El trigo maduro

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Buscamos en San Mateo, capítulo 13, versos 36 en adelante… y aun comenzando un poco antes: en el verso 34, dice:

“Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;

para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Abriré en parábolas mi boca;

(Y) Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.

El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.

El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.

De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.

Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,

y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.

“EL TRIGO MADURO”. Y por consiguiente, ¿listo para qué? Para la siega, para la cosecha.

Esta parábola es tan importante que todo ser humano necesita conocerla; porque aquí Cristo coloca a los seres humanos en dos grupos: trigo y cizaña. Y cada ser humano debe saber en cuál de los dos grupos se encuentra; porque de acuerdo a la semilla será el fruto; será, por consiguiente, también la cosecha.

El trigo, como vimos, representa a los hijos del Reino, los hijos de Dios; y la cizaña: los hijos del malo. O sea que Cristo enseñó que hay dos tipos de personas: hijos de Dios e hijos del malo; y dice que el que sembró la cizaña es el malo.

Por lo tanto, es importante que sepamos que el malo ahí representa al diablo, que siempre se le conoce como el maligno. El malo, el enemigo de Dios, por consiguiente el enemigo de Cristo, es el malo que sembró la mala simiente.

Y ahora, tenemos que en el campo habrá trigo y cizaña: hijos de Dios e hijos del malo. Eso Cristo lo enseñó, y por consiguiente lo creemos. El mismo Cristo en San Mateo nos dice, en el capítulo 15, verso 18… y capítulo 15, verso 13, dice:

“Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada”.

O sea que hay plantas —refiriéndose a seres humanos— que Cristo dice que serán desarraigados, desarraigados del planeta Tierra, del mundo; y eso será para el tiempo de la siega, de la cosecha.

La cizaña será echada al horno de fuego, que corresponde a la gran tribulación, donde los juicios divinos van a caer sobre la raza humana, y los seres humanos representados en la cizaña serán quemados con fuego atómico, fuego volcánico también, y todo lo que corresponde al juicio que caerá en la gran tribulación. “Así será en el fin del siglo”. Pero el trigo será recogido y colocado en el Alfolí de Dios.

Ahora, ¿cómo se llevará a cabo la cosecha? Y lo más que nos interesa es la cosecha del trigo. El trigo son aquellos que escuchan la Palabra, son los mismos que son representados en la buena tierra: que escuchan la Palabra, la entienden y llevan fruto a ciento por uno, a sesenta y a treinta por uno. Y la buena tierra, si leemos en Hebreos, capítulo 7…, la buena tierra como terreno literal y la buena tierra como individuo; porque el ser humano, su cuerpo físico, viene del polvo de la tierra[1]. Dice:

[Hebreos 6:7] “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;

pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”.

Y la buena tierra vemos que es… recibe bendición de Dios; y la que no es buena tierra, que produce espinos y cardos… espinos y abrojos, esa tierra está reprobada y está próxima para ser maldecida. Durante la gran tribulación recibirán la maldición de ser quemados.

Todo ser humano quiere ser buena tierra, buen terreno, donde la Palabra de Cristo sea sembrada acá en el corazón de la persona; porque todos queremos la bendición de Dios. Y la buena tierra como territorio también tendrá su cumplimiento.

Ahora, dice que la cosecha, la siega, será para el fin del siglo, para el tiempo final, para el Día Postrero. ¿Y cómo se llevará a cabo la cosecha? Pues el mismo Cristo dice: “… la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles”. Los Segadores. Si hay una siega, una cosecha, tienen que haber segadores, cosechadores.

El verso 41 dice, de este capítulo 13 [San Mateo]:

“Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles…”.

Y aquí el Hijo del Hombre, Cristo, enviará Sus Ángeles. Eso concuerda con lo dicho más adelante en San Mateo, capítulo 24, versos 30 en adelante, donde dice:

“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.

Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

Ahí tenemos los Ángeles del Hijo del Hombre, que han sido prometidos para ser enviados en y para el Día Postrero, para llevar a cabo la labor correspondiente. Y el capítulo 16, verso 27, dice, de San Mateo:

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”.

El Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Había dicho que enviará a Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta también. Y en el capítulo 17, versos 1 en adelante, 1 al… 1 en adelante, dice:

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;

y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él”.

Aquí tenemos el orden de la Venida del Señor para el Día Postrero, con Moisés y Elías, que son los que estarán a cargo – esos ministerios estarán a cargo de una labor muy importante que está prometida que será llevada a cabo en el tiempo final; y eso corresponde al Sexto Sello. El reverendo William Branham hablando en el libro de Los Sellos, hablando en el Séptimo Sello, aquí en el libro de Los Sellos, página 458 y 459, dice:

112. Entonces es entre el Sexto y Séptimo Sello cuando Él llama esta gente, los cuales fueron mencionados por Jesucristo en Mateo 24:31. Cuando la Trompeta suena, será la Trompeta de los dos testigos de la edad de gracia para los judíos. Suena una Trompeta… (…)‘Y enviará Sus ángeles (no es solamente uno, sino dos) con gran voz de trompeta’. ¿Qué es? Cuando Dios habla, se oye el sonido de trompeta. Siempre ha sido así la Voz de Dios, llamando a la batalla. Dios está hablando. Estos dos ángeles vienen con el sonido de la Trompeta. Y noten bien: Pero en los días de la voz del séptimo ángel, sonó (suena) la trompeta. En los días de la voz del primer ángel, sonó la trompeta. En los días de la voz del segundo ángel, sonó una trompeta, y así fue cuando Él mandó a cada uno.

113. Pero cuando fueron anunciados los Sellos, estaban todos juntos en una gran escena divina para llamar un grupo de gente, y hubo el sonido de una sola Trompeta; y fueron abiertos siete Sellos. Él está reuniendo Sus judíos escogidos de los cuatro ángulos de la Tierra”.

Ahora vean, para llamar a los judíos, y sobre todo a 144.000, 12.000 de cada tribu: los Ángeles del Hijo del Hombre son los ministerios de Moisés y Elías, los Dos Olivos, materializándose esa promesa para llamar y juntar 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu en el Día Postrero.

Estamos viendo lo que son los Ángeles del Hijo del Hombre: son los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose en el Día Postrero; el ministerio de Elías repitiéndose por quinta vez. Porque ya tuvimos el ministerio de Elías Tisbita por primera vez; y por segunda vez ese ministerio de Elías, que es el Espíritu Santo manifestado en un hombre siempre, manifestado en Elías Tisbita operando ese ministerio; y como fue a través de él, que llevó a cabo todas estas cosas allá con las diez tribus del norte… o sea, en el reino y con el reino de Israel, o también llamado el reino de Efraín, que corresponde a las diez tribus del norte.

Luego, la segunda vez que ese ministerio de Elías fue manifestado por el Espíritu Santo, fue en Eliseo con una doble porción; luego, la tercera vez que fue manifestado el ministerio de Elías por el Espíritu Santo, fue en Juan el Bautista; y la cuarta vez que fue manifestado el ministerio de Elías, fue el Espíritu Santo operando ese ministerio en el reverendo William Branham, precursando la Segunda Venida de Cristo.

Así como el ministerio de Elías operado por el Espíritu Santo precursó la Primera Venida de Cristo a través de Juan el Bautista, el Espíritu Santo operando el ministerio de Elías en el reverendo William Branham precursó la Segunda Venida de Cristo.

Y está prometido que el ministerio de Elías se manifestará nuevamente, que el Espíritu Santo operará ese ministerio. Por lo tanto, donde esté el Espíritu Santo en el Día Postrero, ahí operará el ministerio de Elías por quinta ocasión. Ese ministerio lo verá el pueblo hebreo y dirá: “Este es Elías, al cual estamos esperando”; el cual les estará preparando para la Venida del Mesías, les estará preparando para recibir al Mesías en Su Venida.

Y también el ministerio de Moisés lo tuvimos allá en la liberación del pueblo hebreo, operado por el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto; y si contamos la ocasión del ministerio del Señor Jesucristo, en el cual fue el Espíritu Santo a través de Jesús, si lo contamos como la segunda vez, entonces para el Día Postrero tendremos una tercera ocasión en que el ministerio de Moisés será manifestado. Pero si no contamos esa ocasión en la Primera Venida de Cristo como la segunda ocasión, pues la segunda ocasión será en el Día Postrero, junto al ministerio de Elías.

Primero verán a Elías, después verán a Moisés, y después verán al Mesías. Y eso no lo vamos a explicar mucho para que se quede todavía así.

Lo que fue visto en el Monte de la Transfiguración se va a repetir, porque ese es el orden de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles.

Recuerden que esos Ángeles que son… Recuerden que ángel significa ‘mensajero’. Moisés fue el mensajero de Dios, Elías también fue el mensajero de Dios para su tiempo; o sea, los mensajeros ángeles de Dios.

Y esos son los ministerios que están representados en los dos olivos de Zacarías, capítulo 4, versos 11 al 14; y Apocalipsis, capítulo 11, versos 1 al 14. Son los ministerios para el Día Postrero.

Y primero vamos a ver el ministerio de Elías, por cuarta ocasión ya lo vimos; y luego el ministerio de Elías por quinta ocasión; luego el ministerio de Moisés, y luego el ministerio de Jesús en el Día Postrero.

Siempre será el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el Espíritu Santo operando esos ministerios, como los operó en diferentes profetas desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

O sea que el Ángel del Pacto aparecía, digamos, en tiempos pasados, aparecía velado temporalmente en carne humana, en un hombre; por ejemplo, llamado Moisés. Y luego lo vimos también en un hombre llamado Samuel, como también lo habíamos visto en un hombre llamado Josué, y lo vimos también velado en un hombre llamado Isaías, también lo vimos velado en un hombre llamado Jeremías, también en un hombre llamado Ezequiel, y así por el estilo.

Por eso dice la Escritura: “Dios, habiendo hablado en otro tiempo a los padres por los profetas…”. ¿Cómo habló Dios? Por medio de los profetas. Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;

el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…”.

O sea que el Dios que habló a través de los profetas, luego habló por medio de Jesús. ¿Y cómo hablaba Dios por medio de los profetas? Zacarías, capítulo 7, versos 11 en adelante, donde nos dice:

“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros…”.

O sea que la forma de Dios hablar al pueblo es a través de un hombre, de un velo de carne; y para eso Dios habla a través de Su Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical, la imagen del Dios viviente; y se vela en carne humana, en un hombre, en un profeta; y a través de ese hombre, Dios por medio de Su Espíritu Santo le habla al pueblo.

La Escritura dice: “Nadie jamás ha visto a Dios; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le declaró, o sea, le ha dado a conocer”[2].

O sea que las personas que vieron a Dios, dijeron que vieron a Dios: cuando vieron, lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios, que es el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical, llamado el Espíritu Santo.

Hay un orden divino para Dios revelarse al pueblo y para Dios hablarle al pueblo. La persona que no conoce ese orden estará sin conocimiento del tiempo en que vive, estará sin conocimiento del Mensaje que corresponde a su tiempo; porque el Mensaje, la Palabra prometida para cada tiempo, es la que Dios cumple en Su manifestación correspondiente a ese tiempo. Ahí es donde encontraremos a Dios manifestado y velado a través del instrumento que Él tenga para esa edad; y revelado Dios por medio de Su Espíritu, por medio del Ángel del Pacto, a través del individuo a través del cual se vele y se revele en cada etapa del Programa Divino.

El apóstol Pablo en su tiempo decía: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”[3]. Era Cristo en San Pablo velado por medio del Espíritu Santo que estaba en San Pablo. Decía: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”. Cristo en Espíritu Santo, y revelado a través de San Pablo a los gentiles, trayéndolos al conocimiento del Programa Divino de la Redención, para así llamar las ovejas que Él tenía en aquel tiempo entre los gentiles, así llamar un pueblo para Su Nombre; el cual ha estado llamando, de etapa en etapa, de entre los gentiles, los cuales forman la Iglesia del Señor Jesucristo.

Muchas personas dirán que se han metido a la religión, o que no se meterán a la religión. Pues miren, cualquier persona se puede meter a cualquier religión o no meterse, pero eso no significa absolutamente nada.

Ahora, entrar al Reino de Dios, ¡eso sí que significa! Significa el futuro eterno, la vida del ser humano en el Reino de Dios; para lo cual la persona tiene que nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, del Evangelio de Cristo y del Espíritu de Cristo.

No hay otra forma para entrar al Reino de Dios, esa es la única forma que Cristo dijo que hay. Aun Él dice más: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”[4]. Por lo tanto, no hay otro camino que lleve hacia Dios al ser humano; es Cristo el camino que fue abierto para el ser humano llegar a Dios.

Y ahora, siendo que cada persona que nace en el Reino de Dios, por medio de la unión de Cristo con Su Iglesia, de etapa en etapa, reproduciéndose en hijos e hijas de Dios…; y siendo que Cristo es el Grano de Trigo del cual Cristo dijo: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva (o sea, muchos granos de trigo)”. (San Juan, capítulo 12, verso 24).

Y para que lleve fruto el grano de trigo que es sembrado en tierra, pues tiene que nacer una planta de trigo.

Cristo es el Grano de Trigo en donde está la Vida; y la Iglesia que nació el Día de Pentecostés es la Planta de trigo. Y el fruto de esa Planta de trigo son hijos e hijas de Dios, los miembros del Cuerpo Místico de Cristo que han nacido en el Reino de Dios. Tan sencillo como eso.

Y siendo que el grano de trigo, la planta de trigo (en la parábola del trigo y de la cizaña de San Mateo, capítulo 13, versos 30 al 43) en el fin del siglo serán cosechados, en el tiempo de la cosecha, en el tiempo de la siega…; que también es el tiempo del verano, porque la cosecha es en el tiempo del verano; no se cosecha en invierno, sino en verano; en verano es que se cosecha el trigo y también la cebada; sobre todo el trigo en el tiempo del verano.

Para lo cual Cristo, el Hijo del Hombre, el Ángel del Pacto, enviará Sus Ángeles, esos ministerios de Moisés y Elías, para llevar a cabo la cosecha, el recogimiento con la Gran Voz de Trompeta, que es la Voz de Dios por medio del Espíritu de Dios hablándole a Su pueblo en el Día Postrero, hablando en Su Iglesia.

Y Su Voz se extenderá por todos los lugares donde debe llegar el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final, que antecede a la resurrección de los muertos y a la transformación de los vivos, y los prepara —a los vivos— para la transformación.

Estarán en el Cuerpo Místico de Cristo en el Día Postrero, todos los que van a ser transformados; y los que van a ser resucitados en su tiempo estuvieron en el Cuerpo Místico de Cristo; porque para los creyentes en Cristo es que está prometida la resurrección en cuerpos inmortales, cuerpos jóvenes, cuerpos glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo.

Ellos son el trigo, producto de Cristo el Grano de Trigo; ellos son los hijos de Dios por medio del Grano de Trigo: Cristo; Cristo, el segundo Adán, trayendo o reproduciéndose en hijos e hijas de Dios. Esa es la Familia de Dios, la Iglesia del Dios viviente, el Templo de Dios, donde mora Dios en cada creyente. Y en ese grupo de creyentes, siempre que se reúnen, Dios está con ellos y entre ellos.

Para el trigo madurar tiene que estar recibiendo el sol, el calor del sol de verano; el sol que los preparará para la cosecha, el sol que los madurará. Y la Palabra prometida para cada edad, en el cumplimiento de ella, produce los hijos e hijas de Dios de cada etapa; y la Palabra revelada para el Día Postrero, la Palabra prometida, en su cumplimiento producirá y preparará al trigo, que estará en la presencia del Sol, Cristo; porque ya no estará en una etapa de la Luna sino en la etapa del Sol. Eso es muy importante saberlo.

Ya no estará en ninguna de las siete etapas de la Iglesia pasada, que correspondían a las siete etapas representadas en siete etapas de la luna; subirán más arriba, porque las edades pasadas, en las tres etapas pasadas, de justificación, santificación y dones del Espíritu: edad luterana, edad wesleyana y luego edad pentecostal, eran las portadoras del grano de trigo, de la Vida que formaría el grano de trigo dentro de la cáscara, que es la séptima edad. Y luego, de ahí saldría, surgiría, el grano de trigo del Día Postrero, que maduraría, que madurará recibiendo la Luz del Sol (más arriba de la edad de la cáscara, más arriba de la séptima edad), lo cual corresponde a la Edad Eterna, la Edad de Oro de la Iglesia, la Edad de Piedra Angular; ahí es donde madurará el trigo para ser cosechado en el Reino de Dios.

Ahí van a estar todos los que van a tener la visita de los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos eternos; y cuando los vean: van a ser transformados los que estén vivos.

En esa etapa de la Iglesia, estará la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero, recibiendo la Luz de la Palabra revelada para el Día Postrero, y viendo la Palabra prometida a medida que se va materializando. Y en cada ocasión en que se materialice una de las promesas, dirán: “Esto estaba escrito”. Y si estaba escrito para nuestro tiempo, para este tiempo final, se tiene que materializar (si estaba como una promesa divina).

Y el precursor de la Segunda Venida de Cristo, el reverendo William Branham, con el Espíritu Santo operando el ministerio de Elías por cuarta ocasión, preparó el camino y dio a conocer cosas que estarán sucediendo en este tiempo final; como Juan el Bautista también preparó el camino al Señor.

Encontramos a Juan el Bautista hablando del Mesías y dando a conocer las cosas que el Mesías hará; las que hizo y las que hará en el tiempo final. Miren en el capítulo 3 de San Mateo, dice Juan el Bautista, verso 11 al 12:

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.

Para el tiempo del fin o Día Postrero, será en esta misma forma. Será Cristo el que producirá la resurrección de los muertos en Cristo y nuestra transformación física en el Día Postrero; y el que recogerá el trigo, operando los ministerios que corresponden a los Ángeles de la Cosecha, que son los ministerios de Moisés y Elías; y esos ministerios van a impactar también al pueblo hebreo en el Día Postrero.

Estamos en el tiempo correspondiente a estas promesas divinas. Por lo tanto, con nuestros ojos espirituales bien abiertos, vigilemos cuáles son las promesas para este tiempo final, y entonces vigilemos cómo van siendo cumplidas gradualmente, hasta que se cumplen plenamente.

Y cuando veamos estas cosas: las señales que han sido dichas que serán vistas en el Día Postrero, en el tiempo final: levantemos nuestras cabezas al Cielo, porque nuestra redención está cerca[5]; y por consiguiente levantemos nuestras cabezas a la Edad celestial, donde estaremos recibiendo la revelación de la Palabra prometida para este tiempo final.

La Iglesia tendrá (la que va a ser transformada) el poder de la revelación.

Recuerden que la revelación es un poder; y por consiguiente, con ese poder, Cristo al revelarse a Ella le da ese poder a Su Iglesia; y así le da las llaves de la revelación divina para dar a conocer estas cosas que deben suceder pronto.

Estamos muy cerca de nuestra transformación. Cuando veamos las cosas que fueron precursadas aconteciendo (hay muchas que son señales físicas), tengamos bien abiertos nuestros ojos, y nuestras vidas arregladas con Cristo; porque nuestra redención, la redención del cuerpo, la transformación, está cerca.

Y el que ha tenido los ojos espirituales bien abiertos, ha estado viendo que las cosas que han sido prometidas ya comenzaron a cumplirse. Ya están en el proceso del cumplimiento también algunas, otras ya se han cumplido, y así por el estilo; y las que faltan, también se cumplirán. Porque el trigo ha estado madurando a medida que el Sol en la Edad del Sol, la Edad de Oro de la Iglesia, nos alumbra y nos calienta con la Palabra revelada para nuestro tiempo, con los rayos de Luz de la revelación, para conocer las cosas que deben suceder en este tiempo, identificar las que ya han sucedido y las que están en proceso de cumplimiento.

“Los cielos y la Tierra pasarán, pero mi Palabra no pasará”, dijo Cristo[6]. Por lo tanto, estemos atentos, porque estamos madurando para ser cosechados en el Reino de Cristo: ser transformados si permanecemos vivos hasta ese momento de la transformación; pero si alguno se va adelante, no se preocupe: regresará con Cristo en la resurrección. Mientras tanto pues estará viendo desde el Paraíso, la sexta dimensión, lo que estará sucediendo acá.

Lo único: que ya no puede trabajar, porque ya su tiempo terminó en la Tierra; estará más cómodo allá (hablando en esos términos), pero deseará estar acá para trabajar. Pero a cada cual le toca una cantidad de tiempo para estar acá y trabajar en la Obra del Señor; y cuando se cumple ese tiempo, lo mejor que le puede pasar a la persona es que Dios le diga: “Mi siervo fiel, ven a descansar ya; ya has llevado a cabo la labor que te correspondía y ya es hora de descansar”.

Piense, si Dios no llamaba a descansar, a dormir (porque los santos no mueren, sino que duermen)… Si no dormían los de la primera etapa, segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta, serían millones de creyentes en Cristo en la Tierra; algunos con cientos de años y otros con miles de años. Pero cuando estemos en el Milenio entonces estaremos cientos de años, y mil años en ese Reino, y después por toda la eternidad.

“EL TRIGO MADURO”.

Dice Cristo que cuando el trigo madura, entonces viene la cosecha. Y la cosecha, dice: “¿Quién otro puede hacer la cosecha sino el Ángel del Señor?”. El Ángel del Señor, dice el hermano Branham, el reverendo William Branham, cuando es aplicado a los Ángeles de la cosecha, que hacen la separación entre el trigo y la cizaña[7]. O sea que será una Obra del Señor Jesucristo operando esos ministerios en el Día Postrero.

“El que persevere hasta el fin, este será salvo”. San Mateo, capítulo 24, verso 13.

Por lo tanto, ¡adelante!, y perseverando siempre; sabiendo que como está escrito así sucederá. Lo importante es estar bien agarrado de Cristo, y sobre todo en esta etapa en la cual estamos viviendo; alimentándonos siempre de la Palabra de Cristo, el Sol de Justicia; y así siendo madurados, hasta que lleguemos al punto en que seamos cosechados con nuestra transformación, el rapto o arrebatamiento, para ir a la Cena de las Bodas del Cordero.

El trigo ya maduro será llevado al Alfolí de Dios, será llevado a la Casa de Dios, para la Cena de las Bodas del Cordero. ¿Ven por qué es tan importante esta parábola para los seres humanos? Porque lo que dice aquí, nos muestra cuál será el futuro para el trigo y el futuro para la cizaña.

Y podemos decir claramente y sin lugar a equivocarnos, que la cizaña no tiene futuro: el futuro de la cizaña será el lago de fuego. El futuro del trigo será el Reino de Dios.

Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Con ustedes el ministro correspondiente en cada país.

“EL TRIGO MADURO”.

[Revisión junio 2024]

[1] Génesis 3:19

[2] San Juan 1:18

[3] Gálatas 2:20

[4] San Juan 14:6

[5] San Lucas 21:28

[6] San Mateo 24:35

[7] Citas, pág. 141, párr. 1260

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