Dios proveyendo lo que falta para la culminación de Su Obra final

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en otras naciones en estos momentos. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos abra el corazón y nos abra las Escrituras, y nos abra el entendimiento para comprenderlas en esta ocasión. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Así como Moisés construyó un tabernáculo para la presencia de Dios, así como Salomón construyó un templo para Dios habitar en la Columna de Fuego, en el lugar santísimo; se está construyendo también un templo para Dios habitar y bendecir a Su pueblo, hablarnos Su Palabra y darnos las bendiciones del Cielo.

Siempre que se construye un templo, esa es la construcción más importante que se lleva a cabo en el planeta Tierra, por la sencilla razón de que es para el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra; y todas las personas que en una forma o en otra forma aportan para ese trabajo, son parte de ese proyecto, y Dios acepta ese esfuerzo que hacen las personas.

Es la bendición más grande que una persona puede tener en cuanto a construcción; porque está colaborando, trabajando, para un lugar para el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Creador de los Cielos y de la Tierra.

Hay promesas para la Iglesia del Señor Jesucristo de una bendición muy grande que le fue mostrada al reverendo William Branham en una visión llamada la Visión de la Carpa[1], en donde en algún lugar en medio del cristianismo habrá un templo, una Gran Carpa Catedral, en donde estará manifestándose Jesucristo en Espíritu Santo en toda Su plenitud. Y todo país y todo grupo del cristianismo desea que se cumpla esa promesa divina. Y queremos que se haga una realidad en medio del cristianismo, porque es una promesa para el cristianismo, en donde Cristo en Espíritu Santo, en la Columna de Fuego, estará y se manifestará; y es para este tiempo final.

El reverendo William Branham trató de que se cumpliera en su tiempo, pero fue una visión anticipada de lo que va a suceder en medio del cristianismo, en algún lugar del planeta Tierra, y por consiguiente en el continente americano, que es el territorio que corresponde a la séptima etapa de la Iglesia y a la etapa de Piedra Angular o Edad de Oro de la Iglesia. Y si no se cumplió en la séptima etapa de la Iglesia, se tiene que cumplir en la Edad de Oro, la Edad de Piedra Angular, en el territorio correspondiente a esa edad, en el continente americano, de donde saldrán las bendiciones para todas las naciones, y llegarán hasta el pueblo hebreo; y el pueblo hebreo dirá: “Este es el que nosotros estamos esperando”.

Cristo vendrá manifestándose en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia y preparando a Su Iglesia para la transformación y arrebatamiento al Cielo, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero. Son promesas de parte de Dios para los creyentes en Cristo que estarán viviendo en el tiempo final, o sea, en el Día Postrero, para el cual Cristo dijo que resucitará a todos los creyentes en Él que hayan muerto en diferentes etapas. Y Cristo dice: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero”[2].

Y el Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá, así como el día postrero de la semana es el séptimo día, el sábado; y los días postreros delante de Dios son los milenios postreros, que son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.

En los días postreros Dios habló por medio de Jesucristo, porque cuando Cristo tuvo Su ministerio ya se estaban viviendo los días postreros, porque estaba ya viviendo la humanidad el quinto milenio de Adán hacia acá. Por consiguiente, los días postreros son los tres milenios postreros de esa semana profética de Dios; y el primero de los días postreros delante de Dios fue el quinto milenio, en el cual Cristo vivió al principio de ese quinto milenio y tuvo Su ministerio, y murió y también luego resucitó.

Y también el Día de Pentecostés comenzó la Iglesia del Señor Jesucristo, nació allá en Jerusalén. Y luego han transcurrido ya dos de los tres días postreros; son días que corresponden a mil años para los seres humanos. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”. Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y el Salmo 90, verso 4.

Y si ya han transcurrido dos días proféticos delante de Dios, que son dos milenios de Cristo hasta nuestro tiempo, luego ya estamos en el tercer milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá; de Adán hacia acá es el séptimo milenio.

Conforme al calendario gregoriano ya estamos en el séptimo milenio, y por consiguiente estamos en el milenio en que se tienen que cumplir las promesas de la resurrección de los muertos en Cristo y de la transformación de los creyentes en Cristo que estarán vivos cuando ocurra la resurrección; y cuando los veamos seremos transformados. Son promesas para el Día Postrero en el cual ya estamos viviendo.

Pero no sabemos en qué año del milenio postrero, del séptimo milenio de Adán hacia acá, ha de ocurrir la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos; pero ocurrirá en el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá.

Para lo cual, viene una preparación de parte de Dios, para tener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; para lo cual Dios proveerá lo que nos falte para obtener esas bendiciones.

Tenemos la Telebendición, en donde estamos bien unidos en ese proyecto de la construcción de la Gran Carpa Catedral, donde esperamos una manifestación grande de bendición de parte de Dios por medio de Jesucristo en Espíritu Santo en medio de Su pueblo; una bendición que cubrirá todo el planeta Tierra.

Ahora, leemos en Filipenses, capítulo 4, verso 19, las palabras del apóstol Pablo que dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Y por consiguiente eso será Dios proveyendo lo que falta para la culminación de Su Obra final.

Así como proveyó en cada etapa de Su Iglesia lo que se necesitaba para que se cumpliera el Programa de Dios para cada etapa de Su Iglesia, Él suplirá en este tiempo también lo que falte, lo que se necesite, para Él cumplir lo que Él ha prometido para nuestro tiempo.

“DIOS PROVEYENDO LO QUE FALTA PARA LA CULMINACIÓN DE SU OBRA FINAL”.

Dios tiene un Programa Divino, el cual Él ha estado llevando a cabo, y por esa causa creó al ser humano, al hombre, a Su imagen y semejanza; y de Adán sacó una parte, una costilla, y de ahí le formó una compañera para que fuera una ayuda idónea para Adán[3]. Eva es parte de Adán.

Así también el segundo Adán, que es Jesucristo, vino a la Tierra; y en Él estaba Su Iglesia, la cual no se podía ver porque estaba en Él. Y en la Cruz del Calvario, de Él salió agua y sangre[4]; y el Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo.

Recuerden que Cristo dijo en una ocasión: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”[5].

Cristo es ese Grano de Trigo, Él es la Simiente original, la Semilla original. Y así como se siembra una semilla y nace, muere, y surge una planta que luego lleva sus ramas correspondientes y lleva el fruto, así Cristo es la Semilla que murió en la Cruz del Calvario; y la Vida de esa Semilla es el Espíritu Santo, que vino sobre ciento veinte creyentes en Cristo el Día de Pentecostés[6], y allí nació la Planta de trigo, la Iglesia del Señor Jesucristo, para llevar mucho fruto; o sea, muchos granos de trigo iguales al que fue sembrado, iguales a Cristo; o sea, muchos hijos e hijas de Dios iguales a Jesucristo el Hijo de Dios.

Y así ha estado sucediendo de etapa en etapa: muchos granos de trigo, hijos e hijas de Dios, han estado naciendo por medio de la Vida de Cristo, por medio del Espíritu Santo, que ha estado produciendo el nuevo nacimiento en millones de seres humanos que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido la fe de Cristo en su alma, lo han recibido como su Salvador, y Cristo los ha recibido en Su Reino: ha perdonado y limpiado sus pecados con Su Sangre preciosa, han sido bautizados en agua en Su Nombre, en el Nombre del Señor, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en esas personas el nuevo nacimiento, han nacido de nuevo; como le dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6, cuando le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios (o sea, no lo puede entender)”.

Luego Nicodemo pensó que era nacer de nuevo literalmente, a través de su madre, pero Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”.

Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo; y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, recibiendo el Espíritu Santo; y así nace de nuevo, nace a una nueva vida en el Reino de Cristo, el Reino de Dios.

Así es como se entra al Reino de Dios. No hay otra forma para entrar al Reino de Dios. El que no nazca de nuevo, del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios, dijo Cristo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6. Y si no puede entrar de otra forma, entonces hay que hacer como Él dijo, para que podamos entrar al Reino de Dios, y por consiguiente tener vida eterna.

Recuerden las palabras de Cristo en aquella parábola en San Juan, capítulo 10, que dijo: “Mis ovejas (lo cual se refiere a personas tipificadas en ovejas)… Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. El Padre y yo, una cosa somos”[7].

Ahora, podemos ver que el único que tiene vida eterna para darla, otorgarla al ser humano, es el Señor Jesucristo. Él tiene la vida eterna para todo aquel que escucha la predicación de Su Evangelio, nace la fe de Cristo en su alma, y lo recibe como único y suficiente Salvador. Cristo produce en la persona el nuevo nacimiento, luego de haber sido bautizado en agua en Su Nombre, y la persona así nace de nuevo, nace a la vida eterna; porque Cristo es el único que tiene la exclusividad de la vida eterna. Y cuando uno quiere algo, y la exclusividad la tiene alguna persona, uno va a la persona que tiene esa exclusividad para obtener lo que uno desea.

Y todos como seres humanos deseamos la vida eterna, todos queremos vivir eternamente. Si vivir en estos cuerpos mortales y temporales es tan bueno, ¡cómo será vivir en un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, con vida eterna, como el que tiene Jesucristo!, el cual está tan joven como cuando Él se fue. Va a ser la bendición más grande que una persona pueda recibir.

Nuestros padres terrenales hicieron lo más que pudieron: darnos esta vida temporal, para que nos ocupemos mientras estamos en esta vida temporal: buscar la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador, el cual tiene la exclusividad de la vida eterna. Bien dijo Cristo en San Juan, capítulo 14, versos 6 en adelante: “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”, dice Cristo.

O sea, sin Cristo nadie puede llegar a Dios; por eso está establecido en la Escritura que todo lo que hagamos, ya sea de palabras o de hechos, lo hagamos en el Nombre del Señor Jesucristo[8].

Nadie puede llegar a Dios, a menos que sea a través del Señor Jesucristo. Él es el intermediario entre Dios y el ser humano, Él es el eslabón que une al ser humano con Dios, Él es nuestro Abogado Defensor delante de Dios, Él es nuestro Sumo Pontífice según el Orden de Melquisedec, el cual intercede por nosotros ante Dios y con Su Sangre nos mantiene limpios de todo pecado; y Dios nos mira a través de la Sangre de Cristo nuestro Salvador. Y la Vida de la Sangre de Cristo es Su Espíritu, el Espíritu Santo, el cual Él nos da cuando lo hemos recibido como Salvador, hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego. Tan sencillo como eso.

No hay programa en la Tierra más sencillo que el Programa de la Redención. La parte difícil la hizo Dios por medio de Cristo; la más sencilla nos la dio a nosotros, que es: creer en Cristo, recibirlo como nuestro Salvador, confesar a Cristo nuestras faltas, errores y pecados; y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado; y ya Él llevó a cabo el Sacrificio de Expiación en la Cruz del Calvario.

O sea que ya la parte de Él está hecha; ahora le toca al ser humano escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y recibir esos beneficios de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario.

En el Programa Divino está que nosotros seamos iguales a Jesucristo; o sea, que seamos eternos, seamos inmortales, y con cuerpos glorificados y jóvenes como el que tiene Jesucristo nuestro Salvador.

Para lo cual hay un Proyecto Divino, un Programa Divino, al cual entramos al entrar en Cristo y obtener el nuevo nacimiento; y va de etapa en etapa llamando y juntando a Sus escogidos a través del tiempo, a través de las diferentes etapas del cristianismo.

Y ahora nos ha tocado a nosotros vivir en el Día Postrero, en el tiempo final, para entrar al Programa Divino y recibir las bendiciones que Él tiene para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también.

Veamos, Él ha provisto, de etapa en etapa, lo que se necesita para la Obra que corresponde a cada tiempo; y para la Obra que corresponde a nuestro tiempo también Él ha prometido proveer. Él es nuestro Proveedor.

Y ha prometido, por ejemplo, para Su Segunda Venida, lo siguiente: leemos en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, dice:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.

¿Y cómo va a estar nuestra ciudadanía en los Cielos cuando nosotros podemos decir: “Mi ciudadanía está en el país donde yo nací, soy ciudadano de ese país”? Usted y yo somos ciudadanos del país donde hemos nacido como seres mortales, seres terrenales que hemos nacido en la Tierra; y esa ciudadanía es buena, pero es temporal, y corresponde a la vida temporal de nuestro cuerpo. Y nuestra ciudadanía celestial, o sea, del Cielo, corresponde al nuevo nacimiento; porque el nuevo nacimiento no es terrenal sino celestial, es del Cielo; y por cuanto es del Cielo, entonces todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen ciudadanía celestial.

Y como ciudadanos terrenales tenemos ciertos derechos en el país donde hemos nacido; y como seres humanos con ciudadanía terrenal tenemos también derechos universales. Pero como ciudadanos celestiales tenemos los derechos más grandes que el ser humano se puede imaginar: el derecho a la vida eterna, el derecho a disfrutar las bendiciones de Dios para el tiempo que nos toca vivir, y disfrutar las que vendrán más adelante, en otras edades y dispensaciones.

Y ahora veamos algunas de esas bendiciones que hay para este tiempo final. Leo de nuevo: Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo…”.

¿De dónde esperamos la Venida del Señor? Del Cielo, donde Él está como Sumo Sacerdote intercediendo ante el Trono de Dios por todos nosotros como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.

“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”.

¿Para qué es Su Segunda Venida a Su Iglesia? Para transformar nuestros cuerpos mortales.

“… para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”.

Para que sea nuestro cuerpo que Él nos dará, igual al cuerpo glorificado que Él tiene: joven, inmortal, glorificado.

Así como Cristo fue glorificado, también serán glorificados todos los creyentes en Cristo; y entonces será, Cristo y Su Iglesia, un grupo de jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad.

Por lo tanto, no se preocupe si usted ya pasó de esa etapa de juventud terrenal: hay una etapa de juventud eterna para todos los creyentes en Cristo. O sea que volveremos a ser jóvenes, pero en cuerpos inmortales, en cuerpos que no se pondrán viejos. Cristo tiene ya unos dos mil años, alrededor de dos mil años que subió al Cielo; y está tan joven como cuando se fue al Cielo.

“… el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

Él tiene el poder para hacerlo; y si tiene el poder y lo prometió, ¿qué va a hacer? Transformar nuestros cuerpos mortales en Su Segunda Venida; y a los que murieron: resucitarlos en cuerpos glorificados, cuerpos inmortales, como Él ha prometido.

Esta promesa la tenemos en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, donde dice San Pablo…, conocedor de este tema tan misterioso para los seres humanos, pero para San Pablo —por cuanto le fue revelado— sencillo.

Capítulo 15, versos 49 al 58, de Primera de Corintios, dice San Pablo:

“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.

O sea que con estos cuerpos mortales no podemos ser inmortales físicamente; tenemos que tener un nuevo cuerpo, un cuerpo glorificado igual al de Jesucristo.

“He aquí, os digo un misterio…”.

Este es un misterio muy grande, del cual San Pablo habla y del cual habló Cristo y los demás apóstoles.

“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos…”.

Recuerden que cuando dice “no todos dormiremos”, se refiere a que no todos moriremos. Es que los santos no mueren sino que duermen; por eso cuando fue a resucitar a Lázaro, Él le dice a Sus discípulos: “Lázaro nuestro amigo duerme”. Y los discípulos le dicen a Jesús: “Si duerme está bien, estará bien”. Cristo entonces les dice: “Lázaro ha muerto (entonces entendieron), y voy a resucitarlo”[9].

Lázaro representa a los creyentes en Cristo, a todos los cristianos nacidos de nuevo, que han muerto físicamente, los cuales Cristo va a resucitar en el Día Postrero o séptimo milenio de Adán hacia acá, porque Él lo prometió; y si Él lo prometió, Él lo va a cumplir.

Aquí hacemos una pausa para ver dónde Él lo prometió; porque San Pablo está hablando de acuerdo a lo que Cristo ha prometido. En San Juan, capítulo 6, versos 38 en adelante, dice:

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.

¿Ven? Es Cristo el que está prometiendo resucitar a todas esas ovejas que el Padre le ha dado, para que las busque y les dé vida eterna.

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Es Cristo el que está prometiendo resucitar a todos los creyentes en Él. Y si continúa leyendo ese pasaje, va a encontrar en ese capítulo 6 que promete en diferentes ocasiones la resurrección para los creyentes en Él. Por ejemplo, el verso 44 de este mismo capítulo 6 (el verso 40 también), 44 dice:

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.

También el verso 54 de este mismo capítulo 6 de San Juan, dice:

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

O sea que la resurrección está prometida para el Día Postrero, para todos aquellos que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador.

Y ahora, continuamos en Primera de Corintios, capítulo 15; y para refrescar la memoria, para ver por dónde íbamos, continuamos en el verso 51:

“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta…”.

Una trompeta: la Trompeta Final, tiene que sonar. ¿Y qué es eso? El Mensaje Final de Dios; está representado en una trompeta. Así como para cada etapa de la Iglesia fue sonada una Trompeta llamando y juntando a los escogidos con Gran Voz de Trompeta, así también es para el Día Postrero: la Final Trompeta, el Mensaje Final de Dios.

Y la Trompeta, el Mensaje, tiene que dar sonido cierto, tiene que ser verdadero; porque si no, sucede lo que dice aquí en Primera de Corintios, capítulo 14, verso 8, dice: “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? (O sea que tiene que dar un sonido cierto)”.

Cuando se suena o se toca una trompeta en el ejército, o en alguna pieza musical, tiene un significado; y el que conoce de eso, sabe lo que está diciendo la trompeta. Así también es en medio del cristianismo con estos símbolos bíblicos que encontramos.

“… a la final trompeta (o sea, al Final Mensaje de Dios); porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.

¿Los muertos serán resucitados cómo? Incorruptibles. O sea, serán resucitados en cuerpos inmortales, cuerpos glorificados iguales al cuerpo glorificado de Cristo, que resucitó para nunca más morir; y los muertos en Cristo resucitarán para nunca más morir.

“… y nosotros (¿qué de nosotros?) seremos transformados”.

Nuestros cuerpos mortales serán cambiados, transformados en sus átomos, de mortales a inmortales; cuerpos glorificados igual al cuerpo glorificado que Cristo tiene. Porque así como el Hijo de Dios fue glorificado, también los hijos de Dios serán glorificados.

Porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús nuestro Salvador[10]; somos coherederos con Él a todo lo que Él es heredero. Por eso Él en una ocasión dijo: “Yo soy la Luz del mundo”[11], y en otra ocasión dijo: “Vosotros sois la luz del mundo”[12]. ¿Ven? Todo lo que Cristo es, lo son también los creyentes en Él.

También nos enseña la Escritura que Él es la Estrella resplandeciente de la Mañana[13]; y también nos enseña que los creyentes son estrellas también. Así como Cristo es la Estrella resplandeciente de la Mañana, los escogidos son las estrellas de la mañana, que se regocijan; de lo cual nos habla el libro de Job[14].

“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”.

Porque si no somos vestidos de inmortalidad, de incorrupción, nuestros cuerpos tienen un límite de tiempo el cual Dios conoce y el cual determinó Dios.

Es que estamos aquí en la Tierra para hacer contacto con la vida eterna, y por consiguiente hacer contacto con Cristo, para que nos dé vida eterna.

Recuerden que Él es el segundo Adán. El primer Adán pecó y perdió la vida eterna física, y su descendencia no viene con vida eterna, viene con vida temporal; pero Cristo, el segundo Adán, venció, y Él tiene vida eterna. Y todos los creyentes en Él reciben la vida eterna de parte de Cristo.

Ya en nuestra alma tenemos vida eterna, y nos falta vida eterna física, la cual Él nos dará en Su Segunda Venida, en la resurrección de los muertos en Cristo con vida eterna, y transformación de nosotros los que vivimos.

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

Y entonces no habrá más muerte para los creyentes en Cristo, porque ya estarán en cuerpos inmortales, jóvenes, como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Esa es la promesa de parte de Dios para todos los creyentes en Cristo. Y el verso 58 nos dice:

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

O sea, creciendo siempre en la Obra del Señor. No es estar estancados. Y creciendo en conocimiento de la Palabra de Dios, del Programa Divino; y trabajando siempre en Su Obra, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano.

Recuerden que Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice: “He aquí vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

Según sea la obra de cada cual en el Cuerpo Místico de Cristo, según lo que usted haya trabajado en la Obra del Señor. O sea que usted no va a recibir más de lo que usted ha trabajado; porque usted ha estado haciendo tesoros ¿dónde? En el Cielo, conforme a como Cristo dijo[15]; y se hacen tesoros trabajando, respaldando la Obra de Cristo, respaldando todo el Programa del Señor. Y eso se hace en el Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia.

También, en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, nos habla de esa bendición tan grande que vendrá para los creyentes en Cristo. Capítulo 4, verso 13 en adelante, de Primera de Tesalonicenses, dice:

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”.

¿Ven? La palabra “dormir” significa: morir. Pero por cuanto los creyentes en Cristo no mueren, se usa la palabra dormir. Es que cuando muere físicamente un creyente, lo que murió es su cuerpo físico; pero en alma y espíritu sigue viviendo en el Paraíso, que es la sexta dimensión, donde allí ni se trabaja ni se come ni se duerme, se acabaron los problemas del tráfico para ir a trabajar, se acabaron los problemas de trabajar para hacer la compra para comer y para vestir. Allí no hay esas labores. Pero ellos desean volver a la Tierra.

Cuando el reverendo William Branham visitó a las personas que estaban en el Paraíso[16], de su grupo (o sea, de los que habían sido convertidos bajo el Mensaje del reverendo William Branham), los vio allí con túnicas blancas, jóvenes, no había ancianos ni niños tampoco; porque en el cuerpo angelical la persona allí representa de 18 a 21 años de edad.

Diferentes colores de cabello, y así por el estilo, pero sin canas; y tampoco hay personas sin cabello. Pero el reverendo William Branham, que le faltaba mucho cabello, cuando estuvo allá se tocó y tenía todo el cabello.

Es llamado el Paraíso o sexta dimensión. Más arriba, la séptima dimensión, es que está Cristo, es la dimensión donde está Dios, es la dimensión donde Él está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por cada persona que lo recibe como su Salvador.

Pero cuando termine Su trabajo, Su labor de Sumo Sacerdote en el Cielo: saldrá del Lugar Santísimo, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro sellado con siete Sellos, de Apocalipsis, capítulo 5; lo abrirá en el Cielo, y llevará a cabo la Obra de Reclamo. Y vendrá con ese Librito abierto en el Cielo – con ese Librito que abre en el Cielo, viene con él abierto en Su mano, en Apocalipsis, capítulo 10, para entregarlo a Su Iglesia en el tiempo final; porque ese es el Título de Propiedad de toda la Creación, es el Título de Propiedad de la vida eterna, en donde están escritos los nombres de todos los que lo recibirían como único y suficiente Salvador; es el Libro de la Vida del Cordero, es el Libro de Dios.

Recuerden que la Escritura nos habla del Libro de la Vida. Ese es el Libro de la Vida, el Título de Propiedad de la vida eterna, donde está escrito mi nombre, ¿y el de quién más? El de cada uno de ustedes también.

Continuamos leyendo, el verso 15:

“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.

Son palabras de aliento para todos los creyentes en Cristo.

La vida no termina cuando muere el cuerpo físico de un creyente en Cristo; solamente su temporada aquí en la Tierra terminó; y aprovechó bien el tiempo que estuvo en la Tierra, porque el propósito es que recibamos a Cristo como Salvador y seamos lavados, purificados con la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, para el creyente en Cristo estas son palabras de aliento que fortalecen espiritualmente a todos los creyentes en Cristo para seguir siempre adelante sirviendo a Cristo y trabajando en favor de Su Obra para el tiempo en que están viviendo; y esperando siempre la culminación final de Su Obra, que vean todo lo que está incluido en la culminación final de Su Obra.

El reverendo William Branham vio también, en la Visión que tuvo de esa Gran Carpa Catedral, la manifestación gloriosa de Cristo, esa manifestación en toda Su plenitud donde llevó a cabo cosas que fueron hechas cuando él estuvo en la Tierra. Habrá sanidades, milagros y todas estas cosas; y, sobre todo, la predicación de la Palabra del Señor para el Día Postrero, que le dará la fe para ser transformados a los creyentes en Cristo y ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Eso será lo que nos dará la fe para nuestra transformación: lo que estará sucediendo y hablando Cristo por medio de Su Espíritu a Su Iglesia, en el cumplimiento de la Visión de la Gran Carpa Catedral.

Por lo tanto, deseamos que Dios nos provea lo que falta para esa gran culminación; y que pronto se concluyan todos los trabajos físicos que hay que hacer, lo que corresponde a la parte física que la Iglesia tiene que llevar a cabo, para que venga la culminación final de parte de Cristo en medio de Su Iglesia.

Lo que Dios nos dará, nos hablará, será lo que habló a Juan el apóstol en Apocalipsis, capítulo 10, cuando descendió del Cielo envuelto en una nube y el arco iris sobre Su cabeza, y en Su mano derecha un Librito abierto, que es el Libro que había estado sellado con siete sellos, y clamó como cuando un león ruge.

¿Por qué clamó como león? Porque ya para ese tiempo no será como Cordero, ya no estará como Sumo Sacerdote, sino como León, como Rey de reyes y Señor de señores.

Y lo que nos estará hablando ahí será el misterio de Su Segunda Venida, que nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por esa causa fue que a Juan no le fue permitido escribir lo que los Truenos hablaron, porque el contenido de los Truenos es el contenido del Séptimo Sello de Apocalipsis, capítulo 8, verso 1; el cual, cuando fue abierto en el Cielo hubo silencio, nada se movió, silencio por completo para que nadie supiese – nadie supiera el contenido del Séptimo Sello; nadie conociera el misterio de la Segunda Venida de Cristo, para que no pudieran imitarlo; porque siempre surgen imitadores que tratan de obstruir el Programa Divino; y algunos, pensando que lo están haciendo bien, están siendo instrumentos del enemigo y están estorbando el Programa Divino.

Recuerden, en el tiempo de Moisés se levantaron también opositores al Programa Divino; en el tiempo de Jesús también, en el tiempo de los apóstoles también; también en el tiempo de los profetas hubo opositores a los profetas y a la Palabra de Dios que ellos hablaban.

Siempre habrá esa lucha. Y si el enemigo no sabe lo que Dios va a hacer, entonces no puede imitar; porque una imitación es algo… una copia del original, pero no es el original.

Es que Dios quiere que Su Iglesia sea la que conozca ese misterio cuando le sea revelado bajo el Séptimo Sello, cuando le sea revelado bajo el capítulo 10, 8 y 10 de Apocalipsis; o sea, la Voz de Cristo revelando ese misterio, hablando en forma consecutiva en Su Iglesia en este tiempo final, en la etapa de oro de la Iglesia, la etapa de Piedra Angular.

En las otras edades habló y hubo un intervalo, un intervalo de una edad a otra; de ese intervalo de una edad a otra hubo un instrumento diferente de Dios para cada etapa. Pero en el tiempo final Cristo hablará en forma consecutiva a Su Iglesia, abriéndole el misterio del Séptimo Sello, y dándole a conocer lo que Juan escuchó y no le fue permitido escribir. Pero la Iglesia lo escuchará en este tiempo final, en la Venida del Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10; y eso es la Venida del Señor a Su Iglesia.

Él estará como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores; por eso dice que clamó como cuando ruge un león, y siete truenos emitieron Sus voces; porque Él es el León de la tribu de Judá, el Rey de reyes y Señor de señores, como aparece en Apocalipsis, capítulo 19, versos 11 en adelante.

Así que una grande bendición viene de parte de Dios para los creyentes en Cristo, para la Iglesia del Señor Jesucristo en medio del cristianismo; por lo cual, tenemos que prepararnos delante de Dios, estar atentos al Programa Divino, esperando esa culminación final de parte de Dios en y para la Iglesia del Señor Jesucristo.

Cuando eso ocurra, ya se habrá completado la Iglesia del Señor.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión. Y que Dios los fortalezca a todos y los ayude a permanecer firmes hasta que seamos todos transformados.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“DIOS PROVEYENDO LO QUE FALTA PARA LA CULMINACIÓN DE SU OBRA FINAL”.

[Revisión marzo 2024]

[1] Citas, pág. 10, párr. 87; pág. 12, párr. 97; pág. 13, párr. 98; pág. 14, párr. 103; pág. 39, párr. 321

[2] San Juan 6:40, 6:44, 6:54

[3] Génesis 2:21-23

[4] San Juan 19:34

[5] San Juan 12:24

[6] Hechos 2:1-4

[7] San Juan 10:27-30

[8] Colosenses 3:17

[9] San Juan 11:11-14

[10] Romanos 8:16-17

[11] San Juan 8:12

[12] San Mateo 5:14

[13] Apocalipsis 22:16

[14] Job 38:6-7

[15] San Mateo 6:19-21, San Lucas 12:33-34

[16] Los Sellos, pág. 317, párrs. 184-220

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