Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos abra las Escrituras y el entendimiento para comprender la Palabra de Dios, y así sea alimentada nuestra alma. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Ya hemos escuchado los anuncios sobre el Foro Judicial que se llevará a cabo mañana desde las 8:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche, en la Universidad Libre, en Bogotá, Colombia; y también de la cena con los magistrados hoy domingo en la noche, a eso de las 7:00 de la noche; a las 7:00 de la noche, Dios mediante.
Ya vieron también el video de los Foros Judiciales, en donde, así como yo puedo decir que tengo una partecita ahí, ¿cuántos de ustedes también pueden decir lo mismo? Cada uno de ustedes también, porque se les da la oportunidad que todos puedan participar en esos Foros Judiciales (unos en una forma y otros en otra forma), y también los demás proyectos de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz, en donde todos también tienen participación; porque a todos se les ha dado la oportunidad de ser Activistas por la Paz de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz. Es una labor en favor de la familia humana.
Para esta ocasión leemos en San Juan, capítulo 15, versos 12 al 17, donde nos dice Jesucristo:
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
Esto os mando: Que os améis unos a otros.”
“UN MANDAMIENTO DEL SEÑOR: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS.”
La piedra angular de las virtudes es el amor; y por esa causa la etapa final del Programa Divino en y con Su Iglesia es la Piedra Angular de toda la Obra de Cristo con Su Iglesia; y por eso es llamada esa etapa: la etapa del Amor Divino, la piedra angular de todas las virtudes también, de la Iglesia y en la Iglesia del Señor Jesucristo.
El amor divino, el amor del alma, del corazón, es el que requiere Dios de nosotros hacia Él. Por eso cuando le preguntan al Señor Jesucristo en San Mateo, capítulo 22, acerca de cuál es el mayor o principal mandamiento, veamos lo que Cristo contesta. San Mateo, capítulo 22, versos 34 al 40:
“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Toda la Ley y los profetas dependen de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente; y al prójimo como a uno mismo. Ese es el resumen de la Ley. O sea, que se resume la Ley en el amor.
Por eso el primer mandamiento es el amor a Dios, al único Dios. Por eso dice: “Oye, Israel: el Señor vuestro Dios, uno es.” [Deuteronomio 6:4]
Por eso está prohibida la idolatría en la Biblia, porque solamente hay un solo Dios, al cual todo ser humano está llamado a amar, a servir y no tener dioses ajenos para amarlos. Cuando la persona se busca dioses ajenos está siéndole infiel a Dios, y eso es adulterio espiritual.
Ese ha sido el problema, problema grande con Israel, el pueblo de Dios; y eso le ha traído graves consecuencias a Israel. Le trajo graves consecuencias a Salomón también y su reino. Hay un sólo Dios, el único Dios verdadero; lo demás son inventos humanos.
Y a ese Dios verdadero: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob…, el cual dice de Abraham: “Mi amigo Abraham.” Y Cristo dice de los creyentes en Él: “Mis amigos.” O sea, que lo mismo que Abraham es para Dios (su amigo), lo son los creyentes en Cristo para Jesucristo: sus amigos.
Por eso dice: “No os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero yo les llamaré amigos, porque todo lo que he escuchado de mi Padre, se lo he dado a conocer a ustedes.” [San Juan 15:15]
Ustedes saben que los amigos se cuentan todas las cosas; y algunas veces, si la esposa lo sabe se molesta con el esposo, porque se cuentan hasta cosas del hogar y se piden consejo el uno al otro; y algunas veces son buenos consejos, y otras veces no son muy buenos.
Pero el asunto es el amor entre Dios y los creyentes en Él. Vean, el amor expresado; porque no es amor solamente de palabras, sino que tiene que ser de hechos también. Dios decía de Su pueblo que lo amaban de boca, como decimos nosotros: de la boca hacia afuera; pero el corazón estaba muy lejos de Dios.
Vamos a ver la expresión del amor de Dios hacia el ser humano. San Juan, capítulo 3, verso 14 en adelante, dice:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”
La Primera Venida de Cristo es la expresión máxima del amor de Dios hacia la familia humana. Dios habla que ama a la familia humana, al ser humano, y lo demostró enviando a Jesucristo a la familia humana, para que fuera como los seres humanos; y ese cuerpo de Jesús era nada menos que el velo de carne o cuerpo de carne donde Dios estaba habitando en toda Su plenitud; por lo cual se dice: “Dios ha visitado a Su pueblo.” ¿Cómo lo visitó? Vestido de un cuerpo humano. “Porque un gran profeta se ha levantado entre nosotros.” [San Lucas 7:16] Era el profeta del cual Moisés dijo: “Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios o nuestro Dios; a él oiréis.”
Y ese profeta sería el Mesías Príncipe, en el cual Dios estaría habitando en toda Su plenitud; y por eso es llamado también… eso fue Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 19. Y también Dios nos ha visitado en Su Primera Venida con un propósito; así como cuando un amigo visita a otro amigo en su casa, lo hace con un propósito, un propósito de amor fraternal, de cariño, de compañerismo, de amigos, compañerismo familiar como miembros de la familia humana.
En Isaías, capítulo 7, verso 14, dice acerca del Mesías: “Porque la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel.” Y Emanuel significa: Dios con nosotros.
Vean la forma en que Dios visitaría la raza humana: visitaría la raza humana como un hombre en medio de la humanidad, como un profeta; lo cual fue representado cuando Dios visitó a Abraham el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra; y vino acompañado en esa visita, vino con Gabriel y Miguel.
Y cuando aparecen Miguel y Gabriel algo grande está por suceder. Allí estaba por suceder algo grande: la destrucción de Sodoma y Gomorra. Pero para Abraham era una bendición, era la confirmación final de que Abraham recibiría el próximo año al hijo que Dios le había prometido y que Abraham lo estaba esperando por veinticinco años. Y mientras más años pasaba, Abraham no pensaba que estaba más lejos de lo que Dios había prometido, sino que podía decir: “Estoy un año más cerca de recibir y para recibir al hijo prometido.” Y ese hijo prometido, Isaac, representa a Cristo en Su Segunda Venida para venir a Israel.
Y es el Hijo prometido también para la Iglesia del Señor Jesucristo, el Isaac prometido, el hijo que Sara no podía tener porque era estéril; y luego pasaban los años y se ponía más avanzada en edad, estéril, y luego pasada de edad —para colmo— era imposible; pero Dios lo había prometido y no hay ninguna cosa imposible para Dios.
Así es para la Iglesia del Señor Jesucristo a la cual le ha sido prometida la Venida del Señor para el Día Postrero; y aunque la Iglesia está avanzada en edad, tiene unos dos mil años, alrededor de dos mil años desde el Día de Pentecostés hacia acá; para el Día Postrero con la bendición de Cristo, la bendición de Dios, Él la rejuvenecerá; y la etapa para rejuvenecerla, vamos a ver cual es… Abraham tenía 99 años, y cuando tuvo 100 años allí estaba el hijo prometido, en el segundo jubileo, porque el año del jubileo es siempre el año cincuenta.
En el primer año cincuenta de jubileo no llegó el hijo prometido; en el segundo año de jubileo de Abraham, cuando cumplió 100 años, Dios le dijo: “El próximo año tendrás al hijo prometido”; en el segundo año de jubileo vino el hijo prometido.
La Iglesia del Señor Jesucristo, encontramos que está en el ciclo de Año de Jubileo, esperando al Isaac prometido, al Hijo prometido, lo cual será la Venida del Señor a Su Iglesia.
¿Cuándo vendrá y cómo vendrá en cuanto a año, día y hora? Eso lo dejamos para explicarlo ¿cuándo? Cuando se cumpla.
Cuando sea abierto el Séptimo Sello, entonces se podrá decir: “Eso es el cumplimiento de la Venida del Hijo prometido a Su Iglesia, en la etapa del Amor Divino, en la etapa de Piedra Angular, que corresponde al año cincuenta de la Iglesia, ciclo cincuenta.”
Han transcurrido siete etapas, que corresponde al ciclo de cuarenta y nueve, representado en cuarenta y nueve años, y el año cincuenta es el jubileo. Y ahora nos ha tocado vivir en la Edad del Amor Divino, en donde será restaurado el amor desde lo profundo del corazón de los hijos de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo hacia Dios.
En la primera etapa, allá de Efeso, Cristo dice que Su Iglesia había dejado su primer amor, el primer amor a Cristo; pero en este tiempo final lo recuperará, porque estarán presentes en la Edad del Amor Divino los creyentes del Día Postrero; y por consiguiente, eso influirá en el corazón, el alma de cada creyente, para amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas.
Y ese siendo el principal mandamiento que estará escrito en el alma, en el corazón, en las tablas de carne en el corazón de cada creyente. Y por consiguiente, estará la Iglesia del Señor Jesucristo cumpliendo ese mandamiento.
Ya no estará en piedras literales, sino en las piedras o tablas de piedras de carne del corazón, como nos dice el apóstol Pablo en diferentes lugares, como en Romanos, capítulo 2. Y por consiguiente, habrá un grupo de creyentes bien agradecidos a Dios, que estarán amándolo con toda su alma. Capítulo 2, verso 28 al 29, dice:
“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.”
Eso es lo que nos dice el apóstol Pablo allá en Romanos; y también en Hebreos nos dice de la siguiente manera, en el capítulo 8 de Hebreos… Hebreos, capítulo 8, verso 10:
“Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo.”
Ahora, la Ley que fue dada en tablas de piedras, ahora sería escrita en las tablas del corazón de cada creyente en Cristo; y la circuncisión que era hecha en la carne en los hombres, ahora es hecha en el corazón del ser humano, por el Espíritu Santo. Eso es bajo el Nuevo Pacto. Del cual Cristo habló en San Juan, en San Mateo, San Lucas…, también en la última Cena cuando dice en el capítulo 26, versos 26 al 29, de San Mateo: Habiendo acabado de cenar, tomó el pan, partió y dio a Sus discípulos y dijo: “Comed de él todos, porque esto es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Tipificó Su cuerpo en el pan. Y luego, tomando la copa de vino dijo a Sus discípulos, dando gracias, luego dijo: “Tomad de ella todos; porque esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Ahí Cristo está mostrando que va establecer el Nuevo Pacto que estaba prometido en Jeremías, capítulo 31, en donde Él escribiría en las tablas del corazón de las personas Sus Leyes; y por consiguiente esos mandamientos divinos, estando en el corazón, serían de todo corazón obedecidos, cumplidos por cada creyente en Cristo.
El mayor es el amor, es la Piedra Angular de todas las virtudes; por lo tanto, el amor hacia Dios y hacia el prójimo estará manifestado en el Cuerpo Místico de Cristo, en el Día Postrero, en toda su plenitud; y por amor trabajará también el Cuerpo Místico de Cristo en la Edad del Amor Divino, para bendición del Programa Divino y del prójimo.
Vean otra expresión mostrada por el apóstol San Pablo, conocedor del amor divino. Habiendo él sido un perseguidor de la Iglesia, Dios tuvo misericordia y le apareció Cristo en la Columna de Fuego, o sea en Espíritu Santo, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es el mismo Cristo, el mismo Ángel del Pacto que estuvo en el Antiguo Testamento, luego apareció en carne humana y llevó a cabo el Sacrificio correspondiente, y luego vino el Día de Pentecostés sobre ciento veinte creyentes; y luego ha continuado viniendo sobre todos aquellos que lo reciben como Salvador.
Es Jesucristo en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo, llamado también el Ángel del Pacto o Ángel de Dios.
Jesucristo es la persona más importante de los Cielos y de la Tierra; y es una bendición y privilegio grande recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.
¿Y para qué lo recibimos? Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” Para que nos dé vida eterna lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.
La Venida de Cristo a la Tierra, dos mil años atrás, fue la expresión máxima del Amor de Dios. Miren, en Romanos, capítulo 5, versos 5 en adelante dice:
“…Y la esperanza no averguenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros (vean la muestra de amor para con nosotros), en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros…”
O sea, que la Venida y muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es la evidencia máxima, la expresión máxima del amor de Dios hacia el ser humano. Y la expresión máxima del amor del individuo hacia Dios es: amar a Dios y cumplir Sus mandamientos, los cuales están escritos en el alma, en el corazón de las personas.
“…pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
Por medio de Cristo hemos sido reconciliados con Dios.
Y ahora, estando la Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto…; la Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto es la Iglesia del Señor Jesucristo, es el Templo de Dios bajo el Nuevo Pacto, bajo el Nuevo Testamento. De eso nos habla también San Pablo en Hebreos, capítulo 3, donde nos enseña que somos la familia de Dios, la Casa de Dios. Hebreos, capítulo 3, versos 5 al 6, dice:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, la Casa de Dios, el Templo de Dios, la familia de Dios, está compuesta por todos los creyentes en Cristo; la cual ha estado siendo construida con piedras vivas, seres humanos que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador; y así han nacido en la familia de Dios, en la Casa de Dios, el Reino de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la que ha recibido el Reino de Dios que está en la esfera espiritual.
Capítulo 2 de Efesios, versos 14 en adelante, dice:
“Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”
Toda persona cuando ve películas de la antigüedad, de esos tiempos de las monarquías, de esos reinos y reyes y reinas, dice: “Me hubiera gustado vivir en ese tiempo y ser el hijo del rey y la reina,” buscando siempre lo mejor. Y esa es una forma de vista positiva: siempre hay que buscar lo mejor, lo máximo.
Ahora, ¿qué de ser un hijo o una hija de Dios? Eso es lo máximo. Y Dios es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y Sus hijos son reyes y reinas, que por la Sangre de Cristo han sido limpiados y colocados en la Casa de Dios, la familia de Dios: miembros de la familia de Dios. Y por eso es que todo el Programa Divino en el Nuevo Pacto se ha estado desarrollando en la familia de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y para el Día Postrero la Iglesia del Señor Jesucristo estará esperando la Piedra Angular de la familia de Dios, que es la Segunda Venida de Cristo, viniendo como la Piedra del Ángulo, la Piedra Angular que vio Daniel en el capítulo 2, versos 30 al 45, la piedra no cortada de manos que vino en el tiempo de los pies de hierro y barro cocido de la visión o sueño que tuvo Nabucodonosor.
Y vean, es en esa etapa —que corresponde a nuestro tiempo— en donde la Segunda Venida de Cristo se hará una realidad.
La Segunda Venida de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo desde el tiempo de los apóstoles, la ha estado esperando. Ellos tuvieron la Primera allá; y la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final va a tener la Segunda Venida de Cristo, que vendrá como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, restaurarlos a la vida eterna física con cuerpos físicos, inmortales y glorificados y jóvenes, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.
Sigue diciendo en el verso 20 de ese mismo capítulo 2 de Efesios:
“…edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo (¿ven? Jesucristo es la Piedra Angular),
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Ahora, podemos ver que el Templo de Dios bajo el Nuevo Pacto es la Iglesia del Señor Jesucristo. Por eso todas las cosas que estaban en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, estarán en la Iglesia del Señor Jesucristo, en personas, siendo cumplidas.
Por ejemplo, los dos olivos…, el arca del pacto, los dos olivos, y todas estas cosas que estaban allá, van a estar materializadas en seres humanos; y las que estaban en el lugar santo se han materializado durante las siete edades de la Iglesia.
El sacrificio que se ofrecía en el atrio lo llevó a cabo Cristo en la Cruz del Calvario; y las cosas que corresponden al lugar santísimo del tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, ¿se materializarán cuándo? En este tiempo final, en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Por eso encontramos que estaba el Arca del Pacto, que representa a Cristo, la Palabra.
Y es en este tiempo final donde pasa al Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo, que es la Edad de la Piedra Angular. Y los dos querubines de oro sobre el propiciatorio y los dos querubines de madera de olivo gigantes
que construyó el rey Salomón cubiertos de oro, los dos olivos, querubines de madera de olivo (correspondientes a los Dos Olivos: los ministerios de Moisés y Elías), estarán en el Día Postrero, en la etapa del Lugar Santísimo en el Templo espiritual de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Edad de Oro, la Edad de Piedra Angular; la Edad del Amor Divino expresado para los creyentes en Cristo y de los creyentes en Cristo hacia Cristo.
Por lo tanto, ese Templo espiritual de Cristo ha ido creciendo de edad en edad. A medida que se colocan piedras o bloques en una construcción, va creciendo el edificio que se está construyendo; y así la Iglesia del Señor Jesucristo ha ido creciendo.
Y ahora se encuentra en donde las últimas piedras (que son personas, piedras vivas) son colocadas; y luego que esté completo esa construcción, viene la dedicación,“la inauguración,” como dirían algunas personas, como lo hizo el rey Salomón cuando lo dedicó a Dios —el Templo—, y como lo hizo Moisés cuando dedicó el Tabernáculo a Dios, que vino la presencia de Dios en aquella nube de luz, aquella Columna de Fuego; y entró y moró allí.
Así será la Venida del Señor a Su Iglesia para y en la dedicación del Templo espiritual, la Iglesia del Señor Jesucristo, para morar en Su Iglesia en toda Su plenitud. O sea que la Iglesia está esperando una bendición grande, en donde recibirá la transformación; y luego ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
La Iglesia estará en este tiempo amando a Dios con toda su alma, con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas; y a su prójimo como a sí mismo. Amémonos así los unos a los otros, porque es mandamiento del Señor Jesucristo.
Y en esta edad final, la Edad de Oro, la Edad de la Piedra Angular, la Edad del Amor Divino, recibirémos todas las bendiciones de Dios. Y antes de comenzar la gran tribulación, la Iglesia del Señor Jesucristo irá con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero con cuerpos glorificados; porque no hay aviones ni cohetes que nos lleven a la Casa del Padre celestial a la séptima dimensión.
Pero Cristo ha prometido llevarnos con Él. Y Él dijo: “Mis palabras no pasarán.” “Los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” [San Mateo 24:35]
Por lo tanto, tendremos en este tiempo final la Visitación de Dios, la Visitación de Cristo, en medio de Su Iglesia. Es Su Iglesia la que tiene la promesa de la Segunda Venida de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, con el Librito abierto en Su mano.
El Librito que estaba sellado con siete sellos en el capítulo 5 de Apocalipsis, luego lo abre en el capítulo 6, y también en el capítulo 8; y luego lo trae a la Tierra en el capítulo 10.
El Título de Propiedad para nuestra restauración a la vida eterna física, como está prometido en la Escritura.
Por lo tanto, manténgase amando a Dios con toda su alma, con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas; y a su prójimo como a usted mismo. Lo mismo es para mí también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que el amor de Dios por medio de Cristo sea derramado en su corazón, y le perdone y le limpie con Su Sangre, de todo pecado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento: nazca en el Reino de Dios.
Recuerde que Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3 [San Juan, verso 5]: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”
Y todos queremos entrar al Reino de Dios. Por eso hay que nacer del Agua: del Evangelio de Cristo, y del Espíritu Santo, para poder entrar al Reino de Dios; el único Reino donde la persona está segura y en paz, sabiendo que su futuro eterno lo tiene asegurado con Cristo.
Pueden continuar pasando al frente las personas que todavía no han recibido a Cristo, y Dios les ha hablado al alma, a su corazón, porque “la fe viene por el oír la Palabra”, el Evangelio de Cristo; y “con el corazón se cree para justicia pero con la boca se confiesa para salvación.”
La confesión más importante que un ser humano hace en su vida es confesar a Cristo como su único y suficiente Salvador. La decisión más grande que una persona hace en su vida es recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador; porque es la única decisión que coloca al ser humano en la vida eterna. No hay otra decisión que lo coloque en la vida eterna, solamente recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
Dios tiene mucho pueblo en Bogotá, Colombia, y en toda la bella Colombia; y Él los está llamando en este tiempo final. Y si se llena el Reino de Dios de colombianos, no se preocupe que hay suficiente espacio en el Reino de Dios; y Dios tiene mucho pueblo en todos los países de la América Latina, y los está llamando también en este tiempo final; y se está llenando el Reino de Dios, el Reino de Cristo, de latinoamericanos y caribeños; y tiene mucho pueblo en otras naciones también, y los está llamando en este tiempo final.
El único lugar seguro es el Reino de Dios. No hay otro lugar en donde la persona pueda estar segura y en donde la persona pueda tener paz en su alma, en su corazón, porque el Único que da la paz para el alma es Jesucristo.
“Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no la doy como el mundo la da.” Dice Cristo. [San Juan 14:27]
Él nos reconcilia con Dios y nos coloca, por consiguiente, en paz con Dios. Por eso Cristo es nuestra paz, dice el apóstol Pablo; porque Él es Príncipe de Paz conforme a Isaías, capítulo 9, versos 1 al 11; y Efesios, capítulo 2, versos 11 al 22.
Es tiempo en el Programa Divino para el llamado final de parte de Dios para completar Su Cuerpo Místico de creyentes; o sea, Su Iglesia. Y nos ha tocado a nosotros vivir en el tiempo final, en el Día Postrero.
El Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá, como el día postrero de la semana es el sábado. El sábado representa el séptimo milenio de Adán hacia acá. Y cuando se habla de los días postreros se está hablando de los milenios postreros, en los cuales Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne; y esos días postreros delante de Dios son para los seres humanos: el quinto milenio, el sexto milenio, y séptimo milenio.
En el quinto milenio Dios comenzó a derramar Su Espíritu sobre toda carne en el Día de Pentecostés, y de ahí continuó derramando de Su Espíritu sobre toda carne que lo recibía como Su único y suficiente Salvador; y continúa derramando Su Espíritu Santo sobre todos aquellos que lo reciben como su único y suficiente Salvador, y son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce el nuevo nacimiento en las personas; y así nacen de nuevo, nacen en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo.
No hay otra forma para entrar al Reino de Dios. Cristo lo dijo: “El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” [San Juan 3:1-5] Y por consiguiente no puede obtener la vida eterna.
Cristo es el que tiene la exclusividad de parte de Dios, de la vida eterna, y la otorga a los que lo reciben como su único y suficiente Salvador, los cuales Él representó, tipificó, en las ovejas que el Padre le dio, para que las busque y les dé vida eterna.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo. En las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado, sean bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego; y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Los niños de 10 años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba.
Recuerden que Cristo dijo:“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]
Con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo, y con nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo, trayendo a Ti todas estas personas que han escuchado la predicación de Tu Evangelio y ha nacido la fe de Cristo en su alma, y han respondido al llamado recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de Tu fe en mí y de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Te lo ruego, en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ahora me preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar? Porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Fue Cristo el que dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Y dijo que fueran por todo el mundo predicando el Evangelio y bautizando a los que creyeran. Es un mandamiento de Cristo para los que reciben a Cristo como Salvador: ser bautizados en agua en el Nombre del Señor.
El mismo Jesucristo, cuando Juan estaba predicando (Juan el Bautista) y bautizando allá en el Jordán; Jesucristo aparece allí, para ser bautizado por Juan, entra a las aguas bautismales allá en el Jordán. Y cuando Juan lo ve, al tocarle el turno a Jesús, Juan le dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?” Porque Juan estaba anunciando que después de él venía uno mayor que él. Y ahora viene el que es mayor que Juan para que Juan —que es menor— lo bautice. Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces, lo bautizó.
Si Cristo para cumplir toda justicia, tenía que ser bautizado, ¡cuánto más nosotros! Y cuando fue bautizado y fue levantado de las aguas bautismales, vino el Espíritu Santo sobre Jesús en forma de paloma, y Juan dijo: “Yo lo vi, porque el que me dijo que después de mí vendría uno mayor que yo, el cual sería el Mesías, me dijo que sobre el cual yo viera al Espíritu Santo descender como paloma sobre Él, Ése era el Mesías, Ése era el Cordero de Dios, Ése era el que vendría después de mí. Y yo le ví, le vi venir, descender en forma de paloma sobre Jesús. Ese es el que vendría después de mí.” Así lo presentó al pueblo.
Y por eso toda persona recibe a Cristo como Salvador, es bautizado en agua en el Nombre del Señor, y después el Espíritu Santo vendrá sobre la persona; ese es el orden bíblico para venir el Espíritu Santo sobre las personas, y así producir el nuevo nacimiento en las personas y así entrar al Reino de Dios con vida eterna.
El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua y en el bautismo en agua somos identificados con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Esa es la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Así nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales (en el bautismo), está siendo sepultado tipológicamente; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino. Tan sencillo como eso es el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, amándosen los unos a los otros, y amando a Dios sobre todas las cosas.
Dejo con ustedes al reverendo Sarria para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Con ustedes el reverendo Alejandro Sarria; y en cada país, el ministro correspondiente con ustedes en cada país.
Dios les bendiga y les guarde a todos.
“UN MANDAMIENTO DEL SEÑOR: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS.”