El Hombre que puede encender la Luz

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes y los que están en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para esta ocasión tenemos un documental de la construcción, y le voy a pedir al reverendo José Benjamín Pérez que nos explique algo y nos presente ese documental en estos momentos, para lo cual tenemos al reverendo José Benjamín Pérez.

[Presentación de video-documental]

Un saludo para el misionero Miguel Bermúdez Marín (allá donde se encuentra), y que Dios lo bendiga grandemente y lo use grandemente en Su Obra en este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, leemos en Génesis, capítulo 1, versos 1 al 5, donde nos dice:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.

Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.

Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día (eso fue el primer día).”

Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“EL HOMBRE QUE PUEDE ENCENDER LA LUZ.”

El que encendió la Luz diciendo: “Sea la luz” y fue la luz, fue Dios; y ése es el que puede encender la Luz, de edad en edad y de dispensación en dispensación.

Ahora, ¿cómo sucedió todo allá en el Génesis? Nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 1:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Dios hizo, creó el universo, por medio de Jesucristo);

el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”

La imagen es el cuerpo angelical, el cual es el Ángel del Pacto, llamado también el Espíritu Santo; y fue Dios por medio de Su cuerpo angelical (que es Su imagen, Su cuerpo teofánico), que habló a existencia todas las cosas; por eso es que nos dice: “…y por quien asimismo hizo el universo.”

También nos dice en Colosenses, capítulo 1, versos 15 en adelante:

“El es la imagen del Dios invisible…”

O sea, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo espiritual de Dios; así como nuestro espíritu es nuestra imagen, y nuestra semejanza física es el cuerpo de carne.

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”

Todo fue creado por medio de Él, del cuerpo angelical de Dios, el Ángel del Pacto; y para Él. O sea, Dios en y a través de Su cuerpo angelical creó todas las cosas, por medio de Él y para Él.

“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud…”

Toda la plenitud de Dios habitó en Cristo; y todo lo que vivirá eternamente, lo que existirá eternamente, estaba también en Cristo: “En él fueron creadas todas las cosas.”

Como en la semilla de un árbol: está creado un árbol con muchas ramas y mucho fruto, todo está creado ahí; o sea, que en esa semilla potencialmente está un árbol con mucho fruto, y también los árboles que vengan como producto de las semillas de ese árbol; así también, todo lo que existirá eternamente fue creado en Cristo, todo estaba en Él.

Así lo hizo Dios; y por esa causa, la simiente de toda la Creación, de todo lo que existirá eternamente, esa semilla estaba en Cristo. Él es la semilla en donde estaba todo lo que existirá eternamente.

“…y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”

O sea, que la reconciliación de todas las cosas es por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, derramando Su Sangre para la reconciliación de todas las cosas.

Viendo que Dios creó todas las cosas por medio del Verbo, que es el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical y que es la imagen del Dios viviente, o sea, el cuerpo angelical de Dios, comprendemos entonces ese misterio de Dios el Padre, y de Cristo.

En San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”

¿Por qué era Dios el Verbo? Porque ese es el cuerpo angelical de Dios, donde Dios mora, a través del cual habló a existencia todas las cosas. Dijo: “Sea la luz” y fue la luz.

Ése es el Hombre que puede encender la luz literal allá en Génesis, y que puede encender la Luz espiritual en el corazón de cada persona; es el que puede encender la Luz de la Palabra prometida, correspondiente a cada edad y a cada dispensación. Es el que le aparecía a Adán, Dios en ese cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, del cual el mismo Dios nos habla; y a través de ese cuerpo angelical le habló a Moisés y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Éxodo, capítulo 3.

¿Cómo podía ser el Ángel de Dios el mismo Dios? Porque era Dios en Su cuerpo angelical; por eso los profetas que tuvieron la experiencia de ver al Ángel de Dios, dijeron que vieron a Dios cara a cara.

Como lo dice Jacob en el capítulo 32 del Génesis, verso 24 al 32; y luego Jacob, luego de obtener la victoria al luchar con el Ángel por la bendición divina, y el Ángel bendecirlo cambiándole el nombre, luego le colocó por nombre al lugar: Peniel, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma.”

Y también en el capítulo 13 del libro de los Jueces, el padre de Sansón, Manoa, y su esposa Manoa, vieron al Ángel de Dios, aunque no sabían que era el Ángel de Dios; y cuando subió por la llama de fuego del sacrificio, de la ofrenda que Manoa ofreció a Dios, entonces supo que era el Ángel de Dios y dijo a su esposa: “Hemos de morir, porque hemos visto a Dios”, su esposa le dijo: “No moriremos, porque de otra forma no nos diría que vamos a tener un niño”; y el niño fue Sansón.

Era fuerte, la persona más fuerte de su tiempo; cuando se manifestaba Dios por medio de Su Espíritu en él, entonces obtenía esa fuerza. Era el poder de Dios a través de Sansón, como lo era a través de David en otra ocasión, y así por el estilo, a través de Sus diferentes instrumentos que Él ha levantado; ha sido el poder de Dios manifestado.

Y la Luz correspondiente a cada etapa, la Luz espiritual, ha sido manifestada por el Ángel del Pacto: el Hombre que puede encender la Luz de la Palabra prometida para cada edad y para cada dispensación; o sea, que la puede hacer vivir, la puede hacer realidad, la puede cumplir.

Recuerden que a través de toda la historia bíblica desde el Génesis hasta el Apocalipsis, es el mismo Ángel del Pacto, el mismo Ángel de Dios, el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual es Cristo el Mesías en Su cuerpo angelical, el cual dijo en el capítulo 8, verso 56 al 58 de San Juan: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Él les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

¿Cómo era antes que Abraham? Era el Ángel del Pacto, era el cuerpo angelical de Dios, y sigue siendo el cuerpo angelical de Dios, sigue siendo la imagen del Dios viviente.

Y al tener Su cuerpo de carne vino a ser la semejanza física de Dios; por eso decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre, ¿cómo dices: Muéstranos al Padre y nos basta? ¿No crees…?” Vamos a leerlo, de San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante, dice:

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.”

Y las personas lo que estaban viendo era a un hombre, a Jesús.

“Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.”

¿Dónde moraba el Padre? En Jesús.

“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.”

Y ahora, vean cómo Cristo se identifica como el cuerpo en donde Dios mora en toda Su plenitud; vean cómo Cristo se identifica, en la parte física, como el cuerpo físico de Dios. Es un misterio incomprensible a la mente humana, de la mayor parte de los seres humanos, pero ese es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.

Continuamos leyendo en San Juan, capítulo 1, continuamos el verso 3 (de ahí en adelante continuamos):

“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Todas las cosas ¿por quién fueron hechas? Por el Verbo, que era con Dios y era Dios; y el Verbo es el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical, cuerpo teofánico de Dios, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”

“…sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Todo fue hecho por Dios a través de Su cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto.

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

Por lo tanto, la Vida proviene de Dios por medio de Cristo, el Ángel del Pacto, la imagen del Dios viviente.

“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”

Ahora, acá nos dice que “en Él estaba la Vida, y la Vida era la luz de los hombres,” por eso Cristo decía: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.” (San Juan, capítulo 8, verso 12). Dice:

“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (este era Juan el bautista).

Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.”

Juan era una Luz más pequeña, pero él estaba dando testimonio de uno mayor que él, el cual vendría, el cual sería el Mesías; vino para dar testimonio, para precursar la Primera Venida de Cristo, que es la Primera Venida de Cristo el Ángel del Pacto, en carne humana, como pariente redentor del ser humano.

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.”

Eso es la Venida del Señor, Su Primera Venida, y así también será Su Segunda Venida; lo único, que allá viene como Cordero, y Su Segunda Venida será como León.

Y esta Luz verdadera, para ser manifestado en medio de los seres humanos se vistió de carne humana, un velo de carne llamado Jesús; por eso Jesús decía: “El Padre y yo una cosa somos”; y decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre,” San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante, y San Juan, capítulo 10, verso 30.

“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.”

El mundo por Él fue hecho, por esta Luz, por el Verbo, que es Cristo en Su cuerpo angelical; a través de ese cuerpo angelical, el cual es la imagen del Dios viviente, Dios habló a existencia toda la Creación.

“A lo suyo vino (el pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.”

Y así tenía que ser, porque así estaba profetizado para poder morir y efectuar la Obra de Redención para la reconciliación del ser humano con Dios.

Por eso fue que Cristo dijo de los judíos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen,” cuando pidieron Su muerte en la Cruz del Calvario.

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”

Y el verso 18… leímos hasta el verso 14 de San Juan, capítulo 1; y ahora el verso 18 de este mismo capítulo 1 de San Juan, dice:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”

O sea, que todos los que a través de la historia bíblica del Génesis al Apocalipsis dicen que vieron a Dios, a quien vieron fue a Dios velado en Su cuerpo angelical, y luego velado en carne humana, en el velo de carne llamado Jesús. Este es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, a través del cual Dios ha hecho todas las cosas.

Por eso en Éxodo, capítulo 23, hablándonos de este Ángel del Pacto, nos dice, verso 20 al 23:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

El Nombre de Dios ¿dónde dice Dios que está? En Su Ángel, el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios, la imagen del Dios viviente, que es el cuerpo angelical de Jesucristo; y después, cuando se creó el cuerpo físico de carne en el vientre de María y nació, ahí moró Dios en toda Su plenitud; o sea, Dios con Su cuerpo angelical dentro del cuerpo de carne llamado Jesús.

Y así tenemos a Dios en medio de la familia humana, como un ser humano, pero que las obras que hacía eran las Obras de Dios: era Dios obrando a través de Su cuerpo angelical, y Su cuerpo angelical obrando a través de Su cuerpo de carne. Tan sencillo como eso.

Por lo tanto, Cristo podía decir: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” El Nombre de Dios que estaba en el Ángel, luego también estaba en Jesucristo; y por eso se predica el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra redención, en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y San Pablo dice: “Y todo lo que hagáis, ya sea de palabras o de hecho, hacedlo todo en el Nombre de Jesucristo.” [Colosenses 3:17]

En el Nombre del Señor Jesucristo se hace todo, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, como está ordenado por el apóstol San Pablo y como Cristo también ordenó: que se predicase en Su Nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados; eso está en San Lucas, capítulo 24, verso 47, y dice… y el 46 también:

“Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Y vosotros sois testigos de estas cosas.

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”

Se predica el arrepentimiento y el perdón de pecados en un solo nombre: en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él es el Redentor que murió por nosotros en la Cruz del Calvario, y en Él está el Nombre de Dios para redención, para salvación.

Por lo tanto, Él es el hombre que puede encender la Luz en su tiempo, y decir: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.” Y en diferentes lugares Él muestra que Él es la Luz.

Él dice que mientras está la Luz, caminemos en ella: “Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad…” Él nos enseña a andar en ella, en la Luz, mientras está la Luz; por lo tanto: “Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.” Hasta el verso 36 de este capítulo 12, versos 35 al 36. [San Juan]

Es que “lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.” [Salmo 119:105] La Palabra es Luz; y Cristo es la Palabra, el Verbo que se hizo carne; y por eso podía decir que Él era la Luz del mundo.

Y por cuanto la Palabra es Luz: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino,” cuando la Palabra prometida para una edad o una dispensación, va a ser manifestada para alumbrar a los seres humanos, miren lo que sucede: En San Mateo, capítulo 4, versos 12 en adelante, dice, citando aquí… es tomado de Isaías, capítulo 9, verso 1 en adelante; ahora en San Mateo, capítulo 4, verso 12 en adelante, dice:

“Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,

para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

Camino del mar, al otro lado del Jordán,

Galilea de los gentiles;

El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;

Y a los asentados en región de sombra de muerte,

Luz les resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

¿Cómo resplandeció la luz allá en Zabulón y Neftalí, al otro lado del Jordán, en Galilea de los gentiles?, ¿cómo sucedió?, ¿cómo se cumplió esa promesa para los asentados en tinieblas, los cuales vieron la gran luz, y a los que estaban asentados en región de sombras de muerte, luz les resplandeció?

Cuando esa Palabra prometida se hizo carne en la persona de Jesús, a través de Jesús se manifestó la Luz, que es Cristo, cumpliendo esas promesas divinas.

Porque para la promesa y las promesas divinas cumplirse, encontramos que han estado tomando velos de carne a los cuales ha venido esa promesa divina, y se ha hecho carne en ellos; y luego… eso es por medio del Espíritu de Dios. Y luego el Espíritu de Dios por medio de ellos, ha estado alumbrando en cada edad o en cada dispensación, en el tiempo en que envía a cada uno de esos instrumentos que Él, desde antes de la fundación del mundo, ha destinado, ha predestinado, para manifestar Su Palabra prometida en cada uno de ellos, y por medio de ellos traer la Luz a cada edad y a cada dispensación.

O sea, que no viene a Luz para alumbrar cada promesa divina, hasta que aparece el instrumento de carne al cual viene esa Palabra revelada, y se hace carne en él, y él comienza a predicar esa Palabra; ahí está el Hombre, el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, en esa persona, encendiendo la Luz para el pueblo que vive en este planeta Tierra, y por lo tanto, que vive en una tierra en sombra de muerte, en una tierra que está asentada en sombra de muerte; pero ahí la Luz resplandece para todos ellos, y ellos ven esa Luz manifestada.

La Palabra prometida para alumbrar, tiene que venir al velo de carne que Dios tiene para ese tiempo; y ese velo de carne predicar esa promesa, esa Palabra, esa Palabra prometida; y entonces ahí está la Luz resplandeciendo, la Luz alumbrando en ese tiempo a los seres humanos.

Sabemos que es Dios por medio del Ángel del Pacto, que es Cristo, el Espíritu Santo; y entonces es identificado el instrumento que Él tenga para ese tiempo, por medio de la Luz que esté trayendo al pueblo; y tiene que ser lo que está prometido para ese tiempo, abriendo, dando a conocer esas promesas, y cumpliendo las promesas que corresponden a ese tiempo.

Por lo tanto, será fácil identificar al instrumento que Dios tiene para cada edad y para cada dispensación, porque por medio de él, Dios por medio de Su Espíritu manifestado en él, estará trayéndole a él la Palabra revelada; y él la estará proclamando y estará cumpliendo lo que está prometido para ese tiempo; Dios lo estará cumpliendo por medio de Su Espíritu a través de ese instrumento. Y los que lo escucharán, unidos a él, serán instrumentos de Dios para el cumplimiento de lo que Dios ha prometido para ese tiempo.

Por ejemplo, en el tiempo de Noé, Dios por medio de Su cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, vino a Noé, le reveló a Noé lo que vendría, las cosas que vendrían sobre la raza humana, esa destrucción de un diluvio; y Noé – en Noé se hizo carne esa Palabra; y por lo tanto, el Espíritu Santo a través de Noé estuvo trayendo Luz sobre esa Palabra que le fue revelada a Noé; y Noé estuvo trabajando en el Programa de Dios para ese tiempo, para la salvación de los que iban a ser instrumentos para una nueva generación que vendría después de la generación antediluviana.

El que tenía la Luz para ese tiempo, era Dios por medio de Su Espíritu a través del profeta Noé; por lo tanto, la Luz resplandeció en aquellos días a través de Noé; la Palabra prometida para aquel tiempo fue hecha una realidad, se hizo carne en Noé; y lo vemos, a Noé, construyendo un arca en un tiempo en que no llovía, y en un territorio seguro que no había agua, pero era la Palabra de Dios para aquel tiempo, la palabra prometida de Dios, la cual se hizo carne en Noé; y en Noé estaba el Espíritu de Dios dando Luz de las cosas que iban a suceder, estaba resplandeciendo allí la Palabra, estaba en Noé; y ahí estaba el Hombre que podía encender la Luz, la Palabra prometida para aquel tiempo.

Así ha sido también en medio del cristianismo, comenzando con Jesús, el cual era nada menos que el Verbo, la Palabra hecha carne; por eso Él cumplió las promesas correspondientes a aquel tiempo, dio Luz sobre todas las promesas que se cumplirían; hasta la promesa de Su muerte, sepultura y resurrección.

Allí estaba el Hombre que podía encender la Luz para aquel tiempo, para aquella nueva dispensación que se estaba entrelazando con la Dispensación de la Ley. Así fue también con los apóstoles, así fue también con el apóstol Pablo, que fue puesto para traer la Luz a los gentiles, la Luz de Cristo trayéndola a los gentiles.

Y ese era el hombre para los gentiles: el apóstol mensajero a los gentiles, en el cual se hizo carne la Palabra, el Evangelio de Cristo para los gentiles.

Así fue también para cada edad de la Iglesia: Para la primera edad entre los gentiles fue San Pablo, el hombre que pudo encender la Luz por medio del Espíritu Santo que estaba en él.

Para la segunda edad, representada en la iglesia de Esmirna… así como la primera edad, representada en la iglesia de Éfeso, allá en Asia Menor; la segunda edad, representada en Esmirna, allá en Asia Menor, el mensajero fue Ireneo: el hombre de carne a través del cual el Hombre-Espíritu, Cristo el Ángel del Pacto, encendió la Luz para esa etapa de la Iglesia; la Palabra prometida siendo cumplida por medio de Ireneo.

Así fue también para la tercera etapa de la Iglesia, representada en la iglesia de Pérgamo en Asia Menor: Martín.

Así también fue para la cuarta edad, representada en la iglesia de Tiatira, a través de Colombo, allá en Irlanda y Escocia; como con Martín fue en Francia y Hungría, y con Ireneo fue en Francia, y con San Pablo pues, en Asia Menor.

Luego, para la quinta etapa de la Iglesia, representada en Sardis, Lutero fue el mensajero a través del cual la Palabra prometida para aquel tiempo, resplandeció, trajo Luz para aquel tiempo, aunque una Luz pequeña (como, digamos, 25 watts), pero era la Luz para aquel tiempo.

Luego a través de Wesley en la sexta etapa de la Iglesia, representada en la iglesia de Filadelfia en Asia Menor, trajo más Luz para la Iglesia; fue el Espíritu Santo resplandeciendo con la Palabra a través de Wesley en aquella edad.

Luego para la Edad de Laodicea, para la séptima edad de la Iglesia o etapa de la Iglesia representada en la Edad de Laodicea, de Asia Menor, la Palabra prometida vino al reverendo William Branham, en el cual estaba el Espíritu Santo operando el ministerio del profeta Elías; porque el que opera los ministerios es el Espíritu Santo, y el que reparte ministerios y dones es el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo.

En él y a él vino la Palabra prometida para su edad, se hizo carne en él, y Dios cumplió lo correspondiente a esa séptima edad de Laodicea, y a la brecha entre Laodicea y la etapa o Edad del Amor Divino: la Edad de la Piedra Angular.

Pero hay más Luz para resplandecer, hay más Palabra prometida para resplandecer y alumbrar nuestros ojos del entendimiento, para ver el tiempo en que vivimos y para conocer todo lo que Él ha prometido para nuestro tiempo, y ver cómo Dios va cumpliendo lo que Él ha prometido para nuestro tiempo.

El Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, se ha movido del Este hacia el Oeste; por lo tanto, así como hubo que localizar e identificar esa trayectoria del Espíritu Santo en Su Iglesia, del Este hacia el Oeste, tenemos que saber en qué parte del Oeste estamos viviendo; porque en el Oeste será la manifestación grande del Espíritu Santo en medio de Su Iglesia. Y luego pasará a los judíos más adelante, volverá al Este para revelarse a los judíos, los cuales esperan la Venida del Mesías y esperan la venida también de Elías, y de Moisés.

Por lo tanto… Eso es Zacarías, capítulo 14, versos 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14; y Apocalipsis, capítulo 7, versos 1 al 17. Lo que tiene que ver con los judíos.

Y cuando llega el tiempo, esa Palabra estará encarnada en el instrumento que Él tenga, para Dios –por medio de Su Espíritu– resplandecer a través del velo de carne que Él tenga para ese tiempo, en el cual se habrá encarnado la Palabra prometida para los judíos, y se estará cumpliendo por medio de ese instrumento que Él tenga, toda promesa que Él ha hecho para los judíos.

Ese es el Hombre que encenderá la Luz para los judíos: el Espíritu Santo a través de un velo de carne del Día Postrero.

Por lo tanto, para los judíos todavía está más adelante; ahora es el tiempo para la Iglesia del Señor Jesucristo, para la manifestación final de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, para darnos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, ya podemos ver que el Hombre será el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, Cristo en Espíritu Santo; pero nos falta saber identificar la Palabra encarnada en el Día Postrero, la cual se encarnará en un hombre a través del cual estará resplandeciendo la Luz de la Palabra prometida para el tiempo final. Tan sencillo como eso. Como fue de edad en edad en medio del cristianismo, y como fue desde el Génesis hasta los días de Jesús, en donde la Palabra se hizo carne en Jesús.

Dios siempre ha obrado por medio de carne humana: la Palabra encarnándose en un hombre, y ese hombre hablándole al pueblo; así es como ha venido la Luz siempre al pueblo.

Cuando algunos rechazan la Luz viniendo al pueblo, entonces quedan en tinieblas. Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida”; pero el que lo rechaza, permanece en tinieblas.

Efesios, capítulo 5, verso 14, dice:

“Despiértate, tú que duermes,

Y levántate de los muertos,

Y te alumbrará Cristo.”

Cristo el Ángel del Pacto, la Luz del mundo, por medio de Su manifestación, de etapa en etapa, en medio de Su Iglesia: alumbra a cada creyente en Él, que puede ver a Cristo manifestado, cumpliendo Su Palabra prometida para el tiempo en que la persona está viviendo.

En el tiempo de Moisés, la Palabra de Dios vino a Moisés; y de Moisés pasó al pueblo hebreo cuando él la habló para el pueblo hebreo; porque Moisés era la Palabra hecha carne para el pueblo hebreo, y por consiguiente era la Luz para el pueblo hebreo.

Siempre un mensajero dispensacional es la Luz para su dispensación, y un mensajero de una edad es la Luz para su edad; porque a él viene la Palabra prometida para esa edad, y por medio de él, el Espíritu Santo la da a conocer. El velo de carne solamente es el instrumento de Dios, el grande es Dios por medio de Su Espíritu manifestándose en esa edad o en esa dispensación.

Para nuestro tiempo, la Palabra prometida para el tiempo final tiene que hacerse carne en el instrumento que Dios tenga para este tiempo final.

¿Y qué estaremos escuchando a través de ese instrumento? Pues lo que Dios ha prometido para este tiempo final, abriéndonos esas Escrituras; y esas Escrituras saldrán a la luz, serán Luz para los creyentes en Cristo, estarán recibiendo la Luz del Día Postrero.

Y eso es: recibiendo la Luz de Cristo, el Sol de Justicia, para el Día Postrero. Así es como alumbrará Cristo, la Luz del mundo, para Su Iglesia en el Día Postrero, y luego Cristo el Ángel del Pacto alumbrará para los judíos.

Vean, aquí podemos ver que están esperando esa Luz. Dice Oseas, capítulo 6, verso 1 al 3:

“Venid y volvamos a Jehová (o sea, al Eterno); porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.

Nos dará vida después de dos días (o sea, después de dos días delante de Dios, que son dos milenios); en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”

Es una resurrección espiritual, un avivamiento, en el cual los resucitará espiritualmente y los colocará en el Programa Divino correspondiente al Día Postrero para los judíos.

“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová (o sea, al

Eterno)…”

En Habacuc, capítulo 2, verso 14, dice: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová (o sea, del Señor), como las aguas cubren el mar.” Y también esto lo habla en Isaías, capítulo 11, verso 9.

Sigue diciendo [Oseas]:

“…como el alba (o sea, como la mañana) está dispuesta su salida (y esto para el Este, para el pueblo hebreo, que están en el Medio Oriente), y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.”

Ahora vean, nos dice que será, Su salida será como el alba; o sea, Su Venida al pueblo hebreo será como el alba, como el Sol de Justicia naciendo para Israel.

Malaquías, capítulo 4, verso 2, dice:

“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.”

Así está prometida la Venida del Señor, la Venida del Ángel del Pacto, la Venida del Mesías a Israel como el Sol de Justicia.

Recuerden que Cristo es el Sol, y la Iglesia es la Luna; y también es Israel representado en la luna, así como la Iglesia es representada en la luna.

Y el verso 5 al 6 de este mismo capítulo 4 de Malaquías, dice:

“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible (o sea, antes que venga la gran tribulación).

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.”

Por lo tanto, toda promesa, toda Palabra prometida para Israel, Él la va a cumplir viniendo como el Sol de Justicia, y enviando a Elías en su quinta manifestación, y enviando a Moisés, un profeta como Moisés y un profeta como Elías; tan sencillo como esto; un profeta como Elías, un profeta del tiempo final, del fin del tiempo; y un profeta para el fin del tiempo y del fin del tiempo, como Moisés.

En Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 19, dice: “A él oíd”, al profeta que Dios enviará como Moisés.

Y ahora, hemos visto lo que es la Luz alumbrando en cada etapa de la Iglesia, como fue en cada etapa del pueblo hebreo: Siempre, un instrumento de carne a través del cual y al cual viene Dios y le da la Palabra para ese tiempo; y a través de ese hombre, ese hombre ungido con el Espíritu de Dios, habla esa Palabra. Y ahí está la Luz resplandeciendo para el pueblo, así como resplandeció en la tierra de Zabulón y de Neftalí, cuando Cristo estuvo allá y estuvo predicando; allí estaba la Luz resplandeciendo para los asentados en tinieblas y sombra de muerte, para darles vida eterna.

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” San Juan, capítulo 5, verso 24.

Por lo tanto, ver la Luz Divina para el tiempo en que la persona vive, es ver la Palabra prometida para el tiempo en que vive, siendo manifestada por el Espíritu Santo a través del velo de carne en el cual se encarnó esa Palabra, se hizo carne esa Palabra; y a través de ese velo de carne el Espíritu Santo hablándole al pueblo esa Palabra correspondiente a ese tiempo; revelando al pueblo la Palabra prometida, y mostrando, y viendo el pueblo cómo va cumpliéndose esa Palabra prometida por medio del Espíritu Santo en Su manifestación a través del velo de carne que Él escogió para ese propósito en medio de Su pueblo.

Lo que tiene que ver con Su Iglesia, es en medio de Su Iglesia; lo que tiene que ver con el pueblo hebreo, será en medio del pueblo hebreo, cuando le llegue el momento al pueblo hebreo.

A través del estudio que presentó el reverendo William Branham sobre las siete edades de la Iglesia, fue mostrado el instrumento de carne al cual vino la Palabra revelada por medio del Espíritu Santo, y a través del cual el Espíritu Santo le habló al cristianismo y le habló a todos los seres humanos de su tiempo, que estuvieron al alcance de su Mensaje; y por consiguiente, el Espíritu Santo mostró a través del reverendo William Branham, el hombre a través del cual el Espíritu Santo encendió, prendió la Luz de cada edad.

En el reverendo William Branham estaba la Luz encendida para la séptima edad de la Iglesia, y continuó encendida en la brecha entre la séptima edad y la Edad de Oro de la Iglesia, la Edad de la Piedra Angular.

Y luego tenemos la promesa de que será encendida la Luz para el Día Postrero, para la etapa, la Edad de Piedra Angular.

Que Dios nos ayude a ver esa Luz encendida en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, y que nunca tropecemos con el instrumento a través del cual el Espíritu Santo encenderá la Luz del Día Postrero, la Luz de la etapa final de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y que grandes bendiciones de Dios vengan sobre todos los creyentes, y se llegue al cumplimiento de la Tercera Etapa, de la cual habló el reverendo William Branham, donde el Espíritu Santo derramará grandes bendiciones sobre el cristianismo, sobre las vírgenes prudentes y también sobre las vírgenes insensatas que no tenían aceite; y también esa manifestación poderosa llegará al mundo entero, aun a los que no aceptarán, a los que no podrán ser salvos.

Y el impacto será grande en este tiempo final, porque estará Cristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, el Hombre que puede encender la Luz del Día Postrero, en medio de Su Iglesia manifestándose por medio del instrumento que Él tenga para el Día Postrero, a través del cual nos estará hablando y abriéndonos la Palabra prometida para este tiempo final; así de sencillo será, y aun más sencillo de lo que podamos imaginar.

Y así como Cristo dijo: “Si no pueden creer en mí, crean a las obras.” Las obras que eran manifestadas a través de Cristo eran las Obras de Dios; por lo tanto las obras daban testimonio de quién era Cristo.

Por eso les dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque ellas son las que dan testimonio de mí.” Daban testimonio las Escrituras, de Cristo, del Hombre que vendría, del Mesías prometido, y las cosas que Él llevaría a cabo: el Programa de Dios para ese tiempo.

Por lo tanto, estemos con nuestros ojos espirituales bien abiertos, porque la bendición que Dios tiene para Su Iglesia para este tiempo final, es la bendición más grande de todos los tiempos; es la bendición en donde la Iglesia del Señor Jesucristo llegará a la perfección, llegará a tal grado que tendrá la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; por lo tanto, estemos despiertos espiritualmente.

“Despiértate, tú que duermes,

Y levántate de los muertos,

Y te alumbrará Cristo.”

Efesios, capítulo 5, verso 14.

La Luz prometida para el Día Postrero estará resplandeciendo en este tiempo final en medio de la Iglesia y también en medio de la humanidad, porque impactará a la humanidad también, completa.

Por lo tanto, estemos apercibidos, estemos preparados para ver, escuchar y tener Luz sobre todo el Programa Divino correspondiente a este tiempo, y ser preparados para nuestra transformación.

“EL HOMBRE QUE PUEDE ENCENDER LA LUZ.”

Ya hemos visto que siempre, en cada edad, ha sido el mensajero de cada edad; por lo tanto, para el Día Postrero tendrá Dios un velo de carne también, un velo de carne dispensacional, para la Dispensación del Reino.

Dios está llamando y juntando a Sus escogidos en Su Cuerpo Místico de creyentes, Su Iglesia; como ha hecho de edad en edad, está haciendo en este tiempo también.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo lo reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.

Por lo tanto, si hay alguna persona aquí presente o en alguna otra nación, que no ha recibido a Cristo todavía, lo puede recibir en estos momentos, y estaremos orando por usted. Por lo cual, puede pasar al frente, aquí, los que están aquí presentes, y los que están en otras naciones también pueden pasar al frente en la iglesia o auditorio donde se encuentren, para que Cristo les reciba, al ustedes dar testimonio de Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador.

Y los niños de 10 años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Lo más importante para todo ser humano es la salvación del alma, y por consiguiente, la vida eterna. No hay otra cosa más grande que la vida eterna, y no hay otro paso más grande y más importante que el ser humano pueda dar, que recibir a Cristo como único y suficiente Salvador; porque eso es lo que lo coloca dentro del Reino de Dios.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, nuestro Salvador, nuestros ojos cerrados:

Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti, trayendo a Ti todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego, en el Nombre del Señor Jesucristo, para quien sea la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos: Señor Jesucristo, vengo a Ti con todas estas personas que te están recibiendo como Salvador.

Ahora repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio, y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida como Cordero de Dios y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino. Haz una realidad en mi vida la Salvación que ganaste para mí y para toda persona que te recibe como Salvador.

Esta Salvación que ganaste en la Cruz del Calvario, hazla una realidad en mí.  Sálvame, Señor.

Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, lo más pronto posible; porque escuché, he creído, nació la fe de Cristo en mi alma, y Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo, de todo corazón, bien pueden ser bautizados.

El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” El mismo Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia.

Es que en el bautismo en agua, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando el ministro – o cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a la vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador.

Conociendo el simbolismo, la tipología del bautismo en agua, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.

Dejo al reverendo José Benjamín Pérez con ustedes, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que haga en la misma forma.

Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dios les bendiga y les guarde. Y hasta el próximo domingo, Dios mediante.

“EL HOMBRE QUE PUEDE ENCENDER LA LUZ.”

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