Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión nuevamente, para continuar hablándoles la Palabra de Dios para nuestro tiempo.
Ya, en esta semana que comienza hoy, ya estará con nosotros en Puerto Rico nuestro hermano y amigo Miguel Bermúdez Marín; y el domingo próximo estará aquí con nosotros, y estaremos todos reunidos aquí para escuchar lo que ha estado aconteciendo en España, cuando nuestro hermano Bermúdez ha ido con la Palabra, el Mensaje para nuestro tiempo.
Así que estaré aquí también con ustedes el domingo próximo, y luego viajaremos a México, Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica; y luego regresaremos por aquí nuevamente en el mes de noviembre, para luego en el mismo mes de noviembre continuar viajando hacia Colombia, Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil, y luego regresar a Puerto Rico (con una paradita en Colombia), y pasar las navidades aquí en Puerto Rico, hasta donde tengo pensado, planeado. Así que oren para que sea posible que yo pase las navidades aquí en Puerto Rico.
Inmediatamente vamos a buscar en nuestras biblias, en el libro del Apocalipsis. Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 hasta el 10, y dice de la siguiente manera:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca”.
“EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO”.
“EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO”. Este es el Ángel del Señor Jesucristo, del cual Él dice en Apocalipsis, capítulo 22 y verso 16:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Ahora, aquí vemos a ese Ángel Ministrador del fin del siglo.
A través de las siete edades o etapas de la Iglesia gentil, la Iglesia gentil tuvo siete ángeles ministradores de la Palabra, del Mensaje correspondiente para la edad en que Dios envió a cada uno de ellos. Y estos ángeles ministradores, el apóstol San Pablo hablando de ellos, dijo en el capítulo 1, verso 14 de Hebreos: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a los que serán herederos de salud?”.
Ángeles o espíritus ministradores, que le ministran la Palabra, el Mensaje que corresponde para la edad en que son enviados; y le ministran esa Palabra ese Mensaje, a los herederos de salud, a los hijos de Dios que viven en este planeta Tierra, cada uno en su edad y en su dispensación.
Ellos, estos espíritus o ángeles administradores, pertenecen a otra dimensión; estos espíritus administradores los hemos visto ministrar la Palabra de Dios.
Para un profeta ministrar la Palabra de Dios tiene que ministrarla con ese espíritu ministrador. El espíritu ministrador que trae la Palabra es ese espíritu de los profetas, es ese espíritu o cuerpo teofánico (perteneciente a esa sexta dimensión) que corresponde a ese mensajero, a ese profeta. Y cuando es enviado ese profeta para traer el Mensaje correspondiente para esa edad o dispensación, ese espíritu de esa sexta dimensión es el que ministra esa Palabra a través de esa persona escogida por Dios para ese ministerio.
En palabras más claras: el cuerpo o espíritu teofánico de ese mensajero opera, funciona, para ese ministerio. Por eso Dios dice que es el Dios de los espíritus de los profetas.
Y cuando Dios envía un espíritu ministrador, Él está enviando un espíritu teofánico con y en un mensajero, para tomar esa Palabra y darla a conocer a los hijos de Dios que viven en la Tierra en ese tiempo. Y el espíritu teofánico de cada hijo de Dios en ese tiempo, el cual es nada menos que el Ángel de Jehová, que acampa en derredor de los que le temen y los defiende1…; y cada escogido tiene un ángel, tiene un espíritu teofánico.
Y cuando sale el espíritu teofánico del ángel mensajero de ese tiempo, con la Palabra, lo reciben esos otros espíritus teofánicos que pertenecen a los escogidos que están viviendo en ese tiempo en la Tierra.
Y cuando reciben ese Mensaje, el entendimiento de los hijos de Dios que están viviendo en la Tierra se abre, y reciben esa revelación divina que viene por ese ángel ministrador, y que el ángel o cuerpo teofánico de cada escogido capta; y recibe ese Mensaje de parte del Ángel del Señor Jesucristo, y luego lo hace entender a la persona a la cual pertenece ese ángel.
Porque el ángel o cuerpo teofánico que cada persona tiene, lo cuida de todo peligro y lo guía; lo guía y lo cuida de los peligros espirituales que existen, lo cuida de los falsos profetas y de los falsos cristos; y lo guía en y a toda la Verdad divina correspondiente para el tiempo en que está viviendo.
Y por cuanto el espíritu y ministrador que Dios envía para una edad o una dispensación es de la misma dimensión a la cual pertenecen los cuerpos teofánicos de los escogidos, pues, cuando aparece, ya se conocían antes de aparecer manifestados en esta Tierra.
Y es una manifestación, una manifestación divina de otra dimensión en este planeta Tierra cuando aparece un espíritu ministrador de la sexta dimensión, porque eso significa que en este planeta Tierra también hay espíritus teofánicos guiando a personas que viven en esta Tierra, los cuales son hijos de Dios que están viviendo en cuerpos terrenos o terrenales, pero que ellos son alma de Dios; y a ellos les pertenece un cuerpo o espíritu teofánico, el cual no pudieron obtener antes de llegar a la Tierra, pero que les pertenece a ellos; y ese espíritu teofánico sabe a quién pertenece.
Lo más importante no es la parte física, el cuerpo físico, sino que lo más importante de la persona es el alma; porque el alma es lo que en realidad es la persona. Y si es un hijo de Dios, esa alma ha venido de la séptima dimensión, de la dimensión de Dios; es un atributo de Dios manifestado en carne humana, aunque no tiene todavía su cuerpo teofánico.
Pero su cuerpo o espíritu teofánico sabe a quién pertenece, por lo tanto está cuidando a esa persona y el cuerpo que tiene esa persona. Y está deseoso de que la persona (esa alma) y el cuerpo teofánico se unan, se fundan, y así pueda obtener la persona luego un cuerpo eterno.
Pero para que todo eso ocurra, siendo que el espíritu o cuerpo teofánico pertenece a la sexta dimensión, la dimensión de la Palabra, entonces tiene que venir la Palabra correspondiente para la edad en que Dios envía un espíritu ministrador.
Y esa Palabra viene, es proclamada, y llega a todo hijo de Dios, a toda alma viviente que ha venido de la Casa de nuestro Padre celestial, que ha venido de la séptima dimensión para pasar una temporada en este planeta Tierra cumpliendo un propósito divino.
No estamos aquí en la Tierra para perder el tiempo, no estamos aquí en la Tierra por mera casualidad. Estamos aquí porque el Programa Divino así lo ha determinado; y estamos aquí en el tiempo que nos corresponde a nosotros vivir; y estamos aquí para estar en el Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo, conscientes de ese Programa Divino.
Y para eso Dios envía un espíritu ministrador con el Mensaje que corresponde para ese tiempo, para dar a conocer el Programa Divino; y así colocar a los hijos de Dios conscientes de ese Programa Divino, y así poder vivir ese Programa Divino, vivir el tiempo que nos corresponde, vivir la etapa que nos corresponde; y así Dios cumplir en nosotros y con nosotros Su Programa.
Él está llevando a cabo Su Programa en cada edad y en cada dispensación. En nuestro tiempo Él está llevando a cabo Su Programa en la edad que corresponde para este tiempo, para y a los hijos de Dios.
Ya pasaron siete etapas o siete edades, y en cada etapa o edad Dios envió un espíritu ministrador; y ese espíritu ministrador fue manifiesto en cada mensajero; y el Mensaje para cada edad llegó y llamó a los escogidos de esa edad, y fueron recogidos en esa edad por ese espíritu ministrador manifestado en carne humana en el mensajero de la edad a la cual correspondía ese espíritu ministrador.
Ahora, ya hemos visto que es el cuerpo o espíritu teofánico enviado para ministrar la Palabra para cada edad o para cada dispensación, un espíritu ministerial en cada edad o en cada dispensación.
Ahora, podemos ver que esos espíritus ministeriales en algunas ocasiones son anunciados en la Escritura por el nombre de algún profeta o mensajero que en otra ocasión ministró la Palabra de Dios. Por ejemplo, tenemos en la Escritura las promesas: que Elías viene y restaurará; y cuando Elías, el profeta del Antiguo Testamento, vivió sobre la Tierra, se llamaba Elías; pero cuando se fue, el espíritu ministerial vino sobre Eliseo.
La petición de Eliseo fue que una doble porción del espíritu que estaba en Elías viniera a él (a Eliseo); y así aconteció; por lo tanto, Eliseo fue Elías en su segunda manifestación: vino en el espíritu y virtud de Elías, pero era Eliseo.
Luego, cuando apareció Juan el Bautista, el Arcángel Gabriel dijo que Juan el Bautista sería profeta del Altísimo y vendría en el espíritu y virtud de Elías. Y Jesús dijo: “Si ustedes lo quieren recibir, él es aquel Elías que habría de venir”, hablando de Juan el Bautista2.
Y luego, cuando se manifestó el espíritu ministerial de Elías, ese espíritu ministrador fue en el séptimo mensajero de la séptima edad de la Iglesia gentil, conocido como William Marrion Branham; en él estaba el espíritu y virtud de Elías, en él estaba el espíritu ministrador para traer el Mensaje de la séptima edad de la Iglesia gentil, y luego traer el Mensaje que precursaba, que precursó la Segunda Venida del Hijo del Hombre, ya fuera de la séptima edad o etapa de la Iglesia gentil.
Ahora, estos son ángeles o espíritus ministradores; por eso en la Escritura encontramos en Apocalipsis al Señor, al Señor con siete estrellas en Su mano, y dice [Apocalipsis 1:19]:
“Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candelero de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias”.
Y también encontramos en Zacarías que dice que los siete ojos son los siete espíritus de Dios que recorren toda la Tierra. También en Apocalipsis capítulo 5, verso 5 y 6 dice:
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el león de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono”.
Ahora, vean ustedes que los siete ojos son los siete espíritus de Dios.
Ahora, podemos ver estos siete ángeles mensajeros o siete espíritus ministradores enviados en las siete edades de la Iglesia gentil para ministrar la Palabra, el Mensaje que correspondía para cada edad, y así llamar a los hijos de Dios en el Programa de Creación, Creativo, de Dios.
Porque ninguna persona podrá ser transformada o ser resucitada sin tener la Palabra que corresponde para el tiempo en que él vivió; porque esa Palabra es la que lo identifica como una persona que viene del Cielo, como una persona que pertenece a la séptima dimensión y que tiene representación en la sexta dimensión, o sea, que tiene un cuerpo, un espíritu teofánico en la sexta dimensión.
Y cuando aparece el cuerpo o espíritu teofánico enviado para ministrar en ese tiempo en que las personas están viviendo en la Tierra, los que tienen representación en la sexta dimensión (o sea, un cuerpo teofánico allá) reciben a ese espíritu ministrador que viene manifestándose —y proclamando el Mensaje que corresponde a ese tiempo— a través del mensajero escogido para ese tiempo.
Ese espíritu ministerial, ya hemos visto que es nada menos que el cuerpo teofánico de esa persona que está trayéndole al pueblo el Mensaje que corresponde a ese tiempo.
Ahora, hemos visto los siete ángeles mensajeros de las siete etapas o edades de la Iglesia gentil; hemos visto que ángeles significa ‘mensajeros de Dios’, enviados para traer la Palabra que corresponde al tiempo en que la persona vive; con la cual la persona queda sellada, porque ahí recibe también las primicias del Espíritu; y está sellado para y hasta el Día de Redención, en donde su cuerpo será redimido: si está vivo, será transformado; si murió, será resucitado. Esa es la redención del cuerpo, porque regresará a tener un cuerpo en el cual vivir; por lo tanto, ese cuerpo será eterno, y ese cuerpo lo recibirá en este tiempo final.
Como dijo San Pablo3: “… a la Final Trompeta; porque será tocada la Trompeta, y los muertos se levantarán, resucitarán primero, y luego nosotros los que vivimos, seremos transformados”; seremos transformados y tendremos un cuerpo eterno, porque el cuerpo o espíritu teofánico de la sexta dimensión entrará al cuerpo físico y lo transformará.
Y entonces cada hijo de Dios, así como trajo la imagen del terreno o del terrenal…: trajo una imagen terrenal, un cuerpo físico terrenal, temporero, trajo la imagen del terrenal, de Adán, trajo la imagen caída. Y así como hemos traído la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial: del Señor Jesucristo.
Tendremos, entonces, ese cuerpo o espíritu teofánico de la sexta dimensión habitando en el cuerpo físico que hemos de tener para vivir eternamente; y entonces seremos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo. Para lo cual usted y yo hemos sido escogidos desde antes de la fundación del mundo, y hemos sido predestinados, para ser a imagen y semejanza del Señor Jesucristo.
Ahora, muchas personas no comprenden estas cosas, pero los entendidos entenderán4. Todas las personas que tengan un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, en la edad o dispensación en la cual les ha tocado vivir: han entendido el Mensaje, han recibido el Mensaje que Dios ha enviado a través del espíritu ministrador que ha sido manifestado en el mensajero de esa edad o dispensación.
Por eso Jesús podía decir5: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen”, “y al extraño no seguirán”; porque ellas seguirán al Señor Jesucristo y serán guiadas por el Señor Jesucristo. Y para eso Él les envía un espíritu ministrador en cada edad y en el mensajero de la edad en que a la persona le toca vivir. Y es Dios manifestándose en cada edad y en cada dispensación llevando a cabo Su Programa. Y el que es de Dios, la Voz de Dios oye; la Voz de Dios que a través de ese espíritu ministerial o ministrador se manifiesta en el ángel mensajero de la edad en que a la persona le toca vivir. El que es de la Verdad, oye la Verdad, y la sigue.
Ahora, esto nos recuerda lo que dijo Jesús6: “Los ángeles de estos pequeñitos ven el rostro de mi Padre cada día”. Muchas personas no saben que los hijos de Dios tienen un ángel; un ángel, o sea, un cuerpo o espíritu de la sexta dimensión.
Por eso San Pablo decía7: “Si nuestra casa terrestre (nuestro cuerpo) se deshiciese (se deshiciera: o sea, se muere, se destruye), tenemos un edificio no hecho de manos en los Cielos”. Es ese cuerpo teofánico al cual entra la persona cuando termina sus días aquí en la Tierra.
Cuando un hijo de Dios muere, ese espíritu teofánico está esperándolo, ese cuerpo teofánico está esperándolo, está ahí; y él sale del cuerpo físico y entra a ese cuerpo teofánico, y permanece en ese cuerpo teofánico en el Paraíso (en otra dimensión) viviendo; donde hay árboles, ríos, aves…; es un mundo de felicidad y de alegría, donde ni se cansan, ni trabajan, ni duermen, donde todo es felicidad; pero tienen la promesa de que regresarán a la Tierra, de que escucharán la Voz del Hijo de Dios y resucitarán8. Resucitarán: volverán a la vida aquí en la Tierra, en un cuerpo eterno; y vienen ya con ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es el cuerpo teofánico que le da vida al cuerpo visible que ha de tener cada escogido.
No se puede vivir eternamente sin ese espíritu teofánico; y no se puede obtener un cuerpo eterno si ese espíritu teofánico no entra y transforma el cuerpo físico que tiene cada escogido.
Por lo tanto, en nuestro tiempo ocurrirán estas cosas, porque las promesas de la resurrección de los muertos y de la transformación de los vivos está prometida para el fin del tiempo o fin del siglo o tiempo final; está prometida para el tiempo en que la Trompeta Final esté tocando, sonando, dando Su Mensaje.
Y esa Trompeta Final, o Mensaje del tiempo final, será el Mensaje de la Palabra, el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, el Mensaje que llama y junta a todos los escogidos, a todos los que tienen representación en la sexta dimensión, a todos los que tienen un cuerpo teofánico en la sexta dimensión, que les guía aquí en la Tierra.
Por eso viene llamando y juntando, ese espíritu ministerial de la sexta dimensión, viene juntando a todos esos espíritus teofánicos, juntándolos en el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, en la Edad de la Piedra Angular, en la Edad de la Cima del Monte de Sion. Ese es el lugar en que el Ángel del Señor Jesucristo ministra el Mensaje Final de Dios; y llama ahí, a la cima de ese monte espiritual, a todos esos espíritus teofánicos; y por consiguiente, esos espíritus teofánicos guían a las personas a los cuales pertenecen: a la Cima del Monte de Sion.
Y el entendimiento se abre para ellos; porque ese espíritu teofánico que tiene la persona ha captado, ha recibido ese Mensaje correspondiente para esa edad o dispensación. Y hablando de nuestro tiempo: el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, lo reciben esos espíritus teofánicos, y lo transmiten a la persona a la cual pertenecen.
Por lo tanto, usted pertenece a un espíritu teofánico, y un espíritu teofánico pertenece a usted; ese es el Ángel del Señor que acampa en derredor de los que le temen y los defiende. Cada uno tiene un ángel. También le llaman el ángel de la guarda o ángel guardián. No importa cómo le llamen, lo importante es que es nuestro cuerpo teofánico o espíritu teofánico predestinado por Dios para la persona.
Cuando hemos nacido en este planeta Tierra hemos recibido un espíritu temporero, hemos recibido un espíritu en la permisiva voluntad de Dios, un espíritu del mundo que nos guió de continuo al mal; pero tenemos el espíritu teofánico de la sexta dimensión, que nos guía de continuo al bien, y nos guía en las cosas de Dios para poder comprender las cosas divinas, las cosas que están ocultas a los demás seres humanos.
Por eso cuando le preguntaron a Jesús9: “¿Por qué Tú hablas en parábolas a la gente y a nosotros no?”, Él le dice a ellos: “Porque a vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, mas a ellos (a los demás) no”. Porque es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos a las personas que tienen un cuerpo o espíritu teofánico, tienen representación en la dimensión de la Palabra; por eso tienen derecho a entender, a comprender, la Palabra de Dios para el tiempo en que están viviendo, la cual está llevando a cabo el Programa Divino que corresponde a ese tiempo. Y el Mensaje que surge por la Obra que Dios está llevando a cabo, es el Mensaje que da a conocer esos misterios del Reino de los Cielos.
A vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos prometidos para este tiempo final. ¿Cuáles? La Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles: la Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles llamando con Gran Voz de Trompeta a todos los escogidos, y juntándolos en la Cima del Monte de Sion, y preparándolos para la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos.
Estos son misterios del Reino de los Cielos que ha vosotros es concedido conocer. Son los misterios que corresponden a nuestro tiempo, a nuestra edad, a nuestra dispensación; los misterios que se materializarán y se realizarán esos misterios en el Programa Divino, y serán la Obra Divina correspondiente a nuestro tiempo.
En el tiempo de Jesús, Jesús les dijo a los discípulos: “Mas a vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos”, y también les dijo10: “Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque muchos de los profetas y de los justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”.
¿Ellos qué estaban viendo? La Primera Venida del Hijo del Hombre en la tierra de Israel. ¡Y todos los profetas desearon ver la Primera Venida del Hijo del Hombre!, y solamente la vieron en visiones, en sueños, y así por el estilo, y profetizaron en el espíritu acerca de la Venida del Hijo del Hombre. Pero era más bienaventuranza, era ser más bienaventurado, verla personalmente, la Venida del Señor, y recibirla.
Luego estaban también escuchando algo que todos desearon escuchar: estaban escuchando el Mesías en Su Primera Venida predicando el año de la buena voluntad del Señor; y esa era una bienaventuranza; porque todos habían escuchado a los profetas predicando la Palabra, trayéndoles las profecías que se llevarían a cabo, pero aquí estaba el Mesías, el Cristo, el Profeta-Mesías, dándoles a conocer las cosas que estaban cumpliéndose en ese tiempo. Y por eso Él les decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido. Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha ungido para predicar el año agradable del Señor”. Y luego decía: “Y hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos, ante vosotros está cumplida esta Escritura”11.
El Mesías dándoles a conocer las Escrituras, las profecías que estaban cumpliéndose en ese tiempo, dándoles a conocer el Programa Divino correspondiente a ese tiempo, a medida que iba cumpliéndose, y dándoles a conocer las cosas que faltaban por ser cumplidas.
Tenían ante ellos al Maestro de los maestros, al Profeta de los profetas, tenían ante ellos al personaje del Antiguo Testamento que les había hablado a los profetas del Antiguo Testamento; tenían —nada menos— con ellos a un personaje que en la sexta dimensión fue conocido por el nombre de Melquisedec, el lugar al cual pertenecen todos esos espíritus o cuerpos teofánicos de los escogidos.
Tenían con ellos a Melquisedec, el mismo Elohim que le apareció a Abraham, el mismo Melquisedec que le había aparecido a Abraham; por eso Él dijo: “Antes que Abraham fuera, yo soy. Y él deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó”12. Era Jesús en Su cuerpo teofánico, conocido por el nombre de Melquisedec, Rey de Paz, Rey de Justicia y Rey de Paz, Rey de Salem.
Ahora, podemos ver que cuando estos espíritus ministeriales se hacen carne, traen el Mensaje que corresponde para esa edad o esa dispensación.
Cuando Dios envía un mensajero o un espíritu ministerial para una edad, es un espíritu mayor, mayor para ministrarle la Palabra a las personas que tienen espíritus teofánicos de la sexta dimensión; pero cuando Él envía un espíritu ministrador para una dispensación, es lo más grande que Dios puede enviar. Así fue en el tiempo de Moisés, en el tiempo de Jesús y en este tiempo en que vivimos; en la Dispensación de la Ley, en la Dispensación de la Gracia y en la Dispensación del Reino.
Ahora, nos encontramos en este tiempo final con la promesa: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias”13. Es ese Espíritu Ministerial que en la sexta dimensión, juntamente con los demás espíritus ministeriales y los demás espíritus de los hijos de Dios, ha estado por tiempo y tiempo y tiempo; pero en esa dimensión esos espíritus están llevando a cabo una labor.
Y para ver esos espíritus, la persona tiene que pasar a esa dimensión; o para ver ese Espíritu Ministerial ministrando, Él tiene que pasar a nuestra dimensión en el ángel mensajero que corresponde a ese tiempo, y ministrar a través de ese profeta mensajero. Y no podremos ver ese Espíritu, pero podremos escuchar Su Mensaje.
Ahora, Juan, dos mil años atrás aproximadamente, vio a ese Ángel del Señor Jesucristo, y luego en una ocasión dice14: “Y fui en el espíritu en el Día del Señor”: ya Juan está en su cuerpo teofánico, y en su cuerpo teofánico ve los demás cuerpos teofánicos y a las personas que están en esos cuerpos teofánicos.
Y este Ángel del Señor Jesucristo, siendo esa teofanía, estaba mostrándole a Juan esa revelación de Jesucristo, esa revelación apocalíptica, y estuvo mostrándole a Juan todo lo que Él le mostraría y le daría a conocer a los escogidos que tienen cuerpos o espíritus teofánicos cuando estuviera en su tiempo de ministrar a través de carne humana.
Cuando estuviera en ese tiempo para ministrar la Palabra, la revelación apocalíptica, para tocar la Gran Voz de Trompeta y llamar a los escogidos, tocar esa Trompeta Final, las cosas que a Juan le mostró en símbolos, se lo daría a conocer en forma en que los escogidos las entenderían.
Porque el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, ese Espíritu Ministrador, a través de carne humana estaría hablándole a personas que tienen representación en la dimensión a la cual Él pertenece; por lo tanto, Él estaría hablando la Palabra consciente de que la recibirían todas las personas que tienen cuerpos teofánicos de la sexta dimensión, y que acampa en su derredor y los guía.
Por esa causa, el Mensaje de testimonio del Ángel del Señor Jesucristo estará en este tiempo final abierto a los escogidos, que con su espíritu o cuerpo teofánico operando en ellos para poder comprender ese Mensaje, los escogidos estarán recibiendo ese Mensaje; y solamente podrán decir una cosa: “¡Pero si esto era lo que yo estaba esperando! ¡Yo sabía que había algo, algo grande y algo importante, que no podía comprender antes!”.
¿Y cómo lo iba a comprender?, si hasta que llegue el Ángel Mensajero ministrador, manifestado en el cuerpo de carne escogido por Dios para llevar a cabo ese ministerio, no aparece el Mensaje para ese tiempo, que habla esos misterios de Dios que corresponden en ese tiempo. Y entonces, con la mente del Señor, o sea, con la mente del cuerpo teofánico, con esa mente divina, la persona entonces capta ese Programa Divino para ese tiempo, y dice: “¡Pero si esto era más sencillo de lo que yo me podía imaginar!”. Era tan y tan sencillo que toda conjetura hecha no llega ni siquiera a imaginar lo que en realidad sería lo que estaba prometido en la Escritura.
Pero usted no tiene por qué preocuparse de que no haya estudiado, en una universidad, en un seminario o en algún lugar, tal o cual cosa o religión o teología, o lo que sea. Usted tiene algo más grande, algo mayor, para poder recibir y poder entender el tiempo en que vive: el Mensaje que le corresponde a usted y todo el Programa Divino que corresponde para el tiempo en que usted está viviendo: usted tiene el Ángel del Señor que acampa en derredor suyo, ese cuerpo o espíritu teofánico, y lo defiende a usted.
Por lo tanto, usted recibirá en todo momento toda la revelación divina que corresponde a nuestro tiempo; porque es para usted y para mí. Y al recibir esa revelación divina, la persona es llamada, es recogida y es sellada. Por esa causa dice Apocalipsis, capítulo 7 y verso 2: “Y vi subir de donde sale (de donde nace) el sol…”.
“Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo (el Sello del Dios vivo, ¿para qué?, para sellar); y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios”.
Para el pueblo hebreo son 144.000 hebreos (12.000 de cada tribu) que serán sellados en sus frentes por el Ángel que tiene el Sello del Dios vivo; ese es el Ángel del Señor Jesucristo. Y en Apocalipsis, capítulo 14, encontramos ahí 144.000 ya sellados:
“Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él (el Nombre del Cordero) y el (nombre) de su Padre escrito en la frente”.
Ahora, también los escogidos de entre los gentiles tienen la promesa en Apocalipsis, capítulo 3 y verso 12, que dice:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.
Y esto lo hace el Señor cuando envía a Su Ángel con el Sello del Dios vivo, llamando con Gran Voz de Trompeta a todos los escogidos, y sellándolos en la frente con el Sello del Dios vivo.
¿Y cómo recibe este Ángel el Sello del Dios vivo? Recuerden que estamos hablando del Ángel Ministrador: EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO: el Ángel del Señor Jesucristo. Ahora, vean ustedes15:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido (el Mensaje o la Palabra que fue escondida de las edades pasadas, o sea, el Mensaje de Gran Voz de Trompeta)”.
“Le daré a comer del Maná escondido”: el Librito que fue abierto en el Cielo, le es dado a comer a un profeta, a un mensajero.
“… y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
Ahora, aquí tenemos la Piedrecita blanca, la Piedra no cortada de mano, la Piedra que los edificadores desecharon, la cual ha venido a ser cabeza del Ángulo: “He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo”16.
La Venida del Señor es la Venida de la Piedra no cortada de manos, es la Venida de la Piedrecita blanca, es la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles; y trae esa Piedrecita un nombre escrito, nuevo. La Segunda Venida del Hijo del Hombre, la Segunda Venida del Señor como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, como el Hijo de David, tiene un nombre nuevo, que ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Ahora, vean ustedes que el Ángel de Apocalipsis, capítulo 7, es el que “sube del nacimiento del sol con el Sello del Dios vivo”: es el que sube del nacimiento del Sol, es el que recibe esa Piedrecita blanca con el nombre nuevo, es el que sella a todos los escogidos con ese Sello, con ese Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.
Porque si usted busca en el pasado, cuando una persona utilizaba su sello, el cual tenía en su anillo, un anillo o una sortija para sellar, cuando sellaba ahí, lo que aparecía era el nombre de esa persona.
Y con el Sello del Dios vivo, los escogidos de entre los gentiles y de entre los hebreos son sellados; porque el Ángel con el Sello del Dios vivo llama con Gran Voz de Trompeta a todos los escogidos, los junta en la Cima del Monte de Sion y los sella con el Sello del Dios vivo. Ese es el Ángel Ministrador del fin del siglo, el cual en el tiempo final ministra a través de carne humana en el mensajero del fin del siglo o Benjamín de los profetas.
Y las personas que no comprendan este misterio tan grande del Reino de los Cielos, no se darán cuenta que es un Espíritu o Ángel Ministrador que estará a través de carne humana hablando esa Palabra, la Palabra creadora de Dios para este tiempo, para producir la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos.
Es como fue en Ezequiel, capítulo 9 y verso 1 en adelante, que dice:
“Clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: Los verdugos de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir”.
Eso fue en aquel tiempo que iba a acontecer una destrucción en Jerusalén; y en este tiempo viene una destrucción que se llama: la gran tribulación, en ese periodo de tiempo.
“Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir”.
Ahora, ustedes pueden ver aquí seis varones enviados para destruir. Acá en Apocalipsis, capítulo 7, usted puede ver cuatro ángeles que tenían poder de hacer daño a la tierra, a los árboles y al mar; ahora, vean ustedes, el mismo cuadro.
“Y entre ellos había un varón vestido de lino…”.
Y allá en Apocalipsis 7 había uno, un Ángel que subió del nacimiento del Sol, con el Sello del Dios vivo. Ahora veamos aquí:
“Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce (el altar de bronce o de juicio, porque el bronce representa el juicio divino).
Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano,
y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella”.
Ahora, vean ustedes que el ministerio de este Varón vestido de lino, con el tintero de escribano, era sellar, colocarle en la frente una señal; para eso tenía el tintero de escribano.
“Y a los otros dijo (a los otros seis que tenían su instrumento de destruir), oyéndolo yo (dice Ezequiel): Pasad por la ciudad en pos de él…”.
Ahora, vean ustedes que Él va primero sellando a los escogidos. Es el Espíritu de Dios manifestado para llevar a cabo esa labor, es el Enviado con ese Sello.
“… Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.
Matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis…”.
Y acá en Apocalipsis, la Muerte, que sobre el caballo amarillo estará recorriendo la Tierra, y aun la gran tribulación y todos esos juicios que vienen, no podrán tocar a las personas sobre los cuales el Sello de Dios esté. O sea, la muerte, la segunda muerte, no tiene poder sobre ellos. Y ellos permanecerán fieles a Dios y fieles al Mensaje que han recibido, y conscientes de que han sido sellados con el Sello del Dios vivo que el Ángel Ministrador en el fin del siglo ha colocado sobre sus frentes.
Y eso hará que los escogidos estén tan tranquilos y tan felices y tan seguros, que ni la muerte, ni la vida, ni nadie los podrá apartar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Ellos estarán tan consientes de la Obra que Dios está llevando a cabo en nuestro tiempo, que nadie los podrá apartar del Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo.
Y el ángel o cuerpo teofánico que ellos tienen les estará guiando siempre, y les estará iluminando con el Mensaje del Ángel Ministrador.
Ese Mensaje, esa Voz de Arcángel, ese Mensaje de Gran Voz de Trompeta, es el Ángel Ministrador del fin del siglo tocando la Gran Voz de Trompeta en el cumplimiento de la promesa que hizo Jesús: “Y enviará (el Hijo del Hombre) a Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos los escogidos”17.
Vean ustedes para qué son juntados: son juntados para recibir el conocimiento de todos los misterios del Reino de los Cielos que se están llevando a cabo en nuestro tiempo, y los que se llevaron a cabo en el pasado; y darles a conocer también las cosas que han de acontecer; y ser sellados en sus frentes, en sus mentes, con el Sello del Dios vivo. Y así ser preparados, los que están en el Paraíso, para la resurrección; y los que están en cuerpos terrenales: para la transformación de sus cuerpos.
Ese es el Programa Divino para el fin del tiempo: el Ángel Ministrador del fin del siglo proclamando el Mensaje Final a través de carne humana, y llamando a los escogidos en este tiempo final.
Con ese llamado no solamente ha sido llamado usted en el cuerpo físico, sino que también su cuerpo teofánico o espíritu teofánico ha recibido ese llamado también; y está deseoso de que ocurra la resurrección de los muertos para meterse plenamente dentro de usted y transformar ese cuerpo que usted tiene.
Estamos en el tiempo del fin, en el fin del siglo, donde dijo Jesús que para el tiempo de la cosecha —lo cual sería el fin del siglo— el Hijo del Hombre enviaría a Sus Ángeles, el Hijo del Hombre enviaría ese Espíritu Ministrador para traerle la Palabra a los escogidos y sellar a los escogidos en sus frentes; y así estar preparados para la transformación de sus cuerpos los que están vivos, y la resurrección los que murieron en el pasado; y así también escapar de los juicios de la gran tribulación que han de venir; porque teniendo el Sello del Dios vivo los juicios no pueden acercarse a los escogidos de entre los gentiles.
Así que a los escogidos de entre los hebreos los van a matar, pero han de resucitar al final de la gran tribulación.
Así que no hay problema para los escogidos. Dios todo lo ha preparado en tal forma que en el tiempo final dijo que enviaría a Su Ángel, el Ángel Ministrador del fin del siglo, para los escogidos (que son como los ángeles, por su cuerpo teofánico), para reunir a todos los escogidos, y así dentro de muy poco tiempo ser transformados.
O sea, esos cuerpos teofánicos o espíritus teofánicos, cuerpos angelicales, venir a tomar cuerpos, a encarnarse cada uno en el cuerpo que le corresponde; eso es nada menos que el cuerpo teofánico de la Palabra, el cuerpo de la Palabra encarnándose; y algún día estaremos todos en esa condición, y tendremos la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos.
Y para que eso ocurra: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas”; ha enviado ese espíritu teofánico para ministrar el Mensaje correspondiente para este tiempo, el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, ministrarlo a través de carne humana; pues Él es el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, y envía a cada uno de esos espíritus de los profetas en el tiempo que le corresponde.
El espíritu de profeta que Él envía en este tiempo, ese espíritu teofánico, es el espíritu ministerial del Ángel del Señor Jesucristo. No es el Señor Jesucristo, tampoco es Elías literalmente, tampoco es Moisés literalmente; pero viene en el espíritu y virtud de Elías, viene en el espíritu y virtud de Moisés, viene en el espíritu y virtud del Señor Jesucristo; así viene este espíritu ministerial del Ángel del Señor Jesucristo.
Por eso, siendo ese espíritu ministerial como el de ustedes, antes de nosotros vivir en esta Tierra ya existían; por eso Juan pudo ver el de él (el de Juan) y pudo entrar en él, y también pudo ver el del Ángel del Señor Jesucristo que estaría ministrando en el tiempo final, y pudo ver también el suyo.
Juan vio el espíritu teofánico, el Ángel del Señor de cada uno de los escogidos, cuando él pudo pasar a esa dimensión y fue en el espíritu al Día del Señor. Y en el espíritu pues se ven los otros espíritus, los espíritus de los profetas, y los espíritus de cada uno de los escogidos, que no es otra cosa sino un cuerpo de otra dimensión, así como usted tiene un cuerpo en este planeta tierra.
Y Juan dice que cuando terminó de escuchar y ver todo lo que el Ángel le mostraba, quiso adorarlo. Había visto al Ángel con el Sello del Dios vivo, había visto que había sellado a los escogidos de entre los gentiles y también a los escogidos de entre los hebreos; había visto que era el Ángel que había recibido la Piedrecita blanca con el Nombre Nuevo escrito: había recibido la Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, había recibido el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, había recibido todas estas cosas tan grandes que el Señor Jesucristo dijo que Él llevaría a cabo en el tiempo final; que Juan, al ver todas estas cosas, pensó que era el Señor Jesucristo.
Pero era el Ángel del Señor Jesucristo, el Ángel Ministrador del fin del siglo, ministrando con el espíritu y virtud de Elías, ministrando con el espíritu y virtud de Moisés, ministrando con el espíritu y virtud del Señor Jesucristo; pues en cada mensajero también fue el espíritu y virtud del Señor Jesucristo ministrando en cada edad y utilizando cada ángel mensajero, cada espíritu teofánico correspondiente a cada mensajero.
Y en este tiempo tenemos las promesas más grandes de todas las promesas. Son tan grandes que han de producir la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos. Porque el Señor Jesucristo dice que ha enviado Su Ángel, Su Ángel Ministrador, para dar testimonio de estas cosas; para así traerle el Mensaje a los escogidos, para traer un Mensaje que llega al cuerpo, al espíritu y alma de los escogidos; un Mensaje que no es para que se quede en los sentidos, sino para que baje al corazón de cada escogido, para regresar así a la Casa de nuestro Padre celestial.
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay (muchas moradas hay: muchos cuerpos) (…); voy pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”18.
Él quiere que usted y yo estemos en cuerpos teofánicos y luego en cuerpos eternos; y para eso es Su Segunda Venida con Sus Ángeles, llamando con Gran Voz de Trompeta a todos los escogidos; para eso es el ministerio del Ángel Ministrador del fin del siglo. Y por eso Él habló tanto de Su Venida con Sus Ángeles y del ministerio de Sus Ángeles, los cuales son manifestados en el Ángel Ministrador del Señor Jesucristo.
No es el hombre, sino el Señor Jesucristo enviando Su Ángel Ministrador, para dar a conocer, dar testimonio de estas cosas.
Es un Mensaje que viene de otra dimensión, de la dimensión de Dios, de la séptima dimensión bajando a la sexta dimensión, y recibiendo la misión y encomienda para bajar a esta dimensión ese Ángel con…, viniendo con el Sello del Dios vivo y con el Mensaje del Dios vivo: con la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta; dándoles a conocer los misterios del Reino de los Cielos a todos los escogidos.
Ese es el Programa Divino establecido para nuestro tiempo. Y usted lo entiende, porque así como viene por la misión o comisión del Ángel Ministrador del Señor Jesucristo, usted teniendo un ángel, ese ángel le ordena a usted sus pensamientos para comprender lo que Dios está llevando a cabo en nuestro tiempo. Y no hay otra forma para entenderlo.
Y solo los que tienen representación en esa sexta dimensión de la teofanía, solo los que tienen un cuerpo teofánico, podrán entender estas cosas: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye”19. “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen; y nadie las arrebata de mi mano”20.
Así que tenemos esta seguridad porque tenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y Él en nuestro tiempo dice: “He enviado mi Ángel (el Ángel Ministrador) para dar testimonio de estas cosas”; y esto es en nuestro tiempo, en el fin del siglo, en donde aparece el Ángel Ministrador ministrándole la Palabra, el Mensaje, a los herederos de salvación, de salud, a los herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro.
Él no tiene otro Ángel Mensajero para enviar; por eso en Apocalipsis termina con AMÉN; y no aparece otro Ángel Ministrador. Él comienza en Apocalipsis y termina en Apocalipsis, comienza en el primer capítulo y termina en el último capítulo.
Es EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO, para beneficio suyo y mío. Sin él, el Mensaje de Gran Voz de Trompeta nadie lo puede escuchar; sin su Mensaje de Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, no puede ocurrir la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos. Por eso para Dios y Su Programa es tan importante el Ángel Ministrador del fin del siglo, porque de ese ministerio depende todo el Programa Divino, y todos dependemos de ese ministerio.
Por eso le damos gracias al Señor Jesucristo: ¡Gracias, Señor Jesucristo, que has enviado Tu Ángel, para dar testimonio de estas cosas, Tu Ángel Ministrador!
Más adelante comprenderemos mucho mejor lo que significa todo esto. Y cuando ya estemos transformados, ya hemos de comprender mucho mejor todo lo que significaba este tiempo que estamos pasando en la Tierra, y el Mensaje que hemos recibido, y el ministerio que Dios nos ha enviado en este tiempo: el ministerio de “EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO”; el cual Él prometió enviar, y el cual usted y yo no conocíamos y no sabíamos que Él enviaría un Ángel Mensajero; pero estaba en la Escritura.
Pero hoy podemos decir: “Una cosa yo sé: que antes era ciego, ¡pero ahora veo! Y veo lo que Él ha enviado en este tiempo: Su bendición para nosotros”.
“He aquí, yo Jesús he enviado mi Ángel, para dar testimonio de estas cosas”21.
“EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO”.
Dios les bendiga, Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención. Y hasta el próximo domingo, Dios mediante, en que estaré nuevamente aquí con ustedes y con nuestro hermano y amigo Miguel Bermúdez Marín, quien es también un ángel como ustedes (en cuanto al cuerpo teofánico), y como yo también, el cual lleva el Mensaje del Ángel del Señor Jesucristo que Él en el tiempo final dijo que enviaría.
Es todo sencillo: Él envía un Ángel con un Mensaje; y los demás que también son ángeles en cuanto a su cuerpo teofánico: toman ese Mensaje y llevan ese Mensaje hacia adelante.
Por eso es necesario que, lo que hagamos, lo hagamos en espíritu y en verdad, y que el trabajo lo hagamos en espíritu y en verdad; porque si lo hacemos así, el espíritu teofánico suyo y el espíritu teofánico mío estarán trabajando para esa Obra, para que se extienda, y estarán llevándole a los demás espíritus teofánicos la Palabra; y entonces las personas a los cuales pertenecen esos espíritus teofánicos: despertarán y entenderán la Palabra.
Así que es un Mensaje celestial, moviéndose en el campo celestial o espiritual. No es con mucho ruido en lo físico, sino como dijo el Señor a Zacarías [4:6]: “No es con espada ni es con ejército, mas con mi Espíritu, ha dicho el Señor”. Y para eso envía estos espíritus ministradores. Y todos los demás espíritus entonces, trabajando con ese Espíritu Ministrador —como la Esposa del Cordero—, estarán también ministrando el mismo Mensaje que han recibido del Ángel Ministrador del fin del siglo.
Así que es una Obra celestial, una Obra espiritual, de otro mundo, de otra dimensión, de la dimensión divina, para los seres humanos que tienen representación en esa otra dimensión.
Dios les bendiga, Dios les guarde con todas las bendiciones divinas del Reino de los Cielos correspondientes para este tiempo final y para toda la eternidad… Y así todos regresar a nuestros lugares nuevamente, y pasar una semana feliz; una semana meditando en las cosas que hemos escuchado, conscientes de que somos escogidos desde antes de la fundación del mundo y predestinados para ser a imagen y semejanza del Señor Jesucristo; y conscientes de que tenemos un espíritu teofánico o cuerpo teofánico o ángel (como comúnmente se le llama). Usted tiene su ángel como yo también tengo mi Ángel.
Así que Él nos cuidará, nos guiará, y hará todo lo que se tenga que hacer para la transformación de nuestros cuerpos; lo cual deseamos y esperamos con todo nuestro corazón; porque cuando eso ocurra, se acabaron todos los problemas, y ya estaremos disfrutando de las grandes bendiciones que están reservadas para los escogidos.
Así que las bendiciones grandes, las cuales estarán manifestadas en usted y en mí, van a ser cuando seamos transformados. Ahora tenemos la bendición del Mensaje, de las cosas que Dios está llevando a cabo, las cuales agarramos con todo nuestro corazón, con toda nuestra fe, para luego obtener esas bendiciones venideras eternas: de un cuerpo eterno: ese cuerpo teofánico dentro de ese cuerpo eterno; y usted, que es alma viviente, dentro de ese cuerpo teofánico, y con un cuerpo físico también; o sea, cuerpo, espíritu y alma, pero todo eterno.
Usted es eterno en su alma. “El que oye mi Palabra, tiene vida eterna”22, viene de la eternidad, por eso puede ser redimido; porque no se puede redimir una cosa que no pueda ser redimida.
Usted, por ejemplo, si yo coloco este pañuelo aquí, y luego alguien lo toma de aquí, o yo lo coloco en otro sitio, o lo toma otra persona de aquí, usted puede colocarlo de nuevo aquí; eso es redimir el pañuelo a la posición en que estaba originalmente: aquí. Pero si nunca estuvo aquí, usted no lo puede poner de nuevo aquí; usted lo está colocando por primera vez, nunca estuvo ahí; por lo tanto, no está colocándolo aquí de nuevo, no está haciendo una obra de redención, de redimir; porque redimir es ‘colocar de nuevo en el lugar original’ alguna cosa. Y los hijos de Dios serán colocados de nuevo en la eternidad con vida eterna, porque de ahí ellos han venido a esta Tierra.
Como dijo Jesús: “Salí del Padre y vuelvo al Padre, salí de Dios y regreso a Dios”23. Así es con cada uno de nosotros: regresamos a la eternidad, porque regresar es que ‘volvemos al lugar de donde salimos’.
Y el Día de Redención es el día de regreso a nuestra posición y lugar original. Hablaremos en otra ocasión…, ya ustedes saben acerca de este tema; en otra ocasión hablaremos más detalladamente sobre este tema.
Y recuerde que para regresar Él dice que ha enviado Su Ángel Ministrador del fin del siglo; y para regresar Él nos estará dando una cosa: un Librito: el Título de Propiedad (del cual hablamos el domingo pasado). El Título de propiedad estará en el Mensaje que Él estará dándonos.
Recibir el Mensaje es recibir el Librito abierto; creerlo de todo corazón es comer ese Mensaje, ese Librito, y digerir ese Librito; para regresar a la eternidad, a la Casa de nuestro Padre celestial. Y para que todo esto ocurra Él dice que ha enviado el Ángel: Su ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO.
Dios les continúe bendiciendo a todos, y nos siga ayudando en todo, para que pronto ocurra la resurrección de los muertos y la transformación de nuestros cuerpos. Ninguna otra cosa podrá efectuar el cumplimiento de esas promesas; solo lo que Dios ha prometido.
Y el que perseverare hasta el fin, el que perseverare hasta el fin, ese será transformado24. Y los escogidos perseverarán hasta el fin, y seremos transformados; porque Él ha enviado Su Ángel Ministrador del fin del siglo para los escogidos del fin del siglo.
Si ustedes pudieran comprender y saber y ver lo que está ocurriendo en esa sexta dimensión, ustedes podrían comprender mucho mejor el propósito tan grande y maravilloso que Dios tiene con y para usted y para mí. Pero gradualmente lo vamos comprendiendo: lo que no entiendes ahora, lo entenderás después.
Así que será hasta el próximo domingo, Dios mediante, en el cual estaremos nuestro hermano Miguel Bermúdez y yo con ustedes, para continuar hablándoles la Palabra de Dios, y lo que está haciendo esa Palabra en España, lo cual él les estará dándoles a conocer a ustedes.
“EL ÁNGEL MINISTRADOR DEL FIN DEL SIGLO”.
[Revisión mayo 2021]
1 Salmo 34:7
2 San Mateo 11:14
3 Primera de Corintios 15:52
4 Daniel 12:10
5 San Juan 10:27 / 10:5
6 San Mateo 18:10
7 2 Corintios 5:1
8 San Juan 5:25
9 San Mateo 13:10-11
10 San Mateo 13:16-17
11 San Lucas 4:16-21
12 San Juan 8:56-58
13 Apocalipsis 22:16
14 Apocalipsis 1:10
15 Apocalipsis 2:17:
16 Primera de Pedro 2:6
17 San Mateo 24:31
18 San Juan 14:2-4
19 San Juan 8:47
20 San Juan 10:27
21 Apocalipsis 22:16
22 San Juan 5:24
23 San Juan 16:28
24 San Mateo 24:13