Muy buenas tardes (o buenos días, para los que todavía no ha pasado la mañana). Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos alimente el alma enseñándonos, revelándonos Su Palabra correspondiente a este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual leemos en San Lucas, capítulo 21 y también el capítulo 17. En el capítulo 17 nos dice… versos 22 en adelante, dice, del capítulo 17 de San Lucas:
“Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.
Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.
Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.
Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.”
Y leemos en San Mateo, capítulo 24, versos 30 en adelante, dice… verso 29 en adelante, dice:
“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.”
Y el verso 27 de este mismo capítulo 24 de San Mateo, dice:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.”
Y por cuanto todo esto habla de la Segunda Venida de Cristo, leemos Apocalipsis 22, verso 12, donde dice Cristo:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”
Y luego, el verso 20 de este mismo capítulo 22 de Apocalipsis, dice:
“El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
En los pasajes que hemos leído, nos habla de la Segunda Venida de Cristo; y en estos pasajes, es el mismo Cristo el que ha estado hablando de Su Segunda Venida; tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento hablan más de la Segunda Venida de Cristo que de la Primera Venida de Cristo.
Así como los apóstoles fueron bienaventurados en vivir en el tiempo del cumplimiento de la Primera Venida de Cristo, y verlo y reconocerlo y recibirlo…; aunque en aquel tiempo el noventa (o más) porciento del pueblo hebreo, lo vio pero no lo recibió, no creyó, no pudo ver que era el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario, que era la Obra de Dios para aquel tiempo; Obra que Dios haría en esa manifestación Divina que llevó a cabo a través de Jesús.
Por lo tanto, el pueblo hebreo tenía que rechazarlo, como decía la Escritura: “A lo suyo vino (a su pueblo, Israel), y los suyos no le recibieron.” San Juan, capítulo 1, versos 1 al 18.
Y aquel Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, se hizo carne: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” ¿Cómo venía? Venía en carne humana. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros,” dice la Escritura. Habitó en medio del pueblo hebreo y, por consiguiente, en medio de la raza humana; porque Israel es parte de la raza humana.
Su Primera Venida fue como Cordero, para quitar el pecado del mundo. Por eso Juan el Bautista en el capítulo 1 de San Juan, versos 29 al 36, dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Así dijo hablando de Jesús, cuando lo vio; y él no sabía quién sería el Mesías. Aunque conocía (de seguro) a Jesús desde niños, porque eran familia según la carne; pues María y Elisabet, la madre de Juan el Bautista, eran parientes; eran parientes y por lo tanto, de seguro, pasaba como sucede en algunos países, que en cierto tiempo del año (principalmente en vacaciones de los niños) se van a visitar a sus familiares. Algunas veces ¿cómo? sin aviso; pero es mejor avisar para que estén preparados, no vaya a ser que los otros también hayan pensado lo mismo y se hayan ido a visitar a otro sitio, y usted llegue y no tenga quién lo reciba.
Pero, vean ustedes, cuando el Ángel le apareció a Zacarías el sacerdote, le dio la buena noticia de que tendría Zacarías un hijo, por el cual había orado mucho tiempo; y eso desde que se casaron, pero su mujer era estéril. Como sucedió con Sara la esposa de Abraham, y como sucedió también con Raquel o Rebeca, la esposa de Isaac.
Pero para Dios eso no es ningún problema, ni para el que cree, tampoco es problema; porque ¿hay alguna cosa imposible para Dios? No la hay. Y también la Escritura dice que: “Para el que cree todo es posible.” [San Marcos 9:23]
Por lo tanto, todo lo que Dios ha prometido en Su Palabra, es posible recibirlo todo aquel que cree. Solamente creer. Eso es lo que Jesús también enseñó.
Por lo tanto, Abraham, siendo el Padre de la Fe, creyó en cosas que él no había visto; y creyó en la promesa que Dios le hizo, que tendría un hijo a través de Sara su esposa. Y pasaban los años… La promesa la recibió cuando tenía unos 75 años, y Sara 65 años. Piensen ustedes, ¡recibir una promesa cuando ya están ancianos! Pero Abraham creyó a Dios, esperanza contra esperanza; o sea, esperando lo que no se podía esperar.
Pasaban los años y no llegaba el niño; hasta que a Sara le pasó el tiempo de tener niños y ya para Sara eso era imposible; a tal grado que Sara le dio su sierva o esclava Agar, una egipcia, a Abraham, para que tuviera el niño que él estaba esperando.
Pero ese no era el plan de Dios. El plan de Dios era que ella creyera, para poder tener un niño de Abraham. Pero Abraham continuaba creyendo. Y de vez en cuando Dios le aparecía y le confirmaba la promesa de que tendría un niño, y que Su Pacto sería con Isaac, el hijo que Él le había prometido. Ese es el hijo prometido, que representa a Cristo en Su Segunda Venida; también era Cristo en Su Primera Venida el Hijo de Abraham… Hijo de Abraham.
Cristo tiene unos cuantos títulos de Hijo: Hijo de Abraham, Hijo de David, Hijo del Hombre, Hijo de Dios; y cada título tiene un significado y una herencia. Como Hijo de Dios es el Heredero de los Cielos y la Tierra. Como Hijo de David es el Heredero del Reino de David. Como Hijo del Hombre, o sea, como profeta, es el Heredero del planeta Tierra completo. O sea, que cada título de Hijo tiene una herencia.
Para el Día Postrero se estará esperando – la Iglesia estará esperando la venida del Hijo del Hombre, la venida del Hijo de Abraham…, porque Isaac representa a Cristo en Su Segunda Venida, el Hijo prometido.
Y eso es lo que se estará cumpliendo en la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia, que es la que lo está esperando en Su Segunda Venida; pues Israel está esperando al Mesías Príncipe, porque él no vio. Y así estaba profetizado: que no vería, no recibiría al Mesías en Su Primera Venida; todo eso estaba en el Programa Divino para poderse llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Por eso fue que Cristo en la Cruz del Calvario, hablando de Israel, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” [San Lucas 23:34] Por lo tanto, si Cristo dijo: “Padre, perdónalos,” nadie debe acusar a Israel por la muerte, rechazamiento y muerte de Cristo. Todo estaba en el Programa Divino.
Por eso Dios tiene misericordia de ellos, porque Dios los cegó para poder salvarlos, redimirlos; redimir a Israel y a Su Iglesia. De otra forma la vida eterna no saldría a la luz, de otra forma la vida eterna prometida para los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, no se llevaría a cabo.
Hubo un Plan Divino, por el cual Israel tuvo que rechazar a Cristo en Su Primera Venida. Pero lo va a ver en Su Segunda Venida, viniendo por Su Iglesia; y dirá: “¡Este es el que nosotros estamos esperando!”
La Segunda Venida de Cristo para el pueblo hebreo vendrá a ser la primera, pero después se darán cuenta que es la segunda. El misterio más grande de toda la Biblia es la Segunda Venida de Cristo.
La Primera Venida de Cristo estaba señalada para ser cumplida en Israel, naciendo de una virgen hebrea, descendiente del rey David, y también en la ciudad de Belén. O sea, que hubo muchos detalles para la Primera Venida de Cristo. Y aun con todos esos detalles no pudieron verla, excepto aquellos que estaban ordenados para verla, y vinieron a ser Sus seguidores; un grupo pequeño comparado con los millones que hubo en el tiempo de Jesús en Israel.
Y si la Primera Venida de Cristo, que fue anunciada con tantos detalles, fue un misterio y no la pudieron ver, ¿cómo será la Segunda Venida de Cristo?, el cual es el misterio contenido en el Séptimo Sello, y que solamente el Ángel Fuerte que desciende del Cielo envuelto en una nube…, que es Cristo viniendo con el Librito abierto, el Librito que estaba sellado con Siete Sellos en la diestra de Dios; el cual en el capítulo 5 Él toma y lo abre en el Cielo, y luego viene a la Tierra con él abierto; y clama como cuando un león ruge. Porque viene como León, no viene como Cordero. Su Primera Venida fue como Cordero. La Segunda Venida es como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.
Viene para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, para reclamar a los muertos en Cristo que Él redimió y están en el Paraíso. Pasará por el Paraíso, allá hará un juicio a los mensajeros de las diferentes etapas o edades de la Iglesia, y luego… por lo que predicaron; y luego vendrá con ellos y los creyentes de las diferentes etapas, y los resucitará en cuerpos eternos, inmortales, glorificados, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo: joven, como cuando se fue, un cuerpo glorificado, que representa de 18 a 21 años de edad. Recuerden que no lo reconocieron después de resucitado.
Y entraba a donde estaban los discípulos. Los discípulos con las puertas cerradas, Jesucristo ya resucitado entraba sin tener que abrirle la puerta los discípulos. Es que en el cuerpo glorificado no hay limitaciones, es un cuerpo interdimensional; se puede mover en todas las dimensiones, puede pasar de una dimensión a otra a la velocidad del pensamiento; del pensamiento no humano sino Divino, a la velocidad del pensamiento de Jesucristo, que es más rápido que el pensamiento nuestro.
Y vean ustedes, le dijo a las mujeres que lo vieron resucitado: “Digan a mis discípulos que vayan a Galilea y allí los veré.” Cuando los discípulos llegaron, ya Jesús estaba allá, viajando a través de la dimensión invisible. Lo que han estado buscando los científicos como medio de transporte: viajar a través de otra dimensión. Pero miren lo sencillo que es para Jesucristo. Si la ciencia consiguiera ese secreto, resolvería la transportación de las grandes ciudades.
Así que no se preocupe cómo va a viajar en el Reino Milenial: con el cuerpo glorificado no habrá limitaciones para los creyentes en Cristo. Algunas veces decimos como decía San Pablo algunas veces; decimos: “Yo no puedo ir a tal actividad que será en otro país, pero mi mente y mi corazón están allí.” Pero cuando tengamos el cuerpo nuevo podremos decir: “Mi mente, mi corazón y mi cuerpo glorificado estará allí también.”
Recuerden que cuando los muertos en Cristo resuciten, y los vivos seamos transformados, habrá una reunión grande antes de irnos de esta Tierra a la Cena de las Bodas del Cordero. Por lo tanto, no se preocupen de cómo van a estar en esa reunión. Preocúpese por estar listo, preparado, para ser transformado en la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia con los creyentes que murieron, que serán resucitados en cuerpos glorificados; y cuando los veamos seremos transformados. Esas son promesas para los creyentes en Cristo que estarán viviendo en este tiempo final.
Cualquier persona podrá pensar: “Pero eso mismo pensaban los discípulos, y Cristo no vino en aquellos días.” O sea, luego que se fue no volvió. Pero sí volvió en Espíritu Santo. Pero Su Segunda Venida será para el Día Postrero, para el cual Él dice, hablando de los creyentes en Él, dice: “Y yo le resucitaré en el día postrero.” [San Juan 6:54]
O sea que Cristo puso ya un tiempo, una fecha: el Día Postrero, que es, delante de Dios el Día Postrero, el séptimo milenio para los seres humanos. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” [Segunda de Pedro 3:8] Y conforme al calendario gregoriano ya estamos en el séptimo milenio, de Cristo hacia acá.
Por lo tanto, estamos llamados a estar esperando la Segunda Venida de Cristo; porque Él dijo que será, la resurrección, para el Día Postrero. Y cuando los veamos, a los muertos creyentes en Cristo, entonces es que vamos a ser transformados: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles.” Eso está por el capítulo 15 de Primera de Corintios… Versos 49 en adelante, de Primera de Corintios, capítulo 15, dice San Pablo:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
La carne y la sangre; o sea, nosotros en estos cuerpos de carne y sangre no podemos heredar el Reino de Dios. Por ejemplo, el Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David, no lo podemos heredar. Y somos coherederos con Cristo, Él es el heredero del Reino de David y nosotros somos coherederos con Cristo. A todo lo que Cristo es heredero, yo soy coheredero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, aquí presentes, y ustedes que están a través del satélite o internet en diferentes naciones.
Por ejemplo tenemos la escritura que Él dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” San Juan, capítulo 8, verso 12. Y luego también dice: “Vosotros sois la luz del mundo.” [San Mateo 5:14]
Es que a todo lo que Cristo es heredero, también lo son los creyentes en Cristo. Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, y Juez de toda la Tierra. Y Cristo nos dice… Y Apocalipsis nos dice que Cristo con Su Sangre nos ha redimido y nos ha hecho para nuestro Dios: “reyes y sacerdotes para Dios, su Padre.” Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 en adelante; Apocalipsis, capítulo 5, versos 7 en adelante; y Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6. En todos esos lugares nos habla de que los creyentes en Cristo son reyes y sacerdotes con Cristo.
También la Escritura dice que Él es la Estrella resplandeciente de la Mañana, y también habla la Escritura de otras estrellas: las estrellas de la mañana. Son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo.
Por eso los mensajeros de cada etapa de la Iglesia, representados en los pastores de las siete iglesias de Asia Menor mencionadas en Apocalipsis, capítulo 1 en adelante, muestra a los pastores de esas iglesias como tipo y figura, o tipificados en estrellas. Y cada iglesia es tipo y figura de cada etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo, por la cual pasaría. Y cada pastor, representado en cada estrella que está en la mano del Señor, es tipo y figura del mensajero correspondiente a cada etapa por la cual pasaría la Iglesia del Señor Jesucristo. Por eso Cristo aparece con siete estrellas en Su diestra.
Y cuando yo veo aquí a Cristo en Apocalipsis con siete estrellas en Su diestra, yo veo ocho; porque Cristo también es la Estrella Mayor, la Estrella resplandeciente de la Mañana.
Vean aquí. Apocalipsis, capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:
“Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro (esas son las siete edades o etapas de la Iglesia entre los gentiles. De eso también nos habla Zacarías, capítulo 4, versos 1 al 14),
y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.”
Como Sumo Sacerdote el cinto lo tiene en Su cintura, pero aquí lo tiene en el pecho. Como los gobernantes cuando obtienen la posición de presidente y le otorgan el mandato o el mando, le entregan el mando, lo presentan como el nuevo gobernante, el nuevo presidente, le colocan un cinto, una cinta con los colores de la bandera de su país, y casi siempre una medalla o algo así, probablemente con el escudo del país, o algo así. Eso depende del país cómo lo haga. Pero lo más sobresaliente es ese cinto o cinta, los colores de la bandera de su país, lo cual indica que es el nuevo mandatario.
Y Cristo aquí está con el cinto: “ceñido por el pecho con un cinto de oro,” aquí está como Juez, como León, como Rey. Esto corresponde al tiempo final.
Recuerden que… vean esto primero acá: el verso 9 al 11 dice [Apocalipsis]:
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor (o sea, que fue transportado al Día del Señor, al Día Postrero)…”
Así como el sábado para los judíos es el día de reposo, el día del Señor; el séptimo milenio es el Día del Señor como Día Milenial. Por eso en el séptimo milenio vendrá todo lo que está prometido: la resurrección para los muertos creyentes en Cristo…, de lo cual Cristo dijo: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero.”
Y Marta la hermana de Lázaro, en el capítulo 11, versos 21 al 27, hablando con Jesús le dice: “Si hubieras estado aquí, mi hermano Lázaro no habría muerto.”
Jesús le dice: “Tu hermano resucitará.”
Marta le dice: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el Día Postrero.”
O sea, que no se le había olvidado esa enseñanza del capítulo 6 de San Juan, no se le había olvidado a Marta; y le recuerda a Jesús que sí, que ya sabía que él iba a resucitar en el Día Postrero.
Y Cristo le dice: “Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
Marta le dice: “Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Marta sabía quién era Jesús, lo mismo María.
Y ahora, antes de comenzar el Reino del Mesías con Israel, y en Israel, y desde Israel, que cubrirá el mundo entero…; porque Cristo, el Mesías, en Su Segunda Venida reclamará el Reino y también reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, los restaurará a la Vida; pero no a la vida normal, sino a la vida eterna, con cuerpos eternos; esto es para nunca más morir.
Y por consiguiente estaremos con Cristo transformados aquí en la Tierra, por una temporada de unos treinta a cuarenta días, juntamente con los que resucitarán en cuerpos glorificados.
¿Qué pasará durante esos días? Todo lo que está planificado por Dios. ¿Ve qué sencillo?
¿Y qué está prometido? ¿Qué está en los Planes de Dios? La Tercera Etapa.
Todas esas cosas corresponden a la Tercera Etapa, todas esas cosas corresponden al Séptimo Sello; todas esas cosas corresponden a la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.
Por eso dije que cuando los judíos vean al Señor venir por Su Iglesia, ellos dirán: “¡Este es el que nosotros estamos esperando!” Pero Él no viene por ellos, Él viene por Su Iglesia. ¿Por qué? Porque Su Iglesia es la que está bajo el Nuevo Pacto, no los judíos.
Y la promesa de la Segunda Venida de Cristo para Su Iglesia es para reclamar a todos los que Él ha redimido con Su Sangre; los que murieron, resucitarlos en cuerpos eternos, restaurarlos a la vida eterna; y a los que estén vivos, transformarlos.
Para esos días en Su Venida, Él me transformará. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Recuerden que no hay esperanza para el mundo. La única esperanza que hay es la Segunda Venida de Cristo para y a Su Iglesia.
Estamos muy cerca; pues ya las siete edades y Sus mensajeros han pasado por esta Tierra, y ahora nos encontramos en la hora cero. Nos encontramos en la etapa de oro de la Iglesia del Señor Jesucristo, preparándose para la Venida del Señor, para su transformación.
Juan fue transportado al Día Postrero, al Día del Señor; que no es sábado o séptimo día de la semana, sino séptimo milenio, o sea, un Día Milenial.
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último…”
[Apocalipsis 1:10-11]
¿Y quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? Nuestro amado Señor Jesucristo. Mírenlo aquí en el capítulo 22, verso 12 al 13, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”
¿Ve? ¿Quién es el Alfa y Omega? El Señor Jesucristo, que ha prometido venir por segunda vez. “He aquí vengo pronto,” dice el Señor.
Ahora, hemos visto que Juan fue transportado al Día Postrero, en donde Cristo vendrá con un cinto de oro, una cinta de oro; y dice que será ceñido por el pecho con un cinto de oro; o sea, que vendrá como Rey, como gobernante. Así como ustedes ven por televisión y en revistas, los reyes y gobernantes, con una cinta cuando suben al trono; y en algunas ocasiones, en algunas fiestas, se presentan también con esa cinta que les identifica como el rey o presidente de la nación.
Y ahora, Cristo aquí aparece como Rey, como Juez, como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.
“Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
Tenía en su diestra siete estrellas…”
¿Ven? Aquí están las siete estrellas en Su diestra. Las siete estrellas son los siete mensajeros de las siete etapas de la Iglesia entre los gentiles. Son también los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra: Desde el tiempo de San Pablo hasta el tiempo final, del Medio Oriente hasta el continente americano.
“…de su boca salía una espada aguda de dos filos…”
¿Qué es la Espada aguda de dos filos? La Palabra de Dios. Por la Palabra que estará hablando lo reconoceremos, porque vendrá hablando la Palabra de Dios correspondiente al Día Postrero; vendrá hablando como vino la primera vez. ¿Qué venía hablando Él? La Palabra de Dios.
Por eso Él decía: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” [San Juan 5:39]
Él les mostraba las palabras que hablaba la Biblia acerca de Él; Él enseñaba esas palabras escritas en la Escritura, en la Palabra Divina; y las vivificaba.
Dios vivificaba por medio de Cristo lo que estaba prometido que el Mesías llevaría a cabo. Y esas eran las obras de Dios realizadas por Cristo o a través de Cristo, porque Cristo dijo: “Yo no hago nada de mí mismo. El Padre que mora en mí, Él hace las obras.” Era Dios en Cristo haciendo todas esas obras que estaban prometidas que Dios llevaría a cabo por medio del Mesías.
Y Cristo decía: “Mi Padre obra y yo obro. Él me muestra todas las cosas.” Él decía: “Yo hablo lo que escucho hablar al Padre, lo que yo escucho de Él.” Es que Él veía en visión las cosas que el Padre llevaría a cabo, y luego Él sabía que las llevaría a cabo a través de Él.
Por eso le dice a Natanael: “Antes que estuvieras… Antes que Felipe fuera donde ti, te encontrara; te vi debajo de la higuera.” O sea, que el Padre le dio la visión, lo vio en visión, y luego vio que venía a Él. Por eso Natanael le dice: “¿De dónde me conoces?”
Ahora, podemos ver que Él estuvo haciendo las obras correspondientes a Su Primera Venida. Por eso encontramos que cuando leyó en Isaías, capítulo 61, verso 1 en adelante (eso lo leyó Él ahí: el Evangelio según San Lucas, capítulo 4), leyó los primeros dos versos, los primeros dos versículos los leyó, y luego el segundo no lo terminó. Capítulo 4 de San Lucas, versos 16 en adelante, dice… y el 15 dice también:
“Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.”
O sea que Él los sábados acostumbraba ir a la sinagoga, dondequiera que Él estuviera. Y cuando estaba en Nazaret, era punto fijo en la sinagoga el día sábado. Y por lo que se ve, cuando Él estaba en la sinagoga Él era el que leía la Escritura; y se levantó a leer “conforme era Su costumbre.”
“… y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.”
Es como los cristianos: conforme a su costumbre van a la iglesia el domingo; porque el domingo fue el Día de la Resurrección de Cristo.
Cuando la persona va el domingo a la Iglesia está honrando el Día de la Resurrección de Cristo; y por consiguiente, está honrando a Cristo. Por eso encontramos que los apóstoles se reunían el domingo, el primer día de la semana, para tener sus actividades. El sábado, pues lo aprovechaban yendo a la sinagoga para predicar, para anunciar el Evangelio de Cristo.
“Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito (o sea, abriendo el libro)…”
Ahora es muy fácil abrir un libro. Aunque algunas veces cuando es nuevo el libro, la Biblia, las páginas están un poquito pegadas, y algunas veces da trabajo conseguir el lugar; pero es más fácil que en los días de Jesús. Porque eran dos rollos, uno a cada lado, y la Biblia era un rollo; y lo iban pasando…, le daban para acá, estaban pasando la página para acá; le daban al otro rollo de madera… Era una sola Biblia, un solo rollo, pero dividida en dos lugares, en dos piezas de madera; y se le daba para acá, y se estaba pasando esa página, esa parte del rollo; o se le daba para el otro y se le daba hacia acá.
Los que han visto en fotos o en las sinagogas, la Biblia, ustedes verán que parecen dos rollos; pero es uno solo con dos palos de madera para enrollar para un lado o para el otro.
Así que a Jesús le entregaron la Biblia y encontró el lugar; ya sea que fuera esa la lectura para ese tiempo, para esa ocasión; o fuera que Él buscó (Él conocía bien cómo buscar), buscó la Escritura que tenía que ver con lo que Dios había prometido para ese tiempo. Y hallando el lugar donde estaba escrito lo que Él tenía que cumplir, y que ya lo estaba cumpliendo, leyó:
“Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”
Ahora, vean cómo Él terminó ese pasaje que hablaba acerca del Mesías. Y dice ahí: “A predicar el año agradable del Señor.”
En Isaías, dice el verso 2 [capítulo 61]:
“…A proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados.”
Aquí tenemos ese verso que habla del “año de la buena voluntad de Jehová” y “el día de venganza del Dios nuestro.”
¿Y por qué no leyó, por qué no continuó leyendo: “y el día de venganza del Dios nuestro”? Porque eso es para el Día Postrero. Él leyó hasta donde tenía que ser cumplido a través de Él en aquel tiempo.
Él vino proclamando “el año de la buena voluntad de Jehová,” para la liberación de los presos…: “Y a los presos apertura de la cárcel.”
Y la predicación del “día de venganza del Dios nuestro” es para ser proclamado en el Día Postrero. Eso le corresponde a Cristo hacerlo. Vean aquí. En el capítulo 14, versos 6 al 7 dice [Apocalipsis]:
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado…”
La hora del juicio divino, la hora o tiempo para “el día de venganza del Dios nuestro,” para los juicios divinos caer sobre la raza humana; lo cual será durante la gran tribulación que caerán esos juicios sobre la raza humana, las plagas que vendrán sobre la raza humana. Eso corresponde a la predicación del Evangelio del Reino, eso corresponde al tiempo final.
Estamos viviendo en el tiempo más glorioso de todos los tiempos: En el tiempo para la Venida del Señor para y con los muertos en Cristo, los cuales vendrán con Él en Su Venida; y les dará cuerpos nuevos y eternos en la resurrección, y jóvenes.
Por lo tanto, si usted tiene algún familiar creyente, que partió y era un ancianito o una ancianita, cuando regrese va a parecer como de 18 a 21 años de edad, va a parecer un jovencito o una jovencita, porque en el cuerpo eterno y glorificado es así.
Y si era un niñito o una niñita; cuando regrese, regresará en apariencia como de 18 a 21 años de edad. Todos tendrán esa apariencia, porque estarán en la flor de la juventud para toda la eternidad.
Y ahora continuamos leyendo en Primera de Corintios, capítulo 15, donde nos detuvimos, donde decía [verso 50]:
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
O sea, que no vamos a heredar la incorrupción, la inmortalidad, con estos cuerpos. Es con el cuerpo glorificado que heredamos la inmortalidad, la incorrupción; un cuerpo que no morirá, un cuerpo que no se corromperá.
“He aquí, os digo un misterio…”
Es un misterio muy grande, que va a ser abierto y cumplido para aquellos que recibirán la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Y la fe girará alrededor de la Segunda Venida de Cristo.
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados…”
O sea que no todos van a morir, los creyentes en Cristo. Los que van a ser transformados, pues no van a morir. Los que van a ser resucitados sí tienen que morir para ser resucitados.
Por lo tanto, si alguno de ustedes se va antes, no se preocupe: volverá con Cristo en Su Venida, para ser resucitado en un cuerpo eterno, inmortal, cuerpo glorificado.
Recuerde que cuando el creyente en Cristo muere, sigue viviendo en el cuerpo angelical, en el cuerpo teofánico; parecido al cuerpo físico, pero joven; joven, porque allí en el Paraíso no hay viejos ni niños; todos son jóvenes, que representan de 18 a 21 años de edad.
“…en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta (la Trompeta Final es el Mensaje final de Dios para la Iglesia del Señor Jesucristo); porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”
Desaparecerá la muerte. Ya entonces seremos inmortales, no solamente en alma y espíritu, sino en cuerpo físico también: cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de Cristo. Y jóvenes. ¿Por cuánto tiempo? Por toda la eternidad. Y el que tiene esta esperanza en Él, en Cristo, se perfecciona.
Por lo tanto, conscientes de estas promesas, y conscientes de que el tiempo en que vivimos es el tiempo más peligroso de todos los tiempos…, en lo físico y también en lo espiritual; en lo físico le pueden hacer daño al cuerpo, pero en lo espiritual le pueden hacer daño al alma y al espíritu.
Por lo tanto ¡agárrese bien de Cristo y Su Palabra!, sin dejarlo en ningún momento. Siempre esperando Su Venida, esperando la resurrección de los muertos creyentes en Él; y cuando los veamos, seremos transformados. Y por consiguiente, esperando nuestra transformación.
PREPARÁNDONOS, entonces, PARA LA VENIDA DEL SEÑOR, PORQUE LOS DÍAS SON MALOS.
Y Cristo mismo dijo que los días serían malos, serían como los días de Noé. Eran días malos aquellos, a tal grado que solamente ocho personas fueron salvas, las cuales entraron al arca; y que serían también como en los días de Lot, en donde Sodoma y Gomorra fue quemada por fuego del Cielo. Los Arcángeles Gabriel y Miguel dijeron que vinieron enviados por Dios para destruir aquellas ciudades; porque el pecado de ellos había llegado hasta el Cielo, hasta la presencia de Dios.
Así como los días de Noé y como los días de Lot, como los días de Noé y como los días de Sodoma y Gomorra, dice Cristo que será el Día en que el Hijo del Hombre se manifestará, así será el Día de la Venida del Hijo del Hombre. O sea, la condición del mundo estará en la condición que estaba en el tiempo de Noé, y en la condición que estaba en el tiempo de Lot.
Y ya ha llegado a esa condición la humanidad, ya han llegado a esa condición las naciones. Por lo tanto, estemos preparados.
La Palabra de Dios para nuestro tiempo nos prepara para la Venida del Señor. ¡Agárrese bien de la Palabra de Dios para nuestro tiempo!, y así se estará agarrando bien de Cristo; porque Él es la Palabra, el Verbo.
La Palabra de Dios para cada edad fue Cristo viniendo a Su Iglesia en y a través de Su Espíritu en un mensajero. Los que se agarraron de la Palabra de Dios traída por el Espíritu Santo a través de cada mensajero, se agarraron de Cristo; porque Él es el Verbo, la Palabra. Y así, los que se agarrarán de la Palabra de Dios para este tiempo, se estarán agarrando de Cristo; porque Él es el Verbo, la Palabra de Dios. Y así estaremos siendo preparados para la Venida del Señor, para recibir lo que Él ha prometido, para mí ¿y para quién más?, para cada uno de ustedes: Nuestra transformación.
“PREPARÁNDONOS PARA LA VENIDA DEL SEÑOR, PORQUE LOS DÍAS SON MALOS.”
Y si son malos estos días, entonces son estos días como los días de Noé y como los días de Lot.
Si hay alguna persona que todavía no se ha agarrado bien de Cristo, y no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos; y estaremos orando por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino. Para lo cual puede pasar al frente, y estaremos orando por usted.
Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo… Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo los reciba en Su Reino.
Y los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]
Dios tiene mucho pueblo aquí en la Argentina, en todos los países de la América Latina y el Caribe, en Norteamérica, en Canadá, en todos los países; y los está llamando para colocarlos en Su Cuerpo Místico de creyentes, en Su Redil. Pues Él tipificó a los creyentes con ovejas. Y Él como el Buen Pastor dijo: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.”
Ninguna otra persona le puede dar a usted vida eterna. Solamente hay uno, y su nombre es: Señor Jesucristo. Él tiene la exclusividad de la vida eterna.
Él recibió la exclusividad de la vida eterna para que le otorgue vida eterna a todos los que Él quiera. ¿Y a quiénes Él quiere darles vida eterna? A todos los que le reciben como Salvador.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30.
Y Él dice: “El Padre y yo una cosa somos.” Verso 30 de este mismo capítulo 10 de San Juan.
Y también en San Juan, capítulo 10, nos dice: “Yo pongo mi vida por las ovejas. Este mandamiento recibí de mi Padre.” [Versos 14-18] Él dice:
“Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
También Él dice en ese mismo capítulo 10 de San Juan [verso 16]:
“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz…”
Ese es el Evangelio de Cristo siendo predicado, la Voz de Cristo, el Mensaje de Dios, del Evangelio, para cada etapa de la Iglesia.
“…y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
El Pastor es Cristo, el Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, y las ovejas ¿quiénes son? Todos nosotros. En esa forma sencilla, con esas parábolas, nos simplificó todo el Programa de la salvación y vida eterna; para que hasta los niños comprendieran, y para que los que no habían estudiado en la escuela también pudieran entender, para que el pobre y el rico pudieran entender.
Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, los que faltan por venir en diferentes países; y también de los que están aquí presentes, los que faltan por venir a los Pies de Cristo, pueden venir.
Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.
Lo más importante es la vida. Y si esta vida terrenal es tan importante y la cuidamos tanto…, pero en algún momento termina nuestra vida en la Tierra; y cuando llega el momento de partir, no hay quién lo pueda detener a usted; tiene que irse de este mundo, tiene que dejar el cuerpo e irse a otra dimensión. Pero queremos ir a la dimensión de Dios, ir al Paraíso, ir a donde está San Pedro, San Pablo, todos los apóstoles de Cristo. Menos a donde fue uno de los apóstoles, Judas Iscariote; ahí no, ahí nadie quiere ir.
¿Y cómo podemos ir a donde están los apóstoles, el Paraíso? Recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Lo más importante es la vida eterna. Y no hay persona que nos pueda dar la vida eterna, sino Jesucristo.
“Mis ovejas oyen mi voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” Esa es la forma de asegurar nuestro futuro eterno con Cristo, en Su Reino eterno.
Y el tiempo de asegurar nuestro futuro eterno, es mientras estamos viviendo en esta Tierra y escuchamos la predicación del Evangelio de Cristo y el llamado para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Esa es la Voz de Cristo llamando Sus ovejas.
Ustedes están aquí escuchando la predicación del Evangelio de Cristo porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida. Por lo tanto, respondemos al llamado de Cristo, el cual nos coloca en Su Reino con vida eterna. Es que nuestro nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.
Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, aquí en Argentina y en todos los demás países que están conectados con esta actividad vía internet o satélite.
Con nuestros ojos cerrados, nuestros rostros inclinados y nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino y les des vida eterna. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo ruego; para quien sea la gloria y la honra, por los siglos de los siglos. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer de nuevo, quiero nacer en Tu Reino. Haz una realidad en mi vida la Salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí.
Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y Amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
La Sangre de Cristo es lo único que limpia al ser humano de todo pecado. No hay otra cosa que pueda quitar nuestros pecados de nosotros.
Por eso en el Antiguo Testamento se sacrificaban animalitos por el pecado del ser humano: para ser reconciliados con Dios. Y ahora ya no hay esos sacrificios, porque ya se hizo el Sacrificio Perfecto en la Cruz del Calvario: el Sacrificio de Cristo.
Ahora, aquellos sacrificios de animalitos eran tipo y figura del Sacrificio de Cristo, era el símbolo del Sacrificio de Cristo; y ahora tenemos el Sacrificio Perfecto y la Sangre Perfecta, que nos limpia de todo pecado.
Por lo tanto, ahora entramos al Nuevo Pacto cubiertos con la Sangre de Cristo, que es la Sangre del Nuevo Pacto, como Él dijo en la última cena cuando dio la copa a Sus discípulos para tomarla, dijo: “Esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada (que por vosotros es derramada), para remisión de los pecados.” [San Mateo 26:27-28]
No hay otra forma para ser quitados nuestros pecados. La Sangre de Cristo es lo que nos limpia de todo pecado.
Ahora, Cristo ordenó a predicar el Evangelio a toda criatura. En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Es un mandamiento de Cristo para todos los que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, y creen y lo reciben como Salvador: ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Como estuvo haciéndose desde el Día de Pentecostés hacia acá por la Iglesia primitiva.
Y todavía se continúa dando la oportunidad a las personas que escuchan el Evangelio de Cristo y lo reciban como Salvador, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en las personas el nuevo nacimiento.
Por lo tanto, ustedes que han recibido a Cristo, me dirán: “Quiero ser bautizado lo más pronto posible; porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.
Por cuanto ustedes han creído a Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua es tipológico, simbólico. El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Ese es el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, está siendo sepultado tipológicamente, simbólicamente; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a la vida eterna, con Cristo en Su Reino eterno. Ahí tenemos el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.
Aun el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. Cuando Juan estaba bautizando en el Jordán, llegó Jesús; y, de seguro, como había muchas personas siendo bautizadas, se colocó en la fila. Y cuando le toca a Juan bautizar a Jesús, le dice: “¡Tú! ¿Tú vienes a mí para que yo te bautice? Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti ¿y ahora Tú vienes a mí para que yo te bautice?” Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces lo bautizó. Dejó de discutir con Cristo.
No vamos a discutir con Cristo, Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Dejo al ministro aquí presente, al reverendo Guillermo Rodríguez. Y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que les indiquen cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, les cuide, les proteja de todo peligro; porque estamos en tiempos peligrosos. Y que pronto, en Su Venida traiga a los muertos creyentes en Él, y los resucite en cuerpos glorificados, y a nosotros nos transforme. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“PREPARÁNDONOS PARA LA VENIDA DEL SEÑOR, PORQUE LOS DÍAS SON MALOS.”