13, que mientras iban a comprar aceite las vírgenes insensatas vino el esposo y las que estaban preparadas entraron con Él a las bodas y se cerró la puerta; y en San Lucas también dice en el capítulo 13, versos 22 al 27: “Cuando el Padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta…” entonces ¿qué pasará? Vendrán entonces a tocar la puerta, pidiendo que les abran la puerta, esas son las vírgenes insensatas tocando la puerta, pero las prudentes ya están dentro con el Señor, estarán dentro con el Señor en la Venida del Hijo del Hombre.
“Así como fue en los días de Noé y como fue en los días de Lot, así será la Venida del Hijo del Hombre,” así será el día en que el Hijo del Hombre se manifestará, se revelará, o sea, se dará a conocer:
“Al que venciere (sigue diciendo), le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Así como Cristo se ha sentado con el Padre celestial en Su Trono celestial, Él promete al vencedor sentarlo con Él en Su Trono. Y ahora, aquí vemos dos tronos: el Trono del Padre, el Trono celestial, y en la misma forma en que Dios el Padre ha hecho con Jesucristo el Hijo de Dios, Cristo hará con el vencedor: lo sentará con Él en Su Trono. Es paralelo a lo que el Padre hizo en el Cielo.
Y ahora, el Trono del Padre está en el Cielo, en el Reino celestial, pero el Trono de Jesucristo está en la Tierra en el Reino terrenal del cual él dijo que orando pidamos la venida del Reino de Dios; ese Reino de Dios terrenal es el Reino del Mesías, el Reino de Cristo. Y vamos a ver en Primera de Crónicas, capítulo 28, verso 5 al 6 lo relacionado al Reino de Dios en la Tierra. Dice el rey David cuando está presentando a su hijo Salomón como el heredero al Trono, dice:
“Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel.”
El Trono del Reino de Dios sobre Israel es el Trono de David, el Reino de Dios sobre Israel es el Reino de David. Y ahora, veamos también el próximo capítulo de Primera de Crónicas, capítulo 29, verso 22 al 23 cuando por segunda vez le dieron la investidura como rey a Salomón.
Dice… y esto, David todavía está vivo, y esto es importante, darle la herencia a los hijos cuando la persona todavía está viva, para que después no se peleen cuando muera el padre de familia. Si estando vivo todavía el rey David uno de sus hijos, ¿el mayor era? Quería tomar el Reino y quería matar a su padre para tomar el Reino. O sea, que ya David sabía que si el mayor pensó en esa forma, los demás podían pensar en la misma forma al morir el rey David y matarse unos a otros, o sea, uno de ellos mandar a matar a todos los hermanos para quedarse con el Reino.
Y ahora, veamos, Dios le dio sabiduría al rey David para que colocara en el Trono al heredero y lo vieron por algún tiempo reinando, y David ser consejero, porque David continuaba siendo rey aunque, digamos, se había jubilado como rey y había colocado su hijo, ¿ven? Y vendría a ser eso un entrenamiento, y en el campo educativo se le llamaría ‘la práctica,’ la práctica la estaría tomando con su maestro al lado para así hacer bien las cosas.
Y ahora, en Primera de Crónicas, capítulo 29, versos 22 al 23 dice:
“Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote.
Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.”
¿En qué Trono se sentó Salomón? Dice: “Y se sentó Salomón por rey en el Reino de Jehová o en el Trono de Jehová, y se sentó Salomón por rey en el Trono de Jehová en lugar de David su padre.”
El Trono de Dios terrenal es el Trono de David, y Salomón heredó el Trono de David. Y ahora, veamos, ¿quién es el heredero a ese Trono? San Lucas, capítulo 1, versos 26 en adelante (aquí estaremos viendo un poco de historia); dice capítulo 1, verso 26 en adelante de San Lucas:
“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (Yeshua en hebreo).
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre (el Trono de David que es el Trono de Dios terrenal, ¿a quién se lo dará? ¿Quién es el heredero? El Mesías, Cristo);
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Aquí podemos ver quién es el heredero al Trono de David: es Cristo, y ahora, ese es el Trono del cual Cristo habla en Apocalipsis, capítulo 3, versos 21 al 22, en donde dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
El vencedor estará viviendo en el Día Postrero y le abrirá la puerta a Cristo, pues ya la puerta de la edad de laodicea fue cerrada con Cristo fuera, y Él tocando a la puerta, por lo tanto, en el Día Postrero será abierta en medio del Cristianismo la puerta, Cristo, para que Cristo entre, y Él entrará como Rey, Él entrará clamando como León; es ahí donde Él clama como León, como Rey de reyes y Señor de señores y siete Truenos emiten sus voces. Es ahí donde Él hace el cambio de dispensación, en donde entrelaza la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia.
Ahora, si le fuera abierta la puerta en otro… no en medio del Cristianismo sino en otra religión, pues entonces sería en otra religión donde Él clamaría como León y en donde los Siete Truenos emitirían sus voces.
Pero es en medio el Cristianismo donde Él estará clamando como León, y luego en medio del pueblo hebreo, tan sencillo como eso. Ellos escucharán esa Voz, la Voz de Cristo ya no como Cordero, la Voz de Cristo ya como Sumo Sacerdote sino como León de la Tribu de Judá.
La Escritura dice que Él rugirá como León y los hijos vendrán temblando, y vendrán del Occidente. Eso está en Oseas, capítulo ¿qué? Por ahí el capítulo 11 [cuando lo tenga Miguel ya nos la pasa por ahí esa cita de Oseas]… 11:10 vean lo que dice:
“En pos de Jehová caminarán; él rugirá como león (o sea, Él rugirá); rugirá, y los hijos vendrán temblando desde el occidente.”
O sea, desde el continente americano, o sea, que los primeros que vendrán están en el Occidente. Vendrá rugiendo como León, esos son los siete Truenos de Apocalipsis, capítulo 10, versos 1 al 11, ahí es donde Él viene, es el Ángel del Pacto, Cristo descendiendo del Cielo con el Arco iris, el pacto alrededor de su cabeza, y así por el estilo, todo lo que ustedes ven ahí, vean, es Cristo, el Ángel del Pacto, y ruge como León.
O sea, que viene con el mensaje del Evangelio del Reino rugiendo, hablando, hablando como León, eso es rugir como León, y eso es una Gran Voz de Trompeta, la misma Gran Voz de Trompeta, porque en Isaías también nos habla de esta Voz de trompeta y nos dice que van a ser llamados; 27:12 al 13, ahí lo encontramos. O sea, que hay muchas profecías bíblicas que estarán siendo cumplidas en este tiempo final, dice:
“Acontecerá en aquel día, que trillará Jehová desde el río Eufrates hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis reunidos uno a uno.
Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén.”
Ahí tenemos el llamado, la forma en que Dios va a llamar a los judíos también, o sea, los hebreos, a las tribus perdidas o descendientes de las tribus perdidas, y va a unificar las diez tribus con… las diez tribus del reino del Norte llamado la casa de Israel, con las dos tribus llamadas la casa de Judá; porque el Reino había sido dividido en dos reinos, pero va a ser unificado en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá, porque es para el tercer milenio que está la promesa de la restauración del Reino, de la restauración de Israel. Dice Oseas, capítulo 6, verso 1 en adelante:
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
Nos dará vida después de dos días (recuerden, son dos días delante de Dios que para los seres humanos son dos milenios, o sea, dos mil años); en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”
En el tercer día, o sea, en el tercer milenio, tercer milenio de Cristo hacia acá, ya han transcurrido dos milenios de Cristo hacia acá, y ya hemos entrado al tercer milenio de Cristo hacia acá.
En los días del Señor Jesucristo cuando tenía de tres a siete años de edad comenzaron los días postreros, por eso el apóstol Pedro y el apóstol Pablo nos hablan de que en aquellos días se estaba ya viviendo en los días postreros, por ejemplo, San Pablo dice en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 13:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Y dice también que Él es la imagen del Dios viviente: Cristo, o sea, Él es el Ángel del Pacto, Él es el cuerpo angelical de Dios, esa es la imagen de Dios.
Y ahora, nos dice que habló Dios por medio de Cristo el Hijo de Dios, en los días postreros, es que los días postreros delante de Dios son los milenios postreros para los seres humanos, que son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; y cuando Cristo tenía de tres a siete años de edad comenzó el quinto milenio y por consiguiente comenzaron los días postreros.
Y luego el Día de Pentecostés San Pedro en su mensaje en el capítulo 2, versos 30 en adelante… el verso 14 también, capítulo 2, verso 14 en adelante del libro de los Hechos, dice citando a Joel, capítulo 2, que Dios prometió derramar de Su Espíritu Santo en los días postreros, y ya estaba derramando de Su Espíritu Santo en aquella ocasión porque ya habían comenzado los días postreros.
Por eso es que cuando leemos en las Escrituras, encontramos que los apóstoles hablan de que aquellos días en que ellos vivían, eran los días postreros, y algunas personas que no comprenden pueden decir: “Pero, desde el tiempo de los apóstoles están diciendo que están en los días postreros y no se ha terminado el mundo.” Es que los días postreros delante de Dios son los milenios postreros, que son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.
Y ahora, estamos todavía viviendo en los días postreros, pero ¿en cuál de los días postreros? En el último, por lo tanto, estamos en el Día Postrero, y es para el Día Postrero que Cristo dijo que Él resucitará a los *muertos creyentes en Él, San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, en donde nos habla de la resurrección; y veamos capítulo 6 de San Juan, versos 39 al 40, dice:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Dos promesas ahí, y también nos dice desde el verso 47 en adelante:
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna (o sea, que el creyente en Cristo tiene Vida eterna).
Yo soy el pan de vida.”
Por eso Él decía que teníamos que comer, que comernos a Cristo, a Él, pero esto no es literalmente. Si fuera literalmente entonces no tendríamos la oportunidad porque Él vivió unos dos mil años atrás en esta Tierra.
En el tiempo de las persecuciones acusaban a los apóstoles de que ellos se habían llevado el cuerpo del Señor y se comían a Cristo, porque Cristo dijo que: “El que no coma mi carne y beba mi Sangre, no tiene vida permaneciente en sí.” Y entonces hacían todas esas acusaciones en contra de los discípulos. Pero era que tomaban la Santa Cena donde el pan es tipo del cuerpo de Cristo, y el vino es tipo y figura de la Sangre de Cristo.
Y ahora, tenemos más Escrituras donde Él dice que Él resucitará en el Día Postrero a los creyentes. En este mismo capítulo 6, verso 54, dice:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Y el verso 44, dice:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.”
¿Ven? Y las personas se preguntan: “¿Jesucristo promete resucitar a las personas creyentes en Él en el Día Postrero?” Y no entienden lo que es el Día Postrero, creen que es un día de 24 horas, pero es que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día, nos dice el apóstol Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8 y el Salmo 90, verso 4. Tan simple como eso.
Esta enseñanza de la resurrección para el Día Postrero la tenían los discípulos del Señor Jesucristo, por eso encontramos a Marta cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, la resurrección de Lázaro, recuerden, es el tipo y figura de lo que Cristo va hacer en el Día Postrero. Dice el capítulo 11, verso 21 en adelante de San Juan:
“Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.”
Ahora, cuando se lleva a cabo un funeral, consolamos a los familiares diciéndoles: “Tu padre o tu madre o tu hermano que ha muerto, resucitará.” Pero no le estamos diciendo con eso que va a resucitar en ese momento, sino que va a resucitar en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.
El sábado que es el último día de la semana, día de descanso para los judíos, es el último día, Día Postrero de la semana, tipo y figura del séptimo milenio, que es el milenio donde Cristo va a resucitar a los muertos creyentes en Él y a los vivos los va a transformar, y es el mismo milenio donde Él va a establecer Su Reino en el planeta Tierra, es el milenio donde el Reino de Dios va a venir. O sea, la venida del Reino está prometida para el Día Postrero, la venida del Reino literalmente. En lo espiritual, pues está en nuestro corazón, y nosotros estamos dentro del Reino del Señor en la esfera espiritual, pero en la esfera física vamos a estar pero con cuerpos eternos, ya se habrán terminado todos nuestros problemas.
Y ahora, cuando Cristo le dice: “Tu hermano resucitará.” Marta le dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección en el Día Postrero,” pues Cristo lo había enseñado y esto muestra que ella lo aprendió bien, ¿y quién más? Cada uno de nosotros también. Todos nosotros sabemos que la resurrección es para el Día Postrero, y sabemos que el Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor (¿y quién más puede decir así? Amén, si Señor también yo lo creo); yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Vean, toda la revelación que tenía Marta: sabía que Jesús era el Mesías, el Cristo, porque Cristo significa ungido, Mesías, y sabía que la resurrección era para el Día Postrero.
Y ahora, nosotros con más luz sabemos sobre la resurrección, sabemos lo que es el Día Postrero y sabemos que estamos viviendo en el Día Postrero y sabemos que estamos en el Oeste. Si todas las personas del mundo entero supieran que el Oeste, y sobre todo la América Latina, es el territorio para el cumplimiento de esta etapa final del Programa Divino se mudarían para la América Latina, y en vez de estar los latinoamericanos buscando a ser de Europa o de Norteamérica, serían ellos los que estarían buscando a ser latinoamericanos.
La bendición del Programa Divino en el Día Postrero corresponde a la América Latina cubriendo también todo el Caribe, y de ahí es que pasará al pueblo hebreo. No pudo pasar de Norteamérica, ¿se dieron cuenta? Aún cuando el mensajero de la séptima edad de la Iglesia trató de ir a Israel, le fue prohibido, como a Pablo le fue prohibido ir a Bitinia, eso era ir para el Este, porque el Programa Divino es de Este a Oeste; y luego que se llega al Occidente y se completa la obra de la parte Norte en la séptima edad, luego pasa a la parte Sur del continente americano, y de ahí es que puede ir luego a Israel.
Por eso es que a Israel podemos ir, por eso ustedes van a ver una relación con el Judaísmo, con los líderes del Judaísmo; relación que quiso tener el séptimo mensajero de la séptima edad de la Iglesia gentil, pero él no podía hacer el entrelace de la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia para pasar el mensaje de Dios, el Evangelio del Reino a los judíos, para la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
Y ahora, vimos que el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David, y que el Trono de Dios en la Tierra, el Trono de Cristo es el Trono de David. Por eso cuando Cristo estuvo aquí en la Tierra ya resucitado, glorificado y ya tenía que irse al Cielo, en el capítulo 1, verso 6 del libro de los Hechos, le preguntan Sus discípulos: “Señor, ¿restaurarás Tú el Reino a Israel en este tiempo?”
Recuerden que en todo el tiempo del ministerio del Señor, ellos estaban esperando la restauración del Reino de Dios en la Tierra, que sería la restauración del Reino de David y Trono de David; y el Ángel, vean, le dijo a la virgen María que Dios le daría el Trono de David Su Padre, “y se sentará sobre el Trono de David y reinará sobre Israel para siempre.”
¿Y por qué no se cumplió en la Venida de Jesucristo dos mil años atrás? Porque Su Venida tiene dos partes llamada la primera Venida de Cristo y la segunda Venida de Cristo. En la primera viene como Cordero para morir como el Sacrificio de Expiación por el pecado de Su pueblo y de todo ser humano, para que todo ser humano tenga un Sacrificio de Expiación por sus pecados y pueda acercarse a Dios y obtener el perdón de sus pecados y ser limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, y ser reconciliado con Dios.
En Su segunda Venida es que Él viene como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores para reclamar Su Trono, para reclamar Sus derechos al Reino y Trono de David, y restaurar el Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David. Tan sencillo como eso.
Ese es el Reino y el Trono de Cristo, porque el Trono celestial es el Trono del Padre, pero ahora Cristo promete en la misma forma que el Padre ha hecho con Él en el Cielo sentándolo en Su trono y dándole todo poder sobre los Cielos y la Tierra, como dijo Cristo en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Es que el poder de los Cielos y de la Tierra corresponde al que está sentado en el Trono celestial; ese era el Trono que el diablo quería, por eso estaba luchando, pero Cristo ganó. Cristo obtuvo la victoria en contra del diablo y le quitó todos los derechos y todos los poderes, y se sentó a la diestra de Dios en el Trono, eso es: se sentó en el Trono de Dios, y todo está sometido a Él: Arcángeles, Ángeles, potestades, todo, principados, todo está bajo Su dominio, bajo Su gobierno.
Pero ahora Cristo habla de un Reino terrenal: el Reino de David, del cual dice que orando pidamos la venida del Reino de Dios, y por eso es que los discípulos siempre estaban preocupados y deseaban saber acerca de la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
En una ocasión cuando llevó a cabo el milagro, uno de los milagros, se cuenta de dos veces que llevó a cabo este tipo de milagro: la multiplicación de los panes y los peces, pues en una de ellas algunas personas luego quisieron tomarlo para proclamarlo Rey, coronarlo; pero Él cuando comprendió lo que ellos querían hacer, se fue a orar, no permitió que lo hicieran porque no era el tiempo todavía. Y aun cuando entra a Jerusalén como Rey fue rechazado porque no era el tiempo, y Él lo sabía, pero eso daba lugar a que luego lo juzgaran, lo condenaran y lo crucificaran y se efectuara el Sacrificio de Expiación por el pecado de los seres humanos.
Gracias a Dios porque Cristo fue crucificado por nosotros, San Pablo dice en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7: “Porque nuestra pascua la cual es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” Bien dijo Juan el Bautista en San Juan, capítulo 1, versos 29 al 36, cuando vio a Jesús dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”
Cuando dice que quita el pecado del mundo, pues tenía que morir como Expiación por el pecado, porque de otra forma no podía quitar el pecado del mundo y reconciliar al ser humano con Dios.
Les debo una parte de Oseas, capítulo 6, vamos a continuar aquí en Oseas, capítulo 6, lo podemos leer para refrescar la memoria, dice:
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”
En el tercer día, el tercer día delante de Dios es en el tercer milenio de los milenios postreros, de los días postreros que son tres, como los días postreros de la semana son el quinto día: jueves, sexto día: viernes y séptimo día: el sábado. ¿Y en qué día delante de Dios estamos? En el Día Postrero, conforme al calendario gregoriano ya llevamos unos diez años dentro del séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá, y por consiguiente conforme al calendario gregoriano ya estamos en el Día Postrero. Y para el Día Postrero es que tienen que cumplirse todas las promesas hechas por Dios para el Día Postrero, para ese tercer día. Dice.
“…en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”
Con el pueblo hebreo Dios trata como nación, con los gentiles Él trata como individuos o con individuos, y el que no conoce esa forma de Dios tratar con los gentiles y con los judíos, entonces se confunde todo y quiere obrar o trabajar en una forma que no le puede dar los resultados que la persona quiere. Hay que trabajar con entendimiento en el Programa Divino. Y ahora, sigue diciendo:
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová…”
O sea, conoceremos, conocer ya las cosas de la Palabra que le han sido dadas; van a conocer en ese tiempo también y continuarán conociendo las otras cosas que falten por ser dadas a conocer, “porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar,” ¿dónde está eso? Habacuc, capítulo 2, verso 14; y también está en Isaías, capítulo 11, verso 9.
Y si va a ser la Tierra a ser llena del conocimiento de Dios, tiene que haber un mensaje con el cual sea enseñado Israel y sea enseñada cada nación, ese mensaje es el Evangelio del Reino, ese mensaje es llamado la gran Voz de Trompeta o trompeta final; es la Voz de Cristo como León rugiendo y revelándonos todas las cosas que nosotros debemos conocer.
Y ahora, estamos en el tiempo correcto para que se han cumplidas todas estas promesas, estamos en el tiempo en que se completará la Iglesia del Señor Jesucristo, y cuando se complete, entonces Cristo saldrá del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad que es el Libro sellado con siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y descenderá a la Tierra en Apocalipsis, capítulo 10, en el capítulo 5 toma el Libro, lo abre, pero es ya como León. El mismo Cordero, Cristo, el Ángel del Pacto, es también el León de la Tribu de Judá. Recuerden, Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, donde dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias (y dice). Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
Cristo es la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana, la Columna de Fuego, la Columna de Fuego que le apareció a Moisés, es la estrella resplandeciente de la mañana, no una estrella literal, porque la estrella resplandeciente de la mañana que vemos en la madrugada, ¿cuál es? Venus. Cristo no es Venus, Cristo es nada menos que la Columna de Fuego que le había aparecido al profeta Moisés, el Verbo que era con Dios, el Ángel del Pacto en donde estaba, está y estará eternamente el Nombre de Dios; y “aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,” dice *San Juan, capítulo 1, verso 14 y era nada menos que el Verbo hecho carne, Emanuel, Dios con nosotros, conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14; Dios visitando a Su pueblo Israel.
Y ahora, el Ángel del Pacto encontramos que es el mismo Cristo en Su cuerpo angelical, y vean aquí este Ángel del Pacto, porque es Él el que viene para restaurar el reino de Dios en la Tierra, capítulo 23, verso 20 en adelante, dice:
“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel del Pacto, y ese Ángel del Pacto es Cristo en su cuerpo angelical, ese Ángel del Pacto es la imagen del Dios viviente; siempre que las personas decían que habían visto a Dios, lo que habían visto era el Ángel de Dios, pero en ese Ángel estaba Dios, por eso es que después San Juan, capítulo 1, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él (le declaró, o sea) le ha dado a conocer.”
Ahora, sigue diciendo… recuerden que en ese Ángel, estaba, está y estará eternamente el Nombre de Dios.
“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”
Con el Ángel del Pacto la victoria está segura, con el Ángel del Pacto el pueblo llegó a la tierra prometida y la obtuvo, y con el Ángel del Pacto el Reino de Dios será restaurado en la Tierra, porque el Ángel del Pacto viene para establecer el Reino de Dios.
Así es como viene el Reino de Dios en la Tierra, es el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical. Ese Ángel del Pacto es el mismo que desciende en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 al 11 con el librito abierto en Su mano; es el mismo Ángel del Pacto que se hizo carne y fue llamado Yeshua o Jesús o Jesucristo allá en medio del pueblo hebreo, y por eso ese Ángel del Pacto que le dio la ley al pueblo hebreo, le dio el pacto al pueblo hebreo allá en el monte Sinaí, ahora viene en carne humana en el velo de carne llamado Jesucristo o Yeshua, y establece un nuevo Pacto.
Por eso Cristo en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29 dice, tomando el pan y dando gracias al Padre, da a sus discípulos y dice: “Comed de él, porque este es mi cuerpo.” Y tomando la copa de vino y dando gracias al Padre, da a sus discípulos, y dice: “Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” O sea, que Cristo en el pan tipificó Su cuerpo físico, y en el vino tipificó Su Sangre, y dice: “Esta es mi Sangre del nuevo Pacto para remisión de los pecados.”
Y ahora, viene Cristo, el Ángel del Pacto en un velo de carne, el Ángel del Pacto viene en un velo de carne llamado Jesús o Jesucristo o Yeshua en hebreo, para establecer el nuevo Pacto que había prometido a través del profeta Jeremías, en el capítulo 31, versos 31 al 36, donde dice:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.”
Y ahora, el nuevo Pacto lo viene a hacer el Ángel del Pacto, el mismo que hizo el pacto antiguo allá en el monte Sinaí con el pueblo hebreo. Cuando las personas escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y lo reciben como Salvador y son bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, esas personas han entrado a formar parte del pueblo de Dios, han entrado al nuevo Pacto; tienen Vida eterna dice Cristo, y por consiguiente vienen a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, tipificados también en granos de trigo porque Cristo dijo, representándose Él en el grano de trigo, en la simiente original, dice:
“Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
Cristo como la semilla, la simiente original que sería sembrada y de Él nacería una planta de trigo que es la Iglesia, y en la planta de trigo nacerían muchos granos de trigo que son los creyentes en Cristo, vean, somos representados en granos de trigo que han nacido en la planta de trigo por medio de la vida del grano de trigo, y la vida del grano de trigo es el Espíritu Santo; es la vida de la Sangre, es el Espíritu Santo.
Por lo tanto, si Cristo es el grano de trigo que fue sembrado en tierra para reproducirse en muchos granos de trigo, los creyentes en Cristo son esos granos de trigo, esos hijos e hijas de Dios.
Y ahora, pedimos a Dios la venida del Reino de Dios: “Señor, venga a nosotros Tu Reino, venga Tu Reino,” queremos que ya venga pronto ese Reino, para lo cual también queremos que Cristo complete Su Iglesia porque hasta que no la complete, no podemos ser transformados, hasta que complete Su Iglesia, no puede ocurrir la resurrección e los muertos en Cristo.
Por eso es que se ha estado predicando por unos dos mil años el Evangelio de Cristo, y algunas personas dicen: “Llevan dos mil años predicando que Cristo viene, y no ha venido.” Es que Cristo no puede salir del Trono del Padre hasta que complete Su Iglesia, porque no se puede perder ninguno de esos que están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero; esas son las ovejas del Padre que le han sido dadas a Cristo para que las busque y les dé Vida eterna, “porque el Hijo del Hombre vino (¿a qué?) a buscar y a salvar lo que se había perdido” (San Lucas, capítulo 19, verso 10). Y en San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14 compara a esas personas con ovejas, y dice:
“¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas (o sea, mostrando qué pasaría), ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?”
Y si la halla regresa con ella gozoso y da la noticia que la encontró, dice:
“Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”
Por eso algunas veces encontramos que vienen muchas personas al escuchar al Evangelio de Cristo, porque es Cristo en Espíritu Santo, el Espíritu de Dios quien los trae para que escuchan la Palabra de Dios.
Algunas vedes hay algunos que se apartan, se alejan, pero después regresan al redil del Señor, es que sus nombres están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida, y Cristo los llama por medio de Su Palabra y Su Espíritu, y vienen al redil del Señor, vienen a los Pies de Cristo.
Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en mi alma y lo recibí como mi Salvador, y Él me recibió en Su Reino, me perdonó, con Su Sangre me ha limpiado de todo pecado, me bautizó con Su Espíritu y me colocó en Su Reino, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes, y ahora, pues tenemos Vida eterna.
Aunque nuestro cuerpo físico todavía no tiene Vida eterna, pero cuando seamos transformados ya tendremos Vida eterna física y un cuerpo nuevo y joven. Así que estamos esperando ese gran momento que está prometido para el Día Postrero, y ya el Día Postrero comenzó, por eso estamos esperando nuestra transformación, y los muertos en Cristo están esperando Su resurrección, ya ellos también saben que estamos en el Día Postrero.
Ahora, podemos ver que hay un llamado final en este tiempo para entrar al Reino de Cristo en la esfera espiritual, para luego cuando seamos transformados y los muertos en Cristo resucitados, entrar físicamente también al Reino del Señor, al Reino del Mesías que será restaurado en esta Tierra, y será la restauración del Reino de David en donde estará el heredero al Trono: Cristo, y con Él el vencedor.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 22).
Y la administración de ese Reino corresponde a Cristo y Su Iglesia, y ahí no vamos a explicar mucho, ya hemos visto lo relacionado a este Reino, lo suficiente para comprender mejor esta bendición tan grande que será la venida y establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. Será tan grande esa bendición que el profeta Isaías dice en el capítulo 9, que la paz no tendrá límites en el Reino del Mesías, dice capítulo 9, verso 6 al 7.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz (ese es el Príncipe de Paz, el Mesías).
Lo dilatado de su imperio y la paz…”
O sea, lo extendido de Su Imperio, porque será un Imperio mundial, el Imperio que cubrirá el planeta Tierra completo, será el único Imperio que llegará a cubrir el planeta Tierra.
“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”
O sea, que será una obra de Dios. Y ahora, la paz que tanto anhelan todas las naciones y que tanto anhela el ser humano, vean dónde está: está prometida en el Reino del Mesías, es en el Reino del Mesías donde habrá justicia social completa, donde habrá verdad y donde habrá paz no solamente en el alma de las personas, sino en Israel y en todas las naciones.
Israel desde que fue declarada una nación libre y soberana en el 1948, no ha tenido paz, pero en el Reino del Mesías tendrá paz, y todo el Medio Oriente tendrá paz, se terminarán los problemas con sus vecinos y habrá paz en todas las naciones.
Las armas de guerras serán convertidas en herramientas de trabajo, es importante entender todo esto para tener nuestra fe puesta en Cristo, puesta en Dios, esperando estas bendiciones, esperando nuestra transformación.
Pero si alguno se va antes, no se preocupe, volverá, pero ya volverá jovencito en cuerpo glorificado; por lo tanto, le puede decir a sus familiares si piensa que se va a ir antes, que va a morir físicamente: “No vayan a llorar por mí, estén esperándome en mi regreso en un cuerpo glorificado y joven para toda la eternidad,” o sea, no estén esperando una persona mayor, adulta de 30 ó 40 años, estén esperando un jovencito o una jovencita de 18 a 21 años de edad, porque así será la apariencia física que tendrán los cuerpos glorificados, esa es la apariencia del cuerpo glorificado de Jesucristo.
Y ahora, nuestra petición es: “Señor, venga a nosotros Tu Reino.” La victoria será con y del Ángel del Pacto prometido para venir en el Día Postrero en el cumplimiento de la segunda Venida del Señor; como fue la Venida del Ángel del Pacto dos mil años atrás en carne humana en la persona de Jesús, el cumplimiento de la primera Venida del Señor conforme a Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante.
Y ahora, la victoria será con el Ángel del Pacto, donde está el Nombre de Dios y estará eternamente, Él vendrá conforme a Apocalipsis, capítulo 10 con el Librito abierto en Su mano.
“SEÑOR, VENGA A NOSOTROS TU REINO.”
Él dijo que oráramos, que pidamos Su Venida, por lo tanto, estamos haciendo una petición conforme a Su voluntad, y la estamos haciendo en el tiempo para el cual Él ha prometido que vendrá el Reino de Dios a la Tierra: para el Día Postrero está prometido, y por consiguiente estamos en el tiempo correcto para ser esa petición y pedirle que venga en este tiempo, en este Día Postrero o tercer milenio de Cristo hacia acá.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo reciba en Su Reino.
También los que están en otras naciones pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador, y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, para lo cual pueden pasar acá al frente y estaremos orando por usted.
Vamos a dar algunos minutos mientras vienen a los Pies de Cristo las personas que todavía no han venido a los Pies de Cristo, y también para aquellos que en alguna ocasión habían recibido a Cristo y se alejaron, pero ahora han sentido el llamado de Cristo en sus corazones, en sus almas, y están regresando al redil del Señor.
Recuerden que la Escritura dice: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye,” dice Cristo en San Juan, capítulo 8, verso 47 al 48. Es Cristo hablándonos directamente al corazón, llamándonos porque nuestros nombres están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida, y por esa causa somos ovejas del Señor.
La Escritura dice que Dios nos hablaría al corazón, y eso es por medio de escuchar el Evangelio de Cristo, la Palabra de Dios. Es Dios por medio de Su Espíritu a través de la Escritura hablándonos directamente a nuestra alma, a nuestro corazón.
Ya todos sabemos que estamos viviendo en el Día Postrero, todos sabemos que Cristo está llamando y juntando Sus escogidos en este tiempo final. Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Córdoba, Argentina y en todas las ciudades de Argentina, y en todos los países y todas sus ciudades de la América Latina, del Caribe y también en Norteamérica, también en Canadá, en Alaska, en África, en Japón, en China, en todos los países Dios tiene hijos, Dios tiene ovejas, y los está llamando en este tiempo final.
Por lo tanto, si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, tu eres una oveja del Señor y por esa causa Él te dirigió para escuchar en esta ocasión Su Evangelio, Su Palabra para hablarte directamente a tu alma y llamarte a Su redil.
En el Cielo hay gozo en estos momentos, el mismo Cristo lo dijo, Él dijo: “Cuando un pecador se arrepiente, hay gozo en el Cielo,” hay gozo entre los Ángeles de Dios, hay gozo en Dios, hay gozo en Cristo y hay gozo en todos los creyentes en Cristo que ya partieron y están en el Paraíso, porque ellos desde el Paraíso miran hacia acá y nos ven en esta actividad. Ellos no se pierden ni un culto.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Si hay alguna persona que todavía no ha venido, puede pasar acá al frente para que queden incluida en la oración que estaremos haciendo, y en las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todas las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Recuerden que lo más importante para el ser humano es la Vida eterna, no hay otra cosa más importante. Nuestra vida terrenal es importante, pero es temporera, es lo mejor que tenemos físicamente en la Tierra, pero es limitada, limitada a cierta cantidad de años, pero queremos vida eterna, y solamente Cristo la puede dar, porque Él tiene la exclusividad de la Vida eterna, y a quien Él quiere, la da.
¿Y a quién Él quiere darla? Pues a todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador, para eso y por esa causa murió en la Cruz del Calvario, para que todos podamos recibir la Vida eterna por medio de Él.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a lo Pies de Cristo, si falta alguno por venir, puede venir; y los niños también que falten por venir, pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración.
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Tu primera Venida, y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego cuando yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.
Señor, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino, sálvame Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible en el Nombre del Señor Jesucristo,” porque Él dijo.
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
Y la pregunta es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
El bautismo en agua era practicado por Juan el Bautista, Jesucristo y los apóstoles. Cuando Juan estaba predicando el Evangelio del Reino, Cristo fue a donde Juan estaba bautizando allá en el Jordán, allá en Judea, para ser bautizado por Juan, y entró a las aguas bautismales, y Juan le dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?” Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces lo bautizó.
Si Cristo para cumplir toda justicia le convenía ser bautizado por Juan el Bautista, cuánto más a nosotros nos conviene ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. El Día de Pentecostés San Pedro predicó en el capítulo 2, versos 14 en adelante… verso 1 adelante hasta el 48 del libro de los Hechos, y creyeron en Cristo como tres mil personas, los cuales fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Miren las palabras de San Pedro con relación al bautismo en agua en el Nombre del Señor, cuando ellos preguntan qué deben hacer. Todos los que creyeron, dice capítulo 2, verso 37 en adelante dice:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Y luego el verso 47 dice que ellos permanecían todos los días alabando a Dios, dice:
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Capítulo 2, verso 46 al 47).
Ahí podemos ver que Dios añade a Su Iglesia los que han de ser salvos, los que han de vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Y ahora, cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo en términos espirituales. Y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado. Y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Ahora, el agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico conforme a las palabras de Cristo nuestro Salvador y de los apóstoles.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y se identifican con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de la venida del Reino de Dios, con nuestra oración: “SEÑOR, VENGA A NOSOTROS TU REINO.”
Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados en estos momentos, y que Cristo también les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Pasen todos muy buenas noches. Dejo al ministro aquí, y en cada país dejo al ministro correspondiente.
“SEÑOR, VENGA A NOSOTROS TU REINO.”