Muy buenos días, amados amigos y hermanos aquí en Cayey, Puerto Rico; muy buenos días, amado hermano y amigo y compañero en el ministerio, Miguel Bermúdez Marín; y cada uno de ustedes a través de la línea telefónica, allá en Colombia, en Guatemala, en México, en los diferentes lugares de Norteamérica y también en los diferentes lugares de la América Latina: Venezuela, Costa Rica y el resto de los países de la América Latina.
Es realmente una bendición muy grande para mí estar con ustedes en esta mañana, y tener aquí en Puerto Rico y ya recuperándose, a nuestro amigo y hermano Miguel Bermúdez Marín, el cual en esta mañana ha llegado aquí a Cayey muy feliz, muy contento, con la bendición de Dios.
Así que en esta mañana estamos todos felices, hemos visto que Dios ha estado ayudando a nuestro hermano Bermúdez, ya está restableciéndose; y él y yo también estamos muy agradecidos a Dios y a cada uno de ustedes por vuestra cooperación en todo lo que ha necesitado nuestro hermano Bermúdez. Muchas gracias a los donantes de sangre, y muchas gracias a cada uno de ustedes por vuestras oraciones por nuestro hermano Bermúdez.
Ya hemos visto que la garganta, la voz, la tiene muy bien para continuar hacia adelante llevando la Palabra de Dios correspondiente para este tiempo final. Así que esperamos que Dios nos ayude a todos en este nuevo año, para continuar hacia adelante en el Programa Divino trabajando con ánimo y con alegría, hasta que sea llevado a cabo todo ese Programa de Dios.
Además de nuestro hermano Bermúdez también hay otra persona que necesita sangre, no sé si ya consiguieron los donantes, es Santos Matos (esposo de Ivette), así que pueden comunicarse con ella también, para así también ayudarlo a él. Él ha trabajado con nosotros aquí en la construcción y apreciamos todo eso; por lo tanto, ahora que él necesita, nosotros estamos para ayudarlo a él.
En esta mañana también quiero leer una carta enviada desde el municipio de aquí de Cayey, de la Oficina del alcalde, que dice:
Dirigentes de entidades religiosas:
(El asunto es: Unidad de pueblo).
El pueblo puertorriqueño siempre se ha caracterizado por su humanismo y fe en nuestro Creador. Es un pueblo que a pesar de las distintas corrientes sociales que permean nuestra sociedad al presente, convergen con sentimientos profundos y amorosos, cuando nuestra raza o nuestros hermanos se dirigen a rumbos sin definición futura.
En estos días muchos de nuestros hijos, familiares o amigos han sido llamados al cumplimiento de un deber. Muchos han tenido que abandonar sus hogares dejando tras ellos intranquilidad, inseguridad, lágrimas, un vacío. Y en estos momentos donde cada uno de nosotros, sin importar credos ni raza, debemos demostrar la calidad de seres humanos que somos los puertorriqueños.
Ante este panorama sombrío que se cierne sobre una parte del globo terráqueo y ante el clamor de que nuestro Dios interceda y se compenetre en las mentes de los dirigentes de las naciones, exhorto a la comunidad religiosa que usted se honra en dirigir, el dedicar los servicios del domingo, 13 de enero de 1991, a oraciones comunitarias en bien de los soldados que se encuentran en camino de la supuesta nación en pos de guerra; especialmente al hermano cayeyano.
Sugerimos que cada cual, en su templo de preferencia, a las 10:00 de la mañana eleve oraciones al Todopoderoso pidiendo por nuestros soldados.
Aquellos que no puedan visitar el templo de su predilección, solicitamos que, a esa misma hora y en el lugar que se encuentren, también eleven oraciones.
Hagamos que ese día en Cayey, los rezos de bendiciones y alabanzas hacia esos hombres, atomicen la atmósfera y se introduzcan en las mentes de las potencias mundiales, brindando paz y conformidad. Reiterándome a sus órdenes y esperando la unidad como pueblo cristiano que siempre hemos profesado.
Se despide, su amigo y servidor,
Daniel Oquendo Figueroa
Alcalde
Es muy bonito esto que ha sido escrito y enviado a todas las iglesias para la unidad del pueblo, porque todos deseamos la paz y la unidad, para así vivir nuestros días que Dios nos ha dado en la Tierra, vivirlos en paz y armonía sirviéndole al Señor.
Así que en esta mañana quiero leer una Escritura y luego oraremos a Dios. Se encuentra en Apocalipsis, capítulo 1, verso 3, y Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 al 7. Y dice así:
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 al 7, podemos ver cuáles son estas palabras de esta profecía, podemos ver quién le trae al pueblo las palabras de esta profecía. Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 al 7 dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.
Las palabras de la profecía de este libro, que son las palabras, el Mensaje profético que el Señor Jesucristo envía a Sus hijos por medio de Su Ángel Mensajero.
Todo aquí, el libro del Apocalipsis, la revelación apocalíptica, la revelación apocalíptica fue traída a Juan en estas visiones apocalípticas que duraron dos años, Juan estando en la Isla de Patmos; y fue enviada esta revelación apocalíptica en visiones, por el Señor Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero prometido aquí en la Escritura. Y en el tiempo final es enviado para dar testimonio de estas cosas a todas las iglesias, a todos los seres humanos.
Oremos:
Señor, Dios Eterno, te damos gracias por Tu Palabra, te damos gracias por la revelación apocalíptica, por estas palabras de la profecía de este libro; y te pedimos que Tu Palabra fluya libremente en este tiempo final para todos Tus hijos, y que cada uno de Tus hijos con su corazón abierto la reciba, y se llene de alegría y de agradecimiento a ti, y guarde las palabras de la profecía de este libro.
Señor, en estos días hay rumores de una guerra. Nosotros amamos y deseamos la paz siempre. Y te pedimos en esta mañana, Señor, que nos des paz en Puerto Rico y la América Latina.
Y si no es que se tiene que cumplir alguna Escritura y tiene que ocurrir esa guerra, si no hay una Escritura que señale que esa guerra debe llevarse a cabo, Señor, yo te pido que ilumines la mente de estos dirigentes políticos que están en esas diferencias, de modo que lleguen a un acuerdo (si no lo han llegado ya) y haya paz, para que así Tus hijos puedan escuchar en paz y tranquilidad el Mensaje, Tu Palabra, el silbo apacible que escuchó el profeta Elías allá en el monte Sinaí, allí en aquella cueva.
Señor, en Tus manos encomiendo mi petición y encomiendo también a todos estos jóvenes, estos soldados que de Puerto Rico han salido hacia el lugar en donde han sido llamados para esta guerra que piensan que puede llevarse a cabo. Sé con ellos, cuídalos Señor.
Y todo hijo Tuyo, y todo escogido que haya sido llamado para esa guerra, protégelo, cuídalo, estate con él, Señor; y que su salida hacia ese lugar sea para ellos una experiencia Contigo, en donde te sientan más cerca de ellos; y consuela también a los que han quedado acá y han visto partir a algunos de sus familiares.
Señor, en Tus manos encomiendo mi petición; y, Señor, te pido Tu bendición para Puerto Rico, el Caribe y toda la América Latina, para que así Tu Palabra corra por toda la América Latina y el Caribe y recoja a todos Tus hijos en este tiempo final.
Señor, yo te pido todas estas cosas y te doy gracias porque siempre me oyes. Gracias Señor.
Y ahora en esta mañana te pido que nos hables al corazón y vivifiques Tu Palabra en nuestros corazones.
Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nos permita entender Su Palabra.
Dice: “Bienaventurado el que lee y el que oye las palabras de la profecía de este libro”, porque esta Palabra de la profecía de este libro es una bendición para todo ser humano, porque hace que la persona sea bienaventurada.
La persona recibe la bendición de Dios, la bendición de la Palabra de Dios, porque la profecía de este libro, las palabras de la profecía de este libro son la bendición de Dios para todos Sus hijos; y al recibir esa Palabra, la persona está recibiendo la bendición de la Palabra de Dios.
No puede una persona recibir ni siquiera una bendición de Dios, a menos que sea por la Palabra de Dios. Toda bendición que Dios tiene para Sus hijos la reciben por la Palabra de Dios, porque esa es la Palabra de Bendición.
Y por esa causa usted encuentra a través de la Escritura, que Dios ha enviado a Sus profetas, a Sus mensajeros, y ha colocado, como Él prometió, Su Palabra en la boca de cada uno de esos profetas mensajeros.
Él dijo1: “Yo pondré mi Palabra en tu boca, y tú hablarás todo lo que yo te mande. Y cualquiera que no escuchare lo que él hablare en mi Nombre, yo le pediré cuenta”. En otras versiones dice: “Yo le desarraigaré del pueblo”.
¿Por qué? Porque no es digno de vivir eternamente la persona que rechaza la Palabra de Dios; porque al rechazar la Palabra de Dios, ha rechazado todas las bendiciones de Dios, porque todas las bendiciones de Dios están en la Palabra.
Toda bendición de Dios viene de la séptima dimensión, pasando por la sexta dimensión (que es la dimensión de la teofanía, la dimensión de la Palabra), y luego llega aquí a la Tierra entre los seres humanos y se manifiesta esa Palabra por medio del mensajero que Dios tiene para ese tiempo.
En ese mensajero está sellada esa Palabra de Dios, está sellada esa Palabra de Bendición. Y cuando Dios le habla a ese mensajero, Dios rompe el Sello, Dios abre ese Sello que estaba ahí sellando esa Palabra; y entonces se abre esa Palabra que Dios colocó en ese mensajero y se abre al público; y comienza ese mensajero a proclamar el Mensaje de Dios para ese tiempo; y comienzan las personas, comienzan a recibir ese Mensaje; y al recibir ese Mensaje están recibiendo todas las bendiciones que Dios tiene para ese tiempo, para esa edad o esa dispensación.
Por lo tanto, ese mensajero comienza a proclamar el Mensaje correspondiente para esa dispensación y para esa edad; y ahí, en ese Mensaje, están las bendiciones de Dios para los hijos de Dios. Fuera de ese Mensaje las personas no pueden recibir las bendiciones de Dios, que Dios tiene para esa edad o esa dispensación.
Por ejemplo, en ninguna de las edades pasadas podemos ver que, en esas edades pasadas, no hubo ninguna persona (que fuera un escogido) que no recibiera el Mensaje que Dios envió por medio de Su ángel mensajero. Por esa causa, Dios envió el ángel mensajero de en medio del mismo pueblo que lo recibiría; y así Dios hizo conforme a como Él prometió.
Él dijo en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 18, Él dijo: “Profeta…”. Vamos a leerlo: “Profeta como tú (le dijo a Moisés), yo levantaré de en medio del pueblo”. Y Él dijo que en ese profeta Él colocaría Su Palabra. Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 hasta el 19, dice:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo (le está diciendo Moisés al pueblo hebreo), te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis…”.
El pueblo tenía sacerdotes, tenía un sumo pontífice, pero Dios dijo: “Cuando levante un profeta de en medio del pueblo, a él oiréis”. Esté de acuerdo el sumo sacerdote con ese profeta, esté de acuerdo o no esté de acuerdo, esté de acuerdo el grupo ministerial con ese profeta o no esté de acuerdo: “A él oiréis”. “A él oiréis”, dice Moisés al pueblo, conforme a como Dios le dijo a Moisés. Dice:
“… conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos…”.
¿Ve usted? De en medio de los hermanos, de en medio del pueblo, Dios dice: “Yo levantaré profeta”. Así que Dios toma el mensajero de en medio del pueblo que va a recibir el Mensaje para ese tiempo. Sigue diciendo:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.
Ahora vean lo serio que es esto para con Dios, y la responsabilidad tan grande que tiene toda persona cuando Dios envía a un profeta y coloca Su Palabra, el Mensaje correspondiente para esa edad o esa dispensación; cuando la coloca en su boca y él comienza a hablar ese Mensaje, nadie se escapa de la responsabilidad que tiene delante de Dios; porque ese mensajero es el profeta mensajero para todos los seres humanos que viven en ese tiempo.
Cuando es en medio de los gentiles, ese es un mensajero con un Mensaje para todos los gentiles; y cuando ya lo envía al pueblo hebreo, es un profeta mensajero para todo el pueblo hebreo, no importa que las personas crean en otra forma o estén en una o en otra secta religiosa en medio del pueblo hebreo.
Y así es también para los gentiles: No importa a qué religión o secta religiosa asista o pertenezca una persona de en medio de los gentiles (pues hay muchas religiones y también sectas religiosas), cuando Dios envía un profeta mensajero, ese profeta mensajero, si es un profeta mensajero dispensacional tiene un Mensaje para todas las naciones, para todos los seres humanos.
Así que ese profeta con ese Mensaje tiene todas las bendiciones de Dios para esa dispensación y para todo ser humano; y ahí se cumple la palabra2: “El que recibe a profeta en nombre de profeta, merced (beneficio) de profeta recibe”. Recibe todo el beneficio, toda la bendición que trae ese profeta mensajero en ese Mensaje dado por Dios.
Ahora, viendo que no puede recibir ninguna persona bendición de parte de Dios, a menos que sea por medio de la Palabra, el Mensaje correspondiente para su tiempo, entonces podemos ver lo importante que es recibir, cada hijo de Dios, cada ser humano, el Mensaje que corresponde para su tiempo.
Los que vivieron en el tiempo de Noé, allí tenían un Mensaje de Bendición; aunque en ese Mensaje se estaba hablando de un diluvio que vendría y destruiría la raza humana, también se estaba hablando del arca y se estaba hablando de la forma de escapar de ese juicio divino.
Noé era el profeta mensajero para ese tiempo con el Mensaje de Bendición para todo ser humano; pero al ser rechazado ese Mensaje de Bendición, ¿qué aconteció? Dios coloca delante del ser humano…, conforme a Deuteronomio, capítulo 30, dice… Capítulo 30, verso 14 y 15, dice:
“Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal…”.
Y acá, en el verso 19 de este mismo capítulo 31, verso 19 y 20 – del capítulo 30, más bien, dice:
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida (un buen consejo de parte de Dios: escoge la Vida), para que vivas tú y tu descendencia (porque es la única forma para vivir eternamente: escogiendo la Vida);
amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz (Su Mensaje), y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar”.
Ahora vean, para habitar en esa tierra prometida Dios le dio un buen consejo al pueblo, ya que las bendiciones de la tierra prometida no podían venir a las personas a menos que estuvieran ellos en la Palabra, en el Mensaje, amando a Dios y cumpliendo con la Palabra, atendiendo la Voz de Dios, que era nada menos que el Mensaje de Dios para el pueblo.
Ahora, hemos visto dónde está la bendición de Dios: la bendición de Dios está en la Palabra, la Palabra correspondiente para la edad y dispensación en que la persona está viviendo. Por esa causa las personas del tiempo de Noé perdieron la bendición, porque ellos no recibieron la Palabra de Bendición que Noé tenía de parte de Dios.
Cuando la persona rechaza la Palabra de Bendición, no puede esperar otra cosa sino el juicio divino, la maldición.
Ahora, toda persona desea la bendición de Dios, y hay una forma para obtener la bendición de Dios; y esta forma es recibiendo la Palabra de Bendición. Esa Palabra de Bendición contiene todas las bendiciones de Dios para la edad y dispensación en que uno está viviendo.
Así que los que vivieron también en el tiempo de Moisés, allí vino la Palabra de Bendición; el Mensaje que Dios le dio a Moisés fue un Mensaje de Bendición para el pueblo hebreo. Los que combatieron ese Mensaje, como el Faraón con su ejército, con su pueblo, ¿qué recibieron? Las maldiciones, porque rechazaron las bendiciones de Dios.
Y los que del pueblo hebreo se levantaron en contra de Moisés, Dios los señaló como enemigos no de Moisés sino de Dios, porque se estaban levantando en contra del que estaba trayéndole al pueblo la Palabra de Bendición; y eso significaba que aquellas personas estaban luchando en contra del Programa Divino correspondiente para ese tiempo; por lo tanto, no eran instrumentos de Dios, sino del enemigo de Dios.
Así que, vean ustedes, a un grupo de ministros: Datán y Coré con todo su séquito…; ellos eran levitas, un grupo de levitas, eran como 250 ministros que se levantaron en contra de Moisés, le quisieron hacer la guerra, o sea, quisieron sacarlo del liderato que tenía en medio del pueblo, sin darse cuenta que el liderato de Moisés no era el liderato de un hombre, sino el liderato de Cristo, de Dios en Moisés.
O sea, estaban combatiendo el liderato divino, el liderato de Dios a través de Moisés; por esa causa Dios los tenía como enemigos Suyos; por esa causa Dios le dijo a Moisés: “Sepárate de ellos”. Y entonces Moisés se separó de ellos y le dijo al pueblo: “Los que estén conmigo y con Dios, con Jehová, vengan a mí, acérquense a mí”3. Se acercaron a Moisés los que estaban con Moisés, con el liderato de Moisés; que no era el liderato de un hombre, sino el liderato de Dios en un hombre.
Y luego los que se quedaron con Datán y Coré, dice la Escritura que se abrió la tierra y se los tragó a ellos, y bajaron vivos ¿a dónde? Al lugar que Dios tiene para todos los que se levantan en contra del liderato de Dios a través del mensajero de la edad o dispensación en que estas cosas acontecen.
Así que, ¿de qué vale tener una buena posición ya sea política, social o religiosa en medio del pueblo, si la persona no se pone al lado del liderato divino en donde está el Mensaje de Dios para ese tiempo y en donde está la bendición de Dios? De nada le sirve a la persona, por más grande que sea en esta Tierra.
Por eso4: “¿De qué le vale al hombre si granjeare todo el mundo, y luego pierde su alma?”. De nada le sirvió vivir en este planeta Tierra los años que vivió.
Así que lo más importante para el ser humano es la bendición de Dios, la bendición de la Palabra de Dios; porque la bendición de Dios es la que enriquece, no las cosas materiales que la persona puede recibir en la Tierra; porque en la bendición de la Palabra hay promesas, bendiciones, para el presente y también para el futuro, y es donde único la persona tiene promesas verdaderas para el futuro.
Porque, vea usted, una persona aquí en la Tierra le puede hacer promesas a usted para mañana, aun para de aquí a una hora; pero de aquí a una hora usted no sabe si está vivo todavía, usted o la persona que le hizo la promesa; usted no sabe qué cosas pueden ocurrir, ni la persona tampoco; pero el que sabe todas las cosas, que es Dios, ha hecho promesas a Sus hijos para el presente y para el futuro, Él sabiendo las cosas que han de acontecer; por lo tanto, esas promesas son SÍ y AMÉN, esas promesas no caen en tierra; como Él ha dicho, así Él hará, porque el que ha prometido es poderoso para cumplir lo que Él ha prometido.
Así que la bendición de la Palabra de Dios es la bendición más grande que usted puede recibir, porque cuando la persona recibe el Mensaje para la edad y dispensación en que está viviendo, está recibiendo la Palabra de Bendición; por lo tanto, está recibiendo esa bendición de la Palabra en donde están todas las bendiciones de Dios, las cuales luego se han de materializar para la persona.
Por eso son bendiciones con promesas de vida eterna, son bendiciones para vida eterna. Así que esas son las verdaderas bendiciones que recibimos aquí en la Tierra.
Las bendiciones que recibimos aquí en la Tierra por la Palabra de Dios para el tiempo en que vivimos, es bendición divina, es una bendición real; las demás cosas que recibimos, que no vienen por la Palabra, son bendiciones o son cosas en las cuales la persona ha luchado, ha obtenido esto o lo otro, pero no están basadas en la Palabra de Bendición; por esa causa, cuando nosotros busquemos algo, busquemos en esa Palabra de Bendición, para obtener de ahí esa Palabra con esa bendición, para que se materialice en nuestras vidas.
Ahora, algunas personas pueden pensar: “Pero si yo obtengo tal o tal cosa en esta Tierra, ¿no es una bendición de Dios?”. Depende, depende cómo obtenga lo que quiere. Si usted basa lo que usted desea en la Palabra, y usted lo cree con todo su corazón, como que es una de las añadiduras que Dios le está dando, porque primeramente usted buscó y encontró el Reino de Dios y su justicia y trabaja en él, entonces es una bendición que usted ha obtenido por esa Palabra de Bendición.
Pero una persona que no ha buscado y no ha encontrado y no está en el Reino de Dios, no puede decir en la misma forma que puede decir una persona que ha buscado y ha encontrado el Reino de Dios.
Y cuando uno recibe una bendición de Dios, aunque sea en lo material, entonces la persona estará siempre canalizando esas bendiciones terrenales, las estará canalizando para el Reino de Dios, para que sean útiles esas bendiciones en el Reino de Dios. Dirá: “Esta bendición que Dios me ha dado está a la disposición de la Obra de Dios, y primero es la Obra”.
Entonces esa persona, con lo que ha recibido, ya sea dinero, sea una profesión, sea un trabajo, sea un negocio, esa persona como tiene su corazón en el Reino de Dios, ahí él tiene su tesoro. Él dice: “No, esto que yo he recibido es parte del Reino de Dios, pues lo recibí del Reino de Dios como una añadidura; por lo tanto, lo quiero canalizar en el Reino de Dios para que sea útil en el Reino de Dios”.
Así que vean ustedes la diferencia de uno que recibe una cosa; y otro que no está en el Reino de Dios, recibe lo mismo; pero el uno lo recibe como una bendición de la Palabra de Dios para el tiempo en que vive, y le da gracias a Dios por lo que ha recibido, y lo coloca a la orden del Creador de los Cielos y de la Tierra.
Y es un privilegio muy grande cuando puede ser usado, lo que Dios nos ha dado, puede ser usado en el Reino de Dios. Es el lugar más importante en donde usted puede usar lo que Dios le ha dado, no hay otro lugar.
Ahora, hablando de la bendición de la Palabra, vean ustedes, allá en el tiempo de Moisés… Dios le dijo a Abraham que su simiente sería cautiva en tierra extraña y estarían allí viviendo 400 años en esclavitud; a los 400 años Dios los libertaría. De los 400 años, pues una parte muy grande fue de esclavitud.
Ahora, esa bendición de la liberación del éxodo ¿dónde estaba? Estaba en Dios; y cuando fue a cumplirse esa parte, Dios la colocó en Moisés, y Dios le dijo: “Yo pondré mi Palabra en tu boca. Así que tú vas allá, les hablas, y yo los voy a libertar con mano poderosa”.
Pero como Dios no puede hacer nada a menos que sea por medio de un hombre, necesitaba a un hombre, a un profeta; y ahí estaba Moisés con las dos consciencias juntas y con la Palabra de la sexta dimensión, esa Palabra creadora, para que se materializara esa Palabra de Bendición en medio del pueblo hebreo que estaba esclavizado en Egipto.
Ahora, vean ustedes, ¿dónde estaba la bendición que ellos estaban esperando? En Moisés. ¿Y cómo Moisés iba a pasar esa bendición al pueblo? Hablándole la Palabra de Dios, el Mensaje de Dios para ese tiempo, en donde les hablaba de la liberación del éxodo, les hablaba de una tierra prometida; y todas estas promesas estaban siendo habladas en ese Mensaje de Moisés, porque era el Mensaje de Dios por medio de Moisés.
Así que vean ustedes, todas las bendiciones de Dios para el pueblo hebreo estaban ¿dónde? En la Palabra, el Mensaje de Moisés, que era el Mensaje de Dios para esa nueva dispensación, la primera dispensación.
La bendición de Dios siempre está en el Mensaje dispensacional para todo ser humano, el cual se distribuye en edades, en etapas, para los hijos de Dios de cada edad, de cada etapa. No hay bendición de Dios si no hay Palabra de Dios que traiga esa bendición de Dios.
Por esa Palabra de Dios, esa Palabra creadora, fueron creados los Cielos y la Tierra, y Dios también creó al hombre; así que esa es la Palabra de Bendición.
Ahora, hemos visto el tiempo de Noé, el tiempo de Moisés; también, si miramos luego de Moisés, más adelante, apareció el Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto con la Palabra de Bendición para el pueblo hebreo; pero el pueblo hebreo no comprendió estas cosas y rechazó esa Palabra que estaba en Jesús. Jesús, la Palabra hecha carne, el Verbo hecho carne, hablando lo que estaba dentro de Él.
Él decía5: “Yo no hablo nada de mí mismo; sino lo que yo escucho al Padre hablar, eso es lo que yo hablo”. Él decía6: “Mis palabras son Espíritu y son Vida”. Y “el que oye mi Palabra, tiene vida eterna”7.
¿Por qué? Porque la Vida está en la Palabra, la bendición de la vida eterna no se puede conseguir en otro lugar sino en la Palabra; y la Palabra se había hecho carne y estaba en medio del pueblo hebreo y se llamaba Jesús de Nazaret.
Ahora, Él estando en medio de Sus discípulos, al ver que las personas se iban, les habló cierta Palabra que ellos no comprendieron, y decían que no podían recibir esa Palabra, y se marcharon. Pero al marcharse, los discípulos viendo esto, luego de tener miles de personas cuando partió y multiplicó los panes y los peces, luego se quedó con doce, y ellos estaban pensando en la misma forma de aquellas personas que se habían marchado8: “Dura es esta Palabra; ¿quién la puede recibir?”.
Y Jesús conociendo sus pensamientos les dijo: “¿Quieren ustedes irse también?”9. Y Pedro le dice a Jesús: “¿Y a quién iremos? ¿A quién iremos si tú eres el que tiene palabras de vida eterna? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! ¿A quién vamos a ir? Si nosotros lo que estamos buscando es la bendición de Dios, la bendición divina”. Y la bendición divina está en la Palabra, la Palabra de Dios, que es la Palabra de vida eterna, y solamente la tenía Jesús.
Los demás líderes religiosos no la tenían; ellos tenían la Escritura y le leían la Escritura al pueblo; pero la Palabra, el Mensaje correspondiente para aquel tiempo lo tenía Jesús de Nazaret, el carpintero de Nazaret. Un hombre sencillo, que no había estudiado en los seminarios, en los institutos ni en las universidades del pueblo hebreo, era el que tenía la Palabra de vida eterna.
¿Por qué? Porque la Palabra de vida eterna, la Palabra de Bendición no se consigue en una universidad, o en un seminario o en un instituto religioso, sino que esa Palabra de vida eterna se consigue en la dimensión de Dios: esa Palabra de vida eterna viene de la séptima dimensión, de la dimensión de Dios, pasando a la sexta dimensión; y solamente un profeta puede tomarla de la sexta dimensión y darla a conocer a los hijos de Dios aquí en la Tierra, para que tengan y reciban la Palabra de Bendición, y se les materialicen las bendiciones de Dios a los hijos de Dios.
Allá decían10: “¿Y de dónde tiene este esta enseñanza sin haber estudiado como los demás predicadores?”. Él no había estudiado aquí en la Tierra, Él había estudiado allá en la dimensión de Dios, en donde Dios educa a Sus profetas, a Sus mensajeros, y en donde Dios le da el Mensaje que han de traerle al pueblo, porque es el Mensaje de Bendición para el pueblo. Y las bendiciones de Dios ¿de dónde vienen? Del Cielo, y vienen en el Mensaje que viene del Cielo.
Por eso Jesús no había estudiado en la Tierra para ser predicador, pero Él traía un mensaje del Cielo. Él decía11: “Yo no hablo nada de mí mismo, sino lo que yo escucho al Padre hablar, eso es lo que yo hablo; y lo que yo veo a Él hacer, eso es lo que yo hago”.
Él estaba aquí en la Tierra dando la Palabra de Bendición del Padre celestial, y Él estaba aquí en la Tierra materializando las promesas divinas correspondientes para aquel tiempo.
Por eso Él podía decir… luego de leer la Escritura donde decía12: “El Espíritu de Jehová es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el año de la buena voluntad de Jehová…”, y continuó hablando para qué había sido ungido; y se detuvo en el lugar que tenía que detenerse, porque el resto de esa Escritura correspondía para la Segunda Venida del Señor; se detuvo donde tenía que detenerse y dijo13: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos”. Él estaba allí materializando las promesas hechas al pueblo para ese tiempo.
Así que vean ustedes, las personas que le recibieron, ellos estaban recibiendo la bendición de la Palabra, porque Él era la Palabra que se había hecho carne. Ellos estaban allí recibiendo la bendición de la Palabra y ellos estaban recibiendo merced de profeta, por cuanto habían recibido al profeta más grande de la historia de la raza humana. Así que ellos estaban muy contentos.
Y en el Mensaje del Señor Jesucristo encontramos que les fueron hechas grandes promesas a Sus discípulos. Él les dijo: “Ustedes se sentarán…”, cuando ellos preguntaron: “¿Qué hemos de recibir nosotros?”, Él les dijo: “Ustedes se sentarán en doce tronos, y juzgarán a las doce tribus de Israel”14.
Las bendiciones estaban disponibles para ellos, aunque se tenían que cumplir más adelante; pero en el Mensaje de Bendición les fue hablada esa bendición a ellos.
Y otra bendición que ellos querían (Jacobo y Juan), esa no les fue concedida; ya ellos tenían la promesa de sentarse cada uno en un trono (Juan y Jacobo), y ellos querían algo más. La madre de Jacobo y Juan le hizo una petición al Señor Jesucristo, diciéndole15: “Yo deseo que en Tu Reino cada uno de mis hijos, uno se siente a Tu derecha y el otro a Tu izquierda”. Casi nada estaba pidiendo la madre de Jacobo y Juan (!).
No estaba mal la petición, porque ella estaba pidiendo una bendición grande para sus hijos, lo que toda buena madre hace cuando ora a Dios: le pide las bendiciones de Dios para sus hijos; pero esta bendición era tan grande… y estaba reservada en el Programa Divino.
Y el Señor le dijo a ella y a ellos: “¿Pueden ustedes tomar la copa que yo he de tomar?”.
Ellos dijeron: “Sí, nosotros podemos”.
—“¿Pueden ustedes morir en la muerte o con la muerte que yo voy a morir?”.
—“Sí podemos”.
Personas que estaban dispuestos (¿a qué?) ¡a todo! por la bendición de Dios, por la bendición de la Palabra. Y eso es muy importante en la vida: estar dispuesto ¡a todo! por la bendición de la Palabra.
Encontramos a los que murieron en las edades del oscurantismo, que ellos estuvieron dispuestos a todo por la bendición de la Palabra, y murieron por la bendición de la Palabra. “Porque el que perdiere su vida por causa de mí y de mí Palabra, la ganará; y el que la gane, la perderá”16.
O sea, “el que la gane”, quiere decir, el que sea cobarde y no esté dispuesto a todo por el Señor y Su Palabra; el que no esté dispuesto a todo, a dar su vida, perderá la vida eterna. Ganó aquí la vida, aparentemente, porque si era en un tiempo en que estaban matando a los creyentes, pues él escapó, pero escapó de la muerte terrenal; pero perdió la vida eterna.
Por lo tanto, aquello de lo cual él escapó lo alcanzará al final del camino. Escapó de la primera muerte, pero al final, vea usted, siempre se murió; y luego lo alcanzará la segunda muerte, que es peor que la primera muerte.
Así que, ¿de qué le vale al hombre si granjeare todo el mundo y luego al fin pierde su alma? De nada le sirve. Pero aquellos que han recibido la Palabra de Bendición, esos han recibido una Palabra para vida eterna: ganarán la vida eterna, la inmortalidad.
Ahora, hemos visto cómo fue en los días del Señor, y hemos visto que todo era en una forma tan sencilla que muchas personas no querían identificarse con esa Obra Divina en forma tan sencilla, y no querían recibir esa Palabra tan sencilla, tan simple, en donde estaban siendo traídas las bendiciones de Dios.
Ahora, luego comenzaron las edades de la Iglesia gentil, luego que el Señor ascendió al Cielo luego de resucitado. Pasaron siete etapas o edades de la Iglesia gentil, y en las siete etapas de la Iglesia gentil continuó la bendición de la Palabra de Dios, continuó esa bendición que estuvo en la Tierra en Jesús de Nazaret, y que trajo alegría y regocijo a los que la recibieron, los cuales podían decir: “Nosotros tenemos la bendición de la Palabra”.
Ahora, luego en las edades o el tiempo de los apóstoles, ellos continuaron la labor del Señor; y eran perseguidos, eran encarcelados, pero ellos podían decir: “Nosotros tenemos la bendición de la Palabra; por lo tanto, tenemos la bendición divina”.
Cuando se tiene la bendición divina, la bendición de la Palabra, uno está dispuesto a morir por esa bendición que tiene, porque sabe que tiene la promesa de ser resucitado, tiene la promesa de una vida eterna; por lo tanto, no tiene miedo, temor, ni a la vida ni a la muerte, vive feliz y contento y seguro aquí en la Tierra. Y si tiene que morir, sabe que pasa al Paraíso, y luego en la resurrección regresa a la Tierra en un cuerpo eterno.
Ahora, los discípulos, como hemos visto, tenían las bendiciones de Dios, las bendiciones de la Palabra. Todas aquellas cosas que estaban aconteciendo, aquellos milagros que ellos estaban haciendo y la predicación de la Palabra que ellos estaban dando al pueblo; y aquellas personas viniendo a la Palabra, al Mensaje, y siendo bautizados en aquel tiempo; eran un producto de la bendición de la Palabra.
Así que ellos no eran personas que estaban apareciendo así por mera coincidencia, sino como un fruto o producto de la bendición de la Palabra. Y ellos vivieron ese tiempo apostólico dándole gracias a Dios por las bendiciones de la Palabra que ellos habían recibido. Ellos podían decir: “Nosotros tenemos la bendición de la Palabra”. Todo lo que estaba aconteciendo en medio de ellos era nada menos que la bendición de la Palabra siendo materializada.
Luego comenzaron las edades, y allá San Pablo (el cual fue Saulo de Tarso, pero luego de convertido vino a ser Pablo, San Pablo), y él apareció con un Mensaje sellado dentro de él. Y cuando el Señor Jesucristo rompió ese Sello y le dijo: “Tú me eres un varón escogido en mi mano. Yo te he puesto por luz a los gentiles, para que lleves mi Nombre a los gentiles”17. Ahí el Señor Jesucristo mismo estaba abriendo ese Sello que estaba en San Pablo.
En él estaba sellado un Mensaje, un Programa Divino para ese tiempo. Mientras no estaba abierto ese Sello, ese misterio de San Pablo, él no podía caminar en el Programa Divino correspondiente para ese tiempo. Cuando fue abierto ese Sello, ese misterio que estaba en Saulo, entonces vino a ser Pablo. Hasta un nuevo nombre estaba sellado en San Pablo.
El Señor es el que abre esos Sellos en cada uno de los mensajeros; y cuando lo abre, ahí surge el Mensaje, ahí el mensajero sabe quién él es, sabe el propósito divino, y comienza a traer el Mensaje que está sellado dentro de él; pero ya ha sido abierto, ha sido revelado por el Señor a ese mensajero. Y ahí comienza el Programa Divino para ese tiempo, con ese mensajero, el cual le trae al pueblo la Palabra de Bendición; y el pueblo recibe entonces la bendición de la Palabra de Dios para ese tiempo.
Así hemos visto a través de la historia de la Iglesia gentil, que transcurrieron siete etapas o siete edades con siete mensajeros, a través de los cuales el Señor Jesucristo trajo la Palabra de Bendición al pueblo; y fueron recogidos en cada edad los escogidos de cada edad.
Y cuando hemos llegado al fin del tiempo, al fin del siglo, nos preguntamos: ¿Cuál es la Palabra de Bendición para este tiempo final? Porque todos queremos la bendición divina, la bendición de la Palabra de Dios.
Para nuestro tiempo el Señor Jesucristo ha prometido en Su Palabra (que leímos al principio): “Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su Ángel, para manifestar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16 dice: “Yo Jesús he enviado mi Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Aquí tenemos el Ángel Mensajero en el cual el Señor Jesucristo tendría sellado el Programa Divino que Él llevaría a cabo en el fin del siglo, el Programa Divino anunciado en la Escritura,18 que dice:
“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos (juntarán a Sus escogidos de las cuatro esquinas, de los cuatro ángulos)”.
Y también dice San Pablo, en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 51 y 52: “He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos (no moriremos); mas todos seremos transformados”, una transformación para todos los hijos de Dios, para tener un cuerpo eterno; todos seremos transformados ¿cuándo? “… en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la Final Trompeta; porque será tocada la Trompeta, y los muertos resucitarán primero, y luego nosotros los que vivimos seremos transformados”.
Esa es una promesa divina, es una promesa divina para el fin del siglo, para el fin del tiempo, una promesa divina la cual en el fin del tiempo sería abierta, para que así la Trompeta Final pudiera ser escuchada por todos los hijos de Dios, los escogidos que están en la Tierra y los que están en el Paraíso; porque “todos los muertos escucharán la Voz del Hijo de Dios, y se levantarán”19.
Así que este gran misterio para el fin del tiempo es uno de los grandes misterios que estaría sellado en el Ángel Mensajero que el Señor Jesucristo enviaría.
Ese gran misterio de esa Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, estaría sellado ese misterio en Su Ángel Mensajero que Él enviaría en el fin del tiempo con el doble ministerio de Moisés y de Elías.
Y en él estaría sellado el Mensaje de Bendición para todos los hijos de Dios, el Mensaje de la Trompeta Final, el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta, el Mensaje de la Trompeta del Año del Jubileo proclamando libertad a todos los hijos de Dios en toda la Tierra, proclamando que en este tiempo final todos los hijos de Dios seremos libertados, que todos los hijos de Dios seremos libertados de la muerte, seremos libertados de lo mortal y seremos llevados a la inmortalidad, a la vida eterna, seremos llevados a la tierra prometida del glorioso cuerpo eterno que Él ha prometido para todos los hijos de Dios.
Y seremos llevados también a la gloriosa tierra prometida del glorioso Reino Milenial del Señor Jesucristo que pronto comenzará en este planeta Tierra, luego que haya pasado la gran tribulación, en donde los juicios divinos han de caer sobre el reino de los gentiles en el fin del tiempo, en donde el anticristo estará reinando en ese reino de los gentiles.
Así que en el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, en el fin del tiempo, estará sellado el Mensaje de Bendición, estará sellado el Mensaje de Bendición y el ministerio de bendición como fue prometido20: “En sus alas traerá salud”, las alas del Sol de Justicia, que es el ministerio de Moisés y de Elías. Todo esto estará sellado en el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo.
Y cuando el Señor Jesucristo toma a Su Ángel Mensajero y abre ese Sello, rompe ese Sello, y le muestra el propósito de su existencia aquí en la Tierra, y le muestra quién él es en ese Programa Divino, y le dice: “Tú eres este Ángel Mensajero que yo prometí para el fin del tiempo, para dar testimonio de estas cosas en las iglesias, a todos los hijos de Dios, a todas las iglesias, a los que han vivido en este tiempo y a los que vivieron en el pasado, que están en el Paraíso. Tú eres ese Ángel Mensajero con el doble ministerio de Moisés y de Elías, para traerle el Mensaje de Gran Voz de Trompeta a todos mis hijos, a todos mis escogidos; y así juntar a todos los escogidos, comenzando en la América Latina con el Caribe, y luego llevando el Mensaje al pueblo hebreo, en donde tengo 144.000, escogidos también, esperando por el llamado de la Trompeta Final”.
Cuando Él abre ese Sello y le muestra a Su Ángel Mensajero ese gran misterio que el Señor Jesucristo escondió en él, como también lo hizo con Sus siete ángeles mensajeros en el pasado, y como lo hizo también con Moisés: el Ángel Mensajero entonces ocupa su lugar, su posición en el Reino de Dios, y comienza a proclamar el Mensaje de Gran Voz de Trompeta, el Mensaje con el cual llama y junta a todos los escogidos en este tiempo final.
Y esa es la labor del Ángel Mensajero del Señor Jesucristo para así preparar a todo hijo de Dios, para que reciba las bendiciones de Dios materializadas; por eso les tiene que dar el Mensaje de la Palabra de Bendición a todos los hijos de Dios.
Y cuando ellos la reciben, han recibido la bendición de la Palabra de Dios, y pueden decir como podían decir en el pasado todos los que recibieron la Palabra de Bendición para su edad y dispensación, los cuales podían decir: “¡Nosotros tenemos la bendición de la Palabra!, porque hemos recibido la Palabra de Bendición para nuestra edad y dispensación”.
En este tiempo final, así como también cada mensajero podía decir: “Yo tengo la Palabra de Bendición para este tiempo, porque tengo el Mensaje de Bendición, el Mensaje de esta edad, el cual me ha sido dado por el Señor Jesucristo. Tengo la Palabra de Bendición, el Mensaje para mi edad”, podía decir cada uno de los mensajeros. Por lo tanto, podía decir y se podía llenar la boca diciendo: “Tengo la bendición de la Palabra de Dios, por cuanto he recibido la Palabra de Bendición para mi edad; y la estoy compartiendo con todos los hijos de Dios en esta edad que Dios me ha dado para traer Su Palabra”.
Así para este tiempo final el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo también puede decir: “Tengo la Palabra de Bendición para mi edad: la Edad de la Piedra angular, y para mi dispensación: la Dispensación del Reino; por lo tanto, tengo la bendición de la Palabra de Dios para este tiempo final. Y estoy compartiendo la Palabra de Bendición con todos los latinoamericanos y caribeños, para que todos tengan la bendición de la Palabra de Dios”.
Porque es en donde único está la bendición de Dios: en la Palabra de Bendición, que es el Mensaje del Evangelio del Reino; como fue la Palabra de Bendición en la segunda dispensación21: el Mensaje del Evangelio de la Gracia; y en la primera dispensación fue el Mensaje de la Ley. Para nuestro tiempo, la Palabra de Bendición: el Mensaje del Evangelio del Reino, en donde están todas las bendiciones de Dios para usted y para mí.
Cuando estamos compartiendo la Palabra, el Mensaje del Evangelio del Reino, estamos compartiendo las bendiciones de Dios con cada uno de los seres humanos, estamos compartiendo la Palabra de Bendición para que toda persona pueda tener la bendición de la Palabra de Dios.
El Mensaje o la Palabra de Bendición es la bendición más grande que una persona puede recibir. Por eso dice:
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
Así que la bienaventuranza, la bendición, está en la Palabra de Bendición, que es el Mensaje de la edad y dispensación en donde uno vive.
Para nosotros: el Mensaje de la Edad de la Piedra Angular, el Mensaje del Evangelio del Reino, el cual es el Mensaje de la tercera dispensación: la Dispensación del Reino de Dios, del Reino del Señor Jesucristo.
Por esa causa, en esa Palabra de Bendición son habladas las bendiciones que Dios tiene para usted y para mí, las bendiciones que Dios tiene para el presente y para el futuro también, en el glorioso Reino Milenial y luego en la eternidad. Por esa causa son habladas esas bendiciones, porque es el Mensaje, la Palabra de Bendición para usted y para mí.
Y en esta hora final en la cual nosotros estamos viviendo, podemos decir como los hijos de Dios de las edades y dispensaciones pasadas: “Nosotros tenemos la Palabra de Bendición; por lo tanto, tenemos la bendición divina, la bendición de la Palabra de Dios, porque hemos recibido el Mensaje, la Palabra de Bendición para este tiempo final”. Es lo más grande que hemos recibido.
Siendo esa Palabra de Bendición la Palabra de Dios, es una Palabra creadora; por lo tanto, creará todo lo que ha sido dicho en esa Palabra. Toda bendición que usted ha escuchado para los hijos de Dios, para los escogidos, la cual usted ha creído, ha recibido con esa fe viva: ¡Usted es dueño de esa bendición divina, y en usted se va a materializar toda bendición divina que ha sido hablada y usted ha creído con todo su corazón!
¿Cuántos tienen la bendición de la Palabra en esta mañana? ¡Yo tengo la bendición de la Palabra porque tengo la Palabra de Bendición, el Mensaje del Evangelio del Reino! Y cada uno de ustedes, ¿cómo dice? Lo mismo: “¡Yo también tengo la bendición de la Palabra de Dios porque he recibido la Palabra de Bendición: el Evangelio del Reino!”. Ahí están todas las bendiciones de Dios correspondientes para este tiempo final, para usted y para mí también.
“LA BENDICIÓN DE LA PALABRA”.
Yo tengo la bendición de la Palabra. ¿Y ustedes? Ustedes también la tienen, porque ustedes han recibido lo mismo que yo he recibido: la Palabra de Bendición; por eso tenemos la bendición de la Palabra de Dios.
Ahí están todas las bendiciones nuestras: en esa Palabra que hemos recibido. Y usted verá gradualmente cómo van materializándose todas esas bendiciones que han sido habladas en el Mensaje de este tiempo final.
Yo le doy gracias a Dios por la Palabra de Bendición; porque esa Palabra de Bendición me ha hecho poseedor de todas las bendiciones de la Palabra de Dios. Toda bendición hablada en la Palabra, usted y yo somos dueños, poseedores de esas bendiciones.
Así que Dios nos continúe bendiciendo a todos ¿con que? Con la Palabra de Bendición, porque ahí es que están todas las bendiciones de Dios.
“LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS”.
Hay personas que buscan la bendición de Dios, pero no saben dónde está la bendición de Dios; pero cada uno de nosotros ya sabemos dónde está la bendición de Dios: la bendición de Dios está en la Palabra de Bendición, que es el Mensaje de la edad y dispensación en que uno vive.
Cuando uno recibe ese Mensaje está recibiendo el Mensaje de Bendición, por lo tanto, está recibiendo todas las bendiciones de la Palabra de Dios correspondientes para la edad y dispensación en que uno está viviendo.
Así que yo le digo a Dios, le digo al Señor Jesucristo: “¡Sigue derramando las bendiciones de Tu Palabra sobre todos Tus hijos en Puerto Rico, en todo el Caribe y en toda la América Latina!”. Y para eso les llevamos la Palabra, el Mensaje de Bendición, para que sean derramadas todas esas bendiciones de la Palabra de Dios en este tiempo final. Vean ustedes cómo Dios está derramando Sus bendiciones.
Por eso decimos: “El Mensaje del Evangelio del Reino es la bendición más grande que Dios nos ha dado; porque en él están todas las bendiciones de Dios para todos los hijos de Dios, y para toda la América Latina y para Puerto Rico y para todo el Caribe. Ahí en el Mensaje es que están esas bendiciones de Dios”.
El que recibe el Mensaje recibe las bendiciones, ya sea una persona o un grupo de personas o una nación o un continente; por esa causa estamos llevando el Mensaje por todo el Caribe y por toda la América Latina.
Pero es un Mensaje para todas las naciones, pero por algún lugar tiene que comenzar. Y tenemos el privilegio que ha comenzado en Puerto Rico, se extendió a la América Latina: Venezuela, Colombia, México y… el Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay, el Brasil, México, Guatemala, Costa Rica, El Salvador y los demás países de la América Latina.
Siendo la América Latina, los latinoamericanos, la buena tierra donde la Palabra de Bendición ha sido colocada; por lo tanto, la América Latina y los latinoamericanos son las personas, la gente de la bendición de Dios, de la bendición de la Palabra de Dios.
¡Benditos todos los latinoamericanos con la bendición de la Palabra de Bendición!
Hay personas que no saben que cuando les estamos llevando el Mensaje a su nación, a sus hogares, a ellos, les estamos llevando las bendiciones del Cielo que Dios tiene para todos Sus hijos.
Y nosotros, al comprender estas cosas, con más alegría y regocijo vamos llevando la Palabra de Bendición a todos los latinoamericanos, incluyendo el Caribe. Y le damos gracias a Dios por esta bendición tan grande que nos ha tocado a nosotros.
“Benditos los pies de los que anuncian las buenas nuevas del Evangelio del Reino”22.
“LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS”.
¿Vieron ustedes lo que es la bendición de Dios en este tiempo? Todo sencillo. Para personas sencillas, simples, todo Dios lo hace sencillo; no hay nada complicado. Dios lo ha simplificado en este tiempo final más que en cualquier otro tiempo del pasado.
Así que yo le doy gracias a Dios por lo que Él está haciendo, le doy gracias a Dios por la Palabra de Bendición que nos ha dado, el Mensaje del Evangelio del Reino, le doy gracias a Dios por todas estas bendiciones de la Palabra de Dios que han llegado a nuestros corazones en este tiempo final, a todos los latinoamericanos.
Así que dándole gracias a Dios en este tiempo final por estas bendiciones, y trabajando en Su Obra con amor divino, le mostramos al Señor Jesucristo nuestro aprecio y nuestro agradecimiento a lo que Él ha hecho en y con nosotros; y compartimos esta bendición de la Palabra con todos los seres humanos, se las damos a conocer para que todos tengan la misma oportunidad que nosotros hemos tenido.
Así que adelante con LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS, adelante sin desmayar, porque tenemos la bendición de la Palabra de Dios. Y eso, esa bendición, nunca fallará. “Los cielos y la Tierra pasarán, mas mi Palabra no pasará”23, ha dicho el Señor.
Así que tenemos algo que no pasará, sino que va a permanecer para el Milenio y para la eternidad también.
“LA BENDICION DE LA PALABRA DE DIOS”.
Que Dios nos continúe bendiciendo con la Palabra de Bendición.
¿Y cómo es que recibimos esas bendiciones de la Palabra? Escuchándola, leyéndola y guardándola, o sea, poniéndola por obra.
Bienaventurado el que lee y los que oyen las Palabras de la profecía de este libro, la cual es nada menos que la Palabra de Bendición para este tiempo final, el Mensaje del Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero.
Cuando usted escucha un mensaje, una conferencia, o lo lee, usted está recibiendo (¿qué?) la bendición de la Palabra, porque usted está recibiendo la Palabra, el Mensaje de Bendición.
Y cuando usted se pierde de leer o de escuchar, o de estar en una actividad —teniendo la oportunidad de estar— en donde se estará trayendo al pueblo la Palabra de Bendición, usted está perdiendo (¿qué?) la bendición de la Palabra que está siendo derramada en ese momento. Y entonces usted tiene que esperar hasta otro momento en donde salga en un folleto, en un librito, para leer esa conferencia, ese mensaje, y recibir esa bendición; o tiene que esperar a escuchar la cinta grabada o ver el video; cuando pudo recibir la bendición de la Palabra en el momento en que estaba siendo dada.
En la América Latina en estos mismos momentos, los que están a través de la línea telefónica están recibiendo LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS, porque están escuchando la Palabra de Bendición. Los que no la están escuchando en estos momentos, tienen que esperar a que se les coloque el video o una cinta magnetofónica, o leer en un folleto, en un librito, lo que ha sido hablado, para poder recibir esa bendición que Dios ha estado dándonos en esta mañana.
Así que cuando uno se pierde una actividad, uno ha perdido la bendición de la Palabra de Dios para ese momento en que estaba siendo dada; algunas veces por descuidos, otras veces por comprometer el tiempo que tenía para recibir la Palabra de Bendición. ¿Y quién es el que ha perdido? La persona que perdió de escuchar la Palabra de Bendición. Y no hay nada que usted pueda comparar con esa Palabra de Bendición que usted ha perdido. Y usted es el que ha perdido, se ha perdido la oportunidad que tuvo de escuchar esa Palabra.
Pero nosotros conociendo estas cosas, nosotros estamos atentos a la Palabra de Bendición; y donde esté esa Palabra de Bendición siendo dada, ahí nosotros queremos estar, y siempre lucharemos por estar ahí.
Vean ustedes, nuestro amigo y hermano Miguel Bermúdez Marín deseaba estar acá para escuchar esa Palabra de Bendición; y aunque no pudo estar acá, dentro del local, para escuchar la Palabra, él desde ayer mandó que le tuviesen, le tuvieran preparado todo allá en su apartamento para escuchar desde allá esa Palabra de Bendición.
Y los de otros países también llamaron a Puerto Rico para que les conectaran la línea telefónica para ellos escuchar allá la Palabra de Bendición, para recibir la bendición de Dios para este tiempo final.
Así que yo también en esta mañana he estado recibiendo la Palabra de Bendición. Y por todos estos años pasados, desde que fue abierta la Palabra de Bendición, he estado recibiendo esa Palabra de Bendición; y por esa causa yo puedo decir: “Yo tengo la bendición de la Palabra”; como cada uno de ustedes también puede decir: “Yo tengo la Palabra de Bendición; por lo tanto, tengo la bendición de la Palabra de Dios para este tiempo final”.
“LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS”.
Que Dios nos continúe bendiciendo con la Palabra de Bendición, para así continuar teniendo la bendición de la Palabra de Dios.
Con nosotros nuevamente Luis Jorge para concluir en esa mañana o en este día esta actividad.
Dios les bendiga, Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención, y será…
Si Bermúdez va a estar acá, sería bueno preguntarle cuándo él estaría acá con nosotros para así anunciarle. Vamos a pedirle… Yo creo que podemos colocar a Miguel por la línea, para que así les diga a ustedes cuándo ha de ser la próxima actividad en que él puede estar con nosotros aquí; y luego pasaremos… nuestro hermano Bermúdez pasará a Luis Jorge para que así concluya.
Dios te bendiga, Miguel. Dios les bendiga a cada uno de ustedes aquí en Puerto Rico y en toda la América Latina. Con nosotros Miguel Bermúdez Marín.
“LA BENDICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS”.
[Revisión marzo 2020]
1 Deuteronomio 18:18-19
2 San Mateo 10:41
3 Números 16:23-35
4 San Mateo 16:26, San Marcos 8:36
5 San Juan 12:49
6 San Juan 6:63
7 San Juan 5:24
8 San Juan 6:60
9 San Juan 6:61-69
10 San Juan 7:15
11 San Juan 12:49-50
12 Isaías 61:1 (y mitad del verso 2)
13 San Lucas 4:16-21
14 San Mateo 19:27-28
15 San Mateo 20:20-23, San Marcos 10:35-40
16 San Mateo 16:25, San Marcos 8:35
17 Hechos 9:15, Hechos 13:47
18 San Mateo 24:31
19 San Juan 5:28-29
20 Malaquías 4:2
21 [Para esta conferencia, la primera, segunda y tercera dispensación se refiere a las tres últimas dispensaciones entre las siete –Editor].
22 Romanos 10:15
23 San Mateo 24:35