La fe por el oír la Palabra de Dios

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Cayey, Puerto Rico; y también a través de la línea telefónica en Tarapío, Venezuela y demás lugares de Venezuela; y también en Bogotá, Colombia y demás lugares de Colombia; también a San José, Brasil, y demás lugares del Brasil; también a México, diferentes lugares de México, y también la ciudad capital mexicana, Ciudad México; también a los hermanos y amigos de Guatemala, a los hermanos y amigos de Costa Rica, y a cada uno de los que en esta noche está escuchando esta actividad; también en El Paso, Texas, en Miami también, y demás lugares también de Norteamérica.

Que Dios les bendiga grandemente, Dios les guarde, y en esta noche nos permita escuchar y entender Su Palabra.

Quiero leer una Escritura y se encuentra en Romanos, capítulo 10, verso 17, y dice de la siguiente manera… Vamos a leer un poquito antes, ya que aquí hay un… hay algo muy importante para todos. Dice el apóstol San Pablo, vamos a comenzar en el verso 8, dice:

“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:

que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.

“LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS”.

Hay muchas personas que dicen: “Yo tengo mucha fe en Dios”, hay personas que dicen que aman a Dios, hay personas que dicen que creen en Dios.

Ahora, la fe genuina está basada en oír la Palabra de Dios para la edad o dispensación en que uno vive; y al oír la Palabra de Dios para la edad o dispensación en que uno vive, uno está con una fe real, una fe con la cual heredará las promesas de Dios para esa edad; y también heredará, más adelante, las promesas a las cuales la persona tiene derecho, durante la resurrección y durante el glorioso Reino Milenial.

Ahora, para cada edad o dispensación siempre se ha manifestado, se ha realizado uno de los misterios del Reino de Dios, uno de los misterios del Reino de los Cielos; y cuando eso ocurre, aparece en la Tierra un profeta mensajero en donde está esa Palabra que cada hijo de Dios debe escuchar para que esa fe surja en esa persona; porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios1.

Ahora, tenemos para cada edad un Mensaje, el cual proviene del Mensaje de esa dispensación; por lo tanto, en cada edad el pueblo recibe una parte, una porción de ese Mensaje dispensacional; y basado en ese Mensaje dispensacional se mueve un misterio del Reino de Dios.

Y cuando las personas escuchan a ese mensajero con la Palabra de Dios para esa edad, esas personas están recibiendo una bendición muy grande. Y cuando esas personas escuchan y leen, y reciben ese Mensaje, y lo guardan, son bienaventurados en su edad y en su dispensación; son los bienaventurados de esa edad en la cual están viviendo, porque han escuchado la Palabra de Dios correspondiente para el tiempo en que están viviendo, han escuchado nada menos que uno de los misterios de Dios abierto en medio de ellos para ese tiempo.

Ahora, una cosa es cuando se abre un misterio para una edad, y otra cosa es cuando se abre un misterio para una dispensación. Si un misterio para una edad es grande, mucho más grande es un misterio para una dispensación.

Cuando se abre un misterio para una edad, Dios envía al profeta mensajero para esa edad; cuando se abre un misterio para una dispensación, Dios envía al profeta mensajero para esa dispensación.

Y cuando ese profeta mensajero habla la Palabra de Dios correspondiente para esa edad o para esa dispensación que está comenzando, las personas están escuchando el gran misterio del Reino de Dios, del Reino de los Cielos, que se ha abierto para esa nueva dispensación.

Y son bienaventurados los que oyen, y los que leen, y guardan las palabras de la profecía de este libro2, de ese misterio que se ha abierto para ese tiempo.

Por esa causa el Señor Jesucristo dijo a Sus discípulos en el capítulo 13 de San Mateo [verso 16]:

“Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.

Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”.

¿Qué estaban viendo ellos y qué estaban escuchado ellos? Ellos estaban viendo la promesa mesiánica cumplida en Jesús de Nazaret, y ellos estaban escuchando a Jesús de Nazaret, el Mensajero de esa nueva dispensación, dando a conocer el gran misterio del Reino de los Cielos: la Primera Venida del Señor realizada en medio del pueblo hebreo. Ese era el misterio más grande que estaba realizándose en medio del pueblo hebreo, el gran misterio del Reino de los Cielos manifestado en medio del pueblo hebreo en la persona del Señor Jesucristo, en la persona del Ángel Mensajero para esa nueva dispensación.

Es el ángel mensajero para cada edad o dispensación, el instrumento de Dios en el cual se manifiesta el gran misterio del Reino de Dios, del Reino de los Cielos para esa edad o esa dispensación.

Y es en él en el cual Dios se manifiesta y cumple lo que Él prometió para ese tiempo; y así se realiza el gran misterio que estaba oculto de los ojos de las personas, de los sabios y de los entendidos, y es revelado a los niños3; porque así le agradó a Dios en la Primera Venida del Señor, y así le agrada en este tiempo final para la Segunda Venida del Señor.

La Segunda Venida del Señor es el misterio más grande de todos los misterios del Reino de Dios; es el gran misterio que han deseado conocer los sabios y los entendidos, los doctores en divinidad, los doctores en teología, tanto del cristianismo como también del judaísmo; pues el judaísmo está esperando la Segunda Venida del Señor, sin saber que es la Segunda Venida del Señor; la están esperando como la Primera Venida Señor, cuando ya la Primera Venida del Señor se realizó; ellos lo están esperando como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.

Y ese gran misterio del Reino de Dios correspondiente para el fin del tiempo, el fin del siglo, es el misterio del cual dijo el Señor que ni los ángeles en el Cielo sabían, solo el Padre celestial4.

Así que es el gran misterio oculto en el Séptimo Sello de Apocalipsis. Y ese gran misterio es conocido en la Tierra en el fin del tiempo, en la dispensación en que ese gran misterio se manifiesta, se cumple, se realiza aquí en la Tierra, para así dar comienzo a una nueva dispensación y traer un nuevo Mensaje dispensacional: el Mensaje dispensacional del Evangelio del Reino, para la Dispensación del Reino, con el Señor Jesucristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.

Es el gran misterio que causó silencio en el Cielo cuando fue abierto en el Cielo, en el Libro de la Redención. Cuando fue abierto el Séptimo Sello hubo silencio en el Cielo “por casi media hora”, dicen algunas versiones; y otras dicen: “por media hora”.

Este gran misterio de la Segunda Venida del Señor como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, como el Ángel Fuerte con el Librito abierto en Su mano, el Libro de la Redención, es el misterio más grande del Reino de Dios; y ese misterio tan grande, en el fin del tiempo es revelado a los hijos de Dios para producir la fe que cada hijo de Dios necesita para recibir la transformación de su cuerpo (los que estamos vivos), y los que partieron en el pasado recibir la resurrección de sus cuerpos.

Es la fe de rapto, la fe para transformación para los que vivimos, y para resurrección para los que partieron en el pasado. Y por cuanto la fe viene por el oír de la Palabra de Dios, necesitamos nosotros escuchar la Palabra de Dios correspondiente a esta nueva dispensación: la Dispensación del Reino, que da a conocer el gran misterio del Reino de Dios que en este tiempo final se realiza, se manifiesta, se revela conforme a la promesa divina.

La fe viene por el oír; y el oír no de cualquier cosa, sino de la Palabra de Dios, del Mensaje de Dios correspondiente para el tiempo en que uno vive.

Así que, así como eran bienaventurados los que escuchaban a Jesús, y veían y recibían las cosas que Él les decía, así también en este tiempo final “son bienaventurados los que leen y los que oyen las palabras de la profecía de este libro”, dice Apocalipsis, capítulo 1, verso 3.

“Las palabras de la profecía de este libro” es nada menos que la revelación de Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero, enviada esa revelación a Juan en visiones apocalípticas, y a nosotros en lo que significan esas visiones apocalípticas, esos símbolos apocalípticos.

En este tiempo final, el Mensaje del Señor Jesucristo enviado por medio de Su Ángel Mensajero a la Edad de la Piedra Angular, a todos los hijos de Dios, nos da la fe para ser transformados a nosotros los que vivimos; y a los que partieron en el pasado, la fe para ser resucitados en cuerpos incorruptibles.

Por eso dijo el precursor de la Segunda Venida del Señor que la fe de rapto estaba en los Truenos5; los Truenos darían a los escogidos, a la Novia del Señor Jesucristo, la fe del rapto; porque los Truenos son la Voz del Señor Jesucristo, el Mensaje del Evangelio del Reino enviado por medio de Su Ángel a todos los escogidos en este tiempo final.

Así que somos imitadores6 de aquellos que por la fe, en sus edades pasadas, en la edad en que les tocó vivir, heredaron las promesas de Dios para el tiempo en que vivieron. Nosotros por la fe, la fe que nos da el oír la Palabra, el Evangelio del Reino, heredaremos todas las promesas de Dios para este tiempo final.

Toda promesa que Él ha hecho para Sus hijos para este tiempo final, la heredarán todos aquellos que estarán escuchando las palabras de la profecía de este libro; por eso son bienaventurados los que escuchan las palabras de la profecía de este libro, y los que leen las palabras de la profecía de este libro, porque les produce la fe para ser transformados y ser raptados; porque la fe viene por el oír de la Palabra de Dios.

Así que tenemos lo que producirá la fe para ser transformados y para ser raptados. La fe para ser transformados y ser raptados está basada en la Palabra de Dios para este tiempo final, en el Evangelio del Reino, que proclama al Señor Jesucristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de Señores, lo proclama como el Reclamador de todos los derechos por los cuales Él murió en la Cruz del Calvario.

Y en este tiempo final Él reclama todos esos derechos por los cuales Él murió; y los reclama para cada uno de nosotros, para que nosotros podamos regresar a nuestra herencia, a nuestra posesión, podamos regresar a la vida eterna, podamos regresar a un cuerpo eterno, podamos regresar a la vida eterna, a la juventud eterna, a la felicidad eterna, a todo lo eterno; y así heredar este planeta Tierra, del cual dijo el Señor Jesucristo: “Los mansos recibirán la Tierra por heredad”7; es una herencia de los hijos de Dios.

Y por cuanto las promesas de Dios, por cuanto toda la herencia nuestra la recibimos por la fe, entonces, por la fe que produce el oír la Palabra de Dios correspondiente para esta nueva Dispensación del Reino, heredaremos todas las promesas de Dios, heredaremos el cuerpo eterno, heredaremos la vida eterna, heredaremos la juventud eterna, heredaremos la salud eterna, heredaremos la felicidad eterna, heredaremos este planeta Tierra. Todo lo que se perdió en la caída será regresado a nosotros por heredad, conforme a las promesas divinas.

Y por la fe, por la fe heredaremos todas las promesas de Dios; la fe producida por el oír la Palabra de Dios para este tiempo final, la Palabra de Dios para la Edad de la Piedra Angular, la Palabra de Dios para esta tercera dispensación: la Dispensación del Reino, por el oír del Evangelio del Reino, que es la Palabra de Dios para este tiempo final.

Es también la Palabra de Dios para este tiempo: la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final, la Trompeta del Año del Jubileo actualizado; esa es la Palabra de Dios para este tiempo, que produce la fe para recibir, para heredar, todas las promesas de Dios que Él ha prometido para cada uno de nosotros para este tiempo y también para el glorioso Reino Milenial.

Por la fe producida por la Palabra de Dios para este tiempo, por el Mensaje del Evangelio del Reino heredaremos todas las cosas.

Dice Apocalipsis, capítulo 22: “El que venciere heredará todas las cosas…”. Quiero leer ese pasaje, porque habla de herencia. Apocalipsis 21, verso 7, dice:

“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”.

Así que heredaremos todas las cosas, porque estamos recibiendo la fe que necesitamos para heredar todas las cosas, todas las promesas que Él ha hecho para Sus hijos.

Así que vean ustedes por qué es que es tan importante escuchar la Palabra de Dios para la edad y dispensación en la que le ha tocado vivir a uno: porque produce la fe que se necesita para heredar todas las promesas que Dios ha hecho para esa edad o dispensación.

Así que ninguna persona podrá recibir, podrá heredar promesas que Dios haya hecho, si no tiene la fe para heredar esas promesas. Y esa fe ¿dónde la consigue? En el Mensaje, la Palabra de Dios correspondiente para esa edad o dispensación en que la persona está viviendo.

¿Y quién tiene esa Palabra? El mensajero profeta enviado de Dios para esa edad o dispensación. “Porque no hará nada el Señor, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”8.

Ninguno de los misterios del Reino de Dios pueden ser realizados sin que sean revelados a los siervos de Dios, a los profetas de Dios, y ellos darlos a conocer a los hijos de Dios que viven en ese tiempo. Esa es la forma en que Dios da a conocer los misterios del Reino de Dios a los seres humanos, para que así tengamos la fe para heredar todas las bendiciones de Dios, todas las promesas de Dios para el tiempo en que uno vive y para tiempos futuros también.

Por eso es tan importante oír la Palabra de Dios: porque le produce la fe que la persona necesita para recibir todas las promesas de Dios.

El apóstol San Pablo dijo en Hebreos, capítulo 11, verso 6: “Sin fe es imposible agradar a Dios”. Así que sin fe es imposible agradar a Dios.

No es eso que algunas personas dicen: “Yo tengo mucha fe en Dios”; no. Es la fe producida por la Palabra de Dios hablada para esa edad o dispensación. Esa es la fe genuina, la que es producida por el Mensaje correspondiente para el tiempo en que uno vive. Y sin esa fe es imposible agradar a Dios.

Vea usted, en el tiempo del Señor Jesucristo ni aun la salvación la persona la puede recibir sin fe, porque por fe somos salvos9.

Así que miren ustedes las palabras del Señor Jesucristo; dice, hablando del gran misterio de la Primera Venida del Señor, Él aquí, en San Mateo, capítulo 13, verso 11, dice:

“Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del Reino de los cielos; mas a ellos no les es concedido.

Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”.

Y si no oyen ni entienden, ¿qué acontece con ellos? No pueden tener fe, la fe genuina, basada y producida por la Palabra hablada; la Palabra hablada dando a conocer el misterio del Reino de Dios correspondiente para ese tiempo. Ahora:

“Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.

De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:

De oído oiréis, y no entenderéis;

y viendo veréis, y no percibiréis.

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyen pesadamente,

Y han cerrado sus ojos;

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y con el corazón entiendan,

Y se conviertan,

Y yo los sane (los salve)”.

Porque la salvación es por la fe, y la fe es por el oír de la Palabra de Dios.

Así que la persona al escuchar la Palabra, si no la entiende y la recibe, esa persona no puede obtener fe, fe genuina producida por esa Palabra; por lo tanto no puede recibir los beneficios de Dios correspondientes para ese tiempo.

La persona ni siquiera ni puede ni sabe lo que tiene que esperar para ese tiempo, ni puede creer que esas cosas que Dios dice para ese tiempo se van a cumplir en él; por lo tanto no tiene fe para recibir el cumplimiento de esas promesas de Dios para ese tiempo, porque no ha podido ver, no ha podido entender esa Palabra que produce esa fe; y viene a ser como en la parábola del sembrador, en donde hubo personas (representadas ahí en esa parábola) que escucharon la Palabra, que la Palabra fue sembrada en ellos, pero no entendieron la Palabra.

Pero la buena tierra donde fue sembrada la buena simiente, dijo el Señor Jesucristo, dijo: “Ellos son los que oyen la Palabra, y la entienden”. Esto está aquí en este mismo capítulo 13 de San Mateo, verso 23; dice:

“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno”.

Y los demás ¿qué pasó? No han producido fruto, porque oyeron y no entendieron la Palabra; por lo tanto, una persona que no oye y no entiende la Palabra, el Mensaje que corresponde para su edad o dispensación, no lleva fruto. Lleva fruto el que oye y entiende la Palabra, y es la buena simiente o es la buena tierra, en donde es sembrada la buena simiente.

Ahora, vean ustedes, aquí en esta misma parábola, dice el Señor Jesucristo:

“Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:

Cuando alguno oye la Palabra del Reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino”.

Luego de escuchar la Palabra, viene cualquier persona y le dice: “¿Y tú vas a creer eso? ¿Y tú estás con aquellas personas que están creyendo ese mensaje?”, y entonces la persona cede y es sacado de su corazón lo que fue sembrado ahí; porque esa persona escuchó la Palabra y no la entendió.

Por esa causa, toda persona, cuando viene a escuchar la Palabra de Dios, debe orar a Dios para que Dios obre y le permita conocer Su Palabra, entender Su Palabra, para que nadie la pueda arrancar de su corazón, donde es sembrada.

La evidencia de que una persona escuchó y no entendió, es cuando esa persona luego se retira porque alguien le hizo retirarse; le arrancó esa Palabra que estaba en su corazón, le arrancó lo más valioso, le arrancó la vida a esa persona. Y fue el diablo, dice el Señor. El diablo utiliza a quien se deje utilizar.

Por lo tanto, es necesario que escuchemos con diligencia y reverencia la Palabra de Dios cada día, y le pidamos a Dios entendimiento para comprender Su Palabra, para que llevemos fruto en abundancia, y nadie pueda arrancar esa Palabra de nuestro corazón.

Así que vean ustedes lo importante que es escuchar la Palabra, el Mensaje que corresponde para el tiempo en que uno vive: porque le produce la fe que la persona necesita para recibir todas las bendiciones que Dios tiene para esa edad o esa dispensación.

La Palabra de una edad, al ser recibida y entendida por la persona, le produce la fe para recibir todas las promesas, todas las bendiciones que Dios tiene para esa edad, y las que sean hechas en esa edad para otras edades u otras dispensaciones. Y en una dispensación, cuando se recibe la Palabra, el Mensaje de esa dispensación, le da derecho a la persona a todas las promesas, a todas las bendiciones para esa dispensación.

Y nosotros estamos recibiendo la Palabra de la tercera dispensación, la cual nos da derecho a todas las bendiciones, a todas las promesas correspondientes para la tercera dispensación10.

Así que al escuchar la Palabra, el Evangelio del Reino, nos da la fe que necesitamos para recibir todas las promesas, para heredar todas las promesas de la tercera dispensación.

Es algo tan y tan grande que nuestras mentes terrenales no pueden entender en toda su plenitud; pero les repito: la Palabra, el Mensaje de la Dispensación del Reino, nos da derecho a todas las bendiciones, a todas las promesas de la tercera dispensación, y nos da la fe para recibir todas esas promesas de la tercera dispensación. Y entre las promesas o bendiciones está la transformación de nuestros cuerpos, está la vida eterna, la juventud eterna, la felicidad eterna, la salud eterna, está la promesa de heredar este planeta Tierra, porque los mansos recibirán la Tierra por heredad.

Así que tenemos, por la fe, derecho a todas las promesas correspondientes a la tercera dispensación; la fe, por la fe que ha sido producida por la Palabra hablada del Evangelio del Reino. Es la fe por la Palabra de Dios correspondiente a este tiempo final, correspondiente a la Dispensación del Reino.

Así que el Mensaje del Evangelio del Reino nos da a conocer todos los misterios del Reino de Dios correspondientes a la tercera dispensación, encabezados todos los misterios de la tercera dispensación en el misterio más grande de todos: en el gran misterio de la Segunda Venida del Señor como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.

Y produce la fe que en otras edades y dispensaciones no tenían para recibir la transformación de sus cuerpos, para regresar a la vida eterna.

Así que yo le doy gracias a Dios por esta bendición tan grande que nos ha tocado en este tiempo final. Y les digo: escuchando la Palabra de Dios correspondiente para la Dispensación del Reino, recibimos la fe para heredar todas las promesas, todas las bendiciones de la Dispensación del Reino.

Así es que se obtiene la fe para heredar todas las promesas del fin del siglo, y también del Reino Milenial.

¿Ve usted lo sencillo que es el Programa Divino? La fe está basada en la Palabra, el Mensaje que revela al Señor Jesucristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Segunda Venida.

Así que hacia adelante escuchando la Palabra de Dios para esta tercera dispensación, porque nos produce la fe para heredar todas las promesas, la fe que necesitamos en este tiempo final.

“LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS”, por el oír el Evangelio del Reino, por el oír la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final.

“LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS”.

Que Dios nos continúe bendiciendo y que Dios nos guarde; y nos permita y nos ayude para entender la Palabra del Reino, para tener y crecer en esa fe con la cual heredaremos todas las cosas. Es LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS.

Pasen todos muy buenas noches. Que Dios nos continúe bendiciendo a todos. Y le damos gracias a Dios por Su Palabra: el Evangelio del Reino, que ha estado produciendo la fe para heredar todas las cosas, todas las promesas de Dios.

Yo puedo decirles a cada uno de ustedes: “Yo he estado recibiendo esa fe por la Palabra del Evangelio del Reino”. Y ustedes yo sé que me dirán: “¡Y nosotros también! Aquí en Puerto Rico”. Y en toda la América Latina y en el Caribe, y en diferentes lugares de Norteamérica, pueden también decir: “Y nosotros también hemos estado recibiendo esa fe por la Palabra hablada de Dios, por el oír esa Palabra hablada”.

Gracias a Dios por esa Palabra hablada de Dios, y gracias a Dios por Su amor y misericordia para cada uno de nosotros.

Que Dios nos continúe bendiciendo a todos con todas las bendiciones de la tercera dispensación, porque tenemos la fe para recibir esas bendiciones de la tercera dispensación.

¡Que venga pronto nuestra transformación! ¡La estamos esperando! Y tenemos esa fe para recibir esa transformación que Él ha prometido para cada uno de nosotros.

“LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS”.

Pasen todos muy buenas noches, y hacia adelante escuchando la Palabra que produce esa fe.

¿Ve usted por qué es tan importante escuchar esa Palabra? Porque produce la fe que nosotros necesitamos para recibir todo lo que Dios ha prometido para esta tercera dispensación.

Así que esperamos que Dios siga hablándonos al corazón y produciendo cada día esa fe, hasta que llegue al nivel, al grado más alto, y así recibamos todas las bendiciones de Dios.

Con nosotros nuevamente Miguel Bermúdez Marín.

Adelante, Miguel, y que Dios te continúe bendiciendo grandemente a ti, y a todos los que están a través de la línea telefónica en los diferentes países, y a cada uno de ustedes también aquí en Cayey, Puerto Rico.

Adelante, Miguel.

Dios les bendiga y Dios les guarde a todos.

“LA FE POR EL OÍR LA PALABRA DE DIOS”.

[Revisión noviembre 2020]

1 Romanos 10:17

2 Apocalipsis 1:3

3 San Mateo 11:25-26, San Lucas 10:21

4 San Mateo 24:36

5 Los Sellos, pág. 104, párr. 37

6 Hebreos 6:12

7 San Mateo 5:5

8 Amós 3:7

9 Efesios 2:8

10 [Para las conferencias de esta década, la primera dispensación hace referencia a la Dispensación de la Ley; la segunda dispensación, a la Dispensación de la Gracia; y la tercera dispensación, a la Dispensación del Reino –Editor]

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