Muy buenos días a todos los presentes, y a todos los ministros y congregaciones en diferentes naciones conectadas con esta actividad; y un saludo muy especial para el misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín, allá donde se encuentra en esta ocasión, allá en Monterrey.
Leemos… para el estudio de escuela bíblica de hoy domingo, 18 de septiembre de 2016, leemos en Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 19; y dice de la siguiente manera:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;
conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.
Y en Isaías, capítulo 7, verso 14, dice:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
Y en San Mateo 1:20:
“Y pensando él en esto (José pensando en esto), he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel,
que traducido es: Dios con nosotros.
Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra, nos abra las Escrituras y nos abra el entendimiento para comprenderlas. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Nuestro tema para hoy domingo, 18 de septiembre, en la escuela bíblica de hoy, tenemos como tema: “LA SEÑAL MÁS GRANDE EN LA TIERRA ES UN PROFETA”.
“LA SEÑAL MÁS GRANDE EN LA TIERRA: UN PROFETA”.
Como le dice Dios a Jeremías en el capítulo 1, que desde antes de nacer y desde antes de él estar en el vientre de su madre, ya Dios lo conocía y lo había dado por profeta a las naciones.
O sea que un profeta viene ya elegido, escogido, ordenado por Dios, predestinado por Dios para ser profeta; y por eso viene con el subconsciente y el consciente juntos; las dos consciencias las trae juntas, y por eso él puede ver en otras dimensiones lo que Dios quiere que él vea. Viene para un propósito divino un verdadero profeta de Dios, el cual es enviado al pueblo de Dios, del Pacto que está vigente para el tiempo en que Dios envía a ese profeta.
Hay también falsos profetas; y hay que saber quiénes son los verdaderos profetas a través de la historia, para darnos cuenta que un profeta verdadero de Dios es enviado de Dios y fue ordenado por Dios desde antes de la fundación del mundo, y viene con la Palabra de Dios en él, hecha carne, para hablarla al pueblo de Dios y dar a conocer el Programa de Dios para el tiempo en que está viviendo ese mensajero de Dios.
Desde Adán tenemos profetas de Dios. Adán fue un verdadero profeta de Dios; y vinieron más profetas, como Abraham, como había venido también Set, y como había venido Matusalén, como había venido Noé.
Hay profetas de etapas de una dispensación, y hay profetas dispensacionales. Los profetas dispensacionales son los más grandes en el Programa Divino.
Solamente hay siete profetas dispensacionales, que son: Adán, Set, Noé, Abraham, Moisés, Jesús…; Moisés para la Ley, la Dispensación de la Ley, la quinta dispensación; Jesús para la Dispensación de la Gracia, la sexta dispensación; y un profeta como Moisés, que está prometido para el Día Postrero, en el cual estará el Espíritu de Dios ungiéndolo; por lo tanto, será el Ungido de Dios para la Dispensación del Reino; por lo tanto, su Mensaje es el Evangelio del Reino para el pueblo hebreo, para la introducción del Reino Milenial, para la introducción de la restauración del Reino y Trono de David. Esa es la bendición grande que hay para el pueblo hebreo en este tiempo final.
Sin esa bendición el pueblo hebreo desaparecería de la faz de la Tierra; pero con esa bendición de parte de Dios para la restauración del Trono y Reino de David, Israel tendrá la capital del Reino del Ungido, del Mesías; la tendrá en la tierra de Israel, o sea, en Jerusalén.
Jerusalén será la capital del Reino del Ungido, del Mesías, del Cristo; y todo el territorio de Israel (más el que le falta por ser añadido) será el Distrito Federal. Y todas las naciones que se unirán a Israel en ese Reino, vivirán en paz juntamente con Israel; serán parte del Reino del Ungido de Dios, del Mesías, de un profeta como Moisés.
Esa profecía se cumplió en Jesucristo; y se vuelve a repetir, vuelve a cumplirse en este tiempo final en la Venida del Ungido, en la Venida del Mesías, para la restauración del Trono y Reino de David.
Tenemos la promesa en Isaías, capítulo 9, verso 6 al 7, que dice:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”.
Será una Obra Divina. La restauración del Trono de David y Reino de David solamente la puede llevar a cabo Dios, el cual así hará en este tiempo final.
Y en San Lucas, capítulo 1, cuando le aparece el Ángel Gabriel a la virgen María, le dice [verso 28]:
“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Aquí tenemos la promesa y motivo del nacimiento de Jesús a través de la virgen María. Vean lo que a continuación dice:
“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;
porque nada hay imposible para Dios.
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia”.
Aquí podemos ver estas Escrituras, en donde vemos la señal más grande que haya sido manifestada por Dios y vista por seres humanos: la señal de un profeta; porque la señal más grande de parte de Dios en la Tierra es un profeta.
Por eso Jesús también decía que Él no hacía nada, sino lo que le mostraba el Padre[1]; o sea que veía en la dimensión espiritual, la dimensión angelical, la dimensión de los ángeles, la dimensión de los espíritus; o sea que un profeta ya viene diseñado por Dios para ver en la dimensión de los espíritus.
Jesús podía ver tanto en la dimensión de Dios como en la dimensión quinta, que es la dimensión donde están los espíritus malos; pero en la sexta dimensión están los espíritus buenos, los ángeles buenos.
En una ocasión Jesús dijo que veía a Satanás que caía del Cielo, que venía del Cielo cayendo (eso está en el Evangelio según San Lucas), lo veía cayendo como un cometa[2].
Ahora, a través de la historia bíblica, para cada dispensación Dios tenía en Su Programa ya diseñado un profeta mayor. Un profeta dispensacional es un mensajero enviado de Dios para toda esa dispensación, su Mensaje; o sea que todo lo que se va a mover en esa dispensación para la cual Dios envía ese profeta dispensacional para comenzar una nueva dispensación, todo girará alrededor del Mensaje de ese profeta dispensacional. Un profeta ve donde otras personas no pueden ver; por lo tanto, él sabe lo que ve.
“LA SEÑAL MÁS GRANDE EN LA TIERRA: UN PROFETA”.
Sabemos que la Dispensación de la Gracia ha estado llegando a su final; por lo tanto, la Dispensación del Reino se está preparando para comenzar, luego de la gran tribulación comenzar el Reino del Mesías, el Reino del Ungido de Dios, el Reino y Trono del Hijo de David, en donde el Trono será restaurado; y se sentará un profeta, el Hijo del Hombre, para reinar sobre Israel y sobre todas las naciones. Eso será el Reino del Mesías, el Reino del Ungido.
Un profeta como Moisés está prometido, el cual será el profeta de la dispensación séptima, la Dispensación del Reino; por eso Israel está esperando la venida, la llegada de un profeta, de un hombre como Moisés.
Por eso también tenemos la profecía de Zacarías, capítulo 4, versos 11 al 14: la profecía de los Dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios. Y en Apocalipsis 11 aparecen ya en su ministerio en medio de Israel, para ministrar, profetizar por tres años y medio, que es la parte de tiempo que completa la semana setenta de la profecía de Daniel, capítulo 9.
Le faltan tres años y medio a Israel para completarse las setenta semanas; y eso será cumplido con la venida y llegada de un profeta como Moisés a Israel.
Encontramos que todo es sencillo cuando es abierta la Escritura y abierto el entendimiento de las personas.
Aun en los días de Jesús los discípulos de Jesucristo no entendían todo lo que Jesús hablaba. Cuando les hablaba del Hijo del Hombre, que sería entregado y matado[3], ellos no comprendían eso, porque ellos esperaban que el Reino fuera restaurado en aquellos días.
En el libro de los Hechos, capítulo 1, dice: “¿Restaurarás Tú el Reino a Israel en este tiempo?”. Jesús les dice: “No toca a vosotros saber los tiempos y las sazones que el Padre puso en Su sola potestad”. Ya estaba resucitado y ya estaba apareciéndole a Sus discípulos durante un lapso de tiempo de 40 días. Durante ese tiempo estuvo hablándoles las Escrituras, enseñándoles, revelándoles Su Palabra.
Luego los mandó al aposento alto a Jerusalén, para que esperaran la Venida del Espíritu Santo, para que fueran luego testigos de todas las cosas que ellos vieron y escucharon a Jesús en el ministerio que tuvo de tres años y medio.
Los discípulos esperaban la restauración del Reino en aquellos días, pero no era para aquellos días, aunque aquella era una Edad de Piedra Angular. Es para nuestro tiempo, para luego de la Dispensación de la Gracia entrar a la Dispensación del Reino, y ocurrir la restauración del Reino y Trono de David.
En las profecías encontramos que Jesús resucitó, luego de 40 días ascendió al Cielo; aunque ya al resucitar, luego subió al Cielo para presentar la Sangre de Su Sacrificio como la Sangre que nos limpia de todo pecado, y regresó; y estuvo con Sus discípulos por 40 días apareciéndoles a ellos —principalmente los domingos— para estar en reuniones con Jesús y Sus discípulos.
El domingo es muy importante, porque el domingo viene a ser el primer día de la semana; y también es el octavo día, porque es el día que le sigue al séptimo día de la semana, al sábado.
El día octavo o día domingo también representa la Edad de Piedra Angular; y es en Edad de Piedra Angular que fue cumplida la Primera Venida de Cristo, y es en Edad de Piedra Angular que la Segunda Venida de Cristo, del Ungido, se cumplirá plenamente. Y como hubo discípulos de Jesús allá, discípulos de la Primera Venida, habrá discípulos de la Segunda Venida de Cristo.
Y así como allá ellos en el aposento alto recibieron las primicias del Espíritu el día 10 de estar allí reunidos todos en el aposento alto (al décimo día recibieron las primicias), en este tiempo final todos los que estarán en el Aposento Alto de Edad de Piedra Angular recibirán la doble porción: recibirán la porción espiritual, reciben el Espíritu Santo para estar ahí; y recibirán la segunda porción, que es la redención del cuerpo, nuestra adopción física, que será nuestra transformación, para tener un cuerpo joven, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo y con el cual está sentado en el Trono de Dios en el Cielo.
Esa es la promesa para los creyentes en Cristo que estarían viviendo en este tiempo final. Filipenses, capítulo 3, lo dice así [verso 20]:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.
¿Por qué nuestra ciudadanía está en los Cielos? Porque el nuevo nacimiento no es terrenal sino del Cielo.
“… de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
Con ese poder que Él dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra…”[4], con ese poder… porque el que está sentado en el trono es el que tiene el poder; con ese poder creador es que Él en Su Venida va a transformar nuestros cuerpos mortales, para que sean semejantes al cuerpo de la gloria Suya; y entonces, siempre físicamente estaremos con Él en Su Reino.
Es grande la bendición que nos ha tocado, y sobre todo la bendición para este tiempo final. No ocurrió la transformación – resurrección y transformación en los días de San Pablo, solamente la espiritual. En la primera edad, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta o séptima tampoco aconteció la transformación de los creyentes que estaban vivos y la resurrección de los muertos en Cristo, porque eso es para la Edad de Piedra Angular, como fue para Edad de Piedra Angular la resurrección de Cristo y la resurrección de los santos del Antiguo Testamento, que en el capítulo 27 de San Mateo resucitaron cuando Él resucitó, y aparecieron a muchos de sus familiares en Jerusalén.
También, cuando resuciten los muertos en Cristo van a aparecerles a los creyentes que están vivos en el tiempo final, a los creyentes que esperan la Venida del Señor; y cuando los veamos seremos transformados. Y estaremos aquí en la Tierra de unos 30 a 40 días; como Cristo cuando resucitó y resucitaron con Él los santos del Antiguo Testamento: estuvo Cristo con ellos unos 40 días apareciéndoles y enseñándoles acerca de la Palabra de Dios.
Y ahora, estamos esperando todo lo que ha sido prometido que será sonado, será predicado, será revelado, a la Final Trompeta. “Porque la Trompeta del Señor sonará, y los muertos en Cristo serán resucitados incorruptibles, y los que vivimos seremos transformados”, nos dice San Pablo en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58.
O sea que hay una Voz de Trompeta, de Gran Voz de Trompeta, lo cual es un Mensaje, el Mensaje del Evangelio del Reino, un Mensaje dispensacional sonando, siendo escuchado en este tiempo final; y por consiguiente habrá una señal grande. La señal más grande del tiempo final será la señal de un profeta con la Gran Voz de Trompeta, con la Trompeta Final sonando el Mensaje del Evangelio del Reino, el Mensaje para la Dispensación del Reino, la séptima dispensación.
Y eso es lo que Israel escuchará también; pero primero escuchan la Gran Voz de Trompeta los creyentes en Cristo del Día Postrero, que estarán en la Edad de Piedra Angular. Tan sencillo como eso.
“LA SEÑAL MÁS GRANDE EN LA TIERRA: UN PROFETA”.
Estábamos con Él todo el tiempo. Y aun cuando Él creaba el universo estábamos con Él, estábamos en Él. Así como físicamente estábamos en nuestro padre terrenal y antes de eso estábamos en nuestro abuelo, y antes de eso estábamos en nuestro bisabuelo.
Como Leví; cuando diezmó a Melquisedec, Abraham, dice que Leví diezmó cuando Abraham diezmó[5], y todavía no había nacido el padre de Leví; no había nacido tampoco Jacob el padre de Leví; tampoco Jacob había nacido y tampoco Isaac había nacido.
O sea que estábamos en Abraham, el padre de la fe. Todos los descendientes de Leví (Leví como cabeza de la tribu) estaban en Abraham; así como nosotros estábamos en nuestro padre terrenal, antes en nuestro abuelo, y antes de eso en nuestro bisabuelo. Cuatro generaciones atrás surgió la vida en nosotros; y luego en la cuarta generación (que le toca a la persona) es que surge como persona a través de padres terrenales.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión en la escuela bíblica de hoy domingo, 18 de septiembre de 2016, en La Gran Carpa Catedral, en Cayey, Puerto Rico.
Que Dios les bendiga grandemente a todos los presentes y los que están en otras naciones. Y hasta el viernes y domingo próximo que estaré con todos ustedes que están en diferentes países, en la misma forma que estoy con ustedes en esta ocasión: por vía satélite e internet.
Pasen todos muy buenas tardes. Que Dios les acompañe, les guarde y les use siempre grandemente en Su Obra en este tiempo final.
Dejo con ustedes aquí al reverendo José Benjamín Pérez, y en cada país dejo al ministro correspondiente.
Que Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“LA SEÑAL MÁS GRANDE EN LA TIERRA: UN PROFETA”.
[Revisión julio 2023 – RM-JR]
[1] San Juan 5:30, 8:28
[2] San Lucas 10:18
[3] Mt. 16:21, 17:22-23, 20:17-19, 26:2; Mr. 8:31, 9:31-32, 10:32-34; Lc. 9:22, 9:44-45, 18:31-34
[4] San Mateo 28:18
[5] Hebreos 7:9-10