Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor del Programa divino correspondiente a la Dispensación de la Gracia, al tiempo de la predicación del Evangelio de Cristo, el cual todavía se predica en este planeta Tierra.
En Josué, capítulo 3, verso 1 en adelante, nos dice:
“Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo.
Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento,
y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella,
a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella.
Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros.
Y habló Josué a los sacerdotes, diciendo: Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo.
Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo.”
Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“SANTIFICAOS, PORQUE JEHOVÁ HARÁ MAÑANA MARAVILLAS ENTRE VOSOTROS.”
Con la santificación, lo que es santificado, es colocado para ser usado en el servicio de Dios.
Y ahora, Cristo dijo en una ocasión: “Padre, santifícalos en la verdad, Tu Palabra es la verdad.” y en Hebreos… eso está en el capítulo 17 de San Juan, y en Hebreos, capítulo 9, nos dice el apóstol San Pablo, verso 11 en adelante:
“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
Y ahora, la Sangre de Cristo, vean ustedes, santifica al ser humano, limpia vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo. Por lo tanto, lo que dice: “¿Cuánto más la Sangre de Cristo?”
“… si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
¿cuánto más la sangre de Cristo?”
Y ahora, santificaos, somos santificados con la Sangre de Cristo, apartados para servir a Cristo en todo Su Programa divino, en toda la Obra de Dios Cristo correspondiente al tiempo que nos toca vivir.
Para el tiempo final en el cual nosotros vivimos, Dios ha prometido derramar grandes bendiciones sobre Su Iglesia, sobre todos los creyentes en Él, en Cristo, y esto será conforme a lo que Él ha prometido para nuestro tiempo, será en el cumplimiento de lo que Él ha prometido para el Día Postrero, será el cumplimiento, por consiguiente, de Sus promesas para el Día Postrero en y para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Esperamos grandes bendiciones de Dios y permanecemos cubiertos con la Sangre de Cristo que es superior a la sangre de los machos cabríos, de los toros, machos cabríos, y la ceniza de la becerra que es rociada sobre los inmundos.
Si eso santificaba a la persona, cuánto más la Sangre de Cristo. Aquello solamente era el tipo y figura, todo eso representaba a Cristo, y ya Cristo lo hizo realidad con Su muerte en la Cruz del Calvario, por lo tanto, Él es el que por la fe en Cristo justifica al que lo recibe como Salvador y el que lo santifica con Su Sangre limpiándolo de todo pecado, y lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y luego lo usa grandemente en Su Obra en el tiempo que le toca vivir la persona.
Dios ha estado haciendo maravillas en medio de Su Iglesia, y para el Día Postrero está prometido que Dios hará maravillas en el Día Postrero. Dios será, por medio del Espíritu Santo, el que estará haciendo maravillas en medio de Su Iglesia, así como lo llevó a cabo por medio de Moisés y por medio de Josué, y en cada tiempo usó diferentes instrumentos en el programa correspondiente a cada tiempo.
Josué, ya para cruzar el Jordán y entrar a la tierra prometida y llegar a la Ciudad de Jericó, ser abierto el Jordán, era una maravilla, como fue una maravilla cuando Dios abrió el Mar Rojo para pasar el pueblo hebreo con Moisés.
Así fue también cuando abrió el Jordán, el pueblo que seguía a Josué y al Arca del Pacto, entraron a la tierra prometida. Y en nuestro tiempo nos encontramos en una etapa paralela al tiempo de Josué para entrar a la tierra prometida del cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y para entrar físicamente a la tierra prometida del Reino de Dios en cuerpos glorificados, y luego ir, por consiguiente, a la Cena de las Bodas del Cordero en el rapto o arrebatamiento de la Iglesia.
Todas esas son promesas para los creyentes en Cristo, las cuales serán cumplidas en este tiempo final, en el Día Postrero, pues Cristo dice que Él resucitará en el Día Postrero a los muertos creyentes en Él, San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, y San Juan, capítulo 11, versos 21 al 27, ahí Él dice: “Y yo le resucitaré en el Día postrero.” son palabras de Jesucristo.
Y ahora, conscientes del tiempo en que vivimos, para cruzar al otro lado del Jordán donde están todas las bendiciones de Cristo, aquello es tipo y figura de lo que en este tiempo estará sucediendo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Josué significa Salvador y por consiguiente representa, Josué, al Salvador Jesucristo, el cual está en medio de Su Iglesia desde el Día de Pentecostés en Espíritu Santo.
Por lo tanto, nuestro Josué es el Espíritu Santo, que desde el Día de Pentecostés está en medio de Su Iglesia, recuerden a Cristo diciendo: “He aquí yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20. Él es nuestro Josué que nos pasará al otro lado del Jordán, o sea, al otro lado de la muerte; nos pasará, a los que estemos vivos, transformándonos sin ver muerte, y a los que han muerto los resucitará en cuerpos eternos para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa del Padre celestial.
Y estamos viviendo en un tiempo también como en los días del profeta Elías. El primer reto fue en el Monte Carmelo, el segundo reto en el Monte de la Transfiguración, y el tercer reto es en el Monte de Sion, que tipifica, el Monte de Sion, la Iglesia del Señor Jesucristo, ahí es donde la manifestación de Dios será en toda Su plenitud y veremos grandes maravillas en medio del Cristianismo, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Grandes bendiciones vendrán para la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final, a tal grado que los muertos en Cristo van a resucitar y los vivos van a ser transformados, es una promesa de Dios por medio de Cristo y por medio de los apóstoles que Él envió, es una promesa divina, la cual va a ser cumplida en el Día Postrero, pues Cristo dijo: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero.”
Santificaos, tened vuestras vidas consagradas a Dios, estad preparados, porque Dios por medio de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, hará grandes maravillas, y la más grande será la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y la transformación de los que estén vivos en ese momento.
Por lo tanto, conforme a las promesas divinas esperamos grandes bendiciones, grandes maravillas, de parte de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo que es el Monte de Sion espiritual del cual habla San Pablo en Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante, donde dice:
“Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos (la congregación de los primogénitos es la Iglesia del Señor Jesucristo que son los primogénitos escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero. Vean)… a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos (los espíritus de los justos son los cuerpos angelicales de los justos),
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”
Los creyentes en Cristo tienen un mediador, el mediador del Nuevo Pacto, que es el Señor Jesucristo haciendo intercesión en el Cielo con Su propia Sangre por todos los creyentes en Él, y los mantiene limpios de todo pecado con Su Sangre lo cual fue mostrado, prometido y profetizado, por Cristo en San Mateo, capítulo 26, versos 26 en adelante en la última cena que Él tuvo con Sus discípulos, y dice:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
El pan que Él tomó y partió y dio dando gracias al Padre, tipifica el cuerpo de Cristo que sería crucificado en la Cruz del Calvario, y sería partido también por los latigazos que le darían, las heridas, y luego en el vino está tipificada la Sangre de Cristo que sería derramada en la Cruz del Calvario para remisión de los pecados. El pan es solamente el tipo y figura del cuerpo de Cristo, y el vino es solamente el tipo y figura de la Sangre de Cristo, y por eso Él instituye la Santa Cena en la cual el pan tipifica el cuerpo de Cristo el cual comemos.
Él dijo: “El que no coma mi carne y beba mi Sangre no tiene vida permaneciente en sí.” comer el pan y tomar el vino nos muestra que hemos comido Su carne: hemos creído en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y al tomar el vino mostramos, damos testimonio, que hemos creído en Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario como la Sangre que nos limpia de todo pecado y nos mantiene limpios de todo pecado.
“El que no coma mi carne y beba mi Sangre no tiene vida permaneciente en sí,” hemos creído en Su cuerpo crucificado llevando nuestros pecados, y hemos creído en Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario que nos limpia de todo pecado, o nos limpió y nos mantiene limpios de todo pecado, porque Él está en el Lugar Santísimo, en el Trono divino, Trono de Intercesión, como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por cada persona que lo recibe como Salvador y por cada creyente que comete algún error, falta o pecado y lo confiesa a Cristo, y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, lo mantiene limpio de todo pecado, lo cual es representado en el Lavatorio de Pies o Lavado de Pies, en donde Cristo nos mantiene limpios de todo pecado.
Pedro no quería que Cristo lavara sus pies, y le dijo: “Si no te lavares, no tendrás parte conmigo,” entonces Pedro dijo: “Pues hasta la cabeza también,” dijo: “No, solamente es necesario lavar los pies porque el que está limpio no tiene necesidad sino que solamente le sean lavados los pies,” el que está limpio por la Sangre de Cristo no tiene necesidad de otra vez recibir a Cristo como Salvador para que lo limpie de todo pecado, sino confesar a Cristo sus pecados que haya cometido después de ser cristiano, después de haber recibido a Cristo como Salvador, confesarlos, y Cristo lo limpiará con Su Sangre y lo mantendrá limpio todos los días de su trayectoria terrenal.
Por eso en el Lavatorio de Pues se tipifica o se representa lo que Cristo hace en cada momento que confesamos a Él nuestras faltas, errores y pecados, para que así continuemos hacia adelante en el camino cristiano sirviendo a Cristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, en la Santa Cena se representa (porque es tipológica), se representa que hemos comido la carne de Cristo, hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, hemos creído en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, por fe estamos comiendo la carne de Cristo, y por fe estamos bebiendo la Sangre de Cristo, lo cual lo representamos al tomar el vino, sabiendo que con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado.
Si sabemos estas cosas y las hacemos: tomamos la Santa Cena y el Lavatorio de Pies, estamos haciendo correctamente, es un mandamiento del Señor Jesucristo. Por lo tanto, es importante siempre tomar la Santa Cena y Lavatorio de Pies, habiendo confesado a Cristo nuestras faltas, errores y pecados, para que Él con Su Sangre nos limpie de todo pecado y nos mantenga así limpios de todo pecado.
Santificaos, porque Jehová (el Señor) hará mañana grandes maravillas, o sea, en el Día postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá, porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.
Hemos visto la realidad de todas estas Escrituras y estas promesas divinas. Cada día esperamos grandes bendiciones de Dios, hasta que recibamos la bendición de la transformación los que estemos vivos en ese momento, y los que hayan partido o muerto físicamente sean resucitados para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el rapto o arrebatamiento, como en medio del Cristianismo se conoce, conforme a Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58, y Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 11 al 21, y Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21.
Por lo tanto, estad firmes porque Dios hará grandes maravillas en medio de Su Iglesia en favor de Su Iglesia.
Ha sido para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, en este corto estudio bíblico hoy domingo, día de escuela bíblica. Que Dios les bendiga y les guarde y adelante con las actividades que tienen para esta ocasión, y continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez para continuar.
“SANTIFICAOS, PORQUE JEHOVÁ HARÁ MAÑANA MARAVILLAS ENTRE VOSOTROS.”