Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes esta tarde en donde en medio del cristianismo se recuerda la Crucifixión de Cristo en la Cruz del Calvario.
Reciban todos en los diferentes países, también mis saludos, y que Dios me los bendiga grandemente.
Para esta ocasión quiero recordarles que el próximo domingo estaremos teniendo Santa Cena y Lavatorio de Pies: recordando a Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, y viendo la Obra que Él hizo por cada uno de nosotros, muriendo dos mil años atrás allá en Jerusalén.
Para esta ocasión leeremos en San Mateo, capítulo 27, versos 45 en adelante:
“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste.
Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.
Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;
y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,
entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.”
Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO EN LA CRUZ CORONANDO SU MINISTERIO.”
La muerte de Cristo en la Cruz del Calvario estaba profetizada en el Antiguo Testamento, y fue reflejada en diferentes siervos de Dios, profetas de Dios. Como en José, el hijo de Jacob, cuando lo echaron en un pozo; y luego fue sacado de allí y fue llevado a Egipto, y fue colocado, luego de diferentes momentos difíciles, fue colocado a la diestra de Faraón. Por lo tanto, el Faraón podía decir: “José es mi mano derecha.”
Y ahora, encontramos que la mano derecha de Dios es Jesucristo, porque a Él han sido encomendados todos los negocios del Padre; y la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es uno de los negocios del Padre que le fue encomendado a Cristo para realizar en favor de los seres humanos, tomando el pecado de todos nosotros, y así haciéndose mortal para morir por nosotros en la Cruz del Calvario. Él llevó nuestros pecados, por tanto nos libertó del pecado, y por consiguiente de la muerte.
La muerte de nuestra alma ya no puede hacernos daño, porque Él nos ha dado vida en nuestra alma; por lo tanto quitó la muerte y puso Su Vida, la Vida Eterna, en nosotros.
La muerte de Cristo en la Cruz del Calvario ha sido la muerte más importante que haya ocurrido en el planeta Tierra; porque Él estuvo llevando nuestros pecados, por los cuales murió en la Cruz del Calvario.
Ese era el propósito; por lo cual Juan el Bautista en San Juan, capítulo 1, versos 27 al 36, dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” O sea que Cristo vino para quitar el pecado del mundo. Juan le preparó el camino al que quitaría el pecado del mundo.
En San Juan, capítulo 10, versos 17 en adelante – 17 al 18 del capítulo 10 de San Juan, dice:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
O sea que Cristo vino con una misión divina: de poner Su vida por cada uno de nosotros, llevando Él nuestros pecados; por lo cual, Cristo desde antes de la fundación del mundo nos conocía. Estamos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, y Él vino para redimirnos, regresarnos a vida eterna, regresarnos a la Casa de nuestro Padre celestial.
Por lo cual, Él al tomar nuestros pecados sufrió la muerte; porque la paga del pecado es muerte. Él tenía que morir en la Cruz del Calvario, pero tenía que ser voluntariamente: “Nadie me quita la vida. Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” O sea, por Sí mismo, de buena voluntad, Él la puso; y murió, por amor a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan 3:16]
Es vida eterna lo que Él nos da cuando lo recibimos como único y suficiente Salvador. Es para darnos Vida, que Él murió en la Cruz del Calvario.
Por eso en San Juan nos dice, por el capítulo 12, verso 24: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda.” El grano de trigo es Cristo; si no cae en tierra y muere, Él solo queda. Continuaba viviendo, estaría viviendo todavía en la Tierra en carne humana; pero Él dice: “Solo queda.” Porque era el único que no había pecado, y el resto de los seres humanos tenían que morir. “Pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” Él tenía que morir para llevar mucho fruto, muchos hijos e hijas de Dios al Reino de Dios.
El grano de trigo es Cristo, la planta de trigo es Su Iglesia y los granos de trigo que nacen son los hijos e hijas de Dios a través de la manifestación de Cristo en Su Iglesia; dándoles vida eterna, fundados todos en el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Sin Cristo el ser humano está perdido, sin esperanza de vida eterna, sin futuro eterno. Cristo es la única esperanza de vida eterna para el ser humano. No buenas obras, no oraciones, sino Jesucristo es nuestra única esperanza para vida eterna. Todos, entonces, necesitamos a Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
En el cordero pascual que Israel ofreció a Dios allá en Egipto, en el capítulo 12 del Éxodo, aquel cordero pascual que cada padre de familia tomó el día 10 del mes primero (mes de Aviv), y lo tuvo hasta el día 14, y lo sacrificó para la preservación de la vida del primogénito o primogénitos que estaban en el hogar; cada padre de familia de por sí sacrificó ese cordero pascual, colocó la sangre en el dintel y los postes de su hogar, de la puerta de su casa; y todo eso era para la preservación del primogénito que estaba dentro del hogar.
Y ahora, en la Casa de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, está la Sangre del Cordero Pascual, Cristo, aplicada en la Puerta (la Puerta es Cristo); y el que entra por esa Puerta está bajo la protección de la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario.
En el cordero pascual, vean ustedes, estaba representado, tipificado Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario. Por eso Juan el Bautista en el capítulo 1, versos 27 al 36, de San Juan, dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario ya no se requieren sacrificios de animalitos por el pecado. Ya todo se cumplió en Jesucristo el Cordero de Dios. Ya de Cristo hacia acá se vive la realidad de lo que aquellos sacrificios tipificaban para Dios y Su pueblo.
Ahora bajo el Nuevo Pacto, bajo la Sangre de Cristo, se obtiene el perdón de pecados, se obtiene la limpieza de los pecados, y por consiguiente, se recibe el Espíritu de Cristo y se obtiene la vida eterna. Tan sencillo como eso.
Toda persona para recibir la vida eterna necesita a Cristo, el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Lo único que puede quitar el pecado de una persona es el Sacrificio de Cristo realizado en la Cruz del Calvario. No hay otra forma para quitar nuestros pecados de nosotros.
Por lo tanto, lo que fue aparentemente una tragedia para Cristo, ha venido a ser una bendición grande para todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador.
Cristo, antes de ser crucificado había sido coronado con una corona de espinas; pero Cristo siendo crucificado, allí se estaba coronando Su ministerio. El ministerio mesiánico de la Primera Venida de Cristo fue coronado en la Cruz del Calvario, llevando a cabo el propósito para el cual Él había venido: morir en la Cruz del Calvario para así quitar el pecado del mundo. Tan sencillo.
Lo que parecía una tragedia, era una bendición para la raza humana de aquel tiempo, de tiempos anteriores también, los cuales resucitaron con Él cuando Cristo resucitó; o sea, los creyentes escogidos del Antiguo Pacto, del Antiguo Testamento.
Y habrá otra resurrección: la resurrección de los santos del Nuevo Testamento. De lo cual estaremos hablando el próximo domingo y en otras ocasiones futuras, para que sepamos lo que Dios nos ha dado por medio de Cristo en Su Primera Venida, y Su Venida también el Día de Pentecostés en Espíritu Santo para estar en Espíritu en medio de Su Iglesia.
“JESUCRISTO EN LA CRUZ CORONANDO SU MINISTERIO.”
Allí estaba siendo coronado Su ministerio, porque estaba cumpliéndose aquello para lo cual vino. Llegó a la cúspide de Su misión en la Tierra.
Y ahora todos dependemos de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario para tener limpias nuestras almas de todo pecado, y estar dentro del Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia.
Sin Cristo el ser humano está perdido y sin esperanza en el mundo, sin esperanza de un futuro eterno, sin esperanza de vida eterna en el Reino de Dios; pero con Cristo tenemos la promesa que viviremos con Él por toda la eternidad.
Por lo cual, vemos a Jesucristo como la única esperanza que hay para todo ser humano. Lo vemos en la Cruz del Calvario siendo coronado Su ministerio mesiánico de Su Primera Venida, y las bendiciones que nos trajo con Su muerte en la Cruz del Calvario.
Por lo tanto, todo ser humano necesita a Cristo como único y suficiente Salvador. Por lo cual, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, puede hacerlo, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado; y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.
Para lo cual, puede pasar al frente y estaremos orando por usted que está aquí presente o que está en alguna otra nación reunido en estos momentos. Para lo cual, puede pasar al frente, para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo por todos los que estarán recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Vamos a dar unos minutos para que así puedan pasar al frente en los diferentes países, y también los que estén aquí que todavía no han recibido a Cristo y desean que Cristo les reciba, porque desean vivir eternamente, reconocen el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Ya no se requieren sacrificios de animalitos. Ya el sacrificio perfecto fue hecho por Jesucristo, el Cordero de Dios, en la Cruz del Calvario; con lo cual coronó Su ministerio en Su Primera Venida.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador:
Padre nuestro que estás en los Cielos, en el Nombre del Señor Jesucristo venimos a Ti, trayendo ante Tu presencia todas estas personas que aquí y en otros países están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración que estaremos haciendo por los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.
Doy testimonio público de Tu fe en mí y te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora preguntarán los que han venido a los Pies de Cristo: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan sencillo, para que sea accesible a todo ser humano.
Así es la salvación y vida eterna por medio de Cristo, el cual fue crucificado allá en el Monte… y… allá en Jerusalén, en el Monte Calvario, fue coronado Su ministerio; y tenía el rótulo, el escrito: “Jesús, Rey de los judíos.” Él es nuestro Rey también, el cual murió por nosotros en la Cruz del Calvario, coronando así Su ministerio en favor de cada uno de nosotros.
El bautismo en agua es tipológico. Es un mandamiento de Cristo para todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador. Aun el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista, y ordenó a todos los que le recibirían como Salvador, que fueran bautizados en Su Nombre. Lo cual es tipológico —el bautismo en agua—, en donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Estábamos en Él eternamente; así como físicamente estábamos en nuestro Padre terrenal, eternamente estábamos en Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, Él ha hecho provisión para regresar a la vida eterna todo hijo e hija de Dios que está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Próximo domingo estaré con ustedes nuevamente. El tema del estudio bíblico de domingo, de escuela bíblica, es: “JESUCRISTO RESUCITADO Y SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER DE DIOS.” Ese será el tema para el próximo domingo de escuela bíblica (o sea, pasado mañana).
Que Dios les bendiga y les guarde, y dejo con nosotros al reverendo José Benjamín Pérez, y en cada país dejo al ministro correspondiente, para que les indique a los que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos, cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo nuestro Salvador.
Que Dios les bendiga y les guarde, y hasta el próximo domingo, Dios mediante.
“JESUCRISTO EN LA CRUZ CORONANDO SU MINISTERIO.”