Muy buenos días, amados amigos y hermanos aquí presentes, es para mí un privilegio estar nuevamente con ustedes.
Excúsenme que me detuve un poquito; pero mientras más me detuviese, más podía traer; así que fue por causa de que estaba haciendo algunas notitas, y ya estamos listos.
Vamos a buscar en nuestras Biblias, allá en el libro del profeta Zacarías. Leeremos en el capítulo 12… (yo creo que ya todos lo tienen; y el que no lo tenga, puede escuchar la lectura). Dice en el capítulo 12 del profeta Zacarías, comenzando en el verso 10; dice de la siguiente manera1:
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre (mí), como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre (mí) como quien se aflige sobre primogénito.
En aquel día habrá gran llanto en Jerusalem, como el llanto de Adadrimón en el valle de Megiddo.
Y la tierra lamentará, cada linaje de por sí; el linaje de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; el linaje de la casa de Nathán por sí, y sus mujeres por sí;
El linaje de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; el linaje de Simei por sí, y sus mujeres por sí;
Todos los otros linajes, los linajes por sí, y sus mujeres por sí”.
Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones.
Hablaremos sobre el tema: “LLANTO EN LA CASA DE DAVID Y EN JERUSALÉN”.
“LLANTO EN LA CASA DE DAVID Y EN JERUSALÉN”.
Aquí podemos ver que Dios señala para los días finales un evento muy importante para la casa de David y para Jerusalén. Es que para los días finales el Señor va a derramar espíritu de oración y espíritu de gracia sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén.
Y dice que van a mirar a Él, a quien traspasaron; y va, cada familia de por sí, a lamentarse, a llorar; y van a decir: “¿Qué heridas son estas en Tus manos, y qué heridas son estas que tienes?”. Él les dirá: “Con ellas fui herido en la casa de mis amigos”2.
Todo esto es lo que la casa de David y Jerusalén, los moradores de Jerusalén, han de ver en los días finales; y todo esto lo que está mostrando es el gran momento en que el pueblo de Israel ha de despertar a una realidad a la cual ha estado dormido, a la cual ha estado inconsciente, por aproximadamente dos mil años.
Encontramos que el pueblo hebreo no ha conocido lo que aconteció dos mil años atrás con aquel joven de Nazaret, llamado Jesús de Nazaret. Ellos no comprendieron que aquel joven era el hombre, el profeta, del cual había hablado Moisés cuando dijo: “Profeta como yo, de entre vuestros hermanos, os levantará el Señor”. Y Dios le había dicho a Moisés: “Y pondré mis palabras en su boca, y él hablará lo que yo le mandare”3. Porque las palabras de Dios estarían en la boca de ese profeta.
Eso es lo que hace diferente a un profeta de los demás predicadores; lo hace diferente el hecho de que todo el Mensaje, toda la Palabra de Dios que Dios tiene para ese tiempo asignada, para el tiempo en que aparece ese profeta, Dios la pone en la boca de ese profeta. Y es ese profeta el canal que Dios usa para dar a conocer esa Palabra que Él quiere que la gente conozca. Y es ese el canal del cual los demás predicadores pueden y están llamados a tomar la Palabra de Dios para esparcirla por el mundo, para dársela a conocer a sus iglesias, para dársela a conocer a sus audiencias; es esa la forma de Dios.
Por eso cuando estudiamos a través de la Biblia la manera en que ha venido la Palabra de Dios, usted encontrará que ha sido siempre la misma forma: los apóstoles fueron profetas, el apóstol Pablo fue uno de los profetas más grandes del Nuevo Testamento; y así por el estilo usted encontrará que la Palabra de Dios siempre vino y vendrá a través del profeta que Dios tenga para ese tiempo.
Ahora, podemos ver que el pueblo de Israel, cuando vio a Jesús aparecer en la escena hebrea, no vio a Jesús como el profeta que ellos estaban esperando, aunque hizo todas las señales que Él tenía que hacer.
Él no tenía que hacer más señales de las que le fueron encomendadas, pues Él siempre decía: “Lo que al Padre le agrada, eso es lo que yo hago”4. Él decía: “Yo no hago nada de mí mismo, sino lo que yo veo al Padre hacer, eso es lo que yo hago; lo que Él me muestra que yo haga, eso es lo que yo hago”5. Por eso Él no podía hacer más señales de las que hizo.
Y cuando le pedían señales del Cielo, que Él las hiciera, Él no las hacía; porque Él tenía un sinnúmero de señales asignadas para hacer, y de ahí Él no se salía. Porque Él no hacía lo que le agradaba a la gente, Él no hacía lo que le agradaba a los fariseos y saduceos cuando le decían: “Haznos una señal”. Él no hacía eso, porque Él no había venido para agradar a la gente, Él no había venido para agradar a los sacerdotes, a los ministros, de aquel tiempo, Él no había venido para agradar al sumo sacerdote; Él había venido para agradar al que lo envió: al Padre. Y el Padre le mostraba todas las cosas que a Él le agradaban que Jesús hiciera.
Por lo tanto, Jesús solamente hacía lo que al Padre celestial le agradaba que Su Hijo hiciese.
Por eso el Padre celestial dijo en una ocasión: “Este es Mi hijo amado en el cual me complazco morar”6. En otra ocasión dijo: “Este es Mi Hijo amado en el cual me complazco morar; a Él oíd”7. Fueron dos ocasiones en las cuales el Padre habló del Hijo: una, cuando Juan lo estuvo bautizando, Juan el Bautista; y otra, en el Monte de la Transfiguración. Dos momentos muy grandes en que Jesús fue identificado como el Hijo amado en el cual el Padre celestial se complacía morar.
Y encontramos que como el Padre se complacía en el Hijo, y el Hijo se complacía en hacer la voluntad del Padre, el Padre dijo que lo escucharan a Él, que escucharan al Hijo. ¿Por qué? Porque las palabras que estaba hablando el Hijo eran las palabras del Padre. Por eso Jesús decía: “Yo no hablo de mí mismo, sino lo que el Padre me da para hablar; lo que oigo a Él hablar, eso es lo que yo hablo en el mundo”8.
Así que, en palabras claras, sencillas, en palabras entendibles a nosotros, el Padre celestial tenía un transmisor de Su Voz aquí en la Tierra. Y la gente que quisiera oír al Padre celestial, podía escucharlo a través del Hijo; porque nadie vio a Dios, sino que el Hijo lo manifiesta9, lo da a conocer; por eso el que oía al Hijo: estaba oyendo al Padre; y el que recibía al Hijo: estaba recibiendo al Padre, al que lo había enviado.
Por eso entonces, el pueblo de Israel, si quería escuchar a Dios, tenía que escuchar a Dios a través de Jesús, tenía que verlo manifestado en Jesús; pues había sido hablado de Jesús (a través del profeta Isaías)10, que ese niño que la virgen tendría sería Emanuel, que traducido, que interpretado, que declarado, es: Dios con nosotros11.
Dios estuvo con los seres humanos en medio del pueblo hebreo, dos mil años atrás, en un hombre. A través de ese hombre, Dios habló; a través de ese hombre, Dios se dio a conocer; a través de ese hombre, Dios llevó a cabo una Obra tan grande que todavía en el siglo XX personas han estado siendo beneficiadas por esa gran Obra que Dios llevó a cabo a través de aquel hombre llamado Jesús de Nazaret.
Porque Aquel no era un hombre cualquiera: Aquel era un profeta, y un profeta mayor; Aquel era el Profeta de los profetas, Aquel era el resumen de todos los profetas, Aquel era la plenitud de los profetas.
Aquel era el que había estado hablándole a todos los profetas en los tiempos del pasado: el Espíritu que estaba en ese hombre era el Espíritu que se le había revelado a la humanidad a través de los demás profetas.
Por eso es que dice el apóstol Pedro que el Espíritu de Cristo que estaba en los profetas, anunció y preanunció los sufrimientos que el Cristo padecería, y también las glorias que vendrían después de esos sufrimientos12.
¿Quién fue el que anunció todos esos sufrimientos y todas esas glorias que vendrían después? El Espíritu de Cristo; el Espíritu de Cristo que estaba en los profetas del Antiguo Testamento; pero luego estuvo en aquel hombre llamado Jesús de Nazaret, en Él estuvo en toda Su plenitud.
Él era entonces la Palabra encarnada, Él era el Dios encarnado: Dios con nosotros.
Por eso el pueblo de Israel tenía que ver en ese hombre el cumplimiento de las promesas mesiánicas para aquel tiempo en específico. Porque en el tiempo en que apareció Jesús, en cuanto a Su ministerio: cuando fue bautizado, allí estaba comenzando la semana número setenta. Y el pueblo de Israel sabía que cuando la semana número setenta comenzase, el Mesías tenía que estar sobre la Tierra llevando a cabo un ministerio muy importante; y, a la mitad de esa semana, el Mesías tenía que morir; y tenía que morir no por Sí mismo; o sea, Él no se quitaría la vida, sino que se la quitarían a Él.
Por lo tanto, el pueblo de Israel tenía que estar consciente de que, cuando apareció Juan el Bautista predicando, preparando a la gente y bautizando a la gente, el pueblo hebreo tenía que estar consciente de que la semana número setenta estaba ya por comenzar, y que comenzaría esa semana con la aparición del Mesías.
El pueblo hebreo debió de estar consciente de que Juan el Bautista era aquel del cual había hablado el profeta Isaías cuando dijo: “La voz de uno que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor”13.
El pueblo hebreo debió de estar consciente de que Juan el Bautista era el Elías prometido para aquel tiempo, que prepararía al pueblo hebreo para recibir al Mesías.
El pueblo hebreo debió de haber estado buscando a Elías y después al Mesías. Pero no podría buscar al Mesías y recibir al Mesías a menos que fuera a través de Elías; porque Elías era el que prepararía el terreno, prepararía el camino, prepararía la gente para darle la bienvenida al Mesías.
O sea que, en palabras más claras: Elías sería la persona, sería el profeta, que se presentaría delante del pueblo de Israel para decirles: “El tiempo está cumplido, el tiempo ha llegado; arrepiéntanse, prepárense, porque de un momento a otro yo les presentaré al Mesías prometido, yo les haré esa presentación ante ustedes, por lo tanto, estén preparados. Para estar preparados: arrepiéntanse y bautícense; yo los estaré bautizando, yo los estaré preparando, para que, con el corazón lleno de alegría y los brazos abiertos, reciban al Mesías cuando yo se los presente a ustedes”.
Encontramos que el pueblo de Israel, en cuanto al gobierno, en cuanto a lo político, en cuanto a lo religioso (en cuanto a la religión hebrea, que estaba compuesta por los fariseos y saduceos, pero que englobado se llama el judaísmo), ni el aspecto político ni el gobierno ni la religión (que estaban esperando al Mesías) pudieron recibir al precursor, a Elías.
Elías, el que habría de venir para preparar el camino al Mesías, cuando apareció se llamaba Juan el Bautista.
Muchas personas quizás podrían decir en nuestro siglo y también en aquel tiempo: “Bueno, si Dios va a enviar a Elías, pues cuando aparezca tiene que llamarse Elías”. Pero es que muchas personas no comprenden que cuando Dios dice: “Les voy a enviar a Elías”, eso se refiere al ministerio de Elías, se refiere a ese aspecto espiritual, pero no se refiere a la persona como individuo; no se refiere a la persona en sí sino al ministerio en sí.
Por eso cuando apareció Elías en aquellos días, se llamaba Juan; pero Juan era Elías porque vino en virtud y en el espíritu de Elías, vino con el ministerio de Elías; y ese ministerio de Elías allí, estaba siendo manifestado por tercera vez.
No era la primera vez que aparecía ese ministerio sobre la Tierra; ya había estado anteriormente manifestado en el Elías original, en el primer Elías, que se llamaba Elías; y por eso cada vez que ese mismo ministerio se manifiesta, se le llama “el ministerio de Elías”, porque el primero en donde estuvo manifestado en esa forma fue en el profeta Elías.
Luego de estar manifestado ese ministerio de Dios en el profeta Elías, ese ministerio volvió a manifestarse por segunda vez en Eliseo. Eliseo, el siervo de Elías, fue la persona, fue el hombre privilegiado con ese ministerio de profeta tan singular; pues ese siervo de Elías en una ocasión, cuando Elías quería irse porque sabía que iba a ser arrebatado por Dios, los carros de fuego vendrían y se lo llevarían, él le dijo a Eliseo: “Mira, quédate aquí porque Dios me manda para tal lugar”. Eliseo le dijo: “Yo no te dejaré; dondequiera que tú vayas, ahí yo iré contigo”14. No era un siervo cualquiera.
Al primer siervo que Elías tuvo, cuando Elías tuvo que salir huyendo, Elías dice que lo dejó en un sitio por allá, y el siervo se quedó y Elías se fue solo. Allí cuando Elías necesitó comida, no estaba el siervo de Elías; Dios tuvo que enviar un Ángel para darle alimento a Elías15.
Pero le dio un buen alimento, tan poderoso que, con dos porciones nada más que le dio, con dos porciones estuvo caminando cuarenta días. Y Elías siguió caminado por esos cuarenta días rumbo al monte de Dios, al monte Sinaí, en donde se escondió y en donde dice que él ya estaba cansado, que no podía seguir adelante.
Bueno, ya primeramente cuando el Ángel le había aparecido y le había dado comida, allí Elías también ya estaba cansado de la labor, de la labor ministerial. Imagínese, con un ministerio tan poderoso, un ministerio que lo que decía acontecía, y sin embargo la nación hebrea estaba en contra de ese ministerio: el rey estaba en contra, la reina también estaba en contra, el pueblo estaba virado en contra de Elías, y solamente había un grupito pequeño.
Bueno, el mismo profeta Elías decía: “Yo quiero ya morirme”, deseó morirse; dice, hablando con Dios: “Yo deseo morirme; yo sólo he quedado, y me buscan para matarme”. Dios le dijo: “Mira, Elías, hay siete mil rodillas que no se han doblado a Baal”16.
Elías creía que él estaba solo, Elías creía que él sólo quedaba y que lo iban a matar. Imagínese, salió huyendo para que no lo fueran a matar. Más bien él quería que Dios se lo llevase; o sea, él no quería ser muerto por Jezabel, sino que él quería morir de una muerte que Dios le diese, y no que se la fuera a dar la reina Jezabel, que era enemiga de Dios y de los profetas de Dios.
Así que él no quería morir en manos de sus enemigos; quería morir en las manos de Dios. Pero le fue dicho por el Ángel: “Mira, aquí está, come y bebe, porque grande camino te resta”.
El profeta, que creía que había ya terminado, que creía que ya no tenía nada más que hacer, que deseaba morirse, recibe la noticia del Ángel de que le restaba mucho camino; mucho camino por caminar en lo literal, y en lo espiritual tenía un camino por caminar muy pero que muy importante: tenía que ungir unas cuántas personas que iban a llevar a cabo una labor.
Bueno, ustedes saben ahí que le fue dicho que ungiera a tres personas; y no ungió a tres personas, me parece que ungió solamente a una o a dos personas; me parece que ungió solamente a uno: a Eliseo; y Dios le había dicho que tenía que ungir a Eliseo, a dos personas más: uno de Siria y otro del pueblo de Israel; y solamente ungió a una persona.
Pero Elías tenía que ungir esas otras personas. ¿Cómo lo iba a hacer? Eso era asunto de Dios y del profeta de Dios.
Ahora, cuando ungió a Eliseo, ahí él estaba ungiendo a todos los demás, porque eso vendría en cadena, y el espíritu de Elías habría de pasar a Eliseo. ¿Cómo pasaría? Pues en una forma sencilla:
Cuando Elías se quería ir, porque sabía que Dios lo iba a arrebatar, entonces le decía a Eliseo: “Mira, quédate aquí, porque yo tengo que ir para tal lugar que Dios me envía allá”. Eliseo le decía: “Yo no te dejaré, así que vamos para allá. Lo que tú necesites, dime lo que necesitas, pero no me mandes a hacer mandados muy lejos, porque yo sé que tú te vas a ir; así que yo estaré contigo; y yo sé que estos son tus últimos días aquí, así que yo iré a donde tú vayas”.
—“Bueno, vamos entonces a pasar a tal lugar”.
Pasaban a tal lugar, y Dios no se lo llevaba; hacían todo lo que tenían que hacer, hablaban la Palabra de Dios y seguían adelante.
Y Dios lo mandaba a otro lugar, y ahí Elías le decía: “Mira, quédate acá que acá tú estás seguro, con los hijos de los profetas; con esta gente tú estás aquí bien, yo voy a tal lugar…”. Eliseo le decía: “No, yo iré contigo”. Era una pareja inseparable.
Bueno, a Eliseo le gustaba andar en pareja, pero con un profeta. Así que Eliseo estaba muy entusiasmado en esos últimos momentos de la vida de Elías.
Y cuando llegó el día en que se iba a ir Elías, Elías le dice: “Mira, Eliseo, Dios me va a llevar; pídeme lo que tú quieras”. Eliseo dice: “Bueno, eso era lo que yo estaba esperando. Yo estaba calladito, no había pedido nunca nada al profeta, no le había pedido nada a Elías, pero aquí él me dice que yo pida lo que yo quiera; así que yo tengo en mi corazón una petición”.
Así que Eliseo, bueno… se iba a quedar solo, pero él no quería quedarse solo. Él sabía que el cuerpo de Elías se iba a ir, pero él quería que Elías se quedase. Y había una sola forma para que Elías se quedase.
Eliseo dijo: “Sí, yo te voy a hacer una petición; y yo sé que va a ser concedida porque tú me has dicho que te pida lo que quiera, que va a ser concedido. Yo deseo una doble porción de tu espíritu, del espíritu que está en ti; de ese espíritu ministerial yo deseo una doble porción”17.
En palabras más claras: “Elías, tu ministerio ha sido muy útil, yo aprecio mucho ese ministerio, y ese ministerio realmente hace falta aquí en Israel; y aunque tú te vas, yo no deseo que ese ministerio se vaya; y aunque tú te vas, yo quiero que Elías se quede conmigo: yo quiero que ese espíritu que está en ti venga a mí en una doble porción”. Él estaba hablando del espíritu ministerial, de ese ministerio de Elías, que viniera a Eliseo en una doble porción.
Así que de seguro Eliseo había visto un sinnúmero de problemas que había tenido Elías, había visto un sinnúmero de cosas en ese ministerio, y él dijo: “Yo, teniendo una doble porción de ese espíritu, yo enfrentaré todos esos problemas que le vinieron a Elías”. Así que él quiso una doble porción.
Y Elías le dijo: “¡Jumj! Cosa difícil has pedido”18.
Mire, era fácil para Elías darle riquezas, porque si lo hablaba vendrían esas riquezas; pero darle que le viniera a Eliseo una doble porción de ese espíritu ministerial que estaba en Elías…; imagínese, Elías tenía una porción, ¡y Eliseo quería dos!
Así que Elías estaba preocupado por la petición de Eliseo, y le dijo: “Bueno, cosa difícil has pedido; pero si tú me ves cuando yo suba, te será concedido”. Elías no estaba hablando de sí mismo aun cuando Elías le dijo: “Pide lo que quieras”, está hablándolo ungido, porque Dios quería que Eliseo pidiese eso que pidió. Tanto Elías lo habló ungido como Eliseo también habló inspirado, esas palabras de que quería una doble porción.
Si Elías con una porción ha hecho todo lo que ha hecho, Eliseo decía: “Yo con una doble porción, con un doble ministerio, haré mucho más de lo que hizo Elías; así que enfrentaré el reto que haya en este tiempo”.
Cuando Elías fue arrebatado al cielo por un carro de fuego enviado por Dios, Eliseo estaba allí. Cuando Eliseo lo ve que asciende, entonces el manto de Elías cayó y Eliseo lo tomó.
El manto de Elías cayendo es señal de que Elías se había ido, pero que Eliseo lo había visto y había tomado esa señal de que lo había visto. Cuando eso aconteció, el espíritu de Elías vino sobre Eliseo en una doble porción. Por eso Eliseo entonces tomó el manto de Elías, y vino a ser el manto de Eliseo.
Ahora, ese momento para Eliseo fue un momento muy triste, pues decía (Eliseo decía): “¡Padre mío, padre mío, carros de Israel, carros de Israel!”19.
Carros de fuego se habían llevado el padre espiritual de Eliseo; porque Elías era el padre espiritual de Eliseo, por eso decía: “¡Padre mío, padre mío!”.
Encontramos que Eliseo tuvo un momento muy triste: se fue el amigo más íntimo, más cercano, que fue como un padre para Eliseo. Y este joven profeta, que estaría comenzando su ministerio allí cuando recibió la doble porción de Elías, estaba muy triste, estaba muy turbado, porque se había ido su ser más querido; pero tenía que comenzar.
Luego, aun con toda su tristeza y todo su dolor, él tenía que pasar al otro lado. Y tomando el manto que se le había caído a Elías, hizo de la misma manera que había hecho Elías, y abrió el Jordán. Pasó en seco. Y los que le vieron, dijeron: “El espíritu de Elías vino sobre él”20.
Eso era lo que había acontecido: el espíritu de Elías había venido sobre él; pero muchos no comprendieron que había venido en una doble porción.
Por eso tuvo el éxito que tuvo en su ministerio. Fue el profeta que pudo desenvolverse mejor con el pueblo hebreo, y aun con sus enemigos; con sus enemigos pudo también desenvolverse; porque ese ministerio de Elías es un ministerio que obra para hebreos y para gentiles.
Así que con ese ministerio, y si es doble, se puede trabajar con el pueblo hebreo y con los gentiles también; porque Elías fue profeta para judíos y para gentiles también; o sea que podría traer bendiciones para un pueblo o para otro pueblo, y también podría traer juicios, maldiciones, para un pueblo o para otro pueblo.
Así que, con ese ministerio, ya Eliseo entonces comenzaba en su vida la etapa más importante de su vida, o sea, la etapa para lo cual había venido a este mundo.
Ahora, ustedes pueden ver que esa fue la segunda vez que el espíritu de Elías vino a la Tierra, y vino a un hombre. Luego la tercera vez fue en Juan el Bautista.
Ahora, ustedes pueden ver que la segunda vez no se llamaba Elías sino Eliseo, pero era Elías en cuanto al ministerio. La tercera vez se llamaba Juan el Bautista, pero era el ministerio de Elías sobre la Tierra. La cuarta vez, la persona donde estuvo se llamaba William Marrion Branham, pero era Elías viniendo en estos días para traer el Mensaje de la Edad de Laodicea, y para precursar la Segunda Venida del Señor, para preparar a la gente para que recibieran la Venida del Señor.
Así como Juan el Bautista preparaba a la gente y después les presentó al Mesías, les mostró al Mesías; así el precursor de la Segunda Venida del Señor tenía que hacer en este tiempo final: con su Mensaje prepararía al pueblo y con su Mensaje mostraría la Venida del Mesías. ¿Cómo?
Con su Mensaje él mostraría cómo vendría; mostraría un sinnúmero de detalles en su Mensaje, con los cuales sería identificado el Mesías en Su Venida.
Y cuando se dice el Mesías se dice ‘el Ungido’: el o la persona donde el Espíritu de Dios descendería para cumplir las promesas finales que Dios ha hecho.
Así que el espíritu de Elías por cuarta vez, tenía esa labor para llevar a cabo. El Espíritu de Dios o el espíritu de Elías en ese profeta, manifestado por cuarta vez, traería en su Mensaje todos esos detalles, para que supieran cómo y cuándo se cumplirían las promesas mesiánicas; y él daría a conocer la clase de ministerio que tendría el Señor en Su Segunda Venida: mostraría que Él no vendría como Cordero sino como el León de la tribu de Judá.
Ahora, Juan el Bautista cuando lo presentó no dijo: “He aquí el León de la tribu de Judá”, dijo: “He aquí el Cordero de Dios”; porque en la Primera Venida del Señor, Él estaría como Cordero de Dios para llevar a cabo el gran Sacrificio que fue mostrado allá en el Antiguo Testamento en las solemnidades que Dios les dio para guardar al pueblo hebreo.
Una de esas fiestas era la Pascua, y Jesús era la Pascua21; por eso Él, cuando fue presentado por Juan el Bautista, fue presentado como el Cordero de Dios, como el Cordero Pascual.
La solemnidad del Antiguo Testamento, que el pueblo hebreo celebraba con aquella gran Pascua, que era una solemnidad muy importante, estaba mostrando que algún día vendría un Cordero enviado de Dios, un hombre que estaría representado por ese cordero de la Pascua; Ese sería el que moriría y con Su muerte resolvería el problema del ser humano.
Por eso cuando apareció Jesús de Nazaret, allí estaba el Cordero Pascual. El Cordero Pascual estuvo sobre la Tierra viviendo 33 años. Pero cuando llegó el tiempo para Su Sacrificio, Él entonces, comprendiendo que Él era ese Cordero (allá cuando llegó el tiempo en el año y en el tiempo en que se celebraría la Pascua), Él mandó a alguno de Sus discípulos a buscar un asno o un burrito para llegar a cierto lugar, y mandó también a preparar la Pascua en cierto lugar.
Y en la Pascua, Él, al tomar el pan, dijo: “Este es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Y al tomar la copa de vino, dijo: “Esta es mi Sangre del Nuevo Pacto, que por vosotros es derramada”22.
Así que Él comprendió que todo aquello que se hacía en la Pascua estaba representándolo a Él, y que Él era la realidad de aquellos símbolos.
Muchas personas son personas que les gusta mucho los símbolos; pero los símbolos son muy buenos hasta que llega aquello que esos símbolos están mostrando. Cuando los símbolos se convierten en realidad, cuando los símbolos se materializan, entonces es tiempo de unir el símbolo con la realidad y tomar la realidad.
Así que Jesús era la realidad de los símbolos mesiánicos de la Primera Venida. Jesús era la realidad de la Pascua. Por eso Él tomó la Pascua, y en aquellos mismos días, algunos días después, murió Él como la Pascua, siendo el Cordero de Dios. Eso estaba en las solemnidades del Antiguo Testamento, de las fiestas que Dios le dio al pueblo de Israel para guardar.
Así que la gente en aquel tiempo en que apareció Jesús, no se dieron cuenta que la Pascua que ellos celebraban estaría en medio de ellos materializándose para cumplir un propósito, y que para esa Pascua Dios tendría un Cordero enviado del Cielo.
Así que Dios llevó a cabo esa Pascua que estaba siendo simbolizada por la Pascua del Antiguo Testamento.
Luego de eso, usted tiene que comprender, entonces, que todas estas fiestas del Antiguo Testamento que fueron ordenadas al pueblo hebreo, esas fiestas que fueron ordenadas para el pueblo hebreo practicar en cierto tiempo de la historia de la raza humana, esas fiestas, esos símbolos, se convierten en una realidad en el Plan de Dios.
Luego vemos otra fiesta, otras solemnidades; por ejemplo, vemos cuando es mecida la gavilla, y son tomados los primeros frutos y esa gavilla es mecida delante del Señor.
Y luego de eso, en la cosecha, al finalizarse la cosecha, entonces eso… se celebra otra fiesta; y eso ocurre a los 49 días. Después de 49 días de haber mecido la gavilla de los primeros frutos, luego de esos 49 días, después, o sea, siete semanas después, después de pasadas siete semanas o 49 días: llega el día 50; y en el día 50 se lleva a cabo otra solemnidad, se lleva a cabo otro evento grande, el cual es conocido como la fiesta de pentecostés.
Encontramos que 50 significa ‘pentecostés’. Así que en ese día se celebraba un evento muy grande, en donde se ofrecía, en ese día 50, se ofrecía delante de Dios una ofrenda, se ofrecía delante de Dios todo eso que Él había dicho… dice que es: “Ofreceréis nuevo presente a Jehová”23. Se ofrecería nuevo presente a Dios.
Así que podemos ver eso ahí en la Palabra, y vemos que se hacían un sinnúmero de sacrificios en ese día.
Era cincuenta días después de haberse ofrecido la ofrenda de las gavillas; o sea que es la ofrenda de los primeros frutos. Se había ya mecido la gavilla, y después, 49 días después, el día 50, se ofrecía un nuevo presente a Dios.
Ahora, todo eso se hacía al pie de la letra, en el pueblo hebreo, año tras año. Pero un día esos simbolismos, esas solemnidades, vinieron a convertirse en una realidad en el Plan de Dios, en la Obra que Dios estaría llevando a cabo; y como todo lo que Dios va a llevar a cabo Él ya lo ha mostrado en símbolos, en tipos y figuras, ahí estaban ya en las fiestas del pueblo hebreo.
Ahora, luego de la Pascua, luego del Señor haberse ofrecido como el Cordero de Dios en la Pascua de Dios, en el Plan de Dios, en la Obra de Dios, que fue representada esa Obra como la Pascua y tipificada en la Pascua del pueblo hebreo, luego de eso se ofreció la gavilla mecida. Ese fue el Señor, esa Gavilla Mecida.
Luego de eso, 50 días después, 50 días después, cuando se cumplieron los días de pentecostés, cuando 49 días después, o siete semanas después, entonces apareció el día 50; y el día 50 era el día de pentecostés.
Ese día de pentecostés y esas siete semanas, vinieron a hacerse una realidad en aquel lapso de tiempo desde que fue ofrecida la Gavilla Mecida, que fue el Señor Jesucristo, hasta el Día de Pentecostés.
El Día de Pentecostés, dice que del cielo vino un viento recio y entró a la casa donde estaban 120 reunidos, 120 discípulos del Señor; y fueron llenos del Espíritu Santo24.
Allí estaba Dios en Su Plan, en Su Programa, llevando a cabo la Fiesta de Pentecostés. El pueblo hebreo la llevaba a cabo en sus símbolos, pero ahora Dios la está materializando, la está haciendo una realidad, para el beneficio de la gente que estaba allí y de los que recibirían bendiciones de ese evento que estaba Dios llevando a cabo.
Ahora vemos que el Día de Pentecostés y lo que aconteció allí, ya estaba simbolizado en la fiesta del día 50 que llevaba a cabo el pueblo hebreo.
Así que vemos que esas fiestas del pueblo hebreo, allá en el Antiguo Testamento, no están ahí para lujos, no están ahí tampoco para que el uso o el significado de esas fiestas sea solamente la práctica que le da el pueblo hebreo; no. Esas fiestas están ahí mostrando que en el Programa de Dios, para cada tiempo Dios tendrá para llevar a cabo lo que Él muestra en esas fiestas del Antiguo Testamento.
Ahora, ya vimos la Pascua en el Antiguo Testamento y cómo Dios la hizo en Su Plan. Vimos también que Dios la había tipificado allá cuando el pueblo hebreo salió de Egipto; todo eso estaba hablando de lo que el Señor Jesucristo habría de hacer.
Luego, la gavilla mecida estaba hablando de Jesucristo, que fue la Gavilla que fue mecida y presentada delante de Dios como primer fruto.
Luego, lo que aconteció el Día de Pentecostés: que fueron llenos del Espíritu, eso había sido mostrado en la fiesta de pentecostés del pueblo hebreo, que practicaba año tras año el día 50, contando las siete semanas luego de ofrecerse la gavilla mecida.
Ahora, vean ustedes que es más glorioso cuando Dios cumple eso que Él ha simbolizado en esas fiestas del Antiguo Testamento, que practicar esas fiestas en símbolos.
Ahora, usted me pregunta: “¿Y queda acaso alguna otra fiesta u otras fiestas del Antiguo Testamento que todavía no se hayan materializado?”. Quedan todavía algunas que no se han materializado, que se van a materializar.
Y de una de ellas fue que yo les leí al comienzo, cuando les leí eso que dice Zacarías: que “la casa de David y Jerusalén llorarán, y mirarán y verán al que ellos traspasaron”. Cuando eso se cumpla para Israel, cuando Israel vea eso, cuando Israel esté pasando por esa etapa…, cuando Israel esté pasando por esa etapa se estará cumpliendo en medio del pueblo de Israel la fiesta, o la solemnidad, o el simbolismo, que fue mostrado con el día de la expiación.
Quiero leerles lo que dice Levítico 23, verso 26 en adelante; y lee de la siguiente manera:
“Y habló Jehová a Moisés (así que no son palabras de hombre sino la Palabra de Dios), diciendo:
Empero á los diez de este mes séptimo será el día de las expiaciones: tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida á Jehová.
Ninguna obra haréis en este mismo día; porque es día de expiaciones, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de sus pueblos.
Y cualquiera persona que hiciere obra alguna en este mismo día, yo destruiré la tal persona de entre su pueblo.
Ninguna obra haréis: estatuto perpetuo es por vuestras edades en todas vuestras habitaciones.
Sábado de reposo será á vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando á los nueve del mes en la tarde: de tarde á tarde holgaréis vuestro sábado.”.
Ahora, ustedes pueden ver aquí, que en ese día de expiaciones es un día en que hay que afligirse; y el que no se aflige en ese día: será cortado del pueblo. Eso es lo que dice la Ley Divina con relación a esta solemnidad, a esta fiesta.
Y acá en Zacarías, capítulo 12, dice que viene un día, un tiempo, en que la casa de David y Jerusalén, con sus moradores, llorarán, se lamentarán, se afligirán, y verán al que ellos traspasaron.
El que ellos traspasaron es la Expiación. Él es la Expiación por los pecados del pueblo hebreo, Él es la Expiación por usted y por todo ser humano que ha de recibir la vida eterna, Él es la Expiación de toda persona del pasado y del presente; por eso está mostrado ahí en la Biblia.
Ahora, cuando llegue el tiempo para cumplírsele al pueblo de Israel este día de expiaciones, cuando se llegue ese día para materializarse en la Obra de Dios, en donde Dios estará moviéndose para hacer realidad ese día en cuanto a la Obra que Él hará; entonces el pueblo hebreo se lamentará, llorará; dirá: “¿Y qué heridas son estas en Tus manos?, ¿qué heridas son estas en Tus manos y en Tus pies?”. Él dirá: “Con ellas fui herido en la casa de mis hermanos”.
Con ellas fue herido en medio del pueblo hebreo, dos mil años atrás; pero ellos no lo conocieron en aquel tiempo; pero ellos van a reconocer todo lo que aconteció.
Ellos se van a dar cuenta de todo lo que aconteció, y van a lamentarse, van a llorar, van a sufrir, cada uno de por sí, cada familia de por sí, cada tribu de por sí. Y cuando eso esté realizándose, ese será el tiempo en que Dios estará llamando 144.000 hebreos, que estarán llorando y lamentándose, que estarán viendo la Expiación, estarán en esa hora del sacrificio, estarán viendo esa Expiación y estarán recibiendo el cumplimiento de las promesas mesiánicas.
Ese será un gran día. Pero antes de llegar ese día, antes de llegar ese día tenemos que comprender que hay un momento muy importante que precede a ese día. ¿Saben lo que es? Unos versos anteriores a lo que leímos dice, en el capítulo 23 de Levítico, verso 23 en adelante dice:
“Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
Habla á los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis sábado, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación”.
O sea que antes del pueblo hebreo tener el día de la expiación, que es el día diez del mes séptimo, en el mismo mes séptimo, el día primero [1.º] tiene una conmemoración al son de trompetas; así que las trompetas vienen primero.
O sea que todo eso está relacionado con el pueblo de Israel: ellos tendrán la Fiesta de las Trompetas materializada.
Bueno, ¿y cómo se le van a materializar?, ¿cómo Dios le va a realizar la Fiesta de las Trompetas y después la fiesta o esa conmemoración o esa solemnidad del Día de la Expiación?
Bueno, para las Trompetas, quien le suena las Trompetas, quien tiene que ver con las Trompetas para el pueblo hebreo, es Apocalipsis, capítulo 11; con eso se le materializará las Trompetas al pueblo hebreo.
Dios en Su Plan llevará a cabo, realizará, lo que fue simbolizado en la conmemoración al son de las trompetas. Así que veremos a ver cómo camina y cómo se regocija el pueblo de Israel al son de las Trompetas.
Para eso, el ministerio de Moisés y Elías llevará a cabo, se manifestará para llevar a cabo esa gran labor. Y luego, con el son de las Trompetas, ahí, por ahí más adelante, ellos verán la Expiación.
Ellos tendrán realizada, se les realizará ese simbolismo del Antiguo Testamento; y se lamentarán, llorarán, porque habrá LLANTO EN LA CASA DE DAVID Y EN JERUSALÉN, en los moradores de Jerusalén.
El pueblo hebreo tiene grandes promesas divinas, grandes promesas mesiánicas; el pueblo hebreo es el pueblo que, como nación, tiene las grandes promesas de Dios; es el único pueblo con el cual Dios ha tratado como nación. En cuanto a los gentiles, Dios trata con los gentiles como individuos y con individuos de entre los gentiles; pero con el pueblo hebreo Él trata como nación.
Por eso todas estas cosas que le han de venir al pueblo hebreo serán cosas que estarán en el Plan Divino. Por eso es que ya en Apocalipsis, capítulo 7, el Ángel dice a los cuatro que tienen a los cuatro vientos aguantados, les dice —un Ángel Fuerte que viene del nacimiento del sol, les dice a esos otros cuatro ángeles— que no hagan nada, que no dejen que sople viento ni sobre el mar, ni sobre la tierra, ni sobre los árboles, hasta que sean sellados los escogidos de Dios; hasta que sean sellados los 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu.
Ahí en Apocalipsis 7 dice el número; y aun también en Apocalipsis, capítulo 14, cuando ya ha sido todo el trabajo hecho… Vean ustedes que dice, Apocalipsis, capítulo 7, que no sople viento sobre el mar, ni sobre la tierra, ni sobre los árboles, hasta que sean sellados en sus frentes los escogidos, los señalados del Señor; y en Apocalipsis, capítulo 14, ya ahí están señalados, están recogidos, los escogidos. Y dice en Apocalipsis 14:
“Y MIRÉ, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes”.
Ya aquí, en Apocalipsis 14, ya fueron sellados, están sellados, tienen el nombre del Padre celestial en sus frentes, tienen la revelación divina del Nombre Eterno de Dios; lo tienen en sus mentes, lo tienen en sus mentes y en sus corazones; porque cuando dice “en sus frentes” se refiere a la mente.
Así que tienen la revelación del Nombre Eterno de Dios, y están con el Cordero en el Monte de Sion. Así que ya vieron la Expiación, ya lloraron, ya se lamentaron; y son colocados ahí en el Monte de Sion; ¿para qué? Para que sean los eunucos del Rey y la Reina.
Ahora, no solamente ellos aparecen en el capítulo 7 (y después el 14), sino que en el capítulo 7 también aparece una multitud que nadie podía contar. ¿Y saben una cosa? Dice que son de todo pueblo, nación, lengua. Esos son gentiles y esas son personas que —conforme a como dice ahí— saldrán de la gran tribulación.
Por eso cuando se le preguntó a Juan sobre ellos, le preguntaron: “¿Quiénes son estos?”. Él dijo: “Tú lo sabes”. Le fue dicho: “Estos son los que han venido de grande tribulación”. O sea que no solamente los 144.000 van a recibir la Palabra, sino que habrá una multitud que nadie podrá contar.
Por eso después, en Apocalipsis, capítulo 15…
Fíjense, en Apocalipsis, capítulo 14, están los 144.000 hebreos ya señalados, ya sellados en sus frentes, con la revelación divina, con la revelación del Nombre Eterno de Dios, con la revelación de todo el Plan de Dios, con la revelación del Mensaje de Dios para este tiempo final; y en el capítulo 15 aparece ahí la multitud que nadie podía contar. Y esa multitud canta un cántico, y es el Cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el Cántico del Cordero.
Así que ustedes pueden ver que el ministerio de Apocalipsis 11, el ministerio de Moisés y el ministerio de Elías, vendrán a esta Tierra para manifestarse con un propósito divino: con el propósito de reunir a todos los que están escritos en el Libro de la Vida, en el Libro de Dios.
Pues bien dijo el Señor Jesucristo: “Y el Hijo del Hombre enviará a Sus Ángeles”; y Sus Ángeles son Moisés y Elías; son ese ministerio de Moisés y Elías, el ministerio de los Dos Ungidos, de los Dos Olivos, para reunir a todos los escogidos.
Dice: “Y el Hijo del Hombre enviará a Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos los escogidos; a todos los escogidos, desde un cabo del cielo hasta el otro, desde un extremo hasta el otro”25.
Así es como Él hará en estos días finales. Y para eso, para eso habrá un sinnúmero de fiestas del Antiguo Testamento siendo materializadas: para que pueda producir esos resultados.
Así que vamos a detenernos por un momento. En otra ocasión continuaremos hablando de esas fiestas del Antiguo Testamento y mostrándoles cómo se han de cumplir, cómo han de materializarse esas fiestas, que para el pueblo hebreo eran simbólicas pero que se han de convertir en una realidad en la historia de los seres humanos.
Pero por hoy es bueno que estemos conscientes de nuestro tema: “LLANTO EN LA CASA DE DAVID Y EN JERUSALÉN”.
Dios les bendiga, Dios les guarde; y en otra ocasión hablaremos sobre la Fiesta de los Tabernáculos o Cabañas, y sobre el Año del Jubileo.
Recuerden que todas estas fiestas tienen también un cumplimiento en lo espiritual y un cumplimiento también en lo literal; así que todo eso lo estaremos examinando con detenimiento también, en otras ocasiones.
Dios les bendiga, Dios les guarde; y no olviden que habrá llanto en la casa de David y en Jerusalén. Dios les bendiga, Dios les guarde, y dejo con ustedes a nuestro… [CORTE DE CINTA].
“LLANTO EN LA CASA DE DAVID Y EN JERUSALÉN”.
[Revisión julio 2022]
1 Reina-Valera 1909
2 Zacarías 13:6
3 Deuteronomio 18:15, 18:18-19
4 San Juan 8:29
5 San Juan 5:19, 8:28
6 San Mateo 3:17
7 San Mateo 17:5
8 San Juan 12:49-50
9 San Mateo 11:27, San Lucas 10:22
10 Isaías 7:14
11 San Mateo 1:23
12 1 Pedro 1:11
13 Isaías 40:3
14 2 Reyes 2:2
15 1 Reyes 19:4-8
16 1 Reyes 19:9-18
17 2 Reyes 2:6-9
18 2 Reyes 2:10
19 2 Reyes 2:11-12
20 2 Reyes 2:13-15
21 1 Corintios 5:7
22 Mt. 26:26-29; Mr. 14:22-25; Lc. 22:14-20
23 Levítico 23:16
24 Hechos 2:1-4
25 San Mateo 24:31