Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio muy grande estar entre ustedes en esta noche, para traerles un saludo a cada uno de ustedes, y así compartir con ustedes esta noche, y compartir con ustedes todas estas cosas que ustedes han preparado para nuestra visita entre ustedes.
Como decía nuestro hermano y amigo Miguel Bermúdez Marín, nos han invitado para estar entre ustedes y compartir con ustedes en esta noche. Así que yo solamente les traigo un saludo, el cual entrego a ustedes de parte de las personas de Puerto Rico y de parte del Señor.
Y así como ustedes, también allá en Puerto Rico y demás países, permanecen en la fe y caminan por fe – por la fe los días que Dios nos ha establecido vivir en esta Tierra.
Porque es, pues, la fe, la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven1. Por la fe los antiguos recibieron buen testimonio, e hicieron cosas que correspondían para el tiempo en que ellos vivieron porque tenían la fe que correspondía para su tiempo, la revelación que correspondía para su tiempo, para así hacer conforme al Programa Divino que Dios tenía para ese tiempo. Y así recibieron buen testimonio de parte de Dios, porque sin fe es imposible agradar a Dios2.
Y una persona no puede hacer la Obra de Dios y no puede servir a Dios, a menos que sea por la fe, la revelación divina correspondiente al tiempo en que la persona está viviendo; porque fe es revelación.
Por eso, por la fe Abel llevó a cabo un sacrificio agradable a Dios, pero Caín, por no tener la fe, la revelación divina, el conocimiento divino de las cosas que tenía que conocer en ese tiempo en cuanto al Programa Divino, llevó a cabo una ofrenda a Dios, y Dios no se agradó; y por esa causa Caín mató a su hermano Abel, porque Dios recibió la ofrenda de Abel y no la de Caín. Pero San Pablo dice que fue que por fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que su hermano Caín3, una mejor ofrenda, la que agradaba a Dios.
Porque sin fe es imposible agradar a Dios. Sin fe es imposible que la persona pueda llevar a cabo una labor, una ofrenda, un sacrificio, un trabajo. Para hacerlo en favor de Dios y Su Obra, es imposible que agrade a Dios, a menos que tenga la fe. A menos que lo haga por la fe, es imposible agradar a Dios.
Hay muchas personas que desean y tratan de agradar a Dios, y por esa causa han surgido en este planeta Tierra, desde que el ser humano está sobre la Tierra, tantas diferentes religiones y sectas religiosas, porque el hombre de por sí es religioso, y sabe que hay un Creador de los Cielos y de la Tierra que creó al hombre; y al saber que es Dios, Dios significa ‘objeto de adoración’.
Por lo tanto, los seres humanos desean adorar a Dios, desean servir a Dios, y desean que (con lo que hacen) Dios se agrade; pero sin fe es imposible agradar a Dios. Tiene que ser por la fe, por la revelación divina del Programa Divino que corresponde al tiempo en que la persona está viviendo.
Miren ustedes, en el tiempo de Caín y Abel: ahí comenzaron las religiones a moverse, y los adoradores a levantarse el uno en contra del otro; porque Dios se agradó de uno; y el que hizo un sacrificio, una ofrenda, y Dios no se agradó, se molestó, se enojó y persiguió al otro. Si hubiera hecho el mismo sacrificio…, pero hizo uno diferente a lo que correspondía para ese tiempo.
Abel por revelación divina, por el conocimiento que tuvo del Programa Divino correspondiente para ese tiempo, llevó a cabo el sacrificio divino conforme al Programa Divino: sacrificó un cordero.
Así que ustedes pueden ver que no importa lo religioso que sea el ser humano, eso no obliga a Dios a aceptarle un sacrificio, una ofrenda, o una labor u obra que la persona haga para Dios; porque el que adora a Dios “es necesario que le adore en espíritu y en verdad”4, en la verdad divina del Programa Divino que corresponde al tiempo en que la persona está viviendo.
Ahora, ya ustedes vieron el caso de Caín y Abel. Abel por fe, por revelación divina, hizo lo correcto; por lo tanto, por fe agradó a Dios.
Luego encontramos en el tiempo de Noé. En el tiempo de Noé Dios había determinado la destrucción de la raza humana: “Raeré de la tierra todo ser viviente”5.
Y usted se pregunta: “¿Y por qué Dios, después que creó al hombre, luego de cierto tiempo lo va a destruir?”. Hay personas que no comprenden que, conforme al Programa Divino, para todo hay tiempo: Hay tiempo para nacer, hay tiempo para morir; hay tiempo para sembrar, hay tiempo para cosechar; hay tiempo para reír, hay tiempo para llorar6; para todo hay tiempo, y en el Programa Divino para todo hay tiempo. Por lo tanto, había llegado el tiempo del juicio divino.
Las religiones en aquel tiempo, como en todos los tiempos, siempre han dicho que Dios es amor y que Dios no va a destruir la raza humana; pero no han leído bien la Escritura que dice que Dios también es fuego consumidor7.
Cuando se está viviendo en las etapas en donde corresponde manifestarse el amor divino, lo que hay es amor divino; pero cuando se llega a la etapa o al ciclo divino para el juicio divino, entonces Dios envía un hombre —como siempre ha enviado un hombre, un profeta—, tanto para anunciarle las bendiciones divinas y traer esas bendiciones al pueblo, como para traer el conocimiento de los juicios divinos que han de venir y la causa. Y Dios, antes de enviar el juicio, le avisa a la raza humana.
A Noé le dijo: “Ha llegado el fin de toda carne”, pero dice la Escritura: “Pero Noé halló gracia delante de Dios”8. Noé siendo profeta y teniendo las dos consciencias juntas, Dios tuvo en la Tierra una persona a la cual podía darle a conocer el Programa Divino que se iba a llevar a cabo, para que lo diera a conocer a la raza humana.
Ahora, ese Programa Divino, como usted puede ver, estaba en contra de las enseñanzas religiosas de todas las religiones, porque todas estaban esperando las bendiciones divinas, y orando a Dios y haciendo sus sacrificios para recibir la bendición divina. Y aparecer un hombre diciendo que Dios iba a destruir la raza humana, eso parecía una locura; pero lo loco de Dios es más sabio que los sabios de esta Tierra9.
Y Dios le dijo a Noé también, que construyese un arca conforme a las dimensiones que Él le estaba dando, para que entraran ahí animales, aves y Noé con su familia. Los que entrarían en ese lugar estarían creyendo que el juicio divino iba a caer sobre la Tierra. Y Noé comenzó a construir el arca y también a anunciar el juicio divino que vendría sobre la Tierra, y la única forma de escapar de ese juicio divino.
Ahora, vea usted que nadie escapa de un juicio divino, a menos que crea la Palabra de Dios que corresponde para el tiempo en que ha de venir ese juicio divino. Si no lo cree, pues no tiene nada que hacer para cuidarse y evitar ese juicio que viene, porque él no cree que ha de venir; y como no lo cree, pues es un incrédulo. Siempre los incrédulos han recibido los juicios divinos.
Ahora, Noé con su familia estaban creyendo lo que Dios le hizo saber a Noé. Y por cuanto Noé conoció el Programa Divino que correspondía a ese tiempo, lo que Dios estaría haciendo, Noé comenzó a construir el arca. Y dice: “Y por fe, por la fe Noé construyó el arca en donde él y su familia (ocho personas, a saber), se salvaron”10.
Ahora, usted puede ver que había religiones en aquel tiempo, como hoy en día, pero ¿cuál de las religiones estaba predicando que Dios destruiría a la raza humana? Solamente Noé estaba anunciando ese juicio divino, y construyendo un arca para escapar de ese juicio divino. El resto de las personas eran incrédulas a lo que Noé estaba diciendo y haciendo.
Ahora, Noé tenía la revelación divina del Programa Divino correspondiente a ese tiempo, tenía la fe divina; y por esa fe, por esa revelación divina, él llevó a cabo la Obra que correspondía para ese tiempo, para escapar del juicio divino.
No importaba que las religiones de aquel tiempo estuvieran llevando una obra social, cultural, económica, o como fuese; lo que importaba para Dios no era la obra humanitaria que pudieran estar llevando las religiones y gobiernos de aquel tiempo, sino la Obra que Noé estaba llevando a cabo por la fe que él tenía, por la revelación que él tenía.
Vino el diluvio y se los llevó a todos, excepto a Noé y su familia. No sirvió de nada lo que estaban haciendo las religiones, gobiernos, sociedades de aquel tiempo, sino que lo único que sirvió fue lo que Noé estaba haciendo, porque lo estaba haciendo por fe. Por eso la importancia de la fe, de la revelación divina del Programa que corresponde al tiempo en que la persona está viviendo.
Sin esa revelación, sin esa fe, la persona vive completamente ciega al Programa Divino, y no sabe cómo agradar a Dios, no sabe cómo servir a Dios; por lo tanto, dice: “Yo quiero servir a Dios, por lo tanto me voy a ir a aquella religión”, después dice: “No, me paso a aquella otra”, después: “Me paso a esta otra”; de religión en religión, de secta religiosa en secta religiosa; porque se requiere la fe divina, la revelación divina, para la persona conocer el Programa que corresponde al tiempo en que vive.
Y cuando llega a ese Programa, cuando recibe esa revelación, esa fe divina, entonces dice: “¡Esto era lo que yo estaba buscando!”. Y ahí comienza a servir a Dios, conforme a Su Programa para el tiempo en que está viviendo, y ahí comienza a agradar a Dios; porque es imposible agradar a Dios sin fe, sin esa fe, esa revelación, que corresponde al tiempo en que la persona está viviendo.
Ahora, los que no tenían esa fe que correspondía al tiempo de Noé, y solo Noé con su familia la tenían, los que no la tenían, dice: “Vino el diluvio y se los llevó a todos, por cuanto no conocieron”11. ¿Qué no conocieron? Lo que Noé conocía: el Programa Divino que correspondía a ese tiempo, para hacer la Obra divina que correspondía, y así agradar a Dios.
Usted puede ver que es muy sencillo todo el Programa Divino, y es muy sencillo agradar a Dios cuando la persona tiene la revelación divina, la fe que corresponde a ese tiempo.
Porque no es solamente decir: “Yo creo en Dios”, es necesario que el que adora a Dios, le adore en espíritu y en verdad. No pueden venir a adorar a Dios sin saber, sin conocer el Programa de Dios que corresponde para el tiempo en que está viviendo.
Así que se requiere la revelación divina, se requiere conocer el Programa Divino para el tiempo en que uno vive.
Y ese Programa Divino está prometido en la Palabra para cada edad y para cada dispensación. Y cuando llega ese tiempo, Dios envía un mensajero; y él comienza a proclamar ese Mensaje que da a conocer ese Programa Divino que se está llevando a cabo en ese tiempo; y cuando la persona lo recibe, la persona tiene la revelación divina, tiene la fe, para por fe adorar a Dios y hacer la Obra de Dios que corresponde al tiempo en que vive; y así agradar a Dios.
Porque toda persona quiere agradar a Dios; y si hace una obra para Dios, si hace un sacrificio, si hace una oración, si hace algo para Dios, pues toda persona espera que Dios se agrade; pero sin fe, no importa lo que la persona haga, es imposible agradar a Dios.
¿Quieren verlo en los días de Jesús? En los días de Noé ya ustedes vieron todas las religiones que tenían en aquel tiempo, y no agradaron a Dios; solamente Noé con su familia. De millones de seres humanos, ocho personas se salvaron, y el resto pereció en el diluvio.
En el tiempo de Jesús, Jesús conocía el tiempo y la Obra Divina para ese tiempo. Pero estaba la religión hebrea, el judaísmo con sus sectas religiosas, los fariseos y los saduceos estaban allí, sectas religiosas del judaísmo; pero apareció Jesús, el cual dijo en una ocasión: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”12.
No es asunto de que la persona puede llegar a Dios por pertenecer a tal o cual religión o secta religiosa. Aquellas personas de aquel tiempo tenían la religión principal, tenían el judaísmo, tenían como Mensaje la Ley que les dio Moisés; pero no habían comprendido que había comenzado una nueva dispensación con un nuevo Mensaje y un nuevo mensajero dispensacional, cumpliéndose así lo que dijo Dios: “Profeta como tú (le dijo a Moisés) les levantaré de en medio del pueblo, y pondré mis Palabras en su boca. Y cualquiera que no escuchare lo que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”13.
Ahora, vean ustedes que los grandes doctores del judaísmo, de la Ley, estaban allí, y no pudieron comprender que estaba comenzando una nueva dispensación; y pensaron y comentaron acerca de Jesús, que era Beelzebú, que tenía demonios14, que quebrantaba la Ley quebrantaba el sábado15, y un sinnúmero de cosas más; que era un amigo de publicanos, un hombre comilón y bebedor de vino16; buscando faltas al Mensajero que Dios había enviado para darles a conocer el Programa Divino correspondiente a aquel tiempo, a aquella nueva dispensación que estaba comenzando.
Y Jesús les dijo a ellos: “Si ustedes no creen que yo soy, en vuestros pecados ustedes morirán”17.
Así que no era asunto de que por pertenecer a alguna religión la persona no tiene pecado, que la persona está agradando a Dios; no. La persona necesita conocer el Programa que corresponde al tiempo en que está viviendo para poder servir a Dios en verdad; necesita recibir ese Mensaje, necesita recibir ese mensajero con ese Mensaje, para así comprender el Programa Divino, comprender el tiempo en que está viviendo y servir a Dios correctamente conforme al tiempo en que está viviendo.
Mire usted, el sumo sacerdote, el hombre más grande de Israel, el religioso más grande, el personaje más importante en el campo religioso, cuando apareció Jesús él dijo que no era el Mesías; y cuando le preguntó si era el Hijo de Dios, y Jesús dijo que sí, dijo: “Ha blasfemado”18, cuando le dijo la verdad grande de quién Él era.
Usted tiene que comprender que no reciben la verdad las personas porque son religiosos o porque son líderes religiosos, o porque tienen grandes doctorados en divinidad, en teología y estas cosas.
En cada edad y en cada dispensación hay un Programa establecido por Dios, y Dios envía para cada edad y para cada dispensación a Sus hijos, de la eternidad, para vivir en este planeta Tierra en cuerpos humanos. Y a través del Mensaje que corresponde al tiempo en que están viviendo, Dios los llama, los llama a ese Programa; y ellos reciben esa revelación divina, esa fe divina, y por fe comienzan a caminar; por esa fe, por esa revelación divina, comienzan a caminar en el Programa Divino que corresponde a ese tiempo; y se cumple en ellos el propósito divino para el cual Dios los envió a vivir en este planeta Tierra. Y cuando eso acontece, han encontrado el Reino de Dios y su justicia.
Ahora, vea usted, el sumo pontífice no pudo recibir esa revelación divina, no tenía esa fe divina; por lo tanto, no podría creer en Jesús como el Hijo del Dios viviente, como el Mesías prometido; pero, sin embargo, vino San Pedro, un pescador, ignorante, sin doctorados en divinidad, sin doctorados en teología, sin ser un líder religioso, y cuando Jesús pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Los discípulos dicen: “Unos dicen que tú eres Fulano, otros dicen que tú eres Fulano, otros dicen que tú eres alguno de los profetas que ha resucitado, algunos piensan que eres Juan el Bautista que ha resucitado”. Y Jesús les pregunta entonces a ellos directamente: “Y ustedes, ¿quién dicen ustedes que es el Hijo del Hombre?”. Pedro le dice: “Tú, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”19.
Pedro recibió algo que el sumo pontífice no había recibido en la universidad, en el seminario y donde había estudiado; no había eso, por lo tanto no lo había recibido.
Jesús le dice a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre (en ningún seminario, en ningún instituto, en ninguna universidad, ningún líder religioso de la Tierra te ha revelado esto que tú has dicho), no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el Cielo”.
Esa es la revelación divina. Y por fe, por esa revelación divina que Pedro tenía, por fe Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; y en otra ocasión también le dijo a Jesús, cuando Jesús les dijo a ellos: “¿Quieren ustedes también irse?”, cuando se iban la gente porque encontraban la Palabra dura, Pedro le dice: “¿Y a quién iremos? Si solamente tú tienes palabras de vida eterna”20.
Solamente el mensajero de una edad o una dispensación es el que tiene Palabra, el Mensaje, la revelación divina, la Palabra de vida eterna para los hijos de Dios.
Vean ustedes que no tenía palabras de vida eterna el sumo pontífice, aunque era el líder máximo de la religión hebrea, del judaísmo, del Mensaje de la Ley. Las Palabras de vida eterna las tenía Jesús de Nazaret, que ni era el sumo pontífice, ni tampoco era un levita del pueblo hebreo, nada de eso; Él no era un ministro de la religión hebrea.
Jesús era nada menos que Dios manifestado en carne, Emanuel, era Rey de reyes y Señor de señores. Él es Rey de reyes y Señor de señores según el Orden de Melquisedec. Es el Sumo Pontífice, no según la Ley, no según el orden al cual pertenecía Caifás, sino según el Orden de Melquisedec, que pertenece a la sexta dimensión, a la dimensión de la teofanía; era nada menos que aquel Melquisedec que le había aparecido a Abraham21.
El mismo Elohim que le había aparecido a Abraham, ahora estaba en carne humana en medio del pueblo; por lo tanto, pertenecía a un ministerio, un ministerio sacerdotal del Cielo. Por eso no pertenecía al orden levítico, al cual pertenecía el sumo pontífice y los demás ministros de aquel tiempo.
Así que vean ustedes, del Cielo, de la sexta dimensión, de la teofanía, es que un ministerio del Cielo trae esa Palabra, esa revelación divina, para los hijos de Dios en el tiempo en que Él aparece.
Cada mensajero de cada edad ha traído esa revelación divina, ese Mensaje de esa dimensión celestial; cada mensajero dispensacional también.
Estamos viviendo en el tiempo final, en el tiempo más grande de todos los tiempos. Y la revelación divina para nuestro tiempo, el Mensaje de Gran Voz de Trompeta que da a conocer los misterios del Reino de los Cielos, los misterios del Programa Divino que corresponde a nuestro tiempo, es el Mensaje de Gran Voz de Trompeta o la Trompeta Final, de la cual dijo el Señor Jesucristo: “Y el Hijo del Hombre enviará a Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a todos los escogidos”22, juntarán a todos los escogidos con la revelación divina del Programa que corresponde a nuestro tiempo, dándoles a conocer los misterios del Reino de los Cielos que Dios prometió para nuestro tiempo, los cuales Él está llevando a cabo en nuestro tiempo.
El Mensaje de Gran Voz de Trompeta, la revelación divina para nuestro tiempo, da a conocer la Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, llamando y juntando a todos los escogidos, y colocando a los escogidos sobre la cima del Monte de Sion, que es el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo; el Monte de Sion, el Reino de Dios.
Por eso en Apocalipsis, capítulo 14, también son colocados sobre el Monte de Sion 144.000 hebreos, y son sellados con el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo y Nombre Eterno de Dios; porque es el lugar que tiene la promesa de la Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.
Por eso el profeta Isaías, en el capítulo 59 y verso 20, dijo: “Y vendrá a Sion el Libertador”. La Segunda Venida del Hijo del Hombre está prometida al Monte de Sion, que es el Cuerpo Místico de creyentes del Señor Jesucristo.
San Pablo también dijo: “Y vendrá a Sion el Libertador”, en su carta a los Romanos, en el capítulo 11.
Por lo tanto, la revelación divina viene para llamar y juntar a todos los escogidos, para que tengan la fe que se requiere en este tiempo, para que tengan el conocimiento del Programa Divino; y por esa fe, por esa revelación divina, puedan servir a Dios, puedan caminar en Su Programa y puedan agradar a Dios, y cumplirse en ellos también lo que dijo el Señor: “Orad que seáis tenidos por dignos de evitar las cosas que vendrán (los juicios divinos de la gran tribulación), y estar en pie delante del Hijo del Hombre”23, delante de la Segunda Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles en la cima del Monte de Sion, como han de estar 144.000 hebreos dentro de muy poco tiempo.
Los escogidos también, de entre los gentiles, tienen la promesa de estar juntos, ser juntados con la Gran Voz de Trompeta, y recibir en sus frentes el Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo, el cual el Ángel del Señor Jesucristo, del cual dice Jesús: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias”, para todos los seres humanos, para todas las naciones, para todas las lenguas.
Para eso Él envía Su Ángel Mensajero, Su último profeta: para dar testimonio de estas cosas, para traer a los escogidos el Mensaje, la revelación divina que le da a conocer todos estos misterios que corresponden a nuestro tiempo; y así los escogidos puedan estar en pie delante del Hijo del Hombre y evitar la gran tribulación, en donde los juicios divinos, las plagas apocalípticas, han de caer sobre la raza humana. Así está establecido para este tiempo final.
Y por la fe los escogidos se colocan en la cima del Monte de Sion, en pie delante del Hijo del Hombre en Su Venida con Sus Ángeles, que llaman a los escogidos con Gran Voz de Trompeta. Escuchando la Gran Voz de Trompeta en la cima del Monte de Sion, viendo Su Segunda Venida y recibiendo el Sello del Dios vivo en la frente.
Todo POR LA FE, porque sin fe es imposible agradar a Dios; pero por la fe, los escogidos en este tiempo agradan a Dios; por la revelación divina, por el Mensaje de Dios correspondiente para este tiempo, obtienen el conocimiento de ese Programa Divino para poder servir a Dios y agradarle en este tiempo final. Todo esto POR LA FE, la fe que corresponde a nuestro tiempo.
Dios les bendiga, Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención. Ha sido para mí un privilegio muy grande traerles a ustedes este saludo. Y que Dios les continúe bendiciendo a todos.
Con ustedes Miguel Bermúdez Marín nuevamente, para así que él pueda decir qué cosas van a hacer en estos momentos. Así que dejo con ustedes a Miguel Bermúdez Marín en estos momentos.
Dios les bendiga, y Dios les guarde.
“POR LA FE”.
[Revisión noviembre 2020]
1 Hebreos 11:1-2
2 Hebreos 11:6
3 Hebreos 11:4
4 San Juan 4:23-24
5 Génesis 6:7
6 Eclesiastés 3:1-8
7 Hebreos 12:29
8 Génesis 6:8
9 1 de Corintios 1:25
10 Hebreos 11:7
11 San Mateo 24:39
12 San Juan 14:6
13 Deuteronomio 18:18-19
14 San Mateo 12:24, San Marcos 3:22, San Lucas 11:15, San Juan 10:20
15 San Mateo 12:2, San Marcos 2:24, San Lucas 6:2
16 San Mateo 11:19, San Lucas 7:34
17 San Juan 8:24
18 San Mateo 26:65, San Marcos 14:64, San Lucas 22:54
19 San Mateo 16:13-19, San Marcos 8:27-29, San Lucas 9:18-20
20 San Juan 6:67-68
21 Génesis 14:18
22 San Mateo 24:31
23 San Lucas 21:36