Muy buenas tardes, amados hermanos y amigos presentes, y todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Reciban todos mis saludos. Y al reverendo Miguel Bermúdez Marín, recibe mis saludos, Miguel; y que Dios te bendiga grandemente a ti, a Ruth y a toda tu familia, y a todos los hermanos allá en Venezuela.
Para esta ocasión leemos en Colosenses, capítulo 1, versos 24 en adelante, donde nos dice San Pablo:
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;
de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios,
el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,
a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.”
Tomamos el verso 27, donde dice: “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.”
“JESUCRISTO, LA ESPERANZA DE GLORIA” es nuestro tema.
Dios estaba en Cristo reconciliando Consigo mismo al mundo. El mundo entero estaba separado de Dios, y Cristo vino con el propósito divino de reconciliar al ser humano con Dios. El ser humano, que había caído en el Huerto del Edén, ahora vendría un pariente redentor del ser humano para reconciliarlo con Dios.
¿Y quién sería ese pariente redentor? El mismo Dios vestido de carne humana, nacido de una virgen Su cuerpo físico, el cual fue anunciado en Isaías, capítulo 7, verso 14, llamado Emanuel, Dios con nosotros: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado y el principado sobre su hombro.” Eso es Isaías, capítulo 9, el cual es el Príncipe de Paz, el Dios Fuerte, el Padre Eterno, el Mesías-Príncipe, Dios vestido de carne humana. Eso es Emanuel: Dios con nosotros. Por eso Jesús podía decir: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras. Yo no hago nada de mí mismo,” decía Cristo. “Como yo veo al Padre hacer, así yo hago.”
El misterio de Dios el Padre, y de Cristo, es que Dios estaba en Cristo reconciliando Consigo al mundo. Es que Dios visitó la raza humana vestido de un cuerpo de carne llamado Jesús.
Fue la Sangre de Dios la que fue derramada en la Cruz del Calvario, la única Sangre que no estaba contaminada con el pecado. Solamente por la Sangre de Dios derramada en la Cruz del Calvario es que el ser humano podía ser limpio de todo pecado, podía ser redimido; y podía, entonces, el ser humano obtener la imagen del Dios viviente, que es el Espíritu Santo, que es el cuerpo angelical, cuerpo teofánico que recibe el ser humano.
Al recibir el Espíritu Santo, al nacer de nuevo, nace del Cielo, nace en cuerpo y el cuerpo espiritual, el espíritu angelical; porque para una persona tener vida eterna, primero tiene que obtener el nacimiento en la dimensión de los ángeles, la dimensión de los espíritus, la dimensión de los cuerpos angelicales, cuerpos teofánicos.
Cuando Dios creó a Adán, lo creó a imagen (eso es el cuerpo angelical) y a semejanza de Dios. La semejanza es el cuerpo físico y la imagen es el cuerpo angelical. Tan sencillo como eso.
El ser humano es alma, alma viviente. Como Dios es Padre, el ser humano es alma viviente. Y luego, el ser humano es espíritu, porque Dios es Espíritu, cuerpo espiritual, cuerpo angelical; llamado, el cuerpo angelical de Dios, el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, el cual le aparecía a Moisés en una llama de fuego y le hablaba a Moisés.
Moisés era el que veía esa llama de fuego, esa Columna de Fuego. Aunque algunas personas podían verla en algunas ocasiones, pero Moisés la veía siempre que venía para hablar con él.
Y Dios en esa Columna de Fuego, vean, cuando le aparece a Moisés allá en el Monte Sinaí… Dice la Escritura que el Ángel de Jehová le apareció a Moisés en el capítulo 3 del Éxodo, y le habla a Moisés y le dice: “Moisés, yo soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios de Amram el padre de Moisés), el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.”
Ahora, le aparece el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en la forma de Ángel, porque dice la Escritura que le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego, en un arbusto, o sea, allá en una zarza; zarza que ardía y no se consumía. Dice que le apareció el Ángel de Jehová; y cuando le habla a Moisés, le dice: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”
¿Cómo podemos entenderlo? Las dos cosas están correctas. Era el Ángel, el cuerpo angelical en esa llama de fuego, y era Dios en Su Ángel, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.
Por eso en algunas ocasiones le aparecía a los profetas y a Moisés también (diferentes ocasiones), y dice la Escritura que le apareció el Ángel de Jehová. Y el Ángel de Jehová, cuando hablaba en algunas ocasiones, dice la Escritura: “Yo soy el Dios de Abraham.” ¿Ven? Era Dios, el Padre, dentro de Su cuerpo angelical, que se manifestaba en diferentes ocasiones en forma de una Columna de Fuego o en forma de un hombre de otra dimensión. Por cuanto es un cuerpo angelical era llamado el Ángel de Dios o Ángel de Jehová.
Luego… Eso es la imagen de Dios, el cuerpo angelical.
Y luego la semejanza de Dios es el cuerpo físico de carne, de Jesucristo, nacido de la virgen María, el cual fue sacrificado en la Cruz del Calvario, luego sepultado, resucitado al tercer día, resucitado, glorificado y sentado a la diestra de Dios. Esa es la semejanza física de Dios.
Por eso Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante, dice, cuando Felipe le dice: “Muéstranos al Padre y nos basta,” Jesús le dice: “Tanto tiempo que hace que estoy con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre y nos basta?”
Es que estando en Su cuerpo físico, cuerpo de carne, velado dentro de ese cuerpo de carne, era Dios vestido de carne humana visitando a Su pueblo. Por eso es Emanuel, Dios con nosotros. Por eso Jesús podía decir: “El Padre y yo una cosa somos.” Es que el cuerpo de carne de Jesucristo es la semejanza física de Dios. Tan sencillo como eso.
Y el cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto, es la imagen de Dios. Así es con nosotros también, porque Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” Capítulo 1 del libro del Génesis, versos 26 en adelante. Dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…”
Y cuando es creado el ser humano en el capítulo 2, verso 7, dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.”
Ahí luego le creó el cuerpo físico del polvo de la tierra; pero el espíritu, la imagen, no es de la tierra; pero el cuerpo físico es de la tierra, por lo cual tiene un lapso de tiempo de vida (luego de la caída del ser humano en el Huerto del Edén) y muere.
Pero va a quedar un grupo que no verá muerte, que será el grupo que verá y recibirá a Cristo en Su Segunda Venida; y recibirá la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, no hay que preocuparse si la persona va a morir o va a continuar viviendo, porque si en el Programa Divino no está que la persona sea de los que van a ser transformados sin ver muerte, hasta de una cáscara de guineo resbala y muere. Pero si le toca ser del grupo que va a ser transformado, aunque caiga de un edificio y se hiere y lo llevan al hospital, se recuperará. O aunque le pase como a Jonás: Aunque se lo trague una ballena.
Así que no se preocupe en esa parte. Haga la parte que le corresponde en el Programa Divino, trabajando en el Programa de Dios, lo cual trasciende al Reino de Dios. Todo lo que haga en el Programa Divino lo estará haciendo en el Reino de Dios, le será contado en el Reino de Dios. Así es como se hacen tesoros en el Cielo, lo cual Cristo dijo: “Haced tesoros (¿dónde?) en el Cielo.” [San Mateo 6:20]
Por lo tanto, lo más importante es estar en el Programa de Dios correspondiente para el tiempo en que la persona vive; y no solamente estar, sino estar activo trabajando en el Programa de Dios. Como Cristo decía: que Él vino para hacer la voluntad del que lo envió, el Padre, el cual le mostraba las cosas que Él tenía que llevar a cabo.
Y a los creyentes en Cristo, Dios nos muestra las cosas que debemos estar haciendo en el tiempo que nos toca vivir: estar trabajando en las promesas correspondientes a nuestro tiempo, las cuales Cristo cumplirá por medio de los creyentes en Él. Será usando los creyentes, que Él cumplirá las promesas que Él ha hecho en Su Palabra.
Y ahora, entendiendo ya que el ser humano es alma viviente —esa es la esencia del ser humano— y luego tiene un cuerpo angelical… El creyente al recibir el Espíritu de Dios tiene un cuerpo angelical celestial, de la sexta dimensión; y si muere físicamente, pues pasa a la sexta dimensión a vivir, en donde están todos los creyentes en Cristo que han muerto físicamente de edades pasadas, y los que han muerto de nuestro tiempo también; esperando la ida de Cristo de la séptima dimensión a la sexta dimensión, por donde pasa; y después pasará a esta dimensión terrenal para nuestra transformación.
En el Paraíso le dijeron al reverendo William Branham: “Aquí estamos esperando a Cristo, que venga para regresar con Él a la Tierra.” Así como hizo Cristo cuando murió dos mil años atrás. En Espíritu Él fue al infierno. Ahí tuvo una lucha grande con el enemigo, y llevó allí los pecados que Él tomó de los seres humanos. Y le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo, y de ahí salió y pasó al Paraíso, donde estaba Abraham, Isaac, Jacob, todos estos santos de Dios.
Y luego en la mañana de resurrección, domingo de resurrección, salió de esa sexta dimensión en la resurrección con todos los santos que resucitaron con Él, los cuales aparecieron a muchos de sus familiares en la ciudad de Jerusalén (dice San Mateo, capítulo 27, versos 51 en adelante); y Cristo apareció también a Sus familiares y a Sus discípulos.
Y creían que era un espíritu, pero era Cristo resucitado. Él les había dicho: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré.” [San Juan 2:19] Se refería al Templo humano, al Templo de carne, porque somos templo de Dios; y Jesús en Su cuerpo físico es Templo de Dios, el cual está glorificado; y en Su Espíritu, Su cuerpo angelical, también es Templo de Dios.
Por eso Dios hablaba desde Su Templo angelical, el Ángel del Pacto, y hablaba en primera persona casi siempre; y luego hablaba a través de los profetas (un templo humano temporal); hasta que llegó el Templo permanente de Dios: Jesucristo, el cual moró: en Jesús.
Y luego los creyentes en Cristo —que son templos humanos— cuando viene el Espíritu de Dios, bautiza al creyente que ha recibido a Cristo como Salvador, lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce el nuevo nacimiento; y mora en ese templo humano, en el alma, en el corazón de ese templo humano; y así la persona obtiene un cuerpo angelical de la sexta dimensión. Y luego obtendrá el cuerpo físico, eterno, inmortal y glorificado, para vivir físicamente por toda la eternidad.
Por lo tanto, por más que arreglemos el cuerpo físico, ese no será el que vamos a tener para toda la eternidad. Por lo tanto, no se preocupe: si no le agrada una parte de su cuerpo no se preocupe, que en el nuevo nos va a gustar hasta las uñas de nuestros pies.
Así que tenemos esas promesas de parte de Dios para todos los creyentes en Cristo, porque Jesucristo es la esperanza de gloria, nuestra esperanza de gloria es Jesucristo.
Por eso Él es nuestra esperanza para ser glorificados y ser iguales a Cristo, con espíritu angelical eterno; o sea, cuerpo teofánico igual al cuerpo teofánico de Jesucristo; y cuerpo físico glorificado eterno, joven para toda la eternidad, igual al cuerpo glorificado que tiene Cristo; y con todo el poder en cada creyente en Cristo, todo el poder de Dios.
Ese es el Ejército con el cual Él viene en Apocalipsis, capítulo 19: en caballos blancos, lo cual representa un poder. Vienen en poder como Cristo también viene en poder. Así dice también San Mateo, capítulo 16, versos 26 en adelante.
Y en Apocalipsis, capítulo 17, verso 1 en adelante, en el Monte de la Transfiguración lo muestra, muestra cómo será Su Venida, la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero; muestra que será con Sus Ángeles, para llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil elegidos del pueblo hebreo; y para Su Iglesia, para darnos la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, estemos preparados teniendo siempre a “JESUCRISTO, LA ESPERANZA DE GLORIA.”
No hay otra esperanza de gloria para el ser humano. No hay esperanza para la humanidad, excepto la Segunda Venida de Cristo, para llamar y buscar y juntar y transformar a todos los creyentes en Cristo que viven en este tiempo final. Y para los que murieron, también la única esperanza es Cristo. Ellos están esperando en el Paraíso que llegue Cristo, como llegó al seno de Abraham en Su Primera Venida.
Por lo tanto estemos preparados, porque estamos en el tiempo en que estas profecías deben ser cumplidas. Y los que van a recibir la bendición del cumplimiento de esas profecías están viviendo en la Tierra, y probablemente la mitad permanezca sobre la Tierra y vea la materialización de esas promesas.
Pero si muere la persona, no tiene ningún problema; desde el Paraíso se ve mejor. Miran para acá y se ve muy bien todo lo que estará ocurriendo aquí en la Tierra. Lo único es que los participantes activos serán los creyentes que estarán vivos.
Ellos mirarán y desearán, de seguro, haber vivido en este tiempo; pero ellos la verán desde el Paraíso; pero regresarán para estar con nosotros; y como le dijeron al reverendo William Branham: “Acá no dormimos ni comemos, ni nos cansamos. Pero regresaremos a la Tierra y entonces comeremos.” O sea, no le dijeron: “Entonces dormiremos,” pues en el cuerpo nuevo no hay necesidad de dormir, ni se cansan, pero sí se puede comer.
Recuerden que Cristo cuando resucitó, comió con Sus discípulos. Así que… Y vean, Cristo les preguntó en una ocasión: “¿Tienen algo de comer?” Y ya los que están en el Paraíso están diciendo que cuando regresen entonces comerán.
No se preocupen, que de lo que tengamos les daremos. Dios proveerá para todos. Si proveyó en aquellos días de Jesús, proveerá en este tiempo final también.
Por lo tanto, tenemos una esperanza, la única esperanza que hay para la raza humana: “JESUCRISTO, LA ESPERANZA DE GLORIA” para todos los creyentes.
Jesucristo es la única esperanza que hay para el ser humano. Por lo tanto, estemos bien agarrados, ¿de quién? De Jesucristo nuestro Salvador.
Hoy es solamente la introducción al estudio bíblico del próximo domingo que tendremos, y se transmitirá para todas las naciones.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo y quiere estar preparado para la Venida de Cristo, para ser transformado, lo puede recibir en estos momentos, y oraremos por usted. Por lo cual, puede pasar al frente para orar por usted al recibir a Cristo como Salvador. Y en cada país también pueden recibir a Cristo como Salvador, quienes no lo han recibido todavía.
Vamos a dar unos minutos para que lo puedan recibir.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que lo están recibiendo en diferentes países. Y si hay alguno aquí que lo va a recibir, puede pasar al frente para tener la única esperanza que hay para el ser humano, que es Jesucristo nuestro Salvador.
Él es la única esperanza de gloria, Él es la única esperanza de vida eterna, porque es Su Reino el que será eterno. El reino de los gentiles concluirá muy pronto y será establecido el Reino de Dios en la Tierra.
Lo más importante para el ser humano es la vida eterna, no hay otra cosa más importante. El mismo Cristo dijo: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” [San Mateo 16:27-27]
Todos queremos estar bien para recibir a Cristo en Su Segunda Venida. Todos queremos vivir eternamente, y ya sabemos que la única forma para vivir eternamente es a través de Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo. ¿Por qué? Porque resucitó a la vida eterna para nunca más morir. Tuvo que morir por nosotros, lo cual estaba en el Programa de Dios; pero ahora no tiene que morir, sino que continúa viviendo eternamente y joven para toda la eternidad.
Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.
Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:
Padre nuestro que estás en los Cielos, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con las personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración que estaré haciendo por ustedes:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida, y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Y creo en Tu Nombre como el único nombre bajo el Cielo en el cual podemos ser salvos.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.
Doy testimonio público de Tu fe en mí y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino. Quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino; y Tú eres la única esperanza de vida eterna. Por lo tanto, te ruego me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Ahora me preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar? Porque Cristo dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
Para el ser humano está el camino de la vida eterna y el camino de la muerte, el Árbol de la Vida y el árbol de la muerte; y el que quiere vivir eternamente escoge el Árbol de la Vida, el Camino de la Vida, que es Jesucristo nuestro Salvador, el cual dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6).
Y también Él dijo que Él es la puerta: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo.” [San Juan 10:9] No hay otra forma para salvación, sino por medio de Cristo. Él es el camino angosto que lleva a la vida eterna.
Por lo tanto, ustedes han hecho la decisión más importante, la cual trasciende a vida eterna en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
El bautismo en agua es tipológico. No quita los pecados el agua, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
¿Por qué es tan importante el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo? Porque en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, tipológicamente está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Tan sencillo como eso es el misterio del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; mandamiento de Cristo para todos los que escuchan el Evangelio de Cristo y reciben a Cristo como único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una noche feliz. Y dejo al ministro aquí, Enrique, para que les indique cómo hacer… Enrique García, para que les indique cómo hacer… o su hermano Samuel, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en este momento o en otro momento.
Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“JESUCRISTO, LA ESPERANZA DE GLORIA.”