Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para saludarles y pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre cada uno de ustedes.
En el Nombre del Señor Jesucristo, que las bendiciones de Cristo correspondientes para este tiempo final, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y nos abra las Escrituras y el entendimiento para comprender el Programa Divino correspondiente a este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Nos dice Apocalipsis, capítulo 2, verso 7:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”
Nos llama la atención las palabras: “EL QUE TIENE OÍDO, OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.” Hay un tiempo siempre para oír la Voz de Dios, la cual todo ser humano ha deseado escuchar.
Cuando nos dice: “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias,” Dios por medio de Su Espíritu… que es el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual aparece en algunas ocasiones también en forma de luz o en forma de hombre, porque es el cuerpo angelical de Dios.
Por eso Cristo decía en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesús les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Jesucristo antes de Abraham? Era el mismo Ángel del Pacto que libertó al pueblo hebreo a través del profeta Moisés. Es el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, que luego les dio las tablas de la Ley escritas con los diez mandamientos allá en el Monte Sinaí; por eso la Escritura dice que la Ley fue dada por comisión de Ángeles. [Hechos 7:53] El monte estaba allí lleno de los ángeles que acompañaban al Ángel del Pacto, el cual les dio el Pacto al pueblo hebreo.
En palabras más claras, allí estaba Cristo en Su cuerpo angelical dándole al pueblo hebreo a través del profeta Moisés la Ley Divina. Eso corresponde al Pacto que Dios estableció con el pueblo hebreo.
Pero luego, en la última cena de Jesús, Él dice, tomando el pan y partiéndolo y dando gracias al Padre: “Comed de él todos; porque esto es mi cuerpo que por muchos es partido.” Y luego tomando la copa de vino y dando gracias al Padre, da a Sus discípulos, y dice: “Tomad de ella todos, porque esto es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” [San Mateo 26:26-29]
O sea que estaba tipificando Su Cuerpo, que sería crucificado, lo estaba tipificando en el pan; y Su Sangre la estaba tipificando en el vino que estaba dando a tomar a Sus discípulos, y les dice: “Esta es la Sangre, mi Sangre del Nuevo Pacto.”
Porque el mismo que le dio el Pacto al pueblo hebreo en el Monte Sinaí, ahora viene en forma humana, o sea, con un cuerpo físico que pondrá como expiación allá en la Cruz del Calvario; y con Su Sangre establecerá el Nuevo Pacto con la cual limpiará al ser humano de todo pecado.
Es importante ver que todos aquellos tipos y figuras de sacrificios de animalitos representaban el Sacrificio de Cristo que efectuaría en la Cruz del Calvario.
Por eso es que la Iglesia del Señor Jesucristo, el cristianismo, no lleva a cabo sacrificios de animalitos, porque el apóstol Pablo dice en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7: “Porque nuestra Pascua, la cual es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.”
Ahora no hay sacrificios de animalitos porque todos aquellos sacrificios eran tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para efectuar la redención del ser humano y reconciliar al ser humano con Dios.
Por lo tanto, estando bajo el Nuevo Pacto la persona está cubierta con la Sangre de Cristo, ha sido limpiado de todo pecado y ha sido colocado en el Cuerpo Místico de Cristo como un hijo o hija de Dios; y ha recibido vida eterna, ha sido restaurado a la vida eterna; y esto es para todos los seres humanos que escuchan la Voz del Espíritu Santo llamándolos en el tiempo en que están viviendo.
Tenemos el ejemplo en las etapas pasadas del cristianismo, en donde el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, el cual dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (San Mateo, capítulo 28, verso 20). Y también dijo: “Donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí yo estaré.” Por lo tanto, Él está con nosotros en Espíritu Santo en esta tarde en que estamos reunidos.
De etapa en etapa, de edad en edad, Cristo en Espíritu Santo ha estado revelando a Su Iglesia Su Palabra, ha estado hablándole por medio de Su Espíritu Santo a través del mensajero correspondiente a cada tiempo.
Lo mismo hará en este tiempo final en el cual estamos viviendo, para todos poder escuchar la Voz de Dios, la Voz de Cristo en este tiempo final; porque este es el tiempo para escuchar la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo hablándonos directamente al alma, al corazón.
Y son bienaventurados los que estarán escuchando la Voz de Dios en este tiempo final, la Voz de Dios como una Trompeta llamando y juntando a Sus escogidos, y revelándoles Su Palabra, Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Por lo tanto, yo estoy escuchando la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo en este tiempo final. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también están escuchando la Voz de Dios, esa Voz como de Trompeta que dice en Apocalipsis, capítulo 1, versos 10 a 11:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último.”
¿Quién es el Alfa y Omega? ¿Quién es el primero y el último? Jesucristo, el cual dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” El Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, el Verbo que era con Dios, el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical, en Espíritu, en el cual estaba, está y estará eternamente Dios.
Porque Cristo en Su cuerpo angelical es el Espíritu Santo, es el Ángel del Pacto, es la imagen del Dios viviente, es el cuerpo angelical de Dios; y el cuerpo físico de Jesús es la semejanza física de Dios. Por eso Cristo decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” [San Juan 14:9]
Como hablamos los unos con los otros: El que me ha visto a mí, ha visto mi persona, porque yo estoy dentro de este cuerpo de carne; y también usted pueden decir: “El que me ha visto a mí, el que ha visto mi cuerpo de carne, me está viendo a mí,” aunque literalmente lo que estoy viendo es el cuerpo físico donde usted está viviendo, donde usted está morando; porque usted y yo somos alma viviente, que moramos en cuerpos físicos; y también tenemos un cuerpo espiritual, un cuerpo angelical llamado el espíritu que tiene la persona, el cual es como nuestro cuerpo físico pero de otra dimensión, de la dimensión angelical, de la dimensión de los espíritus.
Por lo tanto, siendo que Dios creó al ser humano a Su imagen (cuerpo angelical) y a Su semejanza (cuerpo físico), el ser humano es lo más importante de toda la Creación, porque es lo único creado a imagen y semejanza de Dios.
Por eso le dio el gobierno del planeta Tierra con todo lo que tiene el planeta Tierra; lo puso como guardián del planeta Tierra y de todo lo que hay en el planeta Tierra; y le permite darle uso a las cosas que hay en la Tierra: animales, aves, peces, los ecosistemas, y así por el estilo; pero que lo use responsablemente y que evite la contaminación del planeta Tierra y sus ecosistemas.
No puede usar incorrectamente la Tierra y lo que está en ella. Recordemos que del polvo de la tierra Dios creó al ser humano; por eso dice la Escritura: “Del polvo fuiste tomado, y al polvo volverás.” [Génesis 3:19]
Por lo tanto, estamos llamados a proteger la Madre Tierra, de la cual Dios nos trajo y la cual nos provee los alimentos, el agua, y su atmósfera, su oxígeno, para que vivamos en paz y en armonía con nuestra Madre Tierra. Recordemos que de ella dependemos para nuestra existencia.
La Escritura dice que Dios destruirá a los que destruyen la Tierra. (Apocalipsis, capítulo 11, versos 15 al 19).
Por lo tanto, tenemos un ejemplo muy hermoso en los pueblos originarios, los cuales son los más que cuidan la Tierra y la usan de manera responsable; y siempre honran la Tierra al darle el uso responsable a todos sus ecosistemas.
Es tiempo de oír la Voz de Dios por medio del Espíritu de Dios en este tiempo final, para ser preparados para el Reino de Dios que va a ser establecido en este planeta Tierra; el cual es el Reino del Mesías Príncipe, al cual Él es el heredero; y nosotros somos coherederos con Cristo de todo aquello que es Su herencia, porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo de todo lo que Dios ha creado, y hemos comenzado con la Tierra.
Algún día cuando estemos transformados, cuando hayamos regresado a eternidad físicamente y tengamos un cuerpo eterno, viajaremos por todas galaxias más rápido de lo que lo hacemos para llegar de la casa a la iglesia y de la iglesia a la casa; viajaremos como viajan los ángeles y como viaja Cristo en Su cuerpo angelical; no habrán limitaciones para viajar, y sin pagar peaje y sin pagar boletos para viajar.
Recuerden que tenemos una invitación para ir la Cena más importante del universo: la Cena de las Bodas del Cordero. Y Apocalipsis 19, versos 9 al 10, dice que son bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.
Eso es lo que nos dice el Espíritu de Dios, Dios por medio de Su Espíritu en este tiempo final. Lo cual está escrito desde el tiempo de los apóstoles y todavía sigue siendo la Palabra de Dios, la Voz de Dios para los creyentes en Cristo, para todo ser viviente. Y son bienaventurados los que oyen la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo en este tiempo final, como fueron bienaventurados los que escucharon la Voz de Dios en edades y dispensaciones pasadas.
Recordemos que hay bienaventuranza para los que escuchan la Voz de Dios.
“EL QUE TIENE OÍDO, OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.”
Es que es Cristo en Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el que ha estado hablando en medio de Su Iglesia por medio de Sus mensajeros; es este mismo Ángel que aparece aquí, que le apareció a Moisés en el capítulo 3 del Éxodo, y lo llamó y lo envió para la liberación del pueblo hebreo allá en Egipto.
Y en Éxodo, capítulo 23, aparece también; del verso 20 en adelante, dice:
“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
El Nombre de Dios está en el Ángel del Pacto, y el Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical; y cuando fue hecho carne el Verbo, lo conocimos por el nombre de Jesús o Jesucristo, el cual dijo en una ocasión [San Juan 5:43]: “Yo he venido en nombre de mi Padre,” porque es el Ángel del Pacto en el cual está el Nombre de Dios; y cuando dijo que enviaría el Espíritu Santo, dijo que lo enviaría en Su Nombre.
Por lo tanto, el Ángel del Pacto, hemos visto que es Jesucristo en Su cuerpo angelical, el cual luego se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos; se hizo un hombre, un cuerpo humano que nació a través de la virgen María, el cual podía seguir viviendo eternamente pero todos los demás seres humanos tenían que morir.
Él tenía que morir como el Sacrificio de Expiación, para poder salvar al ser humano y darle vida eterna; la cual recibe la persona cuando recibe a Cristo como Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre; y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento; y por consiguiente, nace en el Reino de Dios, ha nacido de nuevo, y viene a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, el pueblo que está bajo el Nuevo Pacto.
Ya no tiene sacrificio de animalitos, sino el Sacrificio de Cristo, la Sangre de Cristo que nos limpia de todo pecado, y que a través de la historia del cristianismo, de la Iglesia del Señor Jesucristo, ha estado escuchando la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios; o sea, de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia.
Y todavía sigue hablando Dios por medio del Espíritu Santo, de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia; y por consiguiente, continuamos escuchando la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo a través de la forma establecida para Él hablarle a Su Iglesia de etapa en etapa, de edad en edad.
Y podemos decir: En nuestro tiempo también estamos escuchando la Voz de Dios, la Voz de Cristo, la Voz de la Trompeta Final, la Voz del Alfa y Omega, la Voz del Espíritu Santo hablándonos en este tiempo final.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted. Para lo cual puede pasar al frente, y oraremos por usted, porque lo que Cristo tiene para los que escuchan Su Voz es vida eterna, vida eterna en Su Reino eterno.
El próximo viernes y también el domingo estaremos en Villahermosa, y estarán escuchando en otros países la transmisión de las actividades que se estarán llevando a cabo viernes en la noche y domingo en la mañana. Estaremos hablando sobre los temas correspondientes para beneficio y bendición de todos los seres humanos que estarán escuchando la Voz de Cristo, la Voz del Espíritu Santo.
Dios tiene mucho pueblo en la República Mexicana y los está llamando en este tiempo final.
En el Reino del Mesías, el heredero al Reino de David y Trono de David, la vida será de paz, de armonía con la naturaleza, con el planeta, con todos los ecosistemas del planeta, y en armonía los unos con los otros.
Será un Reino de paz, como el alma de cada uno de nosotros ha deseado que haya en medio del planeta Tierra. Ese anhelo, ese deseo de un mundo, de un reino de paz, de amor, de armonía y de felicidad, es el Reino del Mesías, de Cristo, prometido para ser establecido en este planeta Tierra, en el cual yo estaré disfrutando con Cristo, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Y para los que están en otros países, también pueden pasar al frente y quedarán incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como Salvador en esta ocasión.
Todos los que estarán escuchando esta conferencia en diferentes países, en la ocasión que la estén escuchando, también quedarán incluidos los que estarán recibiendo a Cristo como Salvador en la ocasión en que estén viendo y escuchando esta conferencia, esta actividad.
Recuerden que lo más importante es la vida eterna. No hay otra cosa más importante que la vida eterna, y ya sabemos quién es el que tiene la vida eterna para otorgarla a los seres humanos: Es Jesucristo el que tiene la exclusividad de la vida eterna.
Por eso Él dijo [San Juan 14:6]: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” No hay otra forma de llegar a Dios, solamente por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, Él es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra; por eso Su tumba está vacía, porque Él tiene la exclusividad de la vida eterna, y resucitó y está sentado en el Trono de Dios, a la diestra de Dios.
Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados, estaremos orando por todos los que están recibiendo a Cristo como Salvador:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como Salvador. Recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora, repitan conmigo esta oración, los que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador:
Señor Jesucristo, escuche Tu Voz, Tu Palabra, Tu Evangelio siendo predicado; y nació Tu fe en mi corazón, en mi alma.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino, Señor Jesucristo. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora, el ministro les dirá cuándo pueden ser bautizados. Desde estos momentos en adelante pueden ser bautizados en el momento en que el ministro aquí les indique; y en cada país pueden ser bautizados en el momento que el ministro les indique.
Desde estos momentos en adelante pueden ser bautizados; y que Dios los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo al ministro con ustedes, aquí presente; y en cada país al ministro correspondiente.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL QUE TIENE OÍDO, OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.”