Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones. Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes un tema muy importante, que nos llama la atención en este tiempo final, como le llamó la atención al apóstol San Juan y a todo el cristianismo. El tema es:
“LA IDENTIFICACIÓN DEL ÁNGEL QUE EL SEÑOR JESUCRISTO ENVÍA.”
Para lo cual leemos Apocalipsis, capítulo 22, versos 16 al 17, y dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA IDENTIFICACIÓN DEL ÁNGEL QUE EL SEÑOR JESUCRISTO ENVÍA.”
¿A quién envía el Señor Jesucristo Su Ángel? Aquí en este pasaje dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”
Es el mensajero a la Iglesia del Señor Jesucristo, para darle testimonio de todas estas cosas que han de suceder en la Dispensación de la Gracia, desde los tiempos de los apóstoles hacia acá.
De todos los ángeles de la Iglesia del Señor Jesucristo, los siete ángeles de la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles…, que comenzaron con San Pablo y terminaron con el reverendo William Branham, las siete edades de la Iglesia, tuvieron siete ángeles: un ángel para cada edad; un ángel: un mensajero, un mensajero de Dios enviado por Cristo a Su Iglesia, con el Espíritu Santo y la revelación divina de la Palabra de Dios para aquel tiempo en que apareció cada ángel mensajero.
Ahora, encontramos aquí, que hay un ángel del cual Cristo dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”
De los ángeles enviados a la Iglesia del Señor Jesucristo, el más misterioso es ese Ángel, que viene con la revelación de Jesucristo, conforme a Apocalipsis, capítulo 1, versos 1 al 3, donde dice:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de (¿de quién?) su ángel a su siervo Juan (Juan dio testimonio de todo lo que el ángel le dijo que escribiera para las iglesias)…”
En toda la revelación que Jesucristo tendría, toda esa manifestación que Jesucristo tendría en Su Iglesia fue mostrada a Juan el apóstol, el último de los apóstoles que tuvo la promesa de ver la Venida del Señor; la vio en el Monte de la Transfiguración con Pedro y Jacobo, el Orden de la Venida del Señor para el Día Postrero, y luego la vio allá en la Isla de Patmos cuando recibió toda esta revelación de Jesucristo a través del Ángel del Señor Jesucristo.
De lo cual no se puede hablar tan abiertamente hasta que llegue la Tercera Etapa, de la cual habló el reverendo William Branham; y que será manifestada en el cumplimiento de la Visión de la Carpa que le fue mostrada al reverendo William Branham.
Él en la visión, no parece que él construyó esa Carpa-Catedral. Él fue llevado a ese lugar donde estaba una Gran Carpa-Catedral y en donde se estaba predicando el Evangelio de Cristo, y en donde se daba la oportunidad a las personas para venir a los Pies de Cristo; y también se oraba por los enfermos en una forma bien reservada; lo cual impedirá las imitaciones.
En la Tercera Etapa es que la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo recibirá la fe para ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Y los que partieron o murieron físicamente, serán resucitados en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, una bendición grande le espera a la Iglesia del Señor Jesucristo. A tal grado que obtendrá la bendición de la adopción física, la bendición de la redención física, que será nuestra transformación, nuestro regreso a la vida eterna en forma física. Porque ya hemos regresado a la vida eterna en el campo espiritual, nuestra alma ya tiene vida eterna, nuestro cuerpo tiene vida eterna potencial; pero vamos a tener vida eterna física real, en el cuerpo nuevo que resucitará a los muertos creyentes en Cristo, y los vivos creyentes en Cristo serán transformados. Y entonces seremos eternos en alma, espíritu y cuerpo; vida eterna integral para el ser humano, para los creyentes en Cristo.
Bien dijo el Señor Jesucristo en San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.”
Podemos ver que para recibir vida eterna hay que escuchar la Voz de Cristo. La Voz de Cristo, que ha estado hablando por medio del Espíritu Santo a través de Sus diferentes mensajeros, trayéndolos, llamándolos al Redil, como el pastor llama y trae al redil las ovejas. Por eso Cristo dice: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.”
No son simpatizantes de Cristo, son creyentes en Cristo. Porque hay muchas personas que simpatizan en Cristo pero no son creyentes en Cristo. Simpatizan en Cristo como un revolucionario, simpatizan en Cristo como un predicador, simpatizan con Cristo como un gran líder, un maestro; pero se requiere ser un creyente en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Eso es lo que trae al ser humano la vida eterna de parte de Cristo nuestro Salvador.
Cristo ordenó a Sus discípulos a predicar el Evangelio a toda criatura: “Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”: no podrá vivir eternamente; y no puede decir que no tuvo la oportunidad de obtener la vida eterna por medio de Cristo, porque escuchó la predicación del Evangelio de Cristo.
Mientras vivimos en esta Tierra hay esperanza de vida eterna para la persona; pero cuando muere, si no la obtuvo recibiendo a Cristo como Salvador: ya se le hizo muy tarde; como le pasó al hombre rico de la parábola del hombre rico y Lázaro el mendigo.
Por lo tanto, tenemos que comprender cuál es el propósito de nuestra existencia aquí en la Tierra.
La Escritura nos dice que es para creer y ser rociados con la Sangre de Jesucristo; y esto es, para ser limpios de todo pecado. Porque usted no puede quitar sus pecados a menos que sea por medio de Cristo y Su Sangre. No hay nada que quite el pecado, excepto la Sangre del Señor Jesucristo. Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente, tiene la oportunidad de obtenerla por medio de Cristo nuestro Salvador.
Jesucristo es nada menos que el Ángel del Pacto que le apareció a Moisés en una llama de fuego. Él es el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, o sea, el Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas; o sea, Dios por medio del Verbo, por medio del Ángel del Pacto, por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto; fue por medio del Ángel del Pacto que Dios le dio a Israel las tablas de la Ley en el Monte Sinaí.
Por eso es que Jesucristo podía decir en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Abraham vuestro padre, deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesucristo les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Él antes de Abraham? Era el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico de Dios, la imagen del Dios viviente. Por esa causa, los que tuvieron un encuentro con el Ángel del Dios…, como Jacob cuando se encontró con el Ángel de Dios y lo agarró, y no lo soltó hasta que recibió la bendición del Ángel.
Ese es el Ángel de Dios, Cristo en Su cuerpo angelical, en el cual estaba Dios. Por eso Jacob le puso por nombre Peniel al lugar, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”
También el padre de Sansón, en el capítulo 13 del libro de los Jueces (así como Jacob en el libro del Génesis, capítulo 32, versos 24 al 32), así también sucedió con Manoa y su esposa.
¿Cuál era el nombre de la esposa de Manoa? Sencillo: la señora Manoa. Y recibió la promesa del Ángel de Dios, de que tendría ella y Manoa un hijo, el cual fue Sansón.
Y Manoa le pregunta al Ángel: “¿Cuál es tu nombre? Para que cuando se cumpla lo que tú has dicho, te honremos.” Y el Ángel le dice: “¿Por qué preguntas por mi nombre, el cual es Admirable?” Y no le reveló cuál era Su Nombre.
Muchos seres humanos, de Adán en adelante, quisieron saber cuál era el Nombre del Ángel de Dios.
¿Y qué es el Ángel de Dios? ¿Quién es? Es el cuerpo angelical de Dios, es la imagen del Dios viviente.
Manoa le dice a su esposa, cuando descubre que es el Ángel de Dios, le dice a su esposa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios cara a cara.” Todos los que vieron el Ángel de Dios decían que vieron a Dios cara a cara. En palabras más claras: vieron a Dios vestido de un cuerpo angelical, un cuerpo teofánico.
En San Juan, capítulo 1, verso 18, dice… y no contradice a los que dijeron que vieron a Dios cara a cara. Dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo (o sea, Cristo), que está en el seno del Padre, él (le declaró) le ha dado a conocer.”
Cristo, el Hijo de Dios en Su cuerpo angelical, dio a conocer, reveló a Dios; porque Dios estaba dentro de ese cuerpo angelical.
Así fue como también creó los Cielos y la Tierra: por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, que es el Verbo que era con Dios y era Dios; por el cual fueron creadas todas las cosas. “Y sin él nada de lo que fue hecho, ha sido hecho.” O sea, que nada de la Creación fue hecha sin Él. Todo fue hecho por Él.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” [San Juan 1:14]
Cuando se hizo carne… Vean, la gente querían saber el nombre del Ángel de Dios, de ese cuerpo angelical que Dios tenía; o sea, querían saber el Nombre de Dios en Su cuerpo angelical.
Vamos a ver lo que nos dice Dios por medio del profeta Moisés, en el Éxodo, capítulo 23, versos 20 en adelante; dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
El Nombre de Dios ¿dónde estaba? En Su Ángel, el Ángel del Pacto; por eso es que todos los que lo vieron querían saber cuál era Su Nombre.
Y Moisés también quiso saber cuál era Su Nombre, porque le dice a Dios, cuando Dios lo envía a Egipto para la liberación del pueblo hebreo, que estaba esclavizado por el Faraón y su imperio; y Dios le dice [Éxodo 3:12]: “Vé, yo iré contigo.” Esa es una bendición grande, que Dios le diga: “Vé a tal cosa que yo estaré contigo.”
Pero Moisés le dice a Dios: “Yo voy a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha aparecido (y le comienza a decir las cosas que tenía que decirle). Y si ellos me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les voy a decir?, ¿qué le voy a decir a ellos?” [Éxodo 3:13]
Es como cuando alguna persona importante lo envía a usted a otras personas, a darle una noticia, y le preguntan: “¿Quién te envió? ¿Cómo se llama?” Y si usted no averiguó, si usted no sabe cuál es el nombre, usted no tiene respuesta para la pregunta que le van a hacer.
Y Moisés estaba muy preocupado, pues ya había, en una ocasión cuarenta años atrás, había tratado de libertar al pueblo hebreo; y tuvo que salir corriendo, porque tuvo problemas. Quiso hacerlo en una forma intelectual, no lo había enviado Dios en esos momentos para hacerlo, y tuvo problemas; porque quiso libertarlos con sabiduría humana, no por revelación divina. Aunque él sabía que el pueblo hebreo tenía una promesa de que a los cuatrocientos años de esclavitud serían libertados, a los cuatrocientos treinta años.
Siempre se requiere que la persona que va a hacer un trabajo en la Obra de Dios, sepa lo que va a hacer, sepa cuál es el tiempo y sepa que es enviado para esa labor.
Moisés ya tenía miedo de ir al pueblo hebreo, porque lo había rechazado cuarenta años antes; y se fue huyendo porque el Faraón había ordenado orden de captura para luego matarlo; se fue escapando por su vida.
Y allá, de ser un príncipe en Egipto, vino a ser pastor de ovejas; porque él iba a pastorear a las ovejas de Dios, el pueblo hebreo. Allá fue entrenado. Y luego de cuarenta años —esos ciclos de cuarenta años son muy importantes—, luego es enviado al lugar donde lo estaban buscando para matarlo.
Y le pregunta: “Si ellos (o sea, los hebreos) me preguntan: ¿Cuál es Su Nombre, el Nombre del Dios nuestro que te envía?, ¿qué le voy a decir al pueblo?” Y Dios le dijo: “Le dirás: Yo soy… Así le dirás: Yo soy el que soy… y le dirás: Yo soy me envió a vosotros.” Cuatro consonantes, pero Moisés escuchó la pronunciación de ese Nombre; entonces se dirigió a Egipto para la liberación del pueblo hebreo.
Dios no le dijo que sería fácil; porque tenían que venir los juicios divinos sobre Egipto, para lo cual Dios iba a endurecer el corazón del Faraón. Porque Dios había dicho a Abraham, que la nación que los tendría esclavizados, Dios la juzgaría con mano fuerte, o sea, con juicios divinos.
Moisés fue, sabiendo, conociendo el Nombre de Dios. Pocas personas lo han conocido a través de la historia del pueblo hebreo, y por consiguiente a través también de la historia de la humanidad. Y está muy bien, porque muchas personas lo usarían para su propio beneficio, harían mucho daño.
Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.”
Ahora vean, leímos en Éxodo, capítulo 23, versos 20 al 23, que Dios le dijo a Moisés que le dijera al pueblo que no le fuera rebelde al Ángel, “porque no perdonaría vuestra rebelión; porque mi Nombre está en Él.”
El Nombre de Dios ¿estaba dónde? En el Ángel de Dios. Y luego, cuando se hizo carne, por consiguiente estaba en Jesucristo, en donde estaba la plenitud de la Divinidad; por eso vino en el Nombre del Padre celestial.
¿Y cómo será el cumplimiento de la promesa: “Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios y nunca saldrá de allí”? Apocalipsis, capítulo 3, verso 12. Es Cristo hablando por medio de Su Espíritu Santo:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”
Es una promesa divina. El mismo Cristo hablando a Su Iglesia dice que Él tiene un Nombre Nuevo. Por eso en Apocalipsis, capítulo 19, viene con un nombre escrito que ninguno conoce, sino Él mismo.
Si ha sido misterioso el Nombre del Ángel del Pacto, y luego ese Nombre en Jesús, ¡cuánto más será misterioso el Nombre Nuevo de Jesús, que Él ha prometido escribir sobre el vencedor! Y de eso no vamos a explicar mucho sino que lo vamos a ver cuando esté en pleno cumplimiento.
Sabemos que Cristo decía: “Salí de Dios y vuelvo a Dios, salí del Padre y vuelvo al Padre,” y hablaba diciendo: “Antes que Abraham fuese, yo soy (o sea, mostrando que era eterno)”; y eso ya era chocante a todos los que lo escuchaban. Pero Él es el Verbo, el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios, la imagen del Dios viviente, que era con Dios y era Dios, Dios velado en ese cuerpo angelical. Y luego cuando se vela, se hace carne, sigue siendo Dios velado en carne humana. Por eso Él decía: “El Padre y yo una cosa somos.”
Algunas personas piensan que Jesucristo es un hebreo más. No. Es el Creador de los Cielos y la Tierra, es Dios hecho carne, hecho hombre, en medio de la raza humana; el cual dio Su vida al tomar nuestros pecados y morir en la Cruz del Calvario, ser sepultado y luego resucitado al tercer día, y estar glorificado, sentado en el Trono de Dios celestial.
Y por eso Él dice: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20. “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Y pensamos: Si todo el poder le fue dado a Cristo, ¿se quedó Dios sin poder? No; porque todo el poder lo tiene Dios, y Dios está en Jesucristo, en Su cuerpo angelical y Su cuerpo glorificado, sentado sobre el Trono celestial, el Trono de Dios.
Y cualquiera que vaya al Cielo y vea a Jesucristo sentado en el Trono celestial, Cristo le podrá decir, si pregunta: “¿Dónde está el Padre?” —“El Padre mora en mí.” Está dentro de Él. Por eso Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.”
Cuando le preguntan: “Muéstranos al Padre y nos basta.” —“¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, Felipe, y no me has conocido? ¿No sabes que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” [San Juan 14:8-11]
El ser humano es alma, espíritu y cuerpo; y usted es alma viviente, que vive en un cuerpo espiritual, dentro también de un cuerpo de carne. Y cuando alguna persona lo ve a usted, dice: “Vi a fulano de tal,” pero realmente lo que vio fue el cuerpo de carne donde habita la persona, vio la semejanza física. Y si lo ve en espíritu, vio el cuerpo espiritual que tiene la persona, que es en el que sigue viviendo cuando muere su cuerpo físico.
Y si es un creyente en Cristo: va al Cielo, al Paraíso, donde están los apóstoles y todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que han muerto físicamente; los cuales regresarán en la Segunda Venida de Cristo para recibir el cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, que Cristo les dará cuando venga con ellos a la Tierra; y los que estemos vivimos seremos transformados. Y todos seremos iguales a Jesucristo: con cuerpos inmortales.
Todo lo que Dios tenía para decirle a los seres humanos, Cristo dijo (hablando de eso) lo daría a conocer por medio de Cristo, por medio de la revelación de Cristo.
Cristo dice [San Juan 16:12-13]:
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar (o sea, que Cristo no dijo todo lo que tenía que decirnos a nosotros).
Pero cuando venga el Espíritu de verdad (o sea, el Espíritu Santo), él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
O sea, que Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia continuaría enseñando a los creyentes en Él. Por consiguiente, la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Redil del Señor, sería enseñada en las cosas espirituales, las cosas de Dios, por el Espíritu Santo.
Así ha sido de edad en edad, en la dispensación del cristianismo, la Dispensación de la Gracia; y continúa siendo en la misma forma: Cristo por medio de Su Espíritu hablándole al alma de cada ser humano, usando instrumentos, velos de carne, mensajeros, llamados ángeles mensajeros, enviados por Cristo a Su Iglesia.
Es importante saber estas cosas, ya que lo más importante es la salvación del ser humano. “¿De qué le vale al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria del Padre con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28.
Lo más importante es la salvación de nuestra alma. ¿Por qué necesitamos salvación para nuestra alma? Porque hemos aparecido en una raza que perdió la vida eterna cuando Adán y Eva pecaron en el Huerto del Edén y perdieron la vida eterna física que tenían de parte de Dios.
Y ahora, necesitamos nosotros ser restaurados a la vida eterna, para lo cual Cristo efectuó Su Sacrificio Expiatorio en la Cruz del Calvario; o sea, que todos los que van a vivir eternamente necesitan a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Ahí está incluido en el Mensaje de Cristo por medio de Su Ángel, dando testimonio de estas cosas a las iglesias. Por eso la Iglesia – el Espíritu Santo y la Iglesia dicen la misma cosa: “El que tenga sed, venga; y el que quiera tome del agua de la vida (el agua de la vida eterna), del agua de la vida gratuitamente.”
Por lo tanto, todo ser humano debe comprender que está aquí en la Tierra con una oportunidad de vivir eternamente, si recibe a Cristo como único y suficiente Salvador, y lo sigue todos los días de su vida: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo les doy vida eterna.” Es vida eterna el recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
El que no tiene esta esperanza de vivir eternamente, su vida en la Tierra es triste, además de los problemas que le han causado tristeza en esta vida; pero lo más triste será que no podrá vivir eternamente.
Pero el creyente en Cristo, haya tenido o no tristezas, a causa de problemas: tiene la esperanza de vivir eternamente con Cristo en Su Reino, en donde no habrá más problemas, sino eterna paz y felicidad. Y ahí yo voy a estar disfrutando de todas esas bendiciones. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también; es para todos ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador o se descarrió, esta es la oportunidad de recibirlo como único y suficiente Salvador.
[Romanos 10:17] “La fe viene por el oír la Palabra del Señor,” el Evangelio de Cristo; nace la fe de Cristo en su alma, y la persona da testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como único y suficiente Salvador.
Porque “con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]
Pueden continuar pasando al frente para orar por todos ustedes que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
El alma del ser humano tiene hambre y sed; hambre y sed de oír la Palabra de Dios, la Palabra de Salvación y vida eterna, que es el Evangelio de Cristo; porque el alma del ser humano no puede ser alimentada con otra cosa que no sea la Palabra de Dios.
Por lo tanto, todos queremos vida eterna; el alma del ser humano clama por vida eterna; y eso es lo que Cristo tiene para todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador.
El ser humano siempre ha estado haciendo decisiones: unas más importantes que otras, pero ninguna de ellas le coloca en la vida eterna, excepto una sola decisión: la decisión de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Esa es la decisión más grande que un ser humano puede hacer en su vida, porque esa es la decisión única que lo coloca en la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Todavía continúan viniendo más personas a los Pies de Cristo, porque su alma clama a Dios por vida eterna.
“Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo (o sea, en Jesucristo). El que tiene al Hijo (a Cristo) tiene la vida (la vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (la vida eterna).” Lo que tiene es una vida temporal, y no sabe cuándo se le va a acabar. [Primera de Juan 5:10-13]
La vida eterna es lo más grande de parte de Dios para el ser humano, por medio de Cristo nuestro Salvador. La exclusividad de la vida eterna la tiene Jesucristo, para impartirla a todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador. La única esperanza de vida eterna es Cristo.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión. Todavía vienen más personas.
Los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Y en las diferentes ciudades de la República Mexicana, diferentes lugares, pueden continuar viniendo también a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Y en las diferentes naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo dentro de algunos momentos.
Todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la misma oportunidad. Corresponde a la persona tener el deseo y luego la acción, la acción de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador; porque no solamente basta con el deseo, se requiere dar el paso de acción: recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados:
Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano.
Doy testimonio público de Tu fe en mí y de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.
Señor, Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino. Cristo les ha recibido. Él es nuestro Redentor, nuestro Salvador. Y ahora ustedes dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, ¿cuándo me pueden bautizar?”
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo el cual dijo [San Marcos 16:15-16]:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Siendo un mandamiento del Señor Jesucristo, ha sido, ha estado siendo cumplido desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestro tiempo, en donde continúa siendo cumplido ese mandamiento.
El agua en el bautismo no quita los pecados, el bautismo es tipológico. En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso es el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una noche feliz. Dejo con ustedes al ministro aquí, para que les indique cómo hacer para ser bautizados si tienen bautisterios; él les indicará cómo hacer para ser bautizados.
Y en cada país dejo al ministro correspondiente; y en cada nación o ciudad dejo al ministro correspondiente, para que haga en la misma forma.
Que Dios los bendiga grandemente; y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“LA IDENTIFICACIÓN DEL ÁNGEL QUE EL SEÑOR JESUCRISTO ENVÍA.”