Palabras en el velorio del hermano Elmer Rubén Meléndez Colón

Herminia Alvarado Arroyo, esposa de don Elmer Rubén Meléndez Colón, e hijos e hijas: Janette, Peter, Betty, Jorge Luis, Hellen, Ivette, Wanda, Sarah, William Moisés, Elmer Elías, y sus nietos, y sus hermanos y hermanas, y demás familiares; reciban mis condolencias por la partida de don Elmer Rubén Meléndez Colón, quien creyó a Cristo, y por lo tanto sabemos que lo que murió fue su cuerpo físico pero él está vivo en la dimensión angelical, a donde van los creyentes en Cristo. La Escritura nos dice que no están muertos. Están vivos, mirando hacia acá, y están muy felices en esa dimensión.

La Gran Carpa Catedral también extiende sus condolencias a todos sus hijos, familiares, y su esposa.

El patriarca Job preguntó una vez: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” [Job 14:14] Y en otro pasaje dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y después de deshecha esta mi carne, en mi carne he de ver al Señor.” [Job 19:25]

O sea, que el hombre creyente en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, aunque muera físicamente, físicamente volverá a ver a Dios, volverá a ver a Cristo cuando resucite en su cuerpo glorificado.

Encontramos en Apocalipsis, capítulo 14, verso 13, que nos dice:

“Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.”

El Espíritu de Dios dice así: “Son bienaventurados los muertos en el Señor,” o sea, los muertos creyentes en Cristo son bienaventurados: “sus obras con ellos siguen,” o sea, que sus trabajos en el Señor trascienden al Reino de Dios.

Y ellos desde el Paraíso —como le llamamos, que es la dimensión a la cual van— ven hacia acá y ven que estamos consolados en la Palabra de Dios que nos dice que ellos no están muertos, sino que viven en otra dimensión, la dimensión de los ángeles. Por lo tanto, Elmer vive, y continuará viviendo eternamente.

La vida en esta Tierra sabemos que es temporal, es para que aprovechemos el propósito por el cual vivimos en esta Tierra.

¿Y cuál es el propósito por el cual vivimos en la Tierra? El escuchar el Evangelio de Cristo y recibirlo como Salvador al nacer la fe de Cristo en nuestra alma, y así recibir vida eterna de parte de Cristo, porque Él es el que tiene la vida eterna para impartirla a todos los que lo reciben como Salvador.

El mismo Cristo dijo en San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30: “Mis ovejas oyen mi voz (eso es el Evangelio, que escuchan), y yo las conozco (o sea, que Cristo conoce a todos los que le recibirían como Salvador y escucharían Su Voz, el Evangelio), y yo les doy vida eterna.”

O sea, que el escuchar el Evangelio de Cristo y recibirlo como Salvador no es cualquier cosa; es un asunto de vida eterna, la cual recibimos mientras estamos en esta Tierra. Cuando terminamos nuestro tiempo en la Tierra, ya no hay oportunidad para recibir a Cristo como Salvador. El que lo recibió: lo recibió; y el que no lo recibió: ya no tiene oportunidad.

Recuerden la parábola del hombre rico y Lázaro el mendigo, que esperó el hombre rico morir para darse cuenta de la realidad que existe después que la persona termina sus días en esta Tierra. Él no aprovechó esa oportunidad y luego se encontró en el lugar donde él no deseaba estar y tampoco deseaba que sus hermanos fueran allí. Y Lázaro se encontró en el Paraíso, en el Seno de Abraham, donde todos deseaban llegar.

Por lo tanto, mientras vivimos en esta Tierra es importante que sepamos para qué Dios nos envió a esta Tierra. Usted y yo no escogimos vivir en esta Tierra; y mucho menos, aparecer en este tiempo.

Por lo tanto, tenemos que entender estas cosas que son bíblicas, para, cuando terminen nuestros días en la Tierra, encontrarnos en el Paraíso mirando hacia acá, hacia donde nos tocó vivir una cantidad de años.

A nuestro amigo y hermano Elmer le tocó vivir 83 años, muchos años para este tiempo en que vivimos; pero él aprovechó sus días en la Tierra: escuchó el Evangelio de Cristo, lo recibió, fue bautizado en Su Nombre, Cristo le dio vida eterna; y aunque el cuerpo físico murió, se encuentra viviendo en el Paraíso, en el cuerpo angelical o cuerpo espiritual.

Es importante que sepamos que el ser humano es alma, espíritu y cuerpo; o sea, que el ser humano, que es alma viviente, tiene un cuerpo espiritual que es llamado el espíritu de la persona, y tiene un cuerpo físico de carne en el cual vivimos, trabajamos, luchamos en esta Tierra; para luego terminar nuestro tiempo terrenal, pero continuar viviendo en otra dimensión; y esperar allá hasta la ocasión en que Jesucristo saldrá del Trono del Padre, donde está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todos los que le reciben como Salvador, y por todos los que le han recibido, para mantenerlos limpios con Su Sangre, de todo pecado; para cuando llegue la hora de la partida, lleguen al Paraíso, donde están todos los santos, los apóstoles y todos los creyentes de todo el tiempo de Cristo hacia acá.

Por lo tanto, siendo el ser humano alma, que es lo que en realidad es la persona; y espíritu, que es un cuerpo espiritual; y carne, que es el cuerpo que tenemos; sepamos para qué estamos aquí, y sepamos que el alma es lo más importante, es lo que en realidad somos nosotros.

Por eso es que Cristo dijo: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” ¿Ve? Porque su alma es lo que en realidad es la persona, con un cuerpo espiritual y con un cuerpo físico también.

El alma es lo más glorioso de la persona, del ser humano; por eso cuando se predica el Evangelio, se le dice: “Dale tu corazón a Cristo, dale tu alma a Cristo,” porque el alma es la que obtiene la salvación y vida eterna; y después —en la resurrección— Cristo le dará un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado a todos los creyentes que han partido de esta Tierra; y a los que estén vivos los transformará.

De lo cual nos habló el mismo Cristo en San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante; y nos dice… y vamos a leerlo para que entendamos que son promesas del mismo Cristo, de las cuales también hablaron los apóstoles, confirmando la fe de los creyentes en Cristo.

Sin fe en Cristo la vida no tiene sentido. Trabajar, comer, dormir, y al otro día levantarnos para salir a trabajar de nuevo; y así toda la semana. No tendría sentido todo eso si no hay un futuro eterno para el ser humano.

Pero Cristo nos da la respuesta a nuestra inquietud, como la inquietud que tenía Job cuando dijo: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” Es la pregunta de todo ser humano. Y también: “Al morir, ¿a dónde vamos?” El futuro nuestro está en las manos de Cristo.

Vean, San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, dice el mismo Cristo hablando, dice:

“Y ésta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere…”

¿Y qué es todo lo que le da Dios el Padre, a Cristo? Sus ovejas. Esas almas de las cuales Cristo dijo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” [San Lucas 19:10] Y las comparó con ovejas: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás (o sea, que vivirán eternamente). El Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”

O sea, que estábamos en Dios eternamente, Dios nos conocía eternamente; y esas son las personas que escuchan el Evangelio de Cristo en el tiempo que les toca vivir, y reciben a Cristo como Salvador; y por consiguiente comprenden el motivo de su existencia en la Tierra, y saben que hay esperanza para el ser humano después que terminan sus días en la Tierra.

“Y ésta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada…”

O sea, que no se va a perder ninguna persona que el Padre le ha dado a Cristo para que la salve, para que le dé vida eterna; la busque y le dé la salvación. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” O sea, que vino a buscarme a mí y a salvarme a mí; y a buscar ¿a quién más? A usted, y a salvarlo a usted. Ese fue el propósito de la Primera Venida de Cristo.

“…sino que lo resucite en el día postrero.”

Y vuelve en el mismo capítulo, el verso 40 repite lo mismo, y dice:

“Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

¿Ven? La resurrección para el Día Postrero en cuerpos eternos y glorificados, es para los creyentes en Cristo; por eso son bienaventurados los que mueren en el Señor; o sea, los muertos creyentes en Cristo son personas bienaventuradas.

También nos dice cuál es el propósito de Su Segunda Venida, la cual el cristianismo ha estado esperando durante estos dos mil años, del día de los apóstoles hacia acá. Dice Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”

¿Cómo puede ser que nuestra ciudadanía esté en los Cielos, si nosotros nacimos en esta Tierra y nuestra ciudadanía es del país donde hemos nacido?

Esa es la ciudadanía del nacimiento terrenal por medio de nuestros padres terrenales; pero el que nace de nuevo, como dijo Cristo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” [San Juan 3:5]

Ese nuevo nacimiento es del Cielo, y por consiguiente la persona nace del Cielo como un hijo o una hija de Dios, y por consiguiente todas estas promesas de una resurrección en el Día Postrero en cuerpo glorificado, o una transformación si permanece vivo; transformado para vivir eternamente y joven por toda la eternidad, teniendo en esa resurrección o transformación un cuerpo igual al cuerpo glorificado de Cristo, que está tan joven como cuando subió al Cielo. Ese es el cuerpo que todos necesitamos para poder vivir eternamente físicamente; y es el cuerpo que yo estoy esperando recibir, ya sea que permanezca vivo hasta ese momento, o muera físicamente y Él me resucite en cuerpo glorificado.

Continuamos leyendo este pasaje. Dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”

¿Ven que Su Venida es para transformar nuestros cuerpos?, de mortales a inmortales. Eso también es llamado: la adopción o redención del cuerpo físico. (En Romanos, capítulo 8, versos 14 al 39).

“…el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”

Para que así seamos todos a imagen y semejanza de Jesucristo; y jóvenes para toda la eternidad.

Miren lo que se pierden los que no reciben a Cristo como Salvador: la bendición de la vida eterna.

Cristo dijo: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no perecerá jamás: ha pasado de muerte a vida.” Eso está por ahí por el capítulo 5, verso 24, de San Juan. Ahora:

“…el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

O sea, que Él tiene el poder con el cual va a transformar nuestros cuerpos mortales, para que sean cuerpos inmortales y jóvenes, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.

De eso es que nos habla el apóstol San Pablo también, palabras de consuelo para todos los que pasan por esa etapa de la partida de un ser amado.

En Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 13 en adelante, dice:

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen…”

Recuerden, dice: “duermen”, porque los creyentes en Cristo no mueren, tienen vida eterna; lo que muere es el cuerpo físico, pero ellos siguen viviendo en el cuerpo angelical en el Paraíso.

“…para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.”

“Para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.” Para el creyente en Cristo hay esperanza.

“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.”

¿Ven? La Venida de Cristo es para resucitar a los muertos creyentes en Él, y a los vivos transformarlos.

“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Son palabras de aliento, de consuelo, para el alma, para el espíritu de los creyentes en Cristo que tienen estos momentos de la partida de un ser amado; para que sepan que están vivos en otra dimensión, y que en la Venida de Cristo en el Día Postrero Él los resucitará: volverán a vivir; pero en un cuerpo inmortal como el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador.

Y los que vivimos nos mantenemos firmes en la fe de Cristo y en Cristo, esperando Su Venida, y por consiguiente esperando nuestra transformación; y también esperando nuestros seres amados que ya han partido, los cuales van a venir para estar nuevamente con nosotros; así como Cristo cuando resucitó vino para estar con Sus discípulos; y dice que también resucitaron muchos de los santos que habían muerto, que habían dormido, y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén.

O sea, que lo que estamos esperando para el Día Postrero es lo que Cristo dijo que va a llevar a cabo; y Él lo mostró cuando resucitó a Lázaro de entre los muertos, que es el tipo y figura, el ejemplo de lo que Cristo va a hacer con todos los creyentes en Él que han partido; y luego nos transformará.

Y todos seremos jóvenes, con cuerpos inmortales, cuerpos glorificados, cuerpos interdimensionales, para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, que es la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo; a la cual yo he sido invitado. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por medio del Evangelio de Cristo recibimos la invitación para la Cena de las Bodas del Cordero; por lo tanto, consolaos unos a otros en estas palabras, y esperemos la Venida del Señor, en la cual vendrán también los santos que han partido; regresarán en cuerpos eternos, jóvenes, glorificados.

O sea, que no estaremos esperando ancianos que regresen, sino jóvenes en cuerpos inmortales; porque la etapa de vivir en cuerpos que se ponen ya avanzados en edad es esta. Y si en lo poco somos fieles, en lo mucho Dios nos pondrá. Nos va a poner en cuerpos eternos, inmortales, glorificados. Si somos fieles en lo poco, en lo mucho también vamos a ser fieles.

Por lo tanto, consolaos en estas palabras todos los familiares de Elmer Rubén Meléndez Colón: doña Herminia, Janette, Peter, Betty, Jorge Luis, Hellen, Ivette, Wanda, Sarah, William Moisés, Elmer Elías, sus nietos, sus hermanos y hermanas, todos sus familiares: Consolaos en estas palabras de Cristo y Sus apóstoles, que es la Palabra de Dios que nos promete que luego que terminamos la vida en esta Tierra, en estos cuerpos, continuamos viviendo en una dimensión celestial, donde se encuentra nuestro hermano y amigo Elmer Rubén Meléndez Colón. Y lo estamos esperando que regrese. Pero regresará jovencito.

Por lo tanto, no esperamos un anciano sino un joven de 18 a 21 años que regrese. Cuando los veamos, a los creyentes en Cristo que murieron, regresar, seremos transformados también; y seremos jóvenes para toda la eternidad.

Por lo tanto, consolaos en estas palabras, y que Dios los bendiga y los fortalezca en la fe de Cristo; porque no hay otra esperanza para el ser humano, sino Cristo. Cristo es nuestro Salvador.

Que Dios les bendiga y consuele vuestras almas con Su Palabra y con Su Espíritu, y nos fortalezca en estos momentos de dolor, pero que nos llena de alegría la noticia de que él está en el Paraíso mirando hacia acá, y viendo que estamos no despidiéndolo a él, sino despidiendo su cuerpo en estos días.

Es no un adiós, es un hasta luego; pronto lo veremos nuevamente, pero jovencito e inmortal. Eso es lo que Dios ha prometido por medio de los profetas y por medio de Cristo y los apóstoles en Su Palabra. Y nosotros lo creemos de todo corazón.

Cristo es la única esperanza que hay para el ser humano, de vida eterna, de vida después de la muerte física.

Por lo tanto, manténgase firme en la fe de Cristo todos los días de su vida. Y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes nuevamente al reverendo José Benjamín Pérez.

“PALABRAS DE CONDOLENCIAS EN EL VELORIO DEL HERMANO ELMER RUBÉN MELÉNDEZ COLÓN.”

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