Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas en diferentes países. Un saludo muy especial para el misionero, reverendo Miguel Bermúdez Marín allá donde se encuentra, en Colombia, y para todos los ministros allá en Colombia y en todas las naciones. También un saludo muy especial para Puerto Rico, el reverendo José Benjamín Pérez y la congregación allá en Puerto Rico, que Dios les bendiga grandemente; y para todos los ministros y congregaciones en diferentes naciones. Para esta ocasión escuchaba al misionero Miguel Bermúdez Marín que estuvo hablando acerca de La gran Carpa-Catedral, la cual ya está muy adelantado todo en cuanto al material de La Carpa-Catedral, y también todas las demás cosas necesarias ya están muy adelantadas; y ya en Puerto Rico esperan que pronto, no sabemos cuándo, pero pronto se pueda tener esa gran Carpa-Catedral levantada y para la dedicación de esa gran Carpa-Catedral he sido invitado para dictar algunas conferencias. Así que, yo también deseo ver pronto esa gran Carpa-Catedral levantada, la cual va a ser de grande bendición para Puerto Rico y todas las naciones y todas las Iglesias también. Para esta ocasión leemos la Escritura que nos habla en Romanos, capítulo 8, versos 28 al 39, y nos dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. El verso que tomamos para esta ocasión es el verso 37, que dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” “MÁS QUE VENCEDORES.” Vencedores en todo. Estas personas de las cuales el apóstol Pablo nos habla que son vencedores en todo, son más que vencedores, son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo. Encontramos en las Escrituras que tenemos grandes promesas de las cuales el libro del Apocalipsis habla en el capítulo 2 y capítulo 3 del Apocalipsis, al final de cada mensaje para cada Iglesia, dice, por ejemplo en el capítulo 2, verso 7 del Apocalipsis, dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” Luego también en el mismo capítulo 2, verso 11, dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.” Esto es para el que venciere; luego en el mismo capítulo 2, verso 17 de Apocalipsis, dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.” Esta bendición también es para el vencedor o los vencedores. Siempre el vencedor tiene que haber tenido una lucha, no puede vencer si no hay una lucha, una batalla. Luego en el mismo capítulo 2, verso 26 en adelante del Apocalipsis, dice: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Aquí le dará autoridad sobre las naciones. Todos los vencedores son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, y van a reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad. Por lo tanto, esta es una bendición grande, una promesa para los creyentes en Cristo. En el capítulo 3, verso 5 y 6 dice (del Apocalipsis): “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Y ahora, tenemos la promesa para los vencedores, que será vestido de vestiduras blancas y no será borrado su nombre del Libro de la Vida, y Cristo confesará el nombre de la persona delante del Padre celestial y delante de los Ángeles; así como confesamos a Cristo públicamente delante de las personas cuando lo recibimos como Salvador y somos bautizados en agua en Su Nombre, Él delante del Padre celestial confiesa a esas personas delante del Padre celestial, confiesa el nombre de esas personas como creyentes en Él y queda confirmado en el Libro de la Vida y queda confirmado por consiguiente en la Vida eterna. Sigue diciendo en este mismo capítulo 3 del Apocalipsis, versos 11 al 13: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.” Recuerden que nadie quiere perder esa corona gloriosa que Cristo tiene para todo creyente en Él. Y si la promesa es que Él nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, entonces hay una corona para cada creyentes en Cristo, porque los reyes son los que llevan la corona de reyes, princesas y príncipes creyentes en Cristo. Sigue diciendo en el mismo capítulo 3, el verso 12 en adelante, dice: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (o sea, una persona importante en el Templo de Dios), y nunca más saldrá de allí.” Recuerden que siendo Reyes y siendo Sacerdotes de Dios, porque Cristo con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes y reinaremos con Cristo. Por lo tanto, así como Cristo es Rey, Rey de reyes y Señor de señores, Él es el León de la tribu de Judá, el Rey de reyes y Señor de señores, ha hecho reyes a los creyentes en Él, y como Él es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec en el Cielo, ha hecho también de los creyentes en Él sacerdotes del Templo de Dios. Y como también Dios lo ha colocado como Juez de toda carne, como Juez para todas las personas, también Cristo ha colocado los creyentes en Él como jueces, San Pablo dice: “¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo, y aun a los ángeles?” O sea, que los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, son nada menos que el gabinete de Cristo, el gabinete de Cristo, del Reino de Cristo, el gabinete para la parte política del Reino, miembros del gabinete, del poder judicial, miembros del gabinete, del sacerdocio en esas tres partes del Reino del Señor tienen parte importante todos los creyentes en Él. La parte política como reyes, en la parte religiosa como sacerdotes y en la parte judicial como jueces, pero Cristo es el Juez supremo y en el Orden sacerdotal Cristo es el Sumo Sacerdote, y como reyes Cristo es el Rey de reyes, el Rey que gobierna no solamente la Tierra sino los Cielos también, porque está sentado en el Trono celestial de Dios. Ahora, ¿quién es Jesucristo, el cual las Escrituras lo presentan como la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra y que existe desde antes de aparecer en carne humana en la Tierra? Él es nada menos que la manifestación plena de Dios en carne humana, es nada menos que Dios el Padre en y con Su cuerpo angelical dentro del velo de carne llamado Jesús, es nada menos que Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo celestial, el Rey de paz y Sacerdote del Dios altísimo que le apareció a Abraham en el capítulo 14 del libro del Génesis, cuando Abraham venía de la victoria que había obtenido sobre cinco reyes que se habían llevado cautivo a Lot y su familia y a un grupo grande de los habitantes del territorio de Sodoma y Gomorra, y Abraham los libertó, fue Dios que le dio la victoria. Y ahora, de todo lo que había obtenido Abraham, de todo el botín, encontramos que le da los diezmos a Melquisedec; y diezmando Abraham a Melquisedec, y Melquisedec es Cristo en Su cuerpo angelical, Su cuerpo teofánico, ese cuerpo angelical, ese cuerpo teofánico, es el cuerpo angelical de Dios, es el cuerpo teofánico de Dios, es el Ángel del Pacto, es el Espíritu Santo, es el varón con el tintero de escribano en Su cintura, de Ezequiel, capítulo 9, es Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso es que Cristo decía en el capítulo 8, verso 56 al 58 de San Juan: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó. Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.” Pero recuerden que el cuerpo físico de Jesús tenía unos 30 a 33 años de edad cuando está hablando esas palabras, ¿y cómo entonces se puede entender que era antes que Abraham, si había nacido hacía unos 30 a 33 años a través de la virgen María? Su cuerpo físico sí, pero Su cuerpo angelical viene de la eternidad, Él es Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo celestial. Por eso cuando estaba en la Tierra hacía también labores de Sumo Sacerdote, intercedía por el pueblo delante de Dios, oraba a Dios por el pueblo, también sanaba los enfermos; todo eso una obra de Sumo Sacerdote. Y ahora, encontramos que Jesucristo viniendo a la Tierra es nada menos que Melquisedec vestido de un cuerpo de carne humana nacido a través de la virgen María. Por esa causa es que cuando Cristo muere, resucita y sube al Cielo, Él presenta Su propia Sangre ante Dios y el Trono de Dios se convierte en un Trono de Intercesión, ese es el propiciatorio del Templo celestial, representado en el templo terrenal, en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, representado en el propiciatorio que era la tapa del arca del pacto, una cubierta o tapa que tenía dos querubines de oro, uno a cada lado. Ese era el propiciatorio sobre el cual Dios aparecía dentro del Lugar Santísimo que es el lugar más importante en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón. Todo templo tiene que tener el Lugar Santísimo. Siempre el Lugar Santísimo corresponde al lugar desde donde se predica la Palabra de Dios, desde donde viene la Voz de Dios, porque la Voz de Dios en el templo que construyó Salomón y el tabernáculo que construyó Moisés venía del Lugar Santísimo, de sobre el propiciatorio. Por lo tanto, en una Iglesia la parte más santa, el Lugar Santísimo, viene a ser el altar donde está el púlpito desde donde se predica, desde donde sale la Voz de Dios y desde donde Dios está en el que está predicando, ungiendo a esa persona y hablando a través de esa persona la Palabra divina. Y ahora, encontramos que el ser humano también tiene Lugar Santísimo, que es su alma, lo cual es en realidad la persona interior. Y ahora, encontramos que siempre hubo, hay y habrá luchas hasta que se entre a la eternidad después del Reino milenial, después del juicio final ya se habrá terminado todo problema para la Tierra y también el Cielo. Encontramos que la Escritura nos dice que lo último que será destruido será la muerte, Primera de Corintios, capítulo 15, por el verso 26, dice: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” Y por consiguiente el diablo será destruido, los que no entrarán a la eternidad, en el juicio final serán juzgados, condenados y echados en el lago de fuego que es la segunda muerte, y luego el planeta Tierra entrará en una etapa de purificación, pasará por fuego para ser purificado; pero los creyentes estarán en otro lugar, serán llevados a un lugar fuera del planeta Tierra, luego regresarán a la Tierra para vivir eternamente con Cristo en la Tierra, y el planeta Tierra se convertirá en el lugar más importante del universo, porque estará el Trono de Dios y el Trono del Cordero en la Tierra. Y por consiguiente la nueva Jerusalén que desciende del Cielo después del Reino milenial y después del juicio final y luego que haya pasado el planeta Tierra por una etapa de purificación a través del fuego, será establecido en el planeta Tierra la nueva Jerusalén, la ciudad donde mora Dios, donde moran todos esos seres celestiales, y será tan grande que desde lejos la podrán ver, y tan alta que pasará de las nubes actuales. Ahora, tenemos grandes promesas de parte de Dios, en medio de las luchas Dios da la victoria. Encontramos que las luchas son a causa de que un individuo que la Biblia le llama el diablo o Satanás o Lucero, ese arcángel caído con su ejército ha estado tratando de destruir la obra de Dios, ha estado tratando de destruir toda la creación, ha estado tratando de destruir al ser humano, que es la corona de la creación. Creyó que había destruido la obra de Dios cuando mató a los profetas de Dios en diferentes tiempos, y después cuando mató a Juan el Bautista, Satanás o el diablo o Lucero a través del rey y la reina que mandaron a matar a Juan, a decapitarlo, creyeron que habían obtenido la victoria; pero aunque un creyente en Dios muera, va al Paraíso, o sea, que la victoria la tiene la persona, pasa de esta vida donde hay tantos problemas, a una vida mejor. Ahora, luego de Juan, mató a Cristo en la Cruz del Calvario por medio del imperio romano y creyó el diablo que había obtenido la victoria, pero cuando Cristo resucitó, ¿la victoria quién la tuvo? Jesucristo. Y ahora, encontramos que las luchas han sido por causa de que el diablo o Satanás está suelto, y es el príncipe de este mundo; dice Cristo en San Juan que el diablo es el príncipe de este mundo. Recuerden que le ofreció a Cristo los reinos de esta Tierra en San Mateo, capítulo 4 y también San Lucas, capítulo 4, vean, le dice a Cristo… capítulo 4, verso 8 en adelante, esto fue luego que terminó Jesucristo de ayunar, luego de estar 40 días en ayuno, dice… esta fue una de las tentaciones: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” Y vinieron Ángeles de Dios y le servían a Jesucristo. Todos queremos lo mismo que pasó con Jesucristo: que mande lejos al diablo y vengan Ángeles a ayudarnos. Y ahora, ya hemos visto porqué las luchas de esta vida terrenal, es una lucha entre la vida y la muerte. Los seres humanos en el planeta Tierra están viviendo en un planeta de tinieblas y de sombras de muerte; está la vida y está la muerte, eso es lo que dice la Escritura: que Dios nos ha colocado delante del ser humano la vida y la muerte, y recomienda al ser humano que escoja la vida para que viva él y su familia. Cristo es la Vida eterna, “yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí,” dice Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6. El que escoge a Cristo, ha escogido la Vida eterna, Cristo dijo en San Juan, capítulo 10, verso 27 en adelante: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” ¿Para qué Cristo por medio del Evangelio que es predicado, llama a los seres humanos representándolos en ovejas? Para que escuchen, crean y lo reciban como Salvador, porque la fe viene por el oír la Palabra, y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Confesamos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador y somos bautizados en agua en Su Nombre; es para Vida eterna que se predica el Evangelio de Cristo conforme a San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16 que dice Cristo mismo luego de resucitado: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Dios ha puesto delante del ser humano la vida y la muerte, por lo tanto, delante de todo ser humano está Cristo que es la Vida eterna para ser recibido como nuestro único y suficiente Salvador. Dice San Juan, capítulo 3, verso 16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Para eso fue que Dios nos ha dado a Jesucristo: para morir por nosotros llevando nuestros pecados y darnos Vida eterna. Todo aquel que en Él cree, tiene Vida eterna; y no perecerá jamás, vivirá eternamente con Cristo en Su Reino eterno. Por eso se predica el Evangelio de Cristo, pues Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso. La vida y la muerte; creer: para Vida eterna, no creer: para morir, ser echado en el lago de fuego que es la segunda muerte. Ahora, el ser humano desde que pecó en el Huerto del Edén murió a la Vida eterna, perdió la Vida eterna y solamente le quedó vida temporera que se le acaba a todos los seres humanos en algún momento de su trayectoria terrenal, y las personas no saben cuándo se les va a terminar su vida terrenal, pues estamos en esta Tierra para escoger entre la vida y la muerte. Escoger la vida es escoger a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, Él es el Árbol de la Vida, Él es el maná de Vida eterna, el pan de Vida eterna, y el que come de este pan, el que cree en Cristo, vivirá eternamente. Y ahora, el ser humano escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, cree para recibirlo como Salvador; y con la boca lo confiesa como su único y suficiente Salvador, ¿para qué? Para obtener la Vida eterna. Por lo tanto, el ser humano, cuando ha recibido a Cristo como Salvador, ha sido bautizado en agua en Su Nombre y ha recibido el Espíritu de Cristo, tiene Vida eterna, es más que vencedor, es vencedor en todo, y ya lo único que le falta es que su cuerpo sea transformado en la venida del Señor para este tiempo final. Pero si muere físicamente la persona, no tiene ningún problema, sigue viviendo en el paraíso, pasa al paraíso que es la sexta dimensión en donde vive la persona en cuerpo angelical, o sea, en ese cuerpo teofánico igual al cuerpo teofánico de Melquisedec, igual al cuerpo teofánico de Cristo; y en la resurrección de los muertos en Cristo, en la venida del Señor, recibirá un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado que nunca más morirá, y por consiguiente los que estén vivos en el tiempo de la venida del Señor con sus escogidos, con los creyentes en Él que murieron y que los resucitará en cuerpos eternos, los que estén vivos serán transformados y tendrán cuerpos eternos, inmortales y jóvenes y glorificados para toda la eternidad, o sea, cuerpos iguales al cuerpo glorificado que Cristo tiene. Ya Él no puede morir más, ya murió UNA sola vez, ya está glorificado para nunca más morir. Esa misma clase de cuerpo glorificado Él ha prometido para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también creyentes en Cristo. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino y lo haga a usted más que vencedor, lo haga a usted vencedor en todo, para lo cual puede pasar acá al frente y estaremos orando por usted, y usted luego se mantendrá firme en la Palabra de Dios, no dejará que esa simiente de la Palabra sea arrancada de su corazón, perseverará en Cristo, perseverará sirviendo a Cristo, reuniéndose en la Iglesia con los demás hermanos para adorar a Dios, cantar y adorar a Dios y escuchar Su Palabra. El ser humano en su vida terrenal siempre ha estado haciendo decisiones, unas más importantes que otras, y nos preguntamos cuál es la decisión más grande, más importante que usted ha hecho en su vida; si me pregunta a mí cuál es la decisión más grande que yo he hecho, es una sola: recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador, porque esa la única decisión que coloca al ser humano en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Ninguna otra decisión coloca al ser humano en la Vida eterna, solamente recibiendo a Cristo como Salvador somos colocados en la Vida eterna con Cristo. Nuestra vida aquí en la Tierra tiene un propósito divino: es para que escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo, nazca la fe de Cristo en nuestra alma y demos testimonio público de nuestra fe en Cristo recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador, para que así Él nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado. Estamos aquí con ese propósito divino en este planeta Tierra: para ser rociados con la Sangre preciosa de Jesucristo nuestro Salvador. Ese es el propósito más importante por el cual estamos viviendo nosotros en este planeta Tierra, y no podemos perder la oportunidad que tenemos de recibir la Vida eterna; es realmente una bendición grande vivir en este planeta Tierra, no importa los problemas que existen en este planeta Tierra. Hay muchos problemas, pero el problema más grande para el ser humano es que no reciba a Cristo como Salvador, ese sí es un problema grande, porque la persona no podrá vivir eternamente con Cristo en Su Reino; pero la solución a esos problemas, a ese problema, es recibir a Cristo como Salvador y así confirma la persona su nombre en el Libro de la Vida y por consiguiente confirma su lugar en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Esa es la forma de ser confirmados en la Vida eterna: recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Todavía vienen más personas que como ustedes han creído al escuchar el Evangelio de Cristo, Cristo les ha hablado a su corazón y su corazón ha despertado a la realidad de que hay una Vida eterna, y todos la podemos obtener recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Cristo vino para morir por nosotros. Si Cristo no moría en la Cruz del Calvario, nosotros no estaríamos aquí. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda (dice Cristo); pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva,” muchos hijos e hijas de Dios. Mientras continúan viniendo las personas a los Pies de Cristo, leemos este pasaje tan importante de Romanos, capítulo 5, verso 6 al 11, donde dice San Pablo: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (aún siendo pecadores, Cristo murió dos mil años atrás por todos nosotros). Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” Es por medio de Cristo que somos reconciliados con Dios, Cristo es el eslabón entre el ser humano y Dios. Por lo tanto, las palabras de Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6, tienen un significado muy importante para nuestros corazones, Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Él es el eslabón que nos conecta con Dios, Él es el eslabón, la persona a través de la cual podemos llegar a Dios y podemos obtener la Vida eterna. Es por medio de Cristo que Dios nos ha dado Vida eterna, y esta Vida eterna que Él nos ha dado, ¿en dónde está? En Jesucristo, por eso Él dice: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy Vida eterna.” Es que la exclusividad de la Vida eterna Dios la ha dado a Jesucristo, para que le dé Vida eterna a todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador. Vean lo que nos dice la Escritura, dice que… verso 24: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” También el verso 26 de este mismo capítulo 5 de San Juan, dice: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.” Ahí podemos ver que la Vida eterna ha sido dada a Cristo para que le dé Vida eterna a todos aquellos que lo reciben como único y suficiente Salvador. Cristo es el único que le puede dar Vida eterna al ser humano, vean el capítulo 17 de San Juan lo que dice, verso 1 en adelante, dice: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.” Vean, Dios le ha dado potestad sobre toda carne a Cristo, ¿para qué? Para que le dé Vida eterna a todos los que el Padre le dio, a todas las ovejas que el Padre le dio a Cristo para que las busque y les dé ¿qué? Vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Podemos ver la forma en que el ser humano puede obtener la Vida eterna, no es por obras, para que nadie se gloríe, es por gracia, gratuitamente, por medio de Jesucristo, creyendo en Él y recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador, siendo bautizados en agua en Su Nombre y Él bautizándonos con Espíritu Santo y Fuego y produciendo en nosotros el nuevo nacimiento. Esa es la forma establecida por Dios para el ser humano obtener la Vida eterna gratuitamente, por medio de Jesucristo. Son millones de seres humanos los que han recibido la Vida eterna al recibir a Cristo como único y suficiente Salvador en estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá. Ya estamos listos para orar por las personas que han venido en esta ocasión a los Pies de Cristo, y los que están en otras naciones también pueden continuar viniendo. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo para recibirlo como único y suficiente Salvador. Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, y es un asunto de muerte no recibirlo como nuestro Salvador. El ser humano que no ha recibido a Cristo como Salvador, no tiene esperanza de que vivirá eternamente, piensa que solamente la vida es lo que pueda vivir en el cuerpo físico, pero después de la muerte continúa la vida en otra dimensión. Después del juicio final es que terminará la existencia de las almas y los espíritus de todos aquellos que no han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, en los demás países pueden también estar puestos en pie para la oración por los que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, repitan conmigo esta oración: Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre preciosa me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Señor, creo en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, Te ruego Señor, hagas una realidad en mi vida la Vida eterna, la salvación que Tú ganaste para mí en la Cruz del Calvario, sálvame Señor. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén. Y con nuestras manos levantadas al Cielo todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén. Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado porque ustedes lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ He creído y lo he recibido como mi Salvador, y quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído en Cristo, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, el mismo Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista; y si Jesucristo fue bautizado, cuánto más nosotros tenemos necesidad de ser bautizados, entendiendo que el bautismo en agua es tipológico, simbólico. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es a la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Por lo tanto, entendiendo que es tipológico pero que es un mandamiento del Señor Jesucristo, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Recuerden lo que sucedió el Día de Pentecostés, ciento veinte creyentes en Cristo, hombres y mujeres, fueron bautizados por el Espíritu Santo cuando descendió el Espíritu Santo sobre esas personas, eran personas creyentes en Cristo, y cuando Pedro ese día predica, los que lo escucharon preguntan: “Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” O sea, para los que están lejos: los gentiles, y para los que están cerca: los judíos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Así que el Espíritu Santo es para todos los que reciban a Cristo como único y suficiente Salvador, los cuales son llamados por medio de la Voz de Cristo, por medio del Evangelio de Cristo siendo predicado. Así que, conscientes que el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo no quita los pecados, y que el bautismo en agua es tipológico, es a la semejanza física de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, bien pueden ser bautizados cumpliendo el mandamiento de Cristo de ser bautizados en agua en Su Nombre. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador. Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador, ustedes que están presentes y los que están en otras naciones, los cuales también pueden ser bautizados los que están en otras naciones, y los que están aquí presentes también pueden ser bautizados. Hay bautisterios en este lugar, hay doce bautisterios y ministros bautistas, o sea, personas que bautizan a los que reciban a Cristo como Salvador. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad. Dejo al ministro correspondiente aquí, el reverendo Andrés Cruz Gallego para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma y puedan ser bautizados los que están en otras naciones y han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos. Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador. Con ustedes el reverendo Andrés Cruz Gallego y en cada nación el ministro correspondiente. “MÁS QUE VENCEDORES.”