Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, ministros presentes y los que están en diferentes naciones y diferentes congregaciones; y también la Sinfónica y su director Osmín Rodríguez, y todos los que han venido de diferentes naciones para las actividades de CUMIPAZ-2016, aquí en Paraguay. Sean todos bienvenidos. Que Dios los bendiga y les use grandemente en Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para esta ocasión leemos en San Lucas, capítulo 10, versos 17 al 20, y dice la Palabra de Dios:
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”
“EL PUEBLO REGOCIJADO DE QUE SUS NOMBRES ESTÁN ESCRITOS EN LOS CIELOS”, es el tema de escuela bíblica para hoy domingo, 25 de septiembre del 2016.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
El nombre escrito en el Cielo, de todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, es la sección llamada el Libro de la Vida del Cordero, que está en el Cielo. Ese nombre ha sido colocado desde antes de la fundación del mundo, como nos enseña la Escritura; y son los que, si no hubiera ocurrido el problema del Huerto del Edén, hubieran sido los primeros que hubieran nacido en la Tierra después de Adán y Eva.
Por lo tanto, ha transcurrido un lapso de tiempo; pero por cuanto los escogidos de Dios, los hijos de Dios, vienen de la eternidad, no se ha perdido ningún tiempo. Y la experiencia obtenida en esta Tierra en estos cuerpos mortales, ha sido una experiencia única, que nunca más se repetirá en nuestras vidas.
El Libro de la Vida del Cordero es una parte del Libro de la Vida; la otra sección, llamada el Libro de la Vida, es la sección de donde pueden ser borrados nombres, como el de Judas Iscariote el cual fue borrado, y otros más que han sido borrados de la sección del Libro de la Vida.
Por ejemplo, en el libro del Apocalipsis nos habla mucho del Libro de la Vida; y nos dice Apocalipsis, capítulo 3, verso 5, dice:
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.”
Aquí nos muestra que del Libro de la Vida, de esa sección, pueden ser borrados nombres; pero de la sección del Libro de la Vida del Cordero no pueden ser borrados los nombres, porque esos son los nombres de los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo, los cuales son los hijos e hijas de Dios.
En Apocalipsis, capítulo 22, verso 19, dice:
“Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.”
Aquí nos muestra que de la sección del Libro de la Vida pueden ser quitados los nombres de personas que le añadan o le quiten. “El que le quite a las palabras de esta profecía, su nombre será quitado del Libro de la Vida.” Es de la sección llamada el Libro de la Vida, no de la sección del Libro de la Vida del Cordero.
Es importante estar conscientes de que nuestros nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Es la sección de los escogidos de Dios, que vendrían a la Tierra en cuerpos mortales para hacer contacto con Cristo y ser restaurados a la vida eterna.
Por eso Cristo vino a la Tierra y murió por los escogidos de Dios. Y entran también otras personas al cristianismo, que están escritas en la otra sección, y que vivirán eternamente en el Reino de Dios si sus nombres no son borrados de esa sección del Libro de la Vida.
Es como en el tiempo de la liberación del pueblo hebreo, del éxodo, que el cordero pascual fue sacrificado para la preservación de la vida de los primogénitos de Dios del pueblo hebreo allá en Egipto; y luego salieron al otro día en el éxodo. Pero también salieron otras personas que no eran judíos, salieron en el éxodo, y fueron hacia la tierra prometida con Moisés.
Así también es en el cristianismo, en donde han salido hacia la tierra prometida los escogidos de Dios, por los cuales el Cordero Pascual, el Cordero de Dios, Cristo, murió en la Cruz del Calvario, para la preservación de la vida de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Todas las personas en ese éxodo no son de los que están escritos en la sección del Libro de la Vida del Cordero; una parte están escritos en esa sección, y otra parte están escritos en la sección llamada el Libro de la Vida (otra parte del Libro de la Vida Eterna). Por eso algunos pueden ser borrados, pero otros no pueden ser borrados del Libro de la Vida.
Hay un pasaje aquí, en Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante, donde dice:
“…Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”
Los primogénitos que están inscritos en los Cielos, ¿dónde? En el Libro de la Vida del Cordero.
Los primogénitos, como los primogénitos hebreos en Egipto: fueron liberados, no murieron, su vida fue preservada; así la vida de los primogénitos escritos en el Cielo —que son los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo— es preservada su vida para vivir eternamente en el Reino de Cristo.
O sea, que el pueblo que tiene – las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, son los que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo. Esas son las ovejas del Señor que escucharían Su Voz, escucharían el Evangelio, nacería la fe de Cristo en su alma y lo recibirían como único y suficiente Salvador; y recibirían el Espíritu de Cristo, serían bautizados por agua – en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; luego Cristo los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego, y produciría en ellos el nuevo nacimiento. Nacerían de nuevo, nacerían en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo, en donde se nace en la forma espiritual; para, luego en el Día Postrero obtener la transformación (si están vivos) o la resurrección en cuerpos eternos (si murieron durante el tiempo que les tocó vivir en la Tierra).
O sea, que los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, son los más privilegiados de todos los seres humanos que hayan venido a vivir en esta Tierra. Juntamente con Cristo son los más privilegiados.
“…a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”
Aquí nos muestra que nos hemos acercado a Sion, a la ciudad del Dios vivo: Jerusalén la celestial.
Cuando la persona ha recibido a Cristo, ha sido bautizado en agua en Su Nombre y ha recibido Su Espíritu: ha obtenido el nuevo nacimiento y ha nacido en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios; y por consiguiente se ha acercado a Sion, a la Jerusalén celestial, a la ciudad de Dios; o sea, que ahora es una persona con ciudadanía celestial.
Así como en la Tierra: Cuando nace la persona obtiene ciudadanía terrenal de la nación en que nació; y cuando nace de nuevo en el Reino de Dios, obtiene la ciudadanía celestial; y por consiguiente es una persona celestial con su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Algún día vamos a saber el nombre que Dios tiene para nosotros.
Y ahora, dice… Verso 25 de este mismo capítulo 12 de Hebreos, dice:
“Mirad que no desechéis al que habla (o sea, al Espíritu Santo, que es el que habla en medio de Su Iglesia, y por consiguiente en este planeta Tierra). Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.
La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.
Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.
Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;
porque nuestro Dios es fuego consumidor.”
Y ahora, el que habla desde los Cielos es el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo; y habla en medio de Su Iglesia, la cual está en el Cielo, la cual está en la esfera espiritual o celestial; porque ha sido movido cada creyente en Cristo de esta Tierra, de este reino terrenal al Reino celestial.
Colosenses, capítulo 1, versos 12 en adelante, dice:
“…Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz (los santos en luz son los creyentes en Cristo);
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo…”
Nos muestra que hemos sido trasladados de un reino a otro reino. Cuando hemos nacido en esta Tierra físicamente, hemos nacido en el reino de las tinieblas; y cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, fuimos bautizados en agua en Su Nombre y recibimos Su Espíritu, recibimos el nuevo nacimiento, y por consiguiente hemos nacido en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
De esto es que le habló Cristo a Nicodemo, cuando le dice en San Juan, capítulo 3, verso 1 en adelante…, dice:
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios, como es necesario nacer en esta Tierra a través de los padres para entrar al reino terrenal, en el cual vivimos todos los seres humanos al nacer en esta Tierra.
Así mismo, para entrar al Reino de Dios hay que nacer en el Reino de Dios, nacer del Agua y del Espíritu, nacer del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo. Y así, al obtener ese nuevo nacimiento ya estamos dentro del Reino de Dios, como niños creciendo, tomando el alimento espiritual y creciendo hasta que lleguemos a la estatura de un varón perfecto, de una persona perfecta.
Algún día llegaremos a la perfección y algún día llegaremos a ser iguales a Cristo, con cuerpos físicos glorificados, y con el espíritu teofánico que Él nos otorga cuando nos da el nuevo nacimiento. En cuerpo y espíritu seremos a imagen; cuerpo espiritual o teofánico, esa es la imagen y semejanza de Cristo; la semejanza física: un cuerpo físico y joven como el que tiene Cristo nuestro Salvador.
Eso es lo que está prometido para los creyentes en Cristo de todas las etapas de Su Iglesia; y ese es el pueblo que por diferentes etapas ha estado regocijado de que sus nombres están escritos en el Cielo.
Es motivo de regocijo saber que nuestro nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y que por eso es que hemos respondido al llamado del Evangelio de Cristo, para recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.
Y no ha sido obra nuestra, sino obra de Dios. Él nos eligió desde antes de la fundación del mundo para ser parte de Su Iglesia, ser un hijo o una hija de Dios que formaría parte del Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador; o sea que somos un pensamiento divino hecho realidad en el Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador.
La salvación viene de Dios. No es que usted ganó la salvación, es Cristo el que la ganó para nosotros. Él es el que hizo el Programa y el que ha obtenido la salvación y vida eterna para todos nosotros. Por eso cuando escuchamos el Evangelio de Cristo nace la fe de Cristo en nuestra alma y lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador, para salvación y vida eterna. Por lo tanto, estamos seguros en Dios.
Cristo dijo en San Juan, capítulo 10:
“De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.
Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.
A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (o sea, vida eterna, es vida en abundancia).
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas (por eso dio Su vida en la Cruz del Calvario).”
Y pasando al verso 24 de este mismo capítulo 10, dice (de San Juan):
“Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”
O sea que el motivo por lo cual no creían era porque no eran de Sus ovejas.
Verso 27 en adelante:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”
O sea, nadie las puede arrebatar de la mano del Señor, no se pueden perder; vivirán eternamente. Sus nombres no pueden ser borrados del Libro de la Vida del Cordero, porque es el Libro imborrable.
“Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.”
O sea que el elegido de Dios, el escogido, es predestinado, es una persona que está escrita en el Libro de la Vida del Cordero y no puede ser borrado en ningún momento. Esa es la garantía que Cristo le da a todos los creyentes en Él nacidos de nuevo.
Los creyentes en Cristo nacen de nuevo, nacen en el Reino de Cristo, nacen en el Cuerpo Místico de Cristo como hijos e hijas de Dios. Es Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia obrando y produciendo conversión y nuevo nacimiento de todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y la Iglesia, siendo la segunda Eva, siendo la ayuda idónea de Cristo, en medio de Su Iglesia es que nacen los hijos e hijas de Dios; Cristo por medio de Su Iglesia y en Su Iglesia se reproduce en hijos e hijas de Dios. Y ese es el Cuerpo Místico de Cristo, es el lugar donde nacen, donde crecen, donde escuchan la Palabra, donde van alimentándose día a día con la Palabra que Cristo trae a Su Iglesia de edad en edad.
Ya han transcurrido entre los gentiles siete etapas de la Iglesia, y estamos ya en la etapa de Edad de Piedra Angular, la más importante de todas las etapas, porque es la etapa para la adopción de los hijos e hijas de Dios, o sea, para la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y la transformación de los vivos, para así todos ser iguales a Cristo nuestro Salvador.
Tan sencillo como eso es el Programa de Dios para los creyentes en Cristo en este tiempo final. Por eso estamos esperando nuestra transformación: para ser a imagen y semejanza de Cristo nuestro Salvador.
Todavía Él sigue llamando y juntando Sus escogidos. Por lo tanto, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted; ya sea que se encuentre aquí presente o en algún otro país, puede venir a los Pies de Cristo, pasar al frente, para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo por todos los que estarán recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Vamos a dar unos minutos para que puedan pasar al frente los que han escuchado y no habían recibido a Cristo, para recibirlo en estos momentos como único y suficiente Salvador.
Hemos visto que recibir a Cristo como Salvador es un asunto de vida eterna. Es vida eterna la que recibimos cuando aceptamos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Ninguna otra persona nos puede dar vida eterna; solamente Jesucristo es el único que nos puede dar vida eterna, porque Él tiene vida eterna.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión.
Los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Con nuestros ojos cerrados, nuestros rostros inclinados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino, los coloques en Tu Reino en esta ocasión. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Ahora repitan conmigo la oración que estaré haciendo por todos los que han venido a los Pies de Cristo en esta mañana:
Señor Jesucristo, vengo a Ti consciente de que Tú eres el único Salvador.
Doy testimonio público de Tu fe en mí y de mi fe en Ti, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente.
Reconozco que no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos; solamente Tu Nombre es el único nombre para salvación y vida eterna. Reconozco Tu muerte en la Cruz como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Señor, haz una realidad en mi vida la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, los que han venido a los Pies de Cristo aquí y en otros países preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16]
Ahora usted me dirá: “Yo he escuchado el Evangelio de Cristo y he creído con todo mi corazón, y lo he recibido como mi Salvador.”
Por cuanto usted lo ha recibido como Salvador, bien puede ser bautizado; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua es tipológico. En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Dejo en cada país al ministro correspondiente para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y aquí dejo al reverendo Nino con nosotros, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Dejo por aquí al reverendo Porfirio Tillería con nosotros en estos momentos.
Continúen pasando un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“EL PUEBLO REGOCIJADO DE QUE SUS NOMBRES ESTÁN ESCRITOS EN LOS CIELOS.”