Las obras de Jesucristo crucificado

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y todos los que están en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión en la cual se conmemora el Viernes Santo, o sea, el día de la crucifixión de Cristo, de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario por todos los hijos e hijas de Dios, por el ser humano.

Quiero agradecer a todos los desarrolladores del proyecto “Educación del siglo XXI para la paz del ser humano integral y de las naciones,” por el apoyo voluntario que le están dando a este diseño educativo en Puerto Rico, Colombia, Perú, El Salvador, Venezuela, México, Ecuador y Bolivia.

Este proyecto es muy importante porque la educación, además de transmitir conocimientos y destrezas, transforma mentalidades, genera hábitos, promueve valores y principios en el ser humano. La educación es un proceso continuo para la superación integral del ser humano. La educación, por ende, es un mecanismo fundamental para modificar sociedades y —consecuentemente— cambiar al mundo en todas las esferas.

Continuaré trabajando en el desarrollo de este proyecto; y reitero mi agradecimiento a las personas que se han vinculado a este proyecto en favor de la paz para la familia humana.

También quiero agradecer a los coordinadores, activistas y voluntarios por el incansable apoyo que le están brindando a la campaña internacional de donación de sangre “En la Sangre está la Vida. Donando la Savia de la Vida.” Es una gran satisfacción la que siento al saber que juntos estamos trabajando para salvar vidas. Sigan adelante en esta labor. Tenemos hasta el 30 de este mes para cumplir con todas las metas trazadas para esta campaña.

A continuación estaremos viendo el video-documental de la construcción de la Gran Carpa-Catedral, y también estaremos viendo el reportaje sobre el inicio de la campaña de donación de sangre en el estado de Texas. Les dejo con estos documentales para estar al tanto de lo que se está llevando a cabo tanto en Puerto Rico como en otros países, como en el estado de Texas. Con ustedes el documental.

[Presentación de los videos-documentales]

Hemos visto cómo van todos los trabajos de la construcción de la Gran Carpa-Catedral: están bien avanzados. Y ustedes pueden hacer que avancen más; depende de ustedes la velocidad a que podamos caminar en esta construcción que es tan importante. Siempre apreciamos el respaldo que todos ustedes presentes y en otras naciones, le están dando a este proyecto de la Gran Carpa-Catedral.

Hoy se cumplen cincuenta viernes santos desde el terremoto de Alaska que estremeció al mundo, que se sintió mundialmente, pero que no sacó de equilibrio al planeta Tierra. Fue el Viernes Santo, de marzo 27 de 1964, el cual había sido profetizado por el reverendo William Branham en marzo 18 del 64. O sea, que ya van cincuenta viernes santos de esa fecha hacia acá. Fue en el 1964 y estamos en el 2014. Y hoy Viernes Santo a las 9:27 de la mañana, hora de Ciudad México, hubo un terremoto en Ciudad México, de 7.5, conforme a la información dada por las noticias.

Los terremotos son señales que Cristo dio, que anteceden a la Segunda Venida de Cristo, y que también ocurrieron en los días de los profetas; de lo cual el Espíritu de Dios profetizó a través de diferentes profetas, y a través de Jesús también el Espíritu Santo profetizó de terremotos; y aun el Viernes Santo de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario también hubo un terremoto, y en la resurrección de Cristo también hubo un terremoto. Y habrá un terremoto en y para la resurrección de los muertos creyentes en Cristo.

Es importante estar conscientes de lo que son los terremotos en el campo espiritual. Son señales para los que tienen ojos para ver y oídos para oír. Es lo mismo con los eclipses de la Tierra, la luna y el sol; cuando se habla de oscurecerse el sol y la luna, normalmente se está hablando de un eclipse.

En los días de Jesús, en Su muerte, el sol se oscureció también; ya fuera por neblina o un eclipse en ese día. Y Joel dice que “antes que venga el día del Señor grande y terrible, el sol se va a oscurecer y la luna se va a tornar en sangre” [Joel 2:31]. Todas esas cosas nos habla de eclipses (en aquellos días quizás no se usaba la palabra ‘eclipse’), los profetas veían estas cosas ocurriendo; y el mismo Jesús habló de que el sol se va a tornar en tinieblas y la luna en sangre.

Y en estos días hubo un eclipse en donde, según las noticias, la luna se volvería – se tornaría en sangre; y así estuvo sucediendo: oscureciéndose la luna, tornándose de otro color.

El sol, la luna y las estrellas, dice la Escritura que fueron colocadas para señales de tiempos, señales para los seres humanos; por eso son mencionadas por los profetas en sus profecías, y sobre todo en las profecías que Jesús dio allá en el Monte de los Olivos, en el capítulo 24 de San Mateo.

Y ahora leemos un pasaje de la Biblia… Aun la muerte de Jesús el Viernes Santo en que ocurrió en aquel tiempo, era una señal muy grande. San Mateo y San Marcos nos hablan de esta señal tan grande. San Marcos nos dice, de esta señal… la vamos a ver… San Marcos, capítulo 8, versos 10 en adelante. Es la señal de Jonás… Vamos a leer San Mateo, capítulo 16, versos 1 al 4:

“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.

Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.

Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!

La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.”

“LAS OBRAS DE JESUCRISTO CRUCIFICADO.”

La señal de Jonás es la señal de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, el cual vino con y para un propósito divino: Vino para dar Su vida en expiación por los pecados del ser humano. Para lo cual, Él tenía que tomar el pecado del ser humano, para que así la muerte pudiera venir a Él; Él morir tomando (por consiguiente) nuestros pecados para hacerse mortal. Él dijo: “Nadie me quita la vida, yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” San Juan, capítulo 10.

Y por consiguiente, la muerte de Cristo tendría un propósito divino; y era nada menos que la redención del ser humano. Un hombre que aparecería en la Tierra y tendría vida eterna, pero se haría mortal tomando el pecado de los seres humanos; por lo cual, dice la Escritura que Juan el Bautista predicando dijo, cuando vio a Jesús, en San Juan, capítulo 1… verso 35 al 36 de San Juan, capítulo 1, dice:

“El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.”

Ya él había hablado acerca de Jesús en San Juan, capítulo 1, verso 29, cuando dice (28 y 29):

“Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

Por lo tanto, Cristo vino a la Tierra con una misión que Él solamente conocía, y luego le fue dada a conocer a Juan el Bautista cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; para lo cual tenía que morir como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano. Y para la preservación de la vida de los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, tenía que morir para poder preservar la vida eterna de todos esos primogénitos escritos en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

La muerte de Cristo el Viernes Santo, en la víspera de la Pascua, ocurrió para cumplir la Escritura prometida de la redención del ser humano por medio de Cristo el Hijo de Dios, el Ángel del Pacto, el cual les había dado el Pacto en el Monte Sinaí; y ahora Él viene para dar un Nuevo Pacto a Su pueblo, en el monte allá donde fue crucificado.

Allí Él llevó a cabo el Sacrificio: derrama Su Sangre, la Sangre del Nuevo Pacto, para Su pueblo, para dar el Nuevo Pacto; al cual entrarían millones de seres humanos, comenzando con hebreos, con judíos, y luego continuarían entrando al Nuevo Pacto gentiles también; haciendo de judíos y gentiles el pueblo del Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Cristo.

Por eso Cristo en la Cruz orando, pidiendo por el pueblo hebreo, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” [San Lucas 23:34] Cristo sí sabía lo que estaba sucediendo. Por eso se ora por Israel, porque Israel no sabía lo que estaba haciendo.

Allí se estaban cumpliendo las profecías para lo cual vino Jesucristo al mundo: para otorgarle vida eterna al ser humano, muriendo por el ser humano en la Cruz del Calvario; murió por Israel y por todo ser humano que lo recibiría como único y suficiente Salvador.

La muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue la señal más grande; por eso les dijo que no les sería dada señal sino la señal de Jonás: que estuvo en el vientre de la ballena por tres días, y luego salió del vientre de la ballena vivo; lo cual habla de la resurrección del Hijo del Hombre, de Cristo.

Es importante entender estas cosas, porque al entenderlas estaremos entendiendo el Programa de Redención para el ser humano, efectuado por Cristo “para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna,” como nos dice San Juan, capítulo 3, verso 16.

De ahí en adelante se abrió la oportunidad de la salvación y vida eterna para todo ser humano; el cual es escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, viene la fe de Cristo, nace la fe de Cristo en el alma de la persona, para recibirlo como único y suficiente Salvador.

Todo el sufrimiento de Cristo en la Cruz del Calvario fue por usted y por mí. San Pablo dice que fuimos crucificados con Él. Estábamos en Él eternamente, como la persona (su cuerpo físico) está en su padre. Como Isaac, Jacob y Leví estaban en los lomos de Abraham, así también estábamos en los lomos de nuestro padre terrenal y de nuestro abuelo y de nuestro bisabuelo. Así estábamos también en Cristo: como los genes de Dios, los genes del pensamiento divino.

O sea, que no estamos aquí por mera casualidad. Estamos aquí en la Tierra para recibir la redención de nuestra alma, la salvación y vida eterna, y así confirmar nuestro lugar en la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno; estamos aquí en la Tierra para ser limpiados, lavados, rociados con la Sangre de Cristo, nos dice San Pedro y San Juan.

Por lo tanto, es importante saber por qué existimos, y sobre todo por qué existimos en este planeta Tierra que está tambaleándose con volcanes, terremotos, maremotos, tsunamis, y con una alerta de alarma, del peligro que representa este volcán, el… allá en la montaña o volcán de Yellowstone, que es tan peligroso; el cual pedimos a Dios que se aguante un poco. Pedimos a Dios que lo detenga hasta que sean llamados, juntados y sellados en sus frentes los ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu; y por consiguiente, hasta que se complete el número también de los escogidos en el Cuerpo Místico de Cristo.

De seguro ese es un problema que va a surgir en la gran tribulación. Pero se están preparando personas para tener la fe, recibir la fe, para ser transformados y raptados, llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Mientras tanto, mantenemos la verdad histórica de la Primera Venida de Cristo, Su ministerio, Su muerte en la Cruz del Calvario, Su sepultura, Su resurrección y ascensión al Cielo, y Su estadía en el Cielo en el Trono del Padre como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión por cada persona que lo recibe como Salvador y por cada persona que permanece en el Cuerpo Místico de Cristo, Su Iglesia.

Mantenemos nuestra fe firme en Cristo, la Roca de salvación, la Roca que fue representada en la roca que hirió Moisés para darle agua al pueblo allá en el Monte Horeb o Monte Sinaí; y luego la otra roca que fue herida allá en Meriba, en un territorio cercano a la tierra de Israel, pero que aquella roca no podía ser herida sino que Dios le dijo a Moisés: “Háblale a la roca y te dará aguas para el pueblo.” Es que ambas rocas representan la Venida del Señor.

La primera roca a la cual le dijo Dios que la hiriera con la vara, representa la Primera Venida de Cristo, que sería herida Su Venida con la muerte en la Cruz del Calvario; y la segunda roca representa la Segunda Venida de Cristo; y la Segunda Venida de Cristo no es para ser crucificado en una cruz literal. Por lo tanto, todos los que hieran la Segunda Venida de Cristo, a Cristo en Su Segunda Venida, con blasfemias, con difamaciones, con ataques, como hicieron muchos en Su Primera Venida, estarán crucificando a Cristo en Su Venida.

Por lo tanto, es importante que estemos atentos y esperando Su Venida, preparándonos para recibirlo, para recibir la fe para ser transformados y raptados, como Él ha prometido por medio de Sus diferentes mensajeros, apóstoles y profetas.

Habrá una resurrección de los muertos creyentes en Cristo y una transformación de los que estén vivos. ¿Y por qué hablamos de estas cosas? Porque son las promesas que Él va a cumplir en este tiempo final. Esas son las promesas o parte de las promesas que hay para este tiempo final. Son las que Él ha prometido cumplir en Su Segunda Venida.

Por eso San Pablo nos dice en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Para eso es Su Segunda Venida, para reclamar a todos los que Él ha redimido con Su Sangre. A los que estén vivos: transformarlos, para tenerles así un cuerpo eterno inmortal, incorruptible y glorificado, como Su propio cuerpo glorificado; y a los que murieron: resucitarlos en cuerpos eternos, cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad.

Por eso tenemos que conocer las promesas divinas que hay para este tiempo final; porque esas son las que Él va a cumplir, y de esas es de las cuales el Espíritu Santo nos estará hablando para que nuestra fe esté firme en esas promesas divinas, creyéndolas, para que se hagan una realidad en la Iglesia del Señor Jesucristo y en cada creyente en Cristo como individuo. En todas esas promesas será que entonces lo veremos a Él obrando; y esas serán las obras de Jesucristo para el Día Postrero, para el tiempo final.

Él comenzó a obrar cuando estuvo en la Tierra en el cuerpo de carne nacido a través de la virgen María, y cumplió lo que estaba prometido que el Mesías haría en Su Primera Venida. Él decía que las obras que Él hacía no las hacía de Sí mismo, sino el Padre que moraba en Él era el que hacía esas obras. Esas eran las obras correspondientes a aquel tiempo, que el Mesías en Su Primera Venida llevaría a cabo. Pero Él continuaría obrando, por eso Él decía: “Las obras que yo hago, vosotros también haréis,” y Él continuó obrando en Espíritu Santo a través de los apóstoles y diferentes mensajeros que Él ha enviado a Su Iglesia; y por consiguiente, ha estado obrando a través de Su Iglesia.

Todo eso ocurriendo en la Iglesia o Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, que es también el Templo espiritual del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes. Y cada creyente como individuo es también un templo espiritual. Recuerden que Cristo en una ocasión dijo: “Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré”; estaba hablando de Su cuerpo físico como templo humano de Dios.

Ahora, miramos las obras que Jesús hizo, y Él luego dijo que las obras que Él hacía eran las obras de Dios, que era el Padre el que estaba obrando a través de Él; y como Él veía al Padre obrar, así Él obraba. O sea, que el Padre le mostraba las obras que Él realizaría en ese tiempo, y Jesucristo haría esas obras, o Dios haría a través de Jesucristo esas obras. Así ha sido siempre a través de la historia del Programa Divino, de edad en edad y de dispensación en dispensación; y por consiguiente así es en este tiempo también.

Es importante conocer las promesas de Dios para nuestro tiempo, porque esas son las obras que Cristo estará llevando a cabo en este tiempo en el cual nos ha tocado a nosotros vivir.

Lo veremos a Él en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo, obrando todo lo que Él ha prometido a Su Iglesia para este tiempo final; y esas serán las obras de Jesucristo ya glorificado. Y lo veremos cambiando de Cordero a León.

Todo eso lo comunicará, lo revelará Cristo, lo manifestará en medio de Su Iglesia; y por consiguiente, será el único tiempo en que veremos a Cristo como Cordero y luego como León. Es para nuestro tiempo.

Y las bendiciones de Dios para Su Iglesia para este tiempo final, las estaremos recibiendo, porque las creemos con toda nuestra alma; porque con el corazón es con el cual se cree, pero con la boca se confiesa para Salvación.

Y por eso los creyentes en Cristo dan testimonio de lo que creen. Lo que creen es lo que está dicho de parte de Dios por medio de Su Espíritu Santo a través de los profetas y a través de Cristo, a través de los apóstoles y diferentes mensajeros que Él ha enviado a Su pueblo.

Y por consiguiente, estaremos reconociendo las obras de Jesucristo en medio de Su Iglesia en este tiempo final, así como reconocemos las obras de Cristo en Su Primera Venida y las obras de Cristo en medio de Su Iglesia, a través de las diferentes etapas de Su Iglesia; y por consiguiente, estaremos creyendo siempre la verdad histórica de Cristo en Su ministerio terrenal, la Obra de Cristo de Redención, y la Obra de Cristo en y a través de Su Iglesia, a través de las diferentes etapas de Su Iglesia.

Y estaremos creyendo también las obras que Cristo ha prometido hacer en medio de Su Iglesia en este tiempo final, en donde Cristo en y a través de Su Iglesia estará haciendo historia en este tiempo final; y nosotros somos parte de la historia que Él estará haciendo en este tiempo final.

Para lo cual estaremos atentos, no a la historia de este tiempo sino a lo que hará la historia de este tiempo, estaremos atentos a lo que Cristo ha prometido hacer en este tiempo en y a través de Su Iglesia. Y así no estaremos solamente como espectadores sino como actores, haciendo historia; y Cristo haciendo historia en y a través de nosotros en este tiempo final. Y esas son las obras prometidas que Cristo hará en Su Iglesia y a través de Su Iglesia en este tiempo final.

Cristo en cada tiempo, en cada etapa de Su Iglesia, ha hecho historia; y por consiguiente, Su Iglesia ha hecho historia también, porque Cristo a través de Su Iglesia ha estado obrando. ¿Ha estado obrando qué? Lo que Dios prometió que haría, cumpliendo lo que Él prometió.

Para este tiempo final deben ser recogidos todos los escogidos, debe completarse la Iglesia del Señor Jesucristo, y debe de recibir la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Y la fe para esa transformación y rapto está en los Truenos. Y los Truenos es la Voz de Cristo, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, versos 1 al 11. Y esa Voz de los Siete Truenos es la Voz de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores. Estará hablando como León: revelando el misterio del Séptimo Sello, que es el misterio de Su Segunda Venida, para darnos la fe para la redención del cuerpo, que será la adopción, la redención de nuestro cuerpo, la transformación de nuestro cuerpo.

Estamos en un tiempo paralelo al tiempo de la Primera Venida de Cristo y todas las obras que allá ocurrieron, que Dios hizo por medio de Cristo; y ahora estamos en un tiempo paralelo para el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo y las obras que están prometidas que Él hará en este tiempo final; por lo tanto, estemos todos preparados.

El reverendo William Branham dijo que el tiempo en que va a ocurrir la resurrección de los muertos en Cristo será como en aquel tiempo de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, donde resucitaron con Él los santos del Antiguo Testamento. Y eso está en San Mateo, capítulo 27, versos 50 en adelante. Resucitaron con Él los santos del Antiguo Testamento.

Y ahora estamos en un tiempo paralelo, en donde está prometido que van a resucitar los santos del Nuevo Testamento, del Nuevo Pacto, que son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que han muerto físicamente, y tienen la promesa que van a resucitar en cuerpos eternos, cuerpos glorificados. Y los que estén vivos, creyentes en Cristo, tienen la promesa de que van a ser transformados si permanecen vivos hasta la resurrección de los muertos en Cristo.

Por lo tanto, estemos preparados. Cuando ocurra la resurrección y la transformación de los creyentes, no es tiempo para prepararse; uno se prepara antes, para lo que ha de venir.

Estemos con nuestras vidas arregladas delante de Dios, con nuestra fe firme en Cristo, conociendo las promesas de Cristo para este tiempo final, y esperando el cumplimiento de lo que Él prometió; y con nuestros ojos espirituales bien abiertos para ver cómo gradualmente Él va a estar cumpliendo esas promesas divinas.

Y las obras de Jesucristo, el que fue crucificado, sepultado y luego resucitado, las estaremos viendo y dando a conocer en este tiempo final.

Por lo tanto, estemos preparados y dándole gracias a Dios por la bendición de Su Primera Venida y Su muerte en la Cruz del Calvario llevando nuestros pecados para presentarnos ante Dios sin mancha y sin arruga; y prepararnos para esa segunda etapa que será la redención del cuerpo, la glorificación de cada creyente en Cristo, para ser iguales a Jesucristo, en cuerpos eternos, inmortales, glorificados.

Conoceremos lo que Cristo estará haciendo en este tiempo final si estamos atentos a lo que fue prometido para nuestro tiempo. Y a medida que veamos esas obras siendo realizadas, diremos: “Cristo está obrando, obrando lo que Él ha prometido.”

Cuando Cristo deje el Trono de Intercesión, tome el Título de Propiedad en el Cielo y lo abra y lo traiga a la Tierra, entonces habrá terminado el tiempo para las personas tener oportunidad de salvación, estar limpiados con la Sangre de Cristo; porque ya no habrá Sangre en el propiciatorio en el Cielo, ya hay un cambio ahí. Y de ahí en adelante las cosas serán mejores para los creyentes en Cristo, pero para los incrédulos serán peores.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos; y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.

Recuerden que Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.” San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6.

Y todos queremos entrar al Reino de Dios, todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la misma oportunidad de obtener la vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador.

Para los que están presentes y los que están en otras naciones, los que no han recibido a Cristo todavía como Salvador, lo pueden hacer en estos momentos: pueden pasar al frente donde se encuentran, en sus diferentes países, y también los que están aquí presentes pueden pasar al frente si todavía no han recibido a Cristo como Salvador y nació la fe de Cristo en su alma.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que en diferentes países han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo les reciba en Su Reino:

Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino y hágase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra; y el pan nuestro de cada día dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal, porque Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Padre celestial, mira a cada persona que ha estado recibiendo a Cristo como Salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre de Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo en diferentes países, y los que estén aquí presentes, y estén recibiendo a Cristo como Salvador:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida y creo, Señor, en Tu Nombre como el único Nombre, dado a los hombres, en que podemos ser salvos; y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Sálvame, Señor. Haz una realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Los que han venido a los Pies de Cristo en diferentes naciones, pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor; para lo cual dejo al ministro correspondiente en cada país; y acá dejo, en Puerto Rico, al reverendo José Benjamín Pérez, para continuar y finalizar la actividad de hoy.

Y nos veremos el próximo domingo, Dios mediante, en Domingo de Resurrección. Y estaremos hablando, entonces, de la resurrección de Cristo y algunas otras cosas que están ligadas al Paraíso, a Abraham, a Isaac, a Jacob, y todas estas personas importantes de la Biblia.

Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Con nosotros el reverendo José Benjamín Pérez aquí presente, y en cada país el ministro correspondiente.

“LAS OBRAS DE JESUCRISTO CRUCIFICADO.”

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