Tiempo para ser purificados

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes lugares, ministros y sus congregaciones; y sobre todo, la Iglesia La Gran Carpa Catedral en Cayey, Puerto Rico.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos abra las Escrituras y el corazón y la mente para entender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Un saludo muy especial para el misionero Miguel Bermúdez Marín. Que Dios te bendiga, Miguel, y te use grandemente en Su Obra en este tiempo final.

Para el martes 4 de marzo de este año en curso, a las 5:00 de la tarde, estaremos en el lugar llamado Corporativo Polanco de Room Center, Calle Homero (dice “sin / número,” no tiene número. No es que el nombre es… o ¿es el nombre “sin número” también? O es que no tiene número, y que es sin número. No tiene número), entre Jaime Balmes y Luis Vives, Colonia Morales Polanco. Esa será la Reunión Nacional de la Embajada en el D.F., el próximo martes, 4 de marzo. A la cual están invitados ¿quiénes? ¿Todos? No pueden pasar de cincuenta mil, porque no caben.

Se está llevando a cabo en la República Mexicana, al igual que en otras naciones, una labor muy importante a nivel parlamentario (de los parlamentos de todas las naciones), también a nivel académico en las universidades y escuelas, y en todas las demás esferas de la sociedad. Y están invitados, tienen las puertas abiertas todos los que anhelan trabajar como Activistas por la Paz, con la Embajada de Activistas por la Paz; o sea, que desean ser personas pro-activas.

No solamente disfrutar cuando están viendo los documentales y decir: “Si yo hubiese estado allí, hubiera tenido una partecita. Si yo hubiera estado allí y fuera un Activista por la Paz, aparecería ahí como Activista por la Paz.” No nos conformamos con ser meros o meramente espectadores, sino personas proactivas en favor de la paz de la familia humana.

Por lo tanto, les invito a ser actores en este tiempo de la historia, de lo que será la historia, para que aparezcan como héroes de la historia de este tiempo final. Como aparecen San Pablo, San Pedro y los demás apóstoles, como héroes de la fe, también aparecerán ¿quiénes? Todos ustedes y yo también.

Leemos en el libro del profeta Daniel, capítulo 12, versos 1 en adelante, donde nos dice:

“En aquel tiempo se levantará Miguel…”

O sea, el Arcángel Miguel, el Arcángel que está de parte de los hijos de Israel. Toda nación quisiera tener al Arcángel Miguel como su arcángel guardián.

“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo (o sea, de parte de Israel); y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro (o sea, se hallen escritos en el Libro de la Vida).

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.

Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.

Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río.

Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas?

Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas.

Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?

Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.

Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.

Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días.

Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días.

Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“TIEMPO PARA SER PURIFICADOS.” Es nuestro tema para esta ocasión.

A través de la historia del pueblo hebreo, y aun desde Adán hacia acá, encontramos sacrificios de animalitos que eran hechos para cubrir con ellos los pecados de las personas, y encontramos diferentes sacrificios; porque el ser humano quiere purificarse, ser purificado delante de Dios. Y Dios dio esos sacrificios en el Antiguo Testamento, los cuales serían el tipo y figura de lo que vendría más adelante en una nueva dispensación.

Aquellos sacrificios y ofrendas ofrecidas por la descendencia de Adán eran aceptados por Dios y cubrían los pecados de las personas, porque eran el tipo y figura de un Sacrificio perfecto que vendría más adelante, efectuado por el Mesías Príncipe en Su Primera Venida al pueblo hebreo.

Y si el tipo y figura era efectivo… aunque tenía que repetirse cada año y solamente cubría el pecado, no lo quitaba; porque la sangre de los animales no tiene el poder para quitar el pecado, porque los animales no tienen alma; pero ese era el tipo y figura, la sombra, de lo que vendría más adelante en la Primera Venida del Mesías.

Se requiere estar conscientes que la paga del pecado es muerte, o sea, separación eterna de Dios; es separada la persona de Dios, y por consiguiente de la vida eterna. Cuando la persona está consciente de eso, comprende que necesita un Sacrificio de Expiación, que necesita un Redentor, un Salvador.

Ya no están los sacrificios de animalitos allá en Israel, en Jerusalén, en el templo, pues no está el templo ya, ya no existe el templo; y por consiguiente, los sacrificios de animalitos para cubrir el pecado tampoco existen ya. Pero hay un Sacrificio perfecto que con Su Sangre limpia al ser humano de todo pecado, y es purificado delante de Dios.

Capítulo 12, versos 10, dice, aquí en la lectura que tuvimos:

“Muchos serán limpios…”

Y los sacrificios de animalitos no limpian a la persona de todo pecado; por lo tanto, está hablando de un Sacrificio que se efectuaría, el cual está representado en los sacrificios que se efectuaban; y sobre todo, el sacrificio de expiación del macho cabrío del día 10 del mes séptimo de cada año (de Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29), para la reconciliación de la persona con Dios.

Y también en el capítulo 12 del libro del Éxodo, donde Dios ordena a Moisés que cada padre de familia separe un cordero de un año, sin defecto; y lo haga el día 10 del mes de Aviv, o primer mes del año religioso de Israel; y el día 14, entre la tarde del día 14 y la tarde del día 15, sea sacrificado. O sea, que el día 14 se tenía que efectuar, y el día 15 sería la Pascua.

Encontramos que ese sacrificio era tan importante: para evitar que los primogénitos del pueblo hebreo murieran en la noche de la Pascua, a medianoche, cuando Dios heriría a los primogénitos que estaban viviendo en Egipto, comenzando con el hijo primogénito del Faraón, y continuando con todos los primogénitos egipcios, y aun los primogénitos de los animales también. Pero la revelación para evitar la muerte de los primogénitos la dio Dios, la otorgó al profeta Moisés, el profeta de la Dispensación de la Ley.

Una cosa tan sencilla como esa libraría a los primogénitos hebreos, porque la sangre de ese sacrificio, de ese cordero pascual, sería aplicada sobre el dintel y los postes de los hogares hebreos, y estarían dentro de esos hogares los primogénitos, toda la familia reunida, comiendo la Pascua, o sea, comiendo el cordero pascual asado.

Vean, Dios da detalles ahí. Ninguna persona podía decir: “Yo quiero comer cordero a la carta, a como yo quiera. Lo quiero guisado o lo quiero hervido.” No; ya Dios dijo cómo tenían que preparar el cordero: asado en fuego, pasado por fuego.

Y luego que salieran de Egipto, no podían decir: “Para la salida me voy a llevar un pedazo de cordero para el viaje, porque ese viaje no se sabe cuánto tiempo dura; aunque son, quizás, tres meses a pie, de aquí a la tierra prometida; por lo tanto necesitamos tener algo de comer.” Pero vean, Dios no les dijo: “Lo que sobre lo empacan y se lo llevan para el camino (del cordero no podían llevar nada). Se comen todo durante la noche; y lo que sobre: lo queman en fuego.”

Ese cordero pascual y su sangre, que libraría a los primogénitos hebreos de la muerte, representa al Mesías Príncipe que vendría para salvar a los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales vendrían a ser los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por eso funcionó el sacrificio del cordero pascual en cada hogar hebreo, en la víspera de la Pascua, que fue sacrificado. Y en la Pascua, en donde pasaba Dios hiriendo a todos los primogénitos egipcios, no llegaría el ángel de la muerte a esos hogares que tuvieran la señal de la sangre aplicada en el dintel y los postes de las puertas de sus hogares.

Vean, una cosa tan sencilla era lo que libraría a los primogénitos hebreos. Y ¿qué libraría a los Primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que formarían la Iglesia del Señor Jesucristo? La Sangre del Cordero de Dios, el cual Juan el Bautista, cuando vio a un joven que vino a las actividades, a las campañas de Juan el Bautista, por allí por el Jordán, cuando lo vio, dijo: “He aquí, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Ya lo identificó como el antitipo, o sea, como la persona que estaba representada en el cordero pascual que sacrificó el pueblo hebreo allá en Egipto, en la víspera de la Pascua, para en la Pascua ser librado cada primogénito en cada hogar hebreo.

El apóstol Pablo nos dice en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7: “Porque nuestra pascua, la cual es Cristo, ya fue sacrificada (¿sacrificada por quién?) por nosotros.”

Fue sacrificada por los Primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Por eso en Hebreos, capítulo 12, nos dice el apóstol Pablo, verso 22 en adelante, dice:

“…Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”

La congregación de los Primogénitos que están escritos en el Cielo o en los Cielos, es la Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por todos los creyentes en Cristo que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero; porque es el Cordero de Dios, el Cordero Pascual, el cual murió por todos esos Primogénitos que, si Adán y Eva no pecaban, apareceríamos allá como descendientes directos de Adán y Eva.

Pero no hay ningún problema: teníamos que aparecer en esta Tierra, aunque con unos dos mil…, alrededor de dos mil o dos mil algo, de años, más adelante, a través de Adán y Eva actualizados.

En Primera de Corintios, capítulo 15, el apóstol Pablo nos dice que Cristo es el segundo Adán; y así como la muerte entró por un hombre: Adán, el primer hombre; y dice [verso 22]: “En Adán todos mueren.” O sea, que todos los descendientes de Adán vinieron a ser mortales, “todos mueren”, y murieron a la vida eterna; por eso “todos mueren”: porque ya perdieron la vida eterna; no pueden vivir eternamente con cuerpos físicos, cuerpos de carne.

Por eso estos cuerpos que tenemos vienen como descendientes de Adán y Eva, pero como mortales; pero como inmortales vienen: nuestro cuerpo angelical al recibir al Espíritu Santo; y como cuerpo físico: cuando seamos transformados. Y todo eso es herencia para nosotros, de parte del que nos amó y se entregó por nosotros en la Cruz del Calvario llevando nuestros pecados, y así haciéndose mortal; porque “la paga del pecado es muerte.” Él tomó la muerte. Él vino para salvar lo que se había perdido; y por consiguiente Él llevó nuestros pecados en la Cruz del Calvario.

Y ahora todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, son pertenecientes a esa familia celestial, son ciudadanos celestiales, como dice el apóstol San Pablo en Filipenses, capítulo 3, verso 20, cuando dice de la siguiente manera…, lo cual cada persona debe recordar para saber que vino del Cielo a esta Tierra; vino su alma del Cielo para hacer contacto con la vida eterna, que es Cristo nuestro Salvador, para recibir la redención, la salvación:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”

Todos los creyentes en Cristo, que forman la Iglesia del Señor Jesucristo, su ciudadanía celestial la tienen porque han nacido de nuevo, como Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Y el Reino de Dios es celestial, pero el reino de los gentiles es terrenal. [San Juan 3:5]

O sea, que tenemos una ciudadanía terrenal porque nacimos según la carne; y tenemos una ciudadanía celestial porque nacimos según el Espíritu de Dios. Como ciudadanos terrenales somos descendientes de Adán y Eva, el padre y madre de la familia humana según la carne; pero como creyentes en Cristo nacidos del Agua y del Espíritu, nacidos del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, somos descendientes celestiales y hemos nacido del segundo Adán y la segunda Eva; del segundo Adán, que es Cristo, y la segunda Eva, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y esas personas son las que tienen la Sangre de Cristo aplicada en su alma, porque tienen la Vida de la Sangre, que es el Espíritu Santo. Y por consiguiente, esa es la descendencia del segundo Adán, el cual tiene unas cuantas generaciones.

Y ahora estamos en la última generación de Jesucristo, los últimos hijos e hijas de Dios por medio de Cristo, que nacerían del Cielo, en el Reino de Cristo nuestro Salvador. Y cuando se complete esa familia, Cristo habrá completado Su descendencia celestial; los cuales serían purificados con un mejor Sacrificio que el de los animalitos que se usaban allá en el templo, y que venían usándolos de Adán hacia acá. Esos animalitos son los que están más seguros en el Reino de Dios.

Recuerden que los animales no tiene alma, pero tienen cuerpo de carne y tienen espíritu también. Por eso fue que el reverendo William Branham vio en el Cielo, en la sexta dimensión, su caballo que había ya muerto hacía tiempo, y también vio su perro; estaban en cuerpo espiritual. Y van a tener también cuerpos físicos en cierto momento.

Algunas personas piensan que en el Cielo no hay animales; pero el que lee la Escritura, lee el Apocalipsis o lee el libro del profeta Ezequiel, u otros libros de la Biblia, encontrará que sí hay en el Cielo, pero en cuerpos espirituales.

En Hebreos, capítulo 9, versos 20 en adelante, dice… Esto fue cuando Moisés dedicó el templo a Dios, cuando fue hecho el primer Pacto, cuando fue dado el Pacto o Testamento al pueblo. Dice [verso 18]:

“De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.

Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,

diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado (o sea, la sangre del pacto fue la que Moisés presentó ante Dios, la cual roció sobre el pueblo, sobre todo el pueblo).

Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.

Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así (o sea, todo aquello era tipo y figura de las cosas celestiales); pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.

Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”

Y ahora, podemos ver por qué Cristo dijo en la última cena que tuvo con Sus discípulos: “Esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de sus pecados.” Ya Dios no acepta sangre de animalitos, por más perfectos y hermosos que usted vea los animalitos. El más perfecto Sacrificio lo hizo Cristo, y por consiguiente, si fue un Sacrificio perfecto, no hay más sacrificios por el pecado del ser humano para ser redimidos.

Por consiguiente, todo ser humano necesita a Cristo y Su Sangre para poder ser redimido, ser perdonado y ser limpiado de todo pecado, y ser restaurado al Reino de Dios con vida eterna. No hay otra esperanza para el ser humano, para vivir eternamente; y todos queremos vivir eternamente. Y el secreto para vivir eternamente es Cristo.

Por eso nos dice San Juan, capítulo 3, versos 11 en adelante, dice, ó 10 en adelante dice:

“Respondió Jesús y le dijo (o sea, esto fue a Nicodemo): ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?

De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.”

El Hijo del Hombre que está en el Cielo. ¿Y cómo entender que está en el Cielo y estaba en la Tierra?

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…”

Esto es, siendo crucificado. Fue levantado de la Tierra porque quedó entre el cielo y la tierra, no estaba tocando tierra; o sea, que quedó entre el cielo y la tierra en Su muerte en la Cruz del Calvario. ¿Para qué?

“…para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Por eso Él decía: “Si fuere levantado, a todos traeré a mí mismo.” Y por medio de la predicación del Evangelio están siendo traídos a Cristo las personas. Cristo trayéndolos a todos: “Traeré a mí mismo.” [San Juan 12:32]

[San Juan 3:16-19]:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”

“La Luz vino al mundo.” Y Cristo dijo: “Yo soy la luz del mundo.” San Juan, capítulo 8, verso 12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (la Luz de la vida eterna, que es Cristo).”

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo (San Juan, capítulo 1, verso 9 en adelante).

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

Esa es la bendición que han recibido todos los creyentes en Cristo: ahora han nacido como hijos de Dios por medio de Jesucristo el Hijo de Dios.

Al ser Cristo Hijo de Dios, ¿qué va a tener? Pues hijos e hijas de Dios. ¿Y dónde están esos hijos e hijas de Dios que vienen por Cristo? Son ustedes y yo, y todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Por eso dice la Escritura que Dios llamaría de entre los gentiles, de entre todas las naciones, un pueblo para Su Nombre; por eso el Nombre de Dios estaría en la Iglesia del Señor Jesucristo, Su Familia, y en cada creyente en Cristo.

Es un privilegio y bendición grande ser un creyente en Cristo; es una bendición y privilegio grande escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, que nazca la fe de Cristo en el alma de la persona, y lo reciba como Salvador; y sea bautizado en agua en Su Nombre, arrepentido de sus pecados, para que Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y Él produzca en la persona el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo; porque en el  bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, en Su sepultura y en Su resurrección; pues estábamos con Él desde antes de la fundación del mundo, y cuando Él vino a la Tierra estábamos con Él y en Él; así como nuestro cuerpo físico estaba en nuestro padre, como nos dice de Abraham y de Leví.

Cuando Abraham (en el capítulo 14 del Génesis) se encuentra con Melquisedec, al venir Abraham de una guerra con unas cuantas naciones, para libertar a Lot; dice la Escritura que Dios le dio – dice Melquisedec al bendecir a Abraham, que Dios le dio a sus enemigos; o sea, los venció, derrotó a los enemigos Dios, pero tuvo que luchar Abraham. Era Dios con Abraham y las personas que fueron con él a la guerra.

Y cuando San Pablo toma esas Escrituras de Génesis, capítulo 14, veamos lo que dice: Capítulo 7 de Hebreos, verso 5 en adelante, dice:

“Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.

Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas (bendijo a Abraham, Melquisedec).

Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.”

O sea, que no está muerto Melquisedec, vive eternamente; porque ese Melquisedec es Dios en Su cuerpo angelical, y por consiguiente eso es Dios en Su imagen, Su cuerpo angelical, que es el Verbo, que es Cristo en cuerpo angelical; y la semejanza física es el cuerpo físico de Jesucristo, que vendría más adelante.

“Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;

porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.”

Estaba en los lomos del padre Abraham. Todavía no había nacido Jacob el padre de Leví, no había nacido tampoco Isaac, pero ya Leví y los demás patriarcas estaban en los lomos de Abraham; porque la vida física de la persona surge en la cuarta generación anterior, y va pasando del bisabuelo al abuelo, del abuelo a su padre, y de su padre ¿a qué?, a la persona que nace en la Tierra; pero viene de tres generaciones anteriores, y esa persona es la cuarta generación.

Por eso es que algunas veces nace un niño o una niña que su padre y su madre no tienen ojos azules o verdes, y se dice que la persona, o requintó, o no recuerdo bien cómo dice; o sea…, porque uno de sus antecesores, o su abuela o su abuelo, o su bisabuelo o bisabuela, tenían ojos claros, y ya por consiguiente la persona allá tenía eso ya diseñado, estaba computarizado, diríamos. Pero no siempre es así, que tengamos todos los rasgos de los bisabuelos, pero todo estaba allá; o sea, como estamos, ya estaba en los lomos de nuestro bisabuelo.

Y ahora aplicando eso a Melquisedec, que es Dios en Su cuerpo angelical, en Su imagen: teníamos todo lo que heredaríamos físicamente y espiritualmente, como hijos e hijas de Dios, como descendientes de Dios por medio de Cristo, para cuando tengamos el nuevo cuerpo; que será de acuerdo a como Dios lo diseñó en aquel entonces, cuando pensó en usted y en mí.

Así que usted y yo vamos a tener el cuerpo glorificado como Dios lo diseñó desde antes de la fundación del mundo.

Algunas veces notamos algunas cositas en nuestro cuerpo físico al mirarnos en el espejo, y algunas veces cuando pasan los años miramos algunas canas, las cuales indican —para algunas personas— que ya tenemos más de 18 a 21 años; aunque también hay jóvenes que les salen canas, pero eso no es lo normal. Pero en el nuevo cuerpo no van a aparecer canas, aunque nos pasen millones de años por encima; porque estaremos en cuerpos eternos, inmortales y glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, el segundo Adán.

Eso es herencia. Recuerden que también el cuerpo físico que tenemos, tiene herencia, que viene bajando de Adán y Eva hacia nuestro tiempo; y con las mezclas que ha surgido en diferentes etapas de la familia humana, se ha degenerado el cuerpo físico en gran manera.

Vean, Adán vivió 930 años, Matusalén 969 años, ¿y ahora qué cuerpo físico vive tantos años? No lo hay. Pero yo sé de Uno que vive eternamente, el cual es Cristo nuestro Salvador, porque está en un cuerpo eterno, inmortal. Cristo en Su cuerpo inmortal, glorificado, eterno, está tan joven como cuando subió al Cielo, porque está glorificado. Y así voy a estar yo también. ¿Y quién más? Así que no me van a ver ni una cana siquiera.

Mientras vean algunas canas: no estoy glorificado; y espero también, que no vayan a verme sin canas porque me haya pintado el pelo, porque no me lo pienso pintar. Estaré esperando el cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado que Cristo ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.

Todo esto está en el Nuevo Pacto que Cristo introdujo en medio de la familia humana.

El pueblo del Nuevo Pacto es la Iglesia del Señor Jesucristo, que está compuesta por judíos y gentiles; o sea, que no importa la nación ni la edad de la persona. Es el Nuevo Pacto de Jeremías, capítulo 31, versos 31 al 36, del cual Cristo habló cuando dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada (o por vosotros es derramada) para remisión de los pecados.” [San Mateo 26:28].

El pueblo del Nuevo Pacto: la Iglesia del Señor Jesucristo, el Templo espiritual de Dios. Por consiguiente, es el privilegio más grande que una persona puede tener: pertenecer al pueblo del Nuevo Pacto.

Hay una entrada, una puerta, para entrar al Nuevo Pacto. Cristo dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y hallará pastos.” San Juan, capítulo 10, verso 9.

Daniel dijo… o a Daniel le fue dicho en la lectura que tuvimos, el verso 9 en adelante dice, de Daniel, capítulo 12 [verso 8]:

“Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?

Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.

Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados…”

¿Con qué puede ser limpio de todo pecado, una persona?, ¿con qué puede ser emblanquecido?, ¿con qué puede ser purificado? Con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. No hay otra cosa que limpie de todo pecado al ser humano.

Por lo tanto, está hablándonos aquí del tiempo de la Dispensación de la Gracia, que ya lleva alrededor de dos mil años desde el tiempo del Sacrificio de Cristo hacia acá; Sacrificio que estaría proveyendo a los seres humanos la fuente de limpieza de todo pecado, que es la Sangre de Cristo.

Y de ahí en adelante millones de seres humanos han estado siendo emblanquecidos, han estado siendo limpiados de todo pecado, han estado siendo emblanquecidos y purificados; lo cual era un misterio, porque lo que tenían en el tiempo de la Ley eran sacrificios de animalitos que no limpiaban de todo pecado al ser humano, no lo emblanquecían, no lo purificaban. Era que cubría los pecados del ser humano en aquel tiempo, aquellos tiempos pasados, desde el Génesis hasta los días de Jesús, antes de Su crucifixión; pero de la crucifixión de Cristo en adelante se abrió la fuente que limpiaría al ser humano de todo pecado, una fuente para limpiar al ser humano de todos sus pecados.

Esa fuente está prometida que se abriría; y se abrió allá en Jerusalén con la muerte de Cristo nuestro Salvador. Capítulo 13 de Zacarías, el verso 1 dice:

“En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.”

Y esa fuente es la Sangre de Cristo, el Sacrificio de Cristo. Cristo es la fuente de la cual le habló a la mujer samaritana: una fuente de Agua de Vida, de vida eterna, fuente de Agua de Vida que salta para vida eterna. Por lo tanto, no hay otra fuente para la limpieza y purificación de nuestros pecados; solamente hay una, y es Cristo la Fuente.

La Escritura dice en Oseas [4:6]: “Mi pueblo pereció porque le faltó conocimiento (entendimiento).” El ser humano sin el conocimiento perece eternamente; por eso es que se predica el Evangelio de Cristo, para que las personas, las almas, no perezcan.

Cristo dijo: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” O sea, que no le vale de nada haber vivido en este planeta Tierra si no ha recibido a Cristo como su Salvador.

Todo ser humano tiene la necesidad de recibir a Cristo para obtener la salvación y vida eterna; pero vean lo que nos dice la Escritura…, nos dice que “Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo (o sea, en Jesucristo). El que tiene al Hijo (a Cristo), tiene la vida; el que no tiene al Hijo (a Cristo) no tiene la vida (no tiene la vida eterna).” Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13. Y la buena noticia es que tenemos vida eterna.

Ahora vean este otro pasaje de Daniel, donde leímos el verso 10 de Daniel, capítulo 12, dice:

“Muchos serán limpios (o sea, limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, es el cumplimiento), y emblanquecidos (si nuestros pecados fuesen rojos como el carmesí, serán blancos como la blanca lana) y purificados (pero ¿qué más dice?); los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.”

El que no entiende, el que no comprende, le pasa lo que dice Oseas: “Mi pueblo pereció, porque le faltó entendimiento, conocimiento.”

Por medio del conocimiento Divino se conoce a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, y por eso se predica el Evangelio del conocimiento Divino: El Evangelio que da a conocer el Programa Divino para salvación y vida eterna.

“Y los entendidos entenderán, pero los impíos seguirán obrando impíamente.” Y algunos diciendo: “Más adelante, cuando esté viejito.” Y se van antes de llegar, algunos, a 50 años. Y alguno puede decir: “No le dio tiempo a recibir a Cristo.” No. Le dio tiempo a recibir a Cristo desde que tuvo conocimiento del bien y del mal; y si sus padres eran creyentes en Cristo: lo presentaron a Cristo, para que Cristo lo recibiera en Su Reino.

Por lo tanto, a toda persona le ha dado tiempo de escuchar el Evangelio de Cristo al saber que hay una Biblia que habla de Cristo, el Evangelio de Cristo; y al saber que hay iglesias las cuales predican el Evangelio de Cristo. Toda persona está con todas las facilidades de escuchar las buenas noticias de salvación y vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para lo cual y por lo cual Él murió en la Cruz del Calvario.

Fuera del Sacrificio de la Cruz del Calvario de Cristo, no hay esperanza de vida eterna para ninguna persona, y mucho menos para ser parte del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo.

“Mi pueblo pereció, porque le faltó conocimiento.”

Para que no perezca la persona, se predica el Evangelio de Cristo en todas las naciones. Ese pasaje de Oseas lo pueden buscar en sus hogares, y verán que se requiere conocimiento para recibir a Cristo como Salvador; y ese conocimiento lo otorga Dios por medio de Su Espíritu a través de la predicación del Evangelio de Cristo. Así es como se da el conocimiento a los seres humanos.

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

[San Marcos 16:15-16]

Esa es la Ley Divina. Es importante asegurar nuestra vida para toda la eternidad; y solamente la podemos asegurar con Cristo que es el Salvador, que nos salva, nos libra de la segunda muerte (que es el lago de fuego).

“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan, capítulo 5, verso 24).

¿Ven? En las Escrituras el mismo Cristo está dando la enseñanza, el conocimiento, para que toda persona sepa que es por medio de Cristo que la persona obtiene la vida eterna. Y dijo: “Nadie viene al Padre sino por mí. Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” San Juan, capítulo 14, verso 6.

No hay otra forma, pues ya los sacrificios de animalitos por los cuales las personas se acercaban a Dios, ya caducan; caducaron desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario.

Ahora todos tienen la oportunidad de acercarse a Dios a través de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario; y es a nivel mundial. Por lo tanto, ya yo aseguré mi futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y quiere vivir eternamente: tiene que sentir el deseo de vivir eternamente y de arrepentirse de sus pecados, y venir a Cristo, para que Cristo lo reciba en Su Reino; lo puede hacer en estos momentos, puede pasar al frente, si está aquí presente; y si está en otro país o en otra ciudad, puede pasar al frente allá donde se encuentra, para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; pueden pasar al frente y estaremos orando por usted.

Y los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino. El mismo Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]

Muchos serán limpiados y emblanquecidos y purificados: esos son los que vienen a los Pies de Cristo en el tiempo que les toca vivir, desde los días de los apóstoles hacia acá.

No se preocupe ni le sea de estorbo que hay muchas personas que no les interesa. Piense entonces: pues es que no están en el Libro de la Vida del Cordero. Y entonces diga: “Pero yo estoy. Y como yo estoy, yo sería limpiado, emblanquecido y purificado con la Sangre de Cristo en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.” Él murió por mí ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también. Por eso usted le recibe como único y suficiente Salvador.

Recordando que Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco,” o sea, que Él conoce a cada persona que lo recibiría como único y suficiente Salvador. Esas son las ovejas que el Padre le dio, “para que las busque y les dé vida eterna.” Porque el Hijo del Hombre vino ¿a qué? “A buscar y a salvar lo que se había perdido,” o sea, seres humanos que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

“Mis ovejas oyen mi voz y me siguen.” Eso es lo que hacen las ovejas, ¿Y qué hace Cristo? Él Dice: “Yo les doy vida eterna.”

¿Para qué Cristo nos atrae a Sí mismo, hacia Él? Para darnos vida eterna. Es un asunto de vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Dios tiene mucho pueblo aquí en Villahermosa, y en todo el estado de Tabasco; y los está llamando en este momento, en este tiempo, para darles vida eterna. Y en toda la República Mexicana Dios tiene muchos hijos, que los llamaría para limpiarlos, para emblanquecerlos y purificarlos con la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

Y en toda la América Latina Dios tiene muchos hijos y mucho pueblo, y los está llamando; y ya miles han venido a los Pies de Cristo, o millones; y todavía quedan más personas por venir a los Pies de Cristo, hasta que Él complete Su pueblo, Su descendencia, Su generación final; y entonces habrá completado Su labor de Intercesor en el Cielo como Sumo Sacerdote.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

Todavía continúan viniendo más personas que Dios ha despertado en sus almas, como dice Efesios, capítulo 5, verso 14:

“Despiértate, tú que duermes,

levántate de los muertos,

y te alumbrará Cristo.”

Despertar a una vida eterna, despertar a la realidad de que hay un Sacrificio Expiatorio que con Su Sangre nos limpia de todo pecado, nos emblanquece y nos purifica.

Así como la persona cuando muere, la Escritura dice que duerme, porque murió a la vida terrenal: El ser humano al pecar en el Huerto del Edén, durmió, murió a la vida eterna, y Cristo por Su Espíritu los está despertando, de edad en edad.

Él dice que los que escuchen la Voz del Hijo del Hombre: resucitarán si murieron. Eso es, los que escucharon el Evangelio de Cristo y creyeron en Cristo, en los diferentes tiempos de Cristo hacia acá; y entrarán a la primera resurrección. Y los que estén vivos cuando eso ocurra (la resurrección de los muertos en Cristo, la Venida del Señor), seremos transformados.

En todos los países pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo, nuestro Salvador.

Es importante asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

Vamos, con nuestras manos levantadas, a la presencia de Dios. Nuestros ojos cerrados y nuestras manos levantadas a Cristo:

Padre celestial, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo, con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbeles en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo.

Ahora repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación del Evangelio de Cristo, y escuché la predicación de salvación, la predicación de Tu Evangelio; y nació tu fe en mi corazón, en mi alma.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, en el cual podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Haz realidad en mí, Tu salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO!, ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO!, ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Los que han venido a los Pies de Cristo, me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.

Dejo al ministro aquí, reverendo Andrés Cruz Gallegos, para que les indique cómo hacer para ser bautizados; y en cada nación dejo, y en cada ciudad dejo al ministro correspondiente para que hagan en la misma forma.

Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“TIEMPO PARA SER PURIFICADOS.”

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