Reitero mis condolencias por la partida de nuestro hermano y amigo Humberto Pérez Ortiz, a la familia, su familia, sus hijos, su esposa Rosa Amelia Carrasquillo; los hermanos de él: Fernando Pérez Ortiz, Adalberto Pérez Ortiz (el cual partió), Monchín Pérez Ortiz (el cual partió), Efraín Pérez Ortiz, Nelly Pérez Ortiz, Daniel Pérez Ortiz, Jorge Pérez Ortiz, y sus familias, todos hermanos de Humberto; y los hijos de Humberto: Deborah Pérez Matos, Humberto Pérez Matos, William Pérez Matos, José Benjamín Pérez Matos, Nydia Rosa Pérez Matos, y sus familias, y demás familiares reciban mis condolencias y las de la iglesia La Gran Carpa Catedral, por la partida de nuestro amado hermano y amigo Humberto Pérez Ortiz.
Nos dice el libro del Apocalipsis, en el capítulo 14, verso 13:
“Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.”
Es una bienaventuranza para los que mueren en el Señor, habiéndolo recibido como único y suficiente Salvador; y todas las cosas que ha realizado en la Obra del Señor, sirviéndole a Cristo, esas obras le seguirán siempre; y por eso es que dice: “He aquí vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sus obras.” Las obras que hacen los creyentes en Cristo, les seguirán en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Tenemos otro pasaje muy importante, que nos consuela también, en el capítulo 20, versos 4 al 6, que dice:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”
El Reino Milenial del Señor Jesucristo tendrá a todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que han formado la Iglesia del Señor Jesucristo del Día de Pentecostés hacia acá. Allí veremos, en el Reino Milenial de Cristo, a Humberto Pérez, el cual ha trabajado árduamente en la Obra del Señor, y se mantuvo firme en la fe de Cristo nuestro Salvador.
Por eso son bienaventurados los que mueren en el Señor; siendo creyentes en Cristo tienen una bienaventuranza porque sus obras con ellos siguen, o sea, que no trabajaron en vano: tienen una recompensa de parte de Dios.
Recuerdan que Cristo dijo: “Haced tesoros (¿dónde?) en el Cielo.” Y ahí es donde él hizo su tesoro, y en donde cada uno de nosotros debemos hacer nuestro tesoro.
En la Tierra los tesoros se devalúan en tiempos de guerra y de devaluación, pero en el Cielo se multiplican. Y dice la Escritura: “Al que tiene, le será dado más.” Ese es el lugar donde viviremos eternamente con Cristo y donde queremos tener nuestro tesoro.
Para que tengamos una idea de lo que será en el Reino de Dios después, en la eternidad, después del Reino Milenial: después del Reino Milenial viene el Juicio Final, ocurre la segunda resurrección para las personas que no pertenecieron a la primera resurrección, para ser juzgados delante del Trono de Dios; y después de eso la eternidad.
Dice capítulo 21 del libro del Apocalipsis, verso 1 en adelante:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.”
O sea, que él va a estar con nosotros, y nosotros con él, eternamente; y vamos a estar con cuerpos físicos glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo.
La vida aquí en la Tierra, en estos cuerpos, es temporal, es por un corto tiempo, casi nadie llega a 100 años; pero luego, en el Reino del Mesías, viviremos mil años en cuerpos eternos, y después por toda la eternidad.
Valió la pena elegir a Cristo nuestro Salvador; y eso trasciende a eternidad, a la eternidad. Ese es el paso más importante que toda persona puede dar en su vida; el único paso que puede dar en su vida, que lo coloca en la vida eterna.
Estamos aquí en la Tierra para hacer nuestra elección hacia dónde queremos ir después que terminemos nuestra vida terrenal.
Yo elegí a Cristo y mi futuro está en las manos de Cristo. ¿Y de quién más? De cada uno de ustedes también.
Humberto eligió a Cristo, y el futuro de Humberto, el futuro eterno, ¿está dónde? En las manos de Jesucristo. Es un futuro eterno, con vida eterna en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo que tiene Jesucristo nuestro Salvador. Tan sencillo como eso.
Las cosas de Dios siempre son sencillas, para que toda persona pueda comprender y pueda hacer la elección correcta, consciente de que estamos aquí para ser rociados con la Sangre de Cristo, ser limpios (por consiguiente) de todo pecado, y ser preparados por Cristo para vivir con Él eternamente.
Todos deseamos vivir eternamente. Y donde único hay vida eterna es en Cristo, Él es el que otorga la vida eterna a los que lo reciben como Salvador.
Recuerden que Él dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30. Y dice: “El Padre y yo una cosa somos.”
El Padre estaba en Jesús y está en Jesucristo; por lo tanto, es motivo de consuelo para todos nosotros saber que Humberto escogió el camino correcto: Cristo, el cual dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí,” dice Cristo.
Por lo tanto, los creyentes en Cristo van a Dios por el Camino, que es Cristo, el cual nos lleva a la presencia de Dios.
Agradecemos la presencia de cada uno de ustedes en esta ocasión y estos momentos en que le decimos a Humberto: “Hasta luego, Humberto. Te veremos pronto y jovencito, como apareces en las fotos, así jovencito, te veremos de nuevo; y cuando te veamos también nosotros seremos transformados,” cuando veamos a los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos eternos, inmortales, glorificados y jóvenes para toda la eternidad.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y consuele nuestras almas, nuestros corazones, con Su Palabra que nos habla de lo que es la partida de un ser querido, el cual es llevado por los ángeles al Paraíso.
Que Dios les bendiga a todos, y dejo con ustedes a William Pérez Matos para lo que corresponde a continuación.
Nuestros cuerpos han sido tomados del polvo y por eso regresan al polvo, hasta que luego Dios nos dé el nuevo cuerpo en la resurrección; un cuerpo que será eterno para todos los que han recibido a Cristo como Salvador.
Del polvo fue tomado el cuerpo de Humberto Pérez y al polvo volverá; pero él en alma y espíritu está en el Paraíso y está viendo todo lo que está sucediendo aquí, nos está viendo a todos, y él está muy feliz y muy contento de estar allá en el Paraíso.
Del polvo fuiste tomado y al polvo volverás. Pueden proceder.
“PALABRAS EN EL ENTIERRO DEL HERMANO HUMBERTO PÉREZ ORTIZ.”