Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes aquí en Bogotá, y también amados amigos y hermanos allá en Puerto Rico. Es para mí es un privilegio muy grande poder estar entre ustedes en esta ocasión, para hablarles la Palabra de Dios dándoles a conocer el Programa Divino para nuestro tiempo.
Y para eso quiero leer la Escritura de Apocalipsis 22 y verso16, que dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Que Dios permita comprender esta Escritura en nuestros corazones, en nuestra mente, en todo nuestro ser.
La Escritura que hemos leído nos dice que Jesús ha enviado Su Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias.
“EL ENVIADO DE JESÚS Y SU OBRA”.
Tenemos que ver a través de la Escritura cuál es el enviado de Jesús y cuál es su obra, la obra que él tiene que llevar a cabo en este planeta Tierra en beneficio del pueblo de Dios, de todos los escogidos que viven sobre la Tierra; porque si Jesús envía un Ángel Mensajero, un profeta mensajero a Su pueblo, lo envía con un propósito: lo envía para llevar a cabo la Obra que corresponde para ese tiempo en el Programa Divino.
Tenemos nosotros que tomar en serio esta Escritura, porque estamos viviendo un tiempo paralelo al tiempo del profeta Moisés en el primer éxodo, y un tiempo paralelo al tiempo de Jesús en el segundo éxodo.
Estamos viviendo en el tercer éxodo, en donde nosotros tenemos que entender esta Escritura para así colocarnos en la posición correcta en el Programa Divino, para llegar a la meta establecida por Dios para todos Sus escogidos.
En el primer éxodo, cuando Dios envió a Moisés, Él le dijo al pueblo: “He aquí yo envío el Ángel delante de tu faz…”, le dice al pueblo, y le dice que no le sea rebelde, porque Él no perdonará, porque Su Nombre está en Él.
Eso es lo que Dios le dijo al pueblo hebreo, y le dice: “Él te llevará a la tierra prometida, sigue Su Voz, oye Su Voz”. Es realmente algo muy importante para todo el pueblo: escuchar la Voz Divina en la forma en que Dios la envía.
Aquí en el libro del Éxodo, capítulo 23 y verso 20 en adelante, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.
Eso fue lo que Dios le dijo al pueblo hebreo para el primer éxodo. Él envió Su Ángel, y Su Nombre estaba en el Ángel. Y era el Ángel el que iba a introducir al pueblo, a través de Moisés, en la tierra prometida; y así aconteció.
Todos los que fueron rebeldes a la voz de Moisés: fueron rebeldes a Dios, fueron rebeldes al Ángel de Jehová que estaba guiando al pueblo a través del profeta Moisés. Por eso en muchas ocasiones el Ángel del Señor quiso destruir al pueblo, hubo grande mortandad en medio del pueblo en muchas ocasiones cuando dejaron de escuchar la Voz de Dios a través del profeta Moisés.
Dios tiene establecido un orden que nadie debe violar, porque cualquier persona que trate de violar ese orden está colocándose en contra de Dios; se está colocando en la posición de Janes y Jambres1, y está colocándose también en la posición de Datán y de Coré2.
Toda persona que se levanta (en la edad o dispensación en que vive) en contra del mensajero y del Mensaje, y de la obra que hace ese mensajero, está en contra de Dios, como Janes y Jambres allá en el tiempo de Moisés; y como Datán y Coré, que resistieron a Moisés. Y estaban resistiendo al mismo Dios que le hizo la promesa al pueblo de libertarlos y llevarlos a la tierra prometida.
Muchas personas no se daban cuenta que colocándose en contra de Moisés se estaban colocando en contra del mismo Dios.
¿Y qué cosa hacían aquellas personas que estaban colocándose en contra de Moisés?
En Egipto, Janes y Jambres estaban haciendo señales y milagros como Moisés, para no dejar ir al pueblo hebreo de la tierra de Egipto hacia la tierra de promesa, para que todos pensaran que cualquier persona podía hacer lo mismo que Moisés. Estaban colocándose en contra del programa del éxodo hacia la tierra prometida.
Luego Datán y Coré, con los ministros que estaban con él (a favor de Datán y Coré y ese programa que él quería que el pueblo aceptase), estaban nada menos que tratando que el pueblo hebreo, después que salió de Egipto, de la esclavitud, regresara de nuevo a Egipto y no siguiera en su trayectoria hacia la tierra prometida.
Ellos estaban colocándose en contra del mismo Programa Divino para aquel tiempo, el cual Dios había establecido y había dado a conocer a Su siervo, profeta y amigo Abraham.
Toda persona que se coloca en contra del Programa Divino: se coloca en contra de lo que Dios tiene para ese tiempo, se coloca en contra de las promesas divinas para ese tiempo y la forma en que Dios está llevando a cabo el cumplimiento de esas promesas.
Por eso toda persona que se coloca en contra de ese Programa Divino y trata de que el pueblo, en vez de caminar hacia adelante, hacia esas promesas divinas y su cumplimiento…, toda persona que se coloca en contra del cumplimiento de esas promesas, que se coloca en contra de la voluntad divina de que el pueblo reciba esas promesas, y tratan de que el pueblo camine hacia atrás, hacia una edad o dispensación que ya pasó, y que reciban el Mensaje de una edad o dispensación y de un mensajero de una edad o dispensación que ya pasó, se colocan en la misma posición de Janes y Jambres, y en la misma posición de Datán y Coré. Y por consecuencia, por consiguiente, son conocidos en la Biblia como falsos profetas o falsos ungidos en cada tiempo en que actúan en esa forma.
Por esa causa el pueblo necesita conocer las Escrituras. Por eso Jesús dijo3: “Escudriñad las Escrituras, porque en ellas os parece que tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí”.
Jesús dos mil años atrás apareció en un tiempo en que las grandes promesas mesiánicas se tenían que cumplir para el pueblo. Llegó en el tiempo en que todo estaba organizado: la religión hebrea estaba organizada, el judaísmo, los fariseos, los saduceos, todos estaban organizados. Y ellos esperaban que toda cosa que Dios cumpliera, conforme a lo que Él había prometido a través de los profetas, fuera en la forma en que ellos habían interpretado; y si no, ellos no lo recibirían.
Por eso en el tiempo para el cumplimiento de esas grandes promesas mesiánicas, apareció el precursor de la Primera Venida del Señor, siendo el séptimo mensajero de la iglesia hebrea de la primera dispensación.
Cuando apareció Juan el Bautista, el enviado de Dios para prepararle el camino al Mesías, apareció cumpliendo la promesa que correspondía al precursor; pero algunos pensaban que Juan era el Mesías, y le preguntaban4:
—“¿Eres tú el Mesías, el Cristo?”. Él decía: “No”.
—“Eres tú Elías?”. Él decía: “No”.
Y le decían a él, le preguntaban: “¿Y por qué estás bautizando? Si no eres el Cristo, si no eres Elías, ¿por qué estas bautizando?”.
Él estaba bautizando, porque el que lo envió le había dicho que bautizara al pueblo. Y él les dijo5: “Yo bautizo con bautismo de arrepentimiento; pero después de mí, detrás de mí viene uno (el próximo profeta que venga): Él os bautizará con Espíritu Santo y Fuego (un nuevo bautismo)”.
Juan el Bautista solamente estaba preparándole el camino al Señor.
Pero dice Jesús acerca de Juan, le dice a la gente6: “Vino Juan, que ni comía, ni bebía, y decían: Demonio tiene”. Porque a la gente no hay cómo entenderla, y menos a los líderes religiosos, y menos a las religiones.
Pero vino Juan…, aunque no vino conforme a las religiones de aquel tiempo, no vino conforme a la interpretación privada que las religiones y líderes religiosos (comenzando desde el sumo pontífice) le daban a la Escritura; pero con todo y eso vino el precursor de la Primera Venida del Mesías, no conforme a las interpretaciones privadas de las religiones de aquel tiempo, sino conforme a la Escritura.
Por eso cuando le preguntan: “Y tú, entonces, si no eres el Cristo, si no eres Elías, ¿quién eres tú entonces?”. Él dijo: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto, aparejad el camino del Señor”.
Él vino para aparejar el camino del Señor, para tenerle un pueblo bien apercibido al Señor, conforme a la promesa7.
Y encontramos que pensaban las religiones de aquel tiempo que era un loco, que era un endemoniado; pero dice la Escritura que Juan fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre8.
No le importó a Juan lo que las religiones de aquel tiempo pensaban, no le importó lo que la gente pensaba acerca de él. A él le importó lo que Dios pensaba acerca de él y lo había notificado a través de Sus santos profetas.
Por eso Juan no se confabuló con nadie, por eso Juan no trató de buscarle la vuelta al sumo pontífice y a los ministros de aquel tiempo, a los rabinos, a los levitas, a las religiones de aquel tiempo. Más bien él dijo9: “¡Generación de víboras, serpientes!”. Así hablaba Juan.
Juan sabía quién él era, y también sabía quiénes eran aquellos grandes líderes religiosos de aquel tiempo; porque él sabía que toda persona, todo ministro que se levante en contra del Programa que Dios tiene para el tiempo en que lo está desarrollando, no puede ser reconocido como un ministro de Dios, sino como un falso profeta, como una persona igual a Datán y Coré, y Janes y Jambres. Por eso Juan les hablaba de esa forma.
Y cuando luego apareció Jesús, continuó hablando en la misma forma; decía10: “¡Sepulcros blanqueados, generación de víboras! ¿Quién les enseñó a ustedes a huir del fuego del infierno?”.
Jesús como Juan, conocían su posición ministerial, no en las religiones de su tiempo, sino en el Programa Divino para aquel tiempo, conforme a la Escritura.
Juan el Bautista ni Jesús de Nazaret estuvieron ministrando como ministros de la religión hebrea en su tiempo; pero Jesús dijo de Juan: “De los nacidos de mujer no ha nacido ninguno mayor, más grande que Juan el Bautista; y si ustedes le quieren recibir, él es aquel Elías que habría de venir”11.
Así dijo Jesús acerca de Juan el Bautista. Pero así no decían el sumo pontífice, los levitas, los fariseos y saduceos de aquel tiempo. Decían de Juan que era un loco, que tenía demonios. Jesús decía: “Es el más grande de todos los profetas”.
Si usted hubiera vivido en aquel tiempo, ¿en quién usted hubiera creído? Todos quizás dicen: “Primero, en Juan el Bautista”. Esa era la forma correcta para creer en aquel tiempo. Y después de Juan el Bautista, ¿en quién usted hubiera creído?, ¿a quién usted hubiera seguido? Usted me dice: “Pues, en Jesús de Nazaret”. Esa era la forma correcta para aquel tiempo.
El trabajo de Juan el Bautista era preparar al pueblo para recibir al más grande de todos los profetas, al más grande de los mensajeros, al mensajero dispensacional: Jesús de Nazaret.
En el momento que Juan el Bautista dijo12: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, todos los discípulos de Juan el Bautista estaban llamados a seguir a Jesús y olvidarse de Juan y de su Mensaje en forma temporera.
Quiero decir con esto: Ya Juan había concluido su labor; y todos podían decirle a Juan:
“Juan, estamos muy agradecidos por la labor ministerial tuya, por la obra que llevaste a cabo; fueron pocos los que recibieron tu Mensaje, pero lo hemos recibido y hemos visto al hombre del cual tú hablabas que vendría después de ti: el próximo profeta, que cumpliría la Primera Venida del Mesías. Y como ya lo hemos encontrado, Juan, te estamos muy agradecidos, pero lamentamos tener que dejarte y seguir con Él.
No podemos hacer otra cosa, porque tú fuiste enviado para prepararnos a nosotros para recibir al Mesías en Su Primera Venida; por lo tanto, lo hemos recibido y lo estamos siguiendo y lo estaremos siguiendo.
Así que Juan, tu labor, tu trabajo ha sido bien efectivo, tan y tan efectivo que nunca lo vamos a dejar a Él, y nunca lo vamos a dejar a Él por ti.
Tú dijiste: Detrás de mí viene Uno mayor que yo; así que nos quedamos con el mayor, así que nos quedamos con el precursado y seguiremos con Él hacia adelante.
Tu Mensaje fue para preparar el camino, para preparar al pueblo para que lo pudiéramos recibir: ya lo recibimos. De ahora en adelante, el Mensaje que nosotros necesitamos es el Mensaje del que vino después de ti. Tu Mensaje Juan, llegó hasta aquí; de aquí en adelante el Mensaje que sigue es el del hombre que tú precursaste”.
Pero, vean ustedes, esa era la forma correcta de pensar. Esa fue la forma de pensar de San Pedro, San Juan y aquellos discípulos que siguieron a Jesús.
Y los que se quedaron con Juan el Bautista, después le decían a Juan: “Mira, Aquel que tú bautizaste, Aquel con Sus discípulos tiene más gente que tú, le sigue más gente y está bautizando más personas”13.
Juan el Bautista, en pocas palabras, les dijo a ellos: “¿Y qué hacen ustedes aquí?”. Porque les dijo14: “A Él le conviene crecer, y a mí menguar. ¡Así que ustedes se han quedado con lo que está menguando, en vez de tomar lo que va creciendo!”.
¡Bastante tontos que eran! Pero Juan no los podía abandonar. Aunque a lo último, cuando Dios le dijo: “¡Hasta aquí, Juan!”… ¿Por qué? No pueden estar dos mensajeros, dos profetas mayores al mismo tiempo. Y si así fuere (que hay dos a la vez, al mismo tiempo), a uno le conviene menguar y al otro crecer. Uno le tiene que preparar el camino al otro, al mayor.
Y el pueblo que vive en ese tiempo tiene que ser entendido para comprender que se debe quedar con lo que dijo el que le toca precursar y preparar al pueblo: quedarse con lo que dijo que vendría después de él; o sea, quedarse con el precursado y con el Mensaje del precursado.
Porque el Mensaje de un precursor solamente llega hasta el momento en que aparece el precursado. Cuando aparece el precursado, el Mensaje del precursor estará dando testimonio de lo que el precursado estaría llevando a cabo en el Programa Divino.
En el tiempo de Juan y de Jesús, Jesús estaba creciendo y Juan estaba menguando. Los discípulos de Jesús fueron más inteligentes que los discípulos que se quedaron con Juan; por eso los discípulos que se quedaron con Juan, siguieron siendo discípulos de Juan; pero los que fueron discípulos de Juan y vieron y recibieron al precursado, al profeta que Juan dijo que vendría después de él, ya no se decía de ellos que eran discípulos de Juan (el precursor de la Primera Venida del Señor), sino discípulos de Jesús (el precursado).
Siempre que una dispensación termina y comienza otra dispensación, encontramos que hay personas que se quedan con el último mensajero de la dispensación que ya terminó y con el Mensaje que él trajo; por lo tanto, se quedan en esa edad del precursor, sin pasar a la nueva dispensación del que fue precursado. Se quedaron entonces en la edad del precursor, que es siempre la séptima edad de esa dispensación en donde aparece el precursor.
Fue en la séptima edad de la iglesia hebrea (del judaísmo) que apareció Juan el Bautista; pero luego apareció el mensajero de la nueva dispensación.
Dos grandes profetas: uno: el precursor, el más grande de los mensajeros de las edades de esa dispensación; luego Jesús: el más grande de los profetas, porque es el mensajero de la segunda dispensación completa.
Pero en la segunda dispensación el Señor Jesucristo envió siete etapas, y en cada etapa un ángel mensajero para traerle el Mensaje de Dios para cada edad. Los escogidos de cada edad escucharon el Mensaje de Dios a través del mensajero de la edad en que ellos vivieron y fueron llamados y recogidos, y colocados luego en el Paraíso (la sexta dimensión) con su mensajero.
Luego comenzaba – luego de terminar una edad comenzaba otra edad. Los escogidos del tiempo de una nueva edad con un nuevo mensajero, estaban llamados a olvidarse del mensajero de la edad pasada y del Mensaje de la edad pasada, y recibir al mensajero de la nueva edad y el Mensaje de la nueva edad, con el cual Dios llamaba a los escogidos de esa nueva edad.
Los que quisieron quedarse con el Mensaje de la edad que había pasado y con el mensajero de la edad que había pasado, estaban fuera del Programa Divino; por lo tanto, no tenían ni parte ni suerte en la edad nueva que estaba comenzando con un nuevo mensajero.
Las promesas para esa nueva edad eran solamente para las personas que recibían al mensajero con el nuevo Mensaje, porque él los ubicaba en la nueva edad y en el nuevo Mensaje; y eran hijos de ese mensajero, que por la Palabra de Dios para ese tiempo los engendraba para esa nueva edad; eran hijos de esa nueva edad, engendrados por el Mensaje de Dios a través del mensajero.
Cada mensajero es el padre de su edad y de los escogidos de esa edad, porque los engendró con la Palabra de Dios y los colocó en esa nueva edad. Así también es con los mensajeros dispensacionales.
Por eso siempre es necesario conocer el tiempo que le ha tocado vivir a uno, para saber lo que Dios tiene programado y uno ubicarse en ese Programa Divino con el mensajero y con el Mensaje para el tiempo correcto en que uno vive.
Estamos viviendo un tiempo muy importante, un tiempo paralelo al de Moisés y al de Jesús de Nazaret. Los que permanecieron al lado de Moisés, recibieron las recompensas divinas; los que se pusieron en contra de Moisés, recibieron el juicio divino. Los que permanecieron al lado de Jesús, recibieron las bendiciones divinas; los que se colocaron en contra de Jesús, recibieron los juicios divinos.
Ahora, cuando aparece un mensajero dispensacional: es lo más grande que Dios puede enviarle a la raza humana para darle a conocer un programa dispensacional.
Un programa dispensacional cambia todas las cosas, es un cambio de dispensación; por lo tanto, viene un nuevo Mensaje, un mensajero dispensacional y un pueblo que está en la Tierra esperando ese Mensaje para nacer en una nueva dispensación y ser hijos de una nueva dispensación a través del Mensaje, de la Palabra que trae el mensajero dispensacional que los engendra y hace que nazcan hijos de la nueva dispensación que corresponde.
Los mensajeros de esas dispensaciones, mensajeros dispensacionales, fueron Moisés y Jesús. Moisés para la Dispensación de la Ley y Jesús para la Dispensación de la Gracia.
Ambos mensajeros sabían quién o quiénes eran. Ellos sabían que la Palabra que estaban dando a conocer al pueblo no era su propia Palabra, sino la Palabra del que los envió.
Por eso Dios le dijo a Moisés15: “Ve y liberta mi pueblo, y yo pondré mi Palabra en tu boca; y tú hablarás lo que yo te mandare”.
Y dijo también Dios16: “Profeta como tú les levantaré de en medio de sus hermanos; y pondré mi Palabra en su boca, y él hablará todo lo que yo le mandare”. Eso es así con cada mensajero dispensacional que Dios envía.
El Mensaje dispensacional que da a conocer el programa dispensacional para toda esa dispensación, es colocado en la boca de ese mensajero dispensacional que Dios envía. Y fuera de ese mensajero dispensacional, nadie más conoce el Mensaje para esa dispensación. Solamente se podrá conocer ese Mensaje a medida que el mensajero dispensacional lo va dando a conocer.
Él conoce hasta dónde puede llegar el Mensaje, el pueblo y el mensajero en esa nueva dispensación. Él conoce lo que no se puede hacer y lo que se puede hacer. Él conoce todas esas cosas porque a él le es dado a conocer el misterio, el secreto de esa dispensación completa, y él es el único que lo puede dar a conocer.
Por eso en una ocasión en que Jesús había obtenido la admiración de muchas personas cuando llevó a cabo el milagro de los panes y los peces, luego, cuando les habló del Hijo del Hombre y les dice: “El que no coma la carne del Hijo del Hombre, no tiene vida permaneciente en sí”17. Y también les decía18: “Y nadie subió al Cielo, sino el que descendió del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo”, y estaba en la Tierra; lo cual no podía ser comprendido por la mente humana.
Aquella gran multitud de miles de personas comenzó a irse, porque Él decía que había que comer la carne y beber la Sangre del Hijo del Hijo del Hombre; lo cual no comprendían en aquellos días. Las personas comenzaron a marcharse por cosas que Jesús hablaba y hacía, que ellos no podían comprender con su mente terrenal.
Siempre siempre usted encontrará que las personas que se marchan de una edad y del Mensaje de una edad y del mensajero de una edad o de una dispensación, siempre tienen la excusa de que se están haciendo cosas y se están diciendo cosas que no son correctas; porque ellos en su mente no las pueden comprender, porque ellos en su mente piensan humanamente, piensan con una mente terrenal.
Jesús lo sabía, pero Jesús estaba pensando con una Mente Divina, y estaba hablando y haciendo las cosas con una mentalidad divina; entendieran o no entendieran. Y Él sabía que al no entender, la gente se iba a marchar. Y así aconteció.
Y cuando se marcharon, quedaron solamente los doce discípulos del Señor. Y unos a otros pensaban y se miraban, se miraban y pensaban dentro de sí: “Dura es esta Palabra, ¿quién la puede recibir?”19.
Y Jesús, viendo en sus corazones lo que pensaban…, porque Jesús sabía quién Él era, Jesús sabía el propósito, la Obra para la cual había venido; y Él nunca ha deseado que las personas estén siguiendo a un mensajero (ya sea de una edad o de una dispensación diciendo o pensando que lo que está hablando el Mensaje es duro, que nadie lo puede recibir.
Decían en sus corazones: “¿Quién puede recibirlo?”. Ellos eran, y estaban encontrando que era duro el Mensaje: “Quién puede recibir este Mensaje? Solamente estamos doce de nuevo”. Parecía algo real aquellas grandes multitudes, y de momento desaparecen; podían pensar: “Era una fantasía”.
Pero, conforme a la Escritura, la persona que va a seguir un Mensaje no puede estar pensando que si es duro o no es duro el Mensaje. El Mensaje para una edad o para una dispensación es en la forma en que Dios lo ha diseñado para el pueblo; y los entendidos entenderán20.
Y “mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen”; y “al extraño (al que viene predicándoles un Mensaje de una edad que ya pasó, al extraño, que viene tratando de colocar al pueblo en una edad o dispensación que ya terminó) no escucharán las ovejas”21. Porque escuchan la Voz de su Pastor, del Pastor de esa edad o dispensación; ese es el verdadero Pastor, el verdadero Pastor de las ovejas. El mensajero de una edad es el Pastor de esa edad. Y usted me pregunta: “¿Y los demás pastores que están en cada congregación?”. En ellos se está reflejando el ministerio del mensajero de esa edad. Y así también es para una dispensación.
Y cuando un pastor que pertenece a una edad, está predicando el Mensaje que trae el mensajero de esa edad, está reflejando correctamente al mensajero de esa edad. Pero cuando se pone a predicar otra cosa que no es lo que el mensajero ha traído, que no es lo que el mensajero ha establecido, que no es el Mensaje del mensajero de esa edad, y se pone a ponerle otras cosas, a añadirle y a quitarle… recuerde: le está añadiendo y quitando a la revelación divina para esa edad.
Y al que le quite o le añada, tiene su recompensa. Una buena recompensa al que no le quita ni le añade; y una recompensa que nadie quisiera, para el que le quite o le añada al Mensaje que ha traído el mensajero para una edad o dispensación.
Cada ministro, cada pastor de congregación, tiene que saber, tiene que estar consciente en qué edad o en qué dispensación está, para exclusivamente reflejar el ministerio y dar a conocer el Mensaje del mensajero de esa edad o dispensación.
Si se pone a predicar diferente a lo que está predicando el mensajero enviado de Dios, el Enviado del Señor para ese tiempo, lo mejor es que diga: “Yo no puedo predicar ese Mensaje que está trayendo el mensajero; por lo tanto, yo renuncio a todo ministerio en esta edad o dispensación en la cual vivo, y me voy para otra edad o dispensación”.
Y el pueblo es libre. Y si el ministro que les predicaba no desea predicarles más el Mensaje para la edad y dispensación en que vive, el pueblo que desee irse de esa edad o dispensación se puede ir con el ministro que se quiera ir también.
Pero el que se quiera quedar está libre también, y se queda; aunque se vaya el ministro porque no puede creer en el Mensaje de esa edad o dispensación.
Así que las personas no tienen que irse detrás de un pastor, de un ministro, porque él se quiera ir de la dispensación o edad que se está viviendo en el presente, en el presente en que vive la persona.
Eso fue lo que aconteció en los días de Jesús: se le fueron muchas personas. ¿Y para dónde se fueron? Pues se fueron para la edad y dispensación que estaba terminando en aquellos días. Y Jesús, sabiendo que se estaban yendo para esa dispensación que estaba terminando, se estaban regresando a la Ley de Moisés, viendo a Sus discípulos y viendo lo que pensaban en sus corazones, les dice a ellos: “Y ustedes, ¿se quieren ir ustedes también? Pueden ustedes irse también”. Él sabía hacia dónde se iban a ir.
Pero una persona que ha conocido bien la edad o dispensación en que vive, y ha conocido bien al mensajero de esa edad o dispensación, y Mensaje que ha traído ese mensajero para esa edad o dispensación, no se mueve de esa edad o dispensación si esa edad o dispensación es la edad o dispensación que corresponde para el tiempo presente; pero si ya terminó esa edad, se mueve rápidamente y busca al mensajero de la nueva edad o nueva dispensación y se coloca en esa nueva edad o nueva dispensación; y no hay quién lo mueva de esa nueva edad y dispensación y nuevo mensajero.
Y con eso, en ningún momento está menospreciando ni al mensajero ni al Mensaje de la edad que ya pasó. Ya es historia, ya no tiene nada para ofrecerle a la gente, porque ya hizo la labor que tenía que hacer.
Solamente el escogido lo que hace es reconocer que Dios envió un mensajero en una edad pasada con un Mensaje Divino, y que llamó al pueblo y recogió a los escogidos de esa edad que ya pasó. Pero el escogido que recibe al nuevo mensajero con el nuevo Mensaje, y entra a la nueva edad o nueva dispensación, dice: “Pero yo he recibido y he caminado hacia adelante en el Programa Divino, y me encuentro en una etapa superior; tan y tan superior que las cosas que deseaba conocer el mensajero de la edad que ya pasó (acerca de lo que Dios estaría llevando a cabo en la nueva edad o dispensación, las cuales él no conoció), ya nosotros las podemos conocer”.
Por lo tanto, el escogido, el hijo de Dios que se mueve a una nueva edad o nueva dispensación, como lo hicieron los discípulos del Señor cuando hubo la oportunidad de ellos irse y que Jesús les pregunta: “¿Quieren irse ustedes también?”. Una persona que sabe dónde está parada, una persona que conoce quién es el nuevo mensajero, como lo conocían Pedro y los demás discípulos (exceptuando al que entregó a Jesús), dicen como dijo San Pedro:
“¿Y a quién iremos? ¿A quién iremos? ¿Iremos a Juan el Bautista? Ya él no tiene nada más para nosotros; si lo más grande que él tenía era decirnos a nosotros quién era el Mesías; y nos dijo que Tú eres el Mesías.
Así que él dijo que detrás de él, después de él, venía Uno mayor que él; no vamos a dejar al mayor para seguir el menor; no vamos a dejar al que tenía un Mensaje para su edad nada más… o no vamos a dejar al que tiene un Mensaje dispensacional para seguir a uno que tenía un Mensaje solamente para una edad, y ya su edad terminó.
Y ya la promesa más grande que había para los elegidos que estarían vivos en el tiempo del cumplimiento de lo que él estaba precursando, ya lo tenemos cumplido, eso fue lo más grande que él habló. Por lo tanto, ya se cumplió, ya Juan el Bautista no nos sirve en esta nueva dispensación. Su Mensaje fue muy bueno para la dispensación que ya pasó”.
Pero así no pensaron los discípulos de Juan que siguieron con Juan. Pero Pedro dice: “¿Y a quién iremos, si solamente Tú no alguna otra persona), Tú tienes lo que otras personas no pueden tener, lo que Juan el Bautista no tiene en estos momentos? Porque él lo tuvo para su etapa, pero ya para esta nueva etapa, para esta nueva dispensación ya Juan no tiene lo que Tú tienes”.
¿Y qué era lo que tenía Jesús?
“Pedro, ¿qué tenía Jesús que ya no tenía ni Juan el Bautista, ni el profeta Isaías, ni Moisés, ni ninguno de los profetas de la dispensación que había pasado?”:
—“Palabras de vida eterna”22.
Las palabras de vida eterna siempre son el Mensaje para la edad o dispensación en que se está viviendo. Ya la edad de Juan había terminado con la Palabra de vida eterna para la edad de Juan; pero ya había comenzado una nueva dispensación con palabras de vida eterna traídas, habladas por el mensajero de la nueva dispensación: Jesús de Nazaret, el único mensajero que tenía palabras de vida eterna.
¿Y qué de Caifás, el sumo pontífice? Caifás tenía la Palabra, el Mensaje de Moisés, de una dispensación que ya había pasado; por lo tanto, no tenía palabras de vida eterna para la nueva dispensación que Jesús estaba comenzando.
Porque solamente el mensajero de la nueva dispensación es el único que trae y tiene palabras de vida eterna para esa nueva dispensación; y el que quiera escuchar palabras de vida eterna, las tiene que escuchar de labios del mensajero de esa nueva dispensación.
Por eso Pedro representa a los escogidos, a los creyentes verdaderos: que sabe dónde está parado, que sabe el Mensaje que tiene que creer y que sabe quién es el mensajero para esa nueva dispensación.
“¿A quién iremos?”. Buena pregunta, buena pregunta para nuestro tiempo: ¿A quién iremos para escuchar Palabra de vida eterna? ¿A quién iremos para recibir el Agua de la Vida gratuitamente en el fin del siglo? ¿A quién iremos para escuchar la Palabra de Dios para el fin del siglo?
Dios dijo a Moisés: “Profeta como tú le levantaré al pueblo, de en medio de sus hermanos; y pondré mi Palabra en su boca, y él hablará todo lo que yo le mandare; y cualquiera que no escuchare lo que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.
La Palabra de Dios para una edad está en el mensajero de esa edad; ahí es donde único se puede encontrar. Y los que quieran predicar el Mensaje para esa edad, tienen que recibir ese Mensaje del mensajero que Dios le envía.
Y ese es el Pastor no de una congregación solamente, sino de todos los escogidos, de todas las personas que haya en esa edad en que aparece ese mensajero. Y es el Pastor de todos. Y cuando digo “de todos”, es de todos los seres humanos que viven en la Tierra en ese tiempo.
Y todos los ministros, pastores de diferentes congregaciones, están llamados a administrar al pueblo la Palabra que sale de la boca de Dios a través del mensajero que Él envía; porque el mensajero es la boca de Dios en la Tierra; esos son los mensajeros de Dios.
En nuestro tiempo es necesario que entendamos estas cosas para que así sepamos dónde, cuándo y quién tendrá en su boca la Palabra de Dios para nuestro tiempo.
Si le preguntamos a Jesús quién estará con la Palabra de vida eterna en su boca para el pueblo, y le pedimos a Jesús que nos envíe, que nos dé Su Palabra de vida eterna en el fin del tiempo, y que nos identifique por Su Palabra —en la Escritura— a quién Él enviará para traer la Palabra de vida eterna, Él nos dice: “He aquí, yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en las Iglesias”:
La Palabra de vida eterna, la Palabra del Señor Jesucristo en la boca del Enviado del Señor Jesucristo, el Ángel del Señor Jesucristo con el ministerio que llamará con Gran Voz de Trompeta y juntará a todos los escogidos, conforme a la promesa del Señor Jesucristo23: “Y enviará el Hijo del Hombre a Sus Ángeles, con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos los escogidos”.
Ese es el ministerio del Ángel del Señor Jesucristo para el fin del siglo. Es el ministerio que llama, que recoge con Gran Voz de Trompeta, con la Trompeta del Año del Jubileo, con la Trompeta Final, que antecede a la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos. Es el Ángel del Señor llevando a cabo en el fin del siglo la Obra del Señor Jesucristo.
Por eso él en cualquier momento podrá decir lo mismo que dijo el Señor Jesucristo: “La Palabra que os he hablado no es mía, sino del que me envió; porque Él ha puesto Su Palabra en mi boca”. Eso era lo que decía Jesús.
Algunas personas pensaban que eran una palabra humana, una palabra de él; pero era del que lo envió. Siempre un Enviado del Señor habla la Palabra del que lo envió; para eso es que Dios lo envía.
Por eso dice24: “Bienaventurado el siervo fiel y prudente que puso su Señor sobre Su Casa para darle el Alimento a su tiempo (¿Qué Casa? La Casa del Señor, que es Su Iglesia, que es Su Cuerpo Místico). Bienaventurado aquel siervo que cuando su Señor viniere, le hallare haciendo así”: dándole el Alimento que corresponde para ese tiempo.
San Pablo en su edad dio el alimento que correspondía para aquel tiempo. Se levantaron muchas personas en su contra, pero él dio el Alimento en la Casa de Dios a los hijos de Dios; pero en ese tiempo no se cumplió la Segunda Venida del Señor, por lo tanto, él no es el siervo fiel y prudente al cual puso su Señor sobre Su Casa para darle el Alimento a su tiempo. Aunque le dio el Alimento a su tiempo, pero no es el siervo fiel y prudente del cual habla aquí la Escritura, que dice: “Bienaventurado aquel siervo que cuando su señor viniere, le hallare haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá”.
En el tiempo de la Segunda Venida del Señor Jesucristo, de la Segunda Venida del Hijo del Hombre, sobre la Tierra estará un siervo fiel y prudente dándoles el Mensaje, el Alimento espiritual, la Palabra que corresponde para ese tiempo; dándoles a conocer los grandes misterios de la Segunda Venida del Hijo del Hombre como el relámpago resplandeciendo en el occidente, en la tierra de América; dándoles a conocer el misterio de los Ángeles del Señor que con Gran Voz de Trompeta llaman y recogen a todos los escogidos; dándoles a conocer ese ministerio de Moisés y Elías que estará operando en el Ángel del Señor Jesucristo, mostrándoles por el Mensaje ese ministerio. Y los escogidos viendo ese ministerio trayendo la Palabra, la Gran Voz de Trompeta, y ellos recibiendo ese Mensaje de Gran Voz de Trompeta.
Cuando el pueblo esté viendo eso, estará viendo al Ángel del Señor Jesucristo que Él dijo que enviaría para dar testimonio de estas cosas en las iglesias; estará viendo al Mensajero dispensacional que establecerá la tercera dispensación25, que establecerá el Mensaje que corresponde para esa tercera dispensación, que dará a conocer los misterios que corresponden para esa tercera dispensación; dará a conocer el misterio de la gran cosecha, en donde el Hijo del Hombre envía a Sus Ángeles para recoger el trigo en el alfolí, y para luego quemar la cizaña en el fuego.
Esos grandes misterios del fin del siglo serán los misterios que el Ángel del Señor estará dando a conocer por testimonio y por Palabra del Señor Jesucristo puesta en su boca para todos los escogidos.
Y cuando la gente esté viendo a ese mensajero trayendo ese Mensaje de Gran Voz de Trompeta, estarán siendo llamados y recogidos todos los escogidos. Y nadie podrá apartar a los elegidos de ese Mensaje y de ese mensajero para decirle al pueblo cualquier otra persona, otro predicador), decirle: “No vamos a continuar escuchando ese Mensaje y ese mensajero. Vamos a caminar hacia atrás a la edad de San Pablo”. Caminarían dos mil años atrás; serían personas no del presente, sino del pasado; serían personas que no estarían viviendo la realidad del tiempo presente, aunque estén vivos en cuerpo humano.
Alguna otra persona podría decir: “No, mejor nos vamos a la edad o etapa de Wesley, porque la etapa de Wesley, esa etapa de Wesley, de santificación, en donde todos se ven bien santitos, eso es lo que queremos”. Y pueden decirle: “Vamos a caminar para esa edad”. Pero ya esa es una edad pasada.
Otros pueden decir: “No, vamos a caminar mejor a la séptima edad de la Iglesia, vamos a caminar hacia el Mensaje de la séptima edad de la Iglesia con el mensajero de la séptima edad de la Iglesia, el cuarto Elías, en donde él estableció el Mensaje para esa séptima edad de la Iglesia; y nos acomodamos ahí y pertenecemos entonces a la séptima Edad de la Iglesia de Laodicea”.
Pero el Ángel del Señor podrá decirle al pueblo que le ha seguido, que ha escuchado su Mensaje: “Si alguno se quiere ir…”, algún ministro y alguna persona de la congregación de ese ministro se quiere ir también…, él podrá decirles: “Se pueden ir”. Y si alguien más se quiere ir: “Se puede ir también”.
Pero en la nueva dispensación, tercera dispensación, solamente hay un Mensaje establecido por Dios para todas las iglesias, todos los seres humanos, todos los escogidos; ese el Mensaje de testimonio de Gran Voz de Trompeta del Ángel del Señor Jesucristo. Cualquier otro Mensaje de otra edad pasada y de otra dispensación pasada, no es para este tiempo.
Por eso Él dice, el Señor dice: “He aquí yo envío mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en todas las iglesias”. Porque es un Mensaje, no muchos mensajes; un Mensaje dispensacional para todos los seres humanos, para todas las iglesias. Lo demás son mensajes pasados.
Es como vivir en los días del Señor Jesucristo y querer estar allá en la primera dispensación viviendo la Ley cuando ha comenzado una nueva dispensación.
Y en nuestro tiempo estamos conscientes que ya dos dispensaciones han concluido con sus Mensajes, han concluido cada una con sus siete mensajeros en cada dispensación. Estamos viviendo una nueva dispensación con el Mensaje de Gran Voz de Trompeta llamando a todos los escogidos para colocarlos dentro de la nueva dispensación.
Es ahí, en esa nueva dispensación, en donde están las promesas de la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos. Es ahí en donde está la Gran Voz de Trompeta llamando a todos los escogidos, la Trompeta Final. Es ahí en donde la siega, la cosecha del trigo y de la cizaña se lleva a cabo: en la tercera dispensación. Y es ahí en donde cada persona debe permanecer y olvidarse de las demás etapas, y vivir la etapa que nos ha tocado.
Las demás etapas pasadas son historia; las tenemos como historia bíblica, en donde Dios llevó a cabo la Obra que correspondía para esas etapas. ¡Pero tenemos que vivir el presente! No podemos estar viviendo el pasado ni podemos hacernos de ilusiones, porque tenemos que ser personas realistas.
Vivamos la realidad, despertemos a la realidad y permanezcamos en la realidad: en el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, en el Mensaje del Ángel del Señor Jesucristo, en la Trompeta Final, en el Mensaje de la tercera dispensación que ha comenzado; unidos brazo a brazo con el mensajero dispensacional para llevar a cabo la Obra Divina para nuestro tiempo.
Él podrá decir como decía Jesús cuando Él decía: “La Obra que me diste que hiciera, he hecho”. Y “me conviene hacer la Obra del que me envió”26.
Él podrá decir: Me conviene hacer la Obra del Señor Jesucristo que está prometida para este tiempo final: la Obra de llamar con Gran Voz de Trompeta a todos los escogidos, la Obra de llevar a cabo la gran cosecha del trigo, la Obra de dar a conocer los grandes misterios apocalípticos, los grandes misterios que en parábolas y en símbolos apocalípticos fueron colocados en la Biblia.
“Me conviene hacer la Obra del que me envió”, puede decir el Enviado del Señor Jesucristo. Y esa será la Obra del Enviado del Señor Jesucristo.
Y todos nosotros decimos: “Queremos estar en la Obra del Señor Jesucristo que estará llevando a cabo en el fin del siglo el Ángel del Señor Jesucristo que Él envía en el fin del siglo, para así recibir a los muertos que han de resucitar y a los vivos que han de ser transformados; de los cuales nosotros somos una parte”.
Estamos esperando la transformación de nuestros cuerpos, y ella no puede venir sin la Gran Voz de Trompeta en el fin del siglo, que tocan el ministerio de los Ángeles del Señor, el ministerio de Moisés y Elías, manifestados esos ministerios en el Ángel del Señor Jesucristo, el Benjamín de los profetas, el Enviado del Señor Jesucristo.
Después de esta plática, de esta conferencia, en confianza: El que se quiera ir, se puede ir… Pero yo sé que estarán los representados en Pedro, que dirán: “¿Y a quién iremos?”. ¿A San Pablo? “No”. ¿A la Edad de San Pablo? “No”. ¿A algunas de las edades de la Ley? “Menos…”. ¿A cuál de las siete edades de la Iglesia quiere usted ir en esta mañana?
Sabiendo usted —igual que yo— que estamos en una nueva dispensación, y que solamente hay Palabra de vida eterna en esa nueva dispensación, solamente podemos decir, podemos preguntar: “¿Y a quién iremos? ¡Si solamente en el Ángel del Señor Jesucristo, en el Enviado de Jesús, hay palabras de vida eterna colocadas en su boca por el Señor Jesucristo!”.
Nadie más en esta Tierra tiene el testimonio para todas las iglesias, sino el Ángel del Señor Jesucristo.
Por eso en el Monte de la Transfiguración, en donde fue mostrado en visión lo que acontecería en este tiempo, la Voz del Cielo dijo: “A Él oíd”.
“A él” le escucharemos su Mensaje de testimonio. Su Mensaje de Gran Voz de Trompeta es lo único que estaremos escuchando en el fin del siglo para recibir la transformación de nuestros cuerpos.
Nadie más puede garantizarle la transformación a nadie, ni la resurrección de los muertos; solo la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final que toca el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, el Enviado de Jesús. Lo envía porque el tiempo de la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos está a la mano, está por acontecer.
El que no le interese la transformación se puede ir para donde quiera ir, para donde quiera irse, para la edad o dispensación que quiera irse.
Pero el que esté interesado en su transformación para vivir por toda la eternidad: “El Espíritu (para este tiempo, a través del Ángel del Señor Jesucristo) y la Esposa, dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que quiera…”27, a nadie se obliga: “el que quiera…”, no importa en la condición en que esté; porque el llamado es para “el que quiera”.
Y el llamado de la Gran Cena, por cuanto no vinieron y pusieron excusas los que parecían ser las personas santas, las personas que podían cualificar porque eran muy religiosos; por cuanto no vinieron, el llamado se extiende para “el que quiera”, sin excepción de personas, de religión, de partidos políticos, de nacionalidad y sin excepción de condición física o moral alguna.
Por eso la Gran Cena, dice el Señor que vayan a buscar por los caminos y metan a la Gran Cena a todos, a todos los que encuentren por el camino28: buenos, los buenos que quieran venir, y malos: los malos que quieran venir y quieran tomar del Agua de la Vida, que vengan también. Porque no es asunto de apariencias físicas, no es asunto de apariencias, no es asunto de condición espiritual, sino del que quiera venir: que venga y tome del Agua de la Vida gratuitamente.
Los santos religiosos del tiempo de Jesús, comenzando desde el sumo pontífice, vieron a Jesús y no recibieron Su Palabra, vieron a Jesús y no lo reconocieron; pero en la Cruz del Calvario, allí al lado de Jesús había un ladrón, un hombre malo, y le dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en Tu Reino”. Y Él le dice: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”29.
Los buenos no pudieron recibirlo: “A lo suyo vino y los suyos no le recibieron…”; y un ladrón le recibió en el último momento de su vida.
Así que en nuestro tiempo: Venga el que quiera y tome del Agua de la Vida que estará el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo dándole a los seres humanos; dándoles el Mensaje Final, la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta, para que todo aquel que quiera: venga y reciba ese Mensaje, el Agua de la Vida gratuitamente, sin mirar su condición… Así es en este tiempo.
Y para que haya más oportunidad para los que no son muy espirituales, para que haya más oportunidad para los que desde afuera puedan mirar, Dios permite que seamos personas normales, no fanáticos religiosos, no fanáticos tratando de aparentar que somos muy santos porque no hacemos esto ni lo otro ni lo otro, y no comemos esto o no tomamos esto, ni hacemos esto otro… Sino que nos permite ser a nosotros personas normales, comunes y corrientes aquí en la Tierra, para que las demás personas vean que no es por nuestros propios méritos, que no es porque somos las personas más santas en la Tierra, con santidad propia humana; sino que si somos santos, no es por lo bueno que hemos sido sino porque Él es Santo y nos santificó a nosotros. No es nuestra propia santidad, ni nuestros propios méritos, sino los de Él.
Por eso nos permite ser personas normales, con los gustos que tienen los seres humanos: les gusta a los seres humanos comer, beber, dormir, trabajar, así somos todos nosotros; vestir bien de acuerdo a lo que ganamos, estar bien vestidos, no más de lo que podemos (porque entonces se nos afecta la parte económica y se afecta entonces lo demás en el hogar), pero lo mejor que podemos, no personas abandonadas; porque creen algunas personas que ser un elegido, ser de Dios, es ser una persona que vive descuidada de las cosas que normalmente se tienen aquí en la Tierra. No, esa es una persona abandonada, descuidada.
Un elegido siempre estará ocupado en las cosas que le corresponde; primero: el Reino de Dios; después: las añadiduras, no desprecia las añadiduras.
Y aquí en la Tierra disfruta de las cosas que hay aquí en la Tierra; porque no somos ni ermitaños, ni somos fanáticos religiosos, sino elegidos desde antes de la fundación del mundo, conscientes que somos hijos de Dios que hemos venido de la eternidad y estamos aquí por un tiempo, pasando por una etapa en el proceso divino; y que todo obrará para bien; y que hemos sido predestinados para ser iguales al Señor Jesucristo, a imagen y semejanza del Señor Jesucristo.
Así que no es por nuestros propios méritos, no es por nuestra propia santidad, no es por lo bonito que seamos o feos, no es por lo grande o pequeño, no es por nada de eso; sino porque hemos sido escogidos desde antes de la fundación del mundo.
Y por eso Él nos envía la Gran Voz de Trompeta, nos llama en el fin del siglo y nos va preparando para la transformación de nuestros cuerpos, que es la adopción en el Reino de Dios o manifestación de los hijos de Dios en carne humana pero transformada, glorificada y eterna.
Y todo eso lo envía a través de Su Enviado. A través del Enviado del Señor Jesús vienen para el fin del siglo, para el fin del tiempo, todas estas promesas.
Por eso estemos a la expectativa en el fin del siglo, recibiendo al mensajero enviado de Jesús estando en su Obra; porque no es la Obra de él sino del que lo envió; y no es el Mensaje de él, sino del que lo envió: del Señor Jesucristo, oyendo la Voz del Señor Jesucristo en labios de Su Enviado.
Y no escuchamos a ninguna otra persona que venga enseñando contrario a lo que Él esté enseñando en el fin del siglo; porque para eso Jesús tiene a Su Enviado en el fin del siglo: para darnos a conocer todos estos misterios, para darnos a conocer todo el Programa Divino, toda la Obra Divina; y para él con el Mensaje llevar a cabo la Obra del Señor Jesucristo correspondiente al fin del tiempo.
Así que si alguien pregunta: “¿Qué haremos para hacer la Obra de Dios en el fin del siglo?”. Jesús dijo: “Que creáis (algunos piensan: ‘¿en tal religión?, ¿en tal religión?…’; no) en el que Él ha enviado (en el fin del siglo)”30. Que creáis en el Enviado de Jesús para recibir el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, ser preparados para la transformación de nuestros cuerpos, y así seguir hacia adelante por toda la eternidad”.
Estamos en un tiempo en que cada uno de ustedes que me escucha tiene que ser probado, para ver en quién usted cree realmente.
Si viene cualquier otra persona, cualquier otro predicador enseñándole contrario a como el Ángel del Señor Jesucristo estará enseñando en el fin del siglo, y usted cree a otra persona: usted no está creyendo en el que Jesús ha enviado.
Por lo tanto, usted no estará creyendo en el Mensaje, en la Palabra de Dios para el fin del siglo; porque el Ángel del Señor es el que tiene esa Palabra, ese Mensaje.
Usted estará creyendo en la palabra de un hombre que le está interpretando las cosas a su manera de pensar, y no a la manera de Dios pensar para esta nueva dispensación.
Porque la manera de Dios pensar para esta nueva dispensación es la manera en que el Ángel del Señor Jesús lo estará dando a conocer. No hay otra forma para nosotros pensar, sino en la forma en que el Ángel del Señor piense en el fin del siglo; porque él estará pensando de acuerdo a como Dios piensa para el fin del siglo.
Por eso cuando se nos pregunta en el fin del siglo: “¿Y a quién tú vas a recibir o recibes y crees en el fin del siglo?”. Con certeza y conocimiento de la Escritura, conscientes de lo que ha sido prometido para nuestro tiempo, decimos: “En el Enviado de Jesús, porque esa es la Obra de Dios: Que creáis en el que Él ha enviado”.
El que quiera hacer la Obra de Dios, ya sabe cómo hacerla. Jesús dijo cómo hacerla. Y después dice en Apocalipsis a quién va a enviar en el fin del siglo.
“EL ENVIADO DE JESÚS Y SU OBRA”.
En el Enviado de Jesús y su Obra es que creeremos y perseveraremos hasta que seamos transformados en el fin del tiempo; en nadie más.
Dios les bendiga y Dios les guarde, y muchas gracias por vuestra amable atención. Que pasen todos muy buenos días.
Muchas gracias, ustedes aquí en Bogotá, ustedes allá en Puerto Rico; y nos veremos allá en Puerto Rico muy pero que muy pronto.
Creo que es el día 20 que tiene nuestro hermano Bermúdez ya señalado para estar en Puerto Rico, allí estaremos el domingo 20, domingo 20 del próximo mes.
Domingo 20 del próximo mes allí estaremos para… o para el domingo 13, dice Bermúdez, así que podemos adelantarnos un poquito. Domingo 13, dice nuestro hermano Bermúdez que podemos estar allá en Puerto Rico, para traerles la Palabra y seguir dándoles a conocer, dándoles a conocer los grandes misterios del Reino de Dios para el fin del siglo; y así preparando a todos los elegidos para la transformación que está por acontecer en el fin del tiempo.
Así que estaremos ya en Puerto Rico: domingo 13. Así que tenemos una semana antes de la fecha que yo les había dicho. No tengo aquí el calendario, nuestro hermano Bermúdez es el que lo tiene allá. Así que yo creo que no me van a disculpar el error de haberles dicho el 20 cuando era el 13, sino que ustedes van a decirme: “Está muy bien la equivocación, que esté equivocado en la fecha que dio primero y que sea el día 13”.
Así que estaremos allá en Puerto Rico el día 13 y estaremos transmitiendo quizás para otros países también, desde Puerto Rico, si se hace posible la transmisión.
El próximo domingo estaremos también en Villavicencio (de Colombia), y estaremos haciendo todos los preparativos para transmitir a Puerto Rico la conferencia del próximo domingo. Así que allá en Puerto Rico estén preparados todos con los equipos para la transmisión vía satélite – línea telefónica. Así que estaremos vía telefónica en Puerto Rico nuevamente.
Así que, hermanos allá en Puerto Rico, y amigos: Dios les bendiga, Dios les guarde; y ustedes también acá en Bogotá.
Que pasen todos muy pero que muy buen día.
Dejo con ustedes al misionero internacional Miguel Bermúdez Marín, quien ha de concluir en esta mañana acá en Bogotá.
“EL ENVIADO DE JESÚS Y SU OBRA”.
[Revisión julio 2019]
1 2 Timoteo 3:8, Éxodo 7:11 (8-13)
2 Números 16
3 San Juan 5:39
4 San Juan 1:19-28
5 San Mateo 3:11, San Lucas 3:16
6 San Lucas 7:33
7 San Lucas 1:17
8 San Lucas 1:41
9 San Lucas 3:7
10 San Mateo 12:34; 23:27, 33
11 San Mateo 11:11-14
12 San Juan 1:29, 36
13 San Juan 3:26
14 San Juan 3:30
15 Éxodo 7:2
16 Deuteronomio 18:18
17 San Juan 6:53 (48-58)
18 San Juan 3:13
19 San Juan 6:60
20 Daniel 12:10
21 San Juan 10:27, 10:4-5
22 San Juan 6:68 (60-69)
23 San Mateo 24:31
24 San Mateo 24:45-47
25 [Hace referencia a las últimas tres dispensaciones: la Ley, la Gracia y el Reino –Editor]
26 San Juan 17:4 y 9:4
27 Apocalipsis 22:17
28 San Lucas 14:16-24
29 San Lucas 23:39-43
30 San Juan 6:28-29