La Voz del Cielo al final del siglo XX

Muy buenos días, amados amigos y hermanos aquí presentes. Es para mí un privilegio estar nuevamente con ustedes en esta hermosa mañana, en la cual nos reunimos para oír la Palabra de Dios.

Reciban todos saludos de los hermanos de Venezuela y también los hermanos de Colombia, quienes les aman, y algún día esperan estar todos juntos a ustedes en el glorioso Reino Milenial.

El próximo domingo ya estará con nosotros también nuestro hermano Bermúdez, y le escucharemos también el próximo domingo. Yo estaré, próximo domingo también, y el otro domingo de arriba tengo planes también de estar aquí con ustedes; así que nos quedan dos domingos más, hasta donde tenemos planeado hasta el momento; y a lo menos, por lo menos el próximo domingo, creo que es bien seguro; el otro de arriba esperamos estar con ustedes, si no, pues estaremos en algún otro lugar, pero esperamos estar aquí con ustedes también.

Inmediatamente buscamos en nuestras biblias, en el capítulo 12 del libro de Hebreos, verso 25 en adelante, y dice de la siguiente manera:

“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

La voz del cual conmovió entonces la tierra; pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.

Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones.

“Mirad que no desechéis al que habla”: al que amonesta desde los Cielos, al que habla desde el Cielo.

LA VOZ DEL CIELO AL FINAL DEL SIGLO XX, estará hablando a todos los seres humanos conforme a la promesa divina, y conmoverá no solamente la Tierra sino que también los Cielos. Eso es lo que está anunciado para el tiempo final.

Y para poder comprender lo que esta Voz desde el Cielo estará hablando y lo que estará llevando a cabo, tenemos que ir a la Escritura; porque es una promesa divina. Y una promesa divina es vindicada, es confirmada por dos o tres testigos. Tenemos que tener dos o tres testigos, dos o tres profetas, dos o tres hombres de Dios que hayan hablado acerca de esta promesa.

Esta promesa es la promesa del tiempo final, en donde la Voz desde el Cielo hablará en el fin del siglo, y conmoverá no solamente la Tierra sino aun los Cielos, pues el profeta Hageo, en el capítulo 2 y verso 6, dice de la siguiente manera:

“Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca;

y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos”.

¿Qué Casa? La Casa del Señor, el Templo del Señor.

Es en ese tiempo en que esa Voz estará hablando desde el Cielo a los seres que viven en esta Tierra, y será el tiempo en que será conmovida no solamente la Tierra sino también el Cielo; será el tiempo de la Venida del Señor.

Es en el tiempo final en que todas estas promesas se han de cumplir; y será en este tiempo final en que la Voz del Cielo dirá e identificará el Mensaje que corresponde a este tiempo final.

Esa Voz del Cielo será como la Voz allá en el Monte de la Transfiguración cuando unos decían: “Hagamos aquí tres pabellones: uno para Elías, uno para Moisés y otro para Jesús”; pero la Voz del Cielo dijo: “A Él oiréis”[1]. ¿A quién? A Aquel que había venido enviado del Cielo como Cordero de Dios para cumplir el Programa Divino de Redención, para con Su Sangre limpiar de todo pecado a todos los hijos de Dios, para así redimir a todos los hijos de Dios.

Redimir es ‘volver al lugar original’ a todos los hijos de Dios.

Aquel que había venido con el propósito divino de llevar a cabo la Obra de Cordero de Dios, era la persona que tenía que ser oída en esos días. Y allí Dios estaba mostrando lo que acontecería en el tiempo final, en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles en Su Reino con poder y gloria, pues el Señor Jesucristo había dicho: “Algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en el Reino de Su Padre con poder y gloria, viniendo con Sus Ángeles”[2].

Y seis días después, tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte a un monte alto: al Monte de la Transfiguración[3]. Allí se transfiguró, y aparecieron con Él Moisés y Elías, mostrando así lo que será en el fin del siglo, en el tiempo de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles: Moisés y Elías; y mostrando así quién debe ser escuchado en este tiempo final.

El Hijo que será adoptado en el Reino será quien debe ser escuchado en la Tierra, porque la Voz del Cielo estará aquí en la Tierra a través del Enviado de Dios del Cielo, y esa será la Voz que dijo el Señor Jesucristo: “Todos los muertos escucharán la Voz del Hijo de Dios, y resucitarán”[4].

Esa será la Voz del Cielo que será escuchada en esta Tierra, la cual estremecerá no solamente la Tierra sino también el Cielo; esa será la Voz que debe ser oída en la Tierra en este tiempo final, cuando esa Voz desde el Cielo esté trayendo el Mensaje a esta Tierra; porque dijo el Señor Jesucristo que para los días finales la Voz del Cielo, la Voz del Hijo de Dios, será escuchada por todos los que están en los sepulcros.

Es necesario que atendamos con más diligencia, en este tiempo final, la Voz del Cielo.

Hay muchas voces sobre la Tierra, todas las religiones están hablando, y todas dicen que hablan la Palabra de Dios; todas las personas sobre la Tierra, cuando hablan acerca de las cosas religiosas, hablan y dicen que hablan la Palabra de Dios, reclaman tener la Voz de Dios; pero la Voz de Dios sobre la Tierra siempre ha sido una, y ha estado siempre en el Enviado de Dios.

Es necesario entonces que escudriñemos las Escrituras, “porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”, dijo el Señor Jesucristo[5]. Ellas son las que dan testimonio del Enviado de Dios con la Voz del Cielo para cada edad y para cada dispensación, dan testimonio del Enviado de Dios, del Ungido de Dios con la Voz del Cielo para todos los seres humanos.

Si hemos de escuchar la Voz del Cielo, la Voz que habla desde el Cielo, tenemos que entender que no hará nada el Señor sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas[6].

Es menester que también entendamos lo que dijo Dios a Moisés: “Profeta como tú, de en medio de vuestros hermanos, os levantará el Señor vuestro Dios; a él oiréis”. Y dijo Moisés: “El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como yo; a él oiréis”[7].

Y Dios dice: “Y pondré mis Palabras en su boca. La Voz del Cielo, las Palabras del Cielo estarán en la boca del profeta que Dios levante de entre vuestros hermanos; a él oiréis. Porque al oírlo a él estaréis oyendo las palabras del Cielo, la Voz del Cielo; porque él hablará todo lo que yo le mandare. Y cualquiera que no escuchare lo que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

Así es la Voz del Cielo, así es la Voz que habla desde el Cielo —a los seres humanos en la Tierra— a través de carne humana. Y cualquiera que no oye esa Voz, Dios le pedirá cuenta, porque no han escuchado la Voz del Cielo, la Voz de Dios para el tiempo en que viven.

Y Él dice a través del apóstol San Pablo: “Aún una vez…”, aún una vez más Dios hablará desde el Cielo a los seres humanos aquí en la Tierra, a través de carne humana. La Voz que conmoverá no solamente la Tierra sino también los Cielos, como está prometido.

Esa Voz conmoverá la Tierra y también los Cielos, conmoverá la Tierra con volcanes, terremotos, maremotos, los grandes juicios divinos que han de venir sobre la Tierra conforme a Apocalipsis, capítulo 11 y verso 3 en adelante, que dice de la siguiente manera. Dice:

“Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra.

Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos (la Palabra), y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.

Estos tienen poder para cerrar el cielo (así que pueden conmover el cielo), a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran”.

Tienen poder para conmover los cielos y la Tierra, tienen poder para hacer que el sol queme a los hombres que están sobre la Tierra, tienen poder para interrumpir la naturaleza completa; poder sobre los cielos y sobre la Tierra.

¿Por qué? Porque el que dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”[8], les dará ese poder en la adopción en el Monte de Sion, equivalente al Monte de la Transfiguración, porque estará cumpliéndose en el ministerio de las Dos Olivas la adopción del siervo fiel y prudente que le dio Alimento a los hijos de Su Casa a tiempo; y dijo el Señor: “Bienaventurado aquel siervo que cuando su Señor viniere, le hallare haciendo así. De cierto os digo que sobre todos Sus bienes le pondrá (le adoptará)”[9].

Le adoptará para que ministre los bienes de su Señor, le adoptará para que hable la Palabra del tiempo final. Y la Voz del Cielo será escuchada a través de ese ministerio profético que estará sobre la Tierra en el fin del siglo XX; y la Voz del Cielo hablará para gentiles y también para los hebreos.

La Voz del Cielo hablará en bendición para unos…: para todos los elegidos, para todos los escogidos, en la Gran Voz de Trompeta que llamará y juntará a todos los elegidos; porque dijo el Señor: “Y enviará a Sus Ángeles (que es el ministerio de Moisés y Elías) con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos los elegidos, los escogidos”[10].

Esa Gran Voz de Trompeta será escuchada para bendición de todos los elegidos, será la Voz del Cielo para hablarles las ricas y las grandes bendiciones que Dios tiene para todos los elegidos.

Esa Voz del Cielo les abrirá el misterio del propósito divino para estos días finales, y les mostrará todo aquello que los hijos de Dios deben conocer en cuanto al Programa Divino para estos días finales; les mostrará la forma en que todos deben prepararse para la transformación de sus cuerpos terrenales; les hablará, les revelará el gran misterio del Día de la Redención de nuestros cuerpos terrenales, porque nuestros cuerpos terrenales serán redimidos.

Redimidos es retornados al lugar original. Regresaremos al principio, regresaremos al lugar original, regresaremos a como fue en el principio.

En el principio, cuando Dios colocó sobre la Tierra al primer hombre no lo tomó de una mujer, no lo trajo del vientre de una mujer, no vino a través de la unión de un hombre y de una mujer; vino por creación divina. Lo trajo primero de la eternidad, de la séptima dimensión a la sexta dimensión, y después a esta dimensión terrenal, de donde le trajo del polvo de la tierra un cuerpo para que en él habitase.

Y Dios en este tiempo final, con la Gran Voz de Trompeta, cuando la Gran Voz de Trompeta haya dado Su Mensaje, dice el apóstol San Pablo: “He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no moriremos, no dormiremos; sino que todos seremos transformados, en un abrir y cerrar de ojos, a la Final Trompeta”[11]; porque después de esa Trompeta no sonará otra trompeta. Es a la Final Trompeta, a la Gran Voz de Trompeta, que suenan los Ángeles del Señor Jesucristo con los cuales Él viene en el tiempo final, que son el ministerio de Moisés y Elías.

Y vendrán con esa Gran Voz de Trompeta, como se tocaba la trompeta en el año del jubileo para proclamar la libertad, para proclamar el año del jubileo, en donde todo regresaba a las manos de su dueño original. Todas las propiedades, sin pagar ni un solo centavo, regresaban automáticamente a su lugar de origen, a las manos de su dueño original.

Y así acontecerá en este tiempo final con la Gran Voz de Trompeta, con la Trompeta Final: todo regresará a su lugar original y a los dueños originales, todo regresará a su posición original. Los hijos de Dios regresarán a su posición original de hijos de Dios, y regresarán al cuerpo original que Dios le dio a Su primer hijo, todos regresarán a esa posición original.

“Así como trajimos la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”[12], del Señor Jesucristo.

Tendremos, entonces, en este tiempo final, cuando la Gran Voz de Trompeta, cuando la Trompeta Final haya sonado, tendremos, recibiremos, la transformación; y tendremos un cuerpo igual al del Señor Jesucristo. Porque el propósito divino para todos los hijos de Dios es que todos seamos hechos conforme a la imagen del Hijo de Dios, conforme a la imagen de Jesucristo.

El propósito divino es que todos nosotros tengamos un cuerpo glorificado, un cuerpo transformado, con la teofanía dentro de ese cuerpo; y la teofanía es el cuerpo espiritual de la sexta dimensión.

La teofanía es el espíritu, el cuerpo del alma suya, que usted desde el principio debió traer cuando vino a esta Tierra, pero que no trajo ese cuerpo teofánico, ese cuerpo del alma; ese espíritu para el alma no lo trajo, no vino vestido usted con ese cuerpo teofánico, con esa vestidura teofánica, y por eso hemos tenido tantas luchas y tantos problemas aquí en la Tierra.

Pero las glorias venideras son tan grandes que no es de comparar lo que sufrimos aquí con las glorias venideras[13]. Por esa causa, dice el apóstol San Pablo al entender estas cosas, dice:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó…”.

Por eso dice [Romanos 8:28]:

“… sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Conforme al propósito divino; no a los que se meten a una religión o a los que quieren una religión para ser mejores personas. Eso está bueno, pero eso no es el propósito divino. El propósito divino es este que dice el apóstol San Pablo aquí:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…”.

Ese es el propósito divino: que seamos hechos conforme a la imagen de Su Hijo; que seamos hechos primero en teofanía y después en cuerpos transformados aquí en la Tierra, para vivir —conforme al propósito divino— por toda la eternidad.

Muchas personas no saben que hay un propósito divino, y creen que es del que quiere y del que corre (la bendición de Dios); pero ni es del que quiere ni es del que corre, sino de Dios que tiene misericordia[14] y de aquel del cual Dios tiene misericordia.

Pues dice la Escritura: “A Jacob amé (y no era el más santo), y a Esaú aborrecí”[15], el cual aparentemente era mejor que Jacob; porque la palabra Jacob quiere decir, el nombre Jacob quiere decir ‘engañador’. Pero Jacob era el hombre que estaba interesado, no en religión, sino en las promesas divinas para su tiempo, el que luchaba y buscaba esas promesas aunque tenía muchos problemas; aunque tenía muchas faltas, aunque cometía muchos errores, era el que buscaba la promesa para su tiempo. Ahora, sigue diciendo:

“… para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”.

Recuerden que todos los hijos de Dios, los que son llamados conforme al propósito divino, para ser conforme a la imagen de Jesucristo, pertenecen a la Nueva Creación de la cual Él es el principio, el primero de esa Nueva Creación; porque la vieja creación cayó, pero la nueva está encabezada por el Señor Jesucristo:

“Y a los que predestinó, a éstos también llamó…”.

Recuerden que los hijos de Dios han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para ser conforme a la imagen de Jesucristo. No aparecen en esta Tierra por mera casualidad y en cualquier tiempo: vienen en el tiempo señalado por Dios.

“Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó (no se justifican ellos a sí mismos, Dios los justificó en Cristo Jesús); y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”.

A todos los hijos de Dios, desde que están sobre la Tierra los han estado acusando. El mismo Señor cuando apareció sobre la Tierra fue acusado de los religiosos de aquel tiempo, de los líderes religiosos; fue acusado de muchas personas que vivieron en aquel tiempo porque no podían creer Su Mensaje, no podían creer que Él era el hombre enviado de Dios, el Mesías, en donde la Voz del Cielo estaba siendo oída en la Tierra.

Él decía: “Las palabras que yo hablo, no las hablo de mí mismo, sino que lo que yo oigo al Padre hablar, eso es lo que yo hablo”[16].

Por eso Él decía: “Padre, la Palabra que me diste, les he dado; y ellos la recibieron”[17]; porque esa Palabra no era de la Tierra, esa doctrina que Él tenía era del Cielo, del Padre de las Luces; era la Voz del Cielo hablando en la Tierra. Pero ellos no podían comprender lo que estaba aconteciendo en la Tierra, lo cual venía del Cielo.

Eso fue así en la Primera Venida del Señor, cuando Él se manifestó como el Cordero de Dios, pues Él vino para llevar a cabo esa parte del Programa de Redención en beneficio de todos los hijos de Dios.

Y en todos los tiempos podemos ver que todos los hijos de Dios han sido acusados en esta Tierra, han sido vituperados. Pero, ¿qué diremos a eso? Dios es el que justifica. Y si Dios por nosotros ¿quién contra nosotros? Dios es el que justifica.

¿Quién es, entonces, el que condenará a los hijos de Dios, si Dios es el que los justifica? Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios.

Así que… Sigue diciendo el apóstol San Pablo [Romanos 8:33]:

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

¿Quién es el que condenará?”.

¿Quién podrá condenar a un hijo de Dios?, ¿quién podrá mandar al infierno a un hijo de Dios?, ¿quién podrá decir que un hijo de Dios es un hijo del diablo? Nadie.

Aunque lo digan, esas palabras se las lleva el viento y permanecerán grabadas, no en contra de los hijos de Dios sino en contra del que hable algo contra los hijos de Dios, pues está dicho: “No toquéis a mis ungidos”[18].

“Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

Como está escrito:

Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;

Somos contados como ovejas de matadero.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Cuando usted y yo podemos creer esas palabras del apóstol San Pablo, y entenderlas, podemos entonces ver que hay un propósito divino para todos los hijos de Dios, y que nadie los arrebatará de la mano del Señor.

Pueden entonces comprender que estamos aquí en la Tierra pasando por una etapa de proceso y que vamos hacia la perfección. No hemos llegado a la perfección y, por lo tanto, tenemos nuestros problemas aquí en la Tierra, cometemos también faltas aquí en la Tierra.

No podemos decir que no las cometemos, porque mentiríamos; pero una cosa sí sabemos: ¡que vamos hacia adelante conforme al propósito divino, para llegar un día a la total perfección, cuando el cuerpo teofánico de la sexta dimensión se una al cuerpo terrenal y lo transforme, y lo convierta en un cuerpo igual al del Señor Jesucristo! Y entonces se acabaron las faltas, se acabaron los problemas; y ya nadie podrá ver ni una falta ni un error en los hijos de Dios.

Dios no los ve, porque Él nos mira a través de la Sangre derramada en la Cruz del Calvario; por eso Dios dice que Sus hijos están sin pecado.

Pero sobre la Tierra, la gente que no pueden mirar y ver a los hijos de Dios, los hijos del Reino, a través de la Sangre del Señor Jesucristo, siempre estarán haciendo lo mismo que hace el diablo: acusando a los hijos de Dios. Porque el diablo es el acusador de todos nuestros hermanos, desde el comienzo hasta el final; y los que acusan a los hijos de Dios están haciendo igualito al enemigo de Dios, el cual se rebeló en contra de Dios y de Su Programa.

Por eso usted y yo no podemos estar acusando a nuestros hermanos de los errores o faltas que cometan. Les miramos a través de la Sangre del Señor Jesucristo y les vemos como le ve Dios: “La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado”[19]. Así nos ve Dios, y así nos vio Dios desde antes de la fundación del mundo.

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo…”.

Para que fuesen iguales al Señor Jesucristo, para que viniesen a ser conforme a Su imagen, para que viniesen a ser alma, espíritu teofánico y cuerpo glorificado, transformado.

Ese es el propósito divino para usted y para mí. Y conforme a ese propósito, y para tomar nuestro lugar en ese propósito divino, Él nos ha llamado en este tiempo final, así como llamó en cada edad a cada hijo de Dios que vino a esta Tierra.

Estamos nosotros viviendo en el tiempo final, en donde estarán sobre la Tierra los últimos hijos de Dios que entrarán a tomar parte en el propósito divino de ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo Jesucristo.

Y cuando haya terminado de sonar, de hablar la Voz del Cielo a los elegidos, los predestinados que serán llamados con esa Gran Voz de Trompeta, esa Gran Voz del Cielo, luego que hayan escuchado esa gran Voz del Cielo en todo el Mensaje que tiene para ellos, luego, dice: “A la Final Trompeta; porque será tocada la Trompeta y (luego que haya sido tocada, que haya sonado) los muertos en Cristo resucitarán”, vendrán del Paraíso con esos cuerpos teofánicos a tomar un cuerpo aquí en la Tierra.

O sea, en palabras más claras: los que están en el Paraíso, todos los hijos de Dios que están ahí en esa sexta dimensión de la teofanía, vendrán en alma, espíritu teofánico, para tomar el cuerpo, un cuerpo glorificado, transformado, tomado de esta tierra, para vivir por toda la eternidad.

“Y luego nosotros los que vivimos seremos transformados”. Nuestro cuerpo teofánico, nuestro espíritu teofánico de la sexta dimensión, vendrá y se manifestará y tomará este cuerpo de tierra, del polvo de la tierra en el cual vivimos, y lo transformará conforme a la promesa divina.

La transformación de nuestros cuerpos dependerá del cuerpo teofánico de la sexta dimensión, o sea, del Ángel del Señor que acampa en derredor de los que le temen, y los defiende[20]; acampa en derredor, pero algún día acampará dentro de cada escogido, y será transformado el lugar de morada de cada elegido.

¿Cuándo? A la Final Trompeta: cuando haya sonado la Trompeta Final, cuando la Voz del Cielo haya hablado hasta la última palabra que tiene que hablar en esta Tierra para todos los hijos de Dios. Cuando haya dado el último Mensaje, cuando haya predicado o dado el último Mensaje para los elegidos, cuando esa Voz ya no tenga nada más que hablarles a los elegidos en esa Gran Voz de Trompeta, entonces vendrá la resurrección de los muertos y la transformación de los cuerpos en que viven los elegidos.

Y luego esa Voz seguirá adelante, esa Voz se seguirá escuchando en lo que habló con relación también al día de venganza del Dios nuestro; y ese será un Mensaje para el reino de los gentiles, un Mensaje de juicio divino que vendrá sobre esta Tierra para estremecer la Tierra y también los cielos, para traer el juicio divino.

Por eso la Voz del Cielo que hablará en el fin del siglo XX, hablará bendición para los elegidos, pero hablará el juicio divino, la maldición, para el reino de los gentiles; y así estremecerá los cielos y la Tierra, y acontecerán terremotos, maremotos, volcanes, y la Tierra se moverá de su lugar. Todo esto será así porque será hablado por la Voz del Cielo, la Voz creadora, la cual es poderosa para hacer conforme a como será hablado.

“Pero no hará nada el Señor sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”. Habrá sobre la Tierra, entonces, uno con el ministerio de Moisés y de Elías, con el ministerio de los Dos Olivos y de los Dos Candeleros, y con el ministerio del Señor; el ministerio que el Señor operará en esta Tierra para dejar oír la Voz del Cielo en esta Tierra.

Esa es la Voz que será oída en esta Tierra de parte de Dios: Será la Voz Divina, la Voz celestial para todos los elegidos de Dios, será la Voz de Dios para todos los seres humanos, será la Voz de Dios para todas las iglesias. Por eso está señalado en Apocalipsis 22 y verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Esa es la Voz del Cielo para todas las iglesias, esa es la Voz del Señor Jesucristo hablando a través de Su Ángel Mensajero, de Su último profeta que estará sobre la Tierra en este tiempo final. Esa es la Voz que debe ser oída en este tiempo final.

Esa también será la Voz que será combatida en este tiempo para que la gente no escuche la Voz del Cielo. Pero la Voz del Cielo hablará aquello que tiene que ser hablado, para que las cosas que tienen que acontecer acontezcan y sean dadas a conocer a los seres humanos; y eso será se oponga quien se oponga; estén de acuerdo o no estén de acuerdo con lo que esa Voz ha de hablar; porque será la Voz del Cielo, la Voz de Dios en el fin del siglo XX, para recoger a todos los escogidos con Gran Voz de Trompeta, como sonaba la trompeta en el año del jubileo para reclamar todo lo que pertenecía a todos los hijos de Dios y regresarlo todo al lugar de origen.

Esa será la Voz de Dios, la Voz del Cielo, para regresar todo al lugar original: el trigo a su lugar original, y la cizaña a su lugar original también.

Por lo tanto, todo regresará a su lugar original; y todo eso será así porque la Voz del Cielo, la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta lo hablará, y así acontecerá.

Esa es la Voz que debe ser oída en el fin del siglo XX, esa es la Gran Voz de Trompeta para todos los elegidos, esa es la Gran Voz de Trompeta para todas las iglesias, esa es la Gran Voz de Trompeta para todos los seres humanos.

Y la pregunta es: ¿A quién oirá usted?, ¿a quién quiere oír usted? ¿Quiere oír alguna de las muchas voces que hay en esta Tierra, que son de esta Tierra o que son de la quinta dimensión? ¿O quiere oír la Voz del Cielo, que viene de la séptima dimensión, pasando por la sexta dimensión?

Entonces, si queremos escuchar la Voz del Cielo, la Voz de la séptima dimensión que viene por la sexta dimensión, la dimensión de la Palabra, la dimensión de la teofanía, entonces tenemos que entender cómo esa Voz se escuchará en esta Tierra: Se escuchará en esta Tierra conforme a la promesa de Dios; es una promesa.

Si es una promesa, entonces tenemos nuestros corazones y nuestros brazos abiertos para recibir esa promesa del tiempo final, para escuchar la Voz de Dios, la Voz del Cielo en el tiempo final.

Esa será la Voz del Cielo. Y esa Voz del Cielo será colocada, esa Palabra del Cielo, esa Palabra de Dios será colocada en la boca del último profeta mensajero que Él envíe con la unción, con el ministerio, con el espíritu ministerial de Moisés y Elías; y entonces los Ángeles administradores enviados de Dios, el ministerio de Moisés y Elías, estará sobre la Tierra para ministrar la Palabra de Dios a los hijos de Dios, al trigo; y también para ministrar la Palabra de juicio a la cizaña.

Ángeles administradores en el tiempo del fin, para administrar a los herederos de salud la Palabra de Dios para el tiempo final; para administrar a los hijos de Dios la Voz del Cielo, la cual les revelará el propósito divino de este tiempo final.

Y “todos serán enseñados de Dios”[21], “porque yo mismo que hablo, estaré presente”[22], ASÍ DICE DIOS en Su Palabra. Esto es Palabra de Dios.

La Voz del Cielo en el fin del siglo XX estará aquí sobre la Tierra para anunciarle a todos los hijos de Dios el propósito divino, el Programa Divino, para estos días finales; para anunciarles el plan o Programa del Señor Jesucristo como León de la tribu de Judá, Rey de reyes y Señor de señores; para reclamar todo lo que Él redimió a todos Sus hijos y reclamar Su propio Trono; para mostrarles ese propósito divino de Dios en Su manifestación como León de la tribu de Judá, Rey de reyes y Señor de señores, como Hijo de David.

Ese propósito divino no fue mostrado en Su Primera Venida, porque eso sería para el tiempo final, para el día en que el Hijo del Hombre se manifestaría con Sus Ángeles, con el ministerio de Moisés y Elías en el occidente, como el relámpago.

El propósito divino del León de la tribu de Judá, Rey de reyes y Señor de señores, el Hijo de David, para reclamar Su Trono; ese propósito, ese plan, ese Programa será escuchado desde el Cielo por la Voz del Cielo a través del último Ángel Mensajero, profeta mensajero, que tendrá el Señor Jesucristo sobre la Tierra como el Benjamín de los profetas; el cual tendrá como Benjamín la doble porción ministerial de Moisés y Elías.

Y cuando estemos escuchando ese ministerio que estará sobre la Tierra en los días finales, manifestado en el occidente como el relámpago, en el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, estaremos escuchando la Voz del Cielo en el fin del siglo XX.

La Voz que en una ocasión conmovió la Tierra; la cual no solamente conmoverá la Tierra, sino que aún una vez y conmoverá los cielos también, los cielos y la Tierra; esa Voz estará hablando de esas cosas que han de acontecer en este tiempo final: estará hablando de la resurrección, estará hablando de la transformación, estará hablando del recogimiento de los elegidos, estará hablando de la entrada a la eternidad de todos los hijos de Dios, y también estará hablando del día de venganza del Dios nuestro, o sea, de los juicios de Dios sobre el reino de los gentiles. Todo eso escucharemos en la Voz del Cielo en el fin del siglo XX.

¿Qué quiere usted escuchar en este tiempo? Para este tiempo final la Voz del Cielo se escuchará en esta Tierra. Es tiempo, entonces, que despertemos a esta realidad y estemos atentos escuchando la Voz del Cielo en estos días finales; porque dice el apóstol San Pablo:

“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”.

Desde los Cielos el Señor Jesucristo habló a través de Sus siete ángeles mensajeros. Y aun una vez, una vez más, y hablará por última vez en esta Tierra la Voz del Cielo; y con Su Mensaje, con Su Voz estremecerá no solamente la Tierra, sino aun los cielos.

[CORTE DE AUDIO]

… eso es Palabra de Dios. Es tiempo, entonces, que despertemos a esta realidad.

Hay muchas voces sobre la Tierra: están las voces de los falsos ungidos y de los falsos profetas y de los falsos cristos, falsos ungidos, que dijo el Señor Jesucristo que aparecerían sobre la Tierra; pero Dios en Su infinito amor y misericordia enviará la Voz del Cielo a través del último verdadero profeta que pisará esta Tierra.

Dios no sería justo si al venir tantos falsos profetas, tantos falsos cristos, tantos falsos ungidos, Dios no sería justo si no les envía a los seres humanos un verdadero ungido con el Espíritu del Señor Jesucristo, un verdadero profeta en donde Él ponga la Voz del Cielo para que los seres humanos puedan oír, no voces humanas, no voces terrenales, ni de la quinta dimensión, sino la Voz del Cielo.

Pero Dios es justo y misericordioso, y en Su amor y misericordia Él ha prometido la Voz del Cielo para que todos los hijos del Reino de Dios, todos los seres humanos, puedan escuchar la Voz del Cielo en esta Tierra a través de un verdadero profeta, ungido con el Espíritu del Señor, ungido con el ministerio de las Dos Olivas: de Moisés y de Elías. Esa será la Voz del Cielo en el fin del siglo XX, esa será la Voz de Dios para todos los seres humanos.

Por eso esa Voz profetizará una vez más, profetizará de nuevo sobre toda nación, sobre toda lengua, sobre todos los reyes; profetizará, traerá la última profecía sobre los seres humanos.

El último Mensaje profético será el Mensaje profético de Moisés y Elías, el cual será para todos los seres humanos, será para todas las iglesias.

Ese Mensaje profético de Moisés y Elías estará en el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo para dar testimonio de estas cosas en todas las iglesias; porque en él estará el ministerio de Moisés y Elías, estará el ministerio de los Ángeles administradores, administradores de la Palabra de Dios, de la Voz del Cielo para los días finales.

Y todos tendremos el privilegio y la bendición de oír la Voz del Cielo en todo lo que estará hablando en estos días finales. Y usted y yo tendremos que estar bien alertas, tendremos que tener nuestro corazón abierto a esa Voz del Cielo que estará proclamando la Gran Voz de Trompeta, el Mensaje Final en esta Tierra.

Todos nosotros seremos probados en este tiempo; porque no es lo mismo decir: “Yo creo”, que creer en el corazón y de todo corazón, y no apartarse ni a diestra ni a siniestra de lo que ha creído por nada en el mundo. Todos tendremos que ser probados para saber si hemos creído o no hemos creído a la Voz del Cielo.

Vendrán muchas voces para hablar, para tratar de quitar esa Voz, ese Mensaje del Cielo, del oído y del corazón y de la mente de los hijos de Dios. Ahí usted y yo hemos de probar que hemos escuchado Su Voz y que no hemos endurecido nuestro corazón, como lo endurecieron allá en el desierto los hebreos.

Ellos endurecieron su corazón. Luego que escucharon la Palabra, luego vieron los problemas, vieron las circunstancias que les rodeaban, y vieron un sinnúmero de cosas negativas, las cuales no tenían que estar mirando; pero miraron lo que no tenían que mirar, y dejaron de mirar la Palabra que les había sido revelada a través del mensajero de Dios, del mensajero dispensacional llamado Moisés. Y entonces la ira de Dios vino sobre ellos, porque ellos desearon regresar al lugar de donde los había sacado el mensajero dispensacional prometido para aquellos días con el Mensaje de la tierra prometida; quisieron regresar a Egipto.

El Mensajero dispensacional que vendrá en este tiempo final con el Mensaje, con la Voz del Cielo para todos los hijos de Dios, llamará y sacará a todos los hijos de Dios de la última edad o séptima edad de la Iglesia gentil; y los llevará hacia adelante, hacia una tierra prometida, hacia el Mensaje prometido para el tiempo final, y hacia el nuevo cuerpo: la nueva tierra, la tierra transformada, el cuerpo transformado que hemos de obtener al final de nuestra trayectoria.

Pero antes de ocurrir todo esto, muchos serán tentados y muchos serán inquietados para oír alguna otra Voz que les dirá: “Regresemos al lugar en donde estábamos, regresemos a la séptima edad de la Iglesia gentil, regresemos a la Edad de Laodicea; regresemos allá, en donde la promesa para esa edad eran los dones del espíritu, las lenguas y todas estas promesas que eran para la Edad de Laodicea; regresemos a esas promesas”.

Pero, ¿qué Voz escucharemos nosotros en este tiempo final? Si regresamos a la séptima edad de la Iglesia no entraremos a la tierra prometida del nuevo cuerpo, del cuerpo transformado que Dios tiene para todos los hijos de la promesa de este tiempo final.

Por lo tanto, no miraremos los problemas, no miraremos las circunstancias negativas que puedan moverse en medio del pueblo, no miraremos nada que nos pueda apartar de la Voz del Cielo en los días finales. Permaneceremos escuchando esa Voz y solamente esa Voz.

Y todo lo que deseemos saber, lo que deseemos conocer en este tiempo final, lo conoceremos a través de la Voz del Cielo en los días finales hablando en esta Tierra; y no desecharemos esa Voz que hablará desde el Cielo a nosotros en estos días finales; pues si la desechamos, si desechamos la Voz del Cielo, el Mensaje final, el Mensaje del fin del siglo XX, que viene para llamar y recoger el trigo, a todos los elegidos, ¿cómo escaparemos del juicio venidero, del juicio de la gran tribulación?

No hay forma para escapar si desechamos la Voz del Cielo en el fin del siglo XX; porque esa Voz es la Palabra de Dios, que será colocada en la boca del Benjamín de los profetas que Dios enviará en estos días finales con la doble porción ministerial de Moisés y Elías. Esto es Palabra de Dios.

Fuera de esa promesa usted no encontrará que venga otro hombre, otro profeta, después del cuarto Elías; porque después del cuarto Elías viene el quinto Elías con el ministerio del segundo Moisés.

Así que en medio del cuarto Elías y el quinto Elías, y segundo Moisés, no hay otro mensajero, no hay otro profeta, no hay otro que diga que la Voz de Dios está en él para hablarle al pueblo.

Después del cuarto Elías, que vino con la Voz de Dios para la séptima edad de la Iglesia gentil, para la Edad de Laodicea, después de él, el próximo será el último profeta: que vendrá con el ministerio de las dos o de los Dos Olivos, de los Dos Candeleros, el ministerio de los Ángeles administradores Moisés y Elías. Vendrá ese profeta final con la manifestación del Hijo del Hombre.

Él no es el Hijo del Hombre, él tampoco es Moisés, él tampoco es Elías; pero esos ministerios del Hijo del Hombre, de Moisés y de Elías estarán manifestados en él para llamar y recoger a todos los escogidos. Él tocará la Gran Voz de Trompeta en los días finales y se escuchará la Voz del Cielo en el tiempo final, en el fin del siglo XX. Y todos los hijos del Reino, el trigo del Señor, será recogido en el Alfolí de Dios. Esa es la promesa que le sigue a Malaquías 4:5.

En medio de esa promesa, en medio de esa promesa profética, en medio del precursor de la Venida del Señor y el precursado con el ministerio del Señor y el ministerio de Elías y el ministerio de Moisés, no hay otra promesa de otro profeta viniendo para hablarle al pueblo.

Por esa causa, cualquier persona que se levante sobre la Tierra diciendo que en él está la Voz de Dios, que él habla el Mensaje de Dios para este tiempo, que él tiene el Mensaje para los escogidos de Dios, y que no sea el hombre, el profeta final que vendrá con la doble porción (la de Moisés y la de Elías) en el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre en el occidente, ¡será un falso profeta! Porque no pueden estar sobre la Tierra dos profetas a la misma vez con la Voz de Dios hablando sobre la Tierra y hablando uno diferente al otro.

La Voz de Dios viene solamente en cierto tiempo, en cierta edad o cierta dispensación, al único mensajero enviado del Cielo por Dios para esa edad o dispensación. Dios no tiene dos mensajeros para una edad o para una dispensación. Y cuando aparecen dos mensajeros en una edad o en una dispensación, uno está precursando al verdadero mensajero para esa dispensación. Y al precursor le conviene menguar y al precursado le conviene crecer.

Por eso cuando vino Juan el Bautista no hizo señales; pero el precursado hizo las señales que tenía que hacer.

Cuando venga el precursor de la Segunda Venida del Señor, hará todas las señales que tengan que ser hechas en y para la edad de la Iglesia gentil; y luego, cuando venga el precursado, él no tendrá que mostrarles señales como las mostró el precursor.

En la Primera Venida el precursor no hizo señales, y el precursado sí las hizo. En Su Segunda Venida el precursor hizo las señales, y el precursado no tendrá necesidad de hacerlas, porque él vendrá con la Voz del Cielo para dar a conocer, para revelar, la Gran Voz de Trompeta, y llamar a todos los elegidos.

Y los falsos profetas se quedarán imitando al precursor de la Segunda Venida del Señor, sin saber que el Señor Jesucristo dijo que los falsos profetas, los cuales siempre son imitadores y los cuales estarán imitando al precursor de la Segunda Venida del Señor, el Señor dijo que vendrían haciendo grandes señales y maravillas, de tal manera que engañarían a los escogidos, a los elegidos, si fuera posible.

¿Con qué querrán engañar a los elegidos los falsos profetas, los falsos cristos, falsos ungidos, que proclaman y reclaman que están ungidos con el Espíritu del Señor? Tratarán de engañar a los elegidos con señales, con milagros, tratando de llevar al pueblo hacia la dispensación que ya pasó y hacia la última edad de esa dispensación, en donde estaban los milagros para esa edad; pero luego, luego de eso, los pervertidores entonces siguieron imitando y haciendo milagros como los hacía el verdadero precursor de la Segunda Venida del Señor.

¿Qué estarán imitando los falsos cristos? Estarán diciéndole al pueblo que los están preparando para la Venida del Señor. Pero ¿qué estará aconteciendo? Se están colocando como el precursor de la Segunda Venida del Señor, y no son el precursor de la Segunda Venida del Señor; porque ya vino, trajo Su Mensaje el verdadero precursor, y mostró cómo sería la Venida del Señor en los días finales: Mostró que cuando nuestro Señor Jesucristo viniera sobre la Tierra, vendría sobre un caballo blanco como la nieve, y eso sería Emanuel, la Palabra de Dios encarnada en un hombre[23]: en el hombre que él estaría precursando, en el cual se cumpliría la Venida del Hijo del Hombre, se cumpliría la Venida de los Ángeles administradores, que le administrarían la Palabra a todos los hijos de Dios y con Gran Voz de Trompeta llamarían y recogerían a todos los elegidos, los escogidos en este tiempo final del siglo XX.

Por lo tanto, usted y yo tenemos que abrir bien nuestros ojos, porque en medio del precursado y el precursor, no habiendo promesas de un verdadero profeta entre medio del precursor y el precursado, lo único que hay son falsos profetas.

Pero cuando sobre la Tierra esté el verdadero profeta que fue precursado por el precursor… Y el precursor siendo Elías en su cuarta manifestación ministerial, lo único que precursó fue la quinta manifestación de Elías y segunda manifestación de Moisés y segunda manifestación del Hijo del Hombre. Eso fue lo que precursó el precursor de la Venida del Señor: precursó la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.

¿No fue eso entonces lo que precursó? Precursó entonces la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, con el ministerio de Moisés y Elías, manifestándose, revelándose, como el relámpago en el occidente, viniendo sobre la Tierra en el simbolismo apocalíptico de un Jinete cabalgando sobre un caballo blanco como la nieve, lo cual dice él: “… y será completamente Emmanuel…”, que quiere decir: Dios con nosotros.

Cuando Dios ha estado con nosotros sobre la Tierra, ha estado siempre velado en carne humana: Dios se veló en Moisés, Dios se veló en Jesús. Y conforme al simbolismo apocalíptico de la Venida del Señor sobre un caballo blanco como la nieve (lo cual será el Verbo de Dios, la Palabra de Dios viniendo conforme a la promesa apocalíptica), dice el precursor, para los escogidos, para los hijos, para aquellos a los cuales vino para prepararlos para recibir la Venida del Señor, él les dice: “Ese simbolismo del Jinete apocalíptico del capítulo 19 de Revelación, es completamente Emanuel; y eso es la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

La Palabra de Dios estará encarnada en un hombre; y eso será el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre, el cumplimiento de la Venida del Señor, el cumplimiento de la Venida del Señor con Sus Ángeles segadores, para llevar a cabo la siega o cosecha en el campo, en el mundo, para segar o cosechar el trigo, y también la cizaña y echarla en el fuego. Esa es la promesa que hay después de la promesa de Malaquías 4:5.

Luego de recibir la promesa de Malaquías 4:5 (el ministerio de Elías en su cuarta manifestación), recibiremos el cumplimiento de la promesa de la Venida del Hijo del Hombre como el relámpago en el occidente resplandeciendo[24], para alumbrar la mente y el entendimiento de los seres humanos con la Voz del Cielo.

Y ese Mensajero que estará sobre la Tierra en el tiempo del cumplimiento de esa promesa será el siervo fiel y prudente, que cuando Su Señor cumpla Su Venida le halla dándole el Alimento a los hijos del Reino a su tiempo, a tiempo preciso, para que ellos puedan ver y oír la Voz del Cielo y entender las promesas divinas para el fin del siglo, para entender las promesas divinas de la cosecha del trigo y de la cizaña, para entender las promesas divinas de la Gran Voz de Trompeta que recoge y que llama a todos los elegidos, para entender el cumplimiento de la promesa divina de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.

Y al escuchar esa Voz: el misterio de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles será abierto al pueblo; y eso será la apertura al público de la Venida del Señor, que es aquello por lo cual hubo silencio en el Cielo por casi media hora.

Mientras en la Tierra se cumplía la promesa, en el Cielo había silencio: mirando y viendo lo que estaba aconteciendo en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, como el relámpago manifestándose en el occidente, en la tierra de América. Un silencio en el Cielo por casi media hora.

Es necesario que atendamos con más diligencia lo que desde el Cielo hemos escuchado, y que no se nos escape nada que corresponda a esa media hora de silencio. Escuchen bien: que no se nos escape nada de lo de la media hora de silencio, que no es aritmética, sino algebra, geometría y todas esas grandes matemáticas divinas.

Las matemáticas sencillas, la aritmética, eso fue para las edades de la Iglesia; y ya ustedes conocen la aritmética, pues fue lo primero por lo cual pasaron; pero no nos vamos a quedar en la aritmética, sino que pasamos a álgebra, geometría, trigonometría y todas esas matemáticas incomprensibles para los que únicamente saben aritmética.

¿Qué sabe y qué entiende un niño de álgebra, de geometría y trigonometría, y todas esas cosas, cuando le colocan un problema para que lo resuelva, y le suman A2+1=1? ¿O cuando le colocan: J1+ME2=1? Se les dice eso, pero esas son las matemáticas o álgebra o trigonometría de Dios.

Quizás en la geometría acá de la Tierra o álgebra de la Tierra no concuerda mucho, pero en la de Dios sí concuerda mucho; porque la Venida de J (Jesús) + M y E (Moisés y Elías), es igual a la Palabra encarnada en uno (=1).

Esas son las matemáticas, geometría, la álgebra divina, porque Dios no tiene dos profetas mayores al mismo tiempo. Y si va a estar el ministerio del Señor, del Hijo del Hombre, de Jesús, y va a estar el ministerio de Moisés y el ministerio de Elías: estarán encarnados en un hombre.

Por eso Jesús dice – Él dijo que vendría y después dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

El que quiera entender estas cosas apocalípticas, las tiene que entender por el testimonio que Jesús envía desde el Cielo a través de Su Ángel Mensajero, en el cual estará el ministerio de Jesucristo, el ministerio de Elías y el ministerio de Moisés.

Y eso lo aprenderemos, lo escucharemos, en la Voz del Cielo que será escuchada en esta Tierra y que estará en el Ángel Mensajero y administrador… en el Ángel Mensajero de Jesús y administrador en la Casa del Señor, el cual el Señor pondrá sobre todos Sus bienes; o sea, será adoptado por el Señor Jesucristo.

Así como Dios adoptó a Jesús, Su Hijo, Jesús adoptará a Su Ángel Mensajero, a Su último profeta, porque será un hijo del Señor Jesucristo, y su espíritu será de la sexta dimensión, y ministrará —ese espíritu de profeta— la Palabra profética para el tiempo final. Eso es lo que estará aconteciendo en este tiempo final.

Él será y en él estará el espíritu administrador, para administrarle al pueblo la Palabra de Dios para esta temporada, para esta dispensación tercera, pues él será uno y el último de los Ángeles administradores a los herederos de salud. Como dice el apóstol San Pablo en la carta a los Hebreos [1:7], dice de la siguiente manera:

“Ciertamente de los ángeles dice:

El que hace a sus ángeles espíritus,

Y a sus ministros llama de fuego”.

Y sigue diciendo [verso 14]:

“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”.

Estos espíritus administradores son los enviados de Dios, los mensajeros de Dios para ministrarle la Palabra de Dios al pueblo en cada edad o dispensación.

Y en el tiempo final vendrá un espíritu administrador y vendrá de la sexta dimensión, para ministrar la Palabra de Dios en esta Tierra con el ministerio del Señor, con el ministerio de Moisés, con el ministerio de Elías, para así dar cumplimiento a la promesa de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles resplandeciendo como el relámpago en el occidente. Eso es lo que está prometido para este tiempo final en que vivimos.

Por eso es que el capítulo 22 y verso 6, del Apocalipsis, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.

Y las palabras de la profecía de este libro las trae el Ángel del Señor, las trae este espíritu de profeta enviado de Dios a la Tierra para dar testimonio de estas cosas.

El Señor, Dios, es el Dios de los espíritus de los profetas, los cuales vienen de la sexta dimensión, los cuales ministran con un espíritu teofánico, y sobre los cuales el espíritu teofánico o Ángel del Señor está y se manifiesta y hace la Obra de Dios para ese tiempo, y hace posible que el consciente y el subconsciente estén unidos y no separados; porque la única forma en que el consciente y el subconsciente vienen a estar unidos y no separados, es cuando el cuerpo teofánico, el Ángel del Señor, el Espíritu de esa sexta dimensión puede estar en un hombre, y operar en ese hombre, y ministrar en y a través de ese hombre la Palabra de Dios para ese tiempo, pues la teofanía lo sabe todo.

Por eso es a través de la teofanía, de ese cuerpo teofánico, de ese Ángel teofánico del Señor, que cada profeta ha ministrado la Palabra de Dios para su tiempo.

Por eso Él es el Señor y es el Dios de los espíritus de los profetas que vienen de la sexta dimensión para ministrarle al pueblo de Dios, traerle al pueblo de Dios la Voz de Dios desde el Cielo.

Aun estando los profetas viviendo en cuerpos terrenales, la visita y manifestación del cuerpo teofánico del Ángel del Señor, de ese Espíritu de la sexta dimensión, viene a esos profetas, está con ellos y en ellos, y opera en y a través de ellos para revelar a los seres humanos la Palabra.

La Palabra no puede ser revelada sino por el Espíritu de Dios, que viene a través de la sexta dimensión en la manifestación del Ángel del Señor en cada uno de los mensajeros, de los profetas de Dios, en los cuales el ángel de cada profeta se manifiesta en él y le da a conocer la Palabra y la trae para el pueblo, la ministra para el pueblo. En cada edad o dispensación ha venido la Palabra de Dios en esa forma.

Por eso el cuerpo teofánico es el cuerpo de la Palabra; el cuerpo teofánico, entonces, cuando se manifiesta y viene a un profeta, viene con la Palabra, porque es el cuerpo de la Palabra. Y cuando viene al mensajero, profeta de esa edad o dispensación, entonces la Palabra se ha hecho carne en ese hombre, y la Palabra entonces se puede expresar, la Palabra entonces se puede manifestar.

Hay ángeles administradores a los herederos de salud, son esos espíritus ministeriales, son los espíritus de los profetas; y el Dios de los espíritus de los profetas envía cada espíritu (de cada profeta) de la sexta dimensión a esta Tierra para esa labor, para esa edad o dispensación.

Por eso es que ninguna otra persona puede ser como es el profeta de su edad o dispensación, porque solamente en ellos se hace carne la Palabra, solamente a ellos viene la Palabra, la cual viene de la séptima a la sexta dimensión, y después al profeta de la edad o dispensación, viniendo el Ángel del Señor a ese profeta, viniendo el espíritu de ese profeta para ministrar en la Tierra.

Y ya que hemos hablado tanto de ángeles que son espíritus administradores a los herederos de salud y que les administran la Palabra, ¿cómo nosotros podemos saber el tiempo que nos ha tocado vivir, y cómo nosotros podemos saber cuál es el ángel administrador de la Palabra de Dios para el tiempo, edad o dispensación en que vivimos? ¿Y cuál es el Mensaje, la Palabra, que tiene que administrarnos a nosotros? Esas son preguntas muy importantes que todo ser humano tiene que hacerse.

Y la respuesta está en la Escritura: “Escudriñad las Escrituras; porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”[25], dijo el Señor.

Dieron testimonio de Jesús, han dado testimonio de cada uno de los ángeles administradores de las siete edades de la Iglesia gentil, y dan testimonio del último Ángel Mensajero que aparecerá sobre la Tierra, el cual vendrá con el espíritu de profeta para administrar la Palabra de Dios, la Palabra del Cielo para el fin de este siglo.

¿Y dónde está en la Escritura, dónde está en la Escritura el espíritu ministerial, el espíritu de profeta que estará sobre la Tierra para administrar la Palabra? Está en el libro del profeta Zacarías, está también en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 11, que dice que son los Dos Ungidos, dos ministerios ungidos, dice que son los dos hijos de aceite, dice que son los Dos Olivos, los Dos Candeleros.

Y el Señor Jesucristo dijo que son Sus Ángeles que Él enviará con Gran Voz de Trompeta para juntar a todos los elegidos; dice que son los Ángeles segadores para —en el tiempo de la siega— llevar a cabo la gran cosecha. Ese es el ministerio profético que tendrá el espíritu de profeta que Dios enviará desde Su presencia con la Palabra, con la Voz del Cielo para todos los seres humanos.

Fuera de eso no hay otro espíritu de profeta para el fin del siglo XX, porque el espíritu de profeta anterior fue el espíritu de profeta que estuvo en el precursor de la Segunda Venida del Señor; y el otro que vendrá será el que cumplirá la Venida del Hijo del Hombre con poder y gloria en Su Reino, viniendo con Sus Ángeles, como el relámpago resplandeciendo en el occidente, en el continente americano, en la tierra de América.

Por eso ese espíritu ministerial de Elías, cuando estaba en el cuarto Elías, en su cuarta manifestación, dijo[26]: “Yo recorreré esta senda una vez más”: por quinta vez. Y ese espíritu ministerial estando en su cuarta etapa clamó diciendo: “Del occidente vendrá uno sobre un caballo blanco. ¡Es una promesa!”. Del occidente; porque esa es la promesa apocalíptica del capítulo 19. “Del occidente vendrá uno sobre un caballo blanco como la nieve. (Y dijo) Cabalgaremos esta senda una vez más. Es una promesa”.

En el occidente el precursor y el precursado; en el occidente el espíritu ministerial del cuarto Elías; y en el occidente el espíritu ministerial del quinto Elías, del segundo Moisés y de la manifestación del Hijo del Hombre con Moisés y Elías.

¿De dónde y en dónde espera la gente la Venida del Hijo del Hombre, la Venida de ese Jinete apocalíptico del capítulo 19 cabalgando sobre un caballo blanco como la nieve? Muchas personas no saben ni de dónde vendrá el cumplimiento de esa promesa. Pero el precursor vino para preparar al pueblo y mostrarle al pueblo cómo sería, cuándo sería y por dónde sería la Venida del Señor, la Venida de ese Jinete sobre un caballo blanco como la nieve, lo cual sería completamente Emanuel, la Palabra de Dios encarnada en un hombre.

Así tiene que ser, porque en la construcción del Templo del Señor el Lugar Santísimo estaba en el occidente. Y es en el Lugar Santísimo donde Él cumplió Su Venida y donde Él estableció Su Venida, y en donde estaban los dos querubines de gloria representando el ministerio de los Ángeles del Señor en Su Venida a Su Templo espiritual.

“Y vendrá súbitamente el Señor a Su Templo”[27], ¿para qué? Para morar en el Lugar Santísimo, de en medio de los Dos Querubines; para morar la Shekinah, para morar el Señor, el cual dijo: “Salí de Dios, y vuelvo a Dios”[28].

Y el día en que descendió el Día de Pentecostés: descendió la Columna de Fuego[29]. Y el día que le apareció al apóstol San Pablo le apareció aquella Luz, porque había salido de Dios y había regresado a Dios[30].

Y Él es el que ha estado llevando a cabo la construcción de Su Templo, y el que vendrá y morará en Su Templo, en el Lugar Santísimo, de en medio de los Dos Querubines de gloria, que será de en medio del ministerio de Sus Ángeles Moisés y Elías; y estará sobre el Arca del Pacto y sobre el trono o el propiciatorio de oro que estaba sobre el arca del pacto.

Todo eso estará cumpliéndose en estos días finales. Y estará la Venida del Señor manifestada de en medio de Sus Ángeles y sobre el Propiciatorio y sobre el Arca del Pacto. Y conoceremos el lugar de morada de Dios y conoceremos la manifestación del Señor. Y encontraremos que dentro de donde se ha de manifestar el Señor…, porque Él estará sobre el Arca del Pacto, estará sobre esa cubierta de oro, sobre ese Propiciatorio; y dentro encontraremos la Ley de Moisés, las tablas de la Ley, la Ley actualizada en este tiempo final; y encontraremos la Vara de Aarón, el ministerio levítico actualizado, el cual será el ministerio según el Orden de Melquisedec en el Templo del Señor; y estará ahí dentro el Maná escondido.

Todo eso estará ahí, y de ahí es que podrá salir hacia nosotros, todo estará ahí. Por eso es que del Trono también sale un Río de Agua; y por eso el que tenga sed, venga, y tome del Agua de la Vida gratuitamente[31].

Todo eso corresponde a este tiempo final, todo eso es para los seres humanos en este tiempo final. Y todo eso, para los seres humanos vendrá al oír la Voz del Cielo en esta Tierra, en la forma que Él siempre les habla a los seres humanos.

Es necesario que nosotros atendamos con más diligencia las cosas que hemos oído, las cosas que la Voz del Cielo ha estado hablando a los seres humanos en este tiempo final.

Solamente hay dos cosas para los seres humanos: la bendición, trayendo la transformación de nuestros cuerpos y la resurrección de los muertos para entrar a la eternidad; o el juicio divino, para pasar por la gran tribulación.

Por eso es menester que atendamos con más diligencia la Voz del Cielo; porque si no escaparon los del pasado, no escaparán los del presente que no atiendan con diligencia la Voz del Cielo.

Es necesario que sepamos qué es lo que hemos escuchado, es necesario que entendamos lo que esa Voz del Cielo ha hablado; porque si no, puede venir cualquier otra voz (y no del Cielo) hablándonos otras cosas y apartarnos de la Voz del Cielo. Es menester que nosotros sepamos qué hemos o estamos o estaremos escuchando, si es la voz de hombres o es la Voz de Dios, la Voz del Cielo.

La Voz del Cielo para este tiempo final, conforme a la promesa, estará tocando la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta de Dios, estará llamando a todos los elegidos, estará revelando el misterio de la Venida del Hijo del Hombre con poder y gloria en Su Reino con Sus Ángeles, estará revelando el misterio del Séptimo Sello, el misterio de la Venida del Señor, estará revelando el misterio apocalíptico de los siete truenos de Apocalipsis, capítulo 10. Eso es lo que la Voz del Cielo estará hablando.

Y cualquier voz que diga que es Voz de Dios, que es Voz del Cielo, tiene que ser examinada por la Palabra, tiene que estar de acuerdo a la promesa divina.

Cualquier persona que diga que está trayendo la Voz del Cielo, que su Mensaje es del Cielo, tiene entonces que estar en él el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, con Moisés y Elías. Y si dice que no es profeta, ¡entonces que se calle la boca!, porque no está autorizado ni a hablar; ni están aconsejados ni ordenados ni autorizados, los hijos de Dios, a oír a alguien en este tiempo final en el cual no esté el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre con Moisés y Elías, con los Ángeles de gloria, con el ministerio de las Dos Olivas.

Cuando se llega a ese punto, entonces los falsos profetas, los que dicen que tienen Palabra de Dios, entonces tratan de huir; pero cuando tratan de huir, ahí mismo son descubiertos de que estaban tratando de imitar al séptimo mensajero, al precursor. Y el precursor dijo que no habría imitaciones, sino que después de él vendría el precursado.

Pero él dijo que también antes y en medio aparecerían falsos profetas, imitadores, para engañar a los elegidos, tratando de guiarlos y de decirles que tienen la Palabra de Dios, el Mensaje de Dios para ellos. Pero el Mensaje de Dios para los elegidos lo tendrá el ministerio enviado de Dios con la Gran Voz de Trompeta para reunir a todos los elegidos.

¿Qué otro ministerio, qué otra persona, qué otro profeta está señalado que juntará a los elegidos? Ningún otro profeta.

Los demás que aparecerán después del cuarto Elías, del precursor de la Venida del Señor, los demás que aparecerán diciendo que tienen la Palabra de Dios y no son ninguno de ellos el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, el último de los profetas con el ministerio de Moisés y Elías en el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre, son entonces los demás falsos profetas, que quieren engañar y desviar del Programa Divino y del Programa del Día de Redención para la transformación de nuestros cuerpos a los hijos de Dios.

Pero los engañarán, si fuera posible; pero no será posible; porque la Voz del Cielo, en el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre con Moisés y Elías, hablará en esta Tierra y dará Su Mensaje celestial.

Eso es lo que está prometido. Fuera de eso no habrá Mensaje de Dios para los seres humanos, fuera de eso Jesús no enviará a otro. Él dijo: “Yo he enviado a mi Ángel para daros testimonio de estas cosas, de estas cosas apocalípticas en las iglesias”.

Por eso es que dice: “Bienaventurado el que guarda las palabras de esta profecía”[32]. ¿De qué profecía? De la profecía que trae el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, que es el Mensaje celestial, que es la Voz del Cielo, la Voz del Cielo siendo escuchada en esta Tierra conforme al orden divino.

Podríamos seguir hablando en esta ocasión de todas las cosas grandes y maravillosas que están prometidas para este tiempo, en el cumplimiento de las promesas divinas para este tiempo; pero yo creo que todos ustedes han comprendido lo que es la Voz del Cielo, cómo será escuchada la Voz del Cielo en este tiempo, y cómo el Señor Jesucristo llevará a cabo Su Programa en este tiempo.

Por eso, en este tiempo, así como fue en los días de Jesús podemos decir en este tiempo: “¿Se quieren ir?”[33]. Ustedes preguntarán: “¿Y a dónde iremos?”.

Yo les voy a decir (por si alguno se quiere ir), para que sepa a dónde puede ir: Si quiere irse, puede irse a la séptima Edad de Laodicea y seguir escuchando el Mensaje que precursa la Venida del Señor, pero que ya ha sido tomado ese Mensaje por muchas personas y le han dado su propia interpretación diciendo que tienen la enseñanza correcta del Mensaje del precursor de la Venida del Señor.

Pueden irse hacia atrás, a esa edad, y escuchar todo lo que fue hablado, y tomar la enseñanza que alguno que diga que tiene la correcta enseñanza, que alguno que diga que es la Voz de Dios o que tiene el Mensaje de Dios para el pueblo para prepararlo para la Venida del Señor, puede irse para oírlo; o puede irse a alguna secta religiosa, a alguna religión, para oír el Mensaje que fue para alguna de las edades del pasado, el cual ya ha sido pasado por diferentes personas y ha sido cambiado totalmente; puede irse a donde quiera.

Por eso, con plena seguridad, sabiendo que no hay otro lugar fuera de la Voz del Cielo conforme a la promesa para este tiempo final, conforme a la promesa de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, con el ministerio de Moisés y Elías, con el ministerio de las Dos Olivas para este tiempo final, fuera de esa promesa no hay Voz de Dios, no hay Voz del Cielo para los seres humanos.

Por eso el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, que el Señor Jesús envía diciendo: “He aquí yo Jesús he enviado mi Ángel”…; no dice: “Yo Jesús he enviado muchos predicadores”, no dice: “Yo Jesús he enviado este montón de personas que se quieren hacer pasar por personas que han sido ungidas para guiarlos a ustedes”; sino: “Yo Jesús he enviado a mi Ángel”, a uno solo.

Cualquier persona que sobre la Tierra diga que es Enviado de Dios para este tiempo con un ministerio, o para preparar al pueblo para la Venida del Señor, o para enseñarle al pueblo las promesas de este tiempo, y no sepa que ese que será enviado es el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, que será el último de los profetas con la doble porción ministerial de Moisés y Elías: está perdido sin saberlo. Porque eso no se puede saber, a menos que sea a través del mismo Mensaje que trae ese Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, que trae la Voz del Cielo, la Voz del Señor Jesucristo directamente desde el Cielo.

Porque el Dios de los espíritus de los profetas ha enviado ese espíritu de profeta para traer ese Mensaje del Cielo a todos los elegidos, a todas las iglesias, a todos los seres humanos y a todas las naciones que viven sobre la Tierra.

Es necesario que sepamos dónde estamos parados, es necesario que sepamos la clase de ministerio que Dios ha prometido para este tiempo, es necesario que sepamos la clase de ministerio que traerá la Palabra y preparará al pueblo para la transformación de sus cuerpos y la resurrección de los muertos en Cristo. Es necesario que sepamos dónde estamos parados y sepamos la clase de ministerio que abrirá estos misterios al pueblo de Dios.

Y cuando lo sepamos, no miraremos otra cosa sino el Mensaje, la Voz del Cielo, que estará en ese último profeta que Dios enviará. No estaremos sobre la Tierra para ver o escuchar otra cosa sino Su Mensaje; porque esa será la única forma en que podrá encarnarse en nosotros la Palabra, en que podrá venir el cuerpo teofánico, el cuerpo de la Palabra, de la sexta dimensión, a nosotros, para transformar nuestros cuerpos; no hay otra forma. Cualquier otra forma no es la de Dios.

Es necesario que nosotros estemos bien atentos a la Voz del Cielo. Muchas veces estamos más atentos (como en otras dispensaciones y otras edades) al velo de carne para ver cómo viste, cómo habla, qué dice, qué no dice, qué hace, qué no hace; y no al Mensaje que Dios le ha dado para el pueblo.

Si el pueblo en el tiempo de Moisés hubiera mirado el Mensaje y ministerio que estaba en Moisés, no hubiera tropezado con Moisés; pero se puso a mirar a Moisés, se puso a mirar el velo de carne, se puso a buscarle y a encontrarle faltas al velo de carne, y se rebelaron en contra de Moisés; y por diez ocasiones quisieron apedrearlo; porque conforme a la Ley, al falso profeta que apareciera en medio del pueblo tenían que apedrearlo, ¡y por poco apedrean al verdadero profeta que les dio la Ley! Pensaron que era un falso profeta, no recibieron la Palabra que él trajo de parte de Dios.

Así pasó también con el Señor Jesucristo. La Voz del Cielo estaba en Moisés y después estaba en Jesús; pero la gente empezó a mirar el velo de carne en donde estaba la Palabra, y no vieron detrás del velo de carne la Palabra que estaba allí manifestada, encarnada; y comenzaron, no a buscar la revelación divina que traía aquel velo de carne, sino que comenzaron a buscar faltas en Jesús de Nazaret.

Unos decían: “De Nazaret no ha salido ningún profeta. Busque la Escritura, no ha salido ningún profeta”. Unos decían: “Tiene que ser de Belén, este es de Nazaret”. Otros decían: “Es samaritano y tiene demonios”, los líderes religiosos de aquel tiempo decían así. Otros decían: “Por el dedo de Beelzebú echa fuera los demonios”[34].

Sin embargo, era la Palabra encarnada en un hombre, era el Verbo hecho carne, era ese Espíritu Divino que estaba en la sexta dimensión, que se hizo carne en la Tierra en un cuerpo sin pecado, en un cuerpo creado en el vientre de una Virgen; no fue engendrado… el óvulo de María no funcionó para la creación de ese cuerpo, sino fue todo por Creación Divina, y era la Sangre de Dios en ese cuerpo.

Pero la gente siempre siempre han estado buscándole faltas a los demás seres humanos; el hombre siempre ha estado buscándole faltas a los demás seres humanos para criticar, para murmurar. Y por murmurar, el pueblo de Israel en el tiempo de Moisés, perecieron; por murmurar en el tiempo de Jesús… Jesús dijo: “Si no creyereis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”[35].

Miren, Moisés se sintió molesto con el pueblo, Jesús también. Todo mensajero dispensacional cuando aparece, aparece en medio de un pueblo que tiene faltas; y muchas veces no se ven sus propias faltas, sino que se ponen a buscarle faltas al mensajero que Dios envió para sacarlos de una edad o dispensación y pasarlos a una nueva edad o dispensación y hacer que las promesas que Dios les ha dado les sean cumplidas. Así fue con Moisés, así fue con Jesús.

¿Y cómo será en este tiempo final? Pues aquí dice la Biblia: “¿A cuál de los profetas no persiguieron, a cuál de los profetas no vituperaron?”[36]. Y aun dice Apocalipsis 11 que van a matar (conforme a como está aquí) a las Dos Olivas, los Dos Olivos, los Dos Candeleros.

Así que la gente, el mundo, la humanidad, miren, la humanidad no está interesada nunca en un verdadero profeta; porque un verdadero profeta no habla de acuerdo al conocimiento de las mentes humanas, no habla de acuerdo a los planes humanos, no habla de acuerdo a los caminos terrenales, no habla de acuerdo a como la gente desean que les hablen; habla de acuerdo a la mente y pensamiento divino para el tiempo en que aparece, le guste o no le guste a la gente.

¿Y a quién le va a gustar en este tiempo final que se hable del juicio divino, del día de venganza del Dios nuestro? Pero se tiene que hablar de eso. Sin embargo, tampoco les gustará que se hable del grupo de elegidos que escucharán la Gran Voz de Trompeta, y que será un grupo escogido y predestinado desde antes de la fundación del mundo.

Podrán decir: “Dios no tiene preferencia con nadie”. Pues mire, Dios tiene la preferencia con Sus elegidos. Y no pueden ser borrados del Libro de la Vida del Cordero, por eso los colocó en la sección que no pueden ser borrados. ¿Quién acusará a uno de esos elegidos? Y para ellos la Voz del Cielo proclamará el Mensaje final.

Y los demás, que no están en esa sección, esos sí que tienen que andar listos, porque una palabra en contra…

Así que es mejor, es mejor que entendamos estas cosas y sepamos que no solamente el Libro de la Vida tiene a todos los que están escritos, así todos juntos, sino que tiene la sección del Libro de la Vida del Cordero y tiene otras secciones donde están otras personas escritas; y tiene una sección en donde están escritos nombres que pueden ser borrados.

Así que es necesario que escuchemos con más diligencia la Voz del Cielo, y nos dejemos de escuchar vocecitas que no saben ni de lo que hablan, ni saben en el tiempo en que estamos viviendo, ni saben cuál es el Programa de Dios para este tiempo, ni lo que la Voz Divina está o tiene que estar hablando en este tiempo; y lo que hablan son tonterías y cosas para una edad o dispensación que ya pasó.

Es necesario que estemos firmes en nuestro corazón, en lo que hemos oído desde el Cielo y lo que hemos creído; porque si cualquier vocecita chillando en este mundo con algo religioso puede apartar su oído y su corazón de la Voz del Cielo, usted tenía o usted había oído esa Voz y le había sucedido como al lagartijo: que le entró por aquí y le salió por acá.

¡El que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias a través de Su Ángel Mensajero en este tiempo final, porque esa es la Voz del Cielo!

Y cuando usted sabe que ha oído la Voz del Cielo y esa Voz del Cielo ha llegado a su corazón, nadie la puede sacar de su corazón. Ese Mensaje no puede pasar ni de usted. Los cielos y la Tierra pasarán, pero esa Palabra no pasará.

Usted solamente tendrá su mirada en el cumplimiento de las promesas divinas para el tiempo en que vive, y en la Voz del Cielo que estará proclamando y enseñándonos esas cosas.

Usted no estará mirando a sus hermanos, usted no estará mirando a nadie para criticar y para decir: “Ese no puede ser un hijo de Dios”. Mire, es un hijo de Dios el que fue conocido desde antes de la fundación del mundo y fue predestinado. El que es un hijo de Dios hoy, lo fue por toda la eternidad; y el que fue un hijo de Dios en la eternidad, aunque esté aquí en la Tierra, no importa cómo esté, es un hijo de Dios.

No juzgamos según la vista sino según la Palabra de Dios, según la Palabra de la promesa; conociendo que hay un propósito divino en el cual vamos caminando hacia adelante, hacia la perfección, hasta que todos lleguemos a la perfección, a la estatura de un varón perfecto, hasta que todos lleguemos a tener y ser conforme a la imagen de Su Hijo Jesucristo.

No mirando lo que queda atrás, no mirando nuestros problemas, nuestras dificultades, nuestras debilidades, sino mirando la promesa divina; y esforzándonos siempre en el Reino de Dios; y tomando la Palabra, la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, el Mensaje, la Voz del Cielo, para llegar a la meta divina, para llegar a la meta que nosotros hemos visto en la Escritura: llegar a tener y ser la imagen y semejanza del Señor Jesucristo con un cuerpo eterno, un espíritu eterno, espíritu teofánico, espíritu de la sexta dimensión. Y un alma viviendo en ese cuerpo por toda la eternidad, esa alma que es usted, llena de felicidad, de amor, de alegría. Esa es la meta divina y esa es nuestra meta también.

Por lo tanto, atendamos con más diligencia la Voz del Cielo en el fin del siglo XX, la Voz del Cielo.

Ya sabemos que no hay otra Voz del Cielo, sino la que está prometida aquí en la Escritura; y que está prometida para todos los hijos de Dios y está prometida la forma en que escucharemos esa Voz. Fuera de esa Voz no hay otra voz sobre la Tierra, en estos días finales, de parte del Señor Jesucristo. Esa es la Voz que tenemos que escuchar.

Por eso en el Monte de la Transfiguración Él dijo, la Voz del Cielo dijo: “A Él oíd”. Y así será en este tiempo final: en donde esté ese ministerio y ese Mensaje, será la Voz que tenemos que oír.

Por eso el Señor dijo: “He aquí yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas”. Podemos decir: “A él oíd”. ¿A quién? Al Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, que vendrá con esa doble porción.

Fuera de él, no escuchen a nadie más. Y no me malentiendan, no quiero decir: no escuchen al precursor de la Segunda Venida. El precursor de la Segunda Venida ha sido escuchado por nosotros, y hemos creído su Mensaje, y nos ha preparado para poder ver y recibir estas cosas que estamos viendo y estamos recibiendo.

Así que si alguien ha creído realmente en el precursor de la Segunda Venida del Señor y en su Mensaje, ¿quiénes son? Somos nosotros; porque hemos creído que cuando nuestro Señor Jesucristo venga (como dijo el precursor de la Segunda Venida), será sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emanuel: la Palabra de Dios encarnada en un hombre.

Por eso, todo aquel que ha recibido y ha creído en el precursor y en su Mensaje, espera la Venida del Señor Jesucristo encarnada esa Palabra en un hombre, espera ver el cumplimiento de esas promesas en un hombre, el cual no será el Señor Jesucristo, pero que en él y a través de él Dios cumplirá esas promesas para este tiempo final: cumplirá la promesa de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles resplandeciendo, manifestándose, en el occidente, en América.

Y ese en el cual se encarnará esa Palabra, es conocido en Apocalipsis como el Ángel del Señor Jesucristo, que vendrá con ese ministerio de Moisés y de Elías. Por eso es enviado a todas las iglesias, a todos los seres humanos, porque es enviado con el Mensaje, con la Voz del Cielo, con la Voz de Jesucristo, que será colocada en la boca de él. La Voz del Cielo será escuchada en la Tierra.

¿Y a quién iremos? Si solamente en esa Voz del Cielo es que hay promesas de vida eterna; y solamente en ese Ángel Mensajero de Apocalipsis 22:16 es que estará la Voz del Cielo, las palabras de vida eterna. ¡¿A quién iremos entonces?!

¿Quiere ir a otro lugar? O quiere usted buscar y encontrar e ir a ese Ángel Mensajero, a ese último profeta que traerá la revelación de Jesucristo para estos días finales.

El que quiera ir a otro lugar, a otra persona, y escuchar otra voz: se puede ir. Porque dice: “Si alguno tiene sed, venga y beba”. Y también dice: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que quiera (porque tiene libre albedrío), venga (el que no quiera, no venga; pero el que quiera, venga); y tome del Agua de la Vida gratuitamente”[37], tome esa Voz del Cielo, esa Agua de vida eterna gratuitamente, sin precio y sin dinero.

Pero el que no quiera, pues que no tome. Nadie le va a obligar a tomar del Agua de la Vida, nadie le va a obligar a entrar a la eternidad. El que tiene que estar interesado es usted; porque si no entra a eternidad, lo que viene para los que no entren es algo triste, es algo terrible.

Pero, dijo el Señor Jesucristo: “El que es de Dios, la Palabra de Dios oye”[38], la Voz del Cielo oirá en estos días finales.

La identificación del que es de Dios es que oye la Voz de Dios, el Mensaje de Dios, la Voz del Cielo, para el tiempo en que vive, cuando es oída en esta Tierra a través del mensajero que Dios tiene para hablar. Eso es la identificación de todo aquel que es de Dios.

Por eso se le puede decir a la gente: “¿Se quieren ir?… ¡Se pueden ir!”. Porque no van a encontrar fuera del mensajero y del Mensaje que él trae, no van a encontrar Palabra de Dios para alimentar el alma y el espíritu, no van a encontrar la Palabra de Dios, la Palabra del Cielo en otro lugar. Pero los elegidos siempre dirán como Pedro: “¿Y a quién iremos? Si solamente Tú tienes Palabras de vida eterna”.

No hay Palabras de vida eterna sino en el mensajero de cada edad o de cada dispensación, lo que corresponda para el tiempo en que uno vive. Y esa Palabra estará velada en carne humana en toda edad o dispensación. Y Dios enviará desde la sexta dimensión el espíritu de ese profeta para que pueda ministrar la Palabra, para que pueda recibir del Cielo esa Palabra y darla a los seres humanos; y Dios así llevará a cabo el propósito que Él tiene para ese tiempo; y la Voz del Cielo anunciará, proclamará ese propósito divino para ese tiempo.

Por eso, en este tiempo nosotros estaremos entendiendo el propósito divino para con todos los hijos del Reino de Dios; y estaremos gozándonos con esa Voz del Cielo.

Recuerde, la Voz del Cielo en este tiempo hablará directamente a los elegidos para recogerlos y para traer la resurrección y la transformación; por eso necesitamos escuchar no a cualquier hombre, no a cualquier hombre necesitamos escuchar, sino necesitamos escuchar al hombre en donde esté la Voz del Cielo, necesitamos encontrarlo en estos días finales.

Él tendrá que estar sobre la Tierra para dar el Mensaje del fin del siglo, para traer la Voz del Cielo en el fin del siglo, para tocar la Trompeta Final, para tocar la Gran Voz de Trompeta y reunir a todos los escogidos.

Él tendrá que estar sobre la Tierra, en el occidente, en la tierra de América, con el ministerio de las Dos Olivas; tiene que estar sobre la Tierra en el tiempo final, en el cumplimiento de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.

Pero él ni será el Señor Jesucristo, ni será Moisés, ni será Elías; pero en él estarán estos ministerios.

Y nosotros miraremos estos ministerios, y nosotros miraremos el Mensaje que nos traerá estos ministerios. Y nuestra vista no será quitada de la Voz del Cielo que estaremos escuchando, nuestro oído estará siempre abierto a la Voz del Cielo en el fin del siglo XX.

La Voz del Cielo, LA VOZ DEL CIELO EN EL FIN DEL SIGLO XX.

Hay muchas voces, pero hay una sola Voz prometida del Cielo para el fin del siglo XX.

¿Qué escuchará usted en este tiempo final? ¿Escuchará voz de los hombres, voz de la Tierra o Voz del Cielo? Escucharemos la Voz del Cielo; y nada nos apartará de esa Voz, nada absolutamente nos apartará; porque el que es de Dios, la Voz de Dios oye.

Eso es lo que escucharemos nosotros en este tiempo final, sin mirar ninguna otra cosa y ninguna otra persona. Y estaremos satisfechos con lo que hemos de escuchar a través de esa Voz del Cielo.

Yo quiero oír (no quiero ir, sino quiero oír), yo quiero oír la Voz del Cielo: que es la Voz de Dios, la Voz del Señor Jesucristo. No queremos oír voces de hombre, palabras de hombre, mensajes de hombre; queremos oír la Voz de Dios, la Voz del Cielo, el Mensaje celestial para estos días finales; y queremos estar atentos a la Voz del Cielo.

Dios nos bendiga, Dios nos guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención, y será hasta el próximo domingo, Dios mediante, en que estaré nuevamente con ustedes; y también el misionero internacional Miguel Bermúdez Marín estará con nosotros.

Así que pasen todos muy buenas tardes, Dios les bendiga a todos; y será hasta el domingo próximo, Dios mediante. Oren mucho por mí.

“LA VOZ DEL CIELO AL FINAL DEL SIGLO XX”.

[Revisión julio 2020]

[1] San Mateo 17:4-5, San Marcos 9:5-7, San Lucas 9:33-35

[2] San Mateo 16:28, San Marcos 9:1, San Lucas 9:27

[3] San Mateo 17:1-8, San Marcos 9:2-8, San Lucas 9:28-35

[4] San Juan 5:25

[5] San Juan 5:39

[6] Amós 3:7

[7] Deuteronomio 18:15-19, Hechos 3:22-23

[8] San Mateo 28:18

[9] San Mateo 24:46-47, San Lucas 12:43-44

[10] San Mateo 24:31

[11] 1 Corintios 15:51-52

[12] 1 Corintios 15:49

[13] Romanos 8:18

[14] Romanos 9:16

[15] Romanos 9:13

[16] San Juan 14:10

[17] San Juan 17:8

[18] Salmo 105:15

[19] Primera de Juan 1:7

[20] Salmo 34:7

[21] Isaías 54:13, San Juan 6:45

[22] Isaías 52:6

[23] Los Sellos, pág, 256, párr. 121

[24] San Mateo 24:27

[25] San Juan 5:39

[26] Citas, pág. 166, párr. 1485

[27] Malaquías 3:1

[28] San Juan 16:28

[29] Hechos 2:1-4

[30] Hechos 9:3-5

[31] Apocalipsis 22:17

[32] Apocalipsis 1:3, Apocalipsis 22:7

[33] San Juan 6:67-69

[34] San Juan 1:46 / San Juan 7:42 / San Juan 8:48 / San Lucas 11:15

[35] San Juan 8:24

[36] Hechos 7:52

[37] San Juan 7:37 / Apocalipsis 22:17

[38] San Juan 8:47

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