Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes países. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí una bendición muy grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Quiero invitar a todos los activistas por la paz a que se unan en la tercera campaña internacional de donación de sangre, la cual se llevará a cabo durante todo el mes de abril con el objetivo de promover una cultura de donación de sangre voluntaria y habitual en todos los países de la América Latina, en Estados Unidos y España.
También felicito a los países que están realizando los Foros Universitarios “Educando para No Olvidar – El Holocausto como paradigma del genocidio,” cumpliendo así el objetivo de transmitir a las presentes generaciones las lecciones universales que dejó esta etapa de la historia.
Quiero compartir con ustedes los videos de las actividades que tuvimos la semana pasada en la República Mexicana: un importante Foro en la Universidad Nacional de México, la UNAM, y la presentación de una segunda placa del proyecto “Huellas para no olvidar,” en la Embajada de Alemania.
Y el próximo domingo estaremos viendo el reportaje del ciclo de Foros Universitarios que inició la Embajada Mundial de Activistas por la Paz en la República de Colombia; eso es para el próximo domingo, ese documental que se estará pasando; pero para hoy tenemos el documental (3): un importante Foro de la Universidad Nacional de la República Mexicana, la UNAM, y la presentación de la segunda placa del proyecto “Huellas para no olvidar” en la Embajada de Alemania en la República Mexicana.
Por lo tanto, adelante con estos videos y luego estaré de nuevo con ustedes.
[Presentación de los videos-documentales]
Ya pudieron ver los trabajos que la Embajada de Activistas por la Paz está llevando a cabo en favor de la familia humana, trabajando por la paz integral de la familia humana; en foros universitarios, en congresos de diferentes países, también en embajadas, diferentes embajadas como la de Alemania, también la de Polonia y otras embajadas, la de Israel también; y en diferentes formas trabajando por la paz y felicidad de la familia humana. Porque sin paz no hay felicidad; y la meta de todo ser humano es la felicidad suya, de su familia y de su nación; y por consiguiente, de todas las naciones.
Para esta ocasión tenemos un pasaje muy importante, que normalmente hemos leído muchas veces, todos los que han leído la Biblia. Se encuentra en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 51 al 52, y dice de la siguiente manera:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LAS PROMESAS DE DIOS PARA EL FIN DEL TIEMPO.” Y esa es una de las más importantes.
El apóstol San Pablo, para hablarnos de esta promesa nos dice: “He aquí os digo un misterio.” Es el misterio mayor para la familia humana, que cambiará a millones de seres humanos que creyeron en Cristo en generaciones pasadas, en tiempos pasados, y de miles o millones que creen en este tiempo en el Señor Jesucristo.
Conforme a como están las condiciones en las naciones, podemos ver que las profecías correspondientes a este tiempo en el cual vivimos, se están cumpliendo: guerras y rumores de guerras, problemas de todas clases en todas las naciones, terremotos, maremotos, tsunamis, volcanes y así por el estilo; y una amenaza de una Tercera Guerra Mundial atómica, porque las armas atómicas son construidas para una guerra atómica; y eso da lugar a muchos problemas en la Tierra, que están señalados para el tiempo llamado ‘la gran tribulación,’ que durará tres años y medio.
Por lo tanto, hay solamente una esperanza real para el ser humano: la Segunda Venida de Cristo. Esa es la única esperanza que la raza humana tiene.
Se habla más en la Biblia, de la Segunda Venida de Cristo que de la Primera Venida de Cristo, hay más profecías. Para la Primera Venida de Cristo Él cumplió las Escrituras que hablaban para ese tiempo de la Venida del Mesías. Por esa causa Él decía: “Si no pueden creer en mí, crean a las obras,” y también les decía: “Escudriñad las Escrituras, porque ellas son las que dan testimonio de mí.” Daban testimonio de que Jesús era el Mesías; y que las obras que el Mesías estaría llevando a cabo, estaban siendo llevadas a cabo por Jesús.
Él decía que era el Padre el que obraba a través de Él. Él también decía: “El Padre mayor es que yo.” Por lo tanto, toda la gloria y la honra Jesús la daba al Padre que le envió.
Él vino para morir. Por eso Él dijo que Él vino para poner Su vida por Sus ovejas; y dijo: “Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar.” San Juan, capítulo 10.
Él vino para llevar a cabo la Obra de Redención del ser humano; para lo cual, teniendo vida eterna dio Su vida por nosotros, tomando nuestros pecados; y por cuanto “la paga del pecado es muerte,” así se hizo mortal para morir por todos nosotros la muerte que nosotros teníamos que recibir; y tuvo que ir donde nosotros teníamos que ir por nuestros pecados: al infierno. Y allá en el infierno les predicó a los espíritus encarcelados, que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, cuando se construía el arca, en la cual ocho personas fueron salvas por agua. Eso está en Primera de Pedro, capítulo 3, versos 18 al 22.
Cristo al morir, Su cuerpo luego fue sepultado, pero Él en cuerpo espiritual, cuerpo angelical, que es la imagen del Dios viviente, Cristo en Su cuerpo angelical bajó al infierno y les predicó a todas esas personas que fueron desobedientes en el tiempo de Noé. No creyeron a Noé y su Mensaje, se burlaban de que vendría un diluvio, pues en aquel tiempo no llovía; pero cuando Dios dice algo, Él lo va a cumplir, aunque aparentemente no sea posible porque nunca antes haya sucedido. No hay nada imposible para Dios: como Él ha dicho, así Él hará.
Y ahora ¿quién es Jesucristo? Algunas personas piensan que fue un judío el cual apareció allá en Israel, el cual nació a través de la virgen María en Belén de Judea; otros piensan que era samaritano, dice la Escritura que algunos decían así. Pero realmente ¿quién fue Jesucristo?
En Isaías, capítulo 7, verso 14, nos dice que era Emanuel; lo cual es citado en San Mateo, capítulo 1, cuando José piensa dejar secretamente, en secreto piensa dejar a María porque estaba embarazada; y como él no quería ofenderla quiso dejarla secretamente. Capítulo 1 de San Mateo, versos 18 en adelante, dice:
“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel (que traducido es: Dios con nosotros).”
Cristo en una ocasión allá en San Juan, capítulo 8, hablando con los judíos, les dice:
“Abraham vuestro padre…”
Capítulo 8, versos 56 al 58:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”
Aquí esta declaración de Jesús, al decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy,” si no sabemos quién es Jesús, entonces tendríamos que decir que era un mentiroso.
¿Pero quién es Jesús, que puede decir esas palabras y ser verdaderas? Cristo orando (por el capítulo 17 y capítulo 18 de San Juan), dice en Su oración al Padre… Capítulo 17 dice, verso 1 en adelante:
“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;
como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo (para contigo), con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”
Ahora, aquí Jesús dice, orando al Padre: “Glorifícame para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” Nos muestra que Cristo, que antes que el mundo existiera, Él estaba con el Padre; por lo tanto, no es cualquier persona Jesucristo. En San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas (y ahora nos dice que todas las cosas por Él —por el Verbo, por Cristo— fueron hechas), y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (o sea, que no hay nada que Dios haya creado, que no haya sido por medio de Jesucristo).”
Aquí lo estamos viendo como el Creador, pero esto es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.”
Por el Verbo: esta Luz verdadera que alumbra a todo hombre, Jesucristo, que dijo: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida (la luz de la vida eterna).” [San Juan 8:12]
“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (los judíos).
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
O sea, que la persona cuando nace, no nace como un hijo a una hija de Dios. Cuando nace como un hijo o una hija de Dios es cuando nace de nuevo: del Agua y del Espíritu Santo; como le dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, cuando le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.”
Y Nicodemo no comprendía, pensaba que tenía que nacer a través de su madre de nuevo, y le dice: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”
Para entrar al Reino de Dios, nacer en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios, tiene que nacer de nuevo; porque el nacimiento natural que hemos tenido no ha sido como hijos de Dios; pero por medio del segundo Adán, que es Cristo, el Hijo de Dios, nacen hijos e hijas de Dios por medio del nuevo nacimiento que Cristo produce por Su Espíritu en la persona.
Cristo es el segundo Adán y Su Iglesia la segunda Eva. Lo que Adán y Eva tenían que hacer para traer hijos e hijas de Dios con vida eterna, no lo hicieron, y trajeron hijos e hijas con vida temporal; porque Adán y Eva perdieron la vida eterna física y no le dejaron de herencia a su descendencia sino vida temporal. Pero ahora el segundo Adán (que es Cristo) con la segunda Eva (que es Su Iglesia) está produciendo, multiplicándose, está reproduciéndose en hijos e hijas de Dios, produciendo hijos e hijas por medio del nuevo nacimiento.
El Verbo que era con Dios, que es Cristo, dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”
Jesucristo es el Verbo, el Ángel del Pacto que se hizo carne, se hizo hombre en la Tierra naciendo a través de la virgen María; por lo cual, fue el Espíritu Santo que creó en la virgen María esa vida que nació en Belén de Judea.
Jesucristo es el Verbo, el Ángel del Pacto, el que le apareció a Moisés y le dice en el capítulo 3 del Éxodo: “Yo soy el que soy.” El Ángel del Pacto que le apareció a Moisés y le dice: “Yo soy el Dios de tu padre (Amram, que es el padre de Moisés), el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” El Ángel del Pacto, cuando le aparece el Ángel de Dios a Moisés, le habla esto.
Todos los que vieron al Ángel de Dios, al Ángel del Pacto, a ese ser celestial en la forma de un hombre, un ángel, un ser con cuerpo angelical, cuerpo de otra dimensión, dijeron como Jacob y como el padre de Sansón, Manoa: “He visto a Dios cara a cara.”
¿Y por qué estaban viendo a Dios cara a cara, cuando lo que estaban viendo era al Ángel de Dios? Sencillo. En Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, dice el apóstol Pablo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas (¿Cómo Dios hablaba? Por medio de los profetas, esa era la forma de Dios hablar; por eso el Mesías tenía que ser también un profeta),
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo), a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (¿Por medio de quién, Dios hizo el universo? Por medio del Hijo, Jesucristo);
el cual, siendo el resplandor (¿el resplandor de qué?) de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (la imagen de la sustancia Divina es Cristo; la imagen es el cuerpo angelical, el cuerpo espiritual llamado el Ángel del Pacto, el cual también es llamado el Espíritu Santo; porque un cuerpo espiritual, un espíritu, es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo como el de los ángeles de Dios), y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
El mismo Cristo dijo que Él se iba a sentar a la diestra de Dios; y aquí San Pablo dice que se sentó.
Ahora, en Colosenses también nos habla de este misterio y nos dice, Colosenses, capítulo 1, versos 12 en adelante, dice:
“…Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz (o sea, que los santos en luz tienen una herencia divina);
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Vean, nos ha trasladado en el Reino de Jesucristo; por lo tanto, hemos entrado al Reino de Cristo por medio de nacer del agua y del Espíritu. Nacer del agua es nacer del Evangelio de Cristo, porque “la fe viene por el oír la Palabra,” el Evangelio de Cristo, y “con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:17 y 10:10]
Y ahora, dice que: “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
No hay otra forma en que la persona pueda recibir la redención, sino por medio de la Sangre de Cristo; no hay otra forma en que el ser humano pueda obtener el perdón de sus pecados, sino por medio de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.
“Él es la imagen del Dios invisible…”
O sea, que Él es ese cuerpo angelical, teofánico, llamado el Ángel del Pacto, que le aparecía a los profetas desde Adán, hasta que se hizo carne y habitó entre los seres humanos y fue conocido por el nombre de Jesús. Ese Ángel del Pacto del cual Dios dijo que escucharan Su Voz, allá en Levítico y en el Éxodo. Por ejemplo, en el Éxodo, capítulo 23, verso 20 en adelante, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
¿Dónde está el Nombre de Dios? En el Ángel del Pacto que le aparecía a los profetas. Le apareció a Moisés y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.”
Ese Ángel del Pacto es la imagen, el cuerpo angelical de Dios; así como la imagen de cada persona es el cuerpo espiritual que tiene cada persona, llamado: el espíritu de la persona; y la semejanza de cada persona es el cuerpo físico.
La imagen de Dios es el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical; y la semejanza física de Dios, es el cuerpo físico de Jesucristo. Tan sencillo como eso. Ahí tenemos el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.
Por eso en Cristo estaba la plenitud de Dios. Él mismo dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre.” San Juan, capítulo 5, verso 43.
Así como vino el Ángel del Pacto en cuerpo angelical (Cristo) con el Nombre del Padre, el Nombre de Dios (el mismo Dios lo dijo: “Mi Nombre está en él,” en el Ángel), y ahora cuando viene en carne humana el Nombre de Dios está en Cristo: “Yo he venido en nombre de mi Padre.”
Y ahora, continuamos aquí en Colosenses, donde dice:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
No estamos solos en este planeta Tierra, hay seres en otras dimensiones, llamados ángeles si son buenos, y llamados demonios si son malos; los que son malos pertenecen a la quinta dimensión, y los que son buenos pertenecen a la sexta dimensión, la dimensión de los cuerpos angelicales. Ese es el lugar a donde van las personas que sirven a Cristo todos los días de su vida; ángeles de Dios vienen a buscarlo y lo llevan al Paraíso, que es la sexta dimensión, donde permanecen hasta la resurrección que Cristo llevará a cabo en Su Segunda Venida.
Ahora, podemos ver que la resurrección de los muertos que resucitarán, creyentes en Cristo que resucitarán, en cuerpos glorificados, cuerpos, inmortales y jóvenes, representando de 18 a 21 años de edad, será sencilla. ¿Por qué? Porque Cristo tiene todo el poder en el Cielo y en la Tierra; y es por medio de Jesucristo que Dios creó los Cielos y la Tierra. Por eso por Él fueron hechas, creadas, todas las cosas.
Podemos ver, entonces, que Jesucristo no es cualquier persona, no es cualquier hebreo o judío que apareció por casualidad en la tierra de Israel. Es el Creador de los Cielos y de la Tierra, a través del cual Dios estaba velado en un cuerpo angelical, a través del cual habló a existencia todas las cosas.
Por eso luego, cuando se viste también de un cuerpo de carne llamado Jesús, tenemos a Dios el Padre con Su cuerpo angelical (que es el Ángel del Pacto, Él es Cristo en Su cuerpo angelical), y tenemos a Dios con Su cuerpo de carne llamado Jesús. En Él habitó toda la plenitud de Dios.
Por eso el ser humano fue creado también a imagen y semejanza de Dios; por eso el ser humano es alma (equivalente a Dios el Padre), es espíritu (equivalente al Ángel del Pacto, al Espíritu Santo) y es cuerpo de carne (equivalente al cuerpo de carne llamado Jesús). Alma espíritu y cuerpo, así como Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tan sencillo como eso. Es la única creación que es a imagen y semejanza de Dios, es la corona de la Creación.
Por eso cuando el Mesías Príncipe vino, tuvo que venir en un cuerpo físico de carne, porque ese es el cuerpo físico de Dios; cuerpo físico que ya está glorificado. Y en la misma forma en que está glorificado el cuerpo de Jesucristo, van a estar glorificados los cuerpos que Cristo le dará a todos los creyentes en Él que han muerto y están en el Paraíso en cuerpos espirituales, angelicales, y regresarán con Cristo en Su Venida a la Tierra; y Cristo les dará en la resurrección cuerpos eternos, inmortales, glorificados y jóvenes para toda la eternidad; y a los que estemos vivos nos transformará.
Y entonces todos tendremos cuerpos inmortales, como dice aquí la Escritura que hemos leído, lo cual es un misterio; pero es un misterio divino que va a ser materializado. Y el ejemplo lo dio Dios con la resurrección de Cristo, el cual está glorificado, joven, para siempre, representando de 18 a 21 años de edad, que será la edad que representará también cada creyente en Cristo cuando tenga su cuerpo eterno, inmortal y glorificado. Y así es como Dios por medio de Cristo regresará a la vida eterna a todos los creyentes en Él.
Ya tienen vida eterna cuando lo han recibido como Salvador, sus almas tienen vida eterna; pero el cuerpo físico todavía no tiene vida eterna, sino potencialmente; pero literalmente no tenemos vida eterna física. Y por eso vivimos una temporada, unos menos, otros más; y el que pasa de 80 años es un campeón en la actualidad; el salmista dice: “70 años y en los más fuertes 80 años,” o sea que pasar de 80 años es que una persona ha sido fuerte físicamente y ha logrado sobrevivir; y si sigue y llega a los 100: un campeón de mayor altura. Pero no piense que esos son los únicos campeones: Adán vivió 930 años, Matusalén vivió 969 años. Pero han estado siendo acortados los años; eso ha evitado que la sobrepoblación sea muy grande, y la persona no necesita tantos años.
Cualquier persona me puede decir: “Yo necesito muchos.” No; lo que necesita es la cantidad de años que, y en los cuales, usted pueda recibir a Cristo como único y suficiente salvador, y así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
El apóstol Pablo decía, hablando del Paraíso (donde van los creyentes en Cristo), que quisiera estar allá presente, en el Paraíso; pero por causa de los creyentes convenía que él permaneciera un poco más de tiempo en la Tierra.
En el Paraíso se acaban las preocupaciones de madrugar para ir al trabajo. Y comienza el trabajo, no cuando llega a la oficina, comienza el trabajo en la cama, para levantarse: “Tengo que levantarme para ir al trabajo”, y ya comienza con trabajo al levantarse. Y después cuando entra al tráfico (si vive en una ciudad con mucho tráfico): el trabajo en el tráfico para poder llegar a continuar con el trabajo. Y así pasa el día. Y regresa con el tráfico, pasándose un poco de trabajo hasta llegar a la casa, en donde espera reposar, descansar, y ahí la esposa le recibe con alegría. Fue un día de victoria para la persona, porque regresó sano y salvo al hogar, porque en la calle hay muchos riesgos. O sea, que cada día la persona recibe una victoria, obtiene una victoria.
Esos problemas ya no existen en el Paraíso. Allí no se va a trabajar, tampoco a dormir, allí no hay noche; allí se va a reposar de los trabajos terrenales, ahí su vida es diferente. Y no se cansan allí las personas ni duermen. Están en una dimensión de la cual no quieren salir a menos que sea para resucitar en cuerpos eternos y glorificados. Pero para volver a la Tierra y pasar los mismos trabajos y luchas, nadie quiere salir de allí para venir acá; solo para ser resucitados en cuerpos eternos, glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo; y joven, porque nadie quiere ponerse viejo. Y si regresan para resucitar en cuerpos iguales, morirían después de cierta cantidad de años por alguna causa, o por vejez, por edad avanzada. Pero la resurrección prometida para los creyentes en Cristo, y transformación para los que estén vivos, es una promesa Divina que Cristo cumplirá; porque Él tiene el poder para cumplir lo que Él ha prometido.
Ya sabemos quién es Cristo. Es el Verbo que era con Dios, en el cual Dios mora y morará en toda Su plenitud eternamente.
Para que tengamos un cuadro más claro, la Escritura dice en San Juan, capítulo 1, verso 18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le declaró, o sea, le ha dado a conocer.”
Entonces los que vieron a Dios al ver al Ángel del Pacto, no vieron a Dios; lo que vieron fue la imagen, el cuerpo angelical de Dios, en el cual Dios estaba hablándole a aquellos profetas de la antigüedad.
Pero es como cuando una persona lo ve a usted y usted me ve a mí; y usted dice: “Vi a tal persona (y la menciona por el nombre), y tal persona (dice) me vio a mí.” Vio su cuerpo de carne, su casa terrenal, pero no lo vio a usted, porque usted es alma viviente; pero por cuanto es su cuerpo físico, su cuerpo físico está identificado con usted y lleva su nombre.
Así es para con Dios: “Nadie jamás ha visto a Dios,” dice San Juan, capítulo 1, verso 18, “el unigénito Hijo del Padre (o sea, que es Cristo), Él le ha dado a conocer.”
Estando en Su cuerpo angelical, en el cual estaba Dios habitando en ese cuerpo angelical, le apareció a diferentes personas desde Adán en adelante; y estaban viendo a Dios, porque estaban viendo el cuerpo angelical, la imagen del Dios viviente.
Y luego, cuando el Verbo se hizo carne, cuando el Ángel del Pacto se hizo carne, encontramos que en Él estaba Dios. Cristo decía:” El Padre que mora en mí, Él hace las obras.”
En Cristo estaba Dios en toda Su plenitud (Dios con Su cuerpo angelical dentro del cuerpo de carne); por eso Cristo dice: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú, Felipe: Muéstranos al Padre y nos basta? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante. Y San Juan, capítulo 10, verso 30, dice: “El Padre y yo una cosa somos.”
Eso es así como usted y su cuerpo espiritual y su cuerpo de carne son una sola cosa: una persona vestida de un cuerpo terrenal para llevar a cabo las cosas que le corresponde realizar mientras vive en la Tierra. Y de todas las cosas, la más grande es ser rociado con la Sangre de Cristo y limpiado de todo pecado; para eso es que hemos venido a este planeta Tierra, para así confirmar nuestro lugar en la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. No hay otra forma para el ser humano obtener la vida eterna.
Recuerden a Cristo hablando en San Juan, capítulo 10, versos 27 en adelante cuando dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Él vino conforme al Programa de Dios correspondiente a aquel tiempo. Por eso la Escritura nos habla de que el que cree en Cristo tiene vida eterna: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida.” [San Juan 5:24]
Es importante conocer las Escrituras, la Palabra para el tiempo en que la persona vive; para que así pueda ver el cumplimiento de ellas, las que ya se cumplieron, y las que están en proceso de cumplimiento; y pueda obtener las bendiciones, los beneficios que hay en la Palabra prometida de Dios para el tiempo en que la persona está viviendo.
Porque de otra forma le sucedería como le sucedió a miles o millones de personas que vivieron en los días de Jesús, y no supieron, no creyeron que Jesús era el Mesías prometido, no creyeron que Jesús era el Hijo de Dios; pero los que lo recibieron: Dios les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, produciendo en ellos el nuevo nacimiento.
Tenemos que entender para qué estamos viviendo en este planeta Tierra, y saber que la vida (dice Cristo) no es la comida: “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” [San Mateo 4:4]. Así es la vida eterna y para la vida eterna.
Y ahora, ¿cómo va a suceder la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos? Pues el apóstol Pablo dice: “Os digo un misterio.” Es un misterio muy grande, que toda persona quisiera conocer.
En Colosenses y Filipenses, el apóstol Pablo nos habla de estas cosas. Y en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 11 en adelante, y Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58.
Ahora veamos lo que dice en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21. Dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”
¿Y cómo podemos tener una ciudadanía en los Cielos, si hemos nacido aquí en la Tierra? Por medio del nacimiento físico que tuvimos a través de nuestros padres terrenales, tenemos una ciudadanía terrenal, de la nación donde usted nació. Y por medio del nuevo nacimiento, el cual es del Cielo, somos ciudadanos celestiales; nuestra ciudadanía entonces, como creyentes en Cristo, es celestial.
“…de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo…”
¿De dónde lo esperamos? Del Cielo, de donde es nuestra ciudadanía; nuestra ciudadanía espiritual, como creyentes en Cristo.
“…el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (lo estamos esperando para nuestra transformación)…
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (para que sea como Su cuerpo glorificado; para tener un cuerpo glorificado, joven, eterno, inmortal, incorruptible, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo)…”
Y entonces seremos totalmente inmortales, en lo físico seremos también inmortales.
Usted se mirará en el espejo y se verá como de 18 a 21 años; y cuando haya pasado mil años volverá a mirarse y verá que está igual; y cuando haya pasado un millón de años podrá decir: “Voy a revisar cómo está mi físico (que es lo primero que uno mira en el espejo, y dirá): Estoy tal y como estaba un millón de años atrás.” Y mirará a Jesucristo y dirá: “Jesucristo está tan joven como cuando subió al Cielo, representando de 18 a 21 años de edad.” Eso es la vida eterna física para todos los creyentes en Él.
“…el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (¿Ve? Para que sea como Su cuerpo glorificado), por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas (con ese poder que Él tiene para sujetar a Sí mismo todas las cosas).”
Recuerden que Él dijo en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Y si le fue dado todo poder, ¿se habrá quedado Dios el Padre sin poder? No, porque Dios está en Él. El cuerpo físico de Jesucristo glorificado, es la semejanza física de Dios; y el cuerpo espiritual, angelical, es la imagen de Dios, donde habita Dios en toda Su plenitud. Y cuando lo veamos: seremos transformados, los que estemos vivos creyentes en Cristo.
Ahora hemos visto por qué es importante conocer las promesas de Dios para el tiempo del fin, en el cual nosotros estamos viviendo.
Estamos viviendo en el tiempo más importante de la historia bíblica, estamos viviendo en el tiempo más importante de y para la familia humana, estamos viviendo en el tiempo en que los creyentes en Cristo están esperando la Venida del Señor con Sus Ángeles y con todos los santos que durmieron, que murieron físicamente, los cuales Él traerá y los resucitará en cuerpos eternos, jóvenes, glorificados, inmortales; y a los que estemos vivos nos transformará.
Con razón San Pablo dijo: “He aquí, os digo un misterio…” Y nos dice que será a la Trompeta Final, a la Final Trompeta, o sea, al final Mensaje de Dios, al Mensaje de Gran Voz de Trompeta prometido para la Iglesia del Señor Jesucristo.
“…porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” [Primera de Corintios 15:51-52]
La Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta: el Mensaje Final de Dios para Su Iglesia. Por lo tanto, es importante conocer todas estas promesas que corresponden a este tiempo final, para ser cumplidas por Cristo nuestro Salvador.
Es importante que toda persona reconozca que su alma clama por vida eterna. Todos queremos vivir eternamente y todos tenemos la posibilidad de lograrlo. ¿Cómo? recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador, y así asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
De todas las decisiones que el ser humano hace (y hace muchas en su vida), hay solamente una que lo coloca en la vida eterna y es: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted.
Ya yo le recibí y Él me ha dado vida eterna en mi alma; y me dará vida eterna física en un cuerpo eterno inmortal, incorruptible, que Él ha prometido darme a mí. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
De todas las decisiones, la decisión más grande es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Esa es la única decisión que coloca a la persona en la vida eterna, con Cristo en Su Reino eterno.
“El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan, capítulo 5, verso 24).
Cristo tiene muchos hijos e hijas de Dios aquí en la República del Paraguay, y los está llamando en este tiempo final para darles vida eterna.
Todavía continúan viniendo más personas para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. En los demás países también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino.
Recordando las palabras de Cristo a Marta, la hermana de Lázaro, cuando dice en San Juan, capítulo 11, verso 23 en adelante:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Es importante que toda persona asegure su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, mientras vive en esta Tierra. Después que termine sus días de vida en la Tierra, si no recibe a Cristo ya no tiene oportunidad para recibirlo; es mientras vive en esta Tierra.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.
Los niños también, de 10 años en adelante, pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Recuerden que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]
Dios tiene mucho pueblo en la República del Paraguay, y en toda la América Latina y el Caribe, y demás naciones; y los está llamando para darles vida eterna.
Es un asunto de vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Recuerden que Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” Ninguna otra persona puede darle vida eterna a otra persona; solamente hay uno, y es JESUCRISTO. Él tiene la exclusividad de la vida eterna, para darla a todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados:
Señor, Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi alma, en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma.
Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.
Sálvame, Señor. Haz realidad la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario, hazla una realidad en mí. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino. Y ahora ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15 al 16]. Tan simple como eso.
Usted me dirá: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, y lo he recibido como mi Salvador. Ahora quiero ser bautizado en agua en Su Nombre, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón: bien pueden ser bautizados.
El bautismo en agua no quita los pecados. El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, en el cual la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando el ministro predica el Evangelio y recibe a Cristo como Salvador, la persona muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una vida nueva: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso es el bautismo en agua en su tipología, en su simbolismo.
Por lo tanto, todos pueden identificarse con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección: siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Son millones de seres humanos que han recibido a Cristo desde el Día de Pentecostés hacia acá, y han sido bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en ellos el nuevo nacimiento; y han entrado al Reino de Cristo, al Reino de Dios. Y todavía siguen entrando al Reino de Dios miles o millones de seres humanos.
Y ustedes son, en estos momentos, personas que están entrando al Reino de Cristo, al Reino de Dios. Por lo tanto, pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; a ustedes que están presentes y los que están en otras naciones. Y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo para disfrutar esa vida eterna en el Reino con Cristo.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo al ministro Porfirio Tillería, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor; y en cada país dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LAS PROMESAS DE DIOS PARA EL FIN DEL TIEMPO.”