Muy buenas noches, amados hermanos y amigos presentes, ministros y sus colaboradores también aquí presentes, y también los que están en diferentes países, ministros y sus congregaciones, y también al misionero Miguel Bermúdez Marín: Mis saludos, y que Dios nos bendiga grandemente en esta ocasión, y nos abra las Escrituras y el entendimiento para comprender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en Hebreos, capítulo 4, versos 14 al 16, y en el capítulo 26, verso 64, de San Mateo. Hebreos, capítulo 4 (primero), verso 14 en adelante, dice:
“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Y San Mateo, capítulo 26, verso 64, dice… 63 al 65, para completar más el cuadro, dice:
“Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo…”
Esto es cuando Jesús estaba siendo juzgado por el Concilio del Sanedrín. Leemos:
“Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!”
“EL TRONO DE LA GRACIA.”
San Pablo dice que nos acerquemos al Trono de Gracia para el oportuno socorro, para alcanzar la misericordia divina. Y Cristo dijo que Él se sentaría en el Trono del poder de Dios, el Trono celestial; y los apóstoles nos dicen que Él está sentado en el Trono celestial; y el mismo Cristo en Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, dice que Él se ha sentado en el Trono de Dios. Él había dicho que se iba a sentar, y se sentó. Capítulo 3, verso 20 al 21, dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Aquí nos habla de dos tronos: El Trono del Padre y el Trono de Jesús. Y ahora, en la misma forma que Él se sentó en el Trono del Padre, el Trono celestial, dice que el que venza se va a sentar con Él en Su Trono.
San Lucas, capítulo 1, versos 30 al 33, cuando el Ángel Gabriel le apareció a la virgen María y le habló de la promesa del Mesías-Príncipe, del Rey venidero, del Hijo de David, dice… Para tener el cuadro más claro, vamos a comenzar en el verso 26 de este capítulo 1 de San Lucas, que dice:
“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Aquí nos dice que Dios le va a dar el Trono de David. Recuerden que Cristo vino siendo conocido como descendiente del rey David; por lo tanto era un príncipe de la casa de David, en el cual se estaban cumpliendo las profecías de la Venida del Hijo de David para ese tiempo; y que pasaría por diferentes situaciones difíciles, y que moriría por el pueblo, para así llevar la Obra de Redención y con Su Sangre limpiar de todo pecado a toda persona que lo recibiera como Salvador.
Por eso encontramos en el Antiguo Testamento, en los sacrificios que llevaba el pueblo hebreo a cabo, que la sangre redimió a los primogénitos en Egipto cuando sacrificaron el cordero pascual, cada familia, y colocó la sangre, colocó sangre en el marco de las puertas de sus hogares, para la preservación de la vida de los primogénitos que vivían en ese hogar, en esa casa. La casa donde no estuviera la sangre aplicada en el dintel y los postes de la puerta del hogar, morirían.
Y esto era tipo y figura de la Sangre del Cordero de Dios, el Mesías-Príncipe, el cual Juan el Bautista dijo, cuando lo vio, a Jesús, dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” [San Juan 1:29]
También tenemos en la fiestas hebreas el día de la expiación, del día diez del mes séptimo de cada año, en donde se sacrifica un macho cabrío por Jehová, por el Señor, y otro por Azazel; y la sangre de ese macho cabrío – de la sangre de ese macho cabrío, el sumo sacerdote en una vasija lleva al lugar santísimo sangre, y esparce con su dedo siete veces sobre el propiciatorio; y así él hace esa labor de intercesión que corresponde al sumo sacerdote llevar a cabo en ese día cada año para que el pueblo quede reconciliado con Dios, sus pecados perdonados y llevado a cabo esa obra de expiación. Esta es la Fiesta de la Expiación, en Levítico, capítulo 23 y verso 26, en adelante, donde dice:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”
Esta fiesta para reconciliación, encontramos que es para bendición de cada persona que arrepentido pide perdón a Dios; y por cuanto hay una ofrenda, una expiación por las personas, la persona obtiene la misericordia divina. Pero si no se acerca a Dios y aprovecha esa oportunidad, si no, la persona queda condenada a ser talada del pueblo.
Por consiguiente, es importante saber el misterio de la Fiesta de la Expiación, como también de las demás fiestas hebreas; porque esas fiestas hebreas se estarían materializando, cumpliéndose en el Programa Divino para bien del pueblo.
Por ejemplo, tenemos la Fiesta de los Tabernáculos, en donde el pueblo hebreo, en el día correspondiente para esa fiesta, que era el día quince del mes séptimo, por siete días sería esa fiesta… En el contenido, la esencia de esa fiesta no es solamente que estén siete días viviendo en una cabaña (ya sea de ramas o en la forma correspondiente que lo hagan en cada sitio), sino que eso es el tipo y figura, la sombra, del Reino Mesiánico, del Reino Milenial del Mesías-Príncipe. Por lo tanto, eso nos da una luz muy grande de cómo será el Reino Milenial.
Cada fiesta impacta a la raza humana cada vez que es cumplida.
También tenemos la Fiesta de las Trompetas, de lo cual hablaremos en otra ocasión, pues en esta ocasión estamos hablando de “EL TRONO DE LA GRACIA.”
Es el Trono de Dios donde Jesús está sentado como Él dijo que se sentaría: a la diestra de Dios. Allí Él está como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, haciendo Intercesión con Su propia Sangre en el Trono celestial de Dios, en el Lugar Santísimo celestial del Templo celestial.
Y mientras Él esté allí, el ser humano que escucha la predicación del Evangelio y nace la fe de Cristo en su alma, recibe a Cristo como Salvador: así se acerca al Trono de Gracia, donde está sentado Jesucristo como Sumo Sacerdote del Templo celestial, y por consiguiente del Orden celestial; no del orden levítico, sino del Orden de Melquisedec.
A ese Orden también pertenecen los creyentes en Cristo. Dios los ha hecho sacerdotes del Orden de Melquisedec, como también son reyes porque Dios los ha hecho reyes; y ese es del Orden de David, y por consiguiente es del Orden de Melquisedec, que es el Rey de Salem. Y han sido hechos jueces también; por eso dice la Escritura en Primera de Corintios, capítulo 6, que los santos juzgarán al mundo, y aun a los ángeles.
O sea que los que forman la Iglesia del Señor Jesucristo están formando la Familia de Dios celestial, y formando también todos los miembros del Poder Judicial para el Reino del Mesías; y también el Orden sacerdotal celestial, que será establecido en la Tierra en el Reino del Mesías; y también el Orden político que estará establecido en la Tierra es el Orden de Melquisedec, es el Orden celestial, que es conocido también en la Tierra como el Reino de David y Trono de David.
Próximo domingo continuaremos hablando. Hasta aquí ya podemos tener un cuadro claro de “EL TRONO DE LA GRACIA”, donde Cristo está como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión por cada uno de nosotros y de toda persona que recibe a Cristo como Salvador; el Trono que Él dijo en el cual se sentaría; y se sentó.
Ese Trono algún día, cuando Cristo salga de Él, se convertirá en el Trono de juicio; ya no será Trono de misericordia. Veremos sobre ese tema el próximo domingo.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, en esta plática, en esta introducción al tema de estudio bíblico del próximo domingo en la escuela bíblica, en la cual esperamos grandes bendiciones de parte de Dios.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos. Si está aquí presente o en algún país, en donde se encuentre puede pasar al frente, y estaremos orando por usted; y así acercarse al Trono de Gracia, de Gracia y Misericordia, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Vamos a orar por las personas que en diferentes países están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Con nuestros rostros inclinados y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas las personas que en estos momentos en diferentes países están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino.
Señor Jesucristo, todas estas personas que están viniendo a Tus Pies, recíbeles, con Tu Sangre límpiales de todo pecado y, Señor, dales vida eterna. Tú eres el único que puede dar vida eterna; por lo tanto, dales vida eterna y colócalos en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo pido, Señor. Amén.
En diferentes países, los que han venido a los Pies de Cristo pueden ser bautizados; y que Cristo les bendiga, les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo.
Pasen todos buenas noches; y dejo al ministro correspondiente en cada país, y aquí dejo al reverendo Samuel García.
Hasta el próximo domingo, Dios mediante, en la continuación de la escuela bíblica correspondiente.
“EL TRONO DE LA GRACIA.”